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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Castillo Black - Horas más tarde

 

 

- No puedo creerlo...

 

Warhol no llegó a leer las últimas líneas de la carta que traía en sus manos. que mi cabeza había empezado a dar vueltas y dejé de prestarle atención. Cualquier comunicado desde otro castillo no solía traer buenas noticias, por lo que siempre le pedía a mi elfo que las leyera en voz alta, incluso para prevenir que se tratara de alguna maldición.

 

Esta vez era algo muy diferente.

 

No era usual que familias de intereses opuestos se unieran en torno a una persona, pero Ishaya no era un hechicero común y corriente. Era un mago que muchos otros despreciaban, pero que muchos más adoraban. Generaba cualquier efecto en las personas excepto la indiferencia. Para mí había sido un ejemplar compañero en las épocas que estuve como reportera en el Profeta. Él había logrado todo lo que deseaba y a lo que yo aspiraba, lo cual me causaba una gran admiración; las mejores entrevistas, asistía a los mejores eventos, era un reportero de lo más reconocido y esto mismo le causó el ascenso a director cuando se produjo una vacante. Los rumores que llegaban a partir de su nombramiento, poco sorprendentes, mencionaban que El Profeta había vuelto a cobrar luz bajo su tutela, de modo figurado y hasta casi literal por su tendencia ideológica. Nunca se pudo comprobar si aquel muchacho tan vivaz pertenecía a la Orden o no, pero poco me importaba, para mi era un colega que contagiaba entusiasmo, el típico brillo que uno emana por los poros cuando hace lo que ama.

 

- No sé qué hacer...

 

Sacudí la cabeza y resoplé, apoyándome con las manos sobre el escritorio de la habitación.

 

Warhol: ¿No de-d-debería ir señorita Black? L-l-la-la invitación la refiere...

 

El elfo me extendió su corto brazo con la carta entre sus dedos. La tomé y la leí en silencio. Ver escrito allí su nombre me estrujaba la garganta de la angustia.

 

- Búscame el tapado negro, aunque sea me acercaré a saludar a la familia. - Doblé la carta en cuatro y la guardé en el bolsillo de mi pantalón. Mis ojos se perdieron a través de la ventana, como si buscara una estrella en aquel cielo despejado. - Él lo merece.

Mansión Potter Black
No pisaba aquel castillo hacía años, y lamentaba volver a hacerlo en una situación tan triste y desoladora. La entrada al castillo estaba rodeada de carruajes de los invitados recién llegados, algunos rostros me resultaban muy familiares. Otros carruajes se iban.
Las personas se comportan de forma muy extraña en los velatorios y yo no era ajena a esa regla. Me quedé ahí parada, a mitad de camino hacia la entrada al salón de la mansión, sintiendo la brisa correr por mi rostro como una caricia al alma. No pude evitar sonreír al pensar en todas las veces que el Triviani me había hecho reír a carcajadas por culpa de sus ocurrencias. Parecía como si aquella brisa hubiese traído consigo esos recuerdos. Parecía como si la brisa fuera él mismo diciéndonos "no estén tristes, estoy bien".

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Esa noche, me sentía nerviosa, agitada. Cómo si no pudiese dejarme llevar por Morfeo. Tenía unas pesadillas o sueños bastante raros. Pero no entendía el significado. Era un mal presentimiento. Hacía años que no lo tenía. Me veía en la Potter Black observando todo, varios cuervos graznaban encima de la mansión y los miré, con el rostro ceñudo. Nunca me habían gustado. Mal presagio. Sentía los pies descalzos y la hierba mullida y cortada, que tan bien cuidaban los elfos... Me dirigí hasta el pequeño lago que poseía la familia. Un cisne hermoso iba de un lado para otro, "navegando" con sus delicadas patas. Fruncí el ceño otra vez. Su cabeza se dirigió a mi y con un gesto extraño, abrió sus enormes alas y emprendió el camino hacia el cielo. Ese gesto me dejó confusa. Cuando dirigí la vista hacia arriba, ya no estaba. Pero al mismo tiempo una lluvia de pétalos negros caían sobre mí. Lo recogí con la mano, sentí un escalofrío particular que subía por mi espina dorsal...

