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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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-- Es tan cabezota como tú -- dije en voz alta.

 

Eso me despertó. ¿En qué momento me había dormido? No lo recordaba. Para mí, mi marido acababa de mencionar que Matt era un cabezota y yo le contestaba. Pero a juzgar por el sol que entraba por las ventanas, hacía horas que había amanecido y me habían dejado dormir. Miré a mi alrededor con miedo, ese miedo que me atenazaba siempre cuando despertaba y me encontraba sola. Después, recordé que el fantasma de Jack se desvanecía en la mañana en cuanto desaparecía nuestro contacto, con el sueño favorecedor pero que me lo arrancaba de mi lado.

 

Jack había estado a mi lado... Eso me hizo sonreír levemente. Hasta que recordé que él me apoyaba en lo que iba a suceder aquel día. Hoy era el día.

 

Me duché bien, sabiendo que pronto iba a sudar mucho. Me vestí con ropa de lo más sencilla, un chandal usado y mis bambas de cordones amarillos. Me sujeté el pelo con una goma elástica y me miré al espejo. Dormir me había sentado bien pero aún conservaba muchas ojeras. Abandoné la habitación y bajé al comedor. Harpo intentó que desayunara pero yo dije que no me daba tiempo.

 

-- Dile a Perenela que la espero en la... tienda... No puedo desayunar; es muy tarde y tengo pendientes. Ya desayunaré por el camino. Si te preguntan por mí, diles que he salido de compras.

 

Me paré a mirar a los ojos del elfo y le sonreí. Siempre tan fiel. Siempre conmigo...

 

-- Gracias por todo, Harpo.

 

Me di cuenta de la sorpresa en sus ojos y me incorporé con gran velocidad. Salí de la mansión antes que se le ocurriera preguntarme algo.

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En las mazmorras de Lázarus (¿Rumanía?)

 

 

¿Cuántas veces había contado las gotas de sudor que resbalaban por encima de mis entrecerrados ojos? Estaba extenuado, me llevaban al límite de mis fuerzas, de mi resistencia. Empecé hasta a crear en mi cabeza un horario en base a las veces que venían a la celda. Normalmente venían dos veces casi seguidas, apenas con unas horas de diferencia, y en la segunda ronda era cuando Lázarus aparecía. Después, el intervalo era mucho mayor. Aquel pertenecía o a la noche o a las horas de más luz. Probablemente fuera lo segundo.

 

Por lo menos, todavía era capaz de llevar mi mente, no sin esfuerzo, de la demencia a la lucidez. Era en esos momentos en los que intentaba por todos los medios averiguar de qué manera podía enviar un mensaje, una señal, soltar la cuerda de esa pizca de esperanza que me quedaba en que alguien me encontrase. En los momentos de demencia, me daba pánico salir de allí. ¿Quién sabía si lo que me encontraría fuera podía ser peor? Me atacaron y encerraron antes de saber si mi familia había logrado socorrer a mi hermana. ¿Y si no lo habían conseguido y estaban todos...? No tenía fuerzas ni para tirar de las cadenas.

 

Sólo me quedaba esperar. Y lo peor era que lo único que podía esperar era la siguiente visita de aquella sombra, aquel asqueroso olor y aquella flagelante voz. En realidad una parte de mí lo deseaba; deseaba aquel enfrentamiento en el que, con su arrogacia, poco a poco me desvelara más cosas de mi padre. No había nada como acrecentar el odio para mantener a alguien con vida. Y nadie, absolutamente nadie, conocía la magnitud del odio que yo sentía hacia mi padre.

 

Pasos.

 

Pronto llegaría la luz. Y no hacía mucho que me habían visitado los secuaces. Intenté permanecer en el momento de lucidez que había alcanzado.

 

Me había propuesto divertirme en el próximo enfrentamiento.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Habitación Blackner

 

Me removí bajo las mantas, abrazandome más a @. En algún momento nos habíamos dormido, entre charla, pensamientos y el cariño mutuo.

 

Abrí los ojos cuando creí escuchar un ruido. Alguien había llamado a la puerta. Adormilado, me pregunté quien sería, pero además de a Helike, sentía a mi hermana @@Perenela Arya Grindewald Potter Blue. Habría pasado algo?

