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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Le gruñí a Matt pero esta vez de forma divertida.

 

-- ¿El mejor momento? Casi me muero y el pastel es para mi hija, ¿te crees que eso es justo? -- sin embargo, a pesar de la protesta, mi cara era feliz en aquel momento. -- Yo me merecía un pastel más grande para mí solita, ¿no crees, Harpo?

 

-- No.

 

Vaya, he de reconocer que Harpo, además de parco en palabras, es categórico. Le miré feo y acabé mi zumo. Los niños se divertían entre ellos haciendo manitas y, esta vez, pude acabarme el poquito zumo que me quedaba en el vaso sin accidentes. SJ levantó las manos hacia alguien y noté que, por detrás, llegaba Perenela, vestida en un lindo kimono de flores. Precioso, lindo color, lindas flores...

 

-- Mujer... No hacen faltas las disculpas. Has hecho lo que has considerado mejor y me has protegido y, gracias a ti, voy a comer pastel. ¿Qué más puedo pedir? ¡Felicidades, hija, por tu cumpleaños! ¿Cortas el pastel y nos invitas a un trozo a cada uno? A mí el más grande.

 

Le sonreí y abrí con disimulo el bulto y alcé una ceja en un gesto de sorpresa. Lo cerré de golpe antes que nadie, sobre todo los niños, pudieran ver el contenido. Dirigí una mirada a Perenela y solté un poco de aire. No era el momento para recibir eso ni era el momento de reñirla por traérmelo delante de todos.

 

-- Gracias, hija. Harpo, ¿puedes llevarlo a mi cuarto y meterlo en el cajón superior de la cómoda, por favor?

 

Carraspeé. Su contenido no era algo de lo que me quería preocupar ahora.

 

-- ¿Alguien puede llevarse a los niños a la ducha y a hacer la siesta? Quisiera que me pusierais al día sobre todo lo que habéis hecho para encontrar a Adrian -- hice la petición como si nada cuando todos se dieron cuenta que era una orden. No solté la sonrisa. No quería que los niños notaran el cambio de voz que implicaba aquel comentario. Ahora tocaba hablar de cosas serias. Después del trozo de pastel, por supuesto.

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En el porche (siento no rolear éstos días, me apetecía un poco de esparcimiento jejeje)

 

- si es que, sois tercos como mulas... menos mal que no soy sanadora, porque sino -reí entre dientes- íbais a saber lo que es bueno... -secundí a Matt- tu hijo tiene razón, aún debes dejar reposar esa pierna si te sigue doliendo... Yo puedo seguir haciendote curas. Bueno, sino te incomoda -le dije con una sonrisa conciliadora -me comí la última tostada con mermelada - mmmm

 

Y después de que Matt me diese un beso, no pude evitar reír nerviosa...

 

- ejém... tu madre - le dije en un breve susurro - no es que no me importe, pero... no deja ser tu madre -alcé las cejas, divertida.

 

- Y si necesitas ayuda, cariño... no dudes en pedirla -asentí con la cabeza, mirando a mi suegra.

 

Enmudecí ante las palabras de Sagitas. Con eso me daba a entender que no conocía tanto a mi marido como parecía en un principio. Sentí que palidecía un poco... Intenté tranquilizarme. ¿Matt, Mattew? Todo cobraba sentido. ¿Porqué no lo había intuído antes? Bueno, era cierto que eran pequeñeces sin importancia. Bebí otro poco de zumo de manzana al ver cómo Perenela gritaba al pequeño.

 

- ¿Grindewald? Hay que tener la bien poca desfachatez de bautizar a un niño con el nombre de un mago mediocre, rastrero y sinvergüenza. Me refiero, por supuesto, al otro. No conocí a su padre... Pero vamos -puse el morro de lado - no deja de ser un mago con pocas luces...

 

- Tampoco te pases -alcé el dedo índice moviéndolo de un lado al otro. Cómo una suave amenaza, sin serla- ¿Cómo Xell? Ella es dulce y cariñosa... Yo, todo lo contrario, es más, éste mundo sería bastante aburrido si todos fuésemos leales y protectores y... bueno, ya sabes. Todo es más divertido con un poco de marcha de por medio -dije entre risas- todo un detalle Harpo -comenté en voz alta, al ver cómo el elfo traía un pastel. Giré mi cabeza hacia mi suegra - ¿pelo violeta? Bueno, ya te regalaré una tarta mujer... Si tantas ganas tienes -comenté, volviendo a reírme (felicidades atrasadas, Perenela :))

 

- tu madre es así de inconsciente Matt -negué con la cabeza- es capaz de subirse al basilisco que tiene en el circo, con tal de demostrar que está recuperada- bufé- veo que la terquedad viene de familia. Vamos, que no soy sólo yo -reí nuevamente.

