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Isabella Hawthorne R.

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Todo lo publicado por Isabella Hawthorne R.

  1. Lanzó un suspiro de aburrimiento mientras ojeaba los folletos y se mordía la comisura del labio inferior al percibir el dulce aroma de los dulces que tenía al rededor. Últimamente parecía una hormiga, se la pasaba comiendo dulces y chocolates como cuando era más joven y eso le preocupaba, porque siempre que estaba nerviosa o ansiosa necesitaba ingerirlos de forma compulsiva para calmar su ansiedad. Mordisqueó más sus labios para intentar controlarse, pero, con cada segundo que pasaba se le volvía imposible. Estaba tan concentrada en intentar pensar en otra cosa que no se percató de que varias personas habían descendido desde la parte superior del local hasta la planta baja en donde ella se encontraba. Una sonrisa divertid se dibujó cuando, ante sus ojos encontró a nada más ni nada menos que Alec Malfoy... tan destruido y abatido por los eventos recientes que hasta parecía un cadáver. —Alessandra, querida, deberías enseñarle a tu hijo a respetar a los socios —. Chasqueó la lengua, mientras esquivaba al muchacho casi ignorándolo por completo y, pasando hasta detrás de él para saludar a su amiga. Su amiga apestaba a alcohol ¿Alessandra se había embriagado? Era un hecho casi imposible de imaginar, del solo imaginarlo tenía ganas de reír, pero no lo iba a hacer, es más, tenía muchas ganas de hacer enojar a su amado hijo. Relamió sus labios con su lengua envenenada al mismo tiempo que se separaba de la rubia y fijaba su mirada en el mago, traspasándolo. Sabía a la perfección que el castaño odiaba que lo ignoren, y ella tenía ganas de verlo explotar, además de que no había hecho ninguna maldad desde la ultima vez que lo había visto, en aquella casa embrujada. Ahora no iba a controlarse y mucho menos iba a tener piedad con él.
  2. Hacía solo un par de días que su mejor amiga Alessandra le había propuesto ser socia de uno de sus locales: Moco de Troll, sabía que la bruja necesitaba un poco de ayuda con aquel lugar, prácticamente olvidado por todos, por eso fue que había decidido darle una mano, sabía el día contaba con menos horas de la que ella necesitaba para concluir todas sus actividades diarias, pero no podía dejar de adquirir compromisos extra. Sonrió ampliamente cuando, ante sus pupilas plateadas reconoció aquella instalación pequeña y pintoresca. Jamás había pisado ese lugar en su vida, por el simple hecho de que no necesitaba comprar nada de ahí, pero le agradaba el lugar. Una media sonrisa se dibujó en sus labios color rojo carmín al sentirse como en casa, además de que la posibilidad de traer a Becan con ella apareció en su mente. Pese a todas las ocupaciones que tenía en el día, ya no le daba tiempo de pasar con su familia, debía hacer malabares para intentar llegar temprano al Castillo y ver a Becan antes de que se durmiera y esperar a que Drake volviera para poder pasar un par de horas con él hasta que vuelva a su trabajo, del cual se escapaba con ayuda de un par de compañeros. Se acomodó el bolso sobre el hombro y se dispuso a ingresar. El ambiente le agradaba, aunque debía admitir que era más juguetón y animado a lo que ella estaba acostumbrada. Esquivó un par de hadas que osaban jugar con sus cabellos y jalar de su ropa mientras avanzaba hasta la mesa de catálogos que habían llamado su atención desde e momento en el que entró al lugar.
  3. Sentir la suaves caricias de los labios del Viatore sobre los suyos era uno de los más grandes placeres que tenía en la vida, le encantaba sentir la calidez de su boca sobre la suya, justamente por eso se encargó de alargar un poco más el suave beso que le había propinado. Cerró los ojos justo antes de que él la vendara con el pañuelo color salmón. Por alguna extraña razón el joven tenía una gran afición por darle sorpresas y para asegurarse de que ella no hacía trampas le cubría los ojos con cuidado. Confiaba plenamente en el pelinegro, pero algo en su interior la hacía poner inquieta, el estar cegada y ajena de lo que pasaba a su alrededor la ponía más y más nerviosa. Intentó imaginar su entorno, pero cuando el joven la levantó del suelo hizo que se desconcentrara. Se aferró al cuello de su camisa mientras enredaba sus piernas al rededor de su cintura para evitar caerse con cada paso que el muchacho daba. Y de ponto, se detuvo. La Hawthorne no podía creer que no había podido distinguir la sorpresa estando a un poco más de 50 metros. Abrió la boca para decir algo, pero el joven mago ya la había bajado de sus brazos y estaba quitándole la venda de los ojos para devolverle la visión.Pestañeó varias veces para poder acostumbrar sus ojos a la claridad mientras giraba sobre sus talones. No pudo evitar sonreír ante la sorpresa con la que la había esperado, los globos atados le indicaban el camino hasta el picnic romántico que él mismo había preparado. Estaba más que segura de que había olvidado algo, pero el mago solía tener estos pequeños detalles sin que sea un día especial para ambos. Giró para mirarlo, con un brillo único y especial en los ojos. —Te amo—. Se había quedado sin palabras, en verdad no sabía que decir más que eso. Tomó su mano nuevamente con delicadeza para avanzar hasta la manta colorida que esperaba por ellos sobre el césped. —Que bonita sorpresa, Drake—. Sonrió mientras se sentaba sobre la manta a su lado. — De verdad no me esperaba esto — le confesó mientras besaba su mejilla en forma de agradecimiento — no debías molestarte, amor.
  4. Su corazón le dio un vuelco al sentirse entre los brazos del joven, tan pequeña e indefensa como ella misma, ese pequeño espacio que tenía entre sus brazos la hacía sentir completamente segura de cualquier peligro y hasta de ellas misma. Inspiró profundamente, dejándose embriagar por el perfume que tanto le encantaba y la enloquecía poco a poco. — Es su día de suerte señor Viatore, esta señorita esta dispuesta a pasar todo el día con usted —. La sonrisa coqueta que le dedicó hicieron que sus mejillas se sonrojaran levemente mientras volvía a juntar sus labios con los de él por menos tiempo de lo que ella realmente deseaba. Recorrió el lugar con la mirada, le agradaba, no era su estilo pero le agradaba pasar un día con él, a solas en un lugar tranquilo donde podían dedicarse a hablar tranquilamente de todo lo que había ocurrido en esas semanas. La Hawthorne no caía en cuentas de que Becan era nada más ni nada menos hijo del vampiro, era como una locura o un sueño. — ¿Estas seguro, cariño? — Inquirió, con desconfianza, ya que solía olvidar las fechas importantes fácilmente. Entrelazó sus finos dedos junto a los de él mientras caminaban respirando un poco de aire puro, descontaminado del de la ciudad. La rubia relajó sus hombros mientras se disponía a disfrutar del paseo por aquel hermoso parque. El cuerpo del muchacho se paró sin previo aviso mientras ella se volvía hacia él y se disponía a escuchar sus dulces palabras. — Amor, ya sabes lo que pienso de las sorpresas ...— se dedicó a mirarlo mientras se mordía el labio inferior dubitativa — pero sé que no dejarás de insistir, así que está bien —. Sonrió de lado mientras le robaba un beso de sus suaves labios.
