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Libro de la Fortaleza — Grupo 2


Hades Ragnarok
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De la misma manera en que sus mejillas se habían encendido para hablar, un frío atroz invadió su pecho como si se tratase de una cuchilla helada que resquebrajase su interior en esquirlas, tornándolas inertes. Catherine contuvo el aliento durante un momento, reacción que nadie pareció notar en medio del intercambio de opiniones y deliberación. Apretó la mano, formando un puño y se mantuvo dónde se encontraba un buen rato, hasta que todos y cada uno de ellos se hubieron alejado. Ni siquiera cayó en cuenta de que probablemente la clase ya la tuviera reprobada aunque irónicamente lo único que había hecho hasta el momento había sido hacerle caso por primera vez a Gryffindor en lo que iba de la clase. Su mente estaba embargada de cosas más urgentes. Se incorporó con lentitud.

 

Había olvidado lo que era sentirse apartado por un instante de todos a su alrededor. Aquel frío, que no la había envuelto desde que... cerró los ojos intentando rememorar la sensación pero no pudo ¿cómo era posible que hubiese podido percibir eso cuando ya no tenía aquel trozo de sí misma, aquel inquilino que dictaminaba cada parte de su proceder...?

 

Prefirió no saberlo. Se encerró en sí misma, negando con la cabeza, aprovechando que ya nadie podía oírla, llevándose las manos a las sienes para evitar el dolor punzante y avasallador hasta que consiguió un mínimo de autodominio. Entonces, empezó a caminar en la dirección contraria, hacia la cueva. No tenía un plan fijo, avanzaba con la mente nublada por pensamientos incómodos. No podía quitarse de encima la imagen del niño Malfoy que le había sonreído antes de desaparecer para siempre de su vida. "Un Malfoy genuino" le había dicho con tono indiferente "no la sangre del traidor".

 

Volvió a agitar la cabeza. Eso era lo último en lo que debía pensar. No era relevante ya, debía olvidarlo en ese preciso instante. Fue justamente algo bastante real lo que hizo que lo olvidara: una hormiga, que acababa de picarle en el tobillo. Tras ella, marchaba un grupo de ellas, varias decenas y sólo un instante le costó darse cuenta que parecía que el entero hormiguero marchaba a la zaga para...

 

-¿Qué mi****? -soltó, desorientada.

 

Intentó sacudírselas pero varias de ellas estaban alcanzando zonas francamente alarmantes. Cogió por instinto a la primera y la aplastó con los nervios de punta. Sacó entonces la varita y, rogando a todos los dioses antiguos que su hechizo funcionara, dijo:

 

-¡Espejo de niebla! ¡Ouch, demonios! -por suerte, el siguiente hechizo que necesitaba no tuvo que ni detenerse a pensarlo- ¡Aqueora!

 

Al instante, la masa de agua la rodeó, apartando de ella a los molestos insectos que, Catherine caía ahora en cuenta, no podían haber actuado de forma tan deliberadamente maliciosa por sí mismos. No sin cierta ironía, Catherine se preguntó cuál de sus alturados compañeros de clase sería el que le habría echado aquello encima, luego de desestimar su proceder ¿que no importaba en lo más mínimo? Buena forma de demostrarle lo maduro que debía ser el comportamiento general era ése.

 

Tuvo realmente que acelerar el paso sobre la pendiente para alejarse realmente de la cuadrilla de insectos. De haberse vuelto, habría caído en cuenta que la mitad se había retirado, debido a que había tenido la suerte de matar a la reina, aunque la otra mitad aun la perseguía con redoblado encono. La barrera no se desvanecía aun por supuesto, pero no iba a durar para siempre tampoco y Catherine prefería, de momento, no tener que vérselas con ellos; más aun teniendo en cuenta que las al menos diez picaduras que ya tenía empezaban a escocerle.

 

Se las arregló en breve para alcanzar la cueva y entonces entendió por qué lo había hecho: no era que estuviera loca o quisiese huir. Era alguien, llamándola desde dentro. "Ven aquí" decía con claridad y Catherine deseó contestarle pero algo la hizo contenerse "tu tienes el precio y yo soy la hoja".

