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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Iba a salir con Heliké, ese momento fuera de la presión familiar la necesitaba para poder llorar si era preciso. Heliké podría verme, ella se había convertido algo más que en mi sobrina o mi nuera, era una amiga con la que nunca coincidía pero, precisamente por ello, la quería, porque sabía llevarme la contraria y hacerme ver su punto de vista, aguantando mis negativas hasta que me convencía de lo contrario. Pocas personas tan diferentes a mí habían conseguido pertenecer a mi círculo más pequeño de familia por la que daría mi vida. Y mi nuera, con mi nieto dentro, era una de ellas. Así que sí, me permitiría llorar delante de ella. Pero no aquí, no ahora, no delante de la familia ante la que tenía que permanecer fuerte.

Además, estaba algo mareada, producto de la variedad de auras que estaban en aquella habitación donde se celebraba el Velatorio. Me había sorprendido ligeramente ver más oscuras de las que me esperaba. Yo sabía que Ishaya había sido Adriano, mi hermano líder de la Orden del Fénix, de carácter fuerte y decidido en la lucha contra fuerzas de un bando mortífago al que perseguía de forma incansable. Adriano Wallace, a quien yo admiraba por la fortaleza que demostraba al defender a su familia, a la dulce Cye, a la princesita Bo, a todos los Lockhart, a sus hijos... En realidad, tal vez este velatorio debiera celebrarse con más propiedad en ese castillo del que una vez fue patriarca que en la Potter Black.

Sin embargo... Cambió. Ese cambio monstruoso de forma de ser sólo sabían él y su esposa como surgió. Nunca supe lo que pasó para que, de un día a otro, dejara nuestra Luz y pasara a formar parte de aquel bando oscuro de destrucción y maldad. Supe entonces que, en realidad, no eran los monstruos que yo veía en ellos, tal vez por una etiqueta rancia y antigua que persistía en mi memoria de forma inamovible. Adriano, Ishaya, M. Dupont... diferentes nombres para el mismo cuerpo... Lo quería con toda mi alma a pesar de su transformación y veía cómo amaba a los suyos...

Suspiré y quité todo eso de mi cabeza. Necesitaba el aire puro para desahogarme de tanta energía dolorosa que se agolpaba en torno a las dos imágenes de mi hermano que había traído Darla.

Darla... No me había acercado a ella para consolarla. Para ella también fue una persona importante, lo sabía... Tendría que buscarla y decirle que... Que se quedara en la mansión todo el tiempo que quisiera, que aquella casa era suya, que no olvidara que ella tuvo esta mansión incluso antes que yo entrara por primera vez...

Otro suspiro, demasiadas cosas en las que ocuparme que estaba dejando de lado por mi labor de Matriarca que recibe a todos los que quisieran presentar sus respetos a la figura de Adriano. Adriano Wallace... La primera vez que le conocí llevaba ese nombre... Debería saludar a aquella mujer que había conocido hacía muchísimo tiempo, en la Orden, Evedhiel, tantos años hacía de eso... Y aquella aura que había dejado las mariposas negras... ¿Cuánto tiempo hacía que no hablaba con el ex-líder de la Orden, Coyo-t? Y la sensación de que Antoni estaba cerca y que no quería entrar en la mansión para despedirse... Con su triste historia que nunca pude llegar a contarle sobre su padre... ¿Y ahora por qué pensaba en @@Adrian Wild, como si estuviera cerca...? "Tengo que encontrar a mi hermano, no puedo perder a otro más", pensé, engarfiando los dedos de las manos con angustia. Si no fuera por lo sucedido, hoy hubiera salido en su búsqueda. Seba aparecía para estar con su novia... Hasta Tama hacia su aparición y, extrañamente, lloraba en vez de vaciarme la despensa en la cocina, como solía hacer cuando entraba en casa.

-- ¿Qué decías, Heliké? ¿Qué sobre un sueño...? Supongo que eso verdoso que hay ahí arriba -- y señalé la Marca Tenebrosa que ondeaba encima de la mansión -- es cosa tuya. Ya sabes lo que pienso... Hay demasiada gente aquí dentro para que haya problemas. Que venga quien quiera a saludarle pero.. -- No añadí más. Sabía que la esencia de aquella invocación no había sido el de un ataque sino el de un desahogo doloroso.

Cogí la pluma blanca que me ofrecía sin entender nada, hasta que dijo lo de Animago. Negué con delicadeza...

