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Fabricantes de Mentiras (MM B: 95760)


Mael Blackfyre
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Doblé desde el callejón Knockturn con la capucha puesta, moviéndome como una sombra. Aquellas monedas de oro que había conseguido me servirían hasta que pudiera entrar al Ministerio, ya que en aquel pueblo al parecer, lo único que te generaba dinero era la institución mágica. Nuestro negocio con mi socia aún no había remontado el vuelo que necesitábamos y debía hacer un poco más de tiempo, vivir en Ottery St. Catchpole demandaba un poco más de ingresos.

 

Los locales pasaban a ambos lados de mi y algunos otros negocios empezaban a abrir al público. Aquella heladería ya tenía algunos clientes y pude sentir una leve envidia. ¿Y si la incendiaba? Para ésa altura del callejón Diagon ya me había quitado la capucha y me había puesto en marcha porque tenía que terminar de arreglar el negocio para poder abrirlo, aunque no estaba seguro si la fachada que usábamos de los libros sería la correcta. Entre al negocio, di vuelta el cartel de “Abierto” para que se viera y me quité la capa.

 

Me escabullí entre la biblioteca, aquel lugarcito a escondidas que te llevaba a la siguiente habitación en donde solíamos planificar las cosas y preparar las situaciones para saberlas como llevar. Y me encontré con Mica Gryffindor reposada en uno de los sillones. Encima de la mesa había un pensadero y fruncí el ceño. Hacía ya algunos días que su gesto de tristeza se había transformado en uno de enojo. No necesitaba leer su mente. Me acerqué un poco a la mesa, rosando con mis dedos aquel objeto mágico que estaba vacío.

 

¿Lo quieres vender? —pregunté. El saquito con monedas de oro en mi bolsillo me incitaba a que se las ofreciera. Conocía un mago que tal vez podría darme algunas monedas más.

@ Mica Gryffindor

OFF: perdon por la demora, melli. En esos dias no me acostumbraba a las notificaciones del foro.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 2 semanas más tarde...

No supo cuánto tiempo transcurrió entre su llegada y la de Mael, pero supo de su presencia en cuanto la puerta del local, si bien estaba alejada, manifestó el evidente ruido que delataba a alguien abriéndose paso hacia el interior. Pocos minutos después pudo ver al mago de extraños ojos acercándose.

Notó la mirada del mago, muy interesado en el pensadero que residía sobre la mesa y negó lentamente ante la posibilidad de venderlo. Había llegado hasta allí con el objeto porque no quería guardar con sus pertenencias los recuerdos frente a todo el mundo, pero lejos estaba de pensar en vender un objeto que era tan útil... de hecho podía serlo para el local.

—Puede sernos útil en caso de que lleguen potenciales clientes... podrían mostrarnos en él la situación que necesiten que conozcamos, incluso ayudarnos a conocer a quienes sean de interés en el caso ¿qué te parece? —dijo en tono desinteresado, intentando pensar en cómo continuaría la charla.

No sabía si era el momento de intentar saber cuántas cosas les ocultaba el sujeto, no quería subestimarlo y pensar que era inofensivo, puesto que realmente no lo conocía. Por un momento se sintió agradecida de haber hablado de Mael con su pareja y que éste supiera de su trato y demás... a fin de cuentas, sabiendo que podía haber manipulado el testamento de su hermano, la confianza en él empezaba a flaquear. 

—Creo que debemos cambiar la fachada del local... tal vez si creamos algo más llamativo podemos conseguir algunos clientes. No sé ¿una agencia de préstamos? La gente que necesita dinero muchas veces puede realmente estar necesitando otro tipo de ayuda... —intentó llevar su mente hacia otro sitio, aunque al saber qué cosas estaría dispuesto a hacer Mael también podría ayurdarle a forjar una idea más clara de sus intenciones. 

@ Mael Blackfyre

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La Mica que tenía enfrente era diferente a la Mica primera con la que me había encontrado en aquel mismo negocio. Si hubiera sido por mí, ya debería haber prendido fuego ése sillón en el que se encontraba, pensando en el negocio que de alguna manera, ahora deberíamos hacernos cargo para llevarlo adelante. Durante algunos segundos, pensé en lo que me decía y asentí con la cabeza.

