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Eobard Thawne

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Todo lo publicado por Eobard Thawne

  1. -Hace un momento, mencionaste algo sobre un cambio. -susurró Black Lestrange en plena penumbra, acompañando a la Yaxley en aquel cautiverio. -Dime que no tenías esto en mente. Tuvo que bajar los brazos, para evitar tocar el muro de cristal con la varita o los codos. Llegados a ese punto, la cosa podría simplemente incapacitarlos hasta que llegara la dueña, o quizá el contacto implicaría un destino más fatal. A oscuras, y con un sistema de seguridad basado en fuego, no tenían muchas opciones. Mentalmente, le dio la indicación a las Necrohands, cuya última orden consistió en que se ofuscaran durante unos minutos, para que aparecieran dentro de la trampa para ladrones. La que sostenía la vela, se quedó levitando sobre sus cabezas, con la intención de iluminar sus alrededores para encontrar algo útil. Pero, como bien dijo Evedhiel, todo hechizo conjurado ahí dentro, tenía su consecuencia. -¡Maldición! -profirió un quejido de dolor, al notar que un par de flamas azuladas emanaron de la vela que sostenía la mano fantasmal. Parecían como gotas de cera, pero conforme se dirigieron al castaño, adquirieron la forma de bolas de fuego. Utilizó sus propias manos para cubrirse la cabeza. No precisamente lo más ingenioso, pero de algo sirvió; el ataque cesó, pero dejó chamuscada la mano izquierda de Eobard. -Ambidiestra, mujer independiente, ¿qué otros secretos guarda, señorita? Inquirió con diversión, intentando romper el hielo ante la precaria situación en la que se encontraban. También él era ambidiestro, aunque no lo consideraba un dato relevante a comentar, sobre todo porque sus posibles enemigos podrían tomar ventaja de ello. Sobre todo porque, como la iluminación no era muy buena, no se habían percatado de dónde había aparecido la otra Necrohand. Siempre respetando la limitación de un metro de separación, claro. En un intento por hacer trampa, le había ordenado a su creación, que apareciera dentro de la esfera para poder llevarse una miniatura. Ésta tuvo éxito. O casi, pues media mano se había quedado dentro del contenedor, como si hubiese elegido mal las coordenadas de aparición. La extremidad comenzó a convulsionarse, y parte tenía que ver con que el chico, al no ostentar el rango de Mago Oscuro, dependía del hechizo de distorsión de la realidad, que también tenía sus límites. Aquella liberación de magia oscura, si bien podría ser su salida, también podría resultar en un intento suicida. -Creo que tengo nuestro boleto de escape. -señaló la esfera con la cabeza, que ya comenzaba a crujir. -Vamos a tener que cubrirnos con algo para no morir calcinados. Las opciones, eran pocas; casi no había suficientes objetos para formar una buena barrera, y si recurrían del todo a la magia, el resultado sería aún peor. Fuera de la balaustrada, había un pequeño mostrador, que posiblemente cubriría a ambos en mediana proporción. @@Evedhiel
  2. Aquella forma de comunicación, era poco convencional, y desde luego le agradaba. Los nombres en el posavasos ahora eran como las dos caras de una moneda, resultado de una combinación aún menos habitual. Claro que, mandar un círculo asesino, no era su estilo; más bien, disfrutaba enviar mensajes en forma de memorándum, diseñados para picar al destinatario hasta hacerlo sangrar. O hasta que decidiera leer la misiva. Haría una excepción para el caso, desde luego. -Falsa alarma, Chuck. -repusó, mirando a la desconcertada criatura que sostenía un frasquito con la poción. -Puedes retirarte. Estaremos bien. Sacudió la cabeza, a la par que el elfo volvía a su lugar, hurgando bajo el mostrador, en busca, quizá, de uno de los tesoros de la Triviani. No los molestaría, por lo que, técnicamente, tenían vía libre para realizar sus investigaciones. -Por alguna razón, me siento un tanto culpable por todo aquel embrollo del coleccionista. -comentó, torciendo los labios en una mueca de incomodidad. ¿Acaso se había bebido todo el filtro de caballerosidad instantánea, adquirido durante el último San Valentín? -Entrar en ese viejo pensadero, quizá es lo que está afectando. Demasiada magia oscura, tal vez. Levantó la mano izquierda, cuyo dedo índice era el único que no estaba flexionado. Su anillo favorito, en forma de un gran rayo, se había oscurecido; normalmente, era de un amarillo chillón, y le daba acceso a los poderes de los libros de hechizo que poseía. Ahora, nada de eso. Parecía un simple pedazo de carbón tallado de forma rudimentaria. Con una cabezada, indicó a la Yaxley que le siguiera al extremo izquierdo del local. Ahí donde el campo de visión de la criatura no le permitiría verlos. -Lamento la excesiva preocupación, una mala costumbre. Y siendo sanadora en San Mungo, aún más...¿Cómo está todo por allá? Eventualmente, ambos se toparon con un apartado separado con cordones de terciopelo gris. Daba la impresión de ser una zona exclusiva, o el lugar a dónde iban a parar los objetos que habían demostrado ser un peligro para los clientes. Los que habían sobrevivido para quejarse, claro. Aún con la varita en mano, iluminó con cautela, a la espera de una reacción a la luz. Nada. No obstante, logró reconocer las copas en las que habían celebrado la última vez, aquellas que resonaron en el suelo cuando uno de ellos sufrió de un envenenamiento. Tenían que ser cautos, o correrían con una suerte peor. -No te equivocaste cuando dijiste que nuestros encuentros siempre trascendían una simple taza de café. -susurró, pasándose del otro lado de la pequeña valla. -El verdadero reto, será sacarlo de su contenedor sin perder una mano. En el centro del espacio, descansando sobre un enorme pedestal de cedro tallado, cubierto de runas, se situaba una esfera de cristal, lo suficientemente grande para fungir de un ojo supervisor en el Ministerio de Magia. Dentro de la misma, varias miniaturas de dragones luchaban entre ellas con fiereza. Pero, lo que más destacaba, eran las impasibles llamas azabaches que rodeaban el premio. No parecía afectarles ni la temperatura o el movimiento, y cualquier movimiento brusco podría resultar en la activación de un sistema anti robos. @@Evedhiel
  3. Estaba disfrutando de lo lindo, hasta que la situación alcanzó magnitudes preocupantes. Lo que comenzó como un ligero descuido, con la intención de pasar el tiempo, creció hasta convertirse en un verdadero caos. Ahí, oculto entre las sombras, tenia la creencia de que podría pasar desapercibido, así señalar a un culpable sería más difícil. Dio un suspiro de preocupación, levantándose por fin. Era hora de tomar cartas en el asunto. Apenas salió de su escondrijo, varita en mano, tuvo que hacer lo propio para limpiar la cerveza que provenía de un tarro roto, y se estaba esparciendo por todo el suelo. Cómo odiaba la suciedad. Sí, definitivamente algo andaba mal desde el inicio, se dijo a sí mismo, dándose a la tarea de buscar al híbrido de reptil. La mayoría de los comensales, habían optado por treparse a las mesas y quedarse estáticos. Todos, excepto una joven, que no recordaba haber visto antes en Ottery. Traía una especie de vestimenta bastante curiosa para el castaño, pues la reconocía más de Medio Oriente o de ambientes desérticos. ¿No sentiría calor, o tendría algún encantamiento meteorológico para controlar aquel detallito? Bueno, el punto, es que dicha jovencita, se había subido a la barra, lanzando improperios contra la persona responsable por la aparición de la serpiente. Y fue, precisamente, en uno de esos movimientos, que levantó ambas piernas para alejarlas del peligro, y dio un certero golpe a la botella que el elfo doméstico apenas había retirado de la repisa. Hubiera sido un buen vino alemán afrutado. Decidió acercarse a tal extremo, en principio porque suponía que debía pagar por el destrozo tanto a la botella, como al local. -Supongo que es la misma clase de enfermo que opta por practicar transformaciones en un lugar cerrado. -comentó, dirigiéndose a la chica de cabello rosado, a manera de saludo. -Descuide, se cansará y terminará volviendo a su forma original, ¿señorita...? La pregunta quedó en el aire, pues tampoco tenía idea de su apellido. Eso sí, las facciones y el tono de piel, curiosamente, tenían un cierto parecido con los de Anne Gaunt. Podría ser que estuvieran emparentadas, aunque hasta ese momento, ella era la única Gaunt con el que Black Lestrange había tenido contacto. Todo parecia haberse quedado estático, hasta que la viborilla se catapultó hacia el brazo izquierdo del castaño. Se le enroscó, como si quisiera ahogar a una de sus víctimas. No consiguió mucho, salvo continuar desplazándose, quedando como un anillo de mal gusto para su dedo índice. -Y aquí está, no hay de qué... -dijo, antes de que el animal ficticio le propinara una mordida. -¡Ouch! Aún siendo falsos, duele casi tanto como el original. @@Mery Gaunt Karkarov
  4. Emitió una risilla nerviosa al percatarse del descuido de sus gafas; usualmente las utilizaba para leer. Por suerte, Evedhiel lo había notado y, sin dudarlo, devolvió los lentes a su posición original. ¿Cómo había sido posible? Simple: Tendía a mirar por encima de dichos artilugios, pues creía que así el contacto visual era más sincero. Tal y como el que se suscitó en el momento en que ambos se dirigieron la mirada. -Mi pésimo manejo de la ira me precede. -comentó, encogiendo ligeramente los hombros, ante la remota posibilidad de un estallido de enojo. -Lo cierto es que el posavasos ha sido la mejor forma de aviso entre ambos. En ocasiones, lo llevó por si decide atacarme. Hurgó entre sus bolsillos, hasta encontrar el pequeño círculo plano, propiedad de la cantina de Mulpepper. Dicho objeto, había sido el inicio de aquella interacción entre ambos, que resultaba casi gracioso como algo tan diminuto podía cambiar el desarrollo de un solo día. Lo sostuvo en alto, con la esperanza de que la Yaxley lograra distinguirlo entre la tenue iluminación. -Misterio, misterio...De hecho, la razón para venir aquí tiene que ver un poco con eso. ¿Supiste que casi perdemos a uno de los nuestros por envenenamiento, hace meses? Comenzó a ir de un lado a otro, como cavilando en sus pensamientos. La situación con Jeremy había sido un poco de mala suerte y descuido de todos los presentes, pero aquello no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Si había artilugios de ese calibre, ¿qué le aseguraba que no tenían también otras miniaturas de criaturas más oscuras? Durante sus pequeños paseos, se percató de las vistosas botas, rosas, que llevaba la joven. Aún en la penumbra, lograba distinguirlas. Contrario a las suyas, que eran más bien negras y lo hacían parecer un espectro. -Supongo que estarás un poco familiarizada con el desarrollo de miniaturas de seres mágicos. -confesó al fin, deteniéndose sobre sus talones, frente a su interlocutora. -Bueno, he venido a ver si puedo sustraer un par de las mismas. En teoría, basta de un encantamiento reductor en algunos casos. Pero, ¿qué pasa si dichas miniaturas no son tomadas a partir de una criatura de tamaño normal? Aquello encajaba perfectamente en el listado de preguntas que la ciencia aún no podía responder. Planeaba decir algo más, pero notó una rápida reacción por parte de la joven para sostenerse su mano derecha. Daba la impresión que algo la había picado o golpeado. Casi por instinto, se giró hacia el mostrador, buscando con la mirada al elfo doméstico. -¡Chuck! Necesitamos un poco de esencia de díctamo. Bien podía arriesgarse él mismo, y hacer la curación. Teniendo en cuenta su poca experiencia con los primeros auxilios, y el hecho de que su acompañante laboraba en San Mungo, era mejor dejarlo en manos más expertas sus las suyas. @@Evedhiel
