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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Me quede relativamente sola en la mansión, me quede en el porche mientras los niños ya despiertos jugaban en el patio después de haber comido su trozo de torta: Helike había sido llevada a la clínica con Matt y bueno mi madre no quiso escribir la carta de atención sino que se fue con ellos para aligerar los tramites, ya habían pasado varias horas, y ni una sola nota habían dejado, no quise ir con ellos porque nos hubiera tocado cargar con Ithilion y SJ y una clínica no era el lugar mas adecuado para ellos que a saber que tipo de cosas podrían agarrar allá.

 

Me quede allí sentada en las escaleras del porche viendo a los niños correr de un lado a otro y ensuciarse con la tierra suelta, jugaban a lanzarse bolas de tierra, me preocupaba mucho el estado de mi madre: las heridas deberían de estar cerradas, pero habían heridas que no estaban completamente sanas, Helike tenia una pequeña pizca de humanidad en ella y Xell cuando había vuelto tenia una herida que debió de haber sanado, mi cabeza se movía a mil kilómetros por hora tratando de encontrarle lógica sobretodo por que si mi tío Adrian estaba secuestrado por el mismo agente era muy probable que las heridas infringidas lo hicieran poner en un estado de muerte temprana aun para un vampiro.

 

Los elfos habían recogido todo y yo tomaba los últimos rayos del sol, el atardecer ya empezaba a acercarse cuando Harpo me llamo para avisarme que teníamos visitas, fruncí el ceño, nadie venia a visitarnos en los últimos días ya que Hayame estaba lejos en la búsqueda, y si hubieran sido los demás Harpo me avisaría que habrían regresado, le pedí al elfo que se quedara con los niños mientras iba a ver quien era el recién llegado, me dirigí al recibidor y abrí los ojos al ver a Aysha mi tía y en muchos aspectos mi hermana, sonreí y la abrace:

 

-Bienvenida Aysha... pasa, pasa. ¿Donde has estado? mi madre se alegrara mucho de saber que llegaste ¿Quieres algo de beber? ¿Tu habitación? ¿Algo de comer?

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Todavía sigue perdida en... Europa (??) Etiopía (??)

Al final se había detenido para tomarse una bebida caliente en lo que parecía ser el pequeño bar de una casa de descanso (había leido el nombre en la placa de madera por encima de la puerta pero a decir verdad se sentía tan cansada que ni siquiera lo recordaba); a duras penas y recordaba que Matt le había recordado que tenía que buscar algo, o mas bien ordenado pero el papel donde había apuntado todo se había humedecido y el leerlo o al menos intentarlo ya era parte de una misión para un traductor

Si es que ella lo había apuntado en algun lenguaje legible, casi juraba que por sueño lo habia dejado como sanscrito o algo peor.

Se llevó la jarra de bebida a los labios con gesto frustrado y algo irritado, recordándose que parte de eso tenía que desdoblarse de maneras ilegales para poder ir a trabajar al Ministerio como no lo hacía en años; la última vez sus poderes no eran ilegales y ahora todo el mundo le decía que es que en realidad no tenía la magia para hacerlo.

Por supuesto, porque algo que ya venía con ella seguramente se lo había robado como alguna vez acusaron a las personas de robarse las varitas y la magia de las brujas

Claro

Al menos el calorcillo de lo que estaba tomando en aquellos momentos le levantaba un poco la moral... pero no por ello sentía menos sueño

-Posada -dijo finalmente recordando las palabras en ese tablón de anuncio y resopló- supongo que no tendría nada de malo que me quede a dormir aquí entonces...

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Unos días después....

 

Me encontraba en la biblioteca, apoyado en una mesa, pluma en mano, mientras garabateaba una nota para la tía @@Hayame Snape Potter Black. Me preocupaba su situación, pero mientras Sagitas estaba inconsciente habíamos recibido una pista del este de Europa, en una zona que abarcaba territorios de Rumanía y Hungría...quise ir, pero ella conocía aquellos terrenos mejor que yo. Le sería más fácil cubrir el terreno y sonsacar algo más de información.

 

Pero tras cerca de una semana sin saber de la tía, era hora de ponerse en contacto. Si grandes datos, por seguridad.

 

 

 

Hayame:

 

Has descubierto algo? Yo al menos, de momento, no tengo novedades. Parece haberse vuelto a evaporar. Si no has encontrado nada más, regresa. Mamá está bien, despierta.