  5. La Hawthorne suspiró, mientras se frotaba las sienes con las puntas de sus dedos y dejaba la pluma a un lado, mirando con detenimiento todo la papelería que tenía sobre el escritorio. Las reformas ministeriales la estaban volviendo completamente loca ya que debía condicionarlas con el Hotel. Desde que había vuelto a su rutina diaria los días eran cada vez más largos para ella, en especial que ahora se había convertido en socia de Moco de Troll y debía pasarse continuamente por aquel local; eso sin mencionar que había decido abrir uno propio con su mejor amiga. Todo el trabajo que se le iba acumulando hacía estar más lejos de su familia, sobre todo de Drake, extrañaba pasar todo el tiempo a su lado, estar con él las veces que se le antojara sin medir el tiempo, pero eso le estaba resultando prácticamente imposible. Suspiró nuevamente mientras recargaba su taza de café y le daba otro sorbo mientras trataba de relajarse recostando su espalda sobre el sillón donde se encontraba. Ver una lechuza entrar por la ventana la hizo querer gritar, sabiendo que seguramente se trataba de otro papel que debía analizar y luego firmar. Miró a la lechuza con molestia mientras dejaba la taza de café sobre el escritorio de madera oscura y se levantaba con pesadez para poder tomar la carta que el ave traía en su pico. Pasó su lengua por sus labios, saboreando el gusto a café que le había quedado mientras abría el sobre de la carta. Sus labios despintados se curvaron inmediatamente al leer la dedicatoria del trozo de pergamino, esta vez sí que el Viatore la había sorprendido. Sin dudarlo ni un segundo más se guardó la carta en el bolsillo del pantalón y con un movimiento de su varita organizó todos los papeles desparramados que se encontraban sobre el escritorio de la oficina para luego salir de ella hasta el tocador. Luego de acomodar su cabello rubio platinado, dejándolo caer por su espalda y parte de sus hombros, retocar su maquillaje contempló su delgada figura al espejo, sus piernas lucían un jean entallado color rosa pálido y traía encima un top blanco que dejaba ver parte de su estómago. Debía admitir que últimamente había subido un poco de peso, y eso, por primera vez en muchos años, la alegraba. Se miró por ultima vez y, tomando su bolso para ponérselo sobre el hombro desapareció no sin antes cerrar los ojos. Se apareció a un lugar cercano de donde su amado le había indicado, puesto que esta sería la primera vez que iría a ese lugar, seguramente maravilloso. Avanzó a paso lento por las calles adoquinadas, escuchando el suave taconeo que dejaban sus zapatos de tacón alto. No pudo evitar sonreír al ver la esbelta figura del Viatore a la entrada del parque, no dudó en abalanzarse sobre sus brazos mientras besaba con suavidad sus labios. —¿He olvidado alguna fecha importante?— Inquirió mientras lo abrazaba por el cuello y fijaba sus pupilas plateadas en las del vampiro. @Kutsy
  6. Al cabo de un par de segundos quiso volver a tocar para que la atendieran más rápidamente, pero cuando estuvo a punto de hacerlo la puerta se abrió. Para su sorpresa atendió un pequeño elfo del mismo tamaño que Hugo, pero se notaba que era mucho más joven que él. Sonrió ampliamente al reconocerlo, era el mismo elfo que le había llevado chocolates un par de días antes. —Hola, pequeño —. Le acarició las orejas mientras daba un paso adelante para ingresar al local. Sus ojos vagaron por sus alrededores, los cuadros que veía impresos en las paredes la habían dejado casi con la boca abierta, no podía creer que su "niño" habrá hecho tal obra de arte. Sabía que Antoni había crecido mucho en estos últimos años, ya no era el niño que ella carba en brazos, pero le dolía admitirlo. Lanzó un suspiro de nostalgia al recordar aquellos viejos tiempos, cuando la vida de Antoni era bella, que casi no entendía su entorno, donde jugar era su única preocupación, pero sabía que ahora había crecido y con eso adquirido nuevas responsabilidades, como así preocupaciones y dudas que no podía aclarar por sí solo, sobre todo de su origen. Tragó saliva lentamente mientras seguía al elfo de su ahijado por el pasillo hacia el comedor, donde el joven mago se encontraba desayunando. Su sonrisa volvió mientras lo observaba desde la puerta comer tranquilamente, sumergido en su mundo de pensamientos interminables. —Veo que he llegado tarde para desayunar contigo —. Su voz era suave, para que que el joven no se sobresaltara. Se acercó suavemente mientras besaba su mejilla y se disponía a tomar asiento en una silla libre a su lado. —¿Como estás, cariño? —. Inquirió mientras dejaba los cafés fappe sobre la mesa y tomaba la mano del niño para acariciarla. —Vine con intensiones de quedarme contigo hasta la tarde — hizo una pequeña pausa para tomar la tartaleta — y te traje una tartaleta hecha por Drake.
  7. A media mañana la Hawthorne se encontraba junto a su pequeño elfo rumbo al local en donde se encontraría su amado ahijado, era obvio que le llegaría de sopesa ya que niño no tenía la menor idea de que ella se dirigía hasta ahí. Sabía que su vida era un poco solitaria y que seguramente estaría cansado de estar encerrado en su estudio pintando. Había decidido devolverle la visita y quizás hasta podían almorzar juntos, pero no podía ir a verlo con las manos vacías, por eso ella misma cargaba entre sus manos dos café frappe, mientras que la pequeña criatura que caminaba a su lado cargaba algo con forma circular envuelto con papel estampado color verde. Ella misma había elegido el envoltorio de aquella tartaleta de queso y frambuesa que había preparado Drake exclusivamente para Antoni. Sabia que esa era una de las preferidas del joven, y si habría sabido cocinar se la había preparado ella misma, pero no fue así, por desgracia ella no saber preparar ni su café, siempre se crió con elfos quienes le preparaban la comida o iba a comer a algún restauran. Un tiempo se había empeñado en aprender, pero su tan mala en la cocina que por poco no la incendió. —¿Seguro que es por acá? —Inquirió mirando los letreros de todos los negocios que se encontraban a su alrededor. El elfo movió la cabeza mientras seguía avanzado. —Hugo quisiera estar seguro... pero... no lo está —. Murmuró la criatura mientras trataba de recordar el camino correcto hacia "Aura de Thestral" al cual había acudido guiado por su igual hace unos días atrás. La joven chasqueó la lengua mientras fulminaba con la mirada al elfo que se encontraba a su lado. —Te dije que debíamos pedir indicaciones, pero ¡no!, otra vez nos perdimos por culpa de tus "orejas señaladoras de camino" —. Le gruñó mientras seguía avanzando —¡Mira! ¡mira! ¡mira! —. Chillaba el elfito mientras señalaba con el dedo acusador hasta la otra esquina. —Hugo le dijo a Isy que sus orejitas jamás fallan —. Comentó orgulloso mientras las movía. El trato que tenía con aquella criatura doméstica no era la normal, ya que Hugo había sido mejor padre que cualquiera, y no podía tratarlo como un elfo común y corriente. Ella lo adoraba y se dedicaba a tratarlo como su niñero y su mejor amigo más que su elfo domestico. — Empezaré a confiar más en tus orejas —. Sonrió de lado mientras le acariciaba las puntiagudas orejitas. Al llegar hasta el edificio se paró en seco en la puerta mientras tocaba la puerta ya que el local se encontraba "cerrado" pero sabía que Antoni estaba ahí, en su estudio pintando como loco porque podía olerlo, su característico perfume lo conocía a leguas; aquella fragancia que desprendía el muchacho se mezclaba perfectamente con el de la pintura que utilizaba para grabar sus retratos sobre el lienzo.
