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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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Feliz NAVIDAD

 

Habían salido del castillo Lockhart con el propósito de cumplir el proyecto navideño, el cual consistía en visitar varios castillos y desear feliz navidad, la navidad es algo que cada mago festeja a su manera pero en la familia Lockhart siempre algo alocado tenia que haber en su itinerario navideño.

 

Muy apegado a su sobrina @@Bodrik pues al tener la misma edad, el mas chico por poco, compartían ideologías y se apreciaban mucho al igual que con @@Noah Lockhart que estaba presente junto a @@Rachel Ravenclaw y el pequeño @@Ezra Lockhart.

 

Al mago le encantaban las aventuras pero era muy tímido como para ir a castillos que no conocía, llegado el momento todos nerviosos gritando "feliz navidad" y el mago solo lo decía en voz baja y sonreía nadie lo notaba al gritar todos juntos era difícil.

 

Le apenaba mucho estar disfrazado de esa manera tan navideña, mas siendo un chico que en lo usual vestía de negro.

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Le había parecido a Mel que Ellie olía familiar pero habría sonado muy vulgar decirlo en voz alta. Edimburgo no era Glasgow pero definitivamente era más cercano que Londres.

 

―¿Un puesto? ¿En dónde?

 

Mel misma había buscado uno. Si bien es cierto Richard le había ofrecido un importante puesto en el concilio que se encontraba sospechosamente vacante y listo para que lo tomara, dos semanas habían sido suficientes para que Mel se rindiera y su espíritu se marchitara entre números y cuentas que no entendía. Los conciliadores no sólo eran celosos acerca de sus cosas si no además codiciosos a ojos de Mel, quien siempre había sido más bien descuidada y desprendida con el dinero. Había sido un rechazo inmediato.

 

―Me postulé a misterios y espero que me acepten.

 

El trabajo, cuanto menos sonaba más interesante que contar mercancía y menos conspiratorio aunque quizá algo más riesgoso de todas formas. Luego, al escuchar la pregunta sobre sus orígenes, se quedó pensando un rato ¿debía decírselo? Sabía que no había nada de malo con que se lo contara pero...

 

―De Glasgow ―contestó sin mentir. Era inútil de todas formas, Mel era casi un libro abierto― vivía cerca a la universidad.

 

Y así había sido realmente.

 

Si bien la pregunta sobre sí misma le había resultado difícil, la que le hizo sobre Richard lo fue más aún. Frunció el ceño, pensando en qué debería decir sin ser grosera con ninguno de los dos.

 

―Uhm... es cierto que es distinto ―dijo, deteniendo la mitad de la galleta que restaba de la segunda que había mordido, a medio camino de su boca― pero es la persona que me recibió al llegar aquí, junto con Madeleine claro, que ahora no está ―suspiró― y bueno, nunca le pregunté semejante cosa, simplemente asumí que heredó mucho de su madre o algo así.

 

Sin embargo, el hecho era que ella misma empezaba a preguntárselo ahora.

Richard Moody

 

Era verdad que había ordenado a la criatura que le anunciase apenas su hija llegara pero no se sentía en lo absoluto arrepentido al respecto y menos avergonzado; era lo más natural. Su mirada no era vacía pero tampoco de recibimiento. Calculaba, sin molestarse en disimularlo o en fingir que no le importaba. Se acercó más a ella sin decir palabra, con la vista clavada en su expresión, intentando leer cada detalle.

 

―Athena, dime la verdad ―dijo y su voz era de mandato, aunque en ella también se podía percibir claramente la alarma― ¿Te has encontrado con los gemelos? Y si es así... ¿Hace cuánto?

 

Ella no pareció notar la ira en su tono, porque sus ojos empezaban a desenfocarse, ponerse débiles. Richard entonces alzó la mano hacia ella, con un vial entre las manos que acababa de sacar de uno de sus bolsillos y le obligó a bebérselo con rapidez. Era poción herbovitalizante, lo que hizo que Athena pudiese reaccionar lo suficiente como para que estuviese lo suficientemente fuerte como para poder obligarla a tragar un bezoar. Su voz entonces perdió todo atisbo de cuidado.

 

―Empieza a hablar niña ―alegó con la mirada fija en la entrada de la cocina, por la fuerza del hábito, de evitar a toda costa sentirse encerrado cuando se sabía en peligro―, es importante saber lo que sea que hayas hecho para calcular el tiempo que nos queda.