 

Desperté completamente sudada aún sin entender ese sueño o pesadilla. Había tenido muchas, pero nunca como esa. Sentía nervios en la boca del estómago. Me dirigí al baño para refrescarme un poco y para vestirme. NO sé porqué pero escogí prendas negras. Un traje pantalón chaqueta, a juego con la camisa, botas planas y me até el pelo en una cola de caballo alta. Me sentía triste y aún no lo relacionaba con nadie... Pero tenía cierta intuición que tenía que ser de la familia para que algo así me llegara a mi subsconciente. Aún rememoraba el sueño que llegaba a mi cabeza. Vi el desayuno encima de la mesita, pero no le hice caso.

 

Fenrir el lobo, también estaba conmigo en la habitación cuando Matt se ausentaba. Estaba despierto, alzó las orejas cómo pendiente de que todo estuviese, ¿bien? Pero agitó la cola y sus pelos se pusieron rectos, parecía nervioso. Empezó a aullar, con un sonido lastimero. Abrí los ojos. No entendía nada de lo que pasaba, pero volví a sentir la extraña sensación de que alguien más estaba en la habitación. Un frío helador referente a un fantasma pero que yo no veía. Me froté los brazos, nerviosa. Sabía cuando Jack se aparecía pero en ésta ocasión, no era él.

 

No sé porqué pero me dirigí al lobo y le acaricié el morro.

 

- Calla, no debes despertar a nadie -le dije a Fenrir con ternura, pero el lobo seguía a lo suyo y se rascaba detrás de las orejas. No comprendía nada- ¿Vienes conmigo? -susurré otra vez. Pareció hacerme caso y ambos salimos de la habitación que compartía con mi marido. Y fue cuando al llegar hasta el pasillo, sabía que había pasado algo, susurros, susurros lastimeros en voz baja. Pero que dejaban entrever la tristeza. En cuánto llegué al salón, mi marido y mi suegra estaban ahí cómo organizando algo... Y hasta me pareció sentir que había un fantasma pero que no era mi suegro...

 

Dije con voz trémula:

 

- qué, ¿qué ha pasado? - temí la respuesta y al ver la cara de mis dos familiares deduje que había sido alguien de la familia - vi a un cisne blanco en mis sueños, pero no sé... - me callé porque lo último que necesitaba era una reprimenda por decir esas tonterías... Y además parecía llegar gente. Eso me sorprendió más que otras cosas pero que sólo expresé en mi mente...

 

@ @@Matt Blackner

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No dejé que Harpo hiciera nada. Aquello era trabajo mío. Así que coloqué cortinas granates y crespones negros en todas las ventanas del Gran Salón. Contemplaba de reojo el cuadro de Antara, a quien no me atrevía a decirle nada puesto que, en el fondo, estaba segura que ella ya sabía lo mismo que yo, incluso antes, seguro... Ella, desde la distancia, siempre había cuidado de sus hijos. Desplacé la mesa hacia el rincón y moví las mesas, disponiéndolas en círculos concéntricos para que nadie fuera más importante que nadie, para que todos hablaran sin importar grados de parentesco, de amistad, nivel de conocimientos mágicos... Lo importante es que le hubieran conocido y que quisieran compartir recuerdos con todos.

 

-- Sí, Matt. Avisa a la familia; ten muchísimo cuidado con Cye. Ella es muy sensible y...

 

¿No lo éramos todos? Tragué saliva y apreté los dientes para no chillar la rabia que sentía.

 

-- Debemos poner velas, muchas velas, que haya luz en esta oscuridad que nos inunda. Y preparar algo de comer, emparedados fríos y bebidas calientes. Colocar todas las botellas del mueble bar sobre la mesa abierta, que cada quien coja lo que quiera. Y servilletas...

 

Me di cuenta que aún estaban las servilletas de navidad, rojas con sus hojitas verdes. Aún estábamos en fiestas... Aspiré con fuerza y solté el aire poco a poco, controlando las ganas de llorar. Miré de reojo de nuevo el cuadro de Antara. ¿Vendría...?

 

Un elfo entró con cara algo asustada, anunciando que entraban visitas.