 

Ni siquiera se detuvo a pensarlo. Se sentía como intoxicada. Por suerte, las hormigas habían quedado muy atrás, pues luego de un corto recorrido dentro de la cueva la protección de agua desapareció y Catherine se halló en la completa oscuridad. Hasta que un sonido de arrastre hizo que virara hacia la derecha y notara como una voz baja y siseante volvía a decirle.

 

-A mí has venido y conmigo has de salir.

 

Sí, Catherine se las había visto con esas criaturas antes. Acababa de pronunciar un "lumus" y notó muy tarde que había sido un craso error. Lo que tenía ante ella era ni más ni menos que un basilisco. Bajó demasiado tarde la vista y se creyó muerta pero no fue así. Su espíritu seguía en su cuerpo y la visión grotesca que había tenido era la de una criatura cegada terriblemente, con heridas profundas a la altura de los ojos. Catherine volvió a alzar la vista y el basilisco se irguió en todo lo que daba la altura de la cueva. Catherine deseó decirle que podía entenderla, que siempre había podido hacerlo desde pequeña pero simplemente no podía ¿qué demonios había sucedido con su habilidad?

 

A través del anillo pudo percibir el hambre aplastante, la sed brutal de sangre, la espera, el tedio. También pudo percibir la decepción que le causaba haber llamado a una bruja tan ordinaria, aunque había podido percibir (¡casi podía jurarlo!) a una bruja algo menos vulgar, alguien que podía comunicarse con seres como ellos. Catherine intentó decirle que así era, que no sabía que demonios estaba sucediendo con un poder que había pasado por generaciones en su familia pero tampoco lo consiguió aquella vez. Sus palabras sonaron en la lengua común. Aquella criatura sabía lo que eran los hablantes de pársel. En su mente, las cosas empezaban a estar más claras. Sin duda, en el pueblo, había uno; aquella había sido la trampa. Tan simple como entrar y terminar todos muertos. Su mente empezó a maquinar. La criatura siseó con furia.

 

-Deberías morir. Pero puedes dar... ¡El precio!

 

Catherine se mantuvo firme en su posición y ocultó en lo más profundo de sí misma el miedo que casi le había atenazado la garganta. Gracias a aquel anillo, sabía que la criatura podría sentirlo si dejaba que la dominase y eso sólo significaría la pérdida de la casi nula confianza que había conseguido asentar, puesto que aun no se la había comido. Se lo tragó con la misma impasibilidad con que había visto marcharse a sus compañeros y entonces, respirando hondo, alargó el brazo.

 

El dolor por poco la hizo desmayarse pero aun pudo vislumbrar, a la luz de su propia varita, la sombra de las fauces enormes, devorando su entero brazo. Eso y el sentir como poco a poco se debilitaba, hasta sentir que flotaba...

 

Sólo que no era del todo una alucinación. El basilisco le había mordido el costado izquierdo y la tenía atrapada entre sus colmillos, aunque sólo uno de sus dientes se había incrustado en ella. Como si estuviese en una excursión, mientras empezaba a perder el sentido, empezó a contar ¿cuánto tiempo le quedaba? ¿Unos diez minutos? ¿Cinco? Pero la serpiente no la arrastraba hacia las sombras. La serpiente avanzaba hacia la luz.

 

Sintió punzones mínimos en los brazos y la cara y notó que atravesaban raudamente el bosque haciendo el camino inverso hacia el lugar de dónde habían huido. El brazo que le quedaba, colgaba casi inerte en el aire, al igual que su cabeza y tenía toda su energía concentrada en no soltar la varita, aunque estaba casi segura de que si pasaban apenas unos segundos más lo haría. El dolor, al inicio apabullante, la tenía entonces en tal estado de adormecimiento, que resultaba casi una contradicción el hecho de que fuese el motivo de que no hubiese perdido el conocimiento todavía.

 

Pronto, dejaron los árboles atrás y Catherine oyó una voz conocida, aunque no supo reconocer de quién. Perdió todas sus fuerzas al fin. La criatura se detuvo y ella soltó la varita y notó como su espalda soltaba un ruido sordo cuando cayó al suelo arruinándose un par de costillas más, además de las que ya la criatura le había quebrado, en el proceso. El problema, era que ella no tenía ningún maldito fénix, así que casi supo que iba a morir allí mismo.

