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Flourish & Blotts (MM B: 98551)


Keaton Ravenclaw
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Un día nuevo, nuevas cosas que hacer y estaba yo decidido a que aquel mes los negocios, los cuatro que tenía, iban a dar todo de sí porque no tenía empleo y debía sacar galeones de algún lado para pagar la manutención del Castillo Ravenclaw, pagar la deudas y a parte, seguir pagándome la vida de lujos que llevaba hasta aquel momento. Así que nada, empezaría por los negocios que tenía más abandonados, y que eran, desde luego, Flourish & Blotts y Honeydukes Era algo que se volvía rutina, los atendíamos May y yo por algún tiempo, y después los abandonábamos como si tal cosa.

 

Me aparecí de lleno en el recibidor de la librería, empezaría por allí pues estaba más que seguro que los elfos estarían muy desanimados, pues al contrario de Honeydukes, donde podían darse la vida loca con los dulces, los elfos de allí no creía se divirtieran mucho con los libros; no se los podían comer y no sabían leer (al menos no que yo supiera) como para disfrutar y pasarse horas y horas cultivando su intelecto. Además, con Ártico haciéndoles la vida imposible, creía muy conveniente irles a dar un poco de cariño aunado al hecho de ver las finanzas, pronto caeríamos en banca rota si seguíamos así.

 

—Anaximandro, Platón, Perseo, Atenea —Llamé de inmediato y cuatro ruidos parecido a los de una estampida se dejaron escuchar delante de mi, mostrando a tres elfos y una elfina domésticos —Pues nada, mis queridos elfos, que ha llegado el momento de ponernos al corriente en la tienda, debemos sacarla adelante —Dije muy convencido.

 

Las cuatro criaturas se me quedaron viendo con una cara cansina, y los etendía a la perfección, pues cada tanto llegábamos May o yo a decir esas palabras y nada más nunca lo cumplíamos, era en cierto modo como un tabú, pero al menos aquel mes de noviembre, yo quería romper con ello, haciendo que ese mes cumpliéramos la meta de conseguir, de mínimo cinco mil galeones. Ya si llegaban más, muchísimo mejor, pero de cajón serían cinco mil hacía tuviera que llevar a rastras a May. Carraspeé un poco para aclararme la garganta y continué con mis palabras.

 

—Anaximandro, por favor, tu te encargarás de hacer un balance económico de como vamos en el negocio, con la ausencia de Eleanora y Malena, no nos damos abasto, deberé llamarlas de nuevo —Dije en pos del elfo más viejo —Platón y Perseo, ustedes dos se van a la bodega y me hacen un inventario de lo que hay allí —Miré esta vez a los dos elfos que eran mellizos —Y por último, Atenea, tu te encargarás de asear y realizar el inventario de los ejemplares que tenemos en exhibición —Miré en sa ocasión a la elfina y de inmediato los cuatro desaparecieron sin decir nada.

 

De allí, me dirigí a una mesa de la planta alta para poder escribirle una carta a May, en la cual, le rogaba encarecidamente, fuera hasta allí para darle un poco de vida al lugar. Tal vez si los transeúntes del Diagon veían movimiento dentro se animaran a entrar y comprar algo, pero yo solo, con los elfos, y el fantasma, no lograría mucho. Eché a volar a Lunita, mi lechuza, por la ventana y me serví una taza de café en lo que esperaba una respuesta de la Black Lestrange.

 

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Y con una tormenta a rastras, la Ravenclaw llegó. El clima en Londres empeoraba con el pasar de los días, casi al mismo tiempo que la acumulación de sus responsabilidades, resultaba que mientras más se disponía a cumplirlas estas volvían a aparecer con una velocidad innata y, para colmo, con acompañantes. Bueno, así era su vida, tenía que aceptarlo.


La carta enviada por su padre seguía sostenida por sus manos, casi obligándola a mantenerse en la realidad, no sabía si reír o llorar, pues aquel hombre le encantaba jugar con ella y de una forma bastante macabra, si se atrevían a preguntarle. Un día resultaba muerto, al siguiente no, pasando por un hermano fugaz que ya había desaparecido y ahora regresaba con ese nombre que le hacía añorar tiempos atrás.