 

- Eso, déjame, que los vampiros tenemos derecho a comer otras cosas que no sea sangre -comenté, medio burlona. Aunque lo que había dicho Sagitas me tenía un poco preocupada. ¿Sería capaz Lázarus de hacerme semi-mortal de nuevo, para un ataque? Un análisis de sangre revelaría ese estado. Pero para eso tendría que ir a la Clínica y, seamos sinceros, no me apetecía en absoluto. Pero bien es cierto que, ante todos los síntomas que tenía, no estaba demás, hacerme un chequeo.

 

- No te disculpes Perenela -le dije a mi cuñada- todos tenemos nuestros arrebatos - me serví un poco más de zumo de naranja- pero deberías de cuidar el tono con qué lo dices y sobre todo, guardar el secreto profesional -le dije, medio regañándola- si llegas a ser enfermera en la clínica, te habriría un expediente por revelar información confidencial sobre un paciente...

 

No podía evitarlo, deformación profesional incluso estando en casa.

 

Aunque por supuesto, Sagitas le había restado importancia al asunto. Vi que tenía un bulto, intenté mirar pero la pelivioleta había sido bastante rápida. ¿Qué demonios estaba escondiendo? Pero conociéndola, seguro que era un regalo para su hija. Sólo esperaba que no fuera un objeto de artes oscuras. Negué con la cabeza al pensar eso. No, jamás se expondría de esa manera. Aunque lo había cerrado rápido, para no llamar la atención de los pequeños, que revoloteaban por dónde estábamos nosotros.

 

Casi tosí al escuchar el nombre de mi ¿tío? Miré de reojo a Matt. Habíamos acudido a la mansión y luego hacia mi tierra natal con una breve parada en el bosque de Ottery. No sabía qué contestar. Pero esperaba que mi esposo respondiera a ello... Disimulando, me limpié los labios con una servilleta y tomé un poco de fruta para empezar a comerla... Guardé silencio, sin saber responder a ese tema. O casi...

 

- Creí que Hayame se ocupaba de eso, ¿no? -cuestioné, con toda la inocencia que pude, sin sentirme un poco culpable, por no prestarle más atención al tema. Pregunta principal, ¿se lo habría llevado Lázarus? Eso me inquietaba más que cualquier cosa, ese hijo de p***, podía ser más rastrero que cualquiera de los que solía tratar habitualmente en el callejón Knocturn.

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Sonreí con el corazón aliviado, me encantaba la muñequita dulce de mi torta, me gustaba que la familia estuviera reunida, me encantaba que a pesar de todo se hubieran acordado de mi cumpleaños, aunque siendo sincera, yo también lo había olvidado. Mi madre había mandado guardar la bolsa que había traído después de haber visto su contenido y ya sabia yo que después íbamos a ir a enfrentarnos juntas a ese Dragón. Hice una mueca a Helikè y le respondí mientras dividía la torta en diferentes partes:

 

-Oh no, no me imagino trabajando en la clínica, mis cuidados son para mi familia no mas, no me imagino tratando a nadie por fuera - pase el trozo mas grande a mi madre, luego un trozo responsable a Helike, uno a Matt, uno a Xell, deje dos porciones pequeñas para los niños y tome mi porción junto a la muñequita de azúcar:

 

-Yo me encargaba de velar por ti, de atenderte así que no se nada del tío Adrian, solo se que de eso se encargaba Jack, Matt, mi tía Haya y Helike cuando quería - si la iba a echar al agua, junto con el hecho de que se habían ido de luna de miel si se daba la oportunidad, me quede mirado a Helike un momento tratando de repasar bien su olor, habitualmente ella olía a flor nocturna en sangre, dado su lado vampiro pero hoy tenia un tenue olor mas humano, la vi comer, reírse y jugar mas que de costumbre y tal vez sea por el matrimonio pero había algo en su aroma corporal que me estaba generando intranquilidad.