  8. Hola @@Mynerva de Weasley bueno, es la primera vez que vengo a hacer esto, y espero hacerlo bien xD me han guiado un poco en el procedimiento, pero igual, no soy buena con estas cosas... xD en fin, abajo te dejo la ficha : Nombre de la Familia: Hawthorne. Link y N° de la Bóveda del Familia: Bóveda #104952 Trámite a Realizar: División de Ganancias. Muchas gracias *--* nos vemos
  9. Sonrió aliviada al mismo instante que observó como las lagrimas brotar de los ojos del muchacho, y en ese momento supo que volvía a recordar. Lo tomó en brazos mientras dejaba que el joven se desahogara, comprendía lo que sentía, ya que lo había vivido en carne propia. Enredó sus finos y largos dedos en el cabello verdoso de su ahijado mientas se inclinaba para susurrarle al oído.—Tranquilo mi cielo, sé perfectamente lo que es, y que no es intencional —. Besó su mejilla con suavidad mientras tomaba entre sus manos el rostro angelical del niño y se dedicaba a limpiar con sus pulgares las lagrimas que recorrían la suave y tersa piel del mago. —No sabes lo feliz que me hace verte bien nuevamente —. Lo estrujó entre sus brazos mientras frotaba su espalda para darle calor. —Te he extrañado muchísimo— le confesó mientras tomaba una de sus manos y las acariciaba con delicadeza.— Y debo admitir que me sentí mal cuando no me recordabas, hasta llegué a pensar que jamás lo harías —. Sus fracciones se entristecieron un poco de solo pensar que su ahijado no la reconociera. —Sabes que te quiero como un hijo, y me entristece cuando te pasa algo—. Declaró mientras hacía que el joven tomara asiento nuevamente en la silla para que su charla sea un poco más acogedora.
  10. Flashback: Durante la aventura El solo pensar que un par de infectados estarían en contacto con ellas la hacía que su piel se erizara, lo único que le faltaba para completar la escena era terminar contagiada. Se cruzó de brazos mientras observaba a su compañera de aventura mientras jugaba con su varita de ébano. —¿Crees que su corrupta <<seguridad>> me da miedo?— Relamió sus labios mientras avanzaba lentamente observando el laboratorio y los inmensos estantes llenos de artefactos hechos de cristal que desconocía. —Mira que en el Ministerio son corruptos, pero a ellos nunca los superaremos —. Comentó sin importarle en absoluto si alguno de los guardias la escuchaba. —Y sabes a lo que me refiero, nosotros nos cubrimos el uno a los otros, nos unimos para destruir al enemigo, vengamos las muertes de alguno de lo nuestros — daba pasos lentos mientras hablaba con lentitud al mismo tiempo que su miraba penetraba cada rincón de la habitación completamente blanca —Pero aquí hasta su propia seguridad trata de matarlos... entonces... ¿quién está a salvo en este mundo? —Inquirió más para sí misma que para su profesora. Dejó que su superior se encargara de embotellar las pociones que ellas mismas habían preparado mientras lanzaba un suspiro y se acercaba para observar con más detenimiento como realizaba los movimientos. Masajeó su cuello mientras cerraba los ojos por un instante y se dejaba llevar por los pensamientos, rememorando todo lo que había vivido en las ultimas horas. No quería aceptarlo pero tenía miedo de lo que podía llegar a pasar con los infectados. Tenía miedo de morir y de no volver a ver a Drake o a Becan; lamentaba el hecho de no haberse despedido de ellos como era debido. Abrió los ojos, sobresaltada al escuchar la voz del uniformado a sus espaldas, comunicándole a ambas que habían conseguido un par de infectados y que las esperaban en una sala cercana a esta. La Hawthorne se apresuró a tomar su chaqueta, y llevar una de sus manos hasta el bolsillo de su jean, del cual extrajo dos píldoras y se las llevó a la boca con prisa. Se colocó su abrigo y con rapidez siguió las ordenes de su profesora, la cual ya estaba llenado dos frascos. Trato de mantener su pulso firme para evitar derramar la poción que estaba vertiendo sobre el tubo de cristal. No podía darse el lujo de que algo fallara, todo tenía que salir de acuerdo a lo planeado, porque el más mínimo error podía provocar problemas serios dentro del cuarto en el que se encontraría. Tapó los tubos, para que el líquido que contenían no se derramara y los colocó en una gradilla que los militares le habían proporcionado. —¿Lista? —Inquirió al tiempo que largaba un suspiro y tomaba la gradilla que contenía seis tubos de ensayo y se encaminaba a paso lento hasta la puerta de salida. El trayecto que recorrieron con los militares hasta la otra habitación le parecieron interminables, las luces blancas al igual que las paredes del pasillo la encandilaban mientras que sus manos temblaban y su mente trataba de procesar todo lo que estaba pasando y no lograba entender de como ella se había metido en un lugar como ese. Tragó en seco cuando llegaron hasta la puerta de madera pintada de blanco, con una ventana que dejaba ver el interior de la sala, no contenía nada y el silencio inundaba el ambiente, dándole un aspecto aterrador a la escena. Escuchaba como su corazón latía con fuera y sus manos temblorosas se aferraban a la gradilla. Tenía la corazonada de que a aquellos militares no les importara que ellas sobrevivieran a aquello. Miró temerosa cada rincón de la saca, bueno, lo que podía llegar a ver, y no había nada, absolutamente nada, ni rastros de aquellos infectados que habían traído para ellas. Uno de los sujetos que las custodiaba abrió la puerta con sigilo, como expectante de lo que podía llegar a pasar. La Ravenclaw separó sus labios lentamente mientras con desconfianza se adentraba a la habitación bacía. Caminó hasta el centro de la misma, esperando encontrarse con alguna de las víctimas que habían sido contagiadas pero no encontró nada, absolutamente nada. Un joven perteneciente a la seguridad muggle cerró la puerta detrás de Heliké mientras se miraban la unas a la otras, expectantes de lo que podría llegar a suceder.
