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† Mansion Ragnaventus † (MM B: 88988)


Hades Ragnarok
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C'Nedra Malfoy- Guardiana

 

Unos pasos a mis espaldas hicieron que me volviera levemente, para descubrir a un joven que caminaba hacia mi encuentro. Dejando la puerta detrás de mí, me obligué a que una suave sonrisa apareciera en mi rostro, alejando los fantasmas del pasado para enfocarme en la tarea que tenía por delante. Comprobar que todo estuviera en orden en aquellos terrenos era lo único que me preocupaba en estos instantes.

 

-Buenos días, Oliver- contesté a las palabras del joven inclinando levemente la cabeza a modo de saludo mientras alejaba de mi rostro los oscuros mechones de cabellos que caían sobre él.

 

Pero antes de poder agregar algo mas, una joven llegó junto a nosotros. Antes que ellos, solo había tenido una compañera, así que aun no llegaba a meterme en el papel de guía. Jamás me habría imaginado que sería responsable de otros, cuando no podía serlo de mi misma.

 

-Llegas justo a tiempo, no te preocupes- respondí encogiéndome de hombros- Ya no esperamos a nadie. Por cierto, soy C’Nedra Malfoy. Acabo de llamar a la puerta, así que tendremos que esperar a que nos reciban para informales de porqué estamos aquí.

 

Lancé una mirada un tanto irritada a la puerta, como si pudiera amenazarla para que revelara a algún miembro de la familia. Recordando que no estaba sola, volví a dirigir mi grisácea mirada hacia mis acompañantes. Llevé mis manos hacia atrás y entrelacé mis pálidos dedos mientras mis uñas se clavaban contra la carne de mis palmas, provocando pequeñas medialunas.

 

-Si no nos atienden en unos minutos, daremos una vuelta por los jardines, ¿les parece? Así comprobamos que no hay nadie dando vueltas por aquí- mis oscuros orbes se perdieron por un instante recorriendo el vasto jardín que nos rodeaba, antes de volver a clavarse en ellos- ¿Ya habían hecho esto antes? Ya saben, si tienen alguna duda, solo tienen que preguntar.

~Entre el descaro y la ironía~


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Rol auspiciado por Spritze. Personajes ficticios. Todo ataque en contra de estos personajes fuera del rol, quedará sin efecto por el mismo motivo de que se encarna un papel diferente en dicha misión. Gracias a la Familia Ragnaventus por prestar la mansión.

 

 

~Vladimir Karkarov

 

 

 

Luchaba, casi sin razón, al arrastrar a la mujer de Egmond. O ella pesaba mucho o el camino del jardín a la entrada su triplicaba en distancia, consecuencia de la chica que tenía en el hombro. Seguía frustrado y estaba consciente, que al pasar por aquella puerta iba a enfrentarse con un par de mujeres enojadas, quizá una en particular peor que la otra. No entendía qué había hecho mal, en realidad, todo según él había salido a la perfección, exceptuando la parte donde dejaba escapar a la niña. Eso era sin duda, algo que no le iban a dejar olvidar.

 

Sin saber cómo o por qué, Melinda desertó antes de tiempo a unos cuantos pasos del umbral. Confundido, recibió una buena patada en la entrepierna que hizo que los ojos se le humedecieran, antes de lanzar otro Desmaius a la rubia. Maldijo por lo bajo y tomó sus piernas de nuevo, junto con las de su hija que se había caído de su hombro durante la corta pelea. Sin delicadeza alguna, llevó a ambas hasta que por fin se adentró en la morada Karkarov. Jamás había sentido tanto alivio al retornar a su hogar, por más que supiera lo que se avecinaba.

 

Suspiró, cerrando de un audible portazo y avanzó con las dos figuras femeninas, ambas inconscientes. El camino se le hizo corto, tenía el rostro desencajado gracias al esfuerzo y su única compañía era el sonido que generaba el roce de las Wilkes contra el suelo. Cuando llegó a la escalera, tomó aire y levantó a Alanis para regresarla a su hombro. Luego, alzó a Melinda por la cintura mientras el rostro se le coloraba, para descender dando tumbos.