 

-- Abre las puertas de par en par. Hoy la Potter Black es una mansión con las puertas abiertas. Todo el que quiera entrar, es libre de hacerlo. Todos, hoy, son bienvenidos.

 

Comprobé que ya había gente que venía a comprobar si era cierto lo que decían. Cerré los ojos; para nuestra desgracia, lo era. Al abrirlos, me encontré con Teza

 

-- ¡Hermana mía! -- curioso llamarla así cuando era la primera vez que hablaba con ella. Pero era bienvenida.

 

Noté también que había más gente que le tendrían en el pensamiento, aunque no se acercaran a las sillas para compartir lo que quisieran de sus experiencias con mi hermano. También les estaba agradecidas por eso. Todos llevan el duelo como pueden, como saben, como las circunstancias les permiten. Un elfo me comunicó que había llegado la Directora de El Profeta.

 

-- Que pase -- le dije, mientras ponía cojines cómodos en las sillas; algunos nos íbamos a quedar mucho tiempo en el velatorio y era mejor estar cómodos. Me pregunté si vendría como Funcionaria o como amiga de mi hermano. He de reconocer que, últimamente, frecuentaba unos círculos alejados del mío y que no conocía a la gente con la que se veía.

 

Heliké entró, conmocionada por la noticia. Parecía no darle crédito. Yo tampoco. Permanecí en silencio, no me sentía capaz de contestarle en este momento. Sin embargo, su mención del Cisne Blanco me hizo dejar el cojín que tenía entre las manos y contemplarla.

 

-- Era su Patronus.

 

Aquella visión de él, avisando de ataques enemigos al bando, siempre dispuesto a ayudar a los compañeros, siempre el primero en las defensas, un líder sempiterno de la Orden del Fénix... Bajé la vista y suspiré de nuevo. Tomé el cojín, lo ajusté y lo dejé sobre una de las sillas.

 

-- Era su Patronus.

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Había dejado todo lo que hacía y había llegado acompañada de su hermana menor que para variar en esos instantes se encontraba mas silente de lo que normalmente era; de hecho era esa niña la que iba guiando el andar del cuerpo de la pelirroja que se movia mas por inercia que por querer hacerlo.

 

Porque si por ella fuera tan solo se quedaria en cama y dejaria de pensar y de sentir.

 

Odiaba sentir.

 

Y odiaba que doliera tanto, odiaba pensar que hacia no hace mucho le habia invitado café y detestaba profundamente el recordar el trato que habian hecho y que se encargaba puntualmente recordarle. Las lágrimas caian solas sin sentirlas y por pura inercia detuvo el cuerpo delante del retrato de Antara para luego, girar hacia este con los brazos pegados al cuerpo y hacer una inclinacion con la cintura.

 

Tensa, dura, incredula...

 

Finalmente llego hasta donde estaba Sagitas y solo atino al espacio que quedaba cerca y se dejó caer con la mirada perdida en algún punto.

 

-Solo a nuestro hermano se le podia ocurrir que seria brillante hacer una entrevista a los del otro lado, cierto? -pregunto con tono de voz monocorde -creo que eso del Profeta empezaba a ser un vicio... al menos debio avisar...

 

Dijo con poco hilo en las inflexiones de la voz, frunciendo un poco el ceño

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El árbol del Templete, el que había en la Mansión Vladimir, fue quien me lo dijo. Es un árbol sagrado. Las sacerdotisas siempre tenemos un árbol sagrado cerca de nosotras porque nos permite relacionarnos con la Diosa Gea, con nuestras raíces en la Naturalera. Fue el árbol. No habló, no hacía falta. El susurro de las hojas decían más que las palabras. Dijo que había un hueco en la familia.

 

Corrí. Corrí sin recordar que sabía Aparición. Si la usaba, estaba segura que me rompería en pedacitos, por el miedo a saber quién había traspasado el umbral. Corrí, asustada. Cuando llegué a la Potter Black, había mucha más gente que nunca. Gente desconocida. Gente conocida que nunca creería que se acercaran a la mansión. Gente... Pero no veía a mi familia.

 

Pasé por los escalones, de dos en dos, buscando a alguien conocido. Crucé la puerta de entrada, me paré en el Salón de la Chimenea. Me ahogaba. Entre varias personas más, distinguí a la tía Sagitas y la tía Hayame, juntas, la prima Heliké y el primo Matt. Estaba asustada... ¿A quién se referían los susurros de las ramas?