 

Con cuidado de no despertar a mi mujer, me levanté, poniéndome los pantalones de pijama. Vivía nervioso, preocupado de lo qeu pasaba en casa desde la boda, y más aun, después de saber qeu Helike estaba embarazada. Habíamos tenido que pasar varios días en la Clínica para que se aseguraran de qeu los dos estaban bien, pero a pesar de eso, era una situación nueva que...me asustaba. Y aunqeu ya hiciera tres semanas de aquello, en mi cabeza seguía estando preocupado y nervioso.

 

Abrí la puerta y miré a Perenela, que parecía llevar un bolso con ella. La sentía preocupada, y sabía que ella últimamente estaba muy cansada.

- Eh...Pere, estás bien? - le pregunté sin levantar la voz.

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Harpo:

 

El elfo estaba preocupado. La Ama Sagitas parecía muy extraña desde su curación. Era normal, suponía... Harpo no entendía bien las relaciones emocionales de los humanos pero sabía que ella estaba pasando por una situación estressante que ni en los peores tiempos oscuros le habían hecho mella. ¿A dónde se iba? Porque aquella forma de despedirse de él... Como si pensara que no iba a volver...

 

Preparó unos sandwiches fríos y los metió en una bolsa de cartón. Subió las escaleras. Escuchaba la voz de los amos en la planta de las habitaciones. Cuando llegó al pasillo, el Amo Matt hablaba con la amita Perenela. Carrespeó para que le oyeran llegar y corrió hacia ellos.

 

-- Ama Perenela. La Ama Sagitas ha salido a toda prisa y sin desayunar. Dice que la espera en la tienda. Tome. Dele ésto, no puedo ir... de compras... con el estómago vacío.

 

El Elfo no quería parecer inapropiado pero no se creía que las dos mujeres iban a ir a comprar pero tampoco podía preguntar de forma abierta sobre sus planes que no le incumbían o le habrían informado. Dio media vuelta y salió a otro pasillo para dejar de lado a los hermanos, que hablaran entre ellos. Iba a comprobar la limpieza de los pisos superiores cuando sintió que alguien o algo rasgaba una puerta.

 

Su sentido del peligro se disparó. ¿Habrían vuelto los mortífagos? ¿Cómo podrían haber pasado con tantas protecciones añadidas? El sonido se repitió y parecía venir de la habitación del Amito Adrian Wild. Harpo se preguntó si habría vuelto, si le habrían encontrado. Pronto haría una mes, ¿o ya lo había hecho?, desde su secuestro. Por lo que había oído (no espiaba, era que él limpiaba a menudo en las salas donde los amos hablaban y se enteraba por casualidad), no habían encontrado ninguna pista. El elfo había visto como con cada negativa que alejaba más aún de ellos al vampiro, su hermana Sagitas se hundía más en el miedo.

 

Así que abrió la puerta despacito.

 

Un Augurey gritó y salió volando, huyendo de algo peludo. El elfo cerró la puerta de golpe y lanzó un chillido. El ave se perdió por el pasillo y algo golpeó contra la puerta; después rasgueó con sus patas por el suelo, correteando por la habitación.

 

¿Cómo se había podido olvidar de la cría de Acromántula que el amo guardaba en la habitación y no habían podido sacar a tiempo? ¿De qué se habría alimentado todo este tiempo?

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Me revolví un poco en mis pies cuando Matt abrió la puerta, sentía el aroma de Helikè en la habitación y Matt a pesar de todo el nerviosismo que había cargado las ultimas semanas se le veía ¿Feliz? ¿Complacido? Esperaba que lo fuera y esperaba mas que nada que todo en el embarazo fuera fácil para ambos, me alegraba muchísimo por él: era mi hermano y a pesar de no haberlo conocido sino muchos años después lo amaba como si hubiera crecido con él. El merecía una vida feliz. Trate de espabilarme e hice una mueca pensando rápidamente como abordar la situación:

 

-Si, esta todo bien, estoy bien... es solamente que tengo dos cosas para pedirte. - Trate de mirar por encima de su hombro, no dudaba de Helike pero siempre me daba vergüenza abusar de la generosidad de mi hermano - Tengo que salir de viaje un par de días y no puedo llevarme a SJ conmigo, él esta dormido en mi habitación ¿Puedes cuidarlo por mi? No tienes nada muy especial que hacer con él, solamente con el hecho de que evites que le prenda fuego a la casa y que no le tire de las orejas a los elfos esta bien para mi... - trate de darme prisa - puedes tomarlo incluso como una preparación para cuando tengas tu propio hijo, practica con el mio.