 

Abajo, su esposa lo esperaba con aspecto enojado y con su cigarrillo entre los labios. No sabía si sonreír ante una escena donde Lisbeth era la protagonista o empezar a llorar de una por lo sucedido. Al final decidió dejar a la matriarca secuestrada junto a Egmond, quien seguía inconsciente y a Alanis entre ambos, aunque lo suficientemente lejos para que no pudieran ayudarse entre sí. Para evitar más sorpresas, arrebató las varitas de todos y se giró para mirar a la rusa.

 

La pregunta que recibió fue seca, directa y por supuesto, efectiva. Una gota de sudor frío recorrió la nuca del búlgaro, ahora sí estaba en problemas. ¿Dónde está la niña? Conocía ese tono y sabía que lo que iba a hacer solo empeoraría las cosas, pero aún así lo hizo. La ignoró. Colocó vendajes en los ojos de los tres Wilkes y los ató de manos y pies, escuchando con preocupación como la Nikolai se acercaba a su espalda lentamente. Se giró con una tonta sonrisa y lo único que alcanzó a ver fue una palma cual flecha.

 

¡Lis...! —la mejilla le palpitaba y una mirada de advertencia por parte de la ojiazul fue suficiciente—. La perdí antes de salir, cariño.

 

Huyó como un niño pequeño, escuchando los reproches de su joven esposa a sus espaldas. Subió los escalones de dos en dos, debía beber algo o iba a morir. Dejó las tres varitas que no le pertenecían sobre una mesita, que estaba en la sala principal y se acercó al bar. Dos whiskeys más tarde, pensó que tal vez Lisbeth no estaría tan enojada. Admiró un momento la bebida color miel y luego observó su reflejo en un espejo cercano, aún tenía el rostro enrojecido. Echó un vistazo alrededor con pesar, estaba arruinado.

 

El lugar no tenía nada que envidiarle a los Wilkes desde su punto de vista, tenía el dinero suficiente para mantener a su familia y amaba a una mujer que no lo toleraba. Era patético de muchas formas posibles, aunque eso era quedarse corto, toman en cuenta que nadie parecía a gusto con su vida bajo ese techo. Seguía sin saber por qué lo había hecho, acceder a secuestrar a Egmond y a su familia, ahora que usaba el cerebro notaba la influencia de Lisbeth. Deprimido como estaba, se deshizo del saco de su traje y avanzó adolorido por el lugar. Las luces se apagaban a su paso y luego, el sonido de sus zapatos contra el suelo de madera se perdió escaleras abajo.

Editado por Leah Black Ravenclaw

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Rol auspiciado por Spritze.

*Lisbeth Karkarov

 

Los minutos pasaban y su nerviosismo era equivalente a la cantidad de pitadas que le daba al cigarrillo. Comenzó a pasearse por la habitación como un león enjaulado, acompañada únicamente por el sonido de sus tacones al golpear duramente el suelo. Cuando estaba a punto de salir en busca de su marido, sintió un ruido en el pasillo.

 

El hombre entró cargando los cuerpos de dos mujeres. La rubia se detuvo y lo miró fijamente, evaluando uno a uno sus movimientos. Dejó que atara a las prisioneras y les quitara las varitas; esperando el momento justo para hablar. En cuanto el castaño se giró para mirarla, notó aquella asquerosa inseguridad en sus ojos. La rusa se adelantó unos pasos hasta quedar a centímetros de su esposo.

 

¿Dónde está la niña?—susurró, sus ojos cristalinos desprendiendo un calor furioso y abrasador para quien la viera. Él abrió la boca para replicar, pero no quiso escuchar nada de lo que decía, ni el tono dulce y apaciguador que usaba para pronunciar su nombre. Podría haberle lanzado un maleficio, pero optó por una manera más muggle y certera; dándole un buen cachetazo en la mejilla.

 

No podía entender como estaba casada con ese hombre. Todo lo que tenía que hacer era seguir el plan que ella misma había trazado, pero no. Tenía que comportarse como un niño retrasado y arruinarlo todo. ¿Para qué tenía el acceso a la magia, si no la utilizaba? Era una mocosa de unos diez años, por el amor a Merlín. ¿Cuán difícil podía ser lanzarle un Desmaius y cargarla con el resto?

 

Comenzó a gritarle todo lo que pensaba, sabiendo que los capturados tenían un buen rato de sueño a causa de tanto hechizo y golpes. Tenía ganas de ahorcarlo con aquella corbata que apenas hacia unas horas había ayudado a anudar, pero se conformó dejando salir sus reproches lo más alto que sus pulmones lo permitirían. Por supuesto, el muy cobarde no se quedaría a escucharla.