 

Matt

 

En cuanto la tinta secó, salí hacia el exterior. En los jardines silbé, alzando el brazo. Falcon, mi halcón, no tardó en posarse en mi brazo. Era un buen ejemplar, muy rápido, acostumbrado a los viajes. Me había acompañado en las cacerías, asi qeu era perfecto para entregar mensajes en situaciones como esa. Até la nota en su pata y le dejé volar, observando como se alejaba con un rápido batir de alas.

 

Con un suspiró, regresé al interior. El tiempo comenzaba a cambiar, los días se habían acortado y la temperatura bajaba. Además, no solo teníamos aquellos cambios en casa...

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Las noches eran muy largas en la mansión. Había mucho silencio y yo procuraba que nadie me oyera chillar. Al principio, no dormía por las pesadillas, en las que me despertaba gritando. Después, ya no dormía, permanecía quieta en la cama, mirando hacia la ventana por la que entraba la luz de la luna, disimulando que dormía, manteniendo la respiración lo más baja posible, para que Jack no se preocupara. Mi marido me seguía a todas partes, como si quisiera protegerme de lo que no había podido en su momento. Nunca como estos días había disimulado tanto delante de la familia.

 

Jack me seguía pero no era el único. Harpo me hacía tropezar continuamente con él, dispuesto a hacer cualquier cosa que insinuara. Matt vagaba por la mansión con gran pesar encima. Tras la visita a la clínica, él y Heliké ocupaba mucho tiempo solas, algo normal dada la situación de su mujer. Estaba intranquilo, se preocupaba por todo y por todos. No podía aumentar su tensión con mis propios problemas.

 

Perenela estaba igual pero, al menos ella sabía lo que pasaba e iba detrás de mí allanándome el terreno en lo que iba a hacer. Ella estaba siendo mi apoyo en todo, consiguiendo las pociones que necesitaba. Ella y yo habíamos conectado enseguida para la solución de mi problema. Con la excusa de fortalecer el músculo de la pierna atrofiada, dábamos caminatas por los jardines en los que hablábamos de todo y congeniábamos, mientras preparábamos nuestro plan. Sólo teníamos que dejar pasar unos días más para poder acabar con todo.

 

Y mientras... Pasaba las noches sin dormir.

 

Con Heliké, pues las cosas iban, más o menos bien. A veces reprimía el arrebato de darle una torta, como cuando criticó el nombre de mi nieto. ¿Y qué si se llamaba Grindewald? Era un gran apellido, que un miembro hubiera salido... malo... no significaba que toda la familia lo fuera. No le hubiera perdonado aquella bronca múltiple si no fuera porque se había desvanecido y después, en la clínica, hubiéramos sabido el diagnóstico.

 

Bueno, más de un miembro, si contaba también a mi casi-marido.

 

Pero lo que más me preocupaba, por encima incluso de mi estado, era la situación de mis dos hermanos. Adrian Wild había sido secuestrado y no sabíamos nada de él. NADA. Hayame había salido en busca de pistas pero el silencio era tan aturdidor como la certeza de que Adrian estaba mal en algún sitio y no podía traerlo en casa.

 

Ahora, mi preocupación era por dos hermanos desaparecidos. Quería ir a buscarlos, a ambos, pero no podía. No podía... Si pudiera hablar con Heliké sobre su relación con ese tal Lázarus... Pensar en él me producía asco y naúseas pero era necesario. Era lo único que nos unía a aquel grupo que había atacado la PB y se había llevado a Adrian. Tendríamos que encontrarlo.

 

Y las noches seguían tan largas que sólo podía ver como las estrellas pasaban por la ventana y amanecía.

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Después de la clínica... Potter Black, habitación del matrimonio Blackner

 

Menos mal que mis elfos durante el viaje de novios habían colocado todas mis cosas cómo yo quería. A pesar de estar en casa de mi marido, me debían total obediencia y aún así, estaba orgullosos de ellos. Me habían colocado el telescopio en la pequeña terracita que poseía el cuarto de mi marido, no es que fuese como en la Rambaldi, pero me daba la suficiente movilidad para ir anotando los diferentes puntos que veía en el cielo estrellado. De siempre me había fascinado la astronomía y sus secretos y a decir verdad, el cambiar la localización usual de observación, trastocaba todos los mapas estelares. Pero no importaba. Siempre se veía una cosa diferente en otras localizaciones de Ottery.