Editado por Catherine Stark

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Nos detuvimos cerca de donde se encontraba la tribu. En el camino, Gatiux y Bastian no habían dejado de hablar ni por un segundo, diciendo cosas que solamente ellos se entendía. Me había dedicado a pensar en qué estaba haciendo Sagitas y en todas las opciones a las que podíamos encontrarnos y debíamos enfrentar. Aunque me sorprendió escuchar a mi compañero que nos quedáramos allí. Había pensando en detenerlo, en decirle que era una mala idea que fuera solo, pero la ventaja es que si llegaban a atraparlo, podríamos entrar como refuerzo.

 

De acuerdo, podemos... —Asuhr, la joven guerrero, había propuesto que nos adentráramos donde había estado Hades y Sagitas. Ésta se encontraba bien y aquello me bajó la tensión que me había causado. Pero mis palabras se vieron entrecortadas porque al parecer mi compañero, en vez de calmar las aguas como lo había estado haciendo la bruja de cabello violeta, las había violentado. Todo estaba pasando muy rápido, y más cuando la joven del pueblo Uzza nos alerto que estábamos rodeados. Aquello era una trampa.

 

Moví mi varita para desviar algunos dardos. No estaba en una buena situación para quedar desmayado o envenenado. Algunos de éstos proyectiles se impactaron en los troncos de los árboles o se perdían entre las grandes hojas que bloqueaban el camino. Asuhr se desvaneció, como si fuera un fantasma. Los poderes que le brindaba aquel libro la estaban envolviendo y se estaban adhiriendo a ella. Eso era bueno, tal vez no le habíamos enseñado lo teórico, porque no lo necesitaba, pero ante la presión recurría a ellos fácilmente. De aquello se trataba ésa travesía.

 

Bastian... Gatiux... —no podía creer lo que estaba sucediendo allí mismo. No solamente Hades estaba provocando a la tribu, que parecía haber reaccionado contra nosotros. No solamente nos estaban rodeando e intentado capturar. Sino que desde el interior de la selva, sin saber de dónde había sumergido, un Basilisco se hacía paso entre los troncos de los árboles. Aquello fue espantoso, era una criatura horrible y había llegado junto a nosotros como si nos hubiera acompañado en el viaje todo el tiempo. Levanté la mano para señalarle a los dos chicos, porque eran los últimos que se habían acercado y los más cerca a la gran serpiente.

 

Catherine cayó al suelo. ¡¿Dónde demonios se había metido y qué había hecho?! Todo el camino habían estado quejándose de que aquello no era lo correcto, pero ni siquiera habían prestado atención a su entorno. ¿Cómo era que ni siquiera nos había alertado? ¿Cómo era que se encontraba moribunda en la base de la criatura? No sabía realmente que hacía allí. ¿Pertenecía a la tribu? Esperaba que no porque eso nos traería problema. El Orbis. Pensé en el Orbis Bestiarum pero aquel animal era más poderoso que lo que te permitía controlar. Ni siquiera como Demon Hunter me dejaba.

 

¡Corpus Patronus! —aquello no me importaba. Sabía que tarde o temprano, todos los alumnos se olvidarían de aquellos detalles. El único que no podría hacer olvidar era a mi compañero Hades, pero aquello podría solucionarlo. Las ventajas de los libros era que como maestros, podíamos sacarle los recuerdos, ni siquiera con magia negra o Veritaserum recordarían que era de la Orden del Fénix. Pero intentaba hacer algo. ¡Y ellos podrían también! Con el Espejo de Niebla algunos podrían imitarme, tal vez empezar a atacar un poco más.

 

Un hipogrifo de tamaño adulto, tan gris como las cenizas, se materializo a partir de millones de hilos plateados que se volvían cada vez más corpóreos. Estiro sus alas y se dirigió hacia el basilisco. Claramente que no lograría matarlo de un arañazo, pero la idea era mantenerlo distraído para que no se digiera contra nosotros, como lo habían hecho con Catherine. Los embestiría, lo rasguñaria, hasta lo picotearía mientras que la tribu también nos atacaba. Aferre la varita entre mis dedos. ¿Que seguía?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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- Te estaría agradecida si tu pájaro me saca de aquí cuando las cosas se pongan serias.

 

Su sobrino era alguien confiable, era una suerte que tuviese una criatura tan fuerte de su lado, que los podría sacar de allí. Y podría llegar a hacer mucho más si dejase de lado el papel de damisela en apuros que había adquirido para dejar en evidencia a Elvis. Ella tenía poderosos hechizos mortífagos que sabía utilizar, pero a los que no había recurrido sólo por molestar al Demon Hunter, en una escandalización teatral por la pertenencia a un bando.