 

Lanzó el cigarrillo al suelo y lo pisó con todas sus fuerzas, casi rompiendo el tacón de su zapato en el proceso. Más que culpar al inepto de su marido, se culpaba por haberlo dejado solo. Debía haber esperado para hacer todo el trabajo ella misma. Sin duda la falta de la cría les traería problemas, pero nada que no se pudiera solucionar. El primer paso sería encontrarla, y ya tenía en mente como hacerlo.

 

Lanzó algunos hechizos de seguridad por toda la habitación y reforzó-mágicamente-las ataduras de los prisioneros y se recargó contra la pared, cansada física y mentalmente. Con lentitud en sus movimientos logró deshacerse de su molesto calzado. Luego, con una simple vuelta de muñeca cambió su vestido por una túnica oscura y sobria que igualmente dejaba entrever sus delicadas formas.

 

Alguien venía por las escaleras, podía sentirlo con total claridad. Vladimir apareció con una copa de whisky y su atuendo festivo completamente arruinado. Evitó mirarlo. Sabía que así lo haría sentirse más culpable e ignorado, teniéndolo para siempre en la posición de inferioridad que él mismo se había dado. ¿Cuán tonto podía volverlo el amor? Jamás había sentido tanto afecto por nadie, y se consideraba afortunada por ello.

 

Encendió un nuevo cigarrillo y acompasó su respiración. El Karkarov sería el causante de sus canas prematuras, podía jurarlo. Lo miró de reojo, como si se tratara de un objeto más presente en la habitación. Era demasiado joven para soportar tantos errores. Casarse con un treintañero en un principio había parecido una buena opción. Siempre había sentido cierta debilidad por los hombres mayores, aunque madurez era lo que menos encontraba en el búlgaro.

 

Dio un suspiro haciendo que las volutas de humo ascendieran enmarcando su rostro, y miró hacia el techo. La parte más difícil pronto llegaría, su suegra no estaría muy contenta de saber que habían extraviado a la más joven del clan Wilkes. Incluso podía escuchar su voz reprendiéndolos; o quizás era la voz de su conciencia recriminándole su propia torpeza.

Editado por RoomiiMusic95

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×,.·´¨'°÷·..§ இ •.★* Rol Auspiciado por el Escuadrón SpritzeI *★.• இ §.·´¨'°÷·..×

 

׺°"˜`"°º× Arcturus Black ׺°"˜`"°º×

 

Era tan ligera como una pluma, y con su suavidad también, el vampiro cerro sobre el pequeño cuerpo su brazo izquierdo levantándola en vilo para alzar el vuelo. Solo les acompañaba el frio viento de la noche y el leve y casi imperceptible crujir de las ramas de los arboles, parecía una sombra desplazándose velozmente por el bosque, hasta llegar a la mansión donde sus instintos le decían que estaba su amigo, venía practicando la legeremancia hiba concentrando su mente y sus poderes de raza, nunca lo hacia peroahor. por segundos escucho el embrollo en el que se encontraba su ex compañero de academia.

 

Por vagas voces en lamente de Egmond supuso la localización, y sobre todo, laidentidad de sus captores: los Karkarov, imposible de creer, les sabía ambiciosos y al tipo un pelele pero traicionar deesa manera a una familia amiga, le revolvió el vientre. Apretó un poco el cuerpo de la niñita se acercaban ya, a una distancia prudente; donde dominaba el panorama, una colina cercana detrás de una arboleda, como ultimo impulso bajo de la alta copa del árbol y deposito con suma precaución a la pequeña en el césped; la arropo con cuidado.

 

-no te muevas de aquí,y sería mejor que no intervinieras, será peligroso lo que va a pasar ahora pequeña, intentare rescatar a tu familia…Y te prometo que aun me cuesta la vida propia, los traeré a ti…promete no llorar mas, me prestas mi varita, tengo que hacer un llamado y pedir ayuda…-

 

pidio amable, la manita temblorosade la pequeña entrego la vara del mago, este la tomo y agradeció con una venia a la infante que le veía aun asustada, o eso le pareció a él; sonrió, con esa blanca dentadura de perfectos dientas, el brillo de sus ojos de vampiro quedo oculto bajo las gafas oscuras. Mejor; de esa manera, la pequeña podría asustarse, en ese momento Arcturus irradiaba rabia contra los traidores y se juro a si mismo hacerles pagar con la vida. Acaricio la brillante cabellera de la pequeña para darle un poco de confianza.