 

Di un par de pasos hacia atrás como queriendo irme cuando recordé varias cosas mas que tenia que decirle a Matt, volví sobre mis pasos esperando que mi hermano no hubiera cerrado la puerta:

 

-No dejes que SJ juegue con mis armas, están en la parte de arriba de mi armario fuera de su alcance pero tuve que sacarlas del salón de te porque las hacia aparecer y tienen filo. - iba a despedirme y recordé otro par de cosas mas - No le gusta el brocolì hervido pero se lo come si le pones queso rayado encima y si quieres hacerlo dormir cuéntale un cuento inventado mientras lo representas con luces mágicas... se conoce todos los cuentos muggles y los mágicos asì que tendrás que improvisar. - Me puse de un rojo escarlata que rivalizaba con el tono de su cabello:

 

-Y si no es mucha molestia ¿Puedes regalarme un frasquito de lagrimas de fenix? Tal vez lo necesite - No pude saber si mi hermano iba a acceder a tantas pretensiones por mi parte porque Harpo llegó hasta donde estaba nosotros y me entregó una bolsa de cartón, lo mire con el ceño fruncido y trate de aparentar normalidad aunque por dentro sentía que me estaba poniendo blanca:

 

-Gracias Harpo, yo se los entrego cuando la vea - apreté la mano del elfo con cariño poniendo en ese gesto toda la gratitud que sentía por él y por el cuidado y el servicio que nos prestaba y puse el paquete del elfo en mi mochila donde llevaba una muda de ropa de mi madre y una mía, vendajes de lino, varias piezas blancas de tela y una cobija adicional solo por si acaso, cerrè la mochila lo mas pronto posible para no dar explicaciones y evitar que Matt viera su contenido, mire a Matt y negué con la cabeza de modo imperceptible... No quería preguntas, no iba a mentirle así que mejor que no preguntara. El Chillido del elfo me espabilo y me espanto al mismo tiempo, mire sobre mi hombro:

 

-¿Que ha sido eso?

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Perenela no tardó en contarme a que venía. Se marchaba de viaje, lo que me alegraba...esperaba que al menos fuera para descansar un poco, ya que dejaba al pequeño SJ en casa. Y ahí iba su primera petición, que me hiciera cargo de cuidar a mi sobrinito en su ausencia.

- No hay problema, Pere. Puedo hacerme cargo de SJ mientras estés fuera. - contesté, notando que me sonrojaba cuando dijo que lo tomara como una práctica.

 

Creí qeu se marchaba, pero en lugar eso, volvió para darme algunas indicaciones más. Además de tratar de que no quemara la casa, no debía dejar que sacara de su escondrijo las armas de mi hermana. Reí levemente, asintiendo a lo qeu decía, cuando Harpo apareció. No se veía tranquilo al elfo, que le entregó una bolsa de papel para Sagitas.

 

Mamá se había marchado temprano...y sin decir nada?

 

Supongo que eso era bueno...había notado a mi madre cansada, y tenía la sensación de que algo le preocupaba, pero no me atrevía a preguntarle nada.

 

- Lágrimas de fénix? - pregunté, extrañado. Era la primera vez que me las pedía...y si iba a relajarse...no, lo mejor era dárselas. Asi qeu le pedí que esperase y me acerqué hasta el escritorio. Alli, en uno de los cajones, busqué el frasquito, no era muy grande, pero era una cantidad suficiente como para, al menos, 6 meses. Se lo puse en las manos, y esta vez, fui yo quien la avisó.

- Mantenlas en un lugar fresco. Y ten cuidado - le dije.

 

Alcé la mirada cuando escuché el grito de Harpo. No quería problemas, asi que así la varita y miré a Perenela, cerrando la puerta de la habitación.

- Parecía Harpo. Voy a ver que ha pasado.

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Habitación Blackner

 

- me lo supongo cariño, me lo supongo. Yo era de lo más independiente que el resto de la familia - dije, encogiéndome de hombros - y ahora, míranos - le dije con una tierna sonrisa.

 

- ¿Que, qué dirían? Que yo había perdido el juício, ¡seguro! - dije entre risas- yo vagaba por el mundo, hasta que finalmente paré aquí en Ottery... sí, me gusta eso de que las cosas cambien - y de un acto reflejo, llevé mi mano derecha hacia la tripa. No pude evitar emocionarme, a pesar de que, en un principio al saber la noticia, me había acojonado bastante.