  11. Escuchó con atención el relato de su querido ahijado mientras seguía rebuscando dentro de aquel pequeño armario que estaba repleto de pequeños frascos etiquetados. Recordaba que hace no mucho tiempo había preparado una poción de reminiscencia que ayudaba a recordar recuerdos olvidados, pero no borrados. —¿Estas seguro de que fue por el golpe y no porque esa muchacha te borró la memoria? —Inquirió, sin ánimos de desalentar al muchacho, puesto que si su memoria había sido borrada, ella no podía hacer nada al respecto, Maldijo por lo bajo, ya que después de mucho rebuscar no había encontrado lo que buscaba. Metió la mano hasta el fondo del ultimo de los estantes que contenía aquel pequeño armario hecho de madera. Tanteó con la mano un pequeño frasco pedido en las profundidades del estante. —¡La encontré! —Bramó mientras se volteaba y se dirigía hacia donde el muchacho se encontraba sentado. —No deberás tomarla toda —. Le sonrió con dulzura mientras besaba su frente y frotaba uno de sus brazos para demostrarle todo el cariño que sentía. — Te quiero mucho, mi vida —. Le sonrió mientras le extendía el pequeño frasco y le daba un par de instrucciones:—Bebe solo un sorbo, porque puede tener efectos secundarios, como tener visiones y esas cosas, y créeme que un futuro te atormentarán —. Sonrió mientras movía nuevamente su varita haciendo desaparecer el caldero que había preparado en vano. Se sentó sobre la mesa mientras miraba con curiosidad al joven mago. —Puede que tenga un gusto horrible, pero te ayudará, o eso espero...— Se mordió el labio mirando con atención, preparada para que él volviera a a recordarla y activando sus sentidos por si algo salía mal.
  12. Flashback: Durante la aventura Siempre había sido alagada con sus habilidades, y eso le encantaba y más si aquel alago venía de parte de las profesoras. La Hawthorne se caracterizaba por sus virtudes, su orgullo y el empeño que ponía al desarrollar distintas actividades, no toleraba hacer algo y que eso no saliera como ella quería. Siempre había preparado pociones por sí sola, tenía varios conocimientos al respecto, en especial de la poción multijugos, la cual le era muy eficiente en este último tiempo. El hecho de ser una Mortífaga le impedía visitar negocios Fenixianos como ella misma, por eso y mucho más utilizaba aquellos filtros que la hacían cambiar de apariencia utilizando la más conveniente para cada momento. Además, había fingido estar fuera de la ciudad para poder cobrar una venganza y no podía caminar por las Calles del Callejón Diagon mostrando su propio rostro. Una sonrisa torcida se le formó en sus labios rojos carmín al recordarlo, sin lugar a dudas nunca olvidaría aquel acontecimiento, la había marcado de una forma permanentemente, jamás una de sus venganzas habían sido tan anheladas por ella misma. Sus obres plateados brillaron con cinismo al recordar la cara del Malfoy cuando le confesó que ella misma había matado al <<amor de su vida>> — Muchas gracias —. Le agradeció mientras colocaba un par de bayas de muérdago en el mortero para poder machacarlo y, con un movimiento de su varita, el fuego bajaba para que la poción no se pasara de cocción. — Tu idea me parece fantástica, pero espero que nos den algo más que Galeones por ponernos en peligro por salvar sus imprudencias—. Levantó la mirada para ver a su profesora en acción mientras tiraba otro comentario:— Bueno, al menos nos deberían de traer algo de comer,por lo menos una cerveza de mantequilla ¿no crees? Bufó, tenía hambre, sí, por primera vez en mucho tiempo Isabella Hawthorne quería comida, no había tomado desayuno alguno y eso la ponía de muy mal humor, el haberse despertado tan sobre el horario del inicio de clases le había impedido el poder tomarse una café antes de aparecerse en la Universidad. —Mucho gusto, Heliké— le sonrió con simpatía mientras que en su mente aquél nombre le sonaba extrañamente familiar y más aún si pensaba en el bando. —Creo, que te he visto antes...—. Dijo más para sí misma que para la bruja que tenía en frente.— Ya sé — chasqueó los dedos para que no perder la idea que tenía en su mente y que estaba a punto de soltar — Eres la chica que me realizó un estudio en la clínica Santos Mangos ¿verdad? — Inquirió mientras levantaba una de sus rubias cejas. —Claro, ahora me acuerdo de tí, insinuabas que salía con Andrew—. Negó con la cabeza haciendo una mueca de desprecio. Terminó de colocar unas espinas de cuerpo espín al caldero humeante en el que estaba trabajando, abrió la boca para decir algo sobre aquel preparado pero el estallido hizo que se apartara del mezón en el que estaba trabajando y por acto reflejo empuñó su varita con su mano izquierda apretándola con fuerza, haciendo que sus nudillos se pusieran blancos. —¡CADA VEZ LOS ODIO MÁS!—. Gritó lo suficientemente alto como para que los guardias la escucharan. Estaba enfadada, las tenían encerradas como ratas de laboratorio y ni siquiera podían terminar con su trabajo. —Juro que si lo vuelven a hacer no respondo—. Sentenció mientras su fracciones se oscurecían y en sus ojos se podía percibir un destello violacio producto de la cólera que sentía hacia aquellos muggles. —La poción necesita reposar — le comunicó a la joven bruja mientras tomaba asiento — pero no podemos saber si funciona hasta que no la probemos con alguien infectado y si funciona para el virus mutado o no—. Chasqueó la lengua recargando su espalda en el respaldo de la incómoda silla del laboratorio mientras miraba a su alrededor. — Aunque podemos divertirnos matando a un par de gente infectada tratando de encontrar la cura —. Sonrió con malicia mientras se incorporaba y avanzaba hasta la puerta. No le importó golpear la espalda de uno de los militares armados que estaba atrás de la puerta. — ¿Por qué no te fijas? asqueroso sangre sucia —. Bramó mientras apretaba los dientes y miraba a cada uno de ellos con firmeza y una expresión de repulsión en el rostro. —Traiga un par de infectados, necesitamos probar el suero que hemos preparado —. Sentenció mientras daba media vuelta para volver a entrar. — Comuníquenos cuando estén aquí para evitar contagiarnos — giró medio cuerpo hacia uno de los uniformados —pero si no lo hace... créeme que no querrás ver morir a tus compañeros, sabiendo que terminarás peor que ellos ¿verdad? Le dio la espalda nuevamente mientras se anticipaba a lo que el guardia seguramente diría: — Y no es una amenaza, es una advertencia y es mucho más de lo que un impuro como tú y tus <<amiguitos>> merecen —. Concluyó mientras le cerraba la puerta en la cara y soltaba la carcajada que tenía guardada.— Son unos imbéciles.