 

La observación nocturna conseguía relajarme a pesar de que me había dado un baño de agua caliente preparada por mis sirvientes. A pesar de que me encontraba con fuerzas para estar de noche en plena observación, sabía que no debía tentar a la suerte. Había pasado una fuerte gripe y con dos días, sabía que no sería suficiente. Las puertas estaban cerradas y yo echada en cama, la lamparita de la habitación encendida y yo leyendo un libro que había cogido prestado de la biblioteca de la mansión. Me aburría bastante. En todo ese tiempo, me había acostumbrado, por decirlo de alguna forma, a saber que yo era humana de nuevo, o al menos, una parte de humanidad que había sido suprimida, había aflorado cómo un mantanial de agua dulce.

 

Tomé un vaso de agua y bebí un poco. Me sentía algo mejor pero tenía que seguir tomando pociones que me habían dado de la clínica. Si quería enfrentarme a Lázarus, lo último que necesitaba era una recaída. Si tenía la sospecha y en mi fuero interno lo sospechaba, que había sido él el que me había convertido, podía esperar el momento oportuno para atacar. Aunque sabía que no lo haría en la Potter Black, las defensas habían sido reforzadas y por esa parte, estaba más que tranquila, además, que había puesto a mis elfos a la vigilancia noctura de la mansión, por si acaso...

 

Me acomodé más la almohada y me coloqué debajo de las mantas para entrar en calor... el libro fue cayendo poco a poco, hasta que, de un golpe seco, cayó al suelo y yo, sin pensar en nada más y rogando en no tener pesadillas, me había quedado profundamente dormida.

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Jack

 

Pueden los fantasmas padecer insomnio?

 

En cierta forma si, ahora lo sabía. Normalmente, pasaba las noches junto a Sagitas, en la cama, la observaba dormir, y solo la abandonaba para dar una vuelta por al mansión y vigilar que Ithilion durmiera, hasta que caía en un estado de relajación similar al sueño de los humanos.

 

Pero desde hacía varios días, estaba intranquilo. Lo estaba porque Sagitas no estaba bien. Había despertado, y sus heridas estaban curadas, pero...algo no se había arreglado en ella. Y me preocupaba. ME asustaba, porque me lo estaba ocultando. Lo sabía, lo notaba. Se despertaba con pesadillas. la primera noche había gritado, y las siguientes, lo ocultaba.

 

Notaba el cambio en su respiración, aunqeu nunca...nunca hablaba. Lo qeu le estuviera sucediendo, me lo ocultaba, prefería no decírmelo y yo, iluso, guardaba silencio, al principio con al esperanza de qeu solo fueran los malos recuerdos. Pero cuando me di cuenta de lo qeu me sucedía a mi mismo, me asusté. Temí que me rechazase.

 

Me era más difícil hacerme corpóreo junto a ella. Algo que ocurría de forma natural, y casi al instante, la muestra de lo que nos unía, de ese verdadero amor...no aparecía. No con la misma fuerza. Tardaba mucho más en ganar consistencia junto a ella. Que era aquello tan horrible que prefería ocultarme y pasar sola?

- NIña... - murmuré. - Se qeu estás despierta.

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Otra noche sin dormir. La luz de las estrellas asomaba de forma tímida por la ventana. No veía la luna, tal vez estuviera en menguante y no tuviera fuerza para iluminar la noche. No lo sabía... Siempre había llevado control del estado de la Luna porque sabía la influencia que puede tener en las relaciones humanas, nunca se me escapaba poner una vela blanca en una luna llena o poner incienso agreste en las fases de cuarto, siempre tenía algún amuleto de plata que se bañara en los rayos de luna blanca o... Pero estos días no, ni sabía en la época que vivía. ¿Era otoño...? ¿Invierno tal vez...? Sólo sabía que aún no estábamos cerca de Navidad porque los niños seguían hiendo a la Guardería. Los niños...