 

- ¿Quién...?

 

Me llegó su imagen, jadeé al ver aquel rostro en mi cabeza.

 

- ¡Oh! ¿La tía Cye lo sabe? - me puse a llorar y me senté en una de las sillas de aquel centro improvisado. No me lo esperaba, había sido totalmente inesperado.

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Como siempre sumida en sus pensamientos, veia el cuadro de su madre fijamente, aquellos ojos que había heredado, tenía tanta pena y sin embargo se sentía vacía.

 

nunca me lo perdonaré - se decía así misma.

 

Había pasado casi una década desde la última vez que vio a su hermano, por más que se abrazaba a si misma no encontraba consuelo, aquella casa se sentía solo como paredes, le pesaba tanto haber desaparecido así.

 

 

 

-- ¡Hermana mía! --. Sagitas, la habían sacado de sus pensamientos, trato de esbozar una media sonrisa, pero la sonrisa no subía a sus ojos.

 

Escucho de lejos que mencionaban un cisne, y supo perfecto que era el, solo él tenía ese hermoso patronus.

 

Se desplomó en una silla, sentía que le faltaba el aire, que le faltaba parte de su vida, que le faltaba su primer gran cómplice.

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"Ámame. Lo has destruido todo, pero, si me amas, podrá ser restaurado bajo una nueva forma. ¡Ámame!"
Princesa Malcriada

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Tragué saliva al escuchar lo que decía mi suegra. Su patronus... Y entendí de quién se trataba. Su hermano Ishaya. No me salían las lágrimas. No era porque fuera una insensible o alguien ajena al dolor, pero lo que había presentido en el sueño me había dejado en un estadado de shock que no me permitía reaccionar de la manera más normal. Veía que a pesar de dejar el cogín y contestarme había empezado a organizar todo. ¿Los del bando, sabrían de su fallecimiento? No me sorprendería que, de enterarse la gente se pasara por la Potter Black. Agradecí mentalmente que mi suegra dijera lo de las puertas abiertas, se lo escuché antes de hacer acto de presencia (?)

Había alguien más a quién no conocía. No pretendía ser descortés pero alguien más entró. Era mi otra tía, Hayame.

- Mujer, no digas eso - negué con la cabeza con una triste sonrisa - yo os daría patadas en el trasero a todos -reí por lo bajo. Pero para consolar a la pelivioleta me acerqué a ella y le di un abrazo por detrás -lo siento mucho - le susurré en la oreja - ¿quieres que te ayude con algo? - me sorprendió no ver a Harpo por ahí y supuse que Sagitas querría hacerlo ella. Y en parte, lo comprendía.

- No tienes porqué cargar todo tú sola, deja que los demás te ayudemos - susurré suavemente para que al menos, no me regañara por indicarle eso. La conocía lo suficiente y supuse que si se encargaba era para mantener la cabeza ocupada. Aunque fuese en algo tan triste, cómo un velatorio- pero si es tu decisión, lo respeto - puse una sonrisa triste. Aún tenía el corazón encogido al escuchar la palabra patronus. Pero aún así, era mi compañero de la Marca, y familia, por supuesto. Alguien a quién quería y que admiraba por el simple hecho de llegar hasta dónde había llegado. Y que en alguna ocasión habíamos charlado con una buena taza de café...

Y, se me ocurrió una idea. Una en la que quizás o mi tía me regañaba por hacer algo así, o por ser una inconsciente. Pero era un símbolo de muerte y no porque la Potter Black fuese atacada, no. Simplemente quería hacer honor a un compañero mortífago y seguro que le hubiese gustado verla nuevamente, pero no en casa de un familiar... mentalmente me había dicho, "es por ti, tío Ishaya, espero que te guste, allá dónde estés" sonreí con tristeza y separándome un poco del grupo, les dije a los presentes...

