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Mackenzie Malfoy
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Había decidido no sorprenderme con nada aquel día. Todo era posible en aquel lugar mágico y con la presencia de mi madre delante. Por lo tanto, no estaba preparada para sentir la voz de Aradia, aquella mujer que era capaz de arrancarme sonrisas en los días más amargos.

 

-- Creo, Madre, que hoy viene mucha gente a verte. No lo dudaba. Tienes un gran poder de convocatoria.

 

Quise añadir más cosas, pero todos querían compartir palabras con ella, así que, sencillamente, me dejé babosear por el lobo de mi hermana, quien también había desaparecido con ella sin dejar rastro.

 

-- Vamos, vamos, Kibo. Dejaaaa... Tu lengua es rasposa y desagradable.

 

Pero a pesar de lo incómodo que era sentirte mojada por la lengua de un lobo, ¡me alegraba tanto de verle a él y a mi hermana Shane! Le correspondí, como se merecía, como era necesario entre dos personas que comparten mucho más allá ese sentimiento de hermandad y amistad que el tiempo no aja sino que lo afirma. Y seguí su mirada. Sí, ella la había visto; al igual que yo, admiraba el porte de la jugadora de Quidditch que, a pesar de las obligaciones fuera del pueblo y del país para con su equipo, había llegado a saludar el regreso de su abuela con todos.

 

-- Sí, Aradia ha venido al pueblo -- contesté a su pregunta muda.

 

Me llegaban retazos de las conversaciones. Todos intentaban acaparar la atención de mi madre y Antara, bien educada y feliz de sentir a tanta gente interesada en su vuelta, a todos contestaba y correspondía. Yo tomé la mano de Shane y procuré no dejar la otra al alcance del lobo. Le conocía. Mordía. Y no iba a permitir que me atrapara. Me acerqué a la muchacha que no soltaba la escoba ni en ese momento tan importante.

 

-- Creo que dejaré que las Altas Personalidades saluden a mi madre, pero... ¿Me dejas sentarme a tu lado? Podemos desde aquí contemplar las idas y venidas e informarnos de lo que ha ocurrido mientras hemos permanecido alejadas.

 

Mi corazón dio un vuelco cuando vi otro lobo. Éste lo conocí al instante. Me era imposible no reconocer a la mascota de Lucho, el asesino, The Matador, el psicópata multipersonalidad que estaba buscado en diez naciones. Abrí la boca. La cerré y sonreí. Saludaba a Antara, así que... Si Mack le iba a permitir su presencia sin llamar a los Aurores o a la Policía Mágica, ella disfrutaría de la presencia de quien un día fue su maestro en las artes de la varita.

 

-- ¡Ostras! Esa es Darla -- exclamó. A punto estuvo de volcar una de las copas por el ademán que quiso hacer para llamar su atención.

 

Sonrió. Tiempo tendrían de hablar en algún momento o espacio. Ahora era tiempo de Antara.

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La vampira sonrió, había escuchado la voz cerca de ella. Claro que era una voz inconfundible, largamente conocida y cuyas charlas había compartido durante años.

 

- Si me permites abuela. - murmuró mientras hacía una nueva inclinación ante Antara, siempre olvidaba si era abuela o bisabuela, pero el afecto y la familiaridad siempre existiría.

 

La pelirroja dirigió un saludo al Matador, apenas inclinando su cabeza, mientras ocultaba discretamente su varita entre las ropas. Dirigió un saludo a Jocker y a Mackenzie y se acercó a Sagitas.

 

- Me alegra verte amiga, lamento no haber ido con ustedes. Necesitaba pensar qué había ocurrido y luego, bueno, luego, tú sabes, me puse a trabajar.

 

Con una sonrisa, Darla se acomodó cerca de la pelivioleta y le susurró al oído. -¿Sabes lo que hace Luch aquí? - la preocupación había invadido su corazón, recordaba la última vez que se había encontrado con aquel hombre. Por breves lapsos de tiempo había sido su tutor y la experiencia había sido algo extraña.

 

Dentro de ella Scarlet lanzó una carcajada. Llamar extraña a la experiencia del encuentro entre Darla y Joe Kuhr era quedarse cortos. El espíritu de ambas mujeres se había revuelto en un duelo interno, más para lanzarse sobre el asesino que para luchar entre ellas. Darla se impuso, dispuesta a no volver a arruinar el encuentro con Antara, pero totalmente consciente de que, como cuando había sido alumna del matador, éste le inspiraba los más extraños y contradictorios sentimientos.

