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• Familia Potter •


Juliens
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Estaba quedándose en aquel hospedaje de viajeros, donde las cosas a su alrededor se volvían por momento sumamente raras. Sin embargo, no indagaba demasiado y, lejos de exaltarse y alterarse ante la falta de explicación de diferentes fenómenos, los sentía familiares e intrigantes. No solo se trataba de aquellos pequeños sirvientes que iban y venían por el lugar, sino por cosas que ante sus ojos cambiaban “por arte de magia” ¿magia? ¿eso existía? Por todo lo que estaba observando últimamente parecía que sí…

 

Una mañana al despertar encontró sobre su mesa de luz algo que creía por completo perdido: aquella vara de madera que estaba entre sus pertenencias, la misma que ni los doctores y enfermeras habían logrado explicar, pero que le habían devuelto por si se trataba de alguna reliquia familiar o algo así. Y ahí estaba. No sabía si alguien se había encargado de dejarla en ese sitio o si simplemente el objeto se había hecho presente por algún inexplicable motivo. La cuestión era que ahora la llevaba con ella, acomodada en el cinturón, para asegurarse de que si el objeto actuaba de alguna manera extraña lo sabría.

 

Un par de días más tarde, otro hecho inesperado. El golpetear de una lechuza en la ventana la sobresaltó. Se asustó en principio creyendo que el ave rompería el vidrio, sin embargo, no parecía golpear con aquella intención, cuestión que la desconcertó. La lechuza la miraba y picoteaba el vidrio en forma insistente, pero sin incrementar la fuerza. La muchacha se acercó y abrió tímidamente la ventana, sin saber por qué lo hacía. Así fue como el ave dejó caer a sus pies un sobre con una carta, antes de emprender el vuelo nuevamente para marcharse.

 

Por instinto, tomó el sobre y leyó la carta que contenía. Se trataba de una invitación. La curiosidad enseguida se apoderó de sus pensamientos, haciendo que pronto cambiase sus vestimentas por una falda y blusa, ambas negras y holgadas, y se dispusiera a salir. Fue a la sala de estar de aquel sitio y preguntó a uno de los pequeños sirvientes cómo podía llegar al lugar que indicaba la tarjeta. Los intentos del pequeño de explicarle fueron fallidos, ya que hablaba de cosas que ella no comprendía “aparición”, “red flu”, “traslador”…

 

Mica estuvo a punto de dar las gracias y volver a su cuarto, cuando el elfo se acercó, cansado de intentar explicar, y tomó su mano en forma imperativa. En un abrir y cerrar de ojos, habían dejado atrás el hospedaje donde se alojaba, para estar ahora de pie frente a una casa de dos pisos. El elfo le sonrió y se fue sin dar explicación alguna. ¿Estaría en el sitio indicado?

 

La casa estaba rodeada de un seto alto, que delimitaba su terreno. Los ojos verdes de la Gryffindor la contemplaron por un momento, antes de atreverse a hacer nada. Por fin, apartó su cabello castaño de su rostro, tomó una profunda bocanada de aire y se dispuso a atravesar los metros que separaban la vereda de la puerta de entrada. Estaba nerviosa, y mientras avanzaba pensaba las excusas que pondría en caso de haberse equivocado de sitio.

 

Una vez frente a la puerta, llamó a ella con tres golpes rápidos y se apartó un paso, a la espera de respuestas.

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La pelirroja se encontraba echada aún en la cama de House of Books, sus ojos contemplaban el techo, la verdad es que no había dormido en toda la noche, no se había querido quedar en la Dumbledore. Tampoco es que fuera más fácil quedarse en el hogar que compartían con Seba sobre su local. Cerró los ojos y suspiró. había elegido a Rory como líder porque pensaba que el predicador, aunque un poco fuera de lo común y demasiado idealista, tenía lo que hacía falta para impulsar el bando sin embargo lo que no esperaba que el mago les quisiera reunir tan pronto y menos cuando ella aún debía definir algo que había ocurrido apenas unas noches atrás.