 

Harpo se había llevado a los niños así que no tenia nada con que entretenerme mas que con la comida que tenia, serví dos porciones de zumo y reemplace el vaso de mi madre para que tomara mas y tome un poco mas de mi bebida, hice una mueca ante la acidez, me dirigí a mi madre:

 

-Hay que hacerte terapia de movilidad, es posible que el musculo este agarrotado y genere dolor y eso no lo cura ningún episkey sino moverte, pero no puedes correr tienes que ir con cuidado - volví a mirar fijamente a mi cuñada tratando de identificar que era lo que estaba mal en ella, había varios cambios imperceptibles en su persona pero ninguno que pudiera señalar:

 

-Helike ¿Estas mas gorda?

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Y casi me atraganté bebiendo el zumo, tosiendo escandalosamente. De la misma manera que mi cuñada me miraba yo volvía a limparme los morros con una servilleta... Su pregunta, me escandalizó.

 

- ¡Gorda lo será tu madre! (jajajajajaja) -exclamé enrabietada. Pero luego intenté tranquilizarme -perdona Sagitas, era una forma de hablar...

 

- De gorda no tengo nada que estoy estupendamente, ¿no me ves? -la miré, enfurruñada volteándome para que me viera bien- hasta mi hermana lo diría...

 

- Y no sé qué c*** te pasa que te me quedas mirando. ¿Tengo monos en la cara? - si no podía ser Sagitas, seguro era para la hermana de mi marido. Anda que, para un día tranquilo que habíamos empezado en cierta manera. Y la otra ya lanzando cosas- desde luego, se nota de quién eres hija. Directa y sin tapujos. Podías pensar antes de hablar... Menos mal que no soy de las que saca la varita a veces y te conozco lo suficiente. Pero no tienes ningún derecho a preguntar... ¡Ninguno!

 

- Pues menos mal que no lo haces... Algunos de tus métodos - me la quedé mirando - si no fuese que sé que es por bien de Sagitas, diría que no tienes ni maldita idea del asunto -Bueno, sabía que no debía cabrearme con ella. No tenía culpa ninguna pero por la forma en que me observó, su pregunta bien tirada me había mosqueado bastante.

 

- Lo más fácil es hacer pequeñas caminatas por el jardín, sin forzar la extremidad... Eso sí, con muletas - bebí un poco del zumo que me quedaba en el vaso- maldita sea, ahora voy a tener que cambiarme de jersey y malditas ganas tengo de moverte. Y hazme el favor de no venirme con doña perfecta hija protectora - si es que, no podía evitarlo, cuando estaba cabreada, no paraba de soltar la lengua - que no sé qué c*** hacías tú cuando... ¡y tú no vayas a defenderla delante de mis narices! - le grité ahora a Sagitas, mirándola enrabietada, dando un puñetazo encima de la mesa. No me sorprendería nada que los demás se asustaran por ese arrebato...

 

- Argg, ni un día tranquila puede tener una... -estaba enfadada... Mucho, así que apresuradamente me levanté y los dejé con la palabra en la boca. En cuánto recorrí unos pocos metros...Sentí que las fuerzas (a pesar de haber comido) se me iban, las piernas las sentía de mantequilla y se me nublaba la vista... Si alguien no me cogía pronto, me llevaría una buena trompada...

 

se supone que hay que describir los efectos, ¿no? no es por ser dramática jejeje

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El sonido del kimono de @@Perenela Arya Grindewald Potter Blue me hizo saber qeu mi hermana llegaba con nosotros antes de que hablara, o de qeu Sagitas le dijera nada. Se disculpó con nosotros, y Sagitas la animó, diciéndole qeu partiera la tarta de cumpleaños.

- Felicidades, Pere - le dije.

 

Mientras entregaba algo a Sagitas, @ me pidió que me cortara un poco delante de la familia. Reí levemente, mirándola. Acaso...le daba corte delante de ellos?

- Va, yo llevo años viendo como se besan ella y Jack, no creo qeu les pase nada - bromeé.

 

Pero Sagitas pidió a los elfos que se llevaran a los niños a la ducha y a descansar, lo qeu en realidad era una orden. No al sentía, no era clara, pero reconocía esa firmeza. Quería que estuviéramos a solas par ahablar de lo que había pasado, y de como estaba la búsqueda del tío Adrian.

- Nos estamos encargando a medias, entre la tía Hayame y yo. Para ella es más fácil pasar desapercibidas por las tierras del oeste de Europa que para mi.