 

Aún la sujetaba por si volvía a ganarle algún acceso de debilidad o si descubriese que había errado el posible motivo de su repentino malestar. A pesar de que observaba con aprensión la puerta, también pensaba en las personas más allá, en el salón y en cómo diablos iba a hacer para apartarlas de toda aquella situación.

 

Freya ~ Elfina doméstica

 

―Abre la compuerta, Tomoe ―dijo Freya sin ningún tipo de pretensión.

 

El demonio frunció el ceño pero se acercó a la poterna y la abrió para que la elfina pudiese ver a las personas al otro lado. Se trataba de una familia, por lo que Freya hizo una pequeña reverencia a la par que sonreía ante la visión de colores y la melodía de las voces. Había estado tan acostumbrada al silencio y a los días pasar todos iguales dentro del castillo en las últimas semanas, que aquella visita era casi como el mejor aire fresco. De hecho, no recordaba que hubiesen celebrado la navidad en realidad.

 

―Muchas gracias, señorita Bodrik, la familia Moody también le ofrece sus respetos a usted y a la familia Lockhart, así como una feliz navidad ―señaló Freya, reconociendo a la destacada empleada ministerial, cuya existencia conocía debido al incidente de hacía tanto tiempo con el joven Alexander Rybak― ¿desea pasar a dar sus saludos?

 

La elfina se hizo a un lado y lanzó una mirada a Tomoe, para que, ante el consentimiento de la muchacha, se abriese las compuertas y todos pudiesen ingresar al patio, desde donde el trecho no era muy grande hasta el castillo.

Editado por Melrose

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La poción le devolvió la fuerza para mantenerse despierta aunque no borró la huella del mal dormir de los últimos días, independiente del último accionar de Moody necesitaba un par de horas a solas con su almohada... más tarde, porque dudaba que la dejara ir así como así pese a que no era una mera excusa para safarse de lo que le estaban preguntando. Apoyó las manos sobre la mesa dejando atrás las ganas de terminarse el bendito paquete de galletas, con Richard respirándole en la nuca; sentía que la atravesaba un poco con la mirada en sus ansias de obtener una respuesta.

 

¿Qué debía decirle? ¿Contarle la verdad? Encontrar a los gemelos fue un camino no tan complicado pese a llevarle algunas semanas. Solo tuvo que recurrir a algunas cosas que el propio Richard guardaba en la habitación de libros. Muchos escritos relacionados con la confesión de su naturaleza, pero que también apuntaban a otros sujetos (pese a que los gemelos no eran los únicos) le llevaron a sacar algunas conclusiones y teniendo ella nexo con gente en el extranjero dada su condición de inmigrante le facilitó la tarea. Hasta que los encontró y los conoció aunque, tal vez, con otros nombres.

 

―¿Por qué asumes que me encontré con ellos? Podría solo haber estado de misión de... bueno, ya sabes. ―No era un secreto para su padre su pertenencia a un bando, ni tampoco que algunas veces tomaba algún rumbo para contribuir con el. ― O no sé, cualquier otra cosa. ―Aunque evitó a toda mirarlo a los ojos mientras hablaba. ¿Richard ya había aprendido a leerla? ¡Imposible!

 

Intentó ponerse de pie para retirarse, ¿en qué estaba pensando cuando decidió volver a casa? Podría solo haber marchado a los otros lugares que le servían de refugio. No iba a admitir que con él, de cierto modo, se sentía más segura.

 

―Gracias por la poción pero creo que en verdad necesito mi cama...

 

Iba a añadir algo más solo para dejarlo "picado" pero no alcanzó a continuar la frase pues un recuerdo volvió a su cabeza.

 

Encontrar a los gemelos fue relativamente fácil, dar con ellos también, incluso acercarse no tuvo la dificultad que esperaba. En ese lapsus de tiempo Athena se cuestionó bastante si estaba actuando bien, tal vez ellos sabían de su existencia y no eran tan complicados como Richard los hizo sonar. Si tenían similar habilidad y cantidad de años que su padre (porque con su facultad habían traspasado muchas generaciones) de seguro no era la única media-hermana o hermano que conocían en algún momento. Fue con ese pensamiento, el más positivo, que decidió continuar con la empresa, y al principio fue todo normal, incluso parecían felices de su visita en Amberes, Bélgica. Hasta ese momento Rouvás aún no conocía nada de los negocios en que les gustaba involucrarse, ni tampoco la rapidez con buscaban nuevos cuerpos que habitar para desaparecer sus rastros.