 

Giró en la cama y se abrazó a la almohada junto a la suya, dejando que se llenara de las lágrimas por los hombres que habían significado en su vida una marca que no esperaba que se viera quebrada de la forma en que estaba ahora. El perfume de la almohada había llenado sus fosas nasales casi produciendo una sensación de calma y paz. Cerró los ojos y los volvió a abrir con un brillo rojizo apagado. Debía ir a la Potter, aunque no quisiera.

 

No desayunó, le avisó a sus elfos que volvía a partir y se puso un pantalón de jean estilo cargo, un suéter negro de cuello alto y ató sus cabellos rojos sobre la nuca. Dudo y eligió unas botas altas, iba a una reunión, no a un duelo. Segundos después, con su varita en el bolsillo lateral del jean, se desapareció del local para aparecer en la callejuela cercana a la casa de los Potter. Hundió sus manos en los bolsillos de la chaqueta que había levantado a último momento y caminó los metros que la separaban del hogar que muchos miembros del bando habían adoptado. Se acercó a la puerta y se detuvo, giró unos segundos y buscó algo que no tenía muy claro qué era, la sensación había sido extraña, sacudió la cabeza y siguió hacia el ingreso donde una figura femenina se podía observar. ¿Quién se quedaría esperando?

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Ver a Lunita sonriente, entrando a la cocina produjo en Rory una enorme alegría. Desde que había compartido con ella su primera misión, y aunque él fracasase en su objetivo, la bruja se había convertido en uno de sus referentes y puntos de apoyo, con esa enorme amabilidad para los demás, valentía, y el mar de palabras que siempre prodigaba.


- Espero que tengamos, con el favor de Dios, la casa repleta- atinó a decir mientras correspondía al abrazo, tímidamente.


Unos pasos más se dejaron oír desde la sala, y efectivamente alguien más había llegado. Hanna Rambaldi lucía espléndida en aquel vestido y con el cabello suelto, un look diferente del que Rory había visto en ella las veces que habían coincidido en el Pink Palace. La saludó apenas, mientras la veía tomar asiento, preguntándose si también ella tendría todavía miedo al dormir, por causa de la experiencia a la que Batibat los había sometido. Conocía a las dos mujeres presentes, pero eran ambas tan distintas.


La mesa de mantel largo ya estaba dispuesta y Lunita no dejaba de manifestar su deseo de que la velada fuera fantástica, y otros elogios más que no tardaron en ruborizar al predicador. Unos golpes en la puerta, de pronto, fueron el escape perfecto para que ella no notara su bochorno.


- Bienvenidas por favor, gracias por venir a la reunión- sacándose la boina azul que siempre solía cargar encima, inclinó la cabeza de forma respetuosa y estiró el brazo invitando a ambas mujeres al interior de la casa.


Afuera el frío arreciaba, y hasta las ramas de uno de los árboles había empezado a cubrirse de hielo. Rory reparó en él, intrigado de por qué percibía, gracias a sus poderes sacerdotales, un rastro de magia oscura en aquella planta. Echando una última mirada alrededor, volvió a cerrar la puerta, y comenzó a cerrar cada ventana y cortina de la estancia. No quería alarmar a las recién llegadas, por conjeturas que podían ser solo su imaginación, así que terminada la tarea, explicó su accionar como una medida ante la bajas temperaturas.


- Mantenernos abrigados aquí será lo mejor. De todos modos la casa ya tuvo suficiente ventilación por la mañana- centrando su vista en las dos recién llegadas, extendió la mano para saludarlas. A Darla ya la conocía, pero la otra mujer le era completamente desconocida- Mi nombre es Rory Despard, es un gusto conocerla ¿desde dónde está llegando para la reunión? ¿Conoce ya a Darla, Lunita y Hanna?