  5. No recordaba exactamente cuánto tiempo llevaba ahí metido. Quizá un par de horas, pues la presencia de la serie nubes le había impedido calcular una aproximación de la hora que era. No importaba. Al menos, no para efectos de su pequeño experimento. ¿Por qué, Borgin y Burke, de entre todos los negocios? Simple, le atraía la idea de analizar los artefactos que ahí se exhibían, ver si podía encontrar la fuente de magia oscura que se cernía sobre algunos y, con un poco de suerte, llevarse uno a casa. Claro que, para ello, tendría que pagar el precio. Y Chuck, uno de los elfos familiares, no iba a dejarlo ir sin antes avisarle a Candela. -Vamos, vamos... -susurró, entrecerrando los ojos para poder leer las placas en los estantes. -Sé que estás aquí. No te escondas. Lo que buscaba, era una miniatura de un Ironbelly Ucraniano. Entendía que dichas réplicas vivas eran muy famosas como mascotas entre los jóvenes magos, pero le interesaba encontrar el efecto que podría tener el emplear artes oscuras para darle un tamaño superior. Un par de Necrohands, invocadas gracias a los poderes del Libro del Aprendiz de Brujo, sostenían un juego de velas para compensar la deficiencia ocular del Black Lestrange. Su concentración se refugiaba en un silencio casi de tumba, hasta que escuchó la puerta. El castaño se pegó a la esquina del estante, oculto al fondo de la tienda gracias al efecto que la vista producía en tal punto. Chuck parecía haberse retirado del mostrador, quizá a ordenar papeleo, o algo por el estilo. Una cabellera cobriza. ¿Cuántas personas en el mundo poseían dicho tono de cabello? -Hay varios manuales para combatir plagas de arácnidos, por si te interesan. -comentó, desplazándose desde su posición para alcanzar a la Yaxley. -A menos que estés buscando algo más macabro, claro. Para ese momento, ya se había situado en la repisa aledaña a la que examinaba Evedhiel, recargando la espalda con suavidad en la misma. Mentalmente, ordenó a las manos fantasmales que se ofuscaran, pues de momento no habría necesidad de utilizarlas. Desde luego que, la joven se sobresaltaría con aquella repentina aparición, por lo que decidió emitir una disculpa. -Es un lugar un tanto curioso, ¿no crees? Digo, después de un par de tragos y un parque de diversiones... -inclinó la cabeza a manera de saludo a su ahora compañera de bando. -Aunque el aura de misterio, de silencio, me agrada. @@Evedhiel
  6. La suela de las botas emitía la serenidad con la que el Black Lestrange se desplazaba por la adoquinada vía de Diagón. Su expresión, era relajada, aunque su mente estaba plagada de las últimas situaciones en las que se había envuelto. Aunque, por ahora no quería preocuparse, estaba en modo vacaciones, y se aprovecharía de ello hasta el último día. -Tal parece que estoy predestinado a terminar bebiendo una copa cada que vengo por aquí. -susurró para sí, deteniéndose a un costado de Borgin & Burke, el local de artilugios tenebrosos. Conocía a la dueña del mismo, por lo que, si entraba allí con intención de causar estragos, no saldría vivo de ello. No, no. En su lugar, decidió seguir el letrero de entrada que ofrecía el desnudo muro de piedra. Conforme avanzó por dicho sendero, se convenció más de que estaba en el lugar indicado. Las personas retratadas en los cuadros ocasionalmente se reflejaban en sus gafas, intentando ver de quién se trataba. Y al final, cuando estuvo sujeto a la tenue iluminación del salón, recordó que ya había estado ahí en algún momento, siendo aún un aspirante de la Marca Tenebrosa. Con la mano derecha en el bolsillo, simulando buscar un par de galeones, se aproximó a la barra. Había un elfo allí, de pie sobre un taburete para poder atender a la clientela. -Dime, ¿tienes un poco de jugo de frutas? O algo tropical, a saber. Agradeceré cualquier cosa de ese estilo, que me sea proporcionada. Acto seguido, se dirigió a una de las elegantes mesas de cedro, para instalarse en dicho sitio, en uno de los extremos de la sala, donde la iluminación era aún más escasa. Para su sorpresa, había una servilleta ahí, de diseño peculiar, pues parecía más bien una pañoleta que emulaba los colores representativos de Slytherin. Decidido a matar el tiempo mientras esperaba su bebida, extrajó la varita de la manga izquierda de su playera. No era un as en las transformaciones, pero tampoco era un total inepto. En su mente, intentó encontrar una figura que fuera amena a la situación, pero primero, necesitaba de su bebida. Nada. Realizó una rápida floritura, con dirección al pedazo de papel. Que, para su buena o mala suerte, adoptó la forma de una serpiente bicolor, cuya cola vibraba como si también portara un cascabel. Bien podría haber pasado como una cría de basilisco con modificaciones genéticas. -Tengo un mal presentimiento sobre esto. Hizo una mueca, al tiempo que intentó capturar su creación. Un intento fallido, pues ésta se deslizó, con bastante gracia, de la superficie de madera, hasta caer al suelo y desaparecer entre la maraña de pies de los comensales que frecuentaban el negocio. Una de dos, alguien la pisaría y acabaría con todo aquello; o bien, un grito haría saber a todos que un reptil había salido de una bebida, como por arte de magia. Tendría, dos, ¿tres? Minutos para considerar abandonar antes de que la situación se fuera de las manos. @@Mery Gaunt Karkarov
  7. ¡Mira lo que hiciste, Barry! Contuvo un estornudo, debido al polvo, y en lugar de molestarse a cubrirse con el antebrazo, sacudió la cabeza para quitarse un poco de esa suciedad encima. Para colmo, llevaba puesta su playera polo de manga larga favorita; de una tonalidad azulada, con el emblema de un rayo cruzando su pecho de extremo a extremo. Aquello se estaba saliendo de control. Me intentaste matar, porque creíste que cortejaba a tu hija. encogió los hombros, intentando examinar el rostro de su hermana a través de los anteojos mágicos. No me eras familiar, hasta el año pasado. Sobre el tiempo, treinta años me parece demasiado...En ese entonces, no había nacido siquiera, o bien, apenas era un niño pequeño. Una borrosa imagen de un joven Eobard Thawne se formuló durante unos momentos en su mente, sólo para ser interrumpida por otro crujido. ¿Es que acaso su hermana se había vuelto loca? Algo le decía que debía detenerla, porque de lo contrario, la matriarca iría, no sólo por el responsable, sino por aquellos que, teniendo el poder de evitarlo, se lo habían permitido. Pero, no contó con la llegada de Matthew, el joven que Candela y él acostumbraban usar como conejillo de Indias. Matthew, ¿tú, aquí? Okay, esto se pone más raro a cada segundo. Desde la puerta que daba al sótano, el Triviani y el Black Lestrange tenían una separación de unos quince grados, vistos desde el punto donde se situaba Jessie. La primera pregunta le cayó como balde de agua fría, haciendo que mira alternadamente a ambas personas. ¿Matthew era un Black Lestrange? Lo otro, no hizo más que torcer aún más el asunto. Más bien, el hijo de su hermana se parecía a él. (?) Cabello castaño, piel clara, son los genes más comunes. terció, aferrándose a su varita, mientras la mujer se acercaba a él con una furia que se sentía en el aire. Las posibilidades de que sea un hijo nuestro, son tan remotas, como la de que pueda ser un candidato a Ministro de Magia. Y, sin previo aviso, le colocó la varita sobre el cuello, picándole como si se tratara de una navaja. Aquello no le gustó para nada, por lo que bastó con lanzar una descarga de magia oscura a su alrededor, para quitarse a su hermana de encima; no la había detenido, pues era más una variante del encantamiento Expulso. La gota que colmó el frágil vaso de la estructura. Tuvo unos, treinta o cuarenta segundos, para movilizarse. Como su calzado en ese momento, eran las botas de siete leguas, regresó por el joven Triviani, para llevarlo del cuello, y después sujetó a la pelirroja de uno de sus brazos. Alcanzaron a cruzar el umbral antes de que la estancia se viniera abajo. Derraparon en los jardines, apenas medio metro de distancia con el cementerio de la familia. Black Lestrange se levantó, escupiendo un poco de césped, y aún manteniendo las gafas mágicas. Estaba ligeramente molesto por las agresiones a su atuendo, pero ahora tenían un problema mayor en sus manos. Podríamos comenzar a aclarar los lazos familiares, encontrando la forma de reparar eso antes de que alguien lo note. dicho esto, el área que correspondía al comedor en la planta baja, comenzó a ser sepultada bajo el primer piso. Uh-uh, Mía nos va a matar. @@Jessie Black Lestrange @@Matthew B. Triviani
  8. Cualquiera que hubiese entrado a su espacio personal, habría pensado que estaba realizando algún ritual extraño; las cortinas corridas, y una sola vela encendida, de las cuatro pertenecientes a la lámpara de araña. Nada de eso. Había tomado un caldero, prestado, de la cocina, y se encontraba empeñado a probar los efectos del Aliento de Pimienta, adicionándole otros ingredientes. Utilizando los anteojos alfa a manera de protección, y sosteniendo las pinzas con la diestra, intentaba depositar el contenido de los frascos con sustancias picantes, en un afán por aumentar la capacidad del brebaje. Y lo habría logrado, si el estruendo, seguido de un inesperado crujido del suelo bajo sus pies, jamás hubiera tenido lugar. Normalmente, ignoraba los sonidos externos a la mansión, y su propia habitación tenía un hechizo que impedía a alguien, que no fuera él, ingresar a dicha sección de la casa. -¿Pero qué demonios está pasando aquí? -por fin abrió la puerta, y asomó la cabeza a ver si divisaba algo a lo largo del pasillo. La poción le había salpicado en la cara, por lo que adoptó una tonalidad rojiza. -Tiene que ser una broma... Un boquete, de unos dos metros de ancho, se extendía por el piso. Se alcanzaba a observar un fragmento de la Sala de Duelo en el segundo piso, e incluso podía jurar que veía parte de la chimenea en la planta baja. Un segundo temblor sacudió la casona, obligando al castaño a tomar la iniciativa. Era una caída larga. Pero logró amortiguarla gracias al amuleto volador. Los muebles y prácticamente cualquier aditamento decorativo brillaba por su ausencia. Con varita en mano, listo para desviar cualquier escombro, se abrió paso al vestíbulo. La puerta estaba entreabierta, y ahí, podía observar una figura conocida. Cosa curiosa, se encontraba al pie de uno de los pilares que mantenían el lugar de pie. -¿Jessie? -inquirió, dirigiéndose hacia una de sus hermanas. Algo le decía que ella estaba detrás de todo esto. -¿Puedo saber por qué pareces inexplicablemente tranquila mientras la casa se viene abajo? Y antes de que cualquiera pudiera emitir palabra, una nube de polvo le atacó, acentuando el aspecto de científico loco, con todo y anteojos. @@Jessie Black Lestrange
