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Libro de la Fortaleza — Grupo 2


Hades Ragnarok
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¡Oye! Cuidado... —la primera en reaccionar había sido indudablemente Anne. Habíamos sido compañeros en varias ocasiones dentro de la Universidad, y la conocía demasiado para saber como reaccionaria. Inmediatamente quiso ayudar a mi prima Sagitas que no caía en la cuenta que debía intentar alejarse del peligro y no quedarse a esperarlo. Aunque debía admitir que aquel dardo había sido transformado en una hermosa mariposa. ¿Por qué dudaba de sí misma con lo ágil que era?—. ¡Creo que no es momento para decirlo! Pero dentro del libro, tenian un anillo que les servirá para detectar enemigos. ¿Lo trajeron?

Empujé a Hades para que éste saliera de su posición incómoda. Los chicos, gracias a Merlin, se habían empezado a mover. Estaba seguro que aunque sea lograríamos empezar a crear alguna manera para salir de allí. Gatux propuso poner alguna especie de barrera, pero lo que debíamos encargarnos era quedar detrás de ella y no del lado donde la tribu había decidido aparecer. Con el anillo que tenían, si lo usaban con la concentración necesaria, podrían saber si alguien de ésa tribu les aparecía de sorpresa. Era como una alarma, como una voz en su cabeza.

¡Terreus! —me giré en redondo, para quedar mirando hacia aquellos enemigos. O lo eran por querer atacarnos, atraparnos y llevarnos a su sitio donde vivían. ¿Para hacernos qué? No quería averiguarlo. Una pared de tierra se levantó del suelo, haciendo caso omiso a la joven que había propuesto ésto. Claramente que la tribu tendría métodos de traspasarla, pero eso les llevaría unos segundos de retraso. No sabía si Bastian había querido ayudar a Sagiast o matarla—. ¡Ayudame con eso, Gatiux!

Había unos troncos. Tal vez si los poníamos en medio, nuestros perseguidores no llegarían tan fácil. Junto a Asuhr, Gatiux, Bastian, Sagitas, Anne y Hades habíamos quedado del lado correcto. Debíamos ayudarnos a llegar a la cueva mientras habíamos empezado a correr. Allí tendríamos un refugio, pero podíamos usar justamente aquellos poderes a los que habíamos organizado para el encuentro. Recordé que los amuletos y anillos eran necesarios para muchos de ellos. ¿Podrían usarlos? Si se concentraban, seguramente que si.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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-- ¡Ay, mi madre!

 

Por un momento pensé que aquellos brutos habían decidido usar la violencia contra mí, al sentir la explosión que por poco me vuela en pedacitos. Sentí frío en los dedos de los pies y, tras el miedo inicial, mi asombro se transformó en rabia.

 

-- ¡Serás bruto, Bastian! -- le grité. -- ¡Me has destrozado la bota!

 

Y levanté mi pie, por fin libre, donde sólo se conservaba la caña de cuero y medio calcetín calcinado enseñaba los dedos de los pies, algo rojos pero indemnes, a los dioses gracias. ¿Cómo se le ocurría lanzar un Bombarda?

 

-- ¿Anillo para detectar enemigos? ¡Pero si no hace ninguna falta! ¡Están enfrente nuestro!

 

¿Para qué quería detectar enemigos si claramente sabía quienes eran? Aún así, seguí el consejo de mi primo y profesor y toqué uno de los anillos, concentrándome para "notar" lo que hiciera. Algo sentí. Cerré los ojos de golpe porque un pensamiento imposible entró en mi mente con mucha fuerza. Jadeé por el golpe del entendimiento que sentía, algo similar cuando conseguía conocer las auras de la gente que llegaba al Confesionario, pero mucho más simple y más fuerte.

 

Abrí los ojos al sentir la jerga de los indígenas. Levanté las dos manos para imponer silencio. Delante de mí, un muro de tierra se alzaba entre nosotros y ellos.

 

-- No, Elvis... No... Tenemos que ayudarles...

 

De repente, me dolía la cabeza así que me froté las sienes y pensé en lo que había sentido.

 

-- Nos temen. Algo ha puesto enfermo al.... chamán, o jefe, o alguien importante. Nos creen culpables de una plaga de algo, que nosotros hemos traído la Muerte al poblado. Yo...

 

¿Qué decir? ¿Qué durante una milésima de segunda había sido un gusano, una serpiente o algo que se arrastraba y se escondía entre el follaje de los árboles y que me había "enseñado" lo que les preocupaba?

 

-- Creo que me confundí de anillo. El que usé sería el de la Amistad con las Bestias... Pero sé que digo lo correcto. Esa tribu nos creen culpables de la enfermedad de medio poblado cuando en realidad es una plaga inesperada. Si pudiéramos convencerles de que eso no es cierto...