Con un gesto llamó a las otras dos mujeres para que se acercaran también, en lo que él iba por las galletas que había dejado en una charola sobre la cocina.



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Valkyria Karkarov

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El ruido la hizo despertar. Desde que había llegado a ese lugar seguro de la Orden, siempre le gustó por lo silencioso que era, no llegaba mucha gente, había lugares cercanos a los cuales visitar, un amplio patio en el cual cada mañana hacia un poco de ejercicio. Sin embargo, últimamente había demasiado movimiento, demasiados magos y brujas yendo y viniendo de un lado a otro, había dejado de ser su lugar favorito.

Durante semanas se había planteado la posibilidad de volver al castillo, pero aun no estaba lista, había demasiados recuerdos, había demasiadas cosas en ese lugar que le traían a la memoria situaciones que ahora le parecían tan lejanas. El haber perdido su inmortalidad y sobre todo su magia, había sido un duro golpe para la castaña. Ahora ya ni siquiera podía atravesar el velo y reunirse con su amado, ahora se sentía enjaulada en un mundo al cual sentía no pertenecer.

Sin mucho animo se vistió con un pantalón jean, unos botines cafés, un buso rojo de manga larga y cuello alto. Aun hacía mucho frio en el exterior, pero era soportable como para un paseo por el pueblo, al parecer había una nueva reunión en la casa y aunque en otra vida a ella le gustaban mucho ese tipo de eventos, ahora no tenía muchas ganas de participar. Se amarró su larga cabellera castaña en un moño alto y salió de la habitación.

Bajo las escaleras sin hacer mucho ruido pues planeaba dejar la casa sin que nadie se diera cuenta, más cuando bajo el ultimo escalón, un joven pelirojo abrió la puerta dando entrada a un par de brujas, a Darla la conocía y a la otra mujer, tenía la sensación de haberla visto antes, pero no lograba recordar en dónde. Estaba a punto de dar la vuelta y regresar por donde había venido, pero ya era demasiado tarde, pues en escena aparecieron otras dos brujas. No le quedaría más remedio que socializar un poco.

—¿Por qué esta tan oscuro? —Preguntó y luego miró hacia la ventana que estaba cerrada, incluso las cortinas. Sintió un poco de ansiedad al sentirse un tanto enjaulada, lo cual significaba que tenía que ajustar un poco la poción pues los ataques de ansiedad podían regresar. —Disculpen mis modales… Soy Valkyria, para los que no me conocen— Se presentó la bruja mientras empezaba a abrir una de las cortinas.

Al hacerlo su mirada se posó en un extraño cuervo que parecía observarlo todo, además que no era un ave que se viera seguido por el lugar. Entonces comprendió el porque las ventanas estaban cerradas. Intentó, inconscientemente, invocar un Obsistens y desaparecer al cuervo, pero nada sucedió pues su magia ya no estaba. Cerró los puños con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos y luego volvió a cerrar la ventana.

—No quiero ser aguafiestas, pero alguien puede deshacerse de ese cuervo que esta ahí afuera… lo haría yo, pero presiento que aventarle cosas o cerrar las cortinas no lo espantará. —Les pidió a los presentes.

 

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Lleva en su mochila algunos objetos personales, incluyendo ropa, suficiente para vivir algunas semanas en la mansión de los Potter. Ha escuchado que para muchos la mansión no es solo un lugar seguro, sino su hogar. Y aunque Emily suele ser independiente y prefiere vivir sola, el efecto de las fiestas navideñas y el inicio de un nuevo año le han dejado la inconfundible sensación de nostalgia que le genera el pensar en pasar más tiempo con sus compañeros, más allá de las peligrosas misiones en las que usualmente se encontraban.

 

Junto a ella se encuentra su crup, que ha sido prácticamente inseparable a la bruja. Aun era un cachorro en entrenamiento y espera que a nadie le molestara su presencia, aunque sabía que en caso de suceder podía enviarlo a jugar en los jardines, donde estaría completamente seguro. Cuando lo escucha ladrar de repente, detiene su marcha, sin ver nada fuera de lo común… a excepción de un cuervo, aunque no le da tanta importancia y sigue su camino.