Si, estoy de acuerdo. Creo que es útil —aunque en primer lugar no íbamos a poder probarlo demasiado porque tampoco había clientes a los cuales atender. Aquella comunidad era enorme y tenía un montón de instituciones y negocios, pero llevar las monedas de oro a la casa era demasiado complicado. ¿De qué trabajaban los millonarios por allí?—. Creo que es hora de renovar, si. Aunque estamos en tiempo de guerra y caos. ¿Crees que la gente va a pedir plata? No estoy seguro, tal vez algún servicio que les sea de ayuda en su casa. ¿Algunos encantamientos de alarma? ¿Reparaciones de interior y exterior? ¿Guardería de criaturas? ¿Reparación y limpieza de escobas de Quidditch? No lo se

Mi cabeza se fue entre los tantos pensamientos que se me iban apareciendo, aunque no estaba seguro si todos esos planes y proyectos fueran a funcionar. Como tampoco los negocios ilegales en los que me había metido no habían funcionado. Chasqué con la lengua y me alejé solo unos pasos de la mesa ante una silla. Rocé con mis dedos aquel objeto redondeado y miré nuevamente a Mica.

Puedes llevarte lo que quieras a la Rune. El resto de las pertenencias que no quieras, las llevaré a la Gryffindor —pensé en voz alta. Era algo que íbamos a tener que hacer.

 

@ Mica Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 5 semanas más tarde...

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Aedus camina mostrando una media sonrisa en el rostro. Llama la atención de los transeúntes por su manera de vestir: un elegante traje negro combinado con una pulcra capa de seda fina (el estilo clásico de los magos franceses, poco conocido en Inglaterra). No le incomoda atraer miradas. Está acostumbrado a ser el centro de atención en Francia, donde su apellido y la fama que él mismo se ha forjado lo siguen a donde quiera que va.

Con paso seguro recorre el Callejón Diagon. Conoce el lugar exacto a donde debe dirigirse; todo gracias al chico avaro que conoció en Francia hacía unas semanas y que le habló acerca de la colección que su padre, Caleb Dixon, ha acumulado con el paso de los años. El estúp.ido joven creyó que al revelar aquella información ganaría la confianza de Lestrange y éste lo tomaría como ayudante; pero no contaba con que Aedus sólo lo usara para conseguir información.

Al llegar al local, ni siquiera titubea; empuja la puerta y entra con total confianza. Se detiene a mitad del vestíbulo y gira sobre sí mismo dándole un vistazo a las altas estanterías que cubren las paredes. Sabe que aquella es una simple fachada, así que se acerca a una especie de mostrador y espera a que alguien aparezca.

Buenas tardes ―saluda y sonríe mostrando buenos modales como hace siempre (incluso antes de cobrar por las malas alguna deuda). Su voz es tranquila. Sólo eleva el volumen cuando está enojado, pero en general se mantiene con un tono de voz suave y bajo―. Busco al dueño del local. Un tal Elvis Gryffindor.

 

@ Mael Blackfyre

Editado por Annick McKinnon

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Había pasado un mes y medio desde que Mica me había propuesto realizar algunos cambios ante la fachada del local. Era cierto, la bruja tenía razón en que de ésa manera podríamos crear un poco de atracción para los clientes que no necesitaban solo libros viejos. Desde aquel entonces estaba pensando sobre qué podríamos hacer y no se me había ocurrido. No sabía dónde estaba Mica, porque cuando había llegado a aquella mañana a Fabricantes de Mentiras, ella no estaba.

En la parte trasera del negocio, acomodando algunas cosas dentro de unas cajas, escuché qué la puerta se abría y una voz saludaba. Me sobresalté porque eso significaba que al menos uno, uno, había entrado desde que había tomado las riendas del lugar. ¿Sería un cliente verdadero o alguien que volvería a preguntar sobre dónde estaba el negocio de los helados? Esperaba que fuera la primera opción. Aparecí en el vestíbulo del negocio.

Buenos días, Elvis está muerto —no. Definitivamente no tenía que desenvolverme así. Las últimas dos veces que había comunicado sobre la muerte del ex patriarca lo había hecho sin tacto alguno. Y la gente se molestaba. No entendía porqué realmente, porque no había otra manera de contarlo. ¿Iba a ponerme a llorar delante del cliente? ¿Iba a explicarle cómo había sido? No tenía porqué importarle—. Soy Mael, el nuevo propietario del negocio ¿Qué necesitabas? —no extendí mi mano para estrechárselas, solamente le dirigí una leve reverencia con la cabeza.