 

No expliqué mucho más. De pronto Helike estalló, una vez más, en un ataque de ira...la miré, y miré a las demás intentando hacerles entender que la disculparan...la sentía extraña. Su humor era muy cambiante, y no era la primera vez. O se irritaba por nada, o estaba tan feliz, o se ponía triste...Perenela había sido la segunda persona que preguntaba a Helike si no había ganado peso. Era en serio? Hasta yo iba a comenzar a plantearmelo al final.

 

- Es...demonios, dejadme hablar con ella un momento - pedí a mi madre y a Perenela, antes de levantarme.

 

Iba a parar a Helike en su marcha hacia la habitación, a intentar razonar con ella que le estaba pasando. Pero lo que comenzó como el camino hacia una charla de matrimonio, acabó en una carrera apresurada cuando me di cuenta de qeu le fallaban las piernas y se venía abajo. Conseguí agarrarla a tiempo para evitar qeu cayera, y la miré asustado. Quería pensar qeu era una bajada de tensión, o de azúcar viendo los mareos anteriores, pero...un vampiro podía sufrirlos?.

- Eh...eh, Helike, dime algo.... - murmuré, mientras la cargaba y me giraba hacia la mesa, donde @ continuaba callada. - Se acabo, tenemos que llevarla a la Clínica a que la revisen. Ahora. Mamá, crees que puedes arreglar que nos reciban ahora?

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-Vaya ¿y esa explosión de ira que habrá sido? - me quede de piedra no solo ante la retahíla de palabras que lanzo Helike sino por que me grito a mi (cosa normal ya en ella esta ultima semana) grito a mi madre y se puso borde en un solo minuto. Ya había sido testigo de sus cambios de humor y muchas ganas me habían dado de responderla pero eso seguiría a una monumental guerra de palabras que se extendería a quien sabe cuanto.

 

Abrì los ojos a mi madre mientras la tormenta salio disparada hacia dentro de la mansión y Matt le siguió como una nube negra persigue una tormenta, suspire y trate de terminarme la torta lo mas calmada posible pero no pude reprimir un comentario de la situación:

 

-Vamos que no es que tenga monos en la cara, o es que haya querido meterme con ella es solo que su olor natural ha cambiado y no logro determinar que es lo que no esta allí que debería de estar, me tiene preocupada, cada tanto mareos, calores, tiene un mal genio constante que ya provoca frotarlo a ver si concede deseos... si no es porque no ha tenido nauseas y antojos diría que esta embarazada.

 

Seguí comiendo tranquila, lo mas tranquila que podía, le pase un trozo de muñequita dulce a mi madre para que la probara porque sabia que le gustaban, cuando Matt regreso con Helike en sus brazos, hice una mueca y me levante de pronto, buscando una silla donde pudiera reclinarla, mire con ojo critico a Helike de arriba abajo mientras los elfos corrían con papel y tinta y todo lo que pudiera necesitar mi madre para agilizar el traslado a la clínica, acerque mi nariz al hueco del cuello de Helike y aspire profundo:

 

-No huele a sangre... - alce la vista mirando a los demás con los ojos abiertos, volví a respirarle en el cuello para ver si de pronto había dejado escapar el olor - No, definitivamente no huele a sangre.

Editado por Perenela Arya Grindewald Potter Blue

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Caía, caía, caía, caía... Impacto.

 

- ¡¡AH... uch!!

 

El sobresalto y la convulsión de todo mi cuerpo provocó que notara al mismo tiempo todas las heridas y contusiones que había en él. Los párpados me pesaban, mis piernas temblaban, cansadas de aquella posición. Todo mi cuerpo quería precipitarse al vacío que conducía a una superficie horizontal, pero aquellas cuerdas me mantenían firmemente sujeto a la pared, la misma que recorrían sin cesar toda clase de seres diminutos. Al principio, cuando todavía me podía mover sin mucho dolor, huían espantados por mis espasmos de furia, pero después, ante mi rendición inmóvil, se habían tomado el derecho de cruzar sobre mí, incluyéndome como un nuevo elemento de aquel muro que era su hogar. Yo era el intruso, no les culpaba, pero sentir las diminutas patitas pasar a veces como un rayo y a veces muy pesadamente por encima de mi boca, mis párpados o mis pies, no era nada agradable.