 

Y parece que ha elegido un buen momento para llegar. El olor a galletas la hace consciente de que no ha comido en algunas horas, a diferencia del crup que parece mejor alimentado que ella. Entonces, entre las personas presentes ve a Valkyria, justamente refiriéndose al cuervo que tan nervioso ponía al crup, y sus ojos se abren un poco ante la sorpresa. No la ha visto desde…

 

-Hola a todos, yo soy Emily, ¿qué tal? ¿Alguien sabe si hay alguna habitación libre?

 

Le había dicho alguien alguna vez que las habitaciones iban aumentando conforme se unían personas al bando; consideraba que era magia muy avanzada, pero lo creía posible; no obstante, la mejor forma que encuentra para distraerse es presentándose ante quienes no la conozcan, que deben ser varios de los presentes, considerando que no se ha relacionado con personas de la Orden en algunos meses.

 

Aquello también le permite interrumpir sus pensamientos, notando que se ha quedado mirando a Vaklyria un segundo más de lo apropiado antes de presentarse; y, obviamente, no quería incomodarla. Aun así, le toma un momento ajustarse a la presencia de la bruja y aplacar la curiosidad de qué había sido de ella durante ese tiempo. Vuelve a fijar su atención en el cuervo, pensando en sacar la varita mágica que lleva en la mochila en caso de que nadie más se anime a desaparecerlo.

Editado por Emily Karkarov

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La ansiosa espera se apaciguó cuando una pelirroja dama se dispuso a hacer lo mismo. Apenas la miró y le regaló una sonrisa, procurando mostrarse lo más casual que podía al hacerlo. Había algo en ella que le resultaba sumamente familiar, como si la conociera desde hacía mucho tiempo, pero no podía estar segura ni indagar en ese momento para no quedar como una completa maniática.

 

Fue un hombre el que abrió la puerta y las invitó a entrar. Tímidamente dio unos pasos hacia el interior del recinto, donde la calidez brindó un bienestar instantáneo. Definitivamente no había estado allí antes, sin embargo el clima entre los individuos que allí se encontraban la hacían sentir “en casa” de alguna manera que no lograba explicar.

 

Observó el gesto del sujeto tras cerrar la puerta detrás de ellas y ponerse a cerrar una a una las ventanas que daban a la estancia donde estaban, pero fue éste quien minimizó la situación al sugerirles que se mantuviesen abrigadas.

La joven asintió y tendió la mano hacia él cuando oía su voz presentándose. Un escalofrío la recorrió cuando éste le preguntó de dónde venía pues no tenía una respuesta específica hacia ello, mas su atención se quedó en la presentación de las otras tres mujeres que se encontraban allí. A Hanna estaba segura de no conocerla, pues su rostro no le resultaba familiar y tampoco su nombre, pero… Darla… Lunita… continuó repitiéndolos en su mente un momento, intentando reaccionar. Le sonaban y mucho, pero no lograba saber de dónde ni cómo.

-Yo me… me llamo ¿Alba?- las palabras sonaban ridículas en sus labios, estaba claro que ese no era su nombre, pero cómo explicar a todos esos “desconocidos” sobre su prolongada pérdida de memoria. -Me estaba quedando en El Refugio Mágico… muy bello lugar…- agregó rápidamente sin poder dejar de intentar descubrir en su mente quiénes eran esas mujeres y cómo las conocía.

 

Otra bruja llegó, preguntando el por qué de la oscuridad en la estancia y presentándose. Su nombre también quedó resonando en la mente de la joven. Era evidente que aquel grupo de personas había tenido contacto antes con ella, pero ¿la reconocían? ¿sabrían quién era realmente? Moría de ganas por preguntar, pero no se atrevió. La dama que se presentó como Valkyria hizo un comentario sobre un cuervo, al que no prestó mucha atención, pues estaba inmersa en todas aquellas emociones.