 

Después de unos cuántos mimos nos acostamos y me quedé completamente dormida...

 

Sentí algo extraño.

 

Veía una habitación muy elegante, una mezcla entre lo viejo y lo nuevo. Entre riqueza y poder. Me sentía extrañamente tranquila y ¿eufórica? El aroma de los libros viejos llegaban a mis fosas nasales y me encantaba. Me veía tomando un vino de Saúco que, a decir verdad, estaba extrañamente delicioso. ¿Cómo podía ser? No podía beber alcohol, estaba embarazada. No hacía falta que me lo dijeran los sanadores, con dos dedos de frente, cualquier mujer sabía que eso le haría daño al feto...

 

Comprobé mis manos y éstos eran finos, largos y blancos...

 

Me dirigí hasta el baño y después de refrescarme la cara y de limpiarme con la toalla vi mi cara en el espejo. Sus ojos verdes y su sonrisa perfecta me devolvían el reflejo. No era mi cara, era la de él... No pude evitar lanzar un grito...

 

Abrí los ojos, asustada. Me agarré a las sábanas. ¿Qué c*** estaba pasando? Escuchaba algunas voces en el pasillo pero no entendían lo que decían. No sabía la hora que debía ser, pero tan en calma que sentía todo que, supuse que toda la mansión estaría descansando... ¿Dónde tendría mi marido un despertador? Necesitaba saber la hora. El sueño que había tenido era muy real, demasiado real. ¿Qué tipo de conexión sería? ¿Podría usarla en mi propio beneficio?

 

Lázarus ~ En algún punto de Rumanía

 

Había decidido refrescar la cara. Tomar el vino le había gustado pero sintió una extraña sensación. Cómo si fuese una presencia rara... No le gustó y se dirigió al baño que tenía en la biblioteca. Después de eso, pareció irse. No creía en fantasmas, ni en espíritus y ni mucho menos en poltergeist. Pero sí creía en las conexiones emocionales. Pero no, no podía ser. Ella ahora, era completamente humana o casi. Había conseguido hacer una poción lo suficientemente poderosa cómo para suprimirle ese lado vampírico. Tenía el antídoto guardado en uno de los baúles, bajo llave y con magia. Sobre todo, con uno de sus hechizos de su propia invención.

 

Se dirigió ahora a revisar a uno de los viejos grimoares que aún conservaba y que había comprado a lo largo de más de mil años. Unos eran tan viejos que pertenecían a la época romana, otros de la edad media... Debía ir a hablar con el joven vampiro y no sabía cómo hacerlo sin perder los estribos con él. Pero sonrió de medio lado, sabía cómo podía humillarlo y quizás hasta divertirse con él. Se cambió de ropa, puso un traje negro a rayas grises, con unos zapatos de charol. Lo que más le fastidiaba era tener que bajar por esas escaleras húmedas, mohosas y llenas de barro... pero no le quedaría otro remedio...

 

Accionó una entrada secreta que tenía en la biblioteca. Recogió una antorcha que iluminaba con algo de intensidad y la sacó de su argolla. Bajó con cuidado por la escalera de caracol, hasta que descendió hasta el nivel en dónde estaban las celdas. Se escuchaba el tímido goteo del agua a través de una estalactita. Los pasos eran lentos, pero decididos. El olor a muerte a putrefacción se hacía notar en cada rincón. Uno de los guardas estaba cerca, con un chasquido de sus dedos, hizo que le diera un buen manojo de llaves oxidadas, guardadas en un aro de metal. Sintió su frialdad y sonrió de lado...

 

Fue hasta el lugar en dónde estaba el vampiro. Abrió la puerta y con un fuerte chirrido de metal podrido se escuchó en el lugar...

 

- ¡Despierta! - le gritó. Vio un cubo lleno de agua sucia, lo cogió con cuidado y se lo echó en toda la cara. Si no despertaba con eso, o se hacía el "muerto" o esperaba algo más. Volvió a sonreír con malignidad. Esperaba divertirse con él. Tenía ganas de humillarlo, de poseerlo, y sobre todo, de hacerle hablar. Tendría que hacerlo, sí o sí, si él quería saber Lázarus no era menos...