 

Un basilisco los sorprendió. Estuvo a punto de mirarle a los ojos, pero lo pudo evitar tras la sorpresa inicial. Elvis los había salvado con un Corpus Patronus, por lo que era su oportunidad de hacer su jugada maestra. Buscó entre los indígenas a aquel que parecía llevar la voz cantante, lo encontró con los ojos cerrados, concentrado en sus poderes, era probable que se estuviese comunicando con el basilisco. No tenía tiempo para explicar el plan, por lo que le hizo un gesto con la palma de la mano al profesor, junto con una sonrisa burlona, pues iba a usar un hechizo mortífago después de haberlo increpado a él con lo del Terreus.

 

- Adiós. -dijo Gatiux apuntándose a si misma- ¡Celerus Salvio Hexia!

 

Hubo un murmullo de inquietud entre los de la tribu cuando la mujer de cabello violeta desapareció por completo, el basilisco se concentró en Bastian, los que estaban cerca miraban en derredor sin comprender bien cómo había podido desaparecerse así sin más. La banshee aprovechó el hechizo para moverse rápidamente, sin hacer ruído, se posicionó detrás del hombre que parecía ser el jefe del poblado. Cuando se hizo visible hizo aparecer una katana plateada en sus manos, el mango estaba decorado con unos hilos celestes y púrpuras, y colgaban dos cascabeles. El ruido llamó la atención del hombre, que quiso volverse, pero ya tenía en su garganta el filo de la espada, paralelo a su cuello.

 

- Diles que paren o te corto el cuello aquí mismo. -dijo Gatiux, pegada a la oreja del hombre- Sólo queremos hablar, no sabemos por qué intentáis matarnos, pero ya me he cansado.

 

Le susurró la amenaza al oído, mientras que los ojos amarillos de la banshee miraban a los que se encontraban cerca, había un deje de locura en aquellos orbes felinos, algo que les decía a los indígenas que aquella bruja de cabello violeta no iba de farol. Apretó la espada contra el cuello del hombre, un fino hilillo de sangre apareció manchando la espada. Una mujer del poblado gritó y un niño comenzó a llorar fuerte.

 

- Si alguien se mueve, te mato. Me da igual que muramos los dos, te voy a llevar por conmigo si eso sucede, tenlo por seguro.

 

Un par de manos fantasmales aparecieron para proteger a Gatiux, a su espalda, eran oscuras y poderosas. Las necrohands interferirían con todo aquello que quisiese atentar contra la vida de la Malfoy, evitaría que alguien le lanzase un dardo a escondidas que le impidiera llevar a cabo su plan. Ahora sólo eran humo, pero se ofuscarían al menor movimiento por parte de cualquiera. Otro niño comenzó a llorar, aquel hombre parecía ser alguien querido en el poblado. Sonrió con malicia, el matar a alguien era placentero, casi había olvidado aquel sabor oscuro.

 

- ¿Vamos a hablar como personas civilizadas? ¿Verdad? No tenemos nada que ver en tu desgracia, y podemos ayudar en lo que sea que haya pasado.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Hades se unió al grupo, y también lo hizo Elvis. Incluso pudo escuchar de lejos que Bastian y Gatiux terminaban arrastrándose tras ellos aunque protestando aún. El Ragnarok les dijo que esperaran porque él se entregaría para aclarar todo el asunto cuando estaban próximos a la posición de los indígenas. Anne sacudió la cabeza negativamente en cuanto éste hizo público su plan pero no pudo evitar que el vampiro cumpliera su palabra, adelantándose. Iba a echar a andar tras él cuando oyó la voz de Sagitas, lo cual les daba un respiro: al menos parecía estar bien. Aquello hizo que se quedara inmóvil, pues quizás existiera la posibilidad de salvar aquella situación de forma pacífica.

 

Pero no, nada más lejos de la realidad. De repente, Hades comenzó a provocar a los indígenas y el anillo Detector de Enemigos de Anne le indicó que se avecinaban problemas. Dio un respingo al sentirlo, ¡por fin había funcionado! Y tan absorta estaba en aquel hecho que no se dio cuenta de que el ataque indígena ya le caía encima.