- salgo un momento, necesito respirar aire fresco -seguro que los demás lo comprendían. Cogí mi varita mágica y salí por las puertas abiertas de la mansión. No sabía si saldría ese conjuro porque la tristeza embargaba mi corazón en esos momentos, pero si venían compañeros mortífagos, entenderían el porqué de ese gesto, o eso esperaba. Fui caminando despacio, oliendo todos los aromas que me embargaban y al mismo tiempo, me relajaban. Estaba en una zona de la mansión en dónde no había ventana y que quedaba oculta a la vista.

Levanté la varita al cielo y pensando en todo lo que significaba esa invocación, no pude evitar exclamar:

- ¡Morsmordre! - al terminar de decir el conjuro una enorme marca tenebrosa tiñó el cielo de un color oscuro. Una calavera verdosa y una serpiente salía de su interior, revolviéndose y tiñéndose todo de color verde. Seguro que la pelivioleta me reñía por ponerla, sólo ella y Matt sabían que pertenecía a la orden oscura. Pero tampoco imaginaban que mi tío hubiese pertenecido a ella.

 

 

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off: no sé porqué narices, hoy el foro la toma conmigo xD me gustaría que algún moder me añadiera ésta imagen y que esté centrada... debajo del último párrafo. ¡Os lo agradezco! https://imgur.com/ZZbo7oU

Editado por Sagitas E. Potter Blue
a petición del usuario.
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Antara Black...

Sumida en el profundo sueño del letargo entre la vida y la muerte, la semidiosa siente un pinchazo que acelera su ritmo cardíaco, en cuestión de segundos se encontraba de pie en su propio sepulcro, tomó una bocanada de aire, llenó los pulmones y suspiró con un profundo dolor en el pecho, sintió que el mundo giraba, le costaba respirar. Hay cosas para las que una madre no está preparada nunca, la muerte de un hijo es sin duda el mayor dolor que la también sacerdotisa había sentido jamás.

- Ishaya-

Logró susurrar.

 

Desapareció del sepulcro para aparecer en la puerta del gran salón de la mansión Potter Black, completamente vestida de negro y con la mirada cristalina de las lágrimas que se agolpaban por salir en cascada, levantó la mirada y observó su retrato. Estaba en casa de nuevo, pero el dolor era tan grande, que ni eso la reconfortaba. Caminó en silencio hasta el féretro blanco, sobre el descansaba un porta retratos, con la imagen de su hijo, Ishaya, Adriano.... retratado con Una gran sonrisa en el rostro, resaltaba su mirada llena de vida y alegría plasmada en un papel, recordar la calidez de aquel ser que tantas alegrías y amor le había brindado, terminó por destrozar el alma dolida de aquella madre que hoy perdiera a su hijo.

 

Antara lloró, lloró sin poder contenerse, los recuerdos se arremolinaban en su cabeza, miradas, sonrisas, gestos, lágrimas, palabras, alegrías, tristezas, enojos, vida... Cada minuto a lado de el fue especial, poco a poco el remordimiento también se apoderó de ella, por qué lo había alejado?, por qué se habían mantenido a separados, si ninguna razón era válida para hacerlo, pues el cariño estuvo presente siempre.

 

como pudo se acercó al féretro, lo abrazó tratando de llegar el muchacho que yacía en su interior. Tan joven, tan lleno de vida, tan... dado por sentado que existiría un mañana, hoy es un recuerdo doloroso del pasado.

 

- Hijo mío, perdóname la distancia, perdóname por pensar que habría un mañana para hablar, para volver a reír, por asumir que estarías ahí.

Cabeza de weasly, mi niño, mi artista. No puedo expresar en palabras, lo que me duele tu partida, el vacío que dejas en mi alma.

Nos volveremos a encontrar hijo mío, espérame en la puerta que habrás recorrido el camino y necesitaré de tu guía.

 

Antara dio unos pasos atrás para derrumbarse en el sillón más cercano, fue ahí que notó que sus hijas estaban a unos pasos de ella, las miró sin tener fuerzas para levantarse, con los ojos bañados de lágrimas.

Una imagen de Antara completamente desconocida en el mundo mágico, toda aquella elegancia y fuerte presencia, estaba reducida a un ente con profundo dolor, sin fuerzas ni para levantar la cabeza.