 

- ¡Traer veritaserum! - gritó al carcelero. Éste asintió con la cabeza y poco a poco los pasos se fueron alejando.

 

Ahora le tocaba el turno a @@Adrian Wild y sino quería colaborar lo iba a pasar bastante mal en ese lugar infernal que había dispuesto para él.

 

- ¡Despierta saco de mier**! -le volvió a chillar- ya es hora de tener tú y yo unas palabritas...

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Matt había desaparecido en su habitación, estaba impaciente, de seguro mi madre ya había llegado a la tienda y me estaría esperando. Tenia que calmarme, no podía seguir siendo un manojo de nervios porque iba a tener que estar muy en calma para lo que iba a hacer, aun así nunca como hoy había tenido tanta renuencia a hacer un acto demoníaco. Me espabilé cuando mi hermano regresó con el frasquito de lagrimas de Fenix que puso en mis manos y que me dijo que tuviera en un lugar fresco, asentí: en cuanto llegara a la tienda lo pondría junto con todas las demás pociones que tenia preparadas para emergencias.

 

Matt se fue a investigar que había pasado, de quien era el grito y porque, y yo me debatía internamente entre seguirlo e irme para no llegar mas tarde de lo que ya sabia que iba. Seguro mi madre se estaría impacientando. Hice una mueca y me froté las sienes, solté mi cabello y empuñe mi varita y seguí hasta que le di alcancé a mi hermano:

 

-¿Crees que solo sea que Harpo haya encontrado una habitación sucia y esté horrorizado por la falta de consideración de los demás elfos en su trabajo?

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Habitación Blackner

 

Me levanté con cuidado de la cama. Esperaba que, con mi grito, no haber despertado a nadie de la mansión. Lo último que me faltaba, era que entraran en tropel y haciendo preguntas. Me dirigí hasta el cuarto de baño y presintiendo una especie de dejà vú, me refresqué la cara y me la sequé con la toalla. Al alzar la vista al espejo suspiré tranquila. Sólo veía mi rostro un poco anguloso y con un poco más de color y mis ojos de color castaño. Respiré aliviada. Lo que había visto en mi cabeza me había dejado helada. Me ajusté el pijama y me abotoné los botones.

 

Sentí el frío de la baldosa en las plantas de mis pies y un escalofrío recorriéndome por la espina dorsal. Agaché la cabeza. Ahora sí podía decir que ese malnacido me había suprimido la parte vampírica. Lo que no sabía era el cómo. Había burlado toda la seguridad de la mansión entrando con la asquerosa prima de Sagitas.

 

- maldito sean todos tus muertos - susurré por lo bajo al acordarme de Lázarus en el momento de la boda. Me sorprendió que no me llegase su aroma tan pronto. Claro, los efectos convertidores aún no eran tan evidentes. Por la festividad brujeril bien podía usar magia negra para maldecirlo y atraerlo hacia a mí para acabar con él. Pero sabía que no estaba lo suficientemente fuerte. Aunque había pasado semanas de la fuerte gripe que había tenido. Debía de tener cuidado. No podía arriesgarme siquiera, a coger un virus mágico, como el del dragón. Era lo que menos necesitaba...

 

Llevé mi mano a la tripa mientras con la otra, me apoyaba al "fregadero"- por ahora no... pero en cuánto pueda, me voy a fortalecer de nuevo -susurré. Me sentía cansada y con sueño. Parecía mentira que, después de tantos siglos, me recuperara tan deprisa el "insomnio" perdido por causa del vampirismo. Sonreí de medio lado, ahora debía tener cuidado con el alcohol. Era medio humana pero bastante propensa a sus efectos. Volví a maldecir a Lázarus y a sus inventos mágicos. Debí prever que haría alguna cosa así. Había aprendido con él muchas cosas... sobre todo, que la magia no podía ser sólo permanente, sino mutable.

 

Recogí todos los planos ¿estelares? y los fui llevando hasta el baúl, cómo así el telescopio que, hacía tiempo había comprado en el Magic Mall... Por suerte aún conservaba parte de mis dones naturales. El buen oído y el olfato. Pero no podía arriesgarme a saltar por encima de la terraza y caer suavemente como antes... No, podía tener el riesgo de partir las piernas y tener un aborto. Eso era lo que no me apetecía probar en absoluto. Ni siquiera me había atrevido a coger la escoba voladora por ese mismo motivo. Era ágil pero no quería arriesgarme. Estaba preocupada... ¿cómo enfrentarme a él después de todo eso?