 

¡Ay! —gritó sobresaltada, al darse cuenta. «Necrohands», pensó inconscientemente sin titubear. Las dos manos aparecieron de un árbol que había cerca de Anne y se interpusieron entre los dardos y la mujer, que cerró los ojos sin pensarlo. Suspiró, aliviada, y luego se maldijo por dentro por haber recurrido a aquel hechizo. «En fin, ya no puedo hacer nada», pensó. A su lado, Asuhr había 'desaparecido' con la salvaguarda mágica, recordándole a Anne que hubiera sido mucho más práctico intentar aquella maniobra en lugar de recurrir a sus poderes mortífagos. Gatiux también se había puesto en movimiento y luego Catherine había aparecido en la escena con un basilisco. ¿De dónde había salido semejante monstruo? La licántropa no alzó la mirada por temor a encontrarse con la mirada de aquella monstruosidad, pero sí alcanzó a ver el cuerpo de Catherine inerte. Parecía herida... bastante malherida.

 

Miró a su alrededor, aún protegida por sus necrohands, y vio cómo estaba la situación. Gatiux había tomado como rehén a un indígena que parecía ser el cabecilla del grupo, haciendo que los demás quedaran inmóviles a la espera de una orden de su superior. Asuhr estaba a la altura de Hades y Sagitas, que parecían encontrarse bien. Bastian tampoco había intervenido hasta el momento, pero ella no iba a quedarse quieta mucho rato más.

 

Corrió hacia donde estaba el basilisco sin pensárselo dos veces. Mientras lo hacía, miró hacia los árboles y vio un pájaro de vivos colores y del tamaño de un halcón posado en un rama aparentemente tranquilo. «Orbis Bestiarium», pensó. Un anillo dorado rodeó al ave y se estableció una conexión entre la bruja y el animal por el que ésta podría controlarle. «Molesta al basilisco, distráelo picoteándole la cabeza», le indicó mentalmente. El pájaro voló hacia su objetivo y Anne le siguió con la mirada para descubrir entonces que éste no veía a causa de unas heridas que tenía en los ojos. El ave picoteó dichas heridas y el basilisco se concentró en su atacante, dejando a Anne el espacio suficiente para hacer lo que tenía pensado.

 

Se lanzó corriendo hacia Catherine y la agarró al vuelo, tirando de ella con poco cuidado. Se la llevó unos metros más allá de donde esstaba el basilisco enzarzado en su particular batalla con el pájaro (que era el previsible perdedor de la contienda) y luego la dejó caer en el suelo no sin cierta delicadeza, dentro de la brusquedad de la situación. Examinó superficialmente las heridas y luego recordó lo que había visto hacer a Asuhr y posteriormente a ella misma con Sagitas. Rozó el amuleto de la Curación, que llevaba al cuello, con las manos y luego las extendió sobre la herida más grande de Catherine, entrecerrando los ojos. Sintió un suave consquilleo en ambas palmas pero continuó así, concentrada para conseguir realizar la sanación de su compañera tan bien como pudiera. Al cabo de unos segundos, que a la pelicastaña le parecieron horas, abrió los ojos y observó que la piel de la mujer había mejorado notablemente.

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Catherine sólo reacciona en el momento en que nota que una intensa sensación recorre su cuerpo. Esta siendo trasladada y eso desestabilizaba su momentáneo solaz; debido a la herida que ha tenido, el dolor proporcional a la relativa brusquedad con que la arrastran apenas puede percibirlo. Sin embargo, en el momento mismo en que reacciona y abre los ojos, se sienta con un sobresalto y mira desesperadamente alrededor.

 

Ha sido Gaunt quien la ha sanado y Catherine se siente agradecida pero sólo puede susurrar un parco "gracias" pues eso no es lo que más le interesa. Sabe que el veneno aun circula por su torrente sanguíneo, eso es algo que ni el mejor de los amuletos puede curar y tiene que hacer una carrera contra el reloj. Se incorpora con dificultad ya que sólo puede usar una sola mano. La otra se encuentra dentro del basilisco y se pregunta seriamente si existe algún método para recuperarla pero sin tiempo para reflexionar sobre eso avanza a la carrera lo mejor que puede, tambaleándose al no estar acostumbrada a sólo tener una manga vacía en lugar de la correspondiente extremidad.

