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Libro de la Fortaleza — Grupo 2


Hades Ragnarok
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El día era frio y tormentoso. Los orbes negros del vampiro brillaban con malicia. Tras su “máscara” de tranquilidad el cainita observaba a los presentes y pasaba la lengua por los filosos y ponzoñosos colmillos vampíricos. Llevaba su clásica túnica que solía usar cuando daba clases en la Universidad, y su cabello negro estaba desordenado.

 

El Ragnarok estaba allí, parado sintiendo el peso de la responsabilidad en sus espaldas, mientras jugueteaba con la varita entre sus dedos enguantados como si fuera una ficha de Póker. Miraba de reojo al hombre que estaba a su lado. Su compañero en la clase de duelos y director de las instituciones educativas. Sonrió mostrando los filosos y ponzoñosos colmillos vampíricos. Jamás se habían imaginado tener que darle clases a alguna de aquellas personas. Las reconocía perfectamente. Ladeo la cabeza y pensó en las muchas torturas que podría aplicarle a su hermana Anne quien estaba frente a él.

 

-<<Supongo que ahora se enterara porque desaparecí tanto tiempo>> - se figuró el vampiro posando los ojos en la Gaunt- <<Cuando se entere que estaba estudiando con los Uzzas hará pucheros por no llevarla>> -pensó para sí mismo recorriendo cada uno de aquellos rostros.

 

El Ragnarok había esperado lo suficiente, si seguía allí jamás desaparecerían y se harían viejos, los demás grupos seguro habían partido a algún lugar desconocido, ellos no se quedarían atrás. Sin perder un segundo más le hizo señas a Elvis para que dieran inicio a aquel viaje. Suspiro dejando pasar el vital gas para los humanos y algunas criaturas pro sus pulmones petrificados, aquel acto era tan “humano” que lo hacía como si en verdad lo necesitara.

 

-Bienvenidos sean a su perdición –dijo en tono de broma- lo siento, un chiste para romper el hielo –dijo sin más encogiéndose de hombros- me alegra verlos aquí en esta clase, si sobreviven estaremos orgullosos de ustedes, lo que haremos ahora no será nada fácil, tanto mi compañero como yo pasamos mucho tiempo preparándonos con los Uzzas –comento recordando el intenso calor que recorrió su cuerpo, tal como si lo hubieran sumergido en lava hirviendo cuando termino el entrenamiento- ahora veremos si están preparados, estas experiencias han pasado de generación en generación y no se les enseña a cualquiera.

 

Luego de aquello simplemente hizo aparecer un pequeño libro andrajoso y susurrando –Portus- este comenzó a brillar en un tono azulado el cual en un segundo desapareció convirtiéndola en un traslador. Los observo a todos y cada uno preguntándose quién sería el primer valiente. Negó con la cabeza y se acerco a su compañero…

 

-Que comience la aventura compañero, espero no se mareen –dijo desapareciendo, ya que ellos sabían a donde se dirigían, los demás debían hacerlo de la manera difícil

 

…………………..

 

Una sombra entre animal y hombre se mantenía apoyada bajo un árbol mientras observaba el espacio solitario frente a algunas de aquellas casas destruidas. Parecía más bien que fueran las ruinas de una antigua civilización y quizás lo eran. En cualquier momento deberían aparecer los alumnos de aquella clase, los cuales probarían su valía, más aun, allí tendrían que enfrentarse a la muerte y a sus peores miedos. Si es que Elvis no jugaba al héroe y los salvaba.

 

El cainita y el Gryffindor habían aprendido aquello de la manera difícil, ahora tenían la misión y la responsabilidad de pasarle aquellas enseñanzas a sus nuevos alumnos.

 

El viento comenzó a subir de intensidad meciendo la copa de algunos de aquellos arboles provocando que ramas y frutos cayeran y que una pequeña tormenta de tierra se levantara. El Ragnarok sabía que significaba aquello. Los alumnos estaban llegando. Si, aquella era una especie de alarma silenciosa de aquella selva amazónica. El sortilegio se había roto solo por un momento, pero allí podrían trabajar a gusto sin que nadie les molestara… o eso esperaba.

 

El vampiro apunto la varita como quien no quiere la cosa a un grupo de arboles y dio una vuelta revisando que no hubiera peligro en un radio de 360 grados, camino de manera sigilosa sintiendo la tierra pesada. Bufo por lo bajo, el terreno y las condiciones serian difíciles, pero no importaba, la aventura daría comienzo. En un segundo los orbes negros de este se toparon con cada uno de aquellos aprendices que habían llegado a la selva.

 

El Ragnarok movió la varita sin dejar d estar pendiente de lo que le rodeaba. Observo el camino que tenían en frente, por unos segundos dejando que su mente volará a algún lugar. Sin embargo la tranquilidad no fue mucha había algo que estaba mal. Recorrió con la mirada el sitio, no entendía aun que era lo que sucedía, pero algo había cambiado, era como si el tiempo se hubiera detenido de una u otra forma, como si el señor de los titanes Cronos estuviera jugando con ellos. “Respiro” profundamente

 

-¿Qué bestia deberíamos soltarles primero? –Le pregunto a Elvis con tono divertido.

 

Sin más volvió a voltearse acerco a cada uno de ellos y los estudió detenidamente. No hacían faltas palabras, el podía verlo y sentirlo todo.

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Negué con la cabeza mientras que Hades realizaba sus palabras con aquellas intenciones. Habíamos impartido clase juntos muchas veces. Y siempre hacía aquello pero admitiéndolo, jamás me ponía en contra de eso, porque los chicos mostraban mucha más atención cuando les hablábamos y sentía la presión necesaria para desenvolverse con aquellos duelos. Esperé a que les hablara e indicara como íbamos a proseguir. El libro actuaría como traslador y nos llevó directamente a dónde llevaríamos la clase.