Caminé algunos pasos mas para acercarme al escritorio de entrada y pararme detrás de él. Desde los cristales de la ventana, se podía observar un panorama desolado, casi nadie caminaba por las calles del Callejón Diagon. Si el hombre estaba allí preguntando por Elvis, entonces buscaba algo.

 

@ Annick McKinnon

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Lástima... —responde Aedus ante la noticia de que Elvis Gryffindor ha muerto. Está acostumbrado a responder de manera cortés, aunque en su voz se nota la indiferencia.

Sin embargo mantiene ligeramente elevadas ambas cejas, signo de que está pensando en cómo solucionar el imprevisto de que el dueño del negocio haya muerto. Pero no tiene que esforzarse demasiado, porque el propio Mael le informa que él está a cargo.

Excelente... —esboza una media sonrisa que lo hace parecer amigable, pero ni siquiera se presenta. Dar su nombre es una de las últimas cosas que hace en lugares nuevos—. ¿Aún trabaja aquí el viejo Dixon?

Ambas manos las tiene metidas en los bolsillos del pantalón. Quienes no lo conocen pueden llegar a creer que su postura relajada no representa ningún riesgo, pero ignoran que en uno de esos bolsillos guarda la varita mágica y que está preparado para defenderse o atacar en caso de ser necesario.

Sé que el señor Dixon colecciona ciertos objetos especiales —esa última palabra la dice con un tono diferente para darle mayor énfasis—. ¿Sería posible ver esa colección? Y dime algo, ¿entre los servicios del negocio está la búsqueda de cosas peculiares?

El hijo de Dixon no había logrado darle demasiados detalles acerca de lo que hacían en el negocio, pero las pocas pistas que obtuvo lo hacían pensar que ahí podrían ayudarlo a hacerse con el legendario objeto que desea desde hace tiempo.

 

@ Mael Blackfyre

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También ha muerto, amigo. O algo parecido —exclamé con una media sonrisa, corroborando que no era demasiado bueno para aquellas cosas. Hasta cualquiera que no me conociera, pensaría que me resultaba gracioso que ni Elvis ni Dixon estuvieran ya en ése negocio. Miré al mago con su peculiar manera de preguntar en detalle sobre lo que sucedía allí. No era nadie ajeno al negocio, claramente era un futuro cliente. Eso significaba como mínimo, algunas monedas de oro más—. Disculpe, ¿Cómo es su nombre? Y lamento decirle que nadie puede ver ésa colección. Mucho menos a desconocidos.

Volví a reír. Era gracioso que el joven pretendiera que mostrara aquellas colecciones. Le mostré con una mano todas las bibliotecas con libros que nos rodeaban, señalándole que podría acceder a ellos, guiñándole un ojo. No, no podría ver ninguna de los objetos de Caleb Dixon. Estaba... desaparecido. Y no se había llevado nada de sus pertenencias con él, ahora bajo mi cuidado. Reformulé algunas oraciones dentro de mi cabeza, para poder promocionar nuestro negocio, ya que si íbamos al caso, el chico sería el segundo cliente oficial de Fabricantes de Mentiras.

Búsqueda de cosas peculiares, rastrillaje de personas, investigar, lo que necesites, amigo. Resolvemos todo tipo de problemas. Ponemos en común cuál es la cuestión, cotizamos el trabajo y ponemos un plan en marcha —lo mire fijamente. ¿Qué estaría buscando el joven? ¿Al parecer el objeto estaba a mano de Caleb? Esperaba que no porque muchos de esos objetos ya los había hecho monedas. Iba a necesitar muchas cosas más pero de momento necesitaba el preámbulo que el brujo me contara. Me crucé de brazos esperando una respuesta.

 

@ Annick McKinnon

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Aedus entorna ligeramente sus ojos y fija la mirada en Mael. Su mente sagaz analiza los posibles motivos por los cuales el muchacho se niega a mostrarle la colección del viejo Caleb, y rápidamente concibe tres posibles teorías: o Mael no está en posesión de la colección porque la ha vendido, o ni siquiera la conoce porque el viejo Dixon se deshizo de ella, o hay objetos tan poderosos que el chico los está salvaguardando.

Sea cual sea la realidad, Lestrange no está acostumbrado a recibir una negativa por respuesta y, las pocas veces que la ha recibido, tarde o temprano termina por lograr su objetivo. Por eso decide que más adelante se las ingeniará para averiguar lo sucedido con la colección de Dixon; mientras tanto aprovechará para abordar la principal causa que lo ha traído a Inglaterra.