 

Se irguió y dio tres pasos atrás, levantó su manga y realizo el llamado mortifago a varios de sus camaradas, únicamente los que sabia acudirían a favor de la familia, la marca tenebrosa se dibujo en el cielo y de ella; varias estelas de humo negro empezaron a brotar, dando círculos en el espacio sobre la mansión. Se arrepentirían de haberse atrevido a poner sus asquerosas manos sobre una familia de la marca tenebrosa.

 

Editado por Ethiane Slytherin B. L.

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Rol Auspiciado por Spritze

Anna Rose Selwyn

- ¡Egmond Wilkes!

 

La puerta de la mansión se abrió de golpe, dejando observar la esbelta figura de la sensual mujer. Derrochaba sensualidad en su andar, moviendo sus caderas de lado al lado y marcando un ritmo constante por el sonido de los tacones; su mirada amarillenta se encontraba llena de asombro y una fina sonrisa picara se dibujó en sus carnosos labios, observando a aquel hombre del cual había investigado.

 

La familia Wilkes derrochaba dinero tanto como Anna Rose sensualidad, ignoró a todos los presente mientras su mirada escanebada cada centímetro del cuerpo de aquel hombre. La mujer se acomodó el cabello con su diestra mientras y se lo terminó de arreglar con un movimiento con su cabeza, creando una cascada castaña tras ella con su espesa y brillante cabellera. Se acercó a Egmond y agarró sus mejillas con su mano, apretando su cara, dejando sus rostros a solo diez centímetros de distancia.

 

- Quiero tu varita - sentenció, guiñando un ojo - no, y que no se sobre entienda, deseo tu varita para entrar entrar en Gringotts y robar el dinero de tu familia, no otra clase de varitas - sonrió picara, mientras deslizaba su mano zurda por el cuerpo de Egmon y cogió la varita de su bolsillo - obedece y dime cual es el numero de tu bóveda, o mataré a tu mujer e hijas.

 

La voz de Anna Rose era suave como el canto de una musa, pero afilado como una daga. Soltó a Egmond y cruzó su mirada con la mujer del hombre, Melinda Wilkes, aquella se encontraba furica por aquel acto que había creado Anna Rose, pero ella no había visto nada. La Selwyn tenía más planes que robar el dinero de la familia Wilker, un esclavo sexual y un tres empleadas como elfos domésticos, quedaría perfecto para su vivienda. Anna se acercó hacia Melinda y la fulminó con una cachetada en la mejilla.

 

- Solo me dieron ganas - soltó con gracia, mientras alzaba su varita y se la clavaba en el cuello - Edmond, empieza a hablar y confiesa cual es la bóveda de tu familia, sino, tu mujer será la primera en morir y luego tus hijas.

En aquel instante, Anna Rose giro su rostro para observar a las hijas de la pareja, para su sorpresa, solo se encontraba Alanis. Las pupilas de la mujer se dilataron y por primera vez, observó con furia a sus cómplices. Los rostros de la pareja Karkarov detallaron la furia que corría por los amarillentos orbes de Anna. La mujer hizo un ademán con su varita, creando un látigo negro y tras un veloz movimiento, cogió a Vladimir por el cuello, ahorcando.

 

- ¡Como se les va a escapar una niñita de las manos! - tras otro movimiento de varita, el hombre cayó al piso y su derecha, observó como Lisbeth alzaba su varita para atacar - te mueves, y le rompo el cuello a tu marido - amenazó, su voz era fuerte y todos sabían que lo que decía Anna, era santa palabra - sal a buscar a la niñita y traela de cualquier manera, viva o muerta - finalizó.

Editado por Pik Malfoy Macnair

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Rol auspiciado por Spritze.

~Melinda Wilkes~

 

Volví a despertar. Cuando lo hice me encontré atada a una silla, con las muñecas hacia atras y los pies un poco metidos. Tenía una venda en los ojos, pero sin embargo, no tenía una mordaza. Podía sentir la presencia de más personas, entre ellos las de mi familia.