― ¿Qué se te ofrece, Keaton?― dictaminó al hallar la etérea figura del Ravenclaw― ¿Me mandaras a hacerte otro funeral falso? Creo que puedes perfectamente con el asunto tu solo, después de todo, estabas muerto ¿no?


Fue capaz de percibir una fantasmal presencia, por demás conocida, sólo fue cosa de mirar con esa ira contenida en sus orbes al osado Ártico para que este decidiera regresar en alguna otra ocasión a incordiarle.


― Si te vas a morir, déjame toda la herencia, es todo lo que quiero de ti― exigió tomando asiento.

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Al entrar la Black Lestrange al recinto de Flourish & Blotts, sin dudarlo ni un minuto, ella empezó a atacarme a preguntas y reclamos de mi actuar de los meses pasados. Estaba consciente que ella era justamente a la que más explicaciones le debía después de a Galedra, pero como la segunda había desparecido inmersa en uno más de sus berrinches, entonces la que quedaba a cargo de prácticamente todo era May. No supe qué contestar de momento, pero después recordé que justamente era esa la relación que teníamos entre ella y yo, esa relación de amor apache que francamente terminaba por divertirnos a ambos.

 

—Pues mira, que si quieres puedo morirme de a de veras esta vez, la verdad no tengo inconvenientes, total, mi vida en este momento no pinta de lo mejor —Señalé y saqué mi varita como en son de amenaza —Además, según mis fuentes ya perteneces a La Marca Tenebrosa, bien puedes lanzarme un Avada Kedabra, que vamos, sé que te mueres por hacerlo —Dije y aventé mi varita mágica de cerezo lo más lejos que pude.

 

Los elfos y Ártico se quedaron de lo más tranquilos, estaban ya acostumbrados a ese tipo de reacciones entre el vampiro y la vampiresa, así que bueno, ellos siguieron en lo suyo, aunque atentos de todos modos por si se acaecía lo que meses atrás, cuando la librería había explotado por parte de alguno de los dos (ya no recordaban quién había sido el causante), pero no le tomaron mayor relevancia. Miré con sarna a May, y más de juego que de otra cosa, pero de mi parte ella sabía que no recibiría una disculpa, no era mi modus operandi.

 

—Si hice lo que hice, tuve mis motivos, y sobre la herencia, no te preocupes, te toca la mayor parte por ser la primogénita, pero vamos, que no me vengas a armar esta clase de dramas cuando me conoces tan bien —Añadí y me pegué lo más cerca que pude de ella, casi como para darle un beso, pero era más una provocación. Extrañaba esas discusiones con la Ravenclaw.

 

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Editado por Keaton Ravenclaw

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  • 3 semanas más tarde...
― Sí, claro.


Sólo bastó un movimiento de varita para hacerse con la de su padre, suspiró, no entendía porque tenía que llevarse de tal manera con él, pero resultaba inevitable. Existían muchos recuerdos tormentosos, errores por parte de ambos, situaciones que llegados a ese punto de su vida ya no tenía retorno, así que debía acostumbrarse. Bueno, no es que le costara mucho, no podía recordar una sola persona que llevara una relación memorable con ella.


Y las que llegó a tener, se había encargado de dañarlas.


Keaton poseía la razón, ganas de acabar con su vida no le faltaban, sólo sería cosa de alzar su varita y pronunciar esa maldición que tanto adoraba, después del Cruciatus. Pero, a la vez, sabía que nunca llegaría a hacerlo, no en ese contexto al menos; en cierta forma debía agradecerle un montón de cosas a aquel hombre, su abandono primordialmente, si fuese un tanto menos egoísta sería toda una proeza para ella luchar contra el desastre que era su vida.


― Siempre me decepcionas, me temo― siseó, manteniéndole la mirada, importando poco la extrema cercanía entre ambos― ¿Y crees que tu vida es un asco? Prueba tener un marido que no para de ser infiel, súmale unos amigos que todo el tiempo desean matarte y, claro, un padre que tiende a hacerse el muerto para saciar sus macabros deseos.


Intentó contenerse, fue imposible, así que su mano terminó estampada en la mejilla del Ravenclaw.