Para el momento en que se presentó la joven llamada Emily, ya estaba acostumbrada a esa sensación de “yo de dónde la conozco”, los nombres y rostros giraban en su mente como intentando encontrar su lugar de origen. Se encogió de hombros sonriendo a todos y permaneció allí en silencio, a la espera de que nadie notase el debate interno que estaba sintiendo.

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Antes de lo que imaginaba habían abierto la puerta, ni tiempo le había dado en interesarse por la mujer que estaba esperando allí, luego recordó esa extraña sensación de aprensión. ¿Podía acaso con el control mental extenderse hacia otros objetos o criaturas a su alrededor? No había nada en particular que deseara poseer pero el hecho de sentir que no estaban solas. Dejó de lado sus prejuicios, quizás Báleyr tenía razón y había abierto la puerta a algo más de lo deseado en el psiquiátrico que habían visitado, por otra parte, si el Black se había molestado con ella quizás solo por diversión había mando algún esbirro a molestarla. Poco importaba.

 

--Buenas noches Despard, me haces sentir como en casa con las cortinas del confesionario cerradas --la broma, quizás inadecuada la largó despreocupadamente en el aire mientras el mago les presentaba a la bruja recién llegada. Con un gesto calmo saludó a las demás presentes, Hanna y Lunita, quienes habían estado presente el día de la fatídica ceremonia para los caídos.

 

--Bendito tú eres entre todas las mujeres --añadió guiñando un ojo al mago cuando éste había extendido su mano en gesto de saludo, otra broma que dejó trunca al momento que una bruja llegaba de los aposentos y reclamaba por las cortinas y luego por un cuervo.

 

--Hola --dijo hacia Valkyria y luego hacia Emily que acababa de llegar mientras se asomaba ahora a la ventana que antes había cerrado la bruja, asomándose apenas entre los cortinados, con el ceño fruncido.

 

Lucas le había enseñado bien en su momento a reconocer las maldiciones, pero allí había más, sintió deseos de buscar su espada de hielo y atravesar al ave, pero en lugar de ello susurró Criaturas de sombras, dos mastines se materializaron en las afueras de la casa de los Potter, y volvieron a ofuscarse con la orden de su invocadora de proteger a todos los miembros de la Orden que llegaran al lugar. La oscuridad llama a la oscuridad y la Potter Black, podía sentir ahora aquella magia antigua, misma que había sido utilizada en ella tantos años atrás.

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No había respondido aún pero esa señora le sonaba de algún lado, claro que no lo dijo porque apenas dijo cómo se llamaba se dio cuenta de su aparente error o ¿ella era mica y en realidad estaba equivocada? Sacudió la cabeza diciéndose que quizás se parezca, pero no era la misma de seguro, así que suspiro respondiendo feliz y alegre, sintiéndose en casa por primera vez.

- Bueno si hace frío en el interior y pues no creo que seas Alba, me suenas más como Mica pero si seguro que me equivoqué de persona, soy Lunita Gryffindor y pues a Emily ya la conozco y pues si hay habitaciones libres, puedes tener la que está junto a la mía si quieres... A veces me quedo aquí, sobre todo cuando quiero pensar - Le comenté sonriéndole alegremente y feliz de tener compañía en aquella linda velada -

Sonreí a Valkyria cuando la vi entrar y preguntar ¿por qué estaba todo tan oscuro? Me encogí de hombros y señale a Despard puesto que el las había cerrado y dicho sea de paso no tenía ni idea de porque él había hecho eso, pero una muy buena razón tendría de seguro.