  13. Se separó suavemente del muchacho, pero al fijar su mirada en los obres del niño notó que estos estaban cristalizados, llenos de una profunda tristeza que ella no podía evitar. Sintió una presión en el pecho, como si le clavaban un cuchillo mientras respiraba profundamente conteniendo las ganas de matar a quien se había osado en causarle daño. Tomó sus mejillas con ambas manos, mientras sus propias fracciones se oscurecian sin poder evitarlo. Era una mujer peligrosa, y lo sabía, pero nada de lo que ella hiciera iba a cambiar eso, esas ganas inconfundibles por cobrar venganza salían por sus poros sin poder contenerse, tanto que sin darse cuenta un destello violacio se reflejó en sus pupilas plateadas, mientras una vena sobresalía en el medio de su frente. Se quedó en silencio, conteniendo un grito de dolor e ira que se amenazaba con salir de su garganta. Se alejó con brutalidad, en el momento menos esperado, dándole la espalda al niño que estaba ahí, parado sin comprender absolutamente nada, víctima de su falta de memoria. Sabía lo que sentía, el no recordar era un sentimiento que lo tenía latente en su interior y más, cuando Drake le contaba las cosas maravillosas que habían vivido antes de que él mismo cambiara sus recuerdos. Se tomó la cabeza con ambas manos, intentado planear algo que lo ayudara a recordar todo, ya que empezar de cero no era una opción, no para ella. Lo tomó del brazo, con suavidad, tirando de él hasta y llevándolo hasta las mazmorras frías, oscuras, húmedas y tenebrosas del Castillo. Había recordado que podía crear una infusión que lo podía traer nuevamente a la realidad, sin ese espacio vacío en sus memorias. No sabía que decirle, no tenía las palabras adecuadas para esos momentos, quizás porque lo suyo no eran las palabras de consuelo, pero ahora entendía a su prometido y el por qué él odiaba cuando ella se ponía en peligro. Quería mucho a Antoni como para verlo en esas condiciones y debía hacer algo para remediarlo. --¿Cómo pasó esto? -- No podía contener la rabia en cada una de sus palabras, no estaba enojada con él, si no por el destino, no le podía estar pasando esto a él. Lo dejó en el medio de una de la salas de las Mazmorras, las paredes y el piso eran de color negro, había pequeños charcos de agua en todo el lugar, y musgo verde pegado en las paredes. Avanzó hasta un pequeño armario, en el cual se guardaban pequeños frascos que contenían distintas sustancias, hiervas y distintos órganos de animales e insectos destinado a la preparación de pociones. Su mirada recorrió cada una de ellas mientras se levantaba un poco la falda y sacaba la varita que estaba sujeta a una liga negra a su pierna izquierda. --Lamento haberte dejado solo mucho tiempo...--. Se lamentó mientras movía su varita y hacía aparecer una mesa amplia, una silla y un caldero.--Toma asiento, esto puede tardar un poco...
  14. Estiró la mano del muchacho hasta que sintió que la estaba siguiendo, avanzó un poco más hasta llegar a la puerta principal y, justo antes de abrirla le dedicó una mirada penetrante, tratando de adivinar el por qué del comportamiento tan extraño del joven. Le resultaba bastante extraño el hecho de que no había mediado palabra con ella en todo el tiempo que habían estado juntos en aquella visita inesperada a su antiguo hogar. Apretó su mano, intentando traerlo a la realidad, ya que su mirada lo delataba, estaba perdido en sus propios pensamientos. La Hawthorne se sintió tentada por interrumpir dentro de sus recuerdos, sabía que algo le había sucedido como para el joven mago actuara de aquella manera tan peculiar. --¿No confías en mi? -- Inquirió mientras alzaba una de sus rubias cejas mientras contemplaba fijamente sus obres. Tomó el picaporte de la puerta de roble y se dispuso a bajar el mismo para poder entrar a las enormes instalaciones del Castillo Ravenclaw. Seguía conociéndolo como siempre, pero ver una estructura completamente distinta a las de la Hawthorne la hizo sentir un poco incómoda. Relajó sus músculos mientras lanzaba un suave suspiro de resignación y metía una de sus finas manos hasta el bolsillo de su gabardina para sacar una cosita peluda color verde. --No tuve tiempo de dártelo cuando volví de París, pero te traje un regalito--. Una suave sonrisa se formó en sus carnosos labios en forma de corazón mientras depositaba al micropuff en una de las manos del mago.-- No es la gran cosa, pero son criaturas muy dulces, yo tuve uno a tu edad --. Bajó su mirada hasta la criatura que se retorcía en su mano haciéndole mimos con su peludo y suave cuerpo. -- Muchas gracias por el cuadro que me hiciste--. Lo abrazó mientras le dedicaba un suave beso en su mejilla*
  15. Virus mágico: Final de la aventura. Lanzó un suspiro de profundo cansancio mientras intentaba recuperar las fuerzas que había perdido en ese largo día, no sabía exactamente qué hora ni qué día era, solo sabía que su misión para con los muggles había acabado, cada vez los odiaba más y no entendía el cinismo que tenía las autoridades con los ciudadanos del país, ¿subir la tasa de mortalidad de las personas solo porque su economía estaba en decadencia? Era una atrocidad de solo pensarlo. Acomodó algunos mechones de su cabello intentando aplastarlo y encarcelarlo nuevamente en la liga que sujetaba todo el resto en una cola alta. Las condiciones en que las tres habían terminado eran lamentables, y más aún para la profesora de la case, la cual también había sido contagiada por el virus letal que los muggles habían soltado. Gracias a Merlín había sido el virus ya mutado, lo que le dio el tiempo suficiente a ellas para salvarla. Relamió sus labios resecos mientras se sacudía las ropas destrozadas y se volvían a aparecer en las instalaciones de la Universidad, para dar por terminada la dura clase. Los rayos del sol ya se estaban ocultando, lo cual le dio indiciosos a la Hawthorne que serían más o menos las siete de la tarde de aquel día de verano en la que tres brujas habían salvado la especie muggle de ellos mismos. Todo estaba silencioso, solo se escuchaba el taconeo de nuestros zapatos por los despoblados pasillos que conducían a las jóvenes nuevamente hasta el salón de clases, donde todo había comenzado... Tomó asiento en una de las sillas vacía que estaban junto a la mesa de madera que contenía algunos calderos y especias, destinados a la preparación de pociones futuras. Aceptó con gusto el vaso que contenía whisky mientras miraba a la profesora, estaba en lo cierto, cualquiera que hubiese estado en sus zapatos en esa oportunidad hubiera querido un buen trago para tratar de olvidar lo que había sucedido pero ¿como olvidarlo? Quizás, esa clase permanezca en su memoria más tiempo de lo necesario. Flashback