  9. Esperando que haya stock de la primera, que últimamente la he visto bastante cotizada. ID: 121079 Nick (con link a la ficha): Joseph R. Black Lestrange Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylatino.org/topic/111034-boveda-trastero-de-joseph-r-black-lestrange/ Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/110224-boveda-de-joseph-r-black-lestrange/ Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2018-07-08 Poción: Multijugos Puntos: 160 P Precio: 8000 G Poción: Aliento de Pimienta Puntos: 20 P Precio: 1000 G Total de puntos: 180 P Total de Galeones: 9000 G
  10. Eobard Aldrich Black Lestrange estaba...Bueno, haciendo lo que acostumbraba hacer (?) Entre sus responsabilidades como Mortífago, la administración de dos locales, y su empleo en el Banco Mágico, disponía de muy poco tiempo para actividades de esparcimiento. Aquel día, haciendo gala de la vestimenta que portaba cuando laboraba en Criaturas Mágicas, concluía otra exitosa caminata al pie del bosque familiar. -Una y van dos. -sentenció a nadie en particular, deteniéndose a un costado del muro de árboles. -Creo que es hora de un refrigerio. Apenas dio un paso, un sonoro estruendo sacudió los alrededores. Por inercia, levantó el rostro hacia el cielo, esperando la lluvia, pero no encontró lo que esperaba. Un Ave del Trueno, elegante y poderosa, descendía con tranquilidad. Había lidiado con una antes, por lo que sabía que no debía hacer movimientos bruscos. El anillo en forma de rayo, que llevaba en el índice derecho, mutó hasta dar la forma del aquel que concedía el poder de Amistad con las bestias. -¿Qué es lo que te aqueja? Colocó ambas manos sobre su estómago, cubierto por la playera de manga larga de tonalidad esmeralda, en un afán por darle espacio al ente. Aunque era un Ave poderosa, que sobrepasaba los conocimientos del mago, con aquel anillo fue capaz de entender fragmentos en los sentimientos de la criatura. Parecía realmente cabreada, y por alguna razón, interesada en encontrarlo. Parque Natural de Sanjiangyuan. Era todo lo que necesitaba; giró sobre sus talones para finalmente fundirse con el espacio-tiempo, dejando atrás a Conocía China de alguna breve visita, y gracias a su facilidad para los Idiomas, no le sería difícil dar con la imagen del lugar al que deseaba dirigirse. Que, finalmente, sucedió. La suela de las botas cayó con un golpe sordo sobre el frondoso suelo. Las montañas conferían un clima templado al parque, agradable al visitante. Agradeció que los pantalones le llegaran a la rodilla. -Buen día. -pronunció en un siseo casi inteligible, a manera de saludo ante los presentes. -¿Keaton? Vaya, el lugar menos esperado para convocarnos. ¿Es tuya, el Ave del Trueno? Reconocía al atlético vampiro de vista, dado que eran compañeros de bando, pero no habían cruzado casi palabra. Si había enviado a un ave de tal poder a buscarles, algo debía andar mal. Para su suerte, la varita se encontraba dentro del estuche prendido a su muslo derecho, lista para una eventualidad. Entonces, sus ojos se posaron sobre la escena. Hizo una mueca de desagrado ante el asco; vamos, que ni siquiera él era tan sanguinario.
  11. Eobard Thawne

    Inscripciones

    Ya había estado aplazando el venir este topic desde hace un par de días. En realidad, apenas se certificó en ficha/trastero, así que, sí, vengo a inscribirme para cursar el primer Libro que requiere este tipo de condición para ser utilizado *o* Nick: Joseph R. Black Lestrange ID: 121079 Libro de Hechizos: Libro de la Fortaleza Justificante de compra del Libro (Link a la bóveda trastero): Aquí Rango Social: Unicornios de Oro Nivel de Magia: V Fecha aproximada de aprobación EXTASIS o de salida de la Academia (versión anterior): No me tocó cursar la Academia (?) EXTASIS aprobado en Agosto del 2017. Link a la Bóveda: #110224 Link a la Ficha: #110221
  12. ID: 121079 Nick: Joseph R. Black Lestrange Link a la Bóveda Trastero: #111034 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: #110224 Nivel Mágico: V Fecha: 2018-06-08 Nombre del producto: Libro de la Fortaleza Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): 5 Precio: 5000 G Precio total: 5000 G
  13. Japón, ¿eh? Enviaré una postal. Se acercó al escritorio para poder tomar el recipiente de madera que, supuso, le correspondía, pues el rojo no era ni mucho menos uno de sus colores predilectos. Apenas rozó la caja con sus dedos, sintió un tirón por debajo del estómago, como si se encontrara en el ojo de la tormenta. El traslador hizo lo suyo, enviando al Black Lestrange al lejano Oriente. Okay, creo que agregaré los Trasladores a la lista de náuseas. recargó el dorso de la mano derecha en un poste para recuperar la compostura; aborrecía tanta turbulencia. Abrió los ojos como platos al notar dónde se encontraba. Ay, tiene que ser una broma. Más adelante, en aquel pequeño callejón donde se había materializado, se extendía lo que parecían ser puestos de comida ambulante. Todo lo que pudiera imaginar; había visto el mismo concepto en Europa y América, pero ahí, parecía como si hubiese stands cada centímetro del camino. Encogió los hombros y se dispuso a avanzar, intentando no gastar el limitado tiempo que poseía. Arribó a una concurrida avenida, en donde los rostros de los transeúntes orientales lo hacían sentirse totalmente fuera de lugar. Literalmente, o un poco. Sus fracciones lo delataban como extranjero sin lugar a dudas. Observó los imponentes edificios, en búsqueda de la compañía a la que Gabbs le había enviado. -¿Ishizuchi qué demonios? -se desesperó, intentando encontrar algún indicio en el mundo de caracteres. A la vista, todo parecía lo mismo. Lenguaje corporal. Encontró una empresa de aspecto elegante casi al final de la calle, de amplios ventanales a ambos lados, tras los cuales se exhibía una infinidad de artilugios que tenían pinta de facilitar la vida de los no mágicos; armatostes como espejos, de todos los tamaños y colores. Apenas puso un pie dentro del recinto, la recepcionista comenzó a hablarle con un acelerado acento japonés. -Yo...no. Espera, sí. He venido a reunirme con el respetable dueño para tomar un poco de...Sake. Habló con seguridad, procurando mantener el contacto visual con la mujer. No era un galán, ni mucho menos pensaba lanzarle un Imperius, por lo que debía valerse de su propio ingenio para resolver eso. La oriental pareció comprender su última palabra, por lo que, con sendas reverencias, le indicó el elevador a sus espaldas. Luego de tener que soportar una molesta música de ascensor, se encontró en lo que podía haber sido el último piso de la edificación. Al fondo, tras una ostentosa mesa de metal y cristal, el rígido sillón de oficina le daba la espalda. Alcanzaba a notar la nuca del sujeto, que no debía medir más de un metro con setenta centímetros. <<Ah, el gaijin. Esperaba que te rindieras a medio camino ante tanto símbolo extraño. Me dicen que vienes por este preciado líquido pero, ¿te lo mereces? Para su gran sorpresa, el CEO hablaba un inglés más que fluido, casi como si fuese su idioma natal. De darle la espalda, se situó frente a su escritorio, analizando al Black Lestrange, mientras sostenía el envase de sake con recelo. -Llegué hasta aquí. Me ha costado mi paciencia, que es un precio justo. -respondió, encogiendo los hombros. No tenía cabeza para los acertijos. -Quizá considere invertir en esta firma, algún día, si es que vuelvo a Japón. Ante aquella proposición, los ojos del dueño brillaron cual galeones, como si alguien le hubiese dicho que, por cada segundo que respirara, recibiría más dinero. Rió con ganas, caminando en círculos alrededor del castaño; la botella reposaba, en calma, sobre la mesa. Volvió a llamarle gaijin entre breves mofas japonesas. -Escucha, me están esperando. Te propongo un intercambio. El sake... -hurgó en sus bolsillos, buscando aquella ilusión que más de una vez le había sacado de apuros. -Por el oro que me dieron los duendes. Encontró un puñado dentro de los mil y un bolsillos de su pantalón. Oro falso, producido por su miniatura de duende Leprechaun. Una vez más, el otro pareció fascinado con la idea del dinero; había dado en el clavo. Sus gesticulaciones y movimientos, como temblor de manos, delataban su obsesión con el metal. Aprovechó el descuido, producido por el destello del oro al ser lanzado al aire, para cruzar la estancia y tomar la botella de sake. Fue sólo cuestión de tiempo, para que se encontrara de vuelta en el aula de la Universidad. -Botella de Sake, lista. -puso en alto el envase antes de depositarlo en el escritorio de Gabbs. -Fue...educativo. La clave, no perder la calma ante tantos símbolos, y buscar patrones que coincidieran con el lugar donde tenía que ir. Además de enfrentar el ser extranjero, pues a los japoneses no les agradan mucho. Según noté en sus expresiones, el dueño de la corporación, tiene una gran debilidad por el dinero, lo cual usé a mi favor. En el caso de su recepcionista, bueno, le maravilló la idea de que un gaijin visitara la empresa. @@Gabrielle Delacour