 

Visto desde otra perspectiva, e intentando pensar alguna arista. Quizás ellos solo la involucraron pensando que Athena poseía cierta habilidad heredada como la de ellos y al ver que carecía de ellos, sumado a sentirse expuestos fue que comenzó la molestia. Luego vino la negativa de su parte de realizar cierta orden, prestar ayuda en el trabajo que estaban realizando, de haberla superado solo la habrían dejado ir o al menos eso le dijeron.

 

Al final Rouvás se quebró de solo recordar el tiempo que estuvo retenida, que le pareció una eternidad, y la posterior huida.

 

―L---la última vez que los vi estaban en Amberes...―Fue todo lo que dijo. Su respiración estaba más agitada, ese recuerdo removió muchas cosas.

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Amberes. Intentó que la alarma no se expandiera por todo su rostro. Tantas emociones en tan poco tiempo, era casi como si Richard pudiese sentirse vivo de nuevo; de hecho, se sentió algo culpable por tener una parte dentro del mismo que agradecía el cambio, a pesar del peligro que implicaba. Porque desde luego, Amberes estaba demasiado cerca, al menos había esperado que estuviesen en otro continente. Richard había creído que la asesinarían en cuanto se enteraran de que los estaban buscando. Quizá, Athena había tenido la "suerte" de que supieran sus lazos sanguíneos antes de que ello pasara. Entonces, la búsqueda de pronto se habría tornado fácil, puesto que ella habría podido tener algo que ellos hubieran podido desear. Sólo que ese no era el caso. Su magia era poderosa pero no del tipo que ellos esperarían.

 

¿Qué más habría pasado entre ellos?

 

―¿Cuánto tardan los vuelos de Amberes hacia Glasgow?

 

Necesitaba calcular el tiempo de la ruta desde allá hacia el castillo. Su cerebro estaba en blanco, no tenía esa clase de información así que sus ojos buscaron los de Athena por breves momentos, mientras su cuerpo todavía tenso se mantenía inmóvil, listo para escapar en cualquier momento. Era un hecho que sabrían ya dónde vivía Athena y quizá incluso a quiénes podrían encontrar. Por supuesto, al igual que él ellos tampoco gustaban de aparecerse sin importar la urgencia de la situación y eso les daba unas horas de ventaja. Parte de su componente letal, devenía de su excelente condición física y ellos no sacrificarían eso a cambio de acelerar el proceso.

 

―¿Hace cuánto que estás aquí?

 

Los cálculos en la cabeza de Richard seguían de largo, pensando además en cuánto tiempo le costaría convencer a Melrose y a la recién llegada de cuanto estaba ocurriendo y la urgencia de huir. Su propio instinto de supervivencia era demasiado fuerte como para dejar espacio a otros elementos pero hasta el momento había conseguido mantenerlo a raya y pensar con relativa claridad.

 

―¡Contéstame ya!

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―No lo sé, ¿quizás media hora? ―No estaba demasiado consciente del apuro en la pregunta de Richard. ―Pero la última vez que los vi fue hace como una semana, después estuve en Grecia y luego en Mansión Gryffin... ―Se quedó en silencio demasiado tarde. Estaba segura que a él no le importaría el comentario pues estaba más concentrado en calcular cierta distancia.

 

Bueno, él los conocía mucho mejor y por más tiempo, y era él que mejor comprendía cómo se movían y que les gustaba hacer para ganarse la vida. Pero también llevaba bastante tiempo viviendo allí, y su nombre y su apellido no eran desconocidos entre los grupos familiares de Ottery St Catchpole. De seguro el parcito llevaba tiempo conociendo la dirección de su padre, los negocios en que estaba sumido y el círculo más cercano frecuentado; quien iba y venía en ese lugar. Es mas, le sorprendía la nula visita de los gemelos hasta ahora.

 

En cuanto la respiración estuvo más normalizada se dedicó a observar el cambio de concepto en el rostro de Richard. ¿preocupado o solo en alerta? Complicado de interpretar.

 

―¿Por qué mejor no me explicas que sucede? Siempre que hablamos de ellos te alteras un poco, o desvías el tema. Conocerlos fue bastante... escalofriante, al final, pero tampoco algo terrible o que haya puesto en juego mi vida. Incluso fueron amables cuando me presenté ante ellos, me contaron algunas cosas... de lo que han vivido.