 

Simule seguir desmayada, sin dar señales de vida. Quizas de esa forma los secuestradores se sintieran seguros y nos dejaran solos. De todas formas había logrado ver quien era en el momento en que me desperte. Al ser Vladimir uno de ellos eso significaba que Lisbeth era una de las organizadoras. Dudaba que el se hubiera animado a hacer algo asi solo o que se le pasara por la cabeza.

 

-No porque sea cobarde.-Pensé.

 

Siempre le había tenido algo de lástima al Karkarov, se notaba que el quería mucho a su esposa, que estaba conforme con lo que tenían, sin embargo, LIsbeth se dejaba llevar por la codicia, solo usaba a su marido y era obvio que nunca estaría conforme.

 

Senti un escalofrio al pensar en las diferentes opciones de lo que podrían hacernos, hechizar de cierta forma Egmond para que se fijara en Lisbeth, al hacer esto, ella no necesitaría a Vladimir. No pude evitar un sollozo al pensar en esto, ¿que sería de las niñas?

 

Sabía que Alanis estaba con nosotro, pero ¿Homura? Llegue a imaginarla perdida, tratando de escapar. ¿Y si había pasado algo y estaba muerta?

 

-No, todo menos eso.- Suplique en voz baja, olvidando mis intenciones de no dar señarles de vida.

 

Fingi volver a estar dormida, aunque sabía que era demasiado tarde para eso. Podría haber hablado en sueños. Intente controlar mi respiración, muchas cosas podrían hacernos, ¿cuál era el objetivo de eso?

 

-Si tan solo tuviera mi varita.- Pensé.

 

O tal vez podría llamar a nuestro elfo, pero al estar sin defensa alguna y si los secuestradores no nos dejaban, podía hacer que dañaran a mi familia.

 

Una mujer entro al lugar, amenazando a mi esposo. No reconocía su voz, ¿quien era? Senti una cachetada y una varita en el cuello, imposible seguir fingiendo que no reaccionaba.

 

No me importaba el dinero, pero aún asi, sabía que nos matarian en cuanto el le diera los datos.

 

-¡No se los digas, Egmond!- Le pedi.- Sabes que de todas formas nos mataran...

 

Voltee mi cara, aunque no podía ver a la que me había golpeado.

 

-En cuanto a ti, deja que me suelte y te matare. Te arrepentiras de haberme tocado.-- Murmuré.

 

De inmediato me calle, al darme cuenta que tenía su varita en el cuello.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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Rol Auspiciado por Spritze:

.::Egmond Wilkes::.

 

Las horas pasaban lentas y peligrosas y el Wilkes, aún se mantenía inconsciente y ajeno a todo lo que en ese lugar estaba pasando. Poco a poco, su consciencia volvió y creía reconocer la situación en la que estaba: sus ojos vendados, sus manos atadas tras el en una silla sumamente incomoda y sus piernas por el mismo camino. El musculoso cuerpo del apuesto patriarca, estaba totalmente inmóvil y desesperado, pero había algo que le impedía cometer una locura: El perfume de su esposa impregnaba la habitación.

 

En ese momento, el patriarca daría hasta lo que no tenía por haber estirado su mano y tocar la de su esposa y la de sus hijas, por despertar y que todo hubiera sido un sueño. Sin más, decidió permanecer en silencio pues no sabía cual era la intención de sus secuestradores y su cabeza, maquinaba que era lo que debería hacer. Era cierto que Egmond era un hombre de familia pero algo que no habían tenido en cuenta sus captores, era que el también pertenecía a las filas tenebrosas y no era cualquier miembro, era uno de los más antiguos y representativos miembros de la marca tenebrosa.

 

No pudo evitar sonreír de medio lado. >>Que ingenuos son, se que son ustedes Karkarov... pero aún así, me sorprende que Lisbeth no haya tenido en cuenta mi influencia<< pensaba el patriarca Wilkes pero debido a su gesto, una de sus captoras se dio cuenta de que había despertado y de inmediato procedió a cuestionarlo con cosas en referencia su bóveda del banco. >>Claro, ¿cómo no lo había pensado? Era el dinero por lo que habían armado este drama ¿no habría sido más fácil pedirlo? Por unos cuantos millones de galeones los Wilkes no nos arruinaríamos<<.