  14. ¡Hola! Ya es justo y necesario hacer algunas modificaciones, así que vamos a ello. Dice así: Debe ser: Edad: Adulto joven Dice así: Debe ser: Familias Familia Black Lestrange Familia Triviani Dice así: Debe ser: Aspecto físico Tiene una estatura de 1.80 m, alta para Norteamérica. Su figura es más bien atlética, de extremidades tonificadas gracias a la práctica de la natación durante su tiempo de ocio. Puede notarse una ligera tendencia esquelética en su pecho, pues sus clavículas se marcan de manera perfecta en su piel, la cual es de una tonalidad casi nívea. Le gusta utilizar el cabello, castaño oscuro con algunas canas, quebradizo, hasta la mitad del cuello, en ocasiones optando por recogerlo en una única coleta. Sus ojos, rodeados por unas ojeras ligeramente marcadas, son de un color grisáceo, como el mercurio, confiriéndole una sensación de falta de vida. Posee una tenue cicatriz en la mejilla derecha. De manera esporádica, su rostro se ve cubierto por una fina barba, del mismo tono que su cabello. Tiene tres tatuajes en total. La Marca Tenebrosa en su antebrazo izquierdo, oculta a personas ajenas al bando mediante un encantamiento, a menos que él desee que sea visto. Una Rosa de los Vientos, con sus puntos cardinales, en el omoplato derecho. Finalmente, en el pecho, situado a la altura del corazón, el símbolo de la Solntsevskaya Bratva. Cualidades psicológicas Hace gala de una paciencia flexible a la situación, siendo poco tolerante ante el lento proceder de las cosas, o más cauto si se trata de algo delicado. Tiende a ironizar y mostrar una actitud burlona, con el objetivo de romper el hielo; en el fondo, se preocupa por su círculo interno de personas de confianza, estando dispuesto a auxiliarles hasta dónde alcance su habilidad. Fuera de ello, cuando se trata de crear discordia o provocar un ligero desorden, jamás deja pasar la oportunidad. Dice así: Debe ser así: Historia Nació a principios del año 1990, en el seno de la acaudalada familia Thawne, quién durante siglos había brindado magos y brujas excepcionales a la comunidad mágica norteamericana. Su concepción resulta de un romance entre una hechicera inglesa, Mía Black Lestrange, y su padre biológico, Hivolt Thawne. Debido a la naturaleza del encuentro, su madre decidió dejarlo bajo la tutela de la familia del Thawne, quien era un congresista del MACUSA con tendencias anti no-maj. Con su madre en camino a Inglaterra, y la aparente estabilidad en el mundo tras la caída del Señor Tenebroso, Hivolt optó por enviarlo a estudiar a Ilvermorny, la escuela de Magia y Hechicería de Estados Unidos, cuando tuvo la edad suficiente. La noche de su ingreso, fue seleccionado para pertenecer a la casa Wampus. Ahí, desde sus primeros años, demostró habilidad en el dominio de la magia, no sólo la elementales, como los encantamientos, sino también un particular entendimiento de las artes oscuras. Esta característica peculiar le generó una no solicitada reputación, no sólo entre alumnos, sino también entre algunos de los docentes. Conociendo a Anna Loring A lo largo de los años en Ilvermorny, fue haciéndose tanto de amigos, como de algunos enemigos. La mayoría se olvidaría de él con el pasar del tiempo. No obstante, hubo una persona con quien se relacionó en particular. Anna Loring*, única heredera familiar, y orgullosa alumna de la casa Thunderbird. Ella y el castaño se habían conocido durante su tercer año, cuando tuvieron la oportunidad de cursar Transfomaciones para el ciclo 2003-2004. A la muchacha se le facilitaba la disciplina, mientras que Eobard siempre terminaba por transfigurar el objeto en cuestión en distintas cosas, excepto lo solicitado. Tales diferencias fueron la principal razón que los llevaron a relacionarse, iniciando como una pareja de estudio. No fue hasta el quinto curso, durante las vacaciones de invierno, que el Thawne se atrevió a confesarle los sentimientos que había desarrollado por ella. Para tal fin, habían acordado verse en la ciudad muggle de Köln, en Alemania. Aldrich fue el último en llegar, maldiciendo por lo bajo mientras se acercaba al lugar de reunión con su interés sentimental: El punto medio del puente Hohenzollern. Eran las siete de la tarde, pero aún se podía observar a uno que otro muggle en el paso peatonal. Llegas tarde. saludó la chica con una sonrisa, despegándose del barandal para recibir al recién llegado. Llevaba el cabello castaño recogido en una coleta, la cual reposaba sobre su hombro derecho. Lucía, además, un vestido de noche azul marino, a juego con sus ojos. Remataba, con unos tacones, que daban la apariencia de estar hechos de hielo, puesto que a la vista parecían de un material cristalino. Sabes que el tiempo y yo nunca hemos sido los mejores amigos. Eobard intentó relajar el ambiente, dejando escapar uno de sus comentarios más habituales en Ilvermorny. Vestía un traje gris Oxford, bajo el cual portaba una camisa azul cielo, y unos mocasines azabaches. Anna se tapó la boca con una mano, dejando escapar una risa nerviosa. Thawne, cuyos nervios lo traicionaban, decidió ser el primer en romper el hielo. Del bolsillo lateral del saco, sustrajó lo que parecían ser espigas de trigo. Te traje un obsequio. comentó, deslizando los dedos de su mano izquierda sobre las espigas. De a poco, comenzaron a ensancharse, como si algo estuviese creciendo en su núcleo. Adquirieron una tonalidad verdosa, y del tallo comenzaron a emanar pequeños botones de flor, de un tono marrón. Agh, demonios. Sabes que nunca se me dio bien la transmutación de seres vivos. Confiaba en que se convirtieran en claveles. Le entregó el fallido intento de flores a la Loring, haciendo una mueca de incomodidad en el proceso. La castaña tomó el ramo, profiriendo un suspiro como de ternura al hacerlo. Entonces, deslizó uno de sus dedos sobre la mejilla del muchacho. Él sintió un leve escalofrío, al notar que los dedos de Anna estaban helados. Aquel detalle siempre le había agradado de la muchacha. De hecho, me preocupa un poco. Pero, confío en que al final de este ciclo sepas, al menos, realizar transformaciones orientadas a objetos. Ambos sonrieron al pasar por el inesperado silencio. Después de año y medio siendo compañeros, y amigos, se habían acostumbrado a los enormes lapsos de estudio en la biblioteca, donde reinaba una incansable falta de sonidos. Se giraron hacia el río, apoyándose en el barandal. La vista del Rin era impresionante. Ahí fue donde Eobard aprovechó para sostener la mano de la joven. Siempre quise venir a Alemania en esta época del año. El clima... es mucho mejor que el de Norteamérica. Aunque, tampoco me molesta el calor de tu mano. el castaño agradeció que la penumbra ocultara el rubor de su nariz al escuchar a Loring. Y, acabo de recordar. Mañana es tu cumpleaños. Gracias por recordarme que envejeceré un año más. Pero, no, al punto. Te imaginarás que no te privé de la comodidad de tu hogar esta noche sólo para demostrar mis dotes en Transformaciones. continuó, contemplando la sonrisa de Anna. ¿Sabes? Siempre he creído, somos como fuego y hielo. La referencia hacia el gusto de la joven por las bajas temperaturas no pasó desapercibido. Aunque sabía que no era como tal una mención hacia ello, sino que ambos, de cierta forma, se neutralizaban. La paciencia de una, la imprudencia del otro; el pésimo sentido del humor con la seriedad en momentos cruciales. Estaban conectados, a su manera. Y, ¿cuál de los dos sería yo? inquirió, acercándose a Thawne, quien dirigió su atención a los orbes que le devolvían la mirada. Podemos averiguarlo. Expulsión de Ilvermorny Entrados en términos de una relación sentimental que parecía tener tintes de prevalecer hasta el final de los tiempos, Eobard A. Thawne y Anna Loring se convirtieron en la noticia al arribar, semanas más tarde, al segundo trimestre de su quinto curso, ya como pareja. La suerte parecía favorecer a ambos, sobre todo al hijo de Hivolt. Todo cambió cuando llegó el sexto año. La perspectiva de ver durante menos tiempo a Anna, y además, de no poder compartir todas las clases con ella, supuso un golpe bajo para Aldrich. Con todo, mantuvo su relación con la Loring, encontrándose con la joven durante los intermedios entre clases. Había mejorado en Transformaciones, en parte, gracias a la paciencia de su novia durante las vacaciones de verano. Al menos, lo suficiente para acreditar el curso. Ahora, su gran problema yacía en Defensa Contra las Artes Oscuras. Era habitual que tuviera discusiones acaloradas con el profesor, el señor Frage*. Mientras que el pupilo proponía darle uso a las artes oscuras, verlas sólo como un punto distinto al de la magia convencional, el otro insistía en desecharlas, tachándolo incluso de seguidor de la oscuridad. La tensión aumentó, al confrontar a una persona que no era de su total agrado. Bartholomew Garrick*, un joven mestizo, cuya familia era famosa en el noreste de Estados Unidos por la producción en masa de artículos de Quidditch profesional. Debido a que compartía la opinión del profesor Frage, a menudo se encontraba en desacuerdo con el Thawne, llegando incluso al punto de batirse en duelo con él a escondidas de los profesores. Uno de estos enfrentamientos, derivó en el uso de magia oscura por parte del castaño, quien ya rondaba los diecisiete años. Al verse en un aprieto, Eobard había tenido que recurrir a este tipo de estrategia, disparando lo que parecían ser flechas elaboradas con magia oscura misma. Cuatro de ellas terminaron en la túnica del Garrick, sujetándolo a la pared, pero una quinta, se incrustó en su pierna derecha, ocasionándole un gran dolor. Tras una investigación, se determinó que dicho encantamiento estaba diseñado para causar sufrimiento al blanco, razón por la cual la molestia del rival de Aldrich no había cedido. El joven fue encontrado culpable sin lugar a dudas, recibiendo la expulsión de la institución como pena máxima. Se le había advertido que, de volver a emplear tal rama de la magia, le correspondería al MACUSA llevar su caso. Nueva Orleans y el encuentro con William Clayton Tras la inminente expulsión del Ilvermorny, el castaño entró en un periodo de aprendizaje por otros medios. Estaba consciente de que, al haber sido exiliado de la más prestigiada escuela de Norteamérica, sería muy difícil que otra institución lo aceptara como estudiante para finalizar sus estudios. Pasó los últimos cuatro años, en los que habría terminado sus estudios, viajando alrededor del globo, financiado por su padre, cuya salud comenzaba a mermarse. Contrario a los deseos de la esposa de Hivolt, abandonó la agradable ciudad de Boston, para dirigirse hacia Nueva Orleans, aquella población costera en el sur que prometía un encuentro con su compañera, quien había finalizado al el colegio. Llegó con bastantes horas de antelación, hospedándose en un hotel turístico que le ofrecía vista al lago Pontchartrain. Se deleitó con las luces citadinas, llegando a tener que admitir que los muggles no tenían mal gusto en algunas cosas. Una vez llegada la noche, decidió vestir un atuendo acorde a la ocasión: Mardi Gras. Debido a que no era un experto en pasar desapercibido, su vestimenta consistió en una camisa de flores hawaianas, además de unos pantalones cortos caqui que le llegaban a media pierna. Sumado a esto, un par de tenis deportivos que emulaban la vestimenta playera de los habitantes. En serio te ves increíble. La chica había hecho un gran esfuerzo por pasar desapercibida con la ropa muggle. Enfundada en una blusa roja con diseños florales, y falda marrón, ofrecía un aspecto más natural que Eobard. Habían acordado reunirse en el bar del