 

Los sueños en los que me precipitaba al vacío eran cada vez más recurrentes. Y cada vez más recurrentes los espasmos involuntarios. Sin embargo, era mucho peor cuando las voces llegaban. Siempre las escuchaba acercarse, paulatinamente, desde el final de un pasillo que parecía conducir al centro de la Tierra. Algunas veces venían calmadas, susurraban, pero otras veces su furia era tal que no podía ni calcular la distancia a la que se encontraban, y por tanto, tampoco sabía cuán rápido llegarían las nuevas heridas. Empezaban a cuestionarme, a pedirme información sobre cosas que ni sabía o que, si sabía, empezaban a escaparse de mi cabeza. Era tal la fatiga, que mi mente estaba sumergida en un "no pensamiento" donde lo único que aparecía, en intervalos intermitentes e irregulares, era la luz de la esperanza. Todavía tenía la esperanza de que mi familia siguiera viva, de que estuviera bien y algún día, antes de que fuera demasiado tarde, viniesen a por mí.

 

Lo había intentado todo. Zafarme de las ataduras, morderlas, morderles cuando se acercaban. Pero ellos sabían. Sabían por dónde acercarse, habían sabido cómo atarme para neutralizar mi fuerza y me quemaban. Me quemaban con un material que sólo quienes saben de vampirismo saben utilizar. Tenían un guía. Claro que lo tenían. Era la misma voz que había grabado mi cabeza horas, días, meses atras; no era capaz de dilucidar cuánto tiempo había pasado. Hubo un momento en el que dejé de contar hacia delante para contar hacia atrás. Ahora no intentaba saber cuántos días habían pasado, sino cuántos segundos más mi cuerpo podría aguantar. Lo que sí sabía era que aquella voz era la que menos aparecía, la que menos hablaba, pero cuyas órdenes eran cumplidas al instante. Y esa voz sabía, sabía mucho acerca de vampiros, había sabido cómo llevarme hasta la irracional locura que puede provocar la Sed, tentándome, obligándome a oler para jamás probar. Aquella era su tortura favorita, la más desquiciante, la más cruel. Había dejado de sentir mi lengua y mis labios. Me daban agua en porciones diminutas, la justa para mantenerme lo máximo posible, pero aquello no curaba la sequedad de mi boca, aquel ardor.

 

Las voces vinieron. Pero esta vez casi ni susurraban. Los pasos eran firmes, pero tranquilos. El fogonazo instantáneo de una tenue luz que pronto se apagó. Siempre era igual. Una luz, muy tenue pero suficientemente fuerte para cortar toda a oscuridad de aquella sala, y después nuevamente la oscuridad. Aquella vez iba a ser peor. El silencio sepulcral me lo indicó. Hubo unos instantes de nada. Y entonces, habló esa voz, acercándose, sorbiendo mi energía:

 

- Desfalleces, Wild. No sé ni cómo puedes llevar ese apellido en las venas. No le haces ninguna honra.

 

Cada palabra era un siseo, un cuchillo, una imagen perturbadora en mi cabeza. Sabía que era el vampiro que me había apresado. Aquello era lo único que recordaba; aquello y su nombre, Lázarus.

 

- Has aguantado una semana. Una semana sin decir absolutamente nada... --Pude sentir su sonrisa sardónica--. Y créeme, puedes aguantar mucho más. Pero el dolor no cesará, eso te lo aseguro.

 

Súbitamente sentí el rápido movimiento, el aire revolverse, y su aliento pestilente humedeciendo mi rostro.

 

- Vamos a intentarlo una vez más... --Su tono era ronco, hostil, pero impaciente--. Dime todo acerca de Sagitas. Cómo vive, su poder, sus puntos débiles. Cómo acabar con ella.

 

Cerré los ojos entreabiertos, intentando inhalar la menor cantidad posible de aquel aliento y de aquellas palabras. Pero entonces otra voz apareció en la oscuridad, una voz irritante y sarcástica.

 

- Cómo violarla no hace falta que nos lo digas, ya lo decubrimos nosotros.

 

Esas risas... El estómago se me revolvió. Apreté los dientes, intentando tragar la poca saliva que mi reseca boca podía producir. No dije nada. Me apreté los labios, esperando el primer golpe. Lázarus se alejó y pude dejar de oler su podredumbre, aquella que emabana de su alma.

 

- Excelente, tendremos a nuestro invitado durante unos cuantos días más. Recordad en darle lo mejor de la casa.