 

De pronto, la cara de la mujer se aproximó más de lo que debía a la del castaño y este pudo sentir el frío aliento de la misma a pesar de no poder verla. Negó con la cabeza y suspiró por la ambición que se podía sentir en aquella mujer. El patriarca era un caballero, aquello era muy cierto más sin embargo, sus cualidades de mortífago habían comenzado a aflorar y nadie le detendría más aún cuando se trataba de su familia. Comenzó a mover sus manos sigilosamente intentando soltar las cuerdas y fue cuando sintió la voz de su mujer.

 

- Tranquila querida, no les diré nada.-

 

Respondió abiertamente como si solo estuvieran ellos dos ahí y sintiendo aún la cara de la otra mujer cerca a la suya, escupió con fuerza haciendo que la nariz y la boca de la desconocida se llenaran de su escupitajo. El enojo de la secuestradora fue tal, que sintió un sonido seco: la mujer le había dado una cachetada a Melinda.

 

- A mi mujer no la toques asquerosa... ¿quieres dinero? Me vas a tener que matar antes de que te lo de, pero te advierto que hay medios... si alguno de nuestra familia muere, jamás podrán tocar ni una sola moneda ¿que pensaban? ¿que soy tan est****o como ustedes? Tóquennos un solo pelo y se olvidan de lo que quieren.-

 

La boca del Wilkes se ensanchó mucho más, prolongando una sonrisa que sus captores seguramente podrían apreciar y no le importaba, el estaba seguro que la conexión que tenía con Arcturus era tal, que pronto irían por ellos y esa pesadilla se acabaría en menos de lo que pensaban. >>Vamos Arcturus, ven por nosotros, estoy seguro que nos tienen los Karkarov no se en donde pero huele a moho y humedad... confío en ti<<. Sus pensamientos lo llevarían a la salida sublime de aquél laberinto.

Editado por Mathias Lear

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Rol Auspiciado por Spritze

Anna Rose Selwyn

Sintió el escupitajo de Egmond contra su bello y espléndido rostro, toda la familia Wilkes pagaría por aquel acto contra su persona; Anna Rose, fuera de sus cabales, alzó el látigo que poseía y azotó al patriarca de la familia Wilkes en toda la mejilla, creando una grueso camino rojo desde sus labios hasta su oreja derecha por el impacto del látigo. Su mirada amarillenta se encontraba como la de un felino, observando a sus presas con precaución y odio, mirando a Melinda y Edmond como si se tratara de carne fresca. Era una dama y tenía modales, respiró para calmarse y no insultar como se lo merecían, no dejaría que aquello sacar su mala educación.

 

- Pensé que eres un caballero, Egmond, ¿eso es lo que haces para llenar de placeres a Melinda? una verdadera puerca, querida - exclamó derrochando sensualidad, alzó el látigo y azotó a Melinda, creando una herida en su hombro derecho - ¿tú, Melinda Wikes, piensas matarme a mi? ¡Já! ilusa, Evanesco - balbuceó Anna Rose, tras el hechizo, ambos podrían ver a la espléndida mujer - más que el dolor propio, el dolor ajeno de un familiar cercano duele mucho más - dijo con malicia, dibujando una sonrisa en su rostro y alzando su arma nuevamente - ¡Sectusempra!

De la varita de la Selwyn, surgió un rayo escarlata que cruzó rápidamente la distancia que separaba a Anna Rose de la mujer, mejor dicho, de la niña de la familia Wilkes, Alanis Wilkes. Anna sonrió con gracia al observar los rostros de ambos padres, la frustración de no poder hacer nada llenaba de alegría a la mujer, era una sensación mejor que la múltiples orgasmos. Anna Rose se empezó a reír desquiciadamente, disfrutando del acto que tenía frente a ella y como la sangre de Alanis empezaba a teñir de rojo el piso.

 

- ¿Quien es el siguiente? - preguntó, observando a Egmond y Melinda. Hizo un andeman con su varita y creó en la mano donde poseía el látigo un copa de champagne, alzó la copa y humedeció sus labios de la fresca bebida, disfrutando del momento.

Editado por Pik Malfoy Macnair

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Rol auspiciado por Spritze.

 

♂Dietrich Krum♂

 

Escuchó a la mortifaga entornando los ojos mientras andaba con las manos en los bolsillos del pantalón. Siempre tan impulsiva para todo, siempre tan a fuera de la ley y con una cabeza loca que no la importaba los resultados de sus actos. Él tan solo se dedicó a andar en dirección del pueblo donde habitaban la mayoría de las familias mágicas aunque sabía que del lugar estaban demasiado lejos, tan lejos que ni siquiera sabía que hacían andando.