hotel. Ahí, compartían un whisky mucho menos fuerte que el elaborado por la comunidad mágica. Usted no se queda atrás, señorito. comentó Anna Loring, esbozando una sonrisa burlona que pronto fue difuminada por un corto beso. Te verías menos raro en Hawaii, desde luego. Tenía todo lo que deseaba en ese momento. Una vida relativamente normal, y un posible futuro con la chica. El momento era perfecto. Exceptuando por una persona, cuya ausencia habría causado que la suerte de Eobard tomara un rumbo distinto. De cabello crespo y castaño, fornido, vestimenta del clásico cowboy, el vampiro William Clayton* disfrutaba de una bebida sanguinolenta en el mismo sitio en el que la pareja se encontraba. Vio en la joven, una oportunidad de saciar al fin su sed de sangre, pues pretendía realizar un ritual que consistía en convertir a una humana de la forma más sanguinaria posible para acabar con su agonía. Vaya, vaya...No es usual ver gente de su tipo en esta época del año. se acercó a la mesa del Thawne, haciendo que la pareja se sobresaltara. Descuiden, soy amigo. Mi nombre es Maxwell. Mentía, y el joven se dio cuenta de ello. ¿Qué diablos quería? Imaginaba un sinfín de cosas, pero su intervención sólo podía implicar problemas. Tomó la mano de su novia instintivamente, dirigiendo una mirada inquisitiva al vampiro. Definitivamente, había algo en él que no le agradaba. Perdone, no sabemos de qué habla. Ahora, si nos disculpa. En parte, su salida estaba planeada. Tanto su acompañante como él, se levantaron y rápidamente abandonaron el lugar de esparcimiento. Iban tarde para la celebración de aquel día, y por ninguna razón querían perdérsela. William se limitó a levantar su copa en torno a la salida, con una media sonrisa impresa en sus labios. Qué sujeto tan extraño, ¿no crees? inquirió Anna, horas más tarde, mientras disfrutaban de un espectáculo de luces. El muelle se encontraba medio vacío, así que tenían privacidad suficiente para realizar muestras de afecto. Opino que le falta un tornillo. El chico emitió una risa con desdén, negando con la cabeza. Aquel sujeto, le había puesto los pelos de punta. Nada de lo que había visto hasta ese momento, ni sus incursiones en el uso de la magia oscura, lo habían consternado tanto como esa presencia. Miró a su acompañante, dándole un beso en la frente. ¿No es obvio? Le gustaste. Quería impresionarte. Loring, consciente de la molestia de su novio, apretó su mano, situándose frente a él. A espaldas de la chica, bastantes fuegos artificiales hacían que el cielo fuera de tonalidades de azul, hasta algunas más exóticas como el rojo o el amarillo. Tiró de él, hasta que ella quedó recargada en el barandal. Pero, tu eres mi pareja. Hay que intentar olvidarlo, disfrutar de estas vacaciones. Nos las merecemos. y, al ver que Eobard planeaba replicar, colocó el dedo índice izquierdo sobre los labios del joven. Te las mereces, créeme. Sé que algún día volverás a la escuela. Y, así fue. Se dedicaron a olvidarse de todo aquello que les afligía, y disfrutaron de las celebraciones nocturnas. Entrados en ambiente, se marcharon a una de las orillas del Pontchartrain, sin saber que el vampiro les había seguido de cerca, decidido a un banquete final. Habían encendido una pequeña fogata a un par de metros de las olas, cuando notaron su presencia. ¿Acampando a la luz de la luna? Ambos se levantaron, con varitas en mano. El fuego iluminó las rudas facciones del vampiro, que parecía deleitarse con la reacción de ambos. Extendió los brazos, como invitando a los dos presentes frente a él a atacarle con su mejor hechizo. A la brevedad, se encogió de hombros, decidiendo atacar a Eobard primero. * * * ¿Qué...Qué diablos? agitó los brazos, balbuceando, mientras recuperaba la visión. Oh, no... Se levantó con algo de dificultad, sujetándose el costado derecho. El golpe le seguía resonando por todo el cuerpo, como si cada que se moviera, recibiera una descarga eléctrica. La fogata estaba apagada, y el cielo estrellado comenzaba a menguar. Definitivamente, aquel movimiento había sido preciso y letal. Muy listo, pero veremos quién ríe al último. Siguiendo las instrucciones en el pequeño pedazo de papel que había entre la arena, llegó al centro de operaciones del vampiro: un club nocturno llamado El Caballero Negro. Era una trampa, eso no iba a negarlo. Pero, en ese momento, sólo le importaba poner a salvo a su novia. Había una dupla masculina custodiando la entrada, pero lo dejaron pasar apenas detectaron su presencia. Intermitentes luces neón lo deslumbraron apenas las puertas se cerraron. Había bailarines por todas partes, y a juzgar por los pasos, se trataba de no-maj. Ahí, en el centro, donde parecía provenir toda la música, estaba aquel sujeto que le estaba causando dolores de cabeza a un nivel cósmico. Esto es una sorpresa, debo admitirlo, pero una buena. William se levantó del asiento que ocupaba, acomodándose el abrigo de piel marrón. A su lado, aparentemente dormida, estaba la prometida del Thawne. Quise hacerlo por las buenas, créeme. Pudieron haber cooperado. Claro, cooperar con un desconocido que presenta un particular interés por mi chica, ¿cómo no se me había ocurrido? Molesto, Aldrich se cruzó de brazos, esperando una buena explicación para todo eso. Algunos de los clientes los miraban extraño, debido a que habían alcanzado tonos de voz perfectamente audibles. El vampiro rió, metiendo una mano en su bolsillo mientras se aproximaba al visitante. Podemos hablar esto. Nadie tiene que salir herido. Colocó una mano sobre el hombro del joven, como haciéndole saber que no se detendría para responder a su ataque, si decidía iniciar las hostilidades. Uno de los empleados se acercó, cargando a la durmiente para llevarla al espacio personal de William. Muy bien, habla. Y más vale que tengas una buena razón para molestarnos. Eobard se volvió, dando la espalda al hall, aún atestado para ser casi las seis de la mañana. La oficina tenía un gran ventanal, desde el cual se podía ver prácticamente cada rincón de negocio. El vampiro, quien se encontraba sentado, con los pies sobre el escritorio, profirió una ligera risa. Buen hombre de negocios, tenía que encontrar una forma de llegar a un acuerdo que le beneficiara ampliamente. Le echó un vistazo a Anna, que levitaba, aún bajo los efectos de cualquiera que fuera lo que la mantenía dormida. Bien, comenzaremos por presentarnos, porque sí, soy hombre de palabra. Mi nombre es William Clayton, y soy lo que llamarías un vampiro. Aquello tomó por sorpresa al joven norteamericano, quien esperaba que la confrontación comenzara en ese preciso instante. Desorientado, decidió ganar algo de tiempo; si iban a presentarse, al menos procuraría obtener toda la información para poder rastrear a Clayton apenas salieran de ahí. Ah, eres uno de ellos, ¿eh? Bueno, mi nombre es Eobard Thawne. asintió a manera de saludo. Un simple turista que ha venido a pasar las vacaciones con su novia. Directo a los negocios, ¡eso me agrada! Mira, lo pondré sencillo: Escuché de un ritual que permitirá mantener una dieta poco sanguinaria, pero requiere de una humana sana y joven, la cual convenientemente se encuentra aquí. Se deleitó con la expresión de asco del Thawne, quien había metido la mano en los pantalones cortos para buscar su varita. En un abrir y cerrar de ojos, ya se encontraba al lado del castaño, observando la pista de baile desde su mirador personal. Eobard decidió dar un par de pasos hacia atrás. Ella no se lo merece. De todas las personas que pudiste haber elegido... William negó con la cabeza, torciendo sus labios hasta formar una tétrica sonrisa. Aquella situación era tan fácil para él; la dieta animal ya no lo satisfacía ni un poco, pero su consumo humano se basaba en la belleza de la persona en cuestión. Extendió ambos brazos, como intentando procesar algo muy complejo. Tienes razón, pude haber elegido a alguien más. Sucede que, me parece una chica muy atractiva. Fue la gota que colmó su vaso de paciencia. Si había algo que difícilmente toleraba, eran esas miradas sugestivas. Enarbolaba su varita, por lo que fue fácil concentrar ese creciente desagrado por la persona que tenía frente a él. Un rayo de tonalidad oscura fue emitido de la punta de su objeto mágico, impactando directamente en el pecho del vampiro. Recibió una especie de descarga de adrenalina, en la cual alcanzó a ver como su acción, que sin duda había sido obra de magia oscura, causó que William quebrara el cristal, precipitándose hacia su asiento personal. Estaba decidido a acabar con aquello en ese momento, por lo que no dudó en saltar desde ese segundo piso, para poder confrontarlo. Eres un tonto, Eobard Thawne. Pero, algún día, cobraré la deuda que acabas de contraer conmigo. Apenas pudiendo levantarse, debido a la caída, el mago encaró a Clayton, quien apenas y lucía un débil hilo de sangre deslizándose de su labio. Los gritos y el desplazamiento de masas no se hicieron esperar, generando un total descontrol en todo el lugar. Apuntó su varita nuevamente al vampiro, esperando poder atacarlo con la misma magia. La molesta iluminación le impidió reaccionar al golpe en su mandíbula que le había propinado el dueño. Como dije, soy un hombre de negocios. se inclinó para palparle la mejilla a su contrincante, quien se había desplomado debido al dolor. Se escucharon varios crac en simultáneo a las afueras del club nocturno. Por las ventanas, ya entraban los primeros rayos de sol. Era la señal de que el vampiro debía huir. Dedicó una mirada triste al hueco que había dejado en su mirador antes de retirarse por la puerta trasera. Su aparente ritual tendría que esperar. Por otra parte, Eobard intentó arrastrarse hacia los restos del asiento del sobrenatural, esperando poder desfallecerse ahí, pareciendo ridícula la idea de ser encontrado en una posición extraña. Las puertas se abrieron de par en par, y se escucharon pasos rápidos, que cada vez iban resonando con mayor intensidad en sus oídos. No alcanzó a distinguir mucho de aquellas figuras, pero sí captó una sola palabra, que sin duda significaba peligro. MACUSA. ¿Black Lestrange? Eobard Aldrich Thawne, se le encuentra culpable de violar el Estatuto Internacional del Secreto. Al ser una falta grave a los acuerdos internacionales, deberá someterse al exilio de la comunidad mágica. Sí sabes que te van a perseguir ahí a donde vayas, ¿cierto? Hivolt se tapó la mano para toser. Acto seguido, le dedicó una sonrisa triste a su hijo, quien se encontraba al pie de su cama. En su hombro derecho, sostenía el asa de lo que parecía ser una pequeña mochila de supervivencia. Tras el juicio, en el que había condenado las acciones de su propia sangre, había caído en una terrible enfermedad aún no diagnosticada. Cuento con ello, y lo sabes. Pero no podía irme sin despedirme de ti. respondió