¿No crees que en el camino puede sucederles algo? ¿Quién piensas que debe poner la cara ante las autoridades por la desaparición de alguno? —le comenté aunque ya era tarde. Los alumnos habían aparecido a unos cien metros de distancia. Hades lo había planeado todo para que conocieran el lugar, para que se sintieran en el centro del ambiente con los ruidos, el follaje, los olores. La selva amazónica era un lugar mágico por naturaleza. Los muggles creían que eran peligrosos.

Los chicos al fin llegaron luego de algunos minutos. Tenía una camisa negra arremangada. Sostenía mi varita mientras intentaba aplastar mi cabello, que gracias al viento de ése momento, me lo revolvía aun más. Para no perder la costumbre, mi compañero realizó algunos movimientos. Revisó una zona pensando que había algo, luego intentó de alguna manera inhibir a los aprendices de aquel poder. La diferencia es que no eran recién iniciados.

Todos se pusieron al frente de nosotros, claramente pensaban que sería una clase, donde les dábamos una parte teórica y luego ellos hacían su trabajo. Pero habíamos estado semanas junto a algunos Uzzas, aprendiendo costumbres, intercambio conocimientos. Habíamos pasado por montones de pruebas que ni siquiera nos permitían que recordemos. Era una especie de retiro espiritual que nos había permitido de ahora en más, enseñar aquellos poderes. ¿Cuánto sabrían de ellos? ¿Alguno habría revisado sus lineas?

Nuevamente, bienvenidos —interrumpí a Hades luego de que bromeara sobre las criaturas. Debíamos ponernos serios y empezar ése camino juntos. Nada de eso era un juego y las personas que teníamos adelante lo sabían. Me quité algunas imágenes de mi cabeza, de aquel aprendizaje y esperaba que todos pudieran obtener el buen uso del libro. Y no por nada se llamaba así— Permítanme presentarnos, aunque creo que nos conocemos todos. Él es Hades y yo soy Elvis. Hemos estado estudiando algunas semanas el libro y los Uzza nos permitieron trasladar su conocimiento. Así que siéntanse orgullosos y encárguense de mostrarnos que su honor es merecedor de ésto.

Moví mi varita y en mi mano apareció el Libro de la Fortaleza. Rezaba muchas palabras en una lengua que no conocía. Había dibujos, había historias. Había pactos. ¿Cuántos de ellos sabían sobre el pueblo Uzza y Merlín? Solamente esperaba que nadie contara, porque además no podían, sobre lo sucedido en aquel retiro espiritual. Los guerreros no ganaban dinero con sus conocimientos, sino que pedían ésto mismo a cambio. Por segunda vez saqué ésas imágenes de mi cabeza, esperaba que tuvieran memoria y se acordaran de los poderes.

Para empezar, no queremos perder tiempo con presentaciones. Lo importante es el libro. ¿Acaso conocen el origen del nombre? ¿Por qué a éste lo denominaron Fortaleza? —aquella pregunta no esperaba que la respondieran pero tal vez alguien se animaba a romper el hielo. Carraspeé mi voz y proseguí hablando: — Nos gustaría ver cómo son capaces de usar algún poder del Libro del Aprendiz o de la Fortaleza, o de intentarlo por lo menos. Una pequeña demostración para tener una idea de lo que pueden o saben hacer. Vamos, ¿quien empieza...?

Lo primero que queríamos hacer era que se desenvolvieran. No podíamos empezar aquello con temores o ansiedad. Debíamos hacerlos entrar en confianza porque si no, no podrían terminar aquello. Todos pensaban seguramente que toda la clase sería así, alguna muestra de poder, o preguntas que responder. De reojo pude ver que detrás de todos ellos, más lejos del sitio donde habían aparecido, el viento que se había levantado, se formó en un pequeño huracán que desembocó en un pequeño punto. Y el viento se detuvo y desapareció. Claro que de eso nadie se daba cuenta, porque era la señal para nosotros de que faltaban unos minutos. Debíamos hacer tiempo con eso.


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Poderes de los Libros de Hechizos: LINK

Grupo 2:
Juliens Malfoy
Sagitas E. Potter Blue
Mackenzie Malfoy
Catherine Stark
Gatiux
Anne Gaunt

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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No había sacado mucho en claro desde que se había comprado aquellos dos libros en el Magic Mall, sabía que el primero podía usarlo cualquier mago con conocimientos básicos, pero que para el segundo hacía falta una instrucción específica, no valía con leerlo sin más. Había hojeado el segundo libro, pero sin prestarle mucha atención ya que estaba en blanco y no lo podía utilizar hasta que alguien le indicase cómo funcionaba.

 

Del primer libro le gustaba que podía hablar entender los sentimientos de los animales que le rodeaban siempre que no fuesen de mucho poder mágico. No podría ayudarle a comprender a su cancerbero, aunque era muy fácil entender lo que el animal quería siempre, jugar, comer y dormir. Si era un buen día quizás se podría tender sobre su lomo y leer tranquilamente. También le gustaba el amuleto que decía que te podías lanzar desde grandes alturas y caer gracilmente. Ya había probado a tirarse por tejados y a susurrar aresto momentum al final, sólo por sentir la adrenalina de caer con libertad, pero no se fiaba de que aquel colgante la fuese a salvar de una caída prolongada. Aunque en la teoría sonaba genial.

 

Temiendo que sus instructores quisieran tirarlos por algún edificio o algo parecido, Gatiux había decidido llevar a aquella clase un atuendo deportivo, mallas ceñidas, una camiseta térmica ajustada y unas deportivas, todo de color negro. A la espalda llevaba el Libro de la Fortaleza y los amuletos que le habían vendido junto con él en una mochila morada. Dentro de la mochila también llevaba el bolso de piel de moke en el que cabía de todo porque era mágico, ahí llevaba siempre sus pociones y un kit básico de primeros auxilios entre otras muchas cosas.

 

Llegó una de las primeras pero los demás alumnos de la clase no se hicieron de rogar demasiado, por lo que cuando estuvieron todos, los profesores comenzaron a hablar, repartiendo pocas indicaciones de lo que llevarían a cabo, instándolos a tomar el traslador que hicieron aparecer. Cuando puso la mano en él sintió el familiar gancho que le tomaba por mitad del pecho y le arrastraba...

