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Flourish & Blotts (MM B: 98551)


Keaton Ravenclaw
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― Sería un digno panorama, Ártico― mencionó la Black Lestrange, ante las palabras del fantasma― Podría decirse que la lluvia es el verdadero amor de mi vida… ¿cómo vas tú con el tuyo?― indagó con sorna.

 

Todavía podía recordar el día en que Kurt había hecho explotar aquella bomba, asesinándola, el día en que se había introducido en el cuerpo de Finnick y, después, en qué Ártico la había acosado sin cesar para que accediera a tener una clase de relación pasional con él. Las arcadas invadieron su ser ante el recuerdo, no era algo que deseara mantener en su mente, pero le tenía cierto pánico a los Obliviate.

 

Fue entonces que se percató de la presencia de Nats, una de sus empleadas en Doyle´s, le dedicó un breve asentimiento en forma de saludo, mientras veía como esta le realizaba una serie de preguntas al fantasma… ¿Sería cosa de Keaton todo aquello? Seguramente él habría contratado los servicios de la joven Rambaldi.

 

― No pensé verte por acá, Nats― mencionó con una tenue sonrisa―. Espero que Ártico no te esté causando problemas, si lo hace, yo misma me encargaré de que no te los cause.

 

Se giró a ver a su compañero de sociedad, pues, el fantasma había mencionado su llegada.

 

― Supongo que tenemos que hablar, hermano― sentenció la Ryddleturn.

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Diego apareció en el Diagon justo al lado del negocio que estaba buscano. Sonrió levemente ante este hecho, pues se dio cuenta de que su subconsciente que en vida de Kurt jamas lo habia hecho, y ahora que lo tenia su hijo no sabia por que demonios lo hacia, comenzó a caminar lentamente, mirando las puertas de cada negocio.


Alzó sus ojos hasta el letrero y leyó que se trataba de Flourish & Blotts, una librería. El chico se sintió atraído por el lugar casi de inmediato, como si el espíritu de su relación lo pudiera alegrar en aquel lugar, alzó la mano derecha en un rápido movimiento y accionó el picaporte, empujando a su vez la puerta.


Entró en la amplia estancia con una sonrisa en los labios, y se paró en la primera montaña de libros que encontró. A la izquierda había una escalera que daba acceso al piso superior. Quizá podría aprovechar la ocasión para comprar un libro, se acero a ver si alguien lo atendia

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  • 1 mes más tarde...

Anaximandro. Elfo de la Librería.

Francamente el elfo no entendía como era que los dos dueños de aquel negocio se podían desaparecer yan de la nada por tanto tiempo. Era una total falta de respeto tanto para los clientes que siempre que iban en busca de libros, no tenían el trato con ellos, al paso que iban, los elfos domésticos y Ártico, el fantasma, podrían ir ante el Escuadrón para la Aplicación de la Ley Mágica, y reclamar los drechos del negocio para que los hicieran dueños a ellos. Era detestable el tener que esperarlos y seguir sin orden. Los galeones se comenzaban a juntar en las cajas y debían ser transferidos s Gringotts, alguien debía realizar el pedido de nuevos ejemplares a la editoriales, pero nada.

―El día que vuelva a ver a ese par, me valdrá un reverendo pepino que ambos sean mis amos, los mataré con mis propias manos ―Dijo Anaximandro al aire y Ártico, el fantasma, sencillamente bufó desesperanzado.

Ojalá llegara alguien, aunque fuera la testurada, malvada, dramática e ingenua de Juliene, al menos ella podría ponerle un poco de sabor al ambiente de allí, Ártico siempre había sentido debilidad por ella, y al menos así Anaximandro y los demás elfos se entretendrían un poco.

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La mujer por la que habían estado llorando (?) hizo acto de aparición en el local. Un aire frio se coló por la puerta entreabierta y la etérea figura de la señora Ryddleturn se hizo cada vez más clara, quien le dedicó una sonrisa ladeada al elfo y al fantasma. Perfecto. Todo se encontraba en las mismas condiciones que lo había dejado.

 

Cerró la puerta tras de si y se acercó a la primera estantería de la librería, pasando su dedo por algunos tomos y verificando que, pese al abandono, los elfos realizaban su trabajo a la perfección, tomó un volumen, pasando de largo a los ceñudos personajes. Era momento de velar por sus intereses, pero no por eso debía negarse a disfrutar de una buena lectura.

 

- ¿Me explican que hacen aquí todavía? ¿No tienen trabajo que hacer?- les preguntó, en especial, al gruñón elfo doméstico- ¿Cómo cambian las cosas, no? Ahora debes seguir mis órdenes- la.sonrisa que se extendió por su rostro fue digna de perpetuar en la mente de cualquier criatura.

 

Abrió el volumen y comenzó su lectura. Una novela romántica, de nuevo, eso de que una mortifaga se dejara envolver por semejante tipos de relatos era algo perturbador, pero esa era la verdad de la castaña, claro, no es como si permitiría que cualquiera la viera en esa faceta.