- Para que no se fuera el frío creo que fue, por lo demás un chocolate o café caliente para mí estaría bien y bueno... ¿Qué se cuentan? ¿en que puedo ayudarles? - Les dije sonando alegre y feliz de estar en familia de nuevo, como tanto quería -

Me alegré de pasar un momento agradable y hermoso con mis amigos con los que había pasado tantas horas patrullando o en misiones, era bonito tener un momento para reunirnos y que todo estuviera en calma y en paz o toda la calma que podría haber en la guerra, algo que nos perseguía como una sombra que solo por hoy no me preocuparía para nada, sólo importaba disfrutar en familia y en paz como tanto quería desde hacía años.

Editado por Luna Gryffindor Delacour

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El cuervo que contenía el alma del nigromante seguía posando se sobre la rama del árbol, este tenía el poder conferido por el egipcio de congelar. Un arte propio de los Senecales de Caronte, esa ave podía hablar, ser oídos y visión de aquel ser tenebroso que la había profano, a ese ser no le importo quebrantar las leyes naturales, igual, era algo que podía hacer y se divertirá en ello. En ese instante por órdenes transferidas por el alma a esa criatura la misma vuelve alzar su vuelo, dejando caer un rastro de copos de nieve, era como si fuera un ave Fénix pero de hielo. La. Misma podía a voluntad del nigromante crear barreras, desde su pico crear un rayo helado y simplemente si este lo deseaba. Éste poder era una pequeña extensión de la Magia tenebrosa que había logrado conjurar.

 

No obstante, la misma criatura deja las calles cubierta por un hielo más helado al común, forjado de almas y profano como ningún otro, la nieve había encantado a los niños que se encontraban jugando y creando muñecos de nieve. No obstante, el egipcio aguardaba el momento para pronto descubrir la locación de esa morada que buscaba. Sin embargo, el cuervo se posó en uno de los tejados de esas casas que allí se encontraban.

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Hélène Éloïse Bellerose

 

 

Aunque la heredera era una muchacha de mucha vida social, la perspectiva de conocer a todos los miembros del bando al que se había afiliado muy recientemente y del que ahora formaba parte le ponía demasiado nerviosa. Había sopesado por muchos días con la invitación en la mano, pensando si era prudente ir, no ir… pero es que la curiosidad era tanta y en realidad nunca había formado parte de una causa tan importante, que eso le inquietaba muchísimo.
Se le había invitado a una quedada casual, aunque ella siempre se tomaba las invitaciones con demasiado formalismo y solemnidad. Extrañaba a Kassandra, estaba segura que la Weasley hubiese sido una gran compañía en este momento –sobre todo porque ella ya había tenido el placer previo de conocer a toda esa gente- pero entendía que sus obligaciones con su familia le mantenían lejos del ojo del huracán y de la vida mágica en general. Suspiró.
Sorprendiéndose de lo rara que se sentía, Hélène decidió que no iba a dejar que algo tan extraño como la ansiedad social le invadiera y menos en ese día tan especial. Se arregló con esmero, como siempre poniendo especial atención a los detalles. Con un toque final de perfume francés, la semiveela le dedicó un guiño al espejo y antes de desaparecer en dirección a la residencia donde se le había citado, se aseguró de tomar la caja que Hildegarde le había dejado en el rellano de la entrada. Se sentía un poco graciosa, pero le había parecido necesario llevar un detalle, como hacía cada vez que le invitaban a cualquier evento.
Llegó envuelta en una niebla plateada y se sintió un poco confundida al no reconocer el entorno en el que estaba. Era cierto que hace poco había llegado a Gran Bretaña, sin embargo, no estaba acostumbrada a sentirse desubicada. Absorbió lo que más pudo con los ojos claros, intentando recordar para una próxima vez. Cruzó con paso decidido el espacio que le separaba de la residencia y finalmente llegó a la puerta, donde se detuvo un momento, sorprendida por las varias voces que provenían del interior.
Tocó dos veces con suavidad y esperó que le escucharan, de repente muy ansiosa de descubrir la experiencia que se escondía al otro lado del rellano.
Editado por Kassandra Weasley

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