 

Athena, a esas alturas, sabía muy bien que los dichosos gemelos eran un arma letal y sumamente peligrosos, y que pese a que no los conocía enojados, molestos ya habían resultado angustiante. Los días en que la tuvieron pseudo encerrada en una casa de las afueras de Amberes constituían de sus peores recuerdos del año que se marchaba y le daba a conocer la clase de personas que eran. De todas maneras quería saber cómo llegaron a eso (si es que Richard lo sabía) porque su padre perfectamente podía tener una personalidad y un estilo de vida como el de sus hijos (algo que tampoco estaba tan alejado de la realidad, pero no se podían comparar). Lo miró expectante una vez más, a sabiendas de que iba a evadirla como siempre hacía.

 

Calculando lo que Richard querría hacer, ella iba a negarse. No podía abandonar Ottery St. Cathpole, ni Londres, ni el Ministerio, ni la Universidad, ni a sus amigos, conocidos, y familiares por otras ramas.

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Ni siquiera se molesta en mostrarse preocupado u ofendido por su referencia a la residencia de su noviecito. Con la situación actual, no puede importarle menos. Aún hace cálculos cuando cae en cuenta de lo que acaba de decirle. Una semana; una semana es demasiado tiempo, mucho más de lo que había soñado considerar, aún en los estándares de Athena. No sólo es suficiente para que hayan averiguado su paradero si no también suficiente para que les hayan tendido una trampa y estén por allí... a la espera.

 

Decide que ya ha escuchado suficiente. Su cuerpo parece erguirse en toda su estatura y sus ojos retiran la vista de la salida sólo por breves momentos.

 

―¿Qué explicación necesitas? ―replica entonces, con tono de incredulidad― Probablemente ya sabes que son letales. Athena, no tengo paciencia para esto ―agrega y su tono es frío, casi aburrido de nuevo―. Te prometo que si lanzas alguno de tus est****os berrinches ahora voy a noquearte y llevarte conmigo o dejarte atrás ―según sus cálculos, debido al tiempo transcurrido, los gemelos no atacarán. Deben estar esperando alguna clase de señal, lo que le da más oportunidades pero le obliga a actuar con cautela―. No me importa en lo más mínimo las personas con las que te hayas topado de camino aquí y a las cuales hayas podido poner en peligro. No son mi responsabilidad. Tampoco me interesa qué ideas puedas tener sobre esto. Ahora, necesitamos organizarnos y encima tenemos invitados ―de pronto, su voz ya no es fría, si no resignada, casi como si hubiese sufrido de parte de Athena la peor de las desilusiones, que si lo piensa con cuidado, así es―. Ay, Athena. Qué es lo que has hecho.

 

Sabe que tiene que salir de la sala cuanto antes para informar a Melrose y a la nunca-más-inoportuna Eileen Moody. Como si llevar consigo a dos personas no fuese carga suficiente. No está precisamente en su faceta más paternal pero en su cabeza, el instinto prevalece y también es consciente de que es parcialmente su culpa. Él despertó su curiosidad, la muchacha no había sabido nada de la existencia de esos dos antes de que él los mencionara, es sólo natural que hubiese querido averiguarlo. Qué estupidez fue pensar que podía confiar en su hija mortal. Él vivirá por supuesto y si su hija se niega a seguirlo, entonces rescatará lo que quede de ella luego de las torturas que pueda sufrir, si es que los gemelos llegasen a poner sus manos sobre ella. Por supuesto que ellos ya han adivinado que ella está allí con él pero ¿adivinaron todo lo que Athena sabía sobre él, antes, cuando dieron con ella? Siente un repentino escalofrío.

 

Lo está haciendo de nuevo. Está calculando un posible abandono. Piensa nuevamente en Tanya ¿fue su sacrificio la única salida posible para librarla de la locura? La nostalgia vuelve a él, debilitándolo. Hermosa, hermosa Tanya, a la que le tocó enterrar. Las pesadillas subsiguientes. No desea enterrar a Athena ¿y le había dicho que ella era su único lazo a la tierra? De pronto las palabras de Tanya vuelven a su cabeza, esta vez no como la voz de una lección si no de condena: "Es más fácil amar o tolerar al monstruo cuando desconoces la naturaleza de la bestia".

 

―Ven, necesito decírselo a Melrose.