 

Miré de reojo a Bastian. No lo dije en voz alta pero cuando rocé con mis dedos el Anillo Detector de Enemigos, él y el profesor rudo habían brillado como luciérnagas en una noche oscura, sin estrellas.

 

 

 

Toma ya... No sabré de Duelos, pero...

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La chica que recopilaba papeles como los Nahm-Uzza se había apresurado a intervenir para evitar una pelea entre Asuhr y el chico poderoso que la joven Uzza aún no sabía como se llamaba. Por lo visto, a Sagitas le costaba comprender que los Guerreros Uzza o, en el caso de Asuhr, los aprendices de Guerreros, eran la clase social más baja entre los Uzza. Asuhr no sabía cómo explicarlo, pero desde luego no tenía nada que ver con la estatura. ¿Entre los ingleses el respeto social se media por la estatura? Si así era, entonces esa chica debía de ser una Alefa, por lo menos. Asuhr no sabía cómo explicarle y, además, por la cara que ponía el joven poderoso, la joven aprendiz se daba cuenta que una tormenta estaba a punto de explotar.

 

- Somos los más bajos, porque entregamos todo nuestro honor -respondió, preguntándose a su vez si Sagitas la iba a entender.

 

Para ella era algo obvio, todo su honor no le era propio, estaba al servicio de la Diosa. Los Ktam tenían mucho honor que podían guardarse para ellos y, por ello, eran los más venerados entre los Uzza. Todos debían tener honor y, si cumplías los preceptos, te asegurabas una buena cantidad de él, pero la diferencia estaba en el servicio. Los que servían, como era el caso de los Guerreros, no se quedaban con su honor, lo entregaban en ese servicio, pero si tu Glorioso Destino era ser un Alefa, un Taikir o un Hakim podías quedarte para ti una parte de ese honor y, por ello, se te debía un respeto. ¿Cómo explicarle todo eso? A decir verdad, tampoco ella conocía todos los preceptos que determinaban cuándo se recibía honor y se entregaba honor. Y aún podía complicarse más, pues como explicaban los Nahm-Uzza, cuanto más honor se entrega en este mundo, mayor honor se recibe en los Jardines Celestiales.

 

Iba a explicarle, o intentarlo, al menos, pero Sagitas cambiaba de conversación tan rápido y la tormenta en el rostro del chico poderoso estaba tan pronta a estallar, que Asuhr se dio cuenta que no le daría tiempo, como así tampoco iba a poder explicarle a la joven del pelo violeta para qué eran cada uno de los anillos, que era lo que le estaba preguntando en aquel preciso momento, cuando las palabras del joven estallaron como estallan las dunas cuando los gusanos de las arenas salen agitados a la superficie.

 

Aquel joven se atrevía a acusarla de deshonor. ¡Deshonor! ¿Cómo podía ser tan necio? ¿Es que no era capaz de comprender que si podía entregar tanto honor, sirviendo en tierras tan lejanas, separándose de su pueblo y de su Maestro era porque, precisamente, había acumulado mucho honor? Ella no se rebajaba, al contrario, se ensalzaba. Recuperaba parte del honor entregado al cumplir la prueba impuesta por su Maestro. Y lo peor era que también estaba insultando a sus propios Maestros, incurriendo en el más grave deshonor. ¿Cómo podía hablarle de deshonor alguien tan indigno?

 

La irá creció dentro de ella como un vendaval imparable. La furia se apoderó de sus músculos y los tensó. La adrenalina hizo presa en su corazón y lo avivó. Ni siquiera recurrió a su extraño poder, pues se convirtió en un viento furioso y se movió con la velocidad del rayo. Su cuerpo giró en una graciosa llave de combate, tantas veces practicada con Rasori, a la vez que su mano derecha tomaba la varita y la izquierda el puñal de colmillo de acromántula. En menos de un latido, Asuhr tenía al joven poderoso inmovilizado y con su cuchillo apuntando donde a ningún hombre le gusta que apunten los cuchillos.

 

- ¡Necio, cállate o este puñal no se parará en tus pantalones! ¿Qué sabes tu del honor? ¡Aprende a respetar a tus Maestros, al menos! Ellos tuvieron que pasar por durísimas pruebas o te aseguro que ningún Guerrero Uzza les habría otorgado el Conocimiento. Es un gran honor para mi estudiar con ellos, pues siendo extranjeros, fueron capaces de alcanzar tal honor.