 

Suspiré. Necesitaba descansar. Darle vueltas a la cabeza no era lo mío y últimamente lo estaba haciendo. Demasiado. Con un susurro pero potente. Llamé a Vesta. Hacía tiempo que no le encargaba nada. Pero ella colaboraba en las tareas de los elfos domésticos de la mansión; bueno, ayudaba más bien a Harpo, el elfo de Sagitas a que estuviese todo en orden y cómo debía ser. Era bastante estricta en eso. Sonreí de lado. En cuánto apareció, se inclinó suavemente y en susurros:

 

- ¿Me podrías traer, por favor, una infusión de valeriana? Necesito descansar - constesté en voz baja, murmurando. La elfina asintió asombrada por mi actitud con ella, con un chasquido desapareció y al cabo de diez minutos, me traía lo pedido -puedes retirarte a descansar. No creo que te pida nada hasta mañana - le dije con cierta amabilidad en mi voz -tomé un sorbo y no sabía si era el agotamiento, pero sentía cómo los músculos se me relajaban... Terminé de beber la infusión y me eché nuevamente en cama, tapándome hasta las cejas... Aún era de noche, pero sabía que no tardaría en asomar el sol... Cerré los ojos y dejé que mi mente se pusiera en blanco...

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Fenrir. Habitación Blackner

 

Alguien llamó a la puerta de la habitación, y Matt se levantó. Era su hermana Perenela, con la que habló un rato en voz baja antes de que los dos se marcharan.

 

El lobo solía dormir siempre en el mismo sitio, sobre una manta, en un rincón de la habitación. Allí, en silencio, se tumbaba a dormir. Fue el grito sobresaltado de Helike lo que hizo a Fenrir abrir los ojos y alzar la cabeza. La ahora humana fue al baño y tras un rato alli, regresó a la cama. Fenrir la observó caminar de un lugar a otro, con la mano en la tripa, donde crecía el cachorro de Matt. Fenrir lo sentía, lo percibía, como el lobo percibía cada cosa qeu pasaba por la mente de su humano. Los dos estábamos conectados de formas qeu solo se explicaban con la magia de los arcanos, pero para Fenrir, Matt era su amigo y su humano. Le gustaba vivir alli, le gustaba la familia, Sagitas, la madre de Matt, que siempre me rascaba las orejas y me daba alguna cosa de comer, Harpo, el elfo gruñón, qeu prefería mantenerse alejado de mis lametones. Los cachorros de la casa, qeu habían crecido con el tiempo, aunque siempre qeurían jugar con el gran animal peludo.

 

Me levanté y caminé despacio hasta la cama. Me senté alli, por el lado de Matt, observando a Helike, que se había tapado casi por completo. Era temprano, pero a lo mejor qeuría dormir un poco más. Había estado enferma, Matt siempre estaba preocupado por ella, aunqeu había ido mejorando. Asi qeu, ante la falta de Matt, era Fenrir quien se preocupaba.

 

Apoyé una pata sobre el colchón y gruñí ligeramente, con las orejas arriba, alerta. Mis ojos, azules, tan claros como los de Matt, miraban fijamente a la mujer, mientras apoyaba la cabeza sobre las sábanas.

"Estás bien?" preguntaba, de aquella manera.

 

 

 

Matt. En busca de los gritos de Harpo.

 

Acompañado por Perenela, caminaba por los pasillos, en busca de Harpo. Lo sentía, nervioso, pero no podía aparecerme porque no sabía en que habitación estaba.

- Espero, hermanita - le dije, ya que la otra opción era que hubiera sucedido algo más grave. - Pero si fuera por eso, le habríamos escuchado refunfuñar y dar órdenes, y parecía más bien asustado.

 

Ahí estaba. Era...la habitación del tío Adrian. Eso me hizo sentirme mal.

- Eh, Pere, si quieres, vete. Aprovecha antes de que SJ se despierte y quieras quedarte en casa. - la animé.

 

Cuando abrí la puerta, el elfo estaba en el suelo, junto a una mesita, asustado. Lo ayudé a levantarse, observando que estaba bien, excepto por el susto.

- Harpo! Que demonios ha pasado para que grites asi? No me digas que han vuelto a atacar la casa.

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