― Zeth sólo me abandonó, pero tú…. ¿Tienes idea de cuánto te detesto? ― acotó, mientras sus iris mostraban todo el enojo que pugnaba por salir y destruir todo a su paso― Te detesto, Keaton, te detesto y también el hecho de compartir tu sangre. No debí volver, ni sé por qué lo hice. ― sus maños se cerraron en puños― Siempre me harás lo mismo.


Se alejó, bufando.


― Lo peor de todo…―volvió a enfrentarlo con su mirada esmeralda―, es que siempre voy a necesitarte. Y te odio por eso.

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  • 4 semanas más tarde...

Pronto vi a mi varita volar por los aires y posarse en la May. Era divertida aquella situación, por mucho que yo quisiese a aquella endemoniada mujer, siempre había algo por lo qué discutir, algo por lo que llevarnos las manos al cuello y ahorcarnos de tal manera que causáramos el mayor daño posible, pero sin llegar a matarnos. Era divertido, pero a la vez, era tremendamente abrumador, pues en mis casi mil trescientos años de vida, nunca había conocido una relación padre-hija como aquella. May comenzó a explayarse y a lo sumo unos segundos, una bofetada chocó contra mi pómulo izquierdo.

 

―Vaya, me parece que tu odio es más bien un amor apache, querida, pero vamos, que no te haré ver tu error ―Comencé aun divertido, aquello acabaría como me gustaba, o más bien, como a May y a mi nos gustaba que terminase ―Y eso de que lleves mi sangre, a veces lo pongo en tela de juicio, no sé con cuantos hombres más estuvo tu madre, aunque debo admitir que el temperamento lo tienes igual que el mío ―Dije para herirla ―Pero bueno, si tanto te arrepientes de haber vuelto, pues querida, las puertas están abiertas, y no me necesitas, solo crees necesitarme, eres una mujer fuerte, Ravenclaw a final de cuentas, bien puedes valerte por ti misma ―Añadí y le arrebaté de las manos mi varita mágica.

 

Y ya más por coraje que por otra cosa, agité mi varita y todos los cristales de la librería reventaron en un as de luz dorada.que fue provocada por mis emociones y no por que así lo quisiera. Suficiente tenía ya con la negada de la Triada a dejarme volver a la La Marca Tenebrosa como más a parte siportar a una hija ingrata que solo veía mis errores en vez de mi aciertos.

 

@ xDDDD Perdona la tardanza e_é a penas revivo en el foro. Atiende cuando puedas, total, yo respondí casi un mes después JAJA

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― No te atrevas, Keaton, no te atrevas a mencionar a mi madre... ¡y mucho memos para ponerla en tela de juicio! ― tuvo que contener el impulso de volverlo a cachetear ― Soy tu hija, si quieres pensar otra cosa es tu problema, pero jamás vuelvas a hablar de mi madre, no tienes ese derecho.

Y entonces la echaba, ¿era en serio? Sabía perfectamente que nunca había sido un padre ejemplar, siendo sincera, dudaba que alguna vez pudiese llegar a serlo, pero era asi como se habían acostumbrado a vivir, reclamandose cada tanto cosas que por más que intentase se le hacía imposible dejar en el pasado, bufó, mirando como los cristales de la libreria se rompían en miles de pedazos, al igual que alguna vez lo hizo su corazón.

― Keaton, dimelo, ¿realmente quieres que vuelva a irme? ― indagó ― No, mejor dicho, ¿alguna vez llegue a importarte?

Se sintió débil, quizás por primera vez luego de abandonar el orfanato, mientras miraba a su iracundo padre, allí estaba la fuente de todo, la verdadera razón de porque había forjado una personalidad que la mayoría odiaba, pero sabía que en el fondo muchos llegaban admirar. Amor apache, había dicho él. Si, en efecto, lo era pero también se trataba de un todo complejo que dudaba resolver alguna vez, ni modos, esa era la vida que le había tocado.

Era momento de volver a colocarse su máscara, la verdadera, envuelta en hipocresía y una personalidad indestructible, ser la desgraciada actriz que todos conocían y disfrutar de un buen espectáculo, como siempre.