 

Precisamente en aquel momento, Hades, uno de los Maestros ingleses, cayó del cielo ante ellos, exigiendo aplausos. A la joven le hizo gracia, a pesar de la furia que sentía, le recordaba mucho a Umi, cuando pedía alabanzas después de hacer una travesura. Seguía estando enfadada, pero la repentina aparición del Maestro hizo que soltara al joven poderoso de mala gana y activara su Anillo Detector de Enemigos, no quería ser presa de un ataque imprevisto en respuesta al suyo. Y aunque sus sentidos estaban entrenados para ser ágiles, activó de paso el Anillo de Escucha. El de Salvaguarda contra Oídos Indiscretos lo tenía ya activado de antes, pues de ningún modo hubiera querido que nadie que no fuera el joven poderoso oyera lo que le acababa de decir.

 

Aún le extrañaba que los demás no pudieran utilizar los anillos del libro. Si repasaban sus libros, seguro que durante la clase, podrían leerlos. Bastaba la voluntad de un Maestro para que pudieras obtener el conocimiento. Cuestión distinta era que ese conocimiento necesitaba entrenamiento, además de que, mientras el libro no se vinculase, también el mero deseo del Maestro bastaba para que olvidases todo cuanto habías leído y aprendido.

 

Asuhr estaba escuchando a Elvis cuando éste la saludó y confirmó lo que había dicho Sagitas. Se alegró cuando dijo que no debía preocuparse por los papeles ni por Azkabán. Era un alivio saber que todo estaba en regla. Pero la alegría no tardó en desvanecerse, convertida en asombro e ira cuando Elvis dijo que era un honor tenerla ahí y....¡le hizo una reverencia! ¡Por la Diosa Uzza, una reverencia a una servidora, como si fuera una Ktam!

 

Aún no había salido de su asombro e indignación cuando Sagitas también le hizo una reverencia diciendo unas palabras de las cuales no comprendió ni la mitad. Pero la reverencia ya era suficiente para que la ira coloreara su rostro de un marcado tono carmesí.

 

- No me debes honor, Maestro -se contuvo como pudo y lo dijo con la voz más calmada posible. Tenía que compensar tan horrible lacra en su honor, por lo que fue ella la que se tumbó en el suelo de aquella selva, con los brazos extendidos, en señal de máximo respeto-. Sólo soy una humilde servidora.

 

Todavía estaba en esa posición, cuando escuchó los gritos de Elvis y, al mismo tiempo, su Anillo Detector de Enemigos comenzó a alertarla de un inminente ataque. No se podía mover, aún no había terminado de limpiar su honor manchado, habían sido dos reverencias. ¡Dos! Oía las voces de sus compañeros, las palabras de Elvis, mandándolos ir hacia el sur y encontrar una cueva. Activado como estaba el Anillo de Escucha, podía oir, incluso, las voces de los indígenas, gritando en una lengua extraña, a sus compañeros que se lanzaban a correr, a la brava chica de pelo violeta que se había presentado como Gatiux sugiriendo cubrir su huida con árboles para entorpecer la persecución, a Sagitas que se había enganchado a algo, al joven poderoso lanzando hechizos, el ruido de una explosión, los indígenas que se acercaban más y más.... pero no podía moverse sin antes terminar de lavar su honor, por lo que se mantuvo firme, permaneciendo tendida en el suelo, boca abajo y con los brazos extendidos.

 

El vocerío le decía que los demás corrían ya lejos, fuera de peligro, pero ella seguía allí. El ataque hacía que el honor manchado se lavara rápidamente, pero aún así no juzgaba que hubiera pasado el tiempo suficiente. Quizás lo justo para poder defenderse, aunque fuera de forma precaria. El Anillo Detector de Enemigos le avisaba que debía tener a los indígenas encima, rodeándola. Apenas podía verlos, boca abajo como estaba y le resultaba difícil apreciar si eran magos o muggles. Sin embargo, si utilizaba una Marca de Sangre, lograría que al menos uno de ellos la obedeciera. Con eso bastaría, pero debía esperar a que se acercara para poder tocarlo. Escuchó los pasos cautelosos hacia ella, seguramente no entendían porqué no huía. Y entonces, un chispazo estalló en su mente con un halo negruzco. ¿Qué había sido eso? Por un momento, le costó recordar su nombre y dónde estaba. Luego todo volvió, junto con la premura que le provocaba el inminente ataque. Todo, salvo la idea que antes se le había ocurrido. ¿Qué iba a hacer? Recordaba haber pensado una estrategia de defensa. ¿Cuál era? Era un conjuro, estaba segura. Uno que había practicado con Rasori muchas veces. ¿Pero cuál? No lograba recordarlo. Probó con otro, invocando imágenes de su entrenamiento con Rasori. Nada. ¿Qué le estaba pasando? No podía recordar los conjuros. Y entonces pensó en la Salvaguarda Mágica y... funcionó.