 

Sus ojos iban de su abuela a él y aunque ella seguía siendo el centro de su atención y afecto, no podía evitar sentirse inquieta. Después de todo, él siempre quebrantaba sus límites. Suspiró y se dedicó a disfrutar el momento. La magia que se sentía en el lugar era demasiado fuerte como para que algo malo fuera a ocurrir.

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Tras largos días en el que el desgano le podía, Cye se había incorporado en la amplia cama que solo ella ocupaba, sin embargo no estaba sola en la habitación, su felino blanco ronroneaba a gusto en un mullido cojín a unos cuantos pasos de ella, lo miro con afecto y luego aparto la libreta de amplias hojas blancas en la que había estado dibujando su nueva colección de ropa para la tienda de modas, los lápices de colores hicieron un ruido gracioso al caer del regazo de la mujer que fue en busca de un vaso de agua fresca para calmarse.

 

Tomo un sorbo de agua y abrió las puertas del balcón acercándose a las pilastras, la brisa movía su cabello y la diminuta lencería de forma inquietante, tanto como sus pensamiento, no podía entender lo que sucedía, no estaba dormida y sin embargo había sentido un llamado de alguien que ya no pertenecía a este mundo, que le recordaba a un ser al que había admirado y seguía haciéndolo a pesar de su partida.

 

-No es posible, ¿o sí? ¡Demonios!- el llamado se hacía más y mas fuerte y ella en medio de su asombro e incredulidad había dejado caer el vaso balcón abajo, solo esperaba no golpear algún elfo que pasara por allí.

 

La rubia no era de las que se acobardaban ante aquel tipo de señal, porque eso era una señal, rápidamente se cambio de atuendo y diez minutos más tarde con la ayuda de la magia caminaba por un lugar hermoso envuelta en una camisa de algodón azul celeste y unos jeans oscuros, a pesar de no llevar calzado de tacones su andar producía un delicioso sonido a causa del choque de las babuchas con el grama. A medida que caminaba su corazón latía con más fuerza, ojala no se llevara una desilusión.

 

Pero un instante después aquel pensamiento desapareció porque sus orbes descubrieron una carpa con muchas personas adentro, pero una de ellas destacaba, era Antara, claro que se trataba de la dama del Lago, su mentora, suegra y amiga. La emoción se desbordo así como su calma y empezó a correr en dirección al grupo y cuando estuvo allí frente aquellos ojos esmeralda, su nívea mano se levanto hacia el rostro, necesitaba tocarla para saber que no era una visión y que en breve se esfumaría.

 

-Antara, ¿en verdad estas aquí o solo tratas de decirme algo?- cerró los ojos y contuvo el aliento dispuesta a enfrentarse a una desilusión pero cuando los abrió ella seguía allí de cuerpo entero, entonces sin medirse la abrazo.

 

-¡Oh es cierto! No sé cuanto dure pero gracias por volver y por dejármelo saber- las palabras salían entrecortadas a causa de la emoción y discretas lagrimas cristalinas rodaban mejilla abajo en el rostro de la Lockhart, entonces recordó que habían más personas y seguro había pasado por maleducada. Giro la cabeza de un lado al otro y con comprobando que no conocia siquiera a la mitad

 

-Perdón, la emoción me gano, Hola a todos-a quien si pudo reconocer fue a la pelivioleta, también a Darla y a Shane y les guiño un ojo en señal cómplice por la felicidad compartida ante el regreso de la ojiverde.

 

-Espero no interrumpir... yo no podía esperar- acababa de caer en cuenta que a las que conocía todas eran hijas, nietas y quien sabe, seguro las otras personas también eran familia, un ligero rubor subió a sus mejillas, sin Ishaya por allí, se sentía fuera de la familia, aunque a la Potter Black la unía algo diferente a un lazo sanguíneo, se trataba de un don, un destino y una isla, ante aquel pensamiento la mano que aun tocaba a la semi-diosa por un fugaz momento se cubrió con una tenue llamarada.

 

Sabia que Antara lo había sentido así que se mordió el labio inferior con una media sonrisa, no podía evitar sus dones después de todo era una sacerdotisa de fuego.

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-- ¡Hey! Viene hacia aquí, viene hacia aquí -- le dije a Aradia y a Shane, aunque ésta jugueteaba con su lobo, con lo que no estaba segura de si la habría oído.