 

Aterrizó de pie, utilizando ambas manos a los lados del cuerpo para ayudarla a mantener el equilibrio y parpadeó varias veces mientras desaparecía la desagradable sensación que siempre le dejaban los trasladores. Cuando pudo mirar al frente se dio cuenta de que habían llegado a una selva. Aspiró con fuerza aire, serenando sentimientos, pues las selvas eran lugares con muchos peligros y animales deseosos de matar a otros seres vivos. Se preguntó si sobrevivirían a aquella aventura, era demasiado tarde para echarse atrás. Tenía que mantenerse alerta.

 

Unos cien metros alejados de ellos estaban los profesores, uno era un compañero de bando que también trabajaba en San Mungo cuando había sido Subdirectora, el otro era uno de los actuales Directores de la Universidad. Los saludó con la mano al acercarse. El viento tironeaba de la cabellera violeta de la Malfoy, la cual había recogido en una cola alta. Se paró frente a Elvis y Hades.

 

- ¿Es broma? ¿Cómo quieren que les hablemos del segundo libro? El Libro de la Fortaleza está vacío -dijo Gatiux- Cuando lo abrí en casa me di cuenta que aparte de los abalorios que traía consigo no decía nada. Creía que en esta clase nos dirían como hacer que aparezcan las letras, he intentado unos cuantos hechizos comunes que no sirven... el libro sigue en blanco.

 

Casi había vuelto al Magic Mall indignada a devolverlo, hasta que cayó en la cuenta de que al ser un libro de poder mágico era probable de que tuviese que acudir a clases para que le indicasen como debía utilizarlo. Sin embargo sus profesores le preguntaban si sabían cosas de ese libro. Gatiux frunció el ceño, tal vez había pasado algo por alto.

 

- En el primer libro decía que con esto -señaló un amuleto que tenía al cuello- Podrías caer desde una gran altura, pero no he querido arriesgar tanto el pellejo. ¿Algún voluntario para la demostración?

 

Miró a los profesores y a sus compañeros, ¿se atrevería alguno a dar el paso?

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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-- ¿Por qué me he metido en ésto? -- me preguntaba una y otra vez mientras acudía a las clases de los libros.

 

Miércoles de libros, aún no había entendido bien el libro I, aunque fuera de nivel básico de magia, como para meterme a estudiar el segundo. Lo sé, soy una curiosa por naturaleza, pero algo me decía que aquí había metido la pata. Meterme a aprender la materia del libro ese, de la fotografía, no, espera, de la Fortaleza. ¿Qué fortaleza? ¿Habría una fortaleza en la Universidad?

 

Metí las manos en los bolsillos y apresuré el paso, enfadada conmigo misma por meterme en este berenjenal.

 

-- Siempre estás a tiempo de dar media vuelta -- sí, a veces mi "Pepito Grillo" particular me habla en la cabeza.

 

Negué al aire y un alumno con el que me crucé ladeó a ver con quien hablaba. ¡Bah, otro que diría "Allá va la loca de Sagitas"! ¿Y qué más me daba, si yo misma me estaba diciendo loca, loca y re-loca?

 

-- Clase de Duelos... ¿Para qué narices quiero yo una clase de duelos?

 

-- "Vete" -- volvió a decir mi conciencia. Gruñí al aire y entré en el lugar donde estaban los profesores. No entendía mucho de lo que había leído en el libro uno y ni me acordaba de mis tiempos en la Academia donde di por última vez mi clase de duelos. Siempre los había odiado, ¿para qué me metía en berenjenales con el trabajo que tenía en otros lugares?

 

No llegué la primera, pero al menos tampoco la última. Escuché a media, mientras aquel grillo revoloteaba por mi cabeza con el mensaje de huida grabada en él. Cuando el profesor (un momento, a ese tipo le conozco; ¿le conozco? ¿Sí? ¿No? Miércoles...) sacó un Portus mi cabeza empezó a campanillear: ¡Vete, vete, vete, aléjate, no lo toques! ¡DESAPARECE!

 

Debí escuchar mi conciencia. No suelo hacerme caso, así que ahora no iba hacerlo, pero...

 

Lo toqué...

 

... Y aparecí en un lugar que tenía de todo menos exótico. Vale, en otras circunstancias me hubiera encantado estar en el Amazonas. Pero ahora mismo, aún resonando en mis oídos: "Huye, te has metido en una clase de duelos, DE DUELOS", pensé que aquel lugar era el infierno disfrazado de naturaleza.

 

-- Paso -- me di por vencida.

 

Bastante tenía con vigilar a los animales escondidos entre el follaje, desde los grandes pumas hasta los pequeños insectos, sin obviar las plantas venenosas y a los pueblos aborígenes que eran tan o más peligrosos que la fauna y flora de aquel lugar, como para tener también que vigilar a mis compañeros de clase para que no me lanzaran un hechizo. Además, ¿dónde había puesto mi varita? Empecé a buscar entre mis ropas, unos pantalones caquis con botas de cuero (Que acabarían destrozadas en aquel lugar húmedo, con lo difícil que es secar el cuero), con un jersey verde de cuello alto. Al menos, frío no pasaría, pero vamos...

 

-- Paso -- repetí. -- Creo que me dejé la varita en el tocador. ¡Ah, no, la tengo en el pelo!

 

Me saqué la varita y el pelo cayó en cascada sobre mis hombros. ¿Ahora qué excusa ponía? Menos mal que mi primo Elvis siempre me infundaba seguridad y a él le escuché con más atención. Miré de reojo al otro profesor y me pregunté si el Portus podría ser usado para el camino reversible. Pero Elvis preguntó el porqué del nombre del libro.

 

Negué.

 

-- Si he de ser sincera, pensé que era el Libro de la Fotografía. En uno de mis bolsillos traje la cámara, aunque me olvidé la poción de revelado. Si puedo volver a casa a buscarla...