 

Asuhr se volvió intangible en el preciso momento en que uno de los índígenas trataba de agarrarla. La mano del indígena tan sólo apretó el aire. Esperaba que su honor se hubiera repuesto lo suficiente, porque al ver que los demás indígenas le lanzaban dardos, llegó a la conclusión de que era hora de moverse. La Salvaguarda Mágica no duraría demasiado y si aquellos indígenas podían utilizar magia, su defensa era muy precaria. Convertida en un sutil resplandor, su silueta tan vaga e imperceptible como la de un fantasma a toda velocidad, corrió alejándose de los indígenas en dirección a una pared de tierra que acababa de ser invocada por Elvis. Su silueta intangible atrevesó con facilidad la montaña de tierra y llegó al otro lado, donde los demás ya estaban colocando árboles y otros obstáculos para impedir la persecución. Su forma intangible se desvaneció cuando el efecto de la Salvaguarda Mágica se agotó y Asuhr volvió a ser ella misma. No sabía ni cómo había logrado mantener el efecto tanto tiempo. Pero agradeció su suerte.

 

Suspirando de alivio, comprobó que su Anillo Detector de Enemigos no le avisaba de ninguna amenaza inminente. Y los sonidos que le llegaban desde la distancia, gracias al Anillo de Escucha, le decían que los indígenas aún estaban a cierta distancia. Tenía un recuerdo vago de algo que había aprendido con Rasori, que podría ayudarlos, pero no lograba recordar qué era. Cada vez que intentaba recordar el Conocimiento aprendido con Rasori, su mente giraba como en una nebulosa que le impidiera recordar. Salvo cuando había acudido a la Salvaguarda Mágica y a los Anillos que estaba utilizando. Fue entonces cuando se le ocurrió la terrible sospecha que casi era una certeza. Había olvidado todo el Conocimiento aprendido con Rasori, salvo cuando se trataba de Conocimientos de los dos primeros libros. Repasó mentalmente todos los poderes de esos libros y se dio cuenta de que recordaba perfectamente las enseñanzas de Rasori. En cambio, si trataba de pensar en los poderes de libros superiores, su mente se volvía a convertir en el torbellino negro que la impedía recordar. Así que, después de todo, el viejo Rasori sólo le estaba permitiendo recordar libro a libro. Tenía sentido, ahora se daba cuenta.

 

Asuhr ayudó a mover árboles, lanzando un Mobiliarbus tras otro, hasta que se formó una imponente muralla de troncos. Cuando la muralla estuvo terminada, Asuhr se acercó hacia donde estaba Elvis, en ese momento hablando con Sagitas. Por lo que pudo escuchar, la chica estaba convencida de que no eran enemigos. Bueno, quizás de ella no lo fueran, pero a Ashur le habían lanzado unos cuantos dardos, aunque no hubieran podido atravesarla.

 

- ¿Cómo es eso de que no son enemigos? A mi me han atacado.

 

Por la manera de hablar de Sagitas, a Asuhr le recordó a una Uleya. Igual se había equivocado y esa chica no era una Nahm-Uzza inglesa, sino más bien una Ktam inglesa, igual hasta podía "ver a través del agua" y pronunciar profecías.

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Tis not too late to seek a newer world.
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Me rasqué la cabeza en cuánto mi prima Sagitas empezaba a realizar aquellos planteos. No podía creer que a pesar del apuro, de la barricada que habíamos formado y del peligro que corríamos, no estuviera un poco más alterada. Casi había estado a punto de soltar una risa nerviosa cuando la vi intentando relacionarse con aquellos anillos. De reojo pude ver que alguien atravesaba nuestra barrera y casi le lanzo un ataque, pero la joven Asuhr aparecía volviéndose tangible. Abrí los ojos, aquella muchacha me caía muy bien.

¡Sagitas! Escúchame, hazme caso. ¡Al sur... a la cueva... ahora! —aferré cada mano en sus hombros y la mire fijamente. ¿A cuántos metros teníamos a aquella tribu? ¿Unos treinta metros?—. Nos alcanzarán, nos atacarán y nos sacarán hasta los huesos, si puede. ¿Ves? —señalé en el momento que la joven guerrera también le dedicaba unas palabras a la bruja de cabello violeta. La habían atacado. Pero Sagitas se encontraba nombrando una enfermedad. ¡Y su jefe!

Retrocedí dos pasos para ser exactos y abrí apenas la boca. ¿Cómo sabía aquello? Miré a Hades tan sólo por unos segundos, pero en mi cabeza parecían milenios. Se me vino la imagen de nosotros dos en la selva, buscando a la tribu que ahora nos estaba persiguiendo. Nos habían recibido de muy buena manera aunque algo serios, como debía esperarse de dos desconocidos que también eran brujos. Todo había salido perfecto. Nuestros regalos, una comida de por medio. Y en el momento en que casi terminábamos de arreglar todo, Hades se había puesto en desacuerdo con el Jefe Chamán. Hasta ése momento, todo era conjeturas y esperaba que no lo fuera.