 

Sagitas se sintió algo nerviosa. El por qué Darla le había producido eso, no lo sabía. En realidad, se alegraba mucho de verla, pero a la vez, le intimidaba verla cerca estando tanta gente en aquella reunión improvisada. Pero supuso que, ante todos, era la cercanía de Lucho y ella en el mismo lugar.

 

Como para confirmar sus dudas, después del saludo y de una excusa por no haberse pasado por la mansión, le susurró sobre la presencia de Lucho. La payasa no supo bien qué contestar. Sentía lo mismo por él, me encantaba su presencia y a la vez temía que se encontrara allá, en aquel lugar lleno de gente que podría señalarle con el dedo e intentar detenerle.

 

-- Aunque seguro que si alguien le señalara con el dedo, se lo mordería -- musité. Y antes de que Darla me preguntara a qué me refería, negué con la cabeza. -- No sé. Sólo que está y que... Parece que Antara y él se llevan bien, se... complementan.

 

Eso me dio qué pensar. Ahora sí que notaba algo en Antara. Su madre era como siempre la recordaba pero... Vestía de negro. Ella nunca vestía así. Antara iba con corsé con algo de verde, botas de tacón alto... ¡Eso era! Su ropaje no era el habitual. Antara volvía más... oscura.

 

Ahora sí que le lanzó una mirada más intensa, preguntándose si ese cambio implicaría algo más interno. No era algo usual en ella, pero, fuera lo que fuera, era mi madre, era Antara, la Gran Diosa del Lago, y ella siempre la seguiría.

 

La llegada de su cuñada Cye interrumpió esos pensamientos, algo funestos, y se alegró por ello. La saludó y le envió un besos con los dedos. ESperaba que se acercara. Cye era algo más que su cuñada, algo más que la esposa de su hermana. Cye era su amiga.

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Observó el rostro de Sagitas, parecía reflejar preocupación. ¿Sería por su pregunta? ¿Por las presencia de Luch? ¿O quizás? Intentó seguir su mirada y volvió a encontrarse observando a su abuela, Cye acababa de aparecer en el lugar y la saludaba. Scarlet se estremeció dentro de ella. Darla supo muy bien que afectaba al espíritu de la vampira. Pero había algo que le interesaba más a ella. Volvió a recorrer con la mirada a Antara y esta vez, lo que había sido evidente a sus ojos y a su inconsciente tomó forma.

 

- Ajá... entiendo... - apenas mascullo como respuesta hacia la pelivioleta mientras veía acercar a Cye. ¿Sería posible que las ideas que venían a su mente fueran acertadas? El saludo de la joven la sacó de sus ideas y respondió amablemente a pesar de que tuviera que cerrar su mente a las ideas que intentaban salir a flote.

 

- Hola Cye, no interrumpes.

 

Su mirada se dulcificó un poco y tras unos segundos decidió dejar sus oscuras ideas a resguardo. Si algo debía ocurrir ya se vería, mientras tanto lo mejor era disfrutar de la reunión cuasi familiar. Ese pensamiento se hiló con lo que había dicho Sagitas "Parece que Antara y él se llevan bien, se... complementan". Nunca había imaginado a Antara complementándose con Luch, aunque recordaba que Joe había compartido clases con su esposa Maheba, no recordaba haberlo visto con otros miembros de la Orden, aún cuando había estado un tiempo en ella. La vampira observó una vez más al hombre a unos metros de ella, ansiosa sin poder evitarlo, pero tratando de evitar que ésto se trasluciera a los ojos de los demás presentes.

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Antara se encontraba soprendida y emocionada ante la presencia de tantos seres queridos para ella.

El cruce de pensamientos con Leis la hizo soltar una carcajada, había cosas que sin duda era un placer compartir con su hija y seguramente muchas que le habría enseñado, pero era un hecho que comprar lencería fina no era una de las cualidades a presumir en público.

 

De ese aprendizaje en párticular, no creo que el joven Jocker se queje mucho...

Le dijo mentalmente a su primogénita.

 

Era un hecho que debería presentar a los asistentes, pero eso llegaría un poco más adelante, de momento sentía la llegada de más miembros de la familia y pretendía recibirlos como se merece.

Apresuró la copa de champaña cuando pudo distinguir a Aradia acercarse.

 

Querida, que gusto verte por aquí

La abrazó efusivamente y después dejó que se reuniera con Sagitas

 

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Antara y los ojos por un segundo se le volvieron negros. Un instante de visión oscura. Eso solo podía significar que...