-- No hay registros de Animagia de Ishaya... ¿Quieres decir que era un ilegal? -- Me iba a exaltar pero recordé a tiempo que Heliké era la encargada de los registros de Animagia en Accidentes y quien, por sus conocimientos sobre la burocracia del tema, me estaba explicando algo y que, prudentemente, me había alejado del resto de visitantes, a quienes no les podía hacer llegar las dudas sobre este tema. -- No sé si lo era, la Academia no lleva registro y la Arcana Suluk es un maldito libro cerrado sobre los nombres de sus pupilos.

Hice bailar sobre mis dedos aquella pluma, sentía un cálido tacto al tenerla en mi mano y suspiré por enésima vez. Sí, seguro que mi hermano era un Animago que podría trasformarse en un lindo cisne. Se me volvieron a llenar los ojos de lágrimas que se cortaron de golpe con la siguiente pregunta de Heliké.

-- ¿Qué...? -- tragué saliva mientras un miedo visceral crecía dentro de mí. -- ¿Qué yo haga qué...?

Sentí un sofocón enorme ante la enorme responsabilidad que me tiraba encima. O era por el movimiento continuo de entrada y salida de gente en la mansión de la que recibía las auras. Ahora sentía la de un antiguo miembro de la Potter Black que no entraba en la casa por lo menos desde el 2012. "Las malas noticias acercan a la familia", pensé ahora. Gente que entraba, gente que esperaba fuera... Y Heliké soportando mi silencio, esperando una respuesta. Me volví a apretar las manos con fuerza, hasta que quedaron los nudillos de color blanco de la fuerza que ejercía sobre ellos.

Me salvó Matt, bendito hijo...

-- ¿Llegó Cye? -- Suspiré de alivio, aunque enseguida sentí temor por ella. ¿Qué tal estaría? ¿Estaría entera? -- No sé si soy la más capacitada para hacer una ceremonia de ese tipo. Es más, nunca he tenido que... hacerla.

Otra vez a punto de llorar. Un elfo pasó por la cocina y me encontró. Traía un paquete envuelto de forma tosca en un papel-cartón y atado con unas cuerdecillas entrelazadas.

-- El álbum de fotos de su hermano Adriano. Lo hemos encontrado, en el desván, como usted dijo.

Lo tomé y lo apreté contra mi pecho. La pluma de cisne parecía a punto de romperse así que la dejé entre las cuerdecillas y suspiré. Me daba miedo abrirlo.

-- Gracias por encontrarlo. Por favor, procura que no falte comida ni bebida. ¿Vamos a verlo al Salón de la Chimenea? Supongo que a todos les gustaría ver las imágenes que él mismo guardó en su álbum antes de irse de la Potter Black...

No esperé a que Matt y Heliké me contestaran. Sentía demasiado tristeza para seguir en pie y había un montón de gente en la sala a la que debía saludar, a los conocidos y a los desconocidos. A todos los que entraran, eran bienvenidos e invitados a contar sus experiencias que hubieran vivido con él.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Mantenía el silencio mientras ella hablaba. No pude evitar esbozar una sonrisa un tanto siniestra...

 

- sí, es cosa mía. Matt también me medio regañó por ello. Hoy es sólo la excepción una especie de duelo, para él... seguro que le gustaría -comenté en un susurro con voz triste- tranquila, no habrá problemas. Así me descargo la rabia que aún tengo dentro de mí. Aún no asimilo que está... -suspiré - ahí metido... Quizá mi subsconciente me diga que, voy a despertar de un momento a otro y... -negué con la cabeza, a sabiendas de que eso era imposible, era real, muy real- a todos nos ha cogido de improviso... era un buen mago -y volví a susurrar esperando que no me escuchase - y un buen compañero... - suponía que lo relacionaría con el trabajo ministerial pero tampoco le iba a decir mucho más.

 

- bueno, dudo mucho que la arcana te dijera algo y si tu hermano era ilegal, fue porque no le dio tiempo a registrarse. Lo sabría inmediatamente -sonreí de medio lado- o quizás nadie le haya comentado lo del protocolo y todo eso... Muchos magos no saben que hay que hacer ese tipo de papeleo cuando se adquiere una habilidad tan importante de lo de animagia -elevé mis hombros desconcertada.