 

- Ve y traeme un café, elfo- ordenó.

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Anaximandro. Elfo de la Librería

Y sin más, como respuesta a las palabras de Anaximandro, la condenada esa de la Black Lestrange se apareció en el negocio con esos aires de grandeza que solo ella podía tener. Esos aires que le daban poder, que la hacían pavonearse tal cual un ave del paraíso. Pero claro, qué más se podía esperar de una Malfoy, una mortífaga después de todo... Nada, solo eso y nada más, por eso, cuando la mujer se acercó hasta donde el Elfo Doméstico y le habló con ese dejo de suficiencia en su vo, cuando los Dobby le salió a Anaximandro, esa parte de elfo rebelde que a últimas fechas, era algo muy común en los elfos que trabajaban para un Ravenclaw.

―Primero que nada, por muy ama mía que sea, le va bajando dos rayitas a su tonito de voz o me veré en la imperiosa necesidad de darle un par de semanas huelguísticas de parte de todos los elfos y hasta del señor Ártico ―Comenzó el elfo con voz chillona ―Segunda, por muy malota que se crea, aquí solo con que el amo Keaton venga a darle su merecido basta para que agache las orejas tal cual perro ―Continuó la criatura ―Así que si quiere algo, más le vale pedirlo con educación, condenada bruja amargada ―Finalizó Anaximandro enseñándole la lengua a la Black Lestrange.

Ártico, mientras tanto, se comenzaba a poner una cacerola a modo de casco, allí correría sangre de elfo, pues el ente nacarado estaba más que seguro de que la Malfoy no se iba a quedar así como así con los brazos cruzados antes las palabras de aquel elfo. Ardería Troya, y el fantasma solo le rogaba a Merlín que Anthony llegara pronto para menguar un poco la densa atmósfera que se creó en esos momentos.

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  • 4 semanas más tarde...
― ¿Ya me puedo reír?― inquirió, divertida.


En verdad se había contenido de no reírse frente al elfo doméstico, gracioso, las cosas habían cambiado y ahora que ella tenía el poder aquel pequeñajo no le daba la gana de doblegarse ante sus órdenes, suspiró, tendría que cuestionar a Tauro sobre qué daños imperceptibles y que no fueran contra la ley podía realizarle a los susodichos. Aunque si mal no recordaba Spectum solía asesinar a los suyos de vez en cuando, sus ojos brillaron al conseguir tal resolución.


Pero… no.


No iba a matar a uno de los elfos malhumorados que solía emplear su querido hermano, ni modos, le tocaba aguantarse aquel karma durante una buena temporada, quizás podría llegar el momento en que ambos se toleraran, podrían ser un sirviente y ama normales.


― Esta bien, como quieras― mencionó al poco tiempo― ¡Dracomiens! ― en cuestión de segundos su elfo personal estaba allí, reverenciándola, esperando por una orden segura― Parece que en el local tenemos elfos ineptos, ¿me traes café?― sabía que estaba tentando el carácter de Anaximandro, pero era lo que más deseaba.


― Como ordene, señorita Maylis― dijo el elfo desapareciendo a su labor.


No fue sino cuestión de segundos, sonrió, Dracomiens había llegado con su café dejándoselo a un lado, mientras pedía retirarse y ella se lo concedía. Ahora era el momento de mirar la reacción de su querido elfo irreverente, sería divertido, lo tenía bastante presente.


― ¿Qué haces allí, Anaximandro?― le preguntó como si nada― Ya no requiero de tus servicios, gracias.


Y entonces se dedicó a disfrutar de su taza de café.

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La tarde se tornaba algo extraña, tenía ganas de leer algo y de tomar un café, cosa rara en mí los últimos meses, pues había descuidado enormemente mis estudios. Estaba bien que ya tiviera bastante con que vivir (la herencias de mi padre, los negocios y a parte mi trabajo en la Mall) pero no podía dejar a mi cerebro morir de inanición literaria, por lo que sin más me dirigí a Flourish & Blotts, donde de seguro podría encontrar algo bueno que leer. Además vería de nueva cuenta a mis elfos domésticos.

 

Al llegar, y tan solo al entrar, pude ver que allí se encontraba Maýz con su detestable caracter. Bufé, no podría relajarme como yo quería y todo por su culpa. En fin, tenía que aguantar y fingir vehemencia solo para al menos una vez llevar la fiesta en paz con mi hermana. Me quité la capa de viaje que llevaba encima y la colgué en un percherón cercano, me arremangué las mangas de mi camisa azul celeste y me quité los zapatos. era mi negocio y podía perfectamente andar como se me diera la gana en él.

 

—Buenas, Maylis, ¿cómo andamos? Tenía rato de no venir, ¿las cosas van bien? ¿o tu también recién llegas? —Inquirí y saludé a la par a aquella mujer y me dirigí a servirme un café sin siquiera posar mi mirada en ella.