 

Sonrisa falsa. Nadie se iba a tragar tal tontería y pasaba de que me llamaran cobarde aunque... ¿no decían que el mejor ataque es alejarse y ver como otros se matan? ¿O no era así aquel refrán muggle? Observé el libro en las manos de Elvis y volví a sonreír.

 

-- Me dejé el libro en mi bóveda trastero. ¿Puedo ir a... ejem... a buscarlo? No creo que hayas traído más ejemplares...

 

Como los hubiera traído, otra escusa a la porra. Así que suspiré.

 

-- Yo del primer libro he probado el anillo ese de las criaturas. Son tan monas... -- Empecé a sentirme relajada, hablar de animales siempre me gusta, me encantaba estar roeada de ellas. -- He llegado a vislumbrar lo que sienten algunas criaturas cuando les pisas la cola.

 

Y enseñé el anillo. Por pura precaución, traía conmigo las joyas del primer libro, pero más por ostentación decorativa que porque dominara su uso.

 

-- ¿Voluntaria? -- le dije a Gatiux, a quien hacía poco le había impartido clases de Estudios Muggles. -- Sólo para comer y -- señalé alrededor -- creo que por aquí no hay un restaurante cerca. Y mira que yo me conformo con poco, con un Burger King me apaño, no hace falta que sea el Ritz.

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Aquello era verdaderamente incómodo. Bastian había acudido a un sin de clases. Muchas de ellas eran magias que dominaba, otras tantas de las que tenía cierto conocimiento (como su animagia) y que deseaba dominarlas a la perfección. Pero ese día era totalmente diferente. La magia Uzza era antigua y poderosa. No se podía regalar, no se podía enseñar a cualquier y en realidad nadie sabía de que se trataba hasta que la aprendía. Y eso le molestaba. Se sentía indefenso ante el solo hecho de pensar que algo estaba fuera de su alcance, que su mente no había logrado localizar el hechizo exacto para burlar las protecciones del libro Uzza de la Fortaleza.

 

Aquello podía salirse de las manos, por lo que no dudó ni un segundo en colgar la espada a la espalda. Si bien no tenía ningún atributo mágico en muchas ocasiones le había sido de utilidad para lanzar estocadas en combates cuerpo a cuerpo. Cuando trabajaba como espía la espada, invisible e indetectable ante los sensores de metal, le había ayudado a escapar como medida de emergencia mucho más rápida que esgrimir la varita delante de muggles y quebrantar el estatuto de secreto. El saco rojo dejaba ver una camiseta negra en la que -a altura del pecho- se podía notar una especie de franja que sostenía la vaina de la espada a su espalda.

 

Hacia el lado derecho del cuerpo, en la cintura, colgaba un pequeño morral de Moke en el que estaban guardados los dos libros de hechizos que le pertenecían. También algunos de los artículos que llegaron junto al libro descansaban en un pequeño cofre dentro del morral. En su cuello colgaba el amuleto para volar (unas pequeñas alas de plata) mientras que en la mano derecha brilla de forma tenue el anillo protector de las bestias.

 

—¿Esto de usar traslador en las clases es una costumbre?

 

Pero no tuvo tiempo a recibir respuesta alguna. El traslador estaba por desaparecer, por lo que se apresuró a tocarlo con la mano izquierda -la derecha estaba ocupada con la varita mágica- justo antes de que desapareciera. Sintió un retortijón en el ombligo, como si algo lo estuviera jalando justo desde ese lugar.

 

Y entonces comenzó a caer, lentamente gracias a las alas de plata. Era increíble que luego de tantos años el Departamento de Misterios no hubiera logrado mejorar los trasladores mediante su oficina de investigaciones de hechizos. ¿Acaso era tan complicado aparecer de pie en el suelo? Bufó y se quedó en silencio escuchando, primero, a Elvis y a sus compañeros de aprendizaje. Bastian había olvidado los desvaríos que, su otrora profesora de Conocimientos Muggles, Sagitas podía llegar a tener. Aunque, reconoció para si mismo, le resultaba un tanto divertido.

 

—¿Tiene que ver el libro de la Fortaleza con el hecho de que nos haremos fuertes y musculosos? —preguntó en tono de broma, no esperó respuesta —. Pero ya, en serio. Comparto la opinión de Gatiux, no he podido leer ni una sola letra de este libro. Tampoco he podido activar los amuletos. Sobre usar los poderes del libro del Aprendiz... Mi aterrizaje luego del traslador ha sido gracias a la pluma de plata ¿Hace falta alguna otra demostración?

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Asuhr escuchaba a los dos ingleses a quienes los Uzza habían instruido y que ahora la instruirían a ella. ¿Porqué Rasori la hacía pasar por esto? No podía entenderlo. Resultaba humillante rebajarse a escuchar el Conocimiento en boca de unos extranjeros. ¿Tan bajo había caído el Pueblo Uzza? Ella llevaba ya cuatro años de instrucción como futura Guerrera, desde que a los doce años, como todo niño Uzza, realizara el ritual de Iniciación que la llevó a escoger precisamente aquel Glorioso Destino. Hubiera podido elegir un Glorioso Destino como Alefa, al igual que sus padres, y a veces pensaba que si tal hubiera sido el caso, quizás su vida hubiera sido menos problemática. Por contra, había elegido servir a la Diosa en cuerpo y alma, como Guerrera Uzza. Había entregado todo su Honor a la Diosa, convirtiéndose en la más humilde de las Servidoras y lo había hecho con absoluta devoción y entrega. Al parecer no era suficiente.

 

No era suficiente. Nunca era suficiente para ella. ¿Porqué? ¿Porqué tenía que enfrentarse a tanta humillación? En sus cuatro años de entrenamiento, había sido instruida ya en casi todo el Conocimiento. Rasori, su Maestro Guerrero, le había enseñado los poderes de casi todos los libros y había escuchado la historia y los secretos de muchos de ellos de boca del respectivo Nahm-Uzza que custodiaba cada uno de ellos. Aún así, Rasori la había enviado a aquella Universidad a volverlos a aprender, primero los libros más simples, con aquellos delegados de los Uzza, si es que podía llamarse así a aquellos maestros extranjeros. Después, cuando ya estuviera entrenada en los primeros libros, tendría que estudiar los más poderosos con otros Guerreros Uzza, también en aquella Universidad.