¿Acaso ése movimiento de varita imperceptible había sido cierto? ¿ Hades se había atrevido a maldecir al mejor hechicero de aquella comunidad? No conocía demasiado a mi compañero, solamente sabía que a veces hacía cosas en las que no estaba de acuerdo pero no me podría haber imaginado que la peor cosa fuera cierta. ¡Y nos había insistido en que lleváramos la clase allí! Que idi.ota había sido. Respiré hondo y profundo. No valía nada con enfrentarlo allí, solamente haría que nos atrapáramos a todos y muriéramos por eso. ¿Acaso quería que se metiera la comunidad inglesa en una guerra con los Uzza? Estaba claro que no.

No queda tiempo, andando. Los anillos no son para los que ya tenemos frente a nuestras narices. Sino por lo que queda de camino hasta la cueva —esperaba que entendieran aquello. Si probaban los anillos, funcionarían todos. No necesitaba leer libros, sino experimentar con ellos. Hasta el momento lo que habían hecho, estaba bien. Y sin tener necesidad de decirlo, por delante teníamos toda una selva amazónica con peligros de diferentes tipos. Animales, plantas y más integrantes de aquella tribu. Y la cueva que estaba a un kilómetro de allí. Empecé a caminar y a despejar las grandes hojas que ocupaban mi vista, con la varita en mano

Editado por Elvis F. Gryffindor

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Terreus. Elvis había dicho Terreus, más bien lo había gritado, y una pared había surgido del mismo suelo, dispuesta a retrasar a sus perseguidores, a darles tiempo para que huyesen. Una parte de la mente de Gatiux había quedado en shock por la conmoción, lo que le hizo perder cierta velocidad y quedarse mirando al Director con la boca abierta. No lo podía creer, allí, aunque sobre la cabeza de algunos pudiera pender sospechas, no había mortífagos o fenixianos, eran todo civiles y él se había puesto una diana en el centro del pecho, señalándolo como parte de un bando que sólo causaba muerte y destrucción en Ottery, igual que los mortífagos.

 

- ¡Terreus! ¡Has dicho Terreus! -exclamó indignadísima- ¡Eres un fenixiano de alto rango!

 

Poco importaba que el hechizo le hubiera ayudado a seguir con vida unos instantes más, salvandoles a todos de unos cuantos dardos venenosos que habían lanzado sus perseguidores. Pero debía haberse conjurado algo menor, algo que no hiciese ostentación de su poder como Demon Hunter, o algo que pasara inadvertido. Podrían haber sobrevivido sin aquella demostración de poder. El Ministerio tenía una lista de hechizos que podían lanzar ambos bandos, una lista que delataba a aquel que se atreviese a pronunciar alguno de aquellos hechizos. El Departamento de Seguridad Mágica hacía lo imposible por intentar echar el lazo a aquellos que traspasaban la línea.

 

- Si no fuese porque está en riesgo mi pellejo ahora estarías detenido, yendo a responder algunas preguntas al Ministerio de Magia. -alzó el dedo índice- Pero ten por seguro que esto no se va a quedar así. Cuando salgamos de aquí vas a tener que contestar a unas cuantas preguntas. El hechizo que acabas de realizar es de muy alto rango fenixiano, aquellos que ayudan a los mortífagos a destrozar casas y negocios, dejando un reguero de cadáveres a su paso.

 

Y también registrarían la Mansión del Director, estuviera o no dentro. Gatiux se ocuparía de ello, y de visitarla con un par de Inquisidores más. La Malfoy moriría antes de mostrar un hechizo de alto rango delante de gente que no conocía en absoluto, gente que le podría acusar en el Ministerio de Magia, prefería quedar como alguien patoso a delatar su pertenencia a la Marca Tenebrosa. El director había metido a su familia en problemas, tal vez sin querer, por no haberse parado a pensar en una situación complicada.

 

- ¡Mobiliarbus! -susurró- ¡Mobiliarbus!

 

Iba interponiendo troncos de árbol en su camino, dejándolos tras de sí, poniendo cuidado en no darle a ninguno de los presentes. Cuando tuvo un pequeño respiro comenzó a ponerse los abalorios del segundo libro, los tenía guardados en la mochila junto al libro, aunque no se los había puesto por llevar los primeros. Miró con disgusto sus manos llenas de anillos, a ella le gustaba lucir pocas joyas al mismo tiempo, quedaba poco elegante y recargado hacer ostentación de todas ellas al mismo tiempo.