En ese momento se acercaron a Antara un hermoso lobo y un elfo albino, Xcalibur y copito estaban ahi, los abrazó efusivamente. El estaba ahí... su hermano acudía a su llamado. Si uno de los secretos de la semidiosa. Ella no tenía solo una hermana como todo el mundo creía. Además de Annie, había dos más, uno era Luch... el otro... un secreto tan bien guardado que nadie podía conocerlo, posiblemente, ni el mismo.

 

Los hermanos se acercaron y aunque la mirada de ambos lo dijo todo, Antara no pudo aguantar la emoción y se tiró sobre el temible cazador efusiva y emotivamente, para abrazarlo.

 

Hermanito, te he hechado de menos.

 

Estaba segura que esas palabras resonarían en la cabeza de algunos de los presentes.

 

No había terminado de decir esas palabras cuando ya otra dama aparecía en el escenario. Darla.

Su nieta y vieja compañera de batallas y experiencias.

 

Querida mía, es un placer verte.

Dijo a la chica mientras la abrazaba.

 

Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Antara, al sentir el calor siempre armonioso de Darla, con todo y la presencia de Scarlet.

 

Tu presencia no puede arruinar nada amiga mía. mencionó guiñiéndole un ojo.

 

Su pequeña nuera también llegaba al lugar acudiendo al llamado de la semidiosa, quién abrazando a la ojiverde mostró su gran alegría de verla.

Antara sintió la calidez de la chica, y se sintió reconfortada como siempre ante la pacífica presencia de esposa de su hijo y compañera de Avalon, de quién pudo percibir una duda. Misma a la que Antara respondió de inmediato.

 

Siempre serás una Potter Black, eres parte de la familia y siempre serás bienvenida, pero más importante aún, eres importante para mi. Somos compañeras más allá de una familia o de la isla de Avalon.

 

Observó a cada uno de los asistentes y sonrió complacida.

Era hora de las presentaciones que Leis había sugerido.

 

Supongo que es hora de que se conozcan, no me gustaría que no se reconocieran o no pudiera convivir.

empezaré por orden de aparición, por lo tanto...

 

- Ságitas Potter Blue

Mi hija y ahora matriarca de la familia Potter Black, suma sacerdotisa de Avalon.

 

- Mackenzie Malfoy

Mi nieta, aunque no le guste reconocerlo

 

- Teza Marie Lioncourt

Una de mis hijas más pequeñas, sacerdotisa de avalon

 

- Leis Black Lestrange

Mi primogénita, con más cosas en común de lo que le gusta aceptar. fue concebida en la ceremonia de los fuegos de Baltane, por lo tanto compartimos una cualidad importante, ambas somos... hijas de dioses.

 

- Jocker black Lestrange

Alumno de mis primeras generaciones, ahora sin duda alguién importante para mi hija Leis.

 

- Shane Potter

Ah mi pequeña lobita, una mujer tierna y maravillosa, solitaria pero leal.

 

- Aradia Gaunt lill

Novia de mi hija Ságitas, gran amiga y compañera

 

- Luch de Matador

Mi querido hermano oscuro, compañero de vida.

 

- Darla Potter Black

mi nieta, compañera y sobre todo amiga.

 

- Cye Lockhart

Nuera, sacerdotisa de avalon, compañera y amiga.

 

Vaya si que había concurrencia...

Antara tuvo que tomar champaña para refrescar los labios, era eso o un buen pretexto para ingerir aquella embriagante pero deliciosa bebida.

 

La ojiverde estaba complacida de tener a tantos seres queridos a su alrededor, se apartó un poco entrando a la carpa, tomó un canapé de quesos, uno de sus favoritos, lo degustó y se perdió en sus pensamientos.

 

La mirada de Antara se perdió a lo lejos, como si observara un remoto horizonte, físicamente estaba ahi pero sus pensamientos se habían alejado en cuestión de micro segundos, un viaje en espiral dentro de una nube oscura le presentó algunas imágenes que ahora comprendía, tras haber estado en un mundo con dimensión paralela, veía el mundo mágico con los ojos de los dioses, más allá de las bendas de la mentira, traspasando espacio y tiempo. Fue ahí que descubrió la verdad sobre la esencia humana, sobre la suya propia y sobre... ese gran secreto.

 

Ahora muchas cosas tenían sentido

En el sonido del silencio, tu voz escucharé
Antara

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Confirmé lo que decía Darla, Cye era bienvenida. Aún así no pude desechar de mi cara aquella sensación de que algo no funcionaba bien, o al menos, que no era lo que se esperaba. ¿Por qué tenía ese cosquilleo en la boca del estómago? Y aunque ya lo había anotado en mi mente en su momento, había sido a raíz de la llegada de Lucho cuando realmente había notado la diferencia.