 

Asuhr no entendía nada. Ella no hubiera esperado que con 16 años su Maestro la creyera ya preparada para la Segunda Iniciación. Eran poquísimos los Guerreros que habían comenzado a serlo a tan temprana edad. Contaba con que le quedaban dos años más de entrenamiento antes de que Rasori la creyera preparada para realizar la Segunda Iniciación, someterse a la Prueba que los Ktam le impusieran y, si la superaba, convertirse en Guerrera. Sólo entonces le habría quedado vinculado todo el conocimiento de una forma plena, por más que para entonces ya fuera experta en el manejo de los poderes, como puede serlo cualquier aprendiz de Guerrero. ¿Porqué entonces Rasori la había obligado a pasar por aquella experiencia y había decidido cambiar tanto las cosas? Porque tal y como le había explicado Rasori, en aquella Universidad, cada libro se vincularía a ella, de uno en uno. No todos a la vez, como en la Segunda Iniciación. ¿Acaso Rasori temía tanto como ella la Prueba que los Ktam impondrían a Asuhr en su Segunda Iniciación? Aquella era la única explicación. Rasori sabía bien que los Ktam llevaban 16 años deseando ver muerta a Asuhr. Vincular cada libro por separado, implicaría que Asuhr tendría mayor poder al momento de realizar la Segunda Iniciación. Rasori no se lo había explicado, no le había dado mayor razón que la de alegar que todo Honor requería Humildad y que la experiencia le daría sabiduría y poder, si lograba vencer su orgullo y controlarlo.

 

Así que allí estaba Asuhr, rodeada de extranjeros en una tierra extraña. No conocía a nadie y sólo había visto a algunos accidentalmente por la Universidad. Como aquella mujer alta, castaña y de ojos verdes. Una de las jefas de aquel Pueblo Inglés, según parecía y, por lo visto, la principal responsable de que su Pueblo hubiera tenido que acceder a cumplir con el Segundo Contrato y, por tanto, a enseñar el Conocimiento a los ingleses. La había visto inscribirse en la clase de Animagia y ahora, por lo visto, también iba a ser su compañera en aquella clase. Mackenzie, se llamaba. Al menos, en esta ocasión, no llevaba cubierto el rostro de forma indecente y sus ropas, unos pantalones tejanos y una ligera camiseta de tirantes, no eran más deshonrosas que la del resto de los extranjeros allí presentes.

 

Cuando el inglés que se llamaba Hades señaló un libro viejo y pronunció un conjuro, Asuhr se acercó enseguida, curiosa. Nunca había visto un traslador, pero había oído hablar de ellos a los Guerreros que solían viajar por todos los países. Con cuidado, extendió su brazo hasta que sus dedos hicieron contacto y....

 

Una súbita sensación de mareo se apoderó de Asuhr. El mundo comenzó a girar a su alrededor en un torbellino de colores y el vacío la acogió indefensa. Tuvo suerte de que aquella sensación apenas durara unos segundos. Cuando volvió en sí, no podía creer lo que le mostraban sus ojos. Verde. El mundo se había vuelto verde. No había ni una brizna de tierra o, si la había, apenas se distinguía entre tanta maleza y vegetación. El trino de miles de aves la sobresaltó y escuchó no muy lejos el ruido de otras bestias cercanas. Para alguien criada en el silencio de un desierto, aquello era una sinfonía difícil de interpretar. No muy lejos, se oía una poderosa corriente, como la de los grandes ríos que Asuhr había visto en su viaje hacia Inglaterra. Dio un paso atrás, asustada y, sin querer, tropezó con dos brujas de pelo violeta.

 

- Perdón....yo... -Asuhr se quedó callada. No sabía que decir. De hecho, ni siquiera hubiera querido decir nada, no tenía nada en común con aquellas extranjeras.

 

Afortunadamente, el inglés que se llamaba Elvis empezó a hablar y Asuhr pudo disimular su bochorno y la inseguridad que le producía encontrarse en un entorno tan extraño y ajeno a ella. Escuchó lo que las dos brujas de pelo violeta que tenía junto a ella decían sobre los libros. Entendía lo que dijo la primera de ellas. Si el libro no estaba vinculado, apenas podía entender nada de lo que contenía. No lo podría leer o, en el caso de que viera letras y símbolos, éstos no significarían nada para ella. Por ello tampoco le extraño que la otra bruja a su lado, comentara que el libro le había parecido que versaba sobre fotografía. Lo entendía, aunque una punzada de agravio recorrió la sangre de Asuhr. Aquel Conocimiento era sagrado y escuchar hablar de él en aquellos términos, resultaba un agravio a todo lo que representaba.

 

Hasta aquel momento, Asuhr no había sido consciente de que realmente aquellos ingleses nunca habían oído hablar antes de los Conocimientos. Éstos podían enseñarse sin vinculación, aunque nunca se podrían dominar de forma permanente, plena y autónoma sin esa vinculación. De hecho, si un Maestro Guerrero así lo quería, cualquier conocimiento en el que un aprendiz hubiera sido instruido, podía olvidarse por completo, si el libro no había sido vinculado todavía.

 

Asuhr sabía la respuesta a la pregunta que había formulado Elvis. Conocía la historia del Libro de la Fortaleza, pues la había oído del Nahm-Uzza que lo custodiaba, como parte de su entrenamiento. Pero al contrario que su Pueblo, ella seguía teniendo muchos reparos a compartir nada de lo que sabía con aquellas gentes. No podía creer que el Segundo Contrato les hubiera podido llevar a tal deshonor ni que entre su Pueblo fueran muchos los que proclamaran como Alto Honor el cumplimiento de aquel Segundo Contrato que los Uzza firmaron con Merlín. Se quedó callada, escuchando al resto de los alumnos, hasta que las palabras sacrílegas de uno de ellos, la hicieron saltar como un resorte.