 

Sale entonces de la cocina y se dirige al salón. No está seguro de qué va a decirles. Su cabeza aún sigue delimitando posibles planes, especialmente, rutas que puedan sacarlos de allí sin ser detectados con al menos una hora de ventaja.

Editado por Melrose

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A medida que la muchacha habla, Ellie se relaja en su asiento. Puede sentir cómo el ambiente se hace más cómodo, más cálido, más familiar. Aunque no había sido capaz de admitirlo en voz alta, lo cierto era que el viaje y todo lo que podría suceder en él le había quitado el sueño, y no de buena forma. Le había temido a la soledad. No al hecho de vivir sola, de no depender de nadie, sino a no ser capaz de conocer personas en Inglaterra. Si bien es consciente de que no está precisamente en Inglaterra, ahora su vida sí, al igual que las de estas personas. Las de estos Moody. A pesar de que Mel no tenga mucha más experiencia que ella, el saber que tienen en común más que la sangre, el saber que probablemente estará cerca, le hace sentir mejor... No, no sólo mejor. Está contenta.

 

―¡Ojalá que sí! ―suelta, con la voz más alta y más llena de energía de lo que habría querido. Para Ellie "actuar casual" es algo prácticamente imposible. Sintiéndose abochornada, toma una galleta y la trocea en una de sus manos, sin llevarse ningún pedazo a la boca― Yo soy aceptada en el Departamento de Misterios también. Estaré encargada de una de sus subdivisiones ―dice, sin querer sonar presumida. Lo cierto es que está emocionada, pues aquel ha sido su trabajo soñado desde que se graduó de Hogwarts.

 

>>¿Cómo será que estemos relacionadas? ―pregunta, tras darle un sorbo a su té negro― Yo soy hija de...

 

Pero deja de hablar cuando siente más personas entrando al salón. El ver a Richard, de pie tras el sofá en el que Mel está sentada, le hace recordar la forma extraña en que se siente respecto a él. Esa confianza que tan rápidamente siente con Mel, esa familiaridad, no puede ni imaginarla sobre él. La presencia de una muchacha muy joven junto a él le haría relajarse en otra ocasión, mas parece afectada por algo. Incluso, el rostro de Richard luce diferente.

 

―¿Uhm? ―musita, para incitarlos a hablar pero sin querer preguntar directamente si algo malo sucede.

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―No, no voy a seguirte esta vez. No eres difícil de encontrar Richard, hasta yo pude hacerlo sin tener la habilidad de ustedes, y no creo estar en real peligro, tuvieron muchos días para encontrarme, seguirme y hacerme daño y nada de eso sucedió, ni tampoco con los que estuvieron a mi alrededor. ―Aunque tampoco se lo comentó a nadie, por si las dudas, pero omitió esa parte. ―Y de lo mucho que hablamos aún no sé cuál sea el problema entre ustedes, pero créeme que ya no me interesa, no me involucraré en nada más que te concierne. Tengo suficientes asuntos por resolver por mi cuenta como para tomar partido en los tuyos.

 

En la medida que lo ha ido conociendo, a logrado entender algunas cosas. Por ejemplo que espera que cuando él dice algo se cumpla sin tomar en cuenta las decisiones de la contra parte. En este caso, parecía que de verdad esperaba que Athena no hubiese ido detrás de los gemelos, pero si hubiese sido sincero ella no habría partido en la búsqueda hasta encontrarlos, quizás ni siquiera se habría interesado por conocerlos. Desde pequeña tuvo esa manía de adorar ser hija única con su madre, y acá poco cambiaban las circunstancias pues Richard no estaba ni remotamente interesado en los lazos con su descendencia.

 

En realidad no le importa que Richard la esté medio culpando de lo que pueda suceder, no lo ha visto todo pero comprende que sus hermanos pueden ser terribles sin proponerselo siquiera, pero ni eso consigue que de el brazo a torcer en la terquedad.