  16. --Me ofendes, Rowena--. Dijo mientras se llevaba una mano al pecho fingiendo modestia. En realidad sabía cual era la reacción de la fantasma, jamás había visto que ella abandonara la torre o la biblioteca, el hecho de que estuviera en los jardines ya era alarmante para la Hawthorne. --Yo creo que el aire fresco te hace daño--. Comentó mientras le dedicaba unas suaves caricias al cabello del joven mago que estaba sentado a su lado. Negó con diversión mientras escuchaba a su antepasado mencionar la posibilidad de que ella podía regresar a pasar unos días al Castillo Ravenclaw nuevamente. La chica sabía que eso era casi imposible, amaba tanto el Castillo Hawthorne que no pensaba abandonarlo por nada del mundo y más, estando ella a cargo del mismo mientras su hermano seguía desaparecido. --Claro que tengo más ropa, pero ¿y si necesito algo de eso? Lamento informarte que por ahora no está en mis planes volver al Castillo, estamos tan bien los tres en la Hawathorne que no lo veo necesario -- hizo una pequeña pausa para mirarla directamente a sus obres cristalizados mientras agregaba-- por el momento. Lanzó un suspiro mientras intentaba calmarse, mientras apoyaba su mano izquierda sobre el hombro de su ahijado, quien, seguramente en ese momento se sentía incómodo por los acontecimientos. -- Ven, cariño--. Lo llamó mientras extendía su mano y se encaminaba hasta una de las puertas principales del Castillo para poder hablar con él en privado. @
  17. Virus Mágico: Una nueva enfermedad se había propagado en el norte de Inglaterra, el virus había sido creado por un instituto Militar de Enfermedades Contagiosas encargado de la elaboración de un virus que salvaría al estado de una sobrepoblación masiva que lo llevaría a la ruina. El instituto logó la combinación exacta de bacterias para la creación de este virus letal. Por la cantidad masiva de habitantes que se había originado ponía en riesgo el crecimiento de la economía que estaba bajando de manera porcentual, lo que llevó a las altas autoridades a liberar el virus en pequeñas poblaciones por medio de dardos que eran lanzados hacia las personas desde la distancia, con el fin de acabar con la crisis existente en el país. Pero el instituto no tuvo en cuenta que la enfermedad, por su propia naturaleza y por su capacidad de adaptarse a su entorno, podía mutar y ser mucho peor al original. Y fue esto lo que sucedió en aquellas ciudades, el virus logró sobrevivir y así se dio origen a la epidemia. Las personas afectadas con el virus no presentaban síntomas, ya que morían casi instantáneamente; la toxina ataca directamente una parte del cerebro que anula su funcionamiento sin causar dolor ya que actúa de manera rápida y contundente. Pero por otro lado, el virus ya mutado presenta un proceso lento y doloroso de la anulación de las funciones del cerebro. Posee dos etapas, en la primera la persona realiza movimientos descontrolados, alteraciones emocionales, deterioro mental, irritabilidad y desequilibrio mental. Mientras que en la segunda etapa el virus es mucho más agresivo y produce: demencia, paranoia y una agresividad severa. Pero eso no es todo, ya que puede presentar otros síntomas, como por ejemplo el deterioro de los tejidos de la piel hasta llegar a los huesos formando ampollas en las zonas infectadas, la coloración de la misma en matices verdosos o amarillentos. Este virus es sumamente peligroso, ya que tiene la particularidad de que es muy fácil de contagiarse, ya que se propaga en el aire y es casi imposible acabar con él una vez irradiado. *~*~*~* Isabella Hawthorne La claridad del amanecer invadió la habitación de la Hawthorne para revelar a dos personas sobre la cama durmiendo cómodamente después de una larga noche que parecía que jamás acabaría. Pero no fue así, ya que los rayos de sol que se filtraban sobre las nueves grisáceas y esponjosas que habían desatado una espantosa tormenta eléctrica. Un rayo hizo que la joven bruja se sobresaltara, tanto que llegó al punto de sentarse sobre la cama y mirar fijamente hacia los grandes ventanales de su habitación. Se llevó un de sus manos hasta su cabeza para poder tocarla, le dolía tanto que debía asesorarse de que estaba en su lugar. Le encantaba dormir los días de lluvia junto al Viatore, pero ese día no podría ser, ya que debía iniciar sus clases de pociones. Desvió la mirada hasta el reloj mágico que colgaba de la pared blanca, justo encima de un retrato movible de ella misma y de su amado, el cual, seguía dormido a su lado sin intensiones de levantarse. Lanzó un suspiro de agotamiento mientras se levantaba de la cama lentamente, intentando no interrumpir los sueños de su prometido. Sí, después de cinco meses de haberse reencontrado y de haberse declarado su amor el Viatore le había pedido, esa misma noche, casarse con ella. Las condiciones en lo que lo había hecho eran desafortunadas, ya que ambos estaban a borde de la muerte, tan alarmantes eran que la Hawthorne dudó que salieran con vida los cuatro de esa mansión embrujada. Se sentía sumamente feliz por lo que había sucedido, ya que después de tanta oscuridad que los rodeaba, su amor había triunfado, había salido el sol ante tanta oscuridad, no pudo evitar sonreír al contemplar el anillo que adornaba su dedo anular de su mano izquierda. Sus ojos color plata brillaron con un destello sin igual mientras se acercaba para llenarlo de besos con dulzura. Se incorporó con nostalgia de tener que separarse de su lado mientras tomaba su varita y, con un suave movimiento de la misma, sus ropas cambiaron, llevaba una blusa mangas largas color negra, un jean azul bien entallado y unas botas altas marrón claro de taco aguja. Avanzó hasta el tocador para poder atar su cabello rubio platinado en una cola alta para luego aplicarse un poco de maquillaje. Tomó una chaqueta de tela también negra y se dispuso a abandonar su habitación con una expresión de tristeza en su rostro. Ella era la persona que más odiaba la academia, pero a pesar de todo era aplicada. Aún recordaba las becas que había ganado por ser una de las mejores alumnas de su clase, aunque de si su casa se trataba era la peor, pocas veces había visitado a las Aethonans, ya que nunca se había sentido parte de ella en su totalidad, y en ese ámbito le encantaba romper las reglas, aún recordaba la vez en la que había dormido en la habitación de los muchacho con el prefecto. Se apareció en la Academia, o mejor llamada ahora: Universidad. La contempló con completa desaprobación, desde debajo de un techo, ya que el agua caía a cataros a sus espaldas, no solo su estructura había cambiado sino todo su composición, las casas ya no existían, las clases eran distintas y hasta los profesores eran otros. Lanzó un bufido mientras se encaminaba a su salón de pociones. Se paró en la puerta, observando detenidamente a la joven profesora, a cual, estaba sacando cosas de su maletín y las ubicada cuidadosamente sobre la mesa de madera en la cual iban a trabajar. Chasqueó la lengua con desinterés mientras se adentraba en aquél salón prácticamente vacío, guardando su varita en el bolsillo de su pantalón. —Bueno días— Respondió mientras buscaba un libro de pociones dentro de su chaqueta, la cual, había sido hechizada previamente. — ¿Soy la única en su clase?—Inquirió al ver que por el momento no llegaba nadie más, era extraño, había llegado tarde y el salón de clases aún estaba despoblado. —Soy Isabella Hawthorne, ¿usted es…?— Pero antes de que su profesora pudiera contestar, la clase fue interrumpida por dos hombres trajeados. La joven no entendió con exactitud de qué estaban hablando, pero parecían ser hombres que estaban relacionados con los muggles. ¿Le estaba diciendo que la clase debía ser “movida” por culpa de los muggles? Eso hizo que la Hawthorne sintiera aún más desprecio por ellos. Asintió soltando un largo suspiro mientras se colocaba nuevamente su libro en el bolsillo interno de la chaqueta y desvainaba su varita para ayudar a la profesora con los elementos necesarios. — ¿A donde vamos? — Se atrevió a preguntar luego de varios minutos en silencio preparando calderos y juntando hierbas de los estantes.