 

El basilisco se encuentra enzarzado en una lucha fútil. Pronto, el ave que se encontraba picoteándolo en sus viejas heridas, muere y exhala un espantoso alarido entre sus fauces. Catherine, que para entonces ya ha tomado su varita y se aleja rápidamente mientras la criatura husmea a su alrededor, alcanza a escuchar claramente el sonido de la carne y el hueso partiéndose y fragmentándose con violencia mientras el olor de la sangre lo inunda todo. El basilisco tiene además otro contrincante: un hipogrifo, que ha sido convocado por... no, no puede haber sido otro que Gryffindor. Sin embargo parece dudar menos de sus capacidades ahora y ataca directamente el cuello de la bestia, arrancando un trozo de éste en apenas unos segundos.

 

Catherine se siente imbuida, casi intoxicada una vez más, por la rabia del basilisco, su frustración y el hastío que le causa el sol, luego de tanto tiempo en la oscuridad. El anillo parece estar actuando con aún más intensidad que antes; su mente ya no está nublada si no en un estado de permanente alerta. Siente además algo nuevo. Pero no es capaz de explicarlo con claridad; observa alrededor... y entonces encuentra la fuente. Se trata de un hombre menudo, atezado, de espaldas anchas. En su cuello, brilla una katana plateada. Catherine no puede creer lo que ve.

 

-Detente...

 

Su advertencia va dirigida a la persona que sostiene la katana pero se da cuenta de que lo que ha dicho es inútil. No debido a su poca o mucha influencia, si no a que lo ha dicho en el lenguaje común. No sabe si es el veneno, que ha hecho que su cuerpo explote nuevamente sus poderes, o la desesperación de la cercana muerte pero ha siseado eso último en pársel. El hombre abre entonces los ojos lentamente, unos profundos ojos color avellana y luego, vuelve la cabeza lentamente hacia el basilisco.

 

Éste se ha detenido y se ha quedado quieto, observando a Catherine como si realmente pudiese verla a través de las heridas, aunque Catherine sabe que lo que ha guiado su cabeza para voltear hasta su posición son el olor y el sonido. El hombre grita entonces sus órdenes en pársel, olvidando todo disimulo ¡corta! ¡desgarra! Y Catherine nota como un reguero de sangre parte de su cuello.

 

Sin embargo, la imponente serpiente no se mueve y su respiración se torna pesada. Catherine la observa con el corazón en la mano, pero algo trastoca por completo el cuadro desesperado. O más bien, alguien. Es un anciano, como anciano puede ser un hombre si es que luciese como el tronco de un árbol; camina apoyado en un bastón de arce con un pomo de cristal similar a una esfera. Parece ajeno a toda la situación y se acerca directamente hacia el hombre que acaba de gritar sus órdenes.

 

El tiempo parece detenerse pero es el propio anciano quien rompe el hielo, al decir.

 

-¿Sería tan amable de soltar a éste joven arrojado, bella mujer? -sus ojos, aunque velados de ceguera, parecen percibir con claridad a la persona que sostiene la katana de plata detrás de él. Mueve su callado entonces y la sangre deja de brotar a borbotones del cuello del hombre. Catherine empieza a sospechar que puede guardar allí su varita, aunque no imagina cómo- Hace mucho tiempo que no he tenido el placer de tratar a una banshee.

 

Seguidamente, le da al hombre con el callado en la cabeza. Éste entonces lo mira con ojos atónitos

 

-Debes respetar la felicidad de tu hermano, así como debe hacerlo todo el pueblo. Ya fue suficiente -una sonrisa desdentada ilumina su rostro y se vuelve al resto para anunciar-. ¡Mi hijo se casa! ¡Tiendan las mesas, saquen los platos, que pasen las bebidas y llueva la comida! -el anciano mira entonces directamente a Elvis y añade- Hemos sido cabezotas pero no deseo que la enfermedad empañe la felicidad de mi hijo -se vuelve entonces hacia el hombre que se encuentra aun sujeto por la katana y añade-. Él sólo desea que mi su hermana sane. Pensó que todo se debía una maldición y que podía liberarla matando al causante -el anciano parece reflexionar un poco antes de concluir-. Me temo que no puedo asegurarlo pero si tienen forma de repararlo, el hacerlo ahora sería considerado el más preciado regalo de bodas y podría marchar con la amistad de nuestro pueblo. Si no, será mejor que se retiren. Los dejaremos marchar al haber compensado vuestra falta con una felicidad equiparable pero si los vemos aquí luego de concluidas las celebraciones los cazaremos hasta la muerte y nadie podrá detener a Keled.