― Lo sé, querido padre, me he encargado de mi misma durante doscientos años y ya ves todo lo que he logrado, seguro estás orgulloso ― comentó con una singular sonrisa ―, por ejemplo, no creas que cubriré tus ausencias en el departamento, si no irás a trabajar, al menos renuncia y me ahorras el papeleo de tu despido.

Realizó un movimiento con su varita, arreglando el destrozo hecho por el Ravenclaw, con las pérdidas constantes, no podían darse el lujo de que los clientes viesen el local en semejante estado y aunque sabia que los elfos podrían encargarse del asunto, se le antojaba hacer algo, pues la otra opción era saltar sobre el cuello de su padre.

― ¿Cuándo deseas que desaloje el castillo, papi?



Off: Pues ahora te calas el drama (?) @@Keaton Ravenclaw

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  • 4 semanas más tarde...
  • 4 años más tarde...

Keaton entró a aquel lugar después de casi cuatro años de su cierre. La vista ahora era mucho mejor, todo gracias sus elfos domésticos que, desde luego, no habían dudado en regresar al local después de que el Ravenclaw los invocara. Era raro, aquel lugar había tenido grandes momentos en el pasado, pero ahora, la vida del Mundo Mágico había cambiado por completo. El ojiverde echó una mirada al pasado, ahí mismo habían existido batallas de los bandos, en algún momento, tuvo que presentar alguna denuncia por ello porque La Orden del Fénix había irrumpido allí... Recordaba cuanta gente que antes quería había caminado por esos pasillos, Lyra, Lestad, incluso Ishaya... vaya, que eran personas que había querido demasiado y que, por alguna u otra razón, habían partido.

 

―Pero ahora, ya poco o nada se puede hacer, la vida cambió, la gente cambió, yo cambié. ¿Quién diría hace cuatro años que lograría casarme? ―Dijo al aire el vampiro y alguien cercano le respondió.

 

―Bueno, tampoco es como que tu seas el mejor partido, ¿verdad? ―Le dijo en son de burla Elanora, aquella excelente barista que, gracias a Voldy, volvía trabajar con él en aquella cafetería.

 

―Vale, que sé que no lo soy, pero vamos, que ese chico logró sacar lo mejor de mí, es más, ¿te gustaría conocerlo? ―Le respondió con emoción el ahora Triviani.

 

―Dale, me encantaría, sirve que lo reviso y veo si no tiene alguna especie de daño cerebral o algo por el estilo ―Añadió la Grint y Keaton no pudo evitar sonreírse.

 

Sin más, el ojiverde escribió una nota para su esposo y se la envió mediante Pancha, la lechuza de la Librería. Esperaba que su marido aceptase la invitación, sabía a la perfección que siempre lo dejaba varado en los negocios, pero esta vez, quería confiar, en que las cosas iban a cambiar.

 

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Habia recibido el mensaje de Keaton, lo esperaba en una especie de Liberia... Esperaba que sea diferente esa vez, no lo dejara a mitad de camino con sus palabras y luego desapareciera sin dejar un mínimo rastro. Tenia muchos dias de no verlo en el Castillo; aun que para ser sinceros, Matthew estaba de constante viaje en busca de artefactos lujosos para el Centro de salud Mágica que habían abierto hace no mucho tiempo con sus hermanos. Espanto con sus manos a la lechuza y un gesto de desagrado se formo en sus labios, era renegado por naturaleza y su corazón estaba lleno de maldad, pero con él ahora era diferente.


Se coloco guantes de cuero negros, y saco del perchero un tapado de pana gris hasta las rodillas con una de sus bufandas negras, la puerta se abrió automáticamente y tras cruzar el umbral desapareció del Castillo Triviani.


Apareció frente a a un local que por fuera no parecía ser nada fuera de lo común, entro y una campaña sonó, dando el aviso de que alguien había ingresado al lugar... Aquel aroma tan característico de paginas viejas, tanto como nuevas invadieron el olfato del gitano, le agradaba que se encontraran en un lugar tan agradable y tranquilo, lejos de los ojos de cualquier integrante de la comunidad. Dio unos cortos pasos mirando todo su alrededor y pasando la yema de sus dedos sobre las mesas que están ahí... Tenia mucho tiempo de no sentir paz. Su rostro detonaba seriedad, pero por dentro estaba muy ansioso por encontrarlo.


Keaton... murmuro.




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