 

Intentó escuchar más allá gracias al anillo que se acababa de poner pero no tuvo resultado alguno, parecían haber dejado atrás a aquellas personas tan hostiles. Suspiró de alivio y dejó de correr, volviendo a caminar normalmente. Le acompañaba un sentimiento extraño, parecido a un murmullo bajo, de todos los animales que había alrededor. Una serpiente que había a los pies de un árbol unos metros por delante los miraba con curiosidad, le habían despertado de la siesta y se encontraba de mal humor. Gatiux le hizo saber que no sería buena idea mientras se acercaban, bloqueando un posible ataque hasta que pasaron de largo. No perdía de vista a Elvis, sus ojos amarillos no dejaban de vigilarlo, temiendo un posible ataque por su parte.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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-- Pero no te me pongas fiero... -- hice pucheritos a mi primo Elvis por su regaño. -- Ya te sigo...

 

Miré de reojo a la extranjera. ¿En verdad había hecho lo que yo había visto? ¿O es que un dardo me había dado y estaba teniendo alucinaciones? No, no, no tenía ninguna herida y aquella chiquilla había estado fuera y había atravesado como un fantasma la pared de piedra. Fruncí el ceño, apremiada por mi primo a dirigirnos hacia el Sur, hacia la maldita cueva que no tenía ni idea donde se encontraba. Quise interpelar a la Ashur de los Uzza pero no sabía como hacerlo sin enfadar más a mi profe-primo.

 

Ayudé, por supuesto, a mover troncos de árboles, pero los secos. Soy sacerdotisas y un ¡Ay! se despertaba en mi corazón cada vez que veía unas raíces que se despegaban del suelo.

 

-- ¡Malditos humanos! -- exclamé por lo bajo, moviendo un tocón hacia el montón de árboles que movían mis compañeros. --Se creen con derecho de eliminar vida con la excusa de la protección a sí mismos.

 

La voz de Ashur no contribuyó a ponerme de mejor humor. Mi alma de sacerdotisa sufría mucho en aquel momento.

 

-- No son enemigos. Tú también perseguirías a quienes han traído el Mal a tu poblado si pensaras esa tontería. -- Después me arrepentí. La muchacha, al fin y al cabo, era tan extranjera para nosotros como nosotros éramos para aquellos indígenas y, tal vez, habían malinterpretrado algún acto racional y civilizado nuestro, de los que acostumbrábamos y los que no podían ser entendidos por los de fuera. -- Bueno, no los defiendo, pues eso de que me quiten los huesos que tengo míos desde que nací como que no, que me niego...

 

Ahora se había levantado una trifulca entre Gatiux y mi primo. Ella le acusó, directamente, de ser fenixiano. Mire hacia Ashur. ¿Entendería de lo que hablaba? De todas maneras, yo soy Sagitas, un tonta impetuosa defensora de la familia y, me salió así, lo siento. La familia, para mí, era lo primero y, aunque Elvis era un Griffindor y no un Potter Black, la lealtad a la familia la llevo dentro de la sangre y salto en cuanto huelo a peligro. Uno de mis dedos vibró de nuevo, el de aquel anillo que había identificado como Detector de Enemigos. No sabía bien como funcionaba pero el primer libro lo había leído y semi-entendido. Por algún motivo, el anillo me avisaba de que aquella mujer era enemiga en aquel momento. ¿Sería que detectaba su furia, su explosión emocional, que quisiera hacer daño a mi primo?

 

-- Un momento... No exageres... Gatiux...

 

Tragué saliva. Mi mente se movía a una velocidad inmensa intentando encontrar un vacío por el que ayudar a Elvis.

 

-- Todos los clanes relacionados con la Naturaleza sabemos mover muros de tierra, como mover agua o mover el viento. Sobre todo los sacerdotes y las sacerdotisas -- Creía recordar que mi primo era Paladín, no Sacerdote, pero Gatiux no tenía porqué saber eso, además que un paladín era, en cierta manera, un guerrero ligado a la Naturaleza. -- Yo soy Suma Sacerdotisa de mi orden y puedo hacer ese movimiento de Terreus.

 

¿Era un Terreus de lo que le acusaba? Si bien era cierto que podía hacer eso, no de esa manera. Yo sabía que ese hechizo era terriblemente difícil y sí, lo reconocía, era un hechizo de alto rango fenixiano. Pero no podía permitir que mi primo sufriera una persecución por sus ideales por parte de la Santa Inquisición del Ministerio. A mí memoria volvió la imagen de unas cadenas y unas mazmorras, latigazos y otro tipo de tormentos. Me estremecí. Debía convencerla de que no era cierto. Y para ello, lo mejor era demostrarlo, ¿pero cómo? Cualquiera podría ver la sutil diferencia entre un hechizo de la Orden Fenixina de un conjuro de sacerdotisa.