Eobard, tendiendo su mano derecha para estrechar la de su padre. El apretón fue más emotivo de lo usual. No habían sido tan cercanos desde la expulsión del castaño, pero irónicamente, la afección hacía del congresista una persona más sensible con su único hijo. Notó que no era todo lo que tenía que decir, pues aún estaba reteniendo su mano. Black Lestrange. Reino Unido. Es ahí donde debes ir. Estás delirando. ¿Por qué habría de ir a ese territorio? No hay nada para mí... Su padre levantó el dedo índice para pedirle silencio. Aldrich se sintió ruborizado, pues aquel ademán, no lo había visto desde hacía varios años, cuando más pequeño solía interrumpir al Thawne cuando anunciaba algo durante las cenas familiares. Sacó un pequeño rollo de papel, atado con un listón azulado, el cual le ofreció al muchacho. Lo aceptó, con cara de poco entendimiento de la situación. Hay cosas de las que nunca te conté, como tu verdadera familia. Búscala. Busca a Mía, ella te contará el resto. Aquellas, fueron sus últimas palabras. Con la vista clavada en el techo, poco a poco fue cerrando los ojos, hasta adoptar una posición que hacía parecer que se encontraba durmiendo. La tensión de su mano en la de su hijo cesó, por lo que el último Thawne sabía que no había vuelta atrás. Salió de la habitación, guardando la información recibida en uno de los bolsillos de la mochila, y sin atreverse a observar el cuerpo. Sé que pretendes irte, pero voy a tener que detenerte, aunque eso me cueste mi matrimonio. A mitad de las escaleras de caracol que daban a la estancia, y a la entrada principal, se encontró con quien durante muchos años había pensado que era su madre. La pelirroja, considerablemente más joven que Hivolt, le impidió bajar otro escalón más. Se le veía sumamente molesta. No vas a detenerme. Sabes a dónde tengo que ir. Mi padre se habría sentido defraudado de saber que impediste que su hijo tuviera la vida que merecía. Parecía que había dicho las palabras justas, pues inmediatamente, la mirada de la mujer se había horrorizado. Se mordió un labio, como debatiéndose entre lo que debía hacer. Aquel día, una escolta de aurores del MACUSA irían a escoltarlo para su exilio, previo acuerdo establecido en su juicio. Date prisa. Estarán aquí en cualquier momento. No vuelvas, bajo ninguna circunstancia. Se hizo a un lado para que pasara. A Eobard le pareció un poco rudo irse de esa manera, por lo que se detuvo a los pocos pasos de la puerta. Escuchó los sollozos de la viuda, sabiendo que aquella era una decisión muy difícil para ella. No obstante, la vida como un Thawne ya no le correspondía a él. Abrió la puerta, deslizándose con una rapidez impresionante por el montículo donde se erigía la mansión. La noticia de su escape no sorprendió al gobierno mágico norteamericano, quien giró una orden de aprehensión, y una recompensa a quien pudiera dar información de su paradero. Tuvo que colarse en el Boston muggle, donde adquirió algunas de sus costumbres básicas; al menos las suficiente para pasar como tal. Consiguió un pasaporte creíble, y finalmente se dirigió a la terminal aérea, el Logan International, cuyos transportes le parecían bastante toscos a comparación de las escobas o los trasladores. Bastó un poco de persuasión, seguido de una gran cantidad de dinero nomaj bastante convincente, para poder comprar un boleto de avión en el último vuelo de aquella tarde. Los últimos días de Enero parecían plagados de tránsito entre los distintos países. Incluso ahí a donde planeaba comenzar la búsqueda de sus orígenes. Echó una última mirada a la ciudad antes de abordar aquel monstruo metálico con destino a Reino Unido. Época actual Se había dedicado a trabajar para el mejor postor durante el 2011. ¿Personas molestas, seguridad privada? Mientras pudieran pagarle, aceptaba las encomiendas. Un último trabajo surgió, el cual lo convocaba en Irlanda. Resultó ser una trampa para capturar al infame cazador, valiéndose de un contacto falso que tenía información sobre el paradero actual de sus verdaderas raíces. Eobard sobrevivió al encuentro, pero pagó un precio alto: Debido al creciente interés en su persona por parte de otros mercenarios, decidió quedarse en el extranjero durante seis años, particularmente, en Alemania, en recuerdo de Anna. Finalmente, retornó a Reino Unido, a mediados de 2017, decidido a encontrar a su familia. Entonces, ingresó al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, bajo la promesa de completar al fin su educación, como Hivolt lo hubiese querido. El Sombrero Seleccionador, desde luego, se sintió ligeramente ofendido al asignar a un alumno mucho mayor que el resto de los habitantes del castillo. Finalmente, fue asignado a Slytherin. Grande fue su sorpresa al descubrir que la profesora de su séptimo curso era, nadie más y nadie menos que, su propia madre. La profesora Mía Black Lestrange, quien ya era una hechicera talentosa. Tras las pruebas a las que expuso al castaño, y a algunos de sus familiares, fue que se dio este interesante encuentro, en el que por fin madre e hijo volvieron a coincidir. Concluida la misión iniciada hacía casi diez años, el joven decidió cambiar su apellido de crianza, Thawne, por aquel que le correspondía por derecho de nacimiento. Sumado a esto, su residencia se trasladó a la casona de la familia, a las afueras de Ottery St. Catchpole. Naturalmente, influenciado por la familia, que al igual que los Thawne, había aportado notables miembros a la comunidad mágica, decidió ingresar a las filas de la Marca Tenebrosa. Siendo un aspirante prometedor, se enfrentó a una serie de pruebas, demostrando su capacidad y lealtad a la causa. Tras meses de arduo trabajo y dedicación al bando mortífago, fue incluido en la nueva generación, recibiendo el tan ansiado tatuaje en su antebrazo izquierdo. Habiendo pasado tiempo cultivando experiencia, y realizando algunas misiones de gran importancia para su bando, recibió el honor de ser ascendido a Tempestad. Su primer empleo ministerial, fue en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, donde desempeñó una ardua labor durante algunos meses. No obstante, uno de los casos, relacionado con la visita a una mansión infestada de plagas, cambió su idea de utilidad a la dependencia. Finalmente, solicitó un cambio a Cooperación Mágica Internacional, donde pasó sin pena ni gloria. Decidido a distanciarse un poco de la entidad ministerial, ingresó como empleado del Magic Mall, la institución a cargo de proveer objetos y criaturas mágicas a la comunidad londinense. Atraído por la idea de conocer el manejo de Gringotts, aplicó para el empleo en el banco mágico, donde fue aceptado tras semanas de incertidumbre. Consciente de que tendría que mantener las apariencias, tal y como hacía con su afiliación a los Mortífagos, decidió asumir la imagen pública de un empresario exitoso. Posee dos locales, el Casino Royale, su más grande orgullo, y Quick Labs, el cual administra en conjunto con la matriarca de los Triviani. Dice así: Debe ser así: Otros datos La descripción de su varita es: Nogal negro, núcleo de pelo de unicornio. Treinta y ocho centímetros, inflexible. Encuentra las actividades deportivas muggle un tanto exageradas, pero ha desarrollado un gusto por la natación. Es un ávido fan del quidditch británico, teniendo como equipo predilecto al Puddlemere United. En el ámbito no mágico, sus equipos de soccer favoritos son el Real Madrid y el Tottenham Hotspur. La práctica de la Aparición Conjunta le genera náuseas. Usualmente lleva un anillo, en forma de rayo, en el dedo índice de la mano derecha. Cronología de cargos: Ministerio de Magia 07 de Septiembre 2017 - 07 de Enero 2018: Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, Empleado. 07 de Enero - 07 de Marzo: Departamento de Cooperación Mágica Internacional, Empleado. 07 de Marzo - 07 de Abril: Magic Mall, Empleado. 07 de Abril - Actualidad : Gringotts, Duende. Marca Tenebrosa 28 de Julio 2017 - 28 de Septiembre 2017: Aspirante 28 de Septiembre 2017 - 06 de Mayo 2018: Base 06 de Mayo - Actualidad: Tempestad Premios y Reconocimientos Caballero de Walpurgis Destacado, Agosto 2017: Caballero de Walpurgis Rolero, Agosto 2017: Revelación Mortífaga, Premios Seamus 2017: Promesa de la Marca, Premios Seamus 2017: Posteador Compulsivo, Premios Seamus 2017: El más activo en el Rol Ministerial, Premios Seamus 2017: Gracias de antemano al mode que modifique Me disculpo por todo lo que tenga que leer y corroborar (?) Pero, en fin, creo que ya era necesario esto, sobre todo por la cronología de cargos. Si hay algún error u detalle, no duden en hacerme saber. ¡Saludos!
  15. Esbozó una sonrisa de ironía al escuchar que se había adelantado. Más que de costumbre, tal vez. Sí, ese soy yo; siempre en movimiento, pensó, encogiendo los hombros. La aparición de su compañera no se hizo esperar, por lo que se limitó a dedicarle una cabezada protocolaria a manera de saludo. Dedicó su tiempo a leer las interrogantes que Gabbs fue dejando conforme se dirigía a sus alumnos. Aguardó a que la recién llegada tomara la iniciativa. Se la debía. O no. Llegó su turno, por lo que despegó el cuerpo del pupitre, y comenzó a dar vueltas alrededor de la estancia. Una definición bastante peculiar. Lenguaje. unió ambas palmas, intentando concebir la palabra con sus propias ideas. Lo vería como un mecanismo para expresar ideas, sueños, palabrería sin sentido. esbozó una mueca a medias, haciendo referencia a lo que estaba diciendo. Incluso emociones, si uno es lo suficientemente abierto; O tonto, depende. Tampoco es que se limite a la fragilidad del ser humano. Continuó su recorrido, haciendo una ligera pausa para acomodarse las gafas sobre la nariz. Deslizó los dedos sobre la puerta de acceso antes de girarse hacia las damas, fingiendo haber olvidado que todavía le restaban dos preguntas por intentar responder. El idioma, por otra parte, sería una especie de convención para comunicarse mutuamente y, lo más importante, que haya cierto grado de entendimiento. Puede variar, dependiendo el grupo que lo establezca, pero....Creo que eso ya le atañe a disciplinas como Historia de la Magia o Estudios Muggles. Aprovechó la utilidad de su calzado para desplazarse con rapidez, de vuelta a la mesita de madera. Se limitó a apoyar su mano izquierda, pensando en la última cuestión; era más a nivel personal. Originalmente, tenía planeado cursar Leyes Mágicas. concedió, ladeando la cabeza hacia ambos lados, como habría sido de tener el cuello roto. Pero, creo que el área legal puede esperar. Me interesó Idiomas por la versatilidad que le puede brindar a uno en distintas situaciones. Digo, no seré el más social, por más intentos que haga. Quizá había sido demasiado técnico, aunque no podía negar que le gustaba la teoría, siempre y cuando no opacara la práctica.