 

- Tranquila -le pedí al ver que parecía que se alteraba- si eso, le pediré a Xell que te ayude, no sé si alguien habrá avisado a Reena. Seguro que algo habrá sentido, cómo todos nosotros... Y de nada por la pluma. A pesar de ser tan inquietante el sueño, no sé. Aún no me lo quito de la cabeza.

 

Y en ese momento, llegó Matt dándonos aviso de la llegada de Cye, uno de los elfos, había traído algo. Tragué saliva, eran fotos de su hermano envueltos en papel... Pensé en mis hermanos mortífagos, esperaba que también les gustara despedir a un compañero ejemplar como Ishaya. Sí, para mí siempre llevaría ese nombre. Me volvía loca cuando en los registros aparecía con otro nombre, y sonreí de medio lado... Agarré a mi marido @@Matt Blackner y a Sagitas por ambos brazos y me los llevé directamente al comedor.

 

Sí, había salido muchas veces pero a pesar de estar acostumbrada a la muerte, me producía tal agobio que debía salir más para aplacar los nervios y la angustia de aunque fuese, que cayeran un par de lagrimas. De momento, aguantaban a pesar de mis ojos llorosos. En el salón había un montón de gente desconocida para mí y también conocidos compañeros funcionarios. Muchos habían regresado al pueblo al enterarse de la noticia, otros por el boca a boca. Por desgracia, cosas como éstas era las que nos unían. Era algo que nunca me acostumbraría... Y a pesar de ello, aún sentía cierta quemazón en el brazo izquierdo, en dónde tenía la marca grabada. ¿Lo notarían los demás? En cuánto se terminara esa parte, me ocuparía de darle una despedida más íntima. Sonreí con tristeza, seguro que le hubiera gustado.

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En algún lugar de los Terrenos de la Orden del Fénix

 

La tierra se sentía firme bajo sus pies. El aire estaba fresco, olía a lavanda y a eucalipto. Era una mañana común y corriente. Toda la escena representaba una armonía que Saya Dumbledore no sentía. La mujer posaba inmóvil bajo la sombra de algún árbol solitario, sobre el borde de una pequeña ladera que caía irregularmente hasta alcanzar los bordes del arroyo.

 

Crack.

 

El sonido de unos pasos se escabullo sobre el tintineo de las aguas más abajo. Y un hombre joven, alto y de cabellos oscuros se asomo con un aplomo poco común en él. El demonio Instinto -ahora más humano que bestia-, se apoyó sobre la corteza del árbol y observó el paisaje.

 

—Los humanos no tenemos remedio —habló la mujer, sorprendiendo ligeramente al demonio—. He pasado todo el día recordando qué objetos podrían traerlo de vuelta. Hechizos, encantamientos, maldiciones. Incluso repasé la formula alquímica para la trasmutación humana. Y sé perfectamente la clase de objetos que guarda mi antiguo clan.

 

Instinto asintió lentamente.

 

—¿Lo harías? —Preguntó entonces—. ¿Lo traerías de vuelta?

 

Saya exhaló entrecortadamente, dejando salir el aire de los pulmones como si estuviera conteniendo todo el peso del mundo.

 

—Aún si pudiera... —negó con la cabeza—. Aún si pudiera...

 

De repente, aquél hermoso paisaje se nubló por completo.

 

—Te he visto pelear con uñas y dientes grandes batallas. Te vi salvar vidas. Y te vi quitarlas —El demonio se acercó a la mujer y se sentó a su lado—. Me diste un alma. Un cuerpo humano. Y gracias a eso, por primera vez pude observar a los humanos en todo su esplendor. Me disgusta admitirlo, pero he aprendido mucho de ellos.

 

Saya soltó una amarga risa.

 

—¿Y qué aprendiste de ellos?

 

El demonio se volteó y la observó con sus ojos ambarinos.

 

—He aprendido lo que los humanos, las personas, tienen en común —contestó reflexivamente, casi con una sonrisa plasmada en el rostro—. Todos mueren abrazados a la soledad de sus pensamientos. Sus propios deseos. Su vida en un abrir y cerrar de ojos.

 

La mujer sonrió también, sutilmente, con un rostro humedecido por las lágrimas.

 

—Y quién sabe... Tal vez, esto... —Instinto se encogió de hombros, y señalo con la mirada al frente; a nada en particular.

 

—Tal vez, esto no sea el final—. Concluyó Saya.