 

Lo sigue hasta por el pasillo hasta el salón pero intención es la de pasar de largo más allá de ella para llegar hasta su habitación y luego solo volver a marcharse, está muy claro que jamás debió intentar volver a su lado. Aunque básicamente no se había refugiado con ellos por ese motivo sino solo por tener un lugar tranquilo en que pernoctar. La Madriguera, por muy acogedora que era, siempre estaba llena de gente, el Cuartel General en similares condiciones y su segundo hogar... bueno, hacía tiempo que no ponía los pies allí. Había sido un poco ingrata con sus padrinos, en ese sentido.
―Buena suerte con ellos, tomaré mi camino como mejor me parezca. ―Se lo comentó antes de ingresar al salón.
Iba a pasar de largo solo soltando una especie de venia a Melrose, a quien no veía desde la prueba del Libro del Equilibrio, pero se detuvo unos segundos al ver a la invitada presente. Se había acostumbrado a ver a Madeleine acompañando a Moody por eso creyó que la otra voz que escuchó antes de ingresar le pertenecía, pero no. Ahora que lo notaba eran bastante diferentes. Eso solo le hizo caer en cuenta que no veía a su prima hacía semanas, mejor dicho, no había escuchado sus regaños en el último mes.
―Ehm... Hola, no se preocupen que voy solo de pasada. ―Fingió una sonrisa.
¿A dónde se iba a ir? Habían varias posibilidades. Sus abuelos continuaban en Estados Unidos, pero eso era muy lejos y se separaría de demasiadas personas. Grecia aunque Arthardy la terminó echando la última vez porque Poseidón estaba demasiado cerca de ellas y aún debían mantener en secreto la ubicación de Selene. Por el momento su único camino más viable era resguardarse en algún lugar cercano, tal vez en los mismos sitios que dejó atrás antes de terminar en el Hogar de los Moody.

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Richard no hace ningún movimiento en falso, nada que delate su estupor. Se inclina ante Eileen con expresión resignada y en su cabeza, continúan los cálculos. Se retira hacia el aparador y saca de allí una muda de ropa: calzas negras, un jubón de color azul marino y capa con capucha y botas de hebilla, también negras. Son siete trancos desde el aparador sobre el que se encuentra el gramófono, hasta la entrada del salón y desde allí, otro minuto de carrera acelerada hacia la salida posterior. El techo, se encuentra a sus buenos dos metros y medio aunque no es bueno midiendo la profundidad.

 

―Bien. Me temo "Ellie" que no es un buen momento para haber llegado pero Athena puede guiarlas a la cabaña en Ottery. Ella tiene razón, en realidad, no tengo que cargar con ninguna de ustedes ―a medida que habla, se va desnudando y colocándose encima la nueva ropa. Pronto, se cala la capucha hasta la altura de los ojos y las observa con expresión torva―. Tienen un minuto para llegar al otro extremo, antes de que inicien las explosiones ―alza entonces la mano y realiza una pobre imitación de uno de los hechizos que en múltiples ocasiones ha visto ejecutar a su hermana. Un aqueora, aunque no es ese hechizo en sí mismo en realidad. Es una protección, una burbuja similar, que engloba a las tres y no a cada una y sólo repelerá ataques físicos―. Me marcho. Cuenten hasta ocho una vez escuchen el clic y sabrán entonces que el impacto del estallido llegará.

 

Debe reconocerlo, al menos para sí mismo. El hecho de llevarlas consigo, no habría aumentado sus expectativas de vida, de hecho quizá no habría hecho más que disminuirlas. En su lugar, puede simplemente dejarlas marchar y quizá encontrasen una mejor forma de salir de todo ese embrollo sin que él necesitara inmiscuirse y por el contrario, intentase alejar el peligro lo más posible de ellas.

 

Es entonces cuando llega el sonido del primer estallido. Sólo el sonido, porque el impacto llegará segundos después y Richard ya ha empezado la carrera. Luego de alcanzar la entrada del salón, corre por el pasillo en dirección hacia la salida posterior con la capa ondeando tras él y los estallidos parecen seguir su ruta, lo que le permite adivinar que no han tenido por objetivo más que a él, pues parecen darse de forma sucesiva tras las paredes, siguiéndolo. Luego de escuchar aproximadamente cuatro estallidos, el primero detona: la habilidad del mayor de los gemelos, fiebre carmesí.

 

Ruega entonces porque el estallido fuese fijado en la pared y no en el techo. Sabe que su endeble protección podría protegerlas si se tratan de trozos del muro pero quizá no sea capaz si es que el techo les cae encima. Con un poco de suerte, tal vez Athena o Melrose reaccionaran rápido y ya estuviesen de camino a donde les había indicado.