 

Frené el suspiro que crecía en mi interior para que Jack no se diera cuenta que aún no dormía. ¿Cuánto llevaba así? ¿Cuántas pociones herbovitalizantes podría seguir tomando antes que mi cuerpo se resintiera por el sueño? "Pronto acabará todo", me dije, pensando en la poción que bullía en la librería y que Perenela se encargaba de vigilar y remover. Si no fuera por ella seguro que habría muerto de histeria. O no... Soy persona de improvisaciones rápidas y algo se me hubiera ocurrido. Pero agradecía a los Dioses que me dejaran tenerla cerca, cuidándome ahora que lo necesitaba...

 

Sentía frío. Jack estaba cerca y quería taparme hasta los oídos pero no quería moverme, disimulaba todo lo que podía para que él no se diera cuenta. Aunque era imposible que no lo notara... No se convertía... Apreté los ojos con fuerza para dejar de pensar, dejar de recordar, dejar de ver... Casi lo conseguí pero, en algún lugar de la mansión, alguien dejó caer algo al suelo y respingué.

 

Jack me hablaba. ¿Desde cuándo sabía que estaba despierta? Seguí dándole la espalda y mis ojos buscaron un punto de luz en la ventana, alguna estrella que me iluminara y me diera algo de fuerzas. Pero la noche era oscura como la misma boca del infierno... No me moví, tumbada en la cama, sólo subí más la mantita y me cubrí hasta el cuello, escondiéndolo entre los puños y deseando poder taparme por completo. Pero me obligué a actuar con normalidad. Por fin, supe que no podía mantener más mi secreto con Jack. Nunca había tenido secretos con él, ni antes de muerto ni después.

 

No me giré cuando le di la noticia; no quería ver desagrado, rechazo, odio, o lo que fuera que sintiera hacia mí cuando lo supiera. Lo dije en un susurro para que ni las sábanas me oyeran.

 

-- Estoy embarazada... Creo...

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Lázarus ~ En algún punto de Rumanía

 

A pesar de las fuertes protecciones que tenía el castillo sabía que debía tener muchísimo cuidado. Aunque el prisionero estaba a buen recaudo quizá alguien lo estuviera buscando. Había puesto a sus mejores hombres que fueran a todas las posadas del país. Habían pasado varios días y de momento, no habían encontrado a nadie que estuvieran buscando a ese mago.

 

Negó con la cabeza.

 

Sabía que Sagitas buscaría la forma de localizar a su hermano. O al menos, lo intentaría y haría un pelotón de búsqueda aunque fuese dentro del Ministerio. Pero de momento, no había señales.

 

¿Sería que su propia mente no la dejaba salir hacia adelante? No pudo evitarlo y estalló en carcajadas. Sí, era peor el daño del alma que el físico. Lo segundo, las heridas se curaban con el paso del tiempo, en el caso de la mente, en estado de shock, podía ser mucho más vulnerable y Lázarus lo sabía. Era maestro en ello. No necesitaba la legeremancia para hacer daño.

 

Sus planes de momento estaban saliendo bien, bueno, al menos una parte. Sabía que su pupila estaba embarazada y convertida en humana. Eso la haría mucho más débil. Había pagado un montón de oro para obtener toda la información posible del estado de salud de esa chiquilla. Había cogido la gripe, pero con buenos cuidados, se le pasaría pronto. No era una enfermedad mortal, como la pandemia de la época de 1918. La recordaba bien, había sido muy desastrosa.

 

Pero aún así, no conseguía para nada avanzar con el joven Wild. Debía tener más temple con él si quería sonsacarle más cosas. Por supuesto, aún estaba retenido en las viejas mazmorras del castillo...

 

Alguien llamó a la puerta de la biblioteca. Con un seco "adelante" un joven vampiro accedió y dio el informe. Lo que sospechaba. Alguien parecía rondar cerca. La esperaba. Podía secuestrarla pero llamaría demasiado la atención.

 

- Dejarla ir... ya encontraremos la forma de hacerle una visita a madamme Ericeen -el neófito asintió con la cabeza y dejó a su amo solo, pensativo. Acompañado por supuesto con una copa de vino de Saúco. Una de las mejores cosechas que había tenido en años... Debía tener cuidado en hacer su próximo movimiento y no delatarse con él. Aunque conociendo a la "joven" Rambaldi, no dudaría en que sospecharía en que él tuvo mucho que ver. En parte se sentía orgulloso de ella. Sólo en parte, su otra mitad, tenía ganas de matarla.