 

---------------

 

Mansión de la Familia Potter Black

 

Saya Dumbledore llevaba varios minutos afuera de la mansión. Llegó tarde, como era su tonta costumbre. Y las escalinatas que ascendían frente a ella le parecieron mucho más altas de lo que eran en realidad. No había podido entrar. Soltó un resignado suspiro y apretó la mandíbula con fuerza. Tarde o temprano tendría que hacer frente a la realidad. Y ése simple pensamiento -por primera vez en muchísimo tiempo- le producía pánico.

 

¿Cuándo años llevaba sin poner un pie en la antigua mansión?

 

Había sido su refugio cuando la guerra le arrebató su verdadero hogar en el castillo de los Dumbledore. Antara le dio un lugar donde hospedarse, le regaló la calidez de una familia adoptiva; y el resto surgió naturalmente. Que agradable había sido dormitar bajo el ala cálida del dragón. Bajo su protección.

 

Y ahora, después de todo este tiempo... Tener que volver para algo así.

 

Le parecía una crueldad.

 

Metió la mano dentro de los bolsillos de su chaqueta negra, y retrocedió algunos pasos. Escuchaba voces dentro. Percibió varias presencias conocidas. Era cuestión de tiempo para que alguien la descubriera ahí afuera y quisiera entablar dialogo. Saya volvió a soltar un profundo suspiro, y finalmente entró a la mansión.

 

Daría palabras de consuelo. Llenaría su mente de recuerdos. Batallas, fiestas y aventuras. Pero no diría adiós.

 

No.

 

Al fin de cuentas, tal vez, en otra vida...

 

Hasta que nos volvamos a ver, hermano.

Editado por Saya Black

Mientras más le temas, más cerca estará de tí.
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Dama de la Noche División de Infernales

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Seguí en silencio por unos minutos a Darla por las dependencias de la Potter Black, la última vez que había estado ahí había conocido parte del segundo piso, pero me parecía que para el otro lado, además de las mazmorras cuando tratamos de ir por Sagitas en todo ese lió que se había convertido la boda.
-Si mi amor- señale quedándome un poco rezagado mientras ella abría la puerta de su habitación, creo que ni en House of Books teníamos tantos hechizos como aquí.
Seguí al interior del cuarto a Darla, que estaba un poco oscuro, aunque ella lo comenzó a iluminar con su varita, un olor a que el cuarto no había sido ventilado desde hace un tiempo dio de golpe en mi nariz, no era pesado pero si se lograba distinguir.
-¿Estas bien mi amor?- sonreí un poco al ver los colores que tenía el cuarto, creo que no me lo hubiera imaginado así, acaricie su mejilla con ternura, sabia como amaba la magia, y que pese a que tenía algunos años mas que yo por ser vampira dejaba salir a una niña tierna.
-Gracias mi amor, pos en otras circunstancias me gustaría compartir aquella chocolatada contigo, o leerte mientras entran los primeros rayos del sol por aquella ventana- caminé hacía ella para mirar hacía donde daba.
-¿Quieres que te ayude?, ¿Que buscamos mi amor?- pregunté volviendo hacía ella, besando su frente y ojos con amor, sabia que intentaba hacerse la fuerte, pero conmigo no era necesario que aparentara.

 

@@Darla Potter Black

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No, no podía sentir a Sagitas pero...tampoco me hacía demasiada falta para darme cuenta de como mamá se sentía. Estaba abrumada, estaba agobiada y en algún momento necesitaría ponerse a llorar. En algún momento tendría que soltar toda la tristeza que soportaba, pero si la conocía bien, no lo haría ante tanta gente. Lo haría tal vez más tarde, en la intimidad de casa, cuando solo nosotros estuviéramos presentes, o tal vez junto a Jack, los dos solos, en la cama durante la noche.

 

Ella misma parecía reacia a la idea de celebrar una ceremonia que ni siquiera parecía haber oficiado nunca. Fue un elfo, con un paquete cuadrado y grueso en las manos, quien nos interrumpió, y de nuevo, hizo recordar a Sagitas que tenía algo qeu hacer. Aquello contenía un álbum con fotografías del tío Ishaya, y quería llevarlo al salón, qeuría llevarlo con la familia, tal vez para compartirlo solo con Cye, o con todos los presentes, para asi revivir los recuerdos del tristemente protagonista una vez más.