 

Fue entonces cuando la ultima frase descolocó al joven Krum. Se paró en seco para volverse poco a poco hasta quedarse mirando a Vidia algo descentrado. Sus fríos y atractivos ojos grises se detuvieron en lso ojos azules de su vieja amiga mientras la miraba en silencio antes de contestar a aquella pregunta que le había dirigido al ruso, el cual hablaba un perfecto Ingles.

-claro que puedes confiar en ellos, somos todos una gran familia y tu eres mi amiga, no dejare que te pase nada-comentó algo molesto por aquella pregunta de si podía confiar en ellos y más en él, pues él siempre había confiado en la bruja.

 

-Además necesitamos mortifagas como tu-agregó rompiendo el contacto visual mientras se giraba abruptamente para seguir andando.

 

Su rostro se había vuelto más serio que antes y mucho mas frío pues no le gustaba aquella desconfianza por parte de Vidia. Fue entonces cuando llevó su mano al brazo en la parte del hombro donde tenía tatuada la marca tenebrosa al sentir aquel escozor y dolor que tuvo que apretar los dientes. Sentía el llamado de la marca pero el que hizo aquel llamado le despistó, era el hermano de Vidia y normalmente no llamaba a nadie, era más, Diestrich era el que solía llamar a Arcturus.Se volvió a parar para después volverse con una sonrisa sadica en sus labios mientras se reía de forma malevola mirando a Vidia.

 

-¿Lo has sentido verdad?, sabes quien ha hecho el llamado y si no sigueme, hoy toca entrar en acción-dijo sacando sus manos de sus bolsillos.

 

Una nube de humo negro empezó a cubrir el cuerpo masculino del mago para finalmente quedar de él unos ojos verdes grisaceos, que cambiaban a placer de color por la luz de las farolas, que miraban a la Black para por fin desaparecer de las calles de Londres.Simultaneamente al desaparecer y despegar de allí aquella nube se trasladó a la marca tenebrosa, saliendo de ella.Su estela dió un par de vueltas por aquella marca tenebrosa para luego caer en picado donde estaba el mortifago del llamado y la niña.

 

Sus pies aterrizaron con fuerza mientras el cuerpo del moreno se materealizaba enfrente del Black y la Wilkes. Ahora llevaba unos pantalones negros ajustados, con una hebilla con forma de calavera y una camiseta de manga corta ajustada que marcaba todos sus musculos los cuales parecían que se iban a salir de aquella camiseta. Sus pies estaban cubiertos por unas botas negras muy varoniles y en su rostro se cubría con una mascara negra con detalles blancos. En su mano portaba con fuerza una varita de color blanca con algun detalle negro.

 

Sus ojos verdes se posaron en Arcturus para luego su vista pasarse en la pequeña Wilkes. Si no estaba equivocado era la hermana de Alanis, sus pasos se acercaron a la pequeña mientras ignoraba si ya se había aparecido su compañera Vidia. se agachó para mirar a la niña que parecía asustada pero antes debía de preguntarle algo.

 

-¿Alanis?-preguntó de forma dulce por la hermana mayor de Homura-¿que ha pasado?-la pregunto tomandola de la barbilla de manera cariñosa para que le miraba a sus ojos verdes-grisaceos.

 

 

 

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Editado por Eliah Ryddleturn

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Rol Auspiciado por Spritze

Homura Wilkes——

 

En los brazos fuertes y fríos de aquel hombre extraño, pero supuesto amigo de mi familia, llegué a una de las mansiones que solía visitar con regularidad. El recuerdo de aquellas tazas de té y pastelitos dulces me dio una sensación de asco, no cabía en mi mente la traición que se acababan de mandar. Atacar a sus amigos... ¿eran sus amigos? Quizá sólo lo habían actuado para poder quitar información.

 

Me rasqué la cabeza algo pensativa, mis padres deberían estar dentro de aquel lugar y yo como si nada esperando afuera. Pronto la figura de unos cuantos mortífagos aparecieron a mi alrededor, todos portaban máscaras por lo que me pareció algo extraño que uno de ellos supiese el nombre de mi hermana. ¿Tenía muchos conocidos de la marca? El hombre me tomó de la barbilla preguntándome de forma tierna qué me ocurría.