 

Potter Black, habitación del matrimonio Blackner

 

Sentía las finas piedras mientras corría por el suelo empedrado del callejón Diagón. Estaba completamente oscuro y no había ni humano ni de otra clase, rondando aquellas horas por el centro comercial mágico. Me extrañó. No era lo habitual. Siempre había una cantina abierta a altas horas de la madrugada. Pero no, ni una simple rendija de luz. Pero sentía miedo, ¿porqué? hacía mucho tiempo que había convivido con él y había aprendido a dominarlo. ¡Ojalá estuviese mi hermana por aquí! A pesar de nuestras peleas, la quería mucho. Ella y mi hermana era una de las pocas personas vivas que aún conservaba de mi vieja familia.

 

Seguí caminando con prisa, sintiendo el frío de la noche en mis pulmones y cómo el baho salía de mi boca. Caminaba. No entendía ese temor. Se suponía que, siendo mortífaga la gente que me rodeaba me respetaría por lo que yo era. Creía en la sangre, en el poder del dinero, la posición social y con todo lo que conllevaba. Pero aún así, con esos pensamientos en mi cabeza sentí los pasos cerca de mi oreja. Vi mis ropajes. ¿Cómo es que llevaba el pijama encima? No comprendía. Tenía el cuerpo en tensión, la varita en una mano, dispuesta a atacar a quién fuese quien me estaba persiguiendo...

 

Avancé un poco más y sin saber cómo, llegué hasta a un acantilado. Las luces de la pequeña ciudad estaban a mi espalda. La luz de la luna se reflejaba en la cara del extraño. Piel blanca como la nieve, el pelo negro azabache y una sonrisa seductora. Sus ojos de color esmeralda refulgían al contacto con la luz que dispersaba el astro nocturno. Lanzó una sonora carcajada, tan fría cómo la misma noche en la que nos encontrábamos y se me erizó todos los pelos, desde el más ínfimo, hasta la coronilla. El vampiro negaba con la cabeza, sonriente. Vi que llevaba su varita en una mano, la reconocí enseguida.

 

- Has avanzado mucho sin mí, he de reconocerlo... - temblaba, no sabía si de nervios o del frío que había en el exterior. Tenía las plantas de los pies que no los sentía por la humedad de la mullida hierba.

 

- Siempre seguiré sin ti - comenté en voz alta y segura de mí misma.

 

- No lo dudo... pero soy una parte de ti...

 

- No, mi padre es una parte de mí, tú no eres más que un bastardo.

 

Lanzó una sonora carcajada y de una manera impresivible, me atacó lanzándome una roca pesada que tuve que coger con las manos pero con la fuerza que tenía, sentí que caía hacia el vacío. La risa llegaba hasta mis oídos y no pude evitar pensar en todo lo que perdía...

 

***

Del sobresalto por culpa del sueño al despertar, caí de la cama. Protesté y maldije en varios idiomas. Me fijé en que el libro que había leído se había caído de la cama. Lo recogí y aún con el pijama por encima, me puse las zapatillas y tomé la varita. La mansión estaba en completo silencio. Sentía que tenía sed de beber agua y fui caminando por el pasillo. No sabía porqué pero sentía que esa noche no podría dormir mucho más. Si esas pesadillas continuaban sería un suplicio ser humana otra vez. Al menos, siendo vampira, no tenía necesidad de cerrar los ojos. Me dirigí hasta la cocina a servirme un poco de agua fresca, antes de volver a la cama... O quizá, a picar algo porque notaba que el hambre me apretaba las tripas.

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Jack

 

En algún punto de la mansión sonó un golpe seco, qeu en aquel silencio, retumbó en nuestra habitación. Eso hizo sobresaltarse a Sagitas, incluso me sorprendió a mi. Pero ya no podía seguir rehuyéndome...de no ser por el respingo, ella misma habría fingido que dormitaba y no me habría contestado, una vez más.

 

Aun guardó un poco más de silencio. Tal vez buscara las palabras, tal vez reuniera valor para algo. Ninguno de los dos se atrevía a mirar al otro. En el fondo, nos parecíamos, y no queríamos enfrentar en el otro lo que temiesemos.

 

Cuando por fin se decidió a hablar, aquel murmullo fue como un jarro de agua fría. Me heló la sangre, y me dejó sin palabras. Embarazada. Era lo último que esperaba oir. Y con esas, la situación comenzó a tomar sentido. Busqué en mi mente...y si, habíamos hecho cosas que no sucedían desde nuestra noche de bodas en la Pettit Potter Black, como bien podría demostrar el altar del confesionario si hablase. Nos habíamos amado alli, y en nuestra cama, pero...