 

Señala al hombre sujeto y Catherine entiende que ese es su nombre pero a pesar de sus repentinas y razonables palabras, no entiende nada ¿quién se casa? ¿qué demonios sucede?

 

Sus piernas entonces pierden fuerza, haciendo que caiga hacia un lado, apoyándose en su único brazo con las piernas inertes a un lado, sentada. Sólo alcanza a escuchar a la voz del anciano. A pesar de todo, es consciente de que en aquella oportunidad no habla en lengua común, si no en la de las serpientes.

 

-Vuelve a tu hogar, bella serpiente. Hoy tu también disfrutarás de un banquete como ninguno -su rostro muestra entonces una sonrisa maliciosa-. Tendrás además a nuestros invitados, si no aceptan nuestra oferta.

 

El basilisco suelta un siseo y se vuelve cuesta arriba a través de la espesura arrastrándose sin prisa. La vista de Catherine entonces vuelve a nublarse y su pulsación se acelera. Recuerda, que no ha obtenido aún lágrima de fénix alguno y el veneno, por tanto, alcanzará pronto su corazón.

Editado por Catherine Stark

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Aquello se estaba saliendo un poco de las manos. Pero increíblemente pasaba todo a la vez, como siempre solía ocurrir. Todos queríamos hacer algo pero a la vez, eramos pocos los que podíamos. Mientras conteníamos al basilisco, la tribu estaba rodeando a los alumnos, en el mismo tiempo, que éstos se encontraban algunos queriendo amortiguar la situación mientras otros la empeoraban. Anne había ayudado a Catherine. Gatiux estaba ayudando, pero a que nos maten más deprisa. ¿Había una boda?

 

Pero un estallido irrumpió en medio de aquella tribu, entre todos nosotros. Una especie de haz de luz, apareció, aunque no era brillante, sino parecía como si llegara de la misma noche. Todo su contorno emitía una leve luz azulada y nos quedamos petrificados al mirarla. ¿Qué demonios era? Abrí un poco los ojos, cuando una figura de cabello moreno, con una larga trenza y un pañuelo cubriendo su rostro. Tenía prendas de cuero y de metal y estaba descalzo. Desde allí podía ver sus ojos tan negros como la noche.

 

¡Ahora! —exclamó Badru, señalando el portal. Si, pude acordarme hasta de cómo se llamaba el Guerrero Uzza que había llegado para salvarnos. Claramente que todos podíamos pensar que saldríamos bien de allí, pero estaba seguro que algo haría que todos perdiéramos la cabeza. Miré a mi alrededor. ¿Había congelado el tiempo? ¿O todo estaba pasando demasiado rápido? No lo sabía.

 

Le hice señas a los chicos. Le pedí a Anne que ayudara a Catherine a caminar para atravesar el portal. Lo mismo que a Gatiux, mas le valía que dejara de mostrarse tan altanera, no ganábamos nada con amenazar a aquellas personas. Bastian seguramente había captado la orden del Guerrero que nos fuéramos de allí mismo. Por último miré a Sagitas y a Asuhr. Con la cabeza casi les rogué que no perdieran el tiempo, luego con Hades nos encargaríamos de volver. Estaba seguro que mi prima me creería. Hasta tal vez le pediría que nos acompañe para solucionar aquel tema del casamiento.

 

Es hora. Todos deben realizar la Prueba — debíamos atravesar el portal y redirigirnos hacia otra zona. ¿Estaba seguro que era por la prueba y no porque se había metido para salvarnos? Cuando me acerqué esperé a que todos los alumnos atravesaran aquel portal. Desde ése momento, habíamos dejado de ser un grupo para enfrentarnos a una prueba mayor, aunque no dudaba de ninguno de ellos. Habían diferencias, si, pero estaba orgulloso de las cosas que habían hecho en aquella Selva. No sabía porque, pero intuía que luego de algunas horas, tendríamos una conversación larga con los guerreros. Solamente esperaba que Badru hubiera visto el poder que habían manejado los chicos.

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