 

Tenemos que sacar a Alanis de esa mansión —murmuré yo en el oído de aquel hombre.

 

La confianza que tenía se iba afianzando cada vez que hablaba con ellos. Sus palabras sonaban francas y los gestos de Arcturus, considerando que no podía ver los de los demás mortífagos por sus máscaras, me transmitían una seguridad inigualable. ¡Hasta me había entregado su varita! La cual, sin pensar dos veces, guardé en un bolsillo suyo sin que se de cuenta. Por más de que necesitara un arma todavía no sabía usarla.

 

Vamos adentro —susurré al chico que conocía a mi hermana, quien a su vez invitó a una mujer de cabellos negros.

 

Estiré de la mano del hombre, del cual todavía no sabía cómo llamarlo y lo llevé cuidadosamente hasta la puerta. Al principio pensé que ésta estaría cerrada, pero al contrario, ni bien la empujé ya me dio la vista de toda la sala. Caminé intentando no hacer ruido, cosa imposible ya que ni siquiera tenía puestos los zapatos. Sin embargo dejé mucho rastro a causa del barro que había pisado en el bosque.

 

Mirando a mis alrededores no atendí el frente y estuve apunto de chocar por la mesita ubicada frente al sofá principal. Para mi sorpresa allí descansaban tres varitas imposibles de no reconocer. Antes de tomarlas detuve mi mano, pensando en las probabilidades de que aquello fuera una trampa, pero nada. Cuando me decidí, las agarré sin problemas mayores.

 

Recorrí los alrededores esperando escuchar alguna voz de parte de los Karkarov tanto de los Wilkes, mi familia. Minutos después la mujer de cabellos negros y enrulados se acercó a mí señalando con el dedo una puerta semicerrada, indicándome que allí se encontraba mi familia. Llevó el dedo índice sobre sus labios pidiendo que guardara silencio, seguidamente nos llevó hasta allí.

 

 

Rachel Lestrange——

 

La figura de la Lestrange apareció en los campos de una vieja familia mortífaga, la de los Karkarov, en manos de un compañero. Minutos antes había sentido el llamado a través del tatuaje y, como amaba su naturaleza, acudió sin analizarlo. Admiró la mansión con disimulo, tras la máscara metálica ennegrecida. Chasqueó la lengua y dirigió sus orbes verdes a la figura del centro, quien había hecho el llamado.

 

¿Qué ocurre? No podemos asaltarnos entre nosotros, ¿qué haremos? —preguntó burlona.

 

Pronto todas sus dudas fueron resueltas al ver a la pequeña Wilkes hablando con Dietrich, otro mortífago. Luego de la invitación miró a Vidia intentando leer sus pensamientos a través de su mirada apenas visible a causa de la oscuridad. Trató de morder sus uñas haciéndolas chocar contra la máscara, recordando de ese modo que la llevaba puesta.

 

Puedes acompañarnos —invitó ocultando su amabilidad y siguiendo sigilosamente a los otros dos.

 

Tuvo oportunidad de darse varios zapes a sí misma gracias a las idioteces que presenciaba. La puerta de unos secuestradores totalmente abierta, las varitas de los secuestrados acomodados en la mesita de la sala. Todo aquello parecía una broma. Una vez más dedujo que aquello tenía sólo una razón para existir, la cual era totalmente proporcional a la propia vida de Vladimir Karkarov.

 

Dejando atrás esos pensamientos, contempló a la pequeña Homura buscando a su familia en cada rincón de la casa. Y, como la Lestrange ya tenía más experiencia en eso, reparó directamente al sótano, donde escuchó murmullos avisando que estaba en lo correcto. Seguidamente llamó a la niña, pidiendo que guardase silencio. La apartó del lugar e invirtió magia oscura para eliminar las defensas que procedían de dicha habitación subterránea.

 

Hecho aquello alzó en alto la varita, bajó por las escaleras y apuntó a la mujer más cercana, Anne Rose.

 

Desmaius —un rayo salió de su varita empujándola hacia atrás, lo único que esperaba era que no recupere la consciencia rápidamente— Episkey —curó a una adolescente atada de manos a una silla, al igual que sus padres— Vamos, chicos, sus turnos —advirtió a los demás mortifagos que se habían acercado.

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