 

"Cuando pensaba decírmelo?" - pensé, entristecido. Acaso no confiaba en mi?

 

No, aquel...elemento...no era mio. No era el momento, y además...si lo fuera, me lo habría dicho. Se habría alegrado, supongo, y no nos encontraríamos en esa situación, en la que seguía pareciéndome que, a pesar de tenerla a mi lado, su mente aun seguía atrapada dentro de ese oscuro pozo.

- Y que vamos a hacer? - pregunté, girando la cabeza, mirando su espalda.

 

 

 

Matt

 

Entré en casa. la noche era un tanto oscura, húmeda. Pero era el mejor momento para comunicarse con la tía Hayame. Cerré la puerta de entrada desde los jardines, y al hacerlo, sentí un fuerte dolor en el brazo. Fue un instante, pero...me extrañó. La mordedura de aquel licántropo no me molestaba asi desde hacía tiempo.

 

Si dejé de darle importancia, fue porque escuché un tremendo golpetazo, seguido de pasos. Saqué la varita, atento, pero...lo que me encontré fue a Helike, en pijama y descalza, de espaldas a mi. Parecía trastear algo en la nevera. Sonreí mientras me apoyaba en la puerta, mirándola. Que Helike fuera de nuevo humana era tan divertido como extraño, ya no solo poruqe...aquello no había sido natural, sino porque provocaba en ella misma situaciones de lo más curiosas.

 

- Asi qeu eres tu quien nos roba comida? - bromeé, acercándome a ella. La tomé por la cintura y la levanté con facilidad, sentándola sobre la encimera. - No deberías andar descalza, recuerda que estás pasando la gripe. No habrás olvidado tomar la poción, verdad? - pregunté, pregocupado.

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-- Aún puede ser tuyo -- respondí, dándole la espalda, con muy poca convicción en mi frase.

 

No se me escapó que no se había acercado a mí, no me había tocado, no me había dado ánimos... Sólo había preguntado qué íbamos a hacer... Al menos había usado el plural... Temblé y me incorporé, sentándome en el borde de la cama, mirando la ventana sin ver nada más que aquellas manos que me baboseaban. Temblé, la sábana había resbalado y ahora sólo me tapaba los muslos. La temperatura había bajado en la habitación. Jack era más fantasma que nunca, emitiendo aquella frialdad que nunca perdía del todo hasta que se corporizaba al contacto conmigo. Ahora no había contacto. Sólo había frío.

 

-- Pero no es probable.

 

Imágenes borrosas, movimiento, dolor, lloros... Mi mente volvía una y otra vez a ese momento. Pasaba del placer con Jack en aquel instante preciso en que nos amábamos y Lazarus, aquel maldito vampiro, me secuestraba, al del abuso continuado de aquellos tres secuaces de Everdeen... No quería recordarlo. No cesaba de recordarlo. Mi respiración se hizo agitada y mi pecho buscaba el aire como si los pulmones se negaran a moverse, a seguir vivos.

 

-- Les ofrecí todos los galeones que tenía para que no siguieran.

 

Recordé como subí la cifra a un número desorbitante que ni yo misma tendría, a cambio de que me dejaran irme. Temblé de rabia al recordar sus risas.

 

-- No cedieron. Les imploré la muerte y dijeron que sí, cuando acabaran. Soy la bruja con más poder que hay en este pueblo. Estoy segura que tengo más habilidades y conocimientos que nadie. Y no supe conjurar nada para evitarlo. Sólo rogaba que acabaran y que me dejaran morir. -- Hablar ahora se había hecho más fácil, ahora que había empezado. -- Fui incapaz de defenderme...

 

La caída en aquel pozo fue un alivio, a pesar de las heridas, a pesar de las ratas que mordisqueaban mi pierna, a pesar de que me moría. Fue un gran alivio saber que ya había acabado...

 

-- No lo quiero. No podemos permitirlo. Matt y Heliké tendrán un hijo maravilloso. No hay hueco para... ésto. -- Silencio. Jack no se acercaba... -- No lo quiero.

 

¿Cuándo había empezado a llorar? No me había dado cuenta.

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