 

Suspiré. Y negué con la cabeza.

 

Y después observé a Antara. Llamaba a todos y nos nombraba a todos. Me turbé al sentir mi nombre el primero de su lista. Aún así, una sonrisa floreció en mi rostro, olvidando los pensamientos funestos que habían pasado por él unos instantes antes. Cuando mencionó mi título de Suma Sacerdotisa de Avalon, se lo agradecí. Hacía mucho que nadie me reconocía mi raza de sacerdotisa.

 

Fue halagador ver que varias de las nuestras estábamos también allá, a su lado, al lado de la Gran Dama. Y me pregunté que, si se cumplían mis pensamientos oscuros, quién permanecería a su lado todavía. Di un paso adelante y aplaudí. Era la gran Antara. E hiciera lo que hiciera, siempre estaría a su lado.

 

Después volví la mirada a Aradia y le sonreí.

 

-- ¿Vas a abandonar esa escoba o vas a quedarte en el pueblo?

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Me quedé mirando a mi alrededor. En realidad no tenía ni idea de donde debía ir, asi qeu hacía aquello a lo qeu estaba acostumbrado. Buscaba sentimientos afines a los que en teoría, se debían sentir en ocasiones asi. EN este caso, el regreso de alguien muy querido.

 

La abuela Antara.

 

En realidad no había pasado demasiado tiempo con ella, pero aun asi me había sentido tremendamente feliz de que regresara, pues parecía haber traido paz a todos.

 

Y no iba muy desencaminado. A lo lejos, se reunía un pequeño grupo de gente que parecía feliz, o asi los percibía yo.

 

Peor me quedé parado un poco en la distancia, nervioso. Siempre me ponía asi, como si algo me dijese que me marchase de alli

- POr que dejaría que ese elfo me convenciese? - me pregunté. Aunque claro, como patriarca, opinaban que debía estar presente, y no les faltaba razón.

 

Ahora estaba más cerca, seguro qeu era alli, pues entre toda la felicidad, había un punto para mi infranqueable, imposible de saber que sentía.

"mamá" - pensé, divisando por fin al grupo

 

- Hola, siento llegar tarde - dije, aunque con tono algo más bajo de lo habitual

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Me sentí agradecida a los presentes por su apoyo a mi madre. Era una experiencia importante, el regreso al mundo de los vivos. Había mucha gente, sí, mucha, todos los que alguna vez habían sentido a Antara como alguien importante en sus vidas. Sonreía por inercia a la gente, respirando levemente, despacio. Volvía a sentir esa opresión en el pecho, preludio de que algo iba a suceder.

 

No sé cómo pude llegar a sentirle entre tanto bullicio de la gente arremolinada alrededor de mi madre. Pero le vi allá, temeroso, dubitativo, como si se preguntara qué hacía allá. Le saludé con la mano y llamé la atención de mi madre.

 

-- Antara. Matt ha venido a presentarte sus respetos.

 

Me acerqué a él. A veces me hacía tanta gracia que Matt fuera tan tímido. Aunque era debido a su historia particular. Pero no era momento de recordar, era momento de divertirse entre amigos.

 

-- Hola, Matt. Bienvenido. Veo que has podido venir a ver a tu abuela. Venga, venga, no tengas esa pose de malestar. Que es tu abuela y amigos, alguno hasta familia...

 

Y le di la mano para darle confianza y le acerqué al grupo.

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Antara estaba abstraida en sus pensamientos cuando Sagitas la hizo volver en si, era Matt quién llegaba, la semidiosa se acercó contenida y lo abrazó con fuerza. Era el patriarca de la familia, el que había sacado la cara por la Potter Black junto a Sagitas.

 

Matt, querido, es un placer verte, que bueno que te encuentras por aquí, anda ponte cómodo, toma algo y saluda a tus parientes.

 

La enorme sonrisa de Antara al ver a Matt dejaba claro el gran gusto que la semidiosa encontraba al ver a su nieto.

 

El sol avanzaba en el cielo, comenzando a reflejar sombras, de nuevo y por un instante la mirada de antara se tornó negra, un escalofrío la recorrió.

Tomó aire

 

No era el momento de pensar en nada más, era tiempo de disfrutar a su familia y amigos reunidos.

 

Así que se unió al grupo y conversaba animadamente con los presentes.

En el sonido del silencio, tu voz escucharé
Antara

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