 

Aunqeu la iniciativa la llevó @, que nos agarró a cada uno por el brazo y se dirigió al salón familiar, empujándonos a regresar con el resto. Una vez alli, Sagitas se nos adelantó, con el paquete en las manos, asi que alli, en un rincón, aproveché para sujetar a mi mujer por el brazo y sostenerla un momento. La miré a los ojos y sonreí levemente. A ella si la sentía, y sabía que no estaba bien. Aquella sala era abrumadoramente triste, y no era para menos...

- Eh...menudo inicio de año...

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Habíamos llegado adentro del salón, después de estar en los jardines. A mí me había sentado bien. Pero aún así, no quitaba que el dolor en el pecho remitiese, o quizás fuese que, la intensidad de las emociones que había en el salón, aumentase. Poco a poco la gente iba llegando, si hasta ¡me sorprendió ver un patronus! Aunque no entendía de quién podría ser. No los conocía a todos, sabía del de mi marido y el mío propio, pero ese era completamente diferente, parecido a Fenrir y diferente a él... Cabeceé de medio lado.

 

Había escuchado a Matt y asentí con la cabeza...

 

- Tienes razón cielo, menuda manera de empezar el año - susurré en su oreja- si me disculpas, creo que voy a ir al baño... tanto dolor... no estoy acostumbrada- sentía que las lágrimas se me agolpaban en mis ojos, pugnando por salir. Debía mantener el temple. La Marca que tenía en el brazo aún escocía un poco. Pero, a pesar de que Darla se había personificado en el lugar, ¿qué pasaba con los otros mortífagos? Cabeceé de lado a lado. Seguro que ni la mitad del pueblo se había enterado.

 

- perdóname cariño, ya vengo - le di un beso en la mejilla a @@Matt Blackner y esperaba que entendiera. Era cierto que la soledad no era buena en éstos casos, pero a mí me hacía sentirme bien. Había visto muchas muertes a lo largo de mi vida, pero jamás me acostumbraría y mucho menos, cuando se trataba de no sólo de un tío, sino un hermano y compañero de la Marca Tenebrosa. ¿Qué diría mi tía, si veía aparecer por allá a la líder @ por allá? Seguro que ni se lo imaginaba ni por asomo. Pero bueno, eso era lo menos importante. Pero por supuesto, no teníamos tan mala cabeza como los del otro lado, de hacernos visibles al resto de la comunidad. Precisamente, el anonimato era lo que nos ayudaba a ganar las batallas entre los dos bandos.

 

Con éstos pensamientos y sin casi darme cuenta, había llegado al baño. Me refresqué la cara y me la sequé con la toalla. Lo haría, era algo necesario y seguro que a mi tío le hubiese gustado que un alto rango tan importante apareciese por allá. Así que, suspirando nuevamente e intentando aguantar las lágrimas, saqué la chaqueta y descubrí mediante un peqeño encantamiento la marca que tenía invisible para los demás. Me aseguré de que la puerta estuviese echadas con cerrojo. Bajé la cortina que tenía en ese cuarto y con la varita, apreté el tatuaje con forma de calavera y que asomaba una serpiente.

 

Todos notarían un ardor de llamado. Uno en el que invocaba a todos los compañeros oscuros a aparecerse por allá. Sabía que mi compañera Darla lo notaría y esperaba que no hiciera preguntas. Aunque también era cierto que no conocía al resto de colegas, esperaba que fuesen llegando poco a poco. Después de tocar la insignia en el brazo, volví a repetir el encantamiento de ocultación de mi brazo izquierdo, cogí la chaqueta y me la puse de nuevo. Levanté la persiana y deshice el cierre de la puerta. Volví de nuevo al salón y otra vez tuve que suspirar... Me acerqué a mi marido y lo agarré por detrás de la cintura.

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La energía de su dulce abuela Cye era completamente conocida para ella y por esa razón pese a su silencio inicial Bodrik estaba completamente consiente de su presencia mientras hablaba con Matt y ahora ella la misma rubia que pedía entrar a la mansión mientras se posicionaba en medio de Ezra y ella que inmediatamente le tendió el brazo para abrazarla por primera vez desde que sintió la energía de Adriano apagarse y notar la entrada de la matriarca Lockhart a hurtadillas a su propia habitación aunque acompañada por Mari y custodiada por Rubens los elfos más fieles a su abuelo que le acompañaban siempre.

 

 

La visión de Anya Dupont la fantasma o Madame peralta como la conocían algunos había sido bastante clara y la adolescente Lockhart estaba segura que su abuela también la había visto con claridad quizá mucho antes que ella, Pues Bodrik necesitaba a Eiriian como canal, peor no estaba segura si sucedía de la misma forma con la sacerdotisa..