En el sonido del silencio, tu voz escucharé
Antara

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Se acercó a su madre con pasos tambaleantes y en el fondo de su corazón deseaba tener palabras para reconfortarla, pero no.podia ni reconfortarse a si misma, solamente puedo darle un beso en la frente y abrazarla cómo podía, con las fuerzas que le quedaban.

 

los he extrañado tanto, no sé porque esperé hasta que algo así pasará - las lágrimas que caían en sus mejillas parecían no tener fin.

 

Tomó la mano de su madre y la besó.

 

pensé que no volvería a verte - se acurrucó a un lado de ella, no quería irse de su lado y menos ahora.

Editado por Teza Marie de Lioncourt

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"Ámame. Lo has destruido todo, pero, si me amas, podrá ser restaurado bajo una nueva forma. ¡Ámame!"
Princesa Malcriada

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Y tras lanzar aquél conjuro sentí que ésta vez en la soledad sí pude derramar las lágrimas que me faltaron al principio. No me extrañaría nada que, a éstas alturas la mansión se llenara de desconocidos y amigos de la familia. No conocía a muchos de ellos y por suerte, estaba en un sitio resguardado fuera de las miradas ajenas. ¿Qué diría mi tía cuando viese esa marca? No me extrañaría nada, que me cayera una buena bronca, y más aún, en un momento tan delicado como ese... Sabía que debía entrar y no demorarme mucho en el exterior. No era bueno ni para mí ni para... Negué con la cabeza. Debía calmar ese nerviosismo. Crucé las piernas y dejé la mente en blanco. Más que nada, para intentar relajarme.

 

A pesar de tener los ojos cerrados sentía el verdor de ese conjuro sobre mi cabeza y me daba fuerzas para seguir hacia adelante. No entendía cómo el ángel de la muerte se llevaba a los mejores. Sí, él era un gran mago y gran persona. Y entendía que, debía disfrutar más de la familia y tener menos broncas, nunca se sabía lo que podía pasar al otro lado de la curva. En cuánto abrí los ojos recordé el sueño y fui caminando despacio hasta esa zona de la mansión. Necesitaba la soledad, apenas me daba cuenta de que, lágrimas gordas recorrían mis mejillas sonrojadas por el ligero frío que hacía... En cuánto llegué al extremo, bajé la vista y algo me sorprendió.

 

Había un par de plumas blancas, sonreí de medio lado. Quizá el sueño no fuese un sueño. Pero tampoco es que le diese mucha importancia a esas cosas, en el mundo de la magia no era bueno dar muchas vueltas a la cabeza o se volvería uno loco. Las recogí con mis frías manos y las guardé en el bolsillo del pantalón. Quizás mi tía, sabría qué significaban. Me guardaría una para mí y otra para ella... Esperaba no encontrarme a demasiada gente en el interior, si precisamente salí fue para encontrar paz a tanto agobio que me había entrado de repente. No quería entrar, no quería ver lo que me encontraría.

 

A mí me gustaba recordar a la gente viva, no en una caja... Pero sabía que, en algún lugar, estaría batiéndose en duelo, o incluso escribiendo cartas para el Profeta. Sonreí de medio lado, al escuchar las palabras de tía Hayame. Sí, era un poco el humor negro que le hicieran una entrevista en el otro lado. Sentí cierto escalofrío. Odiaba el dolor de la pérdida, odiaba la tristeza, pero sabía que era lo más ¿natural? ¡Y una mi**.da! Sabía que era un proceso en el que, todos tarde o temprano, iniciaríamos ese recorrido...

 

Tras levantar la vista, vi que poco a poco la gente iba llegando... Permanecí en un lado de la esquina, sin atreverme a entrar de nuevo. Guardé la varita, con disimulo. No sabía si la gente se escandalizaría por ver una marca tenebrosa en el cielo, pero me daba igual. Me limpié las lágrimas que aún caían en mis mejillas y suspiré nuevamente para tranquilizarme. Hoy debíamos estar todos unidos y no era momento de broncas. Recordé las plumas que había recogido en el otro lado y me tranquilicé. Al terminar el sepelio, le daría una a mi suegra, seguro que le alegraría y de un modo impulsivo, saqué un cigarro y lo empecé a fumar, ¿tendría regañina? Seguro, pero hoy lo necesitaba más que nunca.

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