 

- ¿Fuertes y musculosos? Mucho te queda a ti para eso, inglés -Espetó Asuhr en un arrebato de ira sin poderse controlar y arrepintiéndose un segundo más tarde por salir de su ostracismo. Pero ya era demasiado tarde, así que continuó. - El Libro de la Fortaleza procede del Nonagésimo Sexto Contrato. Este contrato fue firmado por un Guerrero Uzza llamado Kaleb con un Pueblo de las llanuras asiáticas hace muchos siglos. Kaleb ayudó a este pueblo a expandirse por el mundo y lo convirtió en el azote de Oriente y Occidente. A cambio, le fue entregado este Conocimiento y se recopiló en el Libro de la Fortaleza en honor al pueblo del que procede, pues eran guerreros fuertes y valientes, de inmenso coraje y honor. Estos guerreros solían llevar anillos en cada uno de los dedos de manos y pies, cada uno de ellos con un poder mágico especial. De ahí que muchos de los poderes del libro sean anillos mágicos. Este pueblo también tenía extraordinarios conocimientos sobre Curación, de ahí que el libro contenga dos poderes curativos, uno de ellos en forma de amuleto y otro como conjuro, de una rapidez tan extraordinaria que sólo con pensarlo quedas libre en un instante de las heridas más letales. Pero el conjuro más interesante del libro, a mi modo de ver, es la Salvaguarda Mágica. Tu cuerpo, y todo lo que lleve puesto, se desvanece, te vuelves inmaterial, te conviertes en pura sombra o en una leve estela brillante, como un fantasma o un espíritu y así, siendo intangible, tu cuerpo puede atravesar la materia a voluntad. Tu mente permanece intacta, pues ninguna mente está hecha de materia, de forma que domina el espíritu o sombra en la que tu cuerpo se ha convertido. Puedes moverte a voluntad y actuar a voluntad, a pesar de que tu cuerpo sea tan sutil como el viento y tan leve como un resplandor.

 

Asuhr se dio cuenta de pronto que había hablado mucho más de lo que quería y se quedó callada. ¿Había incurrido en deshonor por hablar del Conocimiento? Rasori, ¡maldito Rasori! Ella no deseaba estar allí en aquella Universidad, quería volver a su Tierra de Uzza. Miró hacia el cielo buscando un sol inexistente, pues la intensa vegetación cubría todo el cielo. Y entonces lo vio. Su maldición la había seguido hasta allí. El Benú la miraba desde la rama más alta de uno de aquellos árboles milenarios. Desconsolada, apartó la mirada y se tropezó, sin querer, con la de Mackenzie, que la miraba tan intensamente como el fénix. Quería salir de allí, volver a su tierra, alejarse de aquellos ingleses y sus costumbres extrañas, pero aún así, se obligó a no bajar la mirada esta vez.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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-- Eh, tú, cuidado, que me rompes la cámara de fotos.

 

Aquella mujer había aparecido a su lado y tropezado conmigo y con Gatiux, interrumpiendo nuestra conversación (¿nuestra? era más bien un monólogo), pero también había llegado Juliens, aquel alumno mío de Estudios Muggles. Sonreí, algo bobalicona, ante su presencia.

 

-- ¡Qué bien, dos alumnos míos de Estudios Muggleosos! Podríamos dar una segunda parte mientras esperamos a que...

 

Me interrumpí, sintiéndome avergonzada. Yo allá, hablando con toda soltura y con ligereza mientras que la chica, ahora que me fijaba, aún era jovencita, tal vez 16 años, hablaba con un orgullo del Libro de la Fortaleza. Primero la miré de arriba a abajo, sin ninguna precaución por mi parte sobre si a ella le parecería mal ser observada tan de cerca. Era extranjera, eso saltaba a la vista. Era orgullosa, también se dejaba ver en su forma de hablar. Y, sobre todo, era rara. Y que eso lo diga yo, que soy la más rara del pueblo de Ottery.

 

-- Perdona... ¿nonaqué de un contrato? ¿Qué tipo de contrato? Yo sólo firmé un contrato con el Ministerio de Magia y... Un momento... ¿Tienes el pasaporte o el visado en regla?

 

Vale, aquí la Directora de Internacional poniéndose borde como si aquella mujer hubiera pasado las fronteras del país de forma ilegal. Estuve a punto de hacerle observar que era necesario ese trámite para poder acceder a la Universidad pero, tal vez, pensándolo un poco más, fuer una estudiante en prácticas, con lo que los directores Elvis y Agatha se habrían encargado de eso.

 

Pero era algo que averiguaría. Si es que salía viva de aquella clase de Duelos.

 

-- ¿De qué país vienes? -- otra mirada de soslayo a los profesores, quienes debían de estar pensando que era una entrometida y que estaba desviando el tema. -- Porque, si quieres, puedo ir al Ministerio a pedirte un formulario, por si al Señor Direc -- por mi primo Elvis -- se olvidó de que un contrato con un extranjero ha de tener una firma de comprobación de Cooperación Mágica Internacional.

 

Me lo había inventado. Ni un mes llevaba en mi puesto y aún dejaba que Caroline y Nicole hicieran ellas el trabajo porque yo aún estaba leyendo los manuales para saber los trámites que llevábamos. De todas maneras, pronto dejé de lado la burocracia administrativa para atender lo que decía, que sonaba interesante. Bueno, a medias.

 

-- ¿Esos guerreros que dices llevan anillos en los dedos de los pies? ¡Qué incómodo! Si ya de por sí me aprietan los zapatos...

 

Y contemplé mis botas de cuero, que empezaban a empañarse con la humedad de la selva.

 

-- Me interesa eso de la curación. Me gusta. Yo soy más de defensa que de ataque. Soy una buena chica -- sí, claro, seguro... -- Pero lo que más me gusta es eso que has dicho de... de...

 

¿Qué demonios de palabras había dicho aquella chiquilla? (Perdón por llamarla así, pero es que yo era algo mayor que ella, así que para orgullosa yo, que tenía mis propias vivencias que me hacían ser despreocupada en situaciones en las que otros veían peligro).