 

Dejé de apretar los labios y cerré de nuevo los ojos, aunque tampoco sabía si los tenía muy abiertos o si en verdad permanecían cerrados. Intenté no pensar en las heridas ni en los moretones que rabiaban a lo largo y ancho de mi cuerpo y dejé que mi mente se liberara para poder recibir los nuevos golpes como algo que empezaba a ser algo rutinario.

 

 

--------------------

Espero poder volver con más frecuencia, pero bueno esto es por si queréis ir moviendo la trama hacia el rescate o lo que nos inventemos. Lo ideal sería que no fuera muy fácil, que los malos se muevan con el Wild de un sitio a otro, lo que sea.

 

@, he movido a Lázarus, lo siento, pero así ya te dejo vía libre para que podamos interactuar desde ese punto. Espero que no te importe. No sé si te comentó Sagis, pero mi idea es que Lázarus conocía al padre del Wild, que era vampiro y mortífago, un odiado, como Lázarus, y que Lázarus le revele cosas de su padre o le deje con muchas dudas para que el Wild después de todo esto quiera investigar acerca de ello. Es una cosita que quiero ir desarrollando para la trama e historia de mi personaje ;)

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✤ Viajero de la noche ✤

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Perdida en algún punto de... Europa (??)

Se tallaba los ojos con cansancio, repitiéndose mentalmente que todo aquello era por el bien de la familia y todo ese sinsentido que había estado ocurriendo por todas partes, alejándola de sus propósitos de vida... si es que a los seres inmortales se les podía decir que tenían una; bueno, en realidad si, ser inmortal era tan relativo a vivir unos cuantos de miles de años, si no te mataban primero con toda la parafernalia de cosas que ya existían para mandarlos al otro barrio.

Nunca había sentido curiosidad acerca de si existía un más allá para criaturas como ella, porque estaba segura de que sí.

Después de todo... ni todas las razas eran iguales, ni todas se alimentaban de lo mismo y se consideraba a sí misma más como una raza diferente que como un ser intrínsecamente diabólico.

Una cosa era que fuese maligna por naturaleza y porque le piraban las artes oscuras y una muy diferente, ser un engendro de satanás o algo así.

Se talló los ojos unos momentos y bostezó, dando una pequeña mirada a los alrededores de aquel sitio por donde caminaba; la verdad era que a la larga, simplemente había dejado que los pies la llevasen porque era más cómodo y no llamaba tanto la atención pero hacía que al mismo tiempo se perdiese con mayor facilidad cuando tenía sueño.

Porque sí, al menos ella en ciertas ocasiones sí que tenía sueño.

Sacó un pequeño papel que le había pedido a Matt para saber qué era lo que buscaba o tenía que encontrar. Entornó los ojos tratando de leer.

-Solo a mí se me ocurre...- murmuró por lo bajo dando un suspiro

Después de todo... se había prometido ya no meterse en más cosas familiares después de su último fracaso queriendo ayudar a Sagitas; de alguna forma, sentía que su relación ahora era más cordial y quizás un poco tirante porque al menos por su parte, no sabía muy bien como verla o decir nada. Hubiera querido poder regresar el tiempo y negarse a pasar a través de...

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Aysha comenzó a ver a sus lados para intentar encontrar la localización exacta de su antigua mansión, donde de seguro estarían muchos de sus recuerdos y en especial sus cosas, se había ido de viaje y había dejado totalmente todo, desde su ropa hasta sus objetos personales que tanta falta le habían hecho.

 

--Nunca más me podre ir así, un día de estos me iré y me dejare yo misma por olvidadiza.... sería bueno verme esta falta de memoria que tengo realmente--

 

La demonio hablaba sola caminando por todas aquellas calles hasta llegar a una que ella recordaba de buen agrado, así que con paso un poco más apurado llego hasta la puerta principal y sin tener cuidado ni precaución entró a la mansión pasando así los jardines y sin prestar ninguna atención. Al llegar a la puerta de madera principal de la mansión como tal, la joven demonio se quedo parada allí con la mano en el picaporte pensando en todas las cosas, frases, escándalos y hasta reclamos de su hermana casi madre que debía de estar allí con su hijo Matt y su lobo sin mal no recordaba la joven.

 

Con una sonrisa de nerviosismo abrió la puerta y dio un paso solamente para decir...

 

--Buenas.... ¿Alguien aquí?.... Soy nueva.... integrante...--

 

Afino sus oídos para estar atenta a cualquier grito, aullido, pasos o algo parecido.