 

Así lo espera de verdad porque la magia del menor de los hermanos empieza a hacer efecto alrededor del castillo. Es similar a la niebla pero de oscuridad. La magia del menor, de lejos la más inestable, es también la que menos conoce y a la que más le teme. No por gusto llaman a su hijo el brujo del vino. Al igual que con ese trago, los efectos de la niebla pueden dejar a una persona como si hubiese bebido, debilitándolo. Puede ser una simple sensación de placebo o algo devastador que te dejará en el suelo con el mundo girando alrededor. No entiende su mecanismo y por tanto no puede calcular su rango de acción o proporciones o siquiera cómo es posible que un ser humano pueda ejecutarla. Su carrera finaliza cuando llega a la salida que da a los establos, donde espera encontrar su moto para poder marcharse. A la par, escucha el sonido de una porción del castillo desplomándose.

 

Sólo que la moto no está. En su lugar, el mayor de los gemelos le sonríe y hace estallar el establo en llamas.

 

―Oh padre, cómo te habíamos extrañado.

 

Entonces, la oscuridad lo envuelve.

Editado por Melrose

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Hiya —saluda a la muchacha que llega Richard. Ellie también finge una sonrisa; a pesar de que no entiende lo que sucede, qué es lo que les afecta, la tensión en el aire es casi palpable—. Soy Ellie...

 

Son las palabras del hombre, que se entera de que aquella joven se llama Athena. Aquel nombre le hace pensar en Grecia. No porque la capital del país sea Atenas, sino porque, en la mitología griega, Atenea es la diosa de la sabiduría y la guerra. Le parece que la muchacha tiene un nombre bastante interesante, lo cual le hace sentir curiosidad; sin embargo, las palabras del hombre la afectan. No es un buen momento para haber llegado... Pero antes de que Ellie tenga la oportunidad de sentirse como una molestia, Richard sigue hablando. De repente, se siente tan sorprendida y confundida que no le afecta demasiado el hecho de que el hombre se está desvistiendo y vistiendo sin reparos frente a tres mujeres. Sé que hay familias íntimas... pero ésto es ridículo...

 

—¿Quieres decir que el castillo será atacado? —susurra, sintiendo una familiar opresión en su pecho y una dificultad para respirar. Se está alterando. Se está asustando. Aquello suena ridículo. Es una maldita locura. Sin embargo, la seriedad con la que él habla le hace darse cuenta de que no le están tomando el pelo.

 

Hasta los momentos, Eileen Moody considera que ha tenido una vida bastante tranquila. Por supuesto, está el "incidente" durante su primer año de Hogwarts: ese año, se produjo la famosa Batalla de Hogwarts, que dio fin a la Segunda Guerra Mágica. Sin embargo, a pesar de recordar con claridad ese suceso mejor que muchos otras vivencias de su época estudiantil, a pesar de recordar lo asustada que estaban ella y muchos alumnos jóvenes (incluso los más grandes, que no tenían la edad para permitirles combatir), no considera aquello como un "trauma". Puede pensar en aquello sin que le afecte pues, hoy en día, ella está bien. Más allá de eso, no ha estado atrapada en otras situaciones peligrosas, salvo que un par de incidentes menores. Por lo tanto, procesar lo que Richard dice que está a punto de ocurrir es extremadamente difícil, a pesar de que confíe en sus palabras.

 

De repente, se ve encerrada junto a Mel y Athena dentro de lo que parece ser una fina burbuja de agua.

 

—No, Richard, espera, puedes venir...

 

Pero su voz se ve ahogada por el primer sonido de la explosión. Ellie siente que sus rodillas, y ella en general, están temblando. El mago sale corriendo y las explosiones continúan, primero el sonido y luego el impacto, unos segundos después. La piedra del castillo se estremece cuando una de las paredes del salón comienza a desmoronarse...

 

Su instinto le hace pensar en tomar a aquellas muchachas de las manos y desaparecer. Sin embargo, piensa en Richard. No tenía su varita mágica en la mano. Aunque, si así hubiese sido, aquel ataque suena muy grande como para que una sola persona le pudiese hacer frente. Por supuesto, Ellie no cree que pueda ser de mucha ayuda. A pesar de que tiene muchos conocimientos, no está segura de poder aplicarlos en una pelea. Sólo piensa que podrían llevarse a Richard y, todos juntos, buscar un lugar seguro.

 

—No podemos dejar que Richard se quede aquí, sólo... con lo que sea que esté atacando el castillo —musita, sin preocuparse por ocultar el temblor en su voz—. ¿Ustedes saben qué rayos está pasando?

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