 

-- Ese, el del Salvamanteles mágico... Ese en el que tu cuerpo se convierte en etéreo...

 

Mis ojos brillaron con esperanza. Tal vez aquella clase no fuera tan palo como había pensado, sobre todo si me podía poner al nivel de Jack como fantasma. Hum...

 

-- ¿Los fantasmas pueden toquetearse entre ellos? -- ¿Lo había dicho en voz alta? ¡¡Juro que era parte de un pensamiento pecaminoso que no hubiera soltado nunca en público!!

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¡Por la Diosa Uzza! Aquella mujer de pelo violeta le estaba hablando. Asuhr no quería hablar, quería irse. Marcharse de allí. Se sentía incómoda y encima había hablado más de la cuenta, algo que no solía hacer. Tenía ya suficientes problemas en la vida como para que el contacto con aquel pueblo indecente la deshonrara aún más. Un nacimiento que había supuesto un escándalo, la ejecución de su madre y su enemistad eterna con los Ktam. Una Iniciación que la había señalado como una lacra para su pueblo. Un maestro que se empeñaba en someterla a pruebas absolutamente extrañas. Un benú que la perseguía a todas partes como si fuera una Uleya y que a este paso iba a suponer que los Ktam lograran su objetivo de ejecutarla antes de iniciarla como Guerrera. Y un poder del que nadie le había hablado y que guardaba como su más celoso secreto. Por si fuera poco, ahora una mujer pelivioleta la hablaba como si fuera su madre, con total naturalidad. Ya sólo faltaba que se pusiera a cantar allí mismo. Asuhr se estremeció ante este último pensamiento. Pero la mujer la miraba y le hablaba y era deshonor no contestar.

 

- ¿Papeles? Bueno, mi maestro Rasori lo arregló todo, supongo.

 

¿De qué papeles hablaba? Algo le había dado Rasori, pero en ninguna parte le habían pedido nada. ¿Tendrían que haberlo hecho? ¿Qué significaba que no lo hubieran hecho?

 

- Yo... vengo de la Tierra de Uzza. Vivo con la colonia Uzza que se asentó en la Universidad cuando llegaron los Guerreros. Aunque mi maestro no está aquí, él se quedó en la Tierra de Uzza.

 

Le había respondido, pero cuando la mujer siguió hablando de un galimatías de papeles y trámites, Asuhr ya hacía rato que se había perdido. Salvo por una idea que, como una tentación maliciosa, empezó a formarse en su mente. Si aquello de ir a un país extranjero era tan complicado y exigía tantos papeles, quizás ella no los tuviera todos en regla.

 

- ¡Oye! -La interrumpió cuando la mujer cambió de tema y empezó a hablar de los libros- ¿Si uno no tiene los papeles en regla, qué ocurre? ¿Te ejecutan?

 

No había visto ninguna ejecución desde que había llegado a tierras europeas, quizás allí todo el mundo iba cargado de papeles a todas partes. Aunque igual las hacían en secreto, eran un pueblo muy raro. Pero si no te ejecutaban en secreto ni en público, ¿suponía eso una oportunidad de volver a su tierra de la que nunca debió salir?

 

- Lo de los anillos en los dedos de los pies se lo dije yo también al Nahm-Uzza que me contó la historia. - Asuhr rió abiertamente, por primera vez desde que había llegado a Inglaterra, pero de pronto fue consciente de ello y se cortó en seco. ¿Qué hacía ella hablando con tanta familiaridad a una extranjera?

 

¿Y si no los ejecutaban? Quizás tan sólo los echaban del país, como hacían los Uzza cuando algún extranjero trataba de entrar a sus tierras. Pero los Uzza sí solían ejecutar a los que lograban entrar sin permiso. Sus pensamientos seguían en lo mismo, pero la mujer a su lado se empeñaba en seguir hablando de los poderes.

 

- Lo de la curación es muy poderoso. Es una gran defensa, sí. ¡Salvamanteles! ¿Qué es un mantel? - Asuhr estaba tan confusa que no supo como tomarse aquello. - ¡Por la Diosa Uzza! ¿Toquetearse? ¿Te refieres a ofrecer su amor a la Diosa? Claro, los muertos que han cumplido con su Glorioso Destino alcanzan los Jardines Celestiales. Ellos son libres para amarse cuantas veces quieran, no tienen que cumplir los Codigos, pueden yacer hasta seis veces al día. Bueno, mi madre me decía que no tantas veces, pero mi padre decía que los muertos yacen siempre que quieren y eso, según él, eran muchas veces al día.

 

No estaba segura de haber respondido a su pregunta, pero de cualquier manera, lo que verdaderamente le preocupaba a Asuhr era lo de los papeles.

 

- ¿Qué ocurriría si mis papeles no están en regla y no me ejecutan? ¿Me echarían? ¿Me devolverían a la Tierra de Uzza? -Aquello era toda una nueva esperanza, salvo por un punto que no terminaba de estar claro. - ¿Sería deshonroso? ¿Supone que estaría incumpliendo vuestro Código de Honor?

 

Si tal era el caso, tendría que quedarse. Estaba obligada por su propio Código de Honor a cumplir el de los extranjeros. Pero si para los extranjeros aquello no suponía deshonor... ¿Pero qué diría Rasori si volvía sin realizar lo encomendado?

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Bastian había visto, en toda su vida, solamente a un Uzza que no vestía precisamente como aquella bruja extranjera. Adeben utilizaba ropajes totalmente diferentes. En tonos azulados y con algunos adornos negros, su amigo solía mostrar solamente sus ojos. Pero aquella bruja que se presentó como Asuhr era muy diferente y parecida al mismo tiempo. Había algo en ella, y en su amigo, que hizo que Bastian asumiera que pertenecían a la misma tierra. Adeben no le había explicado en detalle la organización de su pueblo y se le hizo muy raro ver cuan diferentes podían llegar a ser. Asuhr demostraba ser fuerte, valiente y decidida. Adeben era, en cambio, reservado pero muy sabio. O al menos aquellas fueron las conclusiones a las que llegó el Warlock.