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Lázarus ~ En algún punto de Rumanía

 

Después de dejar a su invitado en las viejas mazmorras de ese castillo, se encaminó con paso lento y seguro hasta los pisos superiores. El olor a humedad se colaba por sus fosas nasales, y arrugaba su nariz, molesto por el olor y no sólo eso, a carne seca y a podredumbre al pasar por varias celdas y, en dónde sus "habitantes" no eran más que huesos colgados de los grilletes, y en sus cuencas ahora ya, vacías, asomban algunos gusanos, devorando hasta el último pedazo de carne. Sonrió al recordar las terribles torturas a las que había sometido a esos cerdos.

 

Llegó hasta a una puerta secreta y dándole a un ladrillo, se escuchó un crujido y la puerta se abrió, dando paso a una escalera de caracol que daba a los pisos superiores y que nadie en esa edificación, sabía que existía. Además de ser una salida de urgencia, también lo era para hacer "visitas" a sus prisioneros, cómo a ese Wild. Las antorchas de la escalinata con su fulgor amarillo perenne del fuego, hacían brillar los pocos adornos que poseía el vampiro. Sonreía al recordar, cómo ese invitado especial aguantaba días y días, pero frunció el ceño al recordar que no le había sacado ni palabra.

 

Miró por un ventanal rectangular y casi minúsculo en el que se filtraba la luz de la luna. El cielo estaba despejado y el castillo colocado casi encima de la montaña, dejaba entrever unas vistas impresionantes de día. Él las disfrutaba acompañado de una copa de vino de Saúco, una de las mejores cosechas que había tenido en años. Aunque tenía que reconocer que, si no fuese por la magia, quedaría congelado por los fuertes vientos helados que provenían de la cercana cordillera alpina. Mientras iba pensando en éstas pequeñeces, se ajustó un poco las mangas de su chaqueta. Se dio cuenta de algo, le faltaba un gemelo de oro, tenía varios siglos y que había sido regalo de una marquesa adinerada de Rumanía y que había conseguido embaucar...

 

Rugió molesto y se dirigió hasta uno de los despachos, furioso. Por el momento, nadie sabía dónde estaba ese muchacho. Aún le sorprendía cómo ese joven había mudado de ideales, tan diferentes a los de su padre mortífago. Él sí era un tipo decente, no como el desgraciado de su hijo. Aunque para Lázarus el honor no le servía de nada a no ser claro, que de por medio, hubiese una buena bolsa de galeones o dinero muggle o cualquier cosa de mucho valor, que pudiese intercambiar por efectivo. En cuánto llegó al despacho principal del castillo, la chimenea se encendió cómo si estuviese horas quemando los leños. Daba calided y hacía brillar la cara madera del mobiliario que contenía ese cuarto; una gran biblioteca, dos cómodos sillones un pequeño mueble bar y la mesa de roble de estilo rococó, además del cómodo sillón de cuero...

 

Encendió la lámpara de la mesita y se prestó a tomar un vaso y vino. Se fijó en el cuaderno de cuero en dónde tenía anotado todas las investigaciones realizadas por él, al cabo de los siglos. Le servía para obtener lo que quería... Fijó su vista al apartado de la sacerdotisa llamada Sagitas Ericeen. Aunque había colaborado para secuestrarla, sabía que le faltaban muchos detalles. Y a pesar de que, había secuestrado a su hermano, tenía la sensación de que no conocía los datos, ni siquiera Eveerden le había dicho gran cosa. Ella era la enemiga de su familia. Algo de lo que, según le había dicho pensaban que estaba muerta...

 

Dando un sorbo a su copa se dejó por sus pensamientos más oscuros y una cruel y fría carcajada brotó de su garganta. Tiempo habría de la venganza y él con su mano, la llevaría a cabo. Sólo había que tener cuidado y planificarla al detalle. El odio hacia lo que fuera su pupila, había crecido a lo largo del tiempo. Años atrás había quedado el hecho de que se había encariñado con ella, tanto, cómo si fuese una hija. Pero ya no, su oscuro corazón lamentaba el tener cierta calidez con aquella vampira neófita y que tan mal le había pagado... Ya habría tiempo para ella... El sonido de un reloj de campana, tan alto cómo él, resonó dentro del cuarto, miró y vio era medianoche. Si en los próximos días no conseguía nada más, tendría que probar otras tácticas más disuasorias.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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