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Lo cierto es que la tarde se le había pasado en nada, suspiró, sólo leyendo libros para entretenerse un poco en aquel aburrido lugar, bueno, tenía que corregirse, las librerías eran lugares fantásticos, pero se había acostumbrado tanto al agitado mundo de afuera que ya algo como esa paz que le brindaba su local se le hacía abrumadora, sin contar, los recuerdos que se alojaban en las paredes de las mismas.


Cuando pensó que dejaría los libros a un lado y se marcharía, una figura conocida apareció, no le sorprendía ver a su hermano, lo que le hacía enarcar su ceja era verle allí en plan socio responsable, cuando bien sabía que era peor que su padre, ni modos, tendría que aguantar su presencia… ¿es que nunca llegaría a llevarse bien con sus familiares? Porque si a Kurt no lo soportaba mucho, a Byron lo toleraba menos.


Y aun así…


― No tan bien como tú, debo admitir― vale que esas palabras habían sonado un tanto extrañas viniendo de ella―, tengo tiempo aquí, la verdad todo anda en calma, como siempre… ¿qué tal van tus cosas…con mi marido?―siseó, dejando el libro a un lado.


Bueno si la conversación había iniciado extraña, todo volvía a adquirir su neutralismo, era momento de poner en claro ciertos asuntos con su hermanito, después de todo, sino lo había intentado asesinar en el castillo era porque estaba verdaderamente ocupada.


― A ver, cariño, ilumíname un poco… ¿qué demonios pretendías al meterte con CIllian?― inquirió, encarándolo.

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  • 4 semanas más tarde...

Me sorprendieron mucho las palabaras de Maýz. Sonreí, pues pese a todo. la verdad era que no me arrepentía de nada, sobre todo cuando no se había llegado a concretar nada con el Ryddleturn. Me quedé pensando en la pregunta de la Black Lestrange ¿qué era exactamente lo que pretendía con Cillian? La verdad era que nada, solo quería pasar el rato, y más cuando sabía que los sentimientos de aquel joven pertenecían a un tal Carlos que, según sabía, se veían muy a menudo con Cillian en Rendez Vous, uno de los negocios que compartíamos Maýz y yo.

 

―¡Bah! Con tu marido no tengo absolutamente nada, es solo un juego, así que relájate. Además, no haremos nada que él no quiera ―Dije jugando con mi varita de palisandro ―De verdad yo no sé qué hace casada con alguien que está enamorado de otra persona, y no es cualquier persona, sino de un hombre ―Añadí haciendo aparecer anillos de humo desde la punta de la varita.

 

Ahora era el momento en el que se debía disparar una discusión, la cordialidad entre ambos ya había durado bastante y eso era muy extraño. ¿Quien alzaría primero la voz? ¿Ella o yo? Para como iban las cosas, seguramente sería ella, pero uno jamás sabía, en una de esas, terminaba siendo yo el que me alterara primero, en cuyo caso, Ártico entraría a mi defensa, ese fantasma me tenía tanto aprecio y una obsesión hacia Maýz, que de seguro no dudaba en echarle mano, y más cuando hacía poco le había enseñado a poder controlar cosas físicas. ¿Serían acaso las caderas de la Black Lestrange lo primero que el fantasma tocaría? Sería algo divertido de ver.

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  • 3 semanas más tarde...

~Leah Atkins

 

Concilio de Mercaderes - Empleada del MM

Rol de entrega

 

 

 

 

Sin apurarse demasiado, la Atkins acortó su distancia con el negocio que se había convertido en su destino aquella mañana. Llevaba un pequeño carrito y transitaba con la barbilla en alto por las calles del callejón, ignorando a cualquier ser vivo que la estuviera mirando o, en todo caso, lanzando miradas de curiosidad a su carga. En el carrito, similar a los que se usaban en la estación de King's Cross pero más grande, llevaba varias jaulas cubiertas por una lona oscura y liviana, que ocultaba a las criaturas que debía entregar.

 

Flourish y Blotts —leyó arrastrando las palabras al llegar a la puerta del local.

 

¿Qué haría una librería con una lechuza?

 

Era una pregunta que solo estuvo en su mente momentáneamente, porque le daba muy igual. El nuevo sistema de entrega que tenía el Magic Mall era fabuloso cuando se quería dar una vuelta y eso era precisamente lo que quería hacer. En ocasiones posteriores, tal vez haría uso de una de las grandes lechuzas que habitaban en la trastienda. Pero ese día estaba de humor para hacer ella el trabajo pesado. Dejando fuera el carrito sin darle mucha vuelta, entró a la tienda en compañía de la jaula correspondiente y la dejó en el mostrador con una nota del Magic Mall y el recibo de venta.

 

No habló con nadie, no miró a nadie. Salió del lugar y siguió su camino por el callejón Diagón.

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