 

Avanzaron muy unidas hacia la mansión rodeadas por sus amados elfos que siempre fueron amigos de Adriano Wallace, su abuelo y quien le enseño a tratarlos como iguales y gracias a eso permanecían fieles y siempre apoyándole pese a su cambio.

 

-Le has visto- susurró a su abuela mientras atravesaban las puertas de la mansión que permanecían abiertas para que cualquiera tuviese la oportunidad de despedirse. Eso pensaba Bodrik.

 

En realidad, Bodrik hubiese preferido no entrar al recinto. No porque no quisiera despedir a su abuelo, sino porque prefería hacerlo a su manera y no de esta forma tan protocolaria, pero asistía para respaldar su abuela y demás familiares en este momento tan doloroso y sabiendo que ya tendría su oportunidad más tarde.

 

 

Una vez adentro el cuadro del salón la descompuso de inmediato, pero intentó mantenerse en pie mientras sostenía a su tío en brazos- ha venido mucha gente ¿esa de allá es Antara? – preguntó pues ella realmente no la recordaba, pero su abuelo siempre le hablo de ella y de lo imponente que era a pesar que ahora la veía realmente devastada y rodeada por sus hijos- Mi bisabuela- agregó tal vez para sí misma.

 

Vio a Niko su tío a quien apreciaba por muchos motivos pese a no tener una relación de tío y sobrina tan estrecha, pero ella lo admiraba como Ex Director de Hogwarts y la universidad muy justo y siempre atento, además de compañero de bando.

 

Quien más estaba, de momento no veía muy bien pues sus lágrimas nublaban un poco la vista, pero tras su comitiva vio entras a Saya un poco ida también, por lo que decidió guardar silencio por ahora y avanzó en compañía de su abuela hasta donde ella quisiera.

 

@, @@Ezra Lockhart

 

 

Off: Mucho tiempo sin leer a Instinto.

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La pelirroja sonrió ante la pregunta de su novio y asintió, un apagado si escapó de sus labios mientras cerraba la puerta tras Seba, estar allí era tan extraño y novedoso a la vez, era el mismo lugar, la magia lo había conservado, pero a la vez tenía la fuerza de todo lo que había ocurrido a su alrededor, no era posible cien por ciento ajeno a ello. Suspiró al sentir la caricia que la mantenía en equilibrio, el único ser que era capaz de transmitirle la paz y la cordura que siempre necesitaba y lo mejor de todo es que se amaban.

 

--A mí también me encantaría, no creo que a Matt o a Sagitas le molesten que alguna vez nos tomemos nuestras vacaciones en este lugar --murmuró mientras él caminaba hacia el ventanal junto al cual estaba su escritorio, dos de las hojas se abrían en la otra estaba su escritorio y del otro lado una mesilla que en otra época tenía un jarrón con flores o la jaula abierta de Wizzy, su lechuza.

 

Recordaba el pasado mientras se acercaba a su cama y pasó la mano por sobre la mesa de noche, en la cómoda debía estar la caja con los los cuadernos y registros que guardaba tiempo atrás. No pudo evitar una sonrisa al recordar el diario, no era de ella, no, ¿de quién era? O.O decía en su tapa, lo podía ver en su mente pero no recordar con certeza qué era o de quién, si que una vez estaba entre los calzones de ¿Antara? No, no, no era de ella, era de... un estremecimiento recorrió todo su cuerpo, otro ramalazo del pasado e iban... de verdad la gente había querido y respetado a Adriano, a nadie le podía resultar indiferente.

 

--Son unos cuadernos, deberían estar en una caja, seguramente en los cajones de la cómoda --respondió un poco automática mientras se acercaba a él junto a la ventana. Se detuvo, buscando en la oscuridad de la noche, la podía sentir, infernal, oscura, pura a la vez que loca alquimista del más allá. ¿Era posible que Saya estuviera allí? No lo creía, lo dudaba y sin embargo...