 

Supongo que fueron los nervios. Yo esperaba mover un poco de tierra, leve, casi sin importancia, cuando mi mente invocó el hechizo de mi orden que permitía mover piedras, tierra y elementos que la envolvían como una cortina por encima nuestro y que se enroscó en el muro que había invocado mi primo. Bailé. Sí, bueno, tal vez pareciera un movimiento raro con las manos y el cuerpo pero era un baile con el que la masa de tierra fluyó y acabó decorando con hiedra y plantas florecientes el muro de tierra, seco y yermo, conviertiéndolo en una muralla de hierba verde y brillante como la jungla que nos rodeaba.

 

Sí, una sutil diferencia... Entonces lo vi, una hermosa ave se posó en el muro y me miró. La miré. Alargué la mano hacia ella, como si fuera a tocarla, a pesar de que estaba a unos metros de distancia, y ella elevó un hermoso canto al cielo y... se fue. La seguí con la mirada perdida, viendo... Viendo a mi primo, a Ashur, a Anne, a Gatiux, al otro profe, a mí misma... Viendo mi entorno desde arriba, el bosque frondoso y hermoso con mil tonos de verde en todas las gamas posible, sintiendo el aire en mi pelo que ahora eran plumas y viendo... viendo la cueva que era nuestro destino.

 

Sonreí. Parpadeé y caí de rodillas, levemente mareada por el cambio de perspectiva. Hacía un segundo el ave me dejaba ver a través de sus ojos y ahora volvía a ver como yo, como Sagitas. Me saqué el anillo de amistad con las bestias y lo metí en uno de mis bolsillos. Ya había tenido bastantes bestias por el momento.

 

-- La cueva está por delante de nosotros, a menos de un kilómetro, en línea recta. Pasaremos un riachuelo no profundo pero sí tumultuoso, tras las dos rocas puntiagudas que llevan directo hacia su boca. No hay pérdida. Vamos...

 

Y reparé mi bota maltrecha por Bastian con una sonrisa en la boca. Me toqué el pelo, sedoso pelo violeta, como si aún notara el viento entre las plumas de mi cabeza. Después, caminé tras los otros alumnos y los profes, pensando en cómo convencer a la extranjera para que me enseñara a ser intangible y atravesar muros de tierra. Parecía divertido.

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~Bastian Malfoy

Dibujó una sonrisa en sus labios. No le importaba lo que la guerrera Uzza pensara o dejase de pensar de él. No estaba en aquella clase de honor para hacer nuevos amigos. Su misterioso amigo de la tierra de los Uzzas era suficiente, no estaba en los planes del mago tener que soportar a dos extranjeros que consideraban el honor cosa demasiado seria. Aunque él mejor que nadie sabía que el honor era una simple forma de control global. Quien escribía el código buscaba imponer lo que él consideraba honor. Muestra de ello un sin fin de libros que había surgido durante toda la historia tratando de dictar lo que era el honor.

 

—¡Infiltrado! —gritó siguiendo el numerito que Gariux empezó. Aquel grito salió justo cuando la bruja puntualizó las palabras ilegales que el profesor había pronunciado. Era obvio que se refería a la vinculación que se había creado en ese preciso momento entre la familia Gryffindor y la orden del fénix.

 

Pero pese a ello continuó corriendo. Sagitas dijo algo en su contra. O al menos eso dedujo de las pocas palabras que logró escuchar. Él se lo había ganado por estar de buen samaritano. Debió dejarla aprisionada, dejar que el enemigo se la llevara e hicieran con ella un estofado. Bastian pensaba que eso es lo que hacían los nativos y nadie le había corregido aquella forma de pensar.

 

—Mobiliarbus, Mobiliarbus —iba recitando el mago mientras corría. Rayos salía de su varita y arrancaban de raíz algunos árboles. Obviamente sin mucho tiempo de contacto entre el hechizo y lo hechizo estos caían en el camino bloqueando el paso. Algunos caían hacia "afuera" sin ser de mucha utilidad, pero otros si que cumplían con su cometido cayendo hacia el "interior" y obstaculizando el camino.

 

Hizo que el anillo se materializara uno de los dedos de su mano derecha. Le hubiera gustado mucho que con aquel anillo se pudiera saber a ciencia cierta quien era enemigo. Por el momento no pasó nada, seguramente más adelante aquella joya serviría de algo. Bastian sumó dos más dos. Si Elvis se había revelado como miembro dela orden del fénix y el anillo no dijo nada sobre este, seguramente serviría para avisar de alguna acción de algún enemigo.