  18. Hola a todos, bueno después de mucho pensarlo, le prometí a Kuts que si rendía bien iba a cursar la materia para poder trabajar xDD y bueno, vengo a inscribirme, espero que haya profesores para esta materia o.ó Nick: Isabella Rexdemort Xtrog ID: 115027 Conocimiento: Pociones Nivel de Magia: II Link de Ficha Link de Bóveda Eso es todo, Saludos! :3
  19. Los gritos de la fantasma la tomaron por sorpresa al igual que el espeluznante abrazo que le había otorgado — ¡No hagas eso! — Chilló cuando sintió el escalofrío que le había producido el contacto de aquella fantasmagórica mujer; acto seguido se friccionó los brazos tratando de recuperar el calor que traía. Le dedicó una media sonrisa a su antepasado mientras contemplaba su figura translucida. — Ya, tranquila—. Dijo mientras la miraba divertida. —Me complace verte tan feliz, Row. He estado muy bien últimamente, desde mi ultimo viaje a Francia todo ha mejorado considerablemente —. Su sonrisa se amplió al recordar todo lo vivido en la ciudad del amor y otras partes del mundo. — Estamos casi como tu en estos momentos, el patriarca se ha perdido hace ya mucho tiempo y somos tres gatos locos viviendo en un enorme Castillo—. No había nada como el hogar, pero el hogar no estaba formado por la estructura de cemento sino por la familia y temía por que su familia ya no apareciera. —Mira, estoy considerando llevarte conmigo para que no estemos tan solas, además, Becan te ha tomado cariño — negó recordando lo desmemoriada que podía llegar a ser aquella bruja — mi hijo ¿lo recuerdas? — inquirió dándole una pista para que supiera de quien estaba hablando. Caminó hasta el joven mago que se encontraba entre ellos para acariciar su sedoso cabello mientras se inclinaba para susurrarle al oído: — <<luego quiero hablar contigo>>— y para finalizar el comunicado le besó la mejilla dejando rastros de su labial en la piel del muchacho. —Si fuese solamente extrañarlo... —se quejó mientras volvía a la fantasma— tiene algo encerrado en su habitación del Castillo Hawthorne que quiere salir y con Drake no podemos abrir la maldita puerta para liberar a lo que sea que tenga ahí adentro —. Un destello violáceo se reflejó en las pupilas color plata de la demonio demostrando su enfado. — Juro que si eso destruye el castillo yo le destrozaré otra cosa. Suspiró mientras cerraba los ojos tratando de calmarse. — También vine por un par de cosas que me quedaron, como zapatos, vestidos y… ¿has visto a Colipoqui? Hace años no lo veo… ¿o se murió? ¿O un gato lo comió? —Frunció el ceño de forma pensativa tratando de recordar cuando fue la última vez que había visto a su micropuff.
  20. Hola, bueno, vengo a pedir el cambio de ficha basado al nuevo modelo e.e espero haberlo hecho bien... en fin aquí está: Bueno, también quería pedirles un cambio de conocimiento... Leyes Mágicas a : Pociones
  21. La falda encampanada de la Hawthorne se movió con la frisa que del viento y su repentina aparición a las afueras del castillo Ravenclaw. La mortifaga se quitó la capucha de la capa impermeable que tenía sobre la cabeza dejando ver su larga cabellera rubia. Acomodó algunos de sus mechones ondulados sobre su hombro dejando que el resto de su cabello cayera como cascada sobre su espalda. Miró el castillo desde lo lejos, con un eje de melancolía al recordar todo lo que había vivido en ese lugar cuando era más joven. Una nueva vida había iniciado, ahora ya no formaba parte de ese Castillo de forma directa y eso hacía que se sienta un poco sola pero más independiente. Lanzó un suspiro mientras dejaba atrás los recuerdos y se destinaba a avanzar al interior de su antiguo hogar. Solo tenía una razón por la cual aparecer a ese lugar, por lo que sabía ya ninguno de sus integrantes estaba en casa, pero había recurrido a ese lugar para intentar encontrarse con el paradero de su padre. La última vez que había visto al Ravenclaw había sido hace más o menos cinco meses, habían tomado té de jazmín en los jardines de la Hawthorne, una plática bastante reconfortante para la rubia, ya que había estado pasando momentos difíciles. Chasqueó la lengua recorriendo con la mirada la quietud que abundaba en los terrenos. Nunca antes había visto el Castillo tan calmado, sin Diego, Juliane o su padre cerca. Se dirigió hacia los jardines, ya que le pareció escuchar algunos murmullos provenientes cercanos a los Sauces donde solía sentarse a leer cuando tenía malos días o solía pelear con algunos de sus hermanos. Aclaró su garganta para llamar la atención de los presentes. Las tres figuras se encontraban platicando cómodamente, sentados como íntimos amigos. Miró arqueando una ceja a su bisabuela, Rowena, quién nunca salía de la biblioteca, en una de las secciones más aburridas para la Hawthorne. —Lamento la interrupción —. Mintió. No lo lamentaba, sabía perfectamente que no interrumpía nada importante, o eso perecía. — ¿Mi padre no ha regresado? — Inquirió mirando de reojo a su ahijado, debía agradecerle a él por el bonito cuadro que le había regalado hace un par de semanas atrás.