 

> pensó en el momento en que la bruja comenzó a recitar cosas que sinceramente no entendió. A él le daba igual los contratos o de donde venían todos los poderes que iban a aprender. Lo que de verdad le importaba era aprenderlos. Él quería ser más fuerte, no depender de la marca que (por ahora oculta utilizando metamorfomagia) descansaba en su brazo derecho. Que si, que le gustaba ser mortífago y luchar por los ideales que el grupo defendía; pero lo que odiaba era depender de aquella fuerza. Él lograría aprender todos los libros y dominar aquella magia. Así estaba en sus planes.

 

—¿Toda la palabrería que dijiste es cierta o te lo inventaste todo? —preguntó. Suponía que era cierto, pero su intención en ese preciso momento era que la bruja se molestara y comenzara a decir todo lo que sabía. Era posible que ante aquel pequeño reto se soltara de lengua con la finalidad de hacer prevalecer sus argumentos y su verdad.

 

Se sonrojo sin siquiera el tener nada que ver con las palabras de Sagitas. No le importó que la bruja quisiera montar una segunda parte de la clase de Estudios Muggles, tampoco que comenzara a interrogar a Asuhr sobre su estatus migratorio pese a que Bastian jamás había tramitado su doble nacionalidad y eso podría ser un problema. Lo que hizo de verdad que se sintiera incómodo fue las últimas palabras que dijo Sagitas.

 

¡Por Merlín! La mujer estaba un poco loca, Bastian lo había averiguado en aquella clase, y sus palabras en es momento lo confirmaba. Y es que el problema era que gran parte del pueblo había escuchado hablar del matrimonio de Sagitas y un fantasma. Había sido noticia en El Profeta... Nadie pasa por alto la boda de un alto cargo del ministerio ¡Menos si es con un fantasma!

 

—Esteem, yo, Sagitas... ¿Al finalizar la clase me explicas eso del registro migratorio? —preguntó sin siquiera saber porque lo hacía. Fue, probablemente, la mejor forma que su subconsciente encontró para cambiar de tema.

 

Luego las palabras de la extrajera confirmaron sus sospechas.

Editado por Juliens Malfoy

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-¡Eh! ¡Cuidado! -le increpó Gatiux- Vigila donde pisas.

 

Delante de la Malfoy se encontraba una muchacha joven, que no alcanzaría seguramente la mayoría de edad, que había tropezado contra Sagitas y ella justo después de utilizar el traslador, como si se hubiera asustado de lo que le rodeaba. Gatiux había apartado el pie a duras penas para no llevarse un pisotón descuidado, aún así la chica se había echado hacia atrás como si tuviese miedo. Se había disculpado por el tropiezo y los ojos ambarinos de la banshee le siguieron después de aquello, claramente era una extranjera algo rara.

 

Mientras la mente de Gatiux vagaba en la forma de cómo abordar a la chica para que les contase algo de su cultura sin que se sintiera ofendida ni intimidada, Bastian hizo un comentario que la ofendió. La banshee puso los ojos en blanco por la estupidez del otro Malfoy. Por la experiencia de sus viajes sabía que otros magos de diferentes culturas tenían modos de proceder distintos, otras formas de ver la magia, y siempre era una oportunidad única cuando alguien exótico llegaba a la fría Inglaterra, una ocasión para aumentar conomientos y saber.

 

Por eso prestó mucha atención a cada una de las palabras airadas que salieron de la boca de Asuhr, aunque no tenía ni idea de quien era Kaleb, le gustó que dijera que el libro tenía poderes curativos, y que podrían sanar con aquellos poderes. No le gustó tanto lo de convertirse en fantasma, ella quería seguir en el mismo plano, de carne y hueso, todo el tiempo que pudiera.

 

- ¿Has dicho poderes curativos? ¡Qué interesante! -dijo Gatiux- Yo trabajé durante varios años en un Hospital, me hubiera venido bien este tipo de poderes. Debe ser maravilloso poder curar a alguien con sólo tocarlo. Normalmente tienes que darles pociones para recuperar sangre cuando logras cerrar las heridas, algunas las tienes que cauterizar, lo que conlleva un gran dolor para el paciente, pero como hay ungüentos para que no queden marcas visibles...

 

Gatiux se llevó una mano a los labios, normalmente no hablaba tanto, pero desde su paso por San Mungo le apasionaba hablar de aquellos temas, intentaba curar a la gente siempre que podía, pese a no trabajar ya para la Institución Mágica. Dejó que Sagitas le explicase a la mujer acerca del problema que supondría para la Cooperación Mágica Internacional que no tuviese los papeles en órden. No sabía si estaba asustando o ilusionando a Asuhr haciéndole creer que la podrían deportar.

 

- No pasa nada si tus papeles no están en regla. A los del Ministerio les gusta hacernos sufrir con trámites interminables, rellenando papeles una y otra vez. Una y otra vez. -le explicó a Asuhr- A veces creo que compiten entre Departamentos, por ver quien rellena una estantería más rápido con los papeles que nos piden.

 

Encogió los hombros, en un ademán de no preocuparse demasiado. Tenía la firme creencia de que incluso componiendo una cara de cachorro abandonado, los del Ministerio te rellenarían todos los papeles que te pedían ellos, para que tu sólo tuvieses que estampar la firma al final. Y al final le darían la medalla al empleado del mes por la eficiencia demostrada al ayudar a un pobre mago extraviado. Aquella extranjera no tenía por qué inquietarse.

 

- No te van a ejecutar ni nada parecido si no cumples con algo.

 

Le propinó un codazo a Bastian cuando le preguntó si se lo había inventado todo. ¿Estaría haciéndolo a posta? ¿Intentaba enfadar a la muchacha para que proporcionase más información? Se suponía que los profesores eran los que tenían que brindar el conocimiento a los alumnos, y no los alumnos entre ellos.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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