Soy Aedus. Aedus Lestrange —el simple nombre hubiese provocado cierto nerviosismo entre los magos franceses que se mueven en el bajo mundo—. ¿Y tú eres…?

La explicación que Mael hace acerca del rubro del negocio ha provocado que Aedus identifique otra posible necesidad en la que no había pensado: búsqueda de información.

Interesante negocio —afirma con renovado interés y sonríe de la única manera en que siempre lo hace: estira levemente los labios  sin mostrar los dientes—. Necesito información sobre una familia en particular, y también estoy en busca de un objeto. Ninguna de las dos cosas tiene relación. Sobre el objeto no tengo muchos datos de su localización, por eso necesito ayuda con la búsqueda; sólo sé que está en Inglaterra. Y lo de la familia es mera… curiosidad.

Sabe que en Inglaterra hay una rama Lestrange que en viejas épocas era importante, pero que en la actualidad los franceses consideran irrelevante. No le interesa entablar relación con ellos; pero si la búsqueda del objeto conlleva alargar su estancia en territorio inglés, lo mejor es averiguar todo lo posible sobre esa familia para estar seguro de que no representarán peligro para mantener su fachada…

¿Qué te parece si comenzamos a hablar del precio de los servicios?

 

@ Mael Blackfyre

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  • 2 semanas más tarde...

Llevé mis manos por detrás de mi espalda, entrecruzando los dedos para mantenerme en ésa postura derecha. No podía sonreír pero ante la negativa de mi parte a su pedido y su cara de consternación, seguramente lo habría hecho. Me quedé observando su análisis mental para ver cómo proseguíamos con todo aquello. Desde la distancia que nos separaba, lo miré:

Mael Blackfyre, señor —con una sutil reverencia de cabeza lo saludé y noté como agradaba aquel negocio que acababa de mencionar—. Si me permite decirle, señor, Inglaterra es un extenso país y tiene muchísimos objetos. Va a necesitar ser un poco más conciso y darme toda información que sepa, asi podemos ver cómo hacer—le planteé al ver el motivo principal de su llegada. ¿Y qué hice? Demostrarle que era alguien con quien no podía jugar y que supiera que era apto para aquellos trabajos: — Y déjame adivinar. La familia Lestrange en Inglaterra.

No iba a decirle que acababa de leer su mente. Seriamente, apenas sonriéndole, lo invité a pasar a la parte trasera del negocio, ya que allí tendríamos algo que tomar y un sitio tranquilo para sentarnos y charlar. En las calles del Callejón no había nadie, por lo que no habría interrupciones, seguramente. Le señalé por donde tenía que ir para poder hablar un poco más en detalle.

 

@ Annick McKinnon

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Aedus observa con detenimiento a aquel muchacho y dibuja una discreta sonrisa en sus delgados labios. Aunque Mael es joven, parece ser bastante listo. Lestrange deduce que tendrá que darle suficiente información sobre el objeto que busca, lo que muy probablemente elevará el precio por la búsqueda.

Hace bastantes décadas los Lestrange de Francia cortaron lazos con la rama inglesa. Así que me gustaría averiguar un poco sobre ellos para determinar si es prudente… visitarlos―explica Aedus mientras sigue a Mael hacia la parte trasera del negocio.

Aunque va caminando, aún lleva la mano derecha metida en el bolsillo del pantalón, con la varita sujeta con firmeza. Sólo usa la izquierda para gesticular.

El objeto que busco es una baratija de la que los “non-magique” hablan en algunas leyendas ―al decirlo, hace un ademán con la mano como para restarle importancia―. ¿Cómo llaman aquí a los “non-magique”? ¿Muggles?

Intenta elegir bien sus palabras para no dar demasiada información antes de tiempo, aunque sabe que es muy probable que Mael encuentre más información durante la búsqueda, o que quizá en Inglaterra todos tengan conocimiento de lo valioso que es el artilugio mágico. No le queda otra opción que arriesgarse, ya que él no ha podido lograr obtener más datos sobre su localización a pesar de que su red de información en Francia es muy buena.

Se trata de un martillo que, según los “non-magique”, es capaz de generar y atraer rayos. Los noruegos afirman que hace un siglo un hombre llamado Uther lo trajo a Inglaterra, y desde entonces no han podido dar con su paradero.

 

@ Mael Blackfyre

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