 

--Creo que más gente de la que esperaba viene a rendir homenaje a Adriano Wallace --la voz que por un momento había surgido era la de Scarlet, ella no había conocido a Saya, pero si por las memorias de Darla podía saber quién era y la amistad que las había unido ¿había sido amistad? La pelirroja nunca lo supo, ahora lo dudaba, respiró profundo y miró a Seba --Saya está abajo también ¿ella era de la Orden Oscura verdad? --preguntó a Seba esta vez con su voz normal. Los ojos de Darla seguían aún enrojecidos, su mente tenía destellos de memoria pero cuando pensaba en Saya recordaba una charla en las puertas de la Peverell, pero no con ella, ella se había ido mucho antes, con Instinto. Se negó a fruncir el ceño con el recuerdo del demonio irreverente.

 

@@Seba Granger

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Por más que lo intentase, no conseguía comprender en cómo ni en qué momento se habían visto en una situación como aquella. ¿Cuándo dejarían de perder seres queridos? «Jamás», le respondió una vocecita en su interior, como una especie de conciencia dañina. La Gaunt arrugó el ceño mientras bajaba la mirada: en realidad, era verdad. Era ley de vida, unos nacían, otros se iban. Lo único que les quedaba era, precisamente, el recuerdo.

 

Se dirigió hacia su pensadero y se quedó mirándolo un rato en silencio. Notaba a alguien a su espalda: no necesitaba girarse para saber que se trataba de su padre. También podía ver a Shanks, su fénix, en el alfeizar de la ventana de su dormitorio como si entendiera que su propietaria necesitaba apoyo en aquel momento. Tragó saliva mientras se llevaba la varita a la sien izquierda y un delgado hilo plateado aparecía de la nada. Se alargó durante unos segundos y luego lo dejó caer en el pensadero. Necesitaba relajarse para poder ir a la mansión Potter Black. Además, Jeremy la estaba esperando.

 

Sin pronunciar palabra, besó al anciano nipón en la mejilla y desapareció de su dormitorio rumbo a la mansión de su amiga Sagitas. ¿Cómo estaría ella? Nada más recordarla, le vino a la mente el rostro de Cye. El nudo que le apretaba el pecho pareció crecer por un momento.

 

Se encontró de frente con Jeremy, que iba completamente vestido de negro. Tan elegante y guapo como siempre. Ella también había prescindido de sus descuidadas ropas y llegaba una sencilla túnica gris marengo. El pelo, corto, con su habitual tono grisáceo. Y los ojos, siempre fríos y grises, aquel día lucían tristes. Caminó hacia él y, con la cabeza gacha, se apoyó en su pecho. La comunidad mágica no se había respuesto aún de las desapariciones de Katara, Galery y Lestat cuando ya debían despedirse de otra de las grandes figuras de Ottery. Era tan injusto...

 

Siento la tardanza, amor. Aunque suene feo... no quería venir. Ojalá no tuviésemos que estar aquí, ya sabes —murmuró. Se reincorporó para poder mirarle a la cara y le besó suave y rápidamente en los labios. No recordaba si el Askar sabía lo que la había unido a Ishaya alguna vez, pero no era el momento de hablar del tema.

 

 

 

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La bruja continuaba sentada en la misma posición al lado de su madre y del resto, sintiendo a su otra hermana detrás de pie sin hacer sonido alguno porque no tenían muchas ganas o al menos, eso creía ella.

O al menos, ella no tenía demasiadas ganas de hacer sonido alguno.

La gente iba y venía y a una buena parte los reconocía... y le hacía recordar cuando hacía tanto y a pesar de lo que era ella...

Las risas de su hermano se volvieron más claras en su cabeza al ser el segundo en darle la bienvenida hacía casi un año exacto, cuando pusiese un pie de vuelta en aquel pueblo.

Las risas y el abrazo que habían compartido ante el reencuentro que les había entusiasmado.

Aquel ofrecimiento de volver, uno con el cuál la vampiro había retado al unicornio en un pequeño impulso de impulsarle hacia arriba como siempre se había sentido feliz de hacer con todos los que eran su familia; uno que quel mago había aceptado con todas sus condiciones y que habían conseguido doblegar la decisión de la mujer de mantenerse alejada de todo aquel asunto de las guerras que tanto mal regusto le habían dejado.

Era gracioso... que él hubiese sido la única otra persona por la cuál, la Snape hubiese cambiado su decisión férrea de mantenerse aparte y a las sombras de aquel mundo de locos...

Y que fuese justamente, ese mago, el que hubiese dado la vuelta.

Entornó los ojos con dolor y apretó un puño pero por respeto a su madre que hacía tanto que no les visitaba, continuó callada, dejando que los otros se encargasen de lo que fuese a psar a continuación durante aquel memento.

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