  22. Hugo, elfo domestico de Isabella. Se había aparecido junto a ese extraño elfo que le inspiraba desconfianza, su estado de nerviosismo lo había vacilar sobre la decisión de su amita, pero no iba a cuestionarla, sabía que jamás permitiría que le hicieran daño porque lo amaba, además él siempre había sido algo más que un simple elfo para la Hawthorne. De inmediato se percató de que no se encontraba a solas con el joven Antoni, lo conocía demasiado bien ¿por qué el niño tan dulce y mimado por su madrina trataba tan mal a su personal doméstico? Era increíble, pero las expresiones físicas del elfo lo demostraban. Hugo se aclaró la garganta mientras miraba fijamente al amo de su acompañante. —Hugo desea saber qué es lo que necesita el joven Antoni —. Diciendo eso le dedicó una reverencia a los presentes. Su amita le había enseñado cómo debía comportarse, siempre con la frente en alto, con respeto pero superioridad, para que nadie se atreva a juzgarlo como elfo de sangre sucias.
  23. Tomó la mano que le tendía su amiga para poder incorporarse y una vez que estuvo de pie se sacudió el vestido y rió divertida por lo que le acababa de suceder. —Es que los ninjas no deben caerse, pero debo tomar clases de caída libre —. Soltó una carcajada mientras se sobaba la cabeza y aprovechaba para acomodarse el cabello en frente de uno de los grandes espejos. Contempló como la silueta de la pelinegra la abraza desde la espalda para agradecerle el obsequio que le había traído desde Francia, nada más ni nada menos que un refinado collar del color favorito de la bruja. Sonrió mientras se volteaba para poder abrochárselo. —Me alegra que haya gustado, sé que es tu color favorito, eres mi mejor amiga ¿cómo no iba a saberlo? —. Le acomodó la cabellera negra una vez abrochado el collar .— ¿Sabes que lo hace especial? El simple hecho de que yo tenga uno igual. Tomó el dije del collar que colgaba de su cuello para enseñárselo. Le había encantado desde que lo vio en una vidriera de una joyería muggle, era delicado, sencillo y tenía un diseño único, muy parecido a su amistad. Había conocido a la chica casi por casualidad y no supo ni en qué momento ni por qué ella se había convertido en su mejor amiga, casi hermana y confidente. —Sí, pienso lo mismo. ¡Al comedor! —. Chilló por lo bajo levantando un puño al aire y corriendo por los pasillos en dirección al comedor. Bajó las escaleras a toda velocidad mirando hacia atrás para asegurarse de que su amiga la siguiera, para su suerte el Gran Comedor estaba vacío y los trasladores se encontraban sobre una de las mesas. Acomodó su bolso playero sobre el hombro y tomó uno de los trasladores. Sabía que irían a una playa en los Ángeles, pero no conocía nada más sobre aquel evento, y eso la emocionaba. Cerró los ojos para evitar marearse mientras sentía como su cuerpo se estiraba y se retorcía como chicle. Odiaba la sensación que le producía los trasladores, por lo general las apariciones eran más delicadas.
  24. Hola, bueno vengo a pedir algunos cambios en mi firma, como los siguientes: Traje al fin los carteles que me faltaron en la planilla original : http://i.imgur.com/AxHJMe6.png http://i.imgur.com/mPClsah.png Los tenía hace mucho, pero con una cosa y con otra me he olvidado pasarme a dejarlos u.ú También quisiera pedir que me quiten las "imágenes" que no se ven en la ficha, queda feo el cosito negro de "imagen no válida" o como sea Y por ultimo quisiera cambar uno de mis conocimientos Leyes Mágicas por: Primeros Auxilios Bueno, eso es todo por ahora, porque dentro de poco mejoraré algunas cosas más como por ejemplo la historia de mi personaje que esta un poco confusa, pero ya veo como la acomodo
  25. La Hawthorne estaba metida dentro de su armario como de costumbre jamás encontraba lo adecuado para lucir en una playa, esa mañana mientras los elfos escuchaban la radio en la cocina, le pareció oír que el reportero decía que había una fiesta en la academia. Amaba las fiestas y como ella no había tenido graduación decidió que asistiría sin importarle nada. Casi inmediatamente le mandó una lechuza a su amiga, la había encontrado en el festival, pero la extrañaba y salir juntas no le haría daño a nadie. Sacó un vestido de la maleta, lo había comprado en Hawaii, le encantaba y era momento de estrenarlo. Se lo colocó con magia, en un segundo u otro su amiga llegaría, para poder ir juntas la fiesta. Cuando la joven llegó a su habitación guiada por Hugo le sonrió y le dio un abrazo. En cierta forma la Hawthorne había sufrido un cambio radical, nadie que la viera ahora podría reconocerla, ya no trataba mal a las personas y ni siquiera hacía los mismos berrinches de antes. —Sí, pero sabes que aun así te quiero —. Era la primera vez que ella decía algo como eso, nunca antes le había dicho <<te quiero>> a nadie que no fuera su pareja. Se giró sobre su propio eje y avanzó hasta su tocador para poder alcanzar las cintas que llevarían en los pies. —Son raras, pero seguro te encantan, tanto como a mí, pero… —hizo una mueca mientras le entregaba un par— no estoy acostumbrada a estar sin tacos y mucho menos sin calzado. Se colocó las cintas en los pies para luego acomodarse el cabello rubio platinado. Sonrió mientras tomaba una cajita de senada con un pequeño presente dentro de ella. —Espero te guste, es un pequeño presente de mi viaje a Francia —. Sonrió mientras la tomaba de la mano y se aparecían en el techo de la Academia. —Entrar a la Universidad como ninjas —. Sonrió mientras caminaba de puntillas sobre el techo inspeccionándolo. Comenzó a tararear la canción de Misión Imposible mientras intentaba abrir el ducto de la ventilación para poder escabullirse dentro del establecimiento. Tan Tan Tan Tan Tan Tanana. Canturreaba mientras se metía dentro del conducto asomando la cabeza para controlar que su amiga la seguía. No era la primera vez que entraba a un conducto de ventilación para poder ingresar en los Castillos sin ser descubierta. Avezaron a gatas por el conducto hasta llegar a otra rejilla, la chica se asomó por la misma para poder observar en qué parte de la Universidad se encontraba. Sonrió. —Un baño —. Susurro mientras intentaba sacar la rejilla, pero fue en vano ya que estaba sujetada a la pared con tornillos. Lanzó un suspiro mientras tomaba su varita que estaba sujeta por una liga de encaje blanco en su muslo derecho. Luego de retroceder un paso gritó: — ¡Reducto! —Y antes sus pupilas plateadas la rejilla de que protegía el conducto de ventilación explotó. Se asomó por el hueco que había quedado e intentó bajar, pero al hacerlo casi cayó dentro de un retrete. Gritó tambaleándose y cayendo de espaldas sobre el suelo.

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