  16. Abrió los ojos como platos ante la inesperada reacción por parte de la Yaxley para revisar si tenía alguna herida. Su cuello hizo un crack ante los movimientos consecutivos, pero no parecía estar roto. En cuanto ambos establecieron contacto visual, no supo cómo reaccionar. Le sostuvo la mirada y, ¿estaba temblando? Esperó que se debiera a la gélida brisa que les alcanzó, pero algo le decía que no era así. Sacudió la cabeza, intentando difuminar la coloración rojiza que había adquirido su rostro. Creo que estaré bien. Antes no fue una caída de un acantilado. ladeó la cabeza hacia la derecha. ¿También Evedhiel intentaba disimular? Pero me alegra que no hayas resultado herida. Como ex empleado del Departamento de Criaturas, no podría permitirlo. Una punzada en el antebrazo izquierdo lo invadió sin avisar. Por un momento, creyó que había sido el tatuaje de la Marca Tenebrosa, pero no. Se había acostumbrado a aquel escozor, que incluso le llegaba a causar cosquillas. No, aquello era más bien una herida, pues sentía el flujo de sangre borbotear sobre su piel. Antes de que pudiera hacer uno de sus clásicos comentarios sobre la estabilidad de su cuerpo, la joven sujetó su extremidad con la precisión propia de una sanadora de San Mungo. Notó que el encantamiento que le había hecho al tatuaje, se había desvanecido por un momento, revelando su pertenencia a los mortífagos. No pareció alarmarse, ni mucho menos. Dejó ir una risa al ver que le había puesto una tirita sobre la herida, en referencia al gracioso sobrenombre que le había puesto momentos antes. Ojalá no la deje, aunque no sería la primera que obtengo por olvidarme un poco de la vida cotidiana. repuso, cubriendo el brazo nuevamente con la manga de la playera polo. Fingió una expresión ofendida, colocando su mano sobre la barbilla. ¿Quién dijo que me asustan las alturas? Vamos, que si hay agua, sería cauteloso. Negó con la cabeza, siguiendo a su acompañante a través del sendero que los llevaba hacia el punto de partida de los carritos. Sí, definitivamente le recordaba cierto paraje en el que se habían celebrado unos premios; si no era el mismo hechizo, al menos tenían similitudes. Se recargó sobre el tablero del operador, a la espera de que algún vehículo los recibiera. Su pregunta sobre el tatuaje de la joven la había tomado desprevenida. Después del momento en el que su afiliación al bando se dio a conocer, lo más natural sería mantener un bajo perfil. Aunque a él de verdad le interesaba conocer qué significado tenía, pues el trazo no era ni mucho menos peculiar. Me gusta tentar a mi suerte, y creo que te has dado cuenta. Cada tatuaje tiene su historia, y no dudo que la tuya sea emocionante e intrigante. No tanto como la que tiene el mío, o eso creo. Agitó el brazo izquierdo, aunque estaba de más. Bien pudo haberse referido al tatuaje que portaba en el pecho, escondido bajo la camisa, o el que le habían hecho en la espalda baja. Uno de los vagones llegó en el momento justo; parecía no poseer magia, incluso compartiendo similitudes con los carritos que utilizaban los nomajs en las ferias. Le cedió el paso a Evedhiel, cerrando la comitiva al sentarse a su lado. No saquen manos ni pies, mantengan sus extremidades dentro del vehículo en todo momento. imitó la voz que daba indicaciones a los visitantes. A la brevedad, una barra de metal se materializó sobre sus cabezas, yendo a parar a sus piernas, como medida de seguridad. Su viaje comenzó con un traqueteo totalmente esperado. El Black Lestrange asomó la cabeza para mirar hacia abajo; no iban pegados al riel, sino levitaban sobre éste. Se acercaron a las primeras curvas, en las que, debido a la creciente velocidad, se mareó un poco. Colocó sus manos sobre el extremo que le correspondía, pensando en qué tan buena idea había sido el subirse a la atracción. Y justo cuando parecían llegar al final del recorrido, una pendiente bastante pronunciada, hubo un cambio de planes. El metal en el riel parecía tener vida propia, deformándose para formar una especie de plano inclinado. Su cabello quedó esponjado por el viento que les golpeó la cara sin previo aviso. Ahora, se encontraban planeando sobre el parque de diversiones. O, al menos, la gravedad aún no les hacía caer. Dos visitantes en una imitación bastante convincente de dragón, intentando buscar tesoros. quitó las manos del transporte, trazando lo que parecía ser una primera plana. Se giró para mirar a Evedhiel, que parecía estar disfrutando el trayecto a su manera. Ahora es buen momento para ser estrellas. Le guiñó el ojo. El carrito, que batía las alas como su homólogo en la realidad, comenzó a escupir fuego a través del hocico. Réplicas bastante convincentes. Por un momento, creyó que descendían rumbo a tierra firme, pero en su lugar, una especie de espejo se reflejó frente a ellos. Era como una tela invisible pero, si uno enfocaba lo suficiente, podía notarla. Sin algo que pudiera impedirlo, cruzaron el portal que los llevaría a un mundo desconocido, y que, si tenían suerte, los devolvería justo al inicio del viaje. @Evedhiel
  17. Se quitó el polvo de hombro al materializarse apenas unos pasos del acceso a la Universidad. Guardó la misiva en uno de los bolsillos de los jeans arena, y echó a correr. Gracias a las botas de siete leguas, no le fue difícil dejar atrás los jardines, que a la brevedad se convirtieron en una mancha borrosa. Derrapó un poco antes de llegar a la única puerta abierta en el corredor, emitiendo una mueca ante el eco producido. Ocupó un par de minutos a acomodar el cuello azabache de la camisa, que se encargaba de opacar sus ojos grisáceos cual serpiente. Encogió los hombros, decidiéndose a entrar. Buenos días. saludó a Gabs con una ligera inclinación de cabeza. Vaya sorpresa. Espero no haber llegado tarde, tenía tiempo sin frecuentar estos salones. No esperó una invitación por parte de la profesora, porque supuso que tenían esa mínima confianza, así que ingresó al recinto. Apoyó sus piernas sobre uno de los pupitres. ¿Esperaban a alguien más? No tenía mucho caso tomar asiento, si es que iban a tener una clase más bien dinámica. En una de esas, me equivoqué de clase, y en realidad, tendría que estar viajando a una isla remota en el Caribe, pensó, divertido, utilizando el dedo índice para acariciar su mentón. La pizarra estaba en blanco. Se encontraba en el lugar indicado. @@Gabrielle Delacour No me llegó la notificación, me enteré chismeando el feed ;o;
  18. Hola, ¿qué tal? Vengo con una duda sobre los Libros de Hechizo, y la Experiencia. Bueno, noté que en el caso de éstos, no brindan puntos en Objetos/Criaturas al comprarse, y sólo si se trata de aquellos que requieren curso en Universidad, te dan medallas por aprobarlos. Pero, en el cómp*** de la experiencia se considera la posesión de los mismos, y de hecho, en el primer ejemplo, se contempla el Libro del Aprendiz de Brujo. Mi pregunta, ya sin dar tantas largas, al momento de hacer el cálculo del nivel, teniendo dicho libro, ¿debo considerarlo para efectos de experiencia, o este rubro de "Poderes" ya no aplica, y sólo debería considerar las futuras medallas de los siguientes libros? Gracias de antemano a quien responda ¡Saludos!
  19. Se puso una mano sobre la nuca para poder inclinar la cabeza. Aquel intrépido escape le había costado parte de su energía, por lo que necesitaba un par de segundos para recuperar el aliento. Por suerte, ya podía enfocar correctamente; observó que su acompañante se acercaba, en apariencia, ilesa. Hizo una mueca, ladeando el rostro a la par que algunos de sus huesos crujían. -Me temo que no es una habilidad especial. Eso no evita que haga uso cada que tengo la oportunidad. -admitió, dibujando una sonrisa triste ante la revelación. Él deseaba que lo fuera, pero era casi imposible nacer con tales destrezas. -Ahora me siento culpable por el asunto de los nifflers, pero al menos estamos bien. Lo estás, ¿cierto? Aceptó la mano que le ofrecía Evedhiel, cerciorándose de que su tono de piel se mantuviera sin cambios. El chiste le había resultado gracioso, sobre todo porque él se consideraba un ente demasiado extraño. Realizó un par de flexiones para cerciorarse de que no tenía algún hueso roto, manteniéndose frente a su interlocutora, quien parecía un poco desaliñada ante el repentino movimiento. A ninguno parecía importarle más el aspecto. -¿Y por qué no contamos estrellas, mientras intentamos no morir en el trayecto? Digo, conmigo fungiendo de trébol camaleón, podemos tentar a nuestra suerte. Hizo lo propio para mover el tablón que evitaba el ingreso a los visitantes. La estructura metálica emitió un chirrido de queja, como advirtiendo que no profanaran aquella atracción fuera de servicio. Se giró para observar la reacción de la joven, pues un sonido así simplemente no pasaba desapercibido. Palpó la varita en el bolsillo interno de la gabardina. -Ojalá no haya más de nuestros amigos ahí dentro. En una de esas, encontramos su alijo y podemos llevarnos un tesoro a manera de souvenir. -comentó, divertido ante la expectativa de más dificultades. -Así, quizá pueda saber el significado de tu tatuaje. El castaño colocó la mano sobre su cuello, como indicándole a su acompañante a lo que se refería. Durante el breve lapso en el que se desplazaron de la trampa de las criaturas, se había percatado de un peculiar trazo en la parte trasera del cuello, oculto bajo los rizos cobrizos de Evedhiel. Seguramente no todos tenían la oportunidad de vislumbrarlo, y le intrigaba. Por fortuna, estaba dándole la espalda a la luz de la luna, esperando con esto, que no se notará el ligero rubor que se había apoderado de su frente. @@Evedhiel
  20. -No pondría en duda tu habilidad. La última hora, has hecho gala de la misma. -terció, con un ligero rubor en los huecos de los ojos. -Recuerdo que la última vez que recurrí a tan improvisado método, fue cuando laboraba en Criaturas. Imagino que también en San Mungo debiste tener que elaborar Pociones así en algún momento. El impacto de su rayo lo hizo retroceder un par de centímetros de la tarima, haciendo que la madera crujiera bajo la suela de sus botas. Confiaba en que tenía la facilidad para los encantamientos, pero en aquella ocasión le había dado más intensidad al Expulso de la esperada. Quizá se había concentrado demasiado. Con el rabillo del ojo, notó que Evedhiel movió los brazos, como si estuviera nadando o perdiera el equilibrio. Estuvo a una fracción de segundo de ayudarle, pero su reacción había sido demasiado lenta; el bip en la tabla de puntajes anunció que de algo había servido su hechizo. Estaban 200-150, y no entendía cómo lo había logrado. El Occamy, escurridizo, había sacrificado a otro de los dragones. -Sí que te ha gustado lo de Míster Tiritas, ¿no es así? Va bien con mi tendencia de atraer problemas. Así que, yo que tú, me quedaba con el trébol camaleón mientras tenga oportunidad. La ojiazul había acortado la distancia que los separaba, quizá en afán para conseguir un poco de esa suerte que emanaba de la planta. El castaño repasó mentalmente si había tomado Felix Felicis antes de salir, pero no había sido el caso. Su rival lanzó el encantamiento petrificante, que terminó dándole una esfinge. Ésta se quedó con una pata arriba, como si fuera a dar un zarpazo. Otro cambio de puntajes. Pero el juego ya había quedado en segundo término. -Concuerdo contigo. Me parece que somos como un aperitivo para ellos. -comentó, utilizando el brazo derecho para cubrirse del reflejo que emitía la luz lunar. Se refería al tono de piel de ambos, que rivalizaba con el brillo de la luna. Tenía que pensar en algo rápido. Como estaban ocupados cubriéndose de la luz, los nifflers aprovecharon para ir aproximándose, cual topos en sus madrigueras. En un abrir y cerrar de ojos, la intensidad de la iluminación ya había sobrepasado los límites tolerables. Uno de ellos, saltó desde la tierra, con la intención de retirarle su anillo, pero el castaño quitó la mano justo a tiempo. -Pido perdón de antemano por esto. Guardó la varita en el bolsillo de su gabardina. Se acercó a Evedhiel y posó su palma derecha sobre la nuca de la hechicera. Valiéndose de las características de las botas de siete leguas, echó a correr para sacarlos de aquella trampa. Se detuvo derrapando a la entrada de la montaña rusa. Empleó dicha maniobra para evitar que ella se rompiera el cuello con el latigazo del desplazamiento. La joven se había quedado al pie de la taquilla de entrada, cuyo tablón estaba casi carcomido por las plagas a lo largo de los años. El Black Lestrange, no tuvo tanta suerte, y quedó boca arriba a unos palmos de la nueva ubicación. Probablemente ahí no los buscarían las criaturas. @@Evedhiel
  21. Rió por lo bajo, cubriéndose con el dorso de la mano para no verse tan cínico. Algo imposible, siendo él. El juego de naipes parecida haberse movido a un segundo plan, por lo que se deslizó bajo la barra para poder abandonar el extremo donde se servían las bebidas. -Fíjate que lo había pensado. -concedió, desplazándose para llegar a una de las mesas aún en su contenedor. -No lo de Matthew, desde luego. Él es un plus. No, me refiero a la ruleta humana; veré si la incluyo en los shows durante los intermedios de las partidas privadas. Con varita en mano, se las arregló para sacar el contenido de la caja. Pero lo que les importaba en ese momento, era la ruleta. Hizo levitar la superficie circular en medio del pasillo que separaba las hileras de mesas, para que ahí tuvieron buena vista del juego. En lugar de la clásica combinación rojo-negro, la ruleta presentaba tonalidad verde-plateada, cual Slytherin. Una serpiente erguida, a manera de palanca, decoraba el centro. -Siempre llegas a tiempo, Matthew. De hecho, como fuiste el segundo en llegar, te ganaste el premio de protagonizar la primera ruleta humana. Si eres tan amable de acompañar al señor White. El calvo, que había llegado sin que nadie se diera cuenta, se posó a un costado de Matthew, extendiendo su brazo para invitarlo a seguirle. Posiblemente, el joven Triviani no iría ran fácil, por lo que estaba preparado para una trifulca, que esperaba no diezmara su negocio en tan poco tiempo. Se aproximó a Candela, que aún parecía buscar algo en la amplia sala. -En dado caso que muera, habrá promoción dos por uno en cadáveres. -le susurró, cruzándose de brazos para observar la escena con el irlandés. @@Matthew B. Triviani @@Candela Triviani
  22. Como el lugar se abarrote de gente, tendré que considerar llegar más tarde. Hizo una ligera mueca al observar que alguien más hacía su entrada, con la idea de engrosar la fila de espera. Por suerte, no fue así, y más bien la recién llegada se situó del otro lado del mostrador, para gran sorpresa del castaño. ¿Le conocía de algún lado? No, no recordaba a alguien con ojos violeta. -El gusto es mío, señorita Granger. -dio una cabezada al corresponder el saludo. -¿Tiene alguna especie de hechizos meteorológicos? Ya sabe, para cuando uno quiere sentirse bajo el abrasador sol, o en un remoto paraje helado. Aquello no lo había dicho en son de broma, pues le interesaba poner a prueba su resistencia en distintos escenarios. Sus galeones presintieron el cobro en cuanto la encargada le facilitó el formulario de inscripción. No pedía demasiada información, salvo el nombre, edad, peso y estatura. -Desde luego que me interesa la visita guiada, así puedo analizar otros servicios que ofrecen, y ver cómo puedo adaptarlos a mis necesidades. Mientras Valeskya Granger atendía a Matthew, él se dedicó a llenar los datos que se le pedían. No tuvo problema en poner su nombre completo, pues sabía que su apellido realmente no causaría revuelo. En el campo de la edad, decidió rebajarse hasta veinticuatro años; la complexión semi atlética, producto de practicar natación toda una vida, enmascaraba bien ese aspecto. Espero que no tuviera alguna caña en el cabello. Las otras medidas, las llenó con números aleatorios, pero que se asemejaban a los valores reales. Cuatrocientos cincuenta galeones. Encogió los hombros y firmó para concluir. -Listo, aquí tiene. -fue al encuentro con Matthew para entregarle el documento a la pelinegra. -En cuánto estén listos, los sigo. @@Valeskya Granger @@Matthew B. Triviani
  23. Había llegado a sus oídos la apertura de un nuevo local. No era muy adepto a visitar los locales en Diagón, de hecho, el último mes se la había pasado en aquellos que eran de su propiedad, o compartía con alguien más. Aquel día, sin embargo, necesitaba algo distinto a la rutina de nunca acabar. Salió con una velocidad asombrosa de cierto negocio, y se plantó frente a Ottery Fitness. Vaya...No se ve tan mal, pensó, con una mano acariciando su mentón. A la espalda, llevaba una diminuta mochila, con gran capacidad de almacenamiento gracias a algunos encantamientos. Ingresó al local al fin, topándose con la recepción. Un clásico de la mayoría de lugares; aunque, debía admitir que el piso de mármol le confería un aspecto elegante. Su calzado emitió un par de golpes sordos al encontrarse con dicho material. Hizo una mueca de incomodidad, pues era lo único que odiaba de esas botas. Al parecer, las noticias no habían demorado en recorrer la comunidad mágica, pues dos personas ya se encontraban ahí. Le sorprendió a Matthew ahí, ¿acaso el Triviani era alguien vanidoso, o simplemente venía por diversión? No siempre tenía la oportunidad de coincidir con la familia fuera de Ottery. Se aproximó al mostrador, recargando su brazo izquierdo sobre la superficie del mismo. Reconoció de vista a la otra persona presente; la recordaba de alguna celebración de fin de año en el Ministerio de Magia, aunque de eso hacía bastante tiempo. Buen día a todos. inclinó la cabeza a manera de saludo. Acto seguido, ladeó la cabeza hacia la izquierda para observar al joven. No es el tipo de lugar dónde esperaría verte, ¿planeas mantener actividad física regular? Esbozó su habitual sonrisa irónica, que a la mayoría le terminaba por permanecer molesta. Se giró para dirigirse hacia quien atendía en ese recibidor. No llevaba ningún volante o cupón, por lo que seguramente no disfrutaría de todos los beneficios. O sí (?), nunca lo podría asegurar del todo. ¿Qué tal? Me interesa el hacer uso de las instalaciones acuáticas. Además de que me preguntaba, ¿tienen algún espacio para practicar boxeo o disciplinas por el estilo? Porque espero mi vestimenta sea adecuada. Instintivamente, evaluó su atuendo. Llevaba una playera polo de manga larga, en cuyo cuello reposaban sus gafas. Además de eso, unos pantalones que le llegaban a media rodilla, haciéndolo ver más jovial. Por otro lado, las botas mágicas, que le conferían una velocidad superior a la obtenida por métodos normales, parecían lo único que desentonaba, dado el enfoque que tenía el lugar.
  24. ¿Otras habilidades? inquirió el Black Lestrange, mirándose de arriba a abajo. No creo que saber preparar pociones en una taza, o conocer de las Artes Oscuras cuente mucho en un juego de habilidad. chasqueó los dedos y señaló a la joven con el índice, como intentando esclarecer su punto. Es un grave error mostrar tu mejor jugada al inicio. ¿Qué tal y tú tienes un as bajo la manga que yo no espero? Extendió ambos brazos hacia arriba en son de derrota. El grifo había sido más astuto. Resultaba gracioso, sobre todo por el hecho de que, aunque fuesen simples figuras, poseían la personalidad de las criaturas en las que estaban basadas. Aún había oportunidad de que Evedhiel lo alcanzara en el marcador. Un clásico era que las personas adoptaran una postura de concentración al momento de lanzar, pero le sorprendió que su rival no mostrara signos de ello. Al contrario, la percibía tranquila, como calculando la inclinación ideal de la varita, o bien, el tipo de hechizo que utilizaría. Atacó a uno de los dragones, que sucumbió ante la cuerda proveniente de la varita de la Yaxley. ¿Lo ves? Terminaste dándome la vuelta. Nada está escrito aún, así que tendríamos las mismas probabilidades. Ahora estaban 100 a 150. El bip del tabloide con el puntaje lo hizo pensar en cuál sería su siguiente objetivo. Las esfinges estaban descartadas, de cierta manera, pues eran un arma de doble filo. Recordando su pésimo primer intento con el dragón, descartó a estos casi al instante. Le quedaban los Occamy. Supuso que sería una buena idea. ¡Expulso! exclamó, dirigiendo su varita hacia la criatura emplumada del centro de la fila. La onda expansiva llegó hasta ésta, ocasionando que se tambaleara un poco sobre la superficie de madera en la que se sostenía. Se sentía como en uno de esos momentos en los que caía una moneda al suelo, y aún no estaba claro si sería cara o cruz. Con su oído logró captar algo detrás de ellos, como el susurro de la maleza ante el movimiento. ¿Sería el aire? Lo dudaba; no había corriente en ese momento. Alguien los estaba siguiendo. O algo. Se giró instintivamente, pero no logró captar nada, más que la penumbra que les ofrecía el parque. Su anillo de plagas, que se situaba en el dedo anular de su mano derecha, le dio un ligero choque eléctrico, como advertencia de que se trataba de alguna criatura. Creo que estamos siendo vigilados. En el mejor de los casos, son los guardias. Sostuvo su varita con fuerzas, a la espera de que, lo que fuera que los acechaba, se mostrara ante ellos. Gracias a su pequeña distracción, no logró ver si había conseguido los diez puntos o no. @Evedhiel
  25. Creo que habían pasado como dos meses o algo así desde la última vez que había venido acá, así que, vamos a ello: Nick: Joseph R. Black Lestrange ID: 121079 Conocimiento: Leyes Mágicas || Idiomas || Historia de la Magia Nivel de Magia: IV Link a la bóveda: #110224 Link a la ficha: La Araña Humana/El hombre del traje de amarisho Les dejo varias opciones (en orden de preferencia, desde luego), para que lo tomen a consideración. No me gustan las clases de un solo alumno, pero si nadie más se inscribe, bueno, no hay problema ;o; Ojalá alguien más se anime a llevar Leyes

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