 

La respuesta llegó mucho antes de lo que él esperaba. Tuvo un presentimiento que nació justo en el anillo de su mano. Algo referente al agua, una gran cantidad de agua causando estragos. Y entonces todo tomó sentido. Sagitas logró ver un riachuelo. Pero ¿un riachuelo? Entonces supuso que aquella tribu estaba llena de hechiceros.

 

—Estem... El anillo, dice que aquel riachuelo será un problema. Se elevará y tendremos que hacer algo al respecto....

 

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No entendía nada. ¿De qué acusaba Gatiux al Maestro Elvis? Asuhr no tenía ni idea de lo que significaba ser un fenixiano. Por la palabra, le sonaba a fénix. ¿Ser un fenixiano era que tenía un fénix? De pronto, el corazón le saltó en el pecho de puro sobresalto. ¡Elvis tenía un fénix! ¡Claro, con razón lo había acusado Gatiux! Los fénix eran sagrados, sólo los Ktam podían domesticarlos y hacerse acompañar de ellos. Escrutó el cielo en busca del ave que la seguía y comprobó, con alivio, que el fénix no estaba cerca. ¡Por favor, no vengas, vete, no me sigas, no quiero que me acusen de fenixiana! ¡Bastante tengo con que los Ktam me ejecuten si descubren que un benú me sigue!

 

La joven sintió compasión por el Maestro y se alegró cuando Sagitas salió en su defensa. Estaba terriblemente confusa, porque no terminaba de comprender que un conjuro cualquiera tuviera relación con un fénix o porqué una pared de tierra era tan importante. Poco importaba si lo que estaba diciendo la joven servía para defenderlo. Aunque cada palabra que decía, en lugar de aclarar la anterior, lo único que provocaba era una mayor duda y confusión. Por lo visto, había acertado. Sagitas era una especie de Ktam. No tenía muy claro lo que significaba ser una sacerdotisa, pero la profecía que acaba de hacer, así lo demostraba. Porque eso que había dicho del riachuelo era una profecía, ¿no? ¿Pero porqué si ella era sagrada defendía a Elvis que tenía un fénix?

 

Y luego, eso que había dicho el chico poderoso de que era un infiltrado. ¿Infiltrado dónde? No le encontraba sentido alguno. También él estaba profetizando. Por lo visto el riachuelo se iba a elevar. Decía que se lo había dicho el Anillo. ¿En serio? Rasori jamás le había dicho que se pudieran hacer profecías con ninguno de los anillos. Pero además, era todo muy raro. Los Ktam hacían profecías pero ni siquiera ellos podían profetizar algo que fuese a ocurrir en los próximos minutos. De haber sido así, cuando la tierra tembló y escupió cientos de gusanos de arena que cayeron sobre la Tierra de Uzza ávidos de sangre, hacía ya dos generaciones, no habría muerto tanta gente. Estaba profetizado, solían contar los Nahm-Uzza, pero nunca se pudo profetizar el momento exacto en el que ocurriría. Tal vez el joven poderoso fuese poseedor de algún conocimiento secreto. Hablaría con los Guerreros Uzza que estaban en la Universidad, quizás encontraran oportunidad de firmar algún Contrato para ganar ese Conocimiento.

 

Asuhr se acercó a Elvis, mientras se acercaban hacia la cueva. No quería importunarle mucho, pero quería que supiera que lo entendía.

 

- No te preocupes -le dijo en un susurro- yo te entiendo, no es culpa tuya que tengas un fénix.

 

Le iba a decir algo más, pero se quedó callada cuando su propio anillo empezó a emitir la señal de alerta que le avisaba de un inminente peligro. Debían de estar cerca del riachuelo que había nombrado Sagitas, pero algo iba mal. Había indígenas del otro lado, podía oír sus gritos con el Anillo de Escucha y el Detector de Enemigos le avisaba de un ataque inminente. Y entonces lo sintió a sus espaldas, cuando una pared de agua comenzó a elevarse sobre ellos, como si algún conjuro hubiera extraído todo el agua del riachuelo y la hubiera lanzado hacia ellos.

 

Asuhr sintió pánico. El agua la aterrorizaba y además no podía comprender cómo ningún mago era capaz de desperdiciarla de aquella manera. El agua era vida. No se jugaba con la vida.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Había estado rezagada en todo momento. Había intentado en vano mantenerse a la par que el resto de sus compañeros pero había fallado estrepitosamente al hacerlo. De momento, lo único que había conseguido había sido tomar el libro que los transportó hacia aquella selva de encanto. Ni siquiera se había dado el trabajo de revisar el primer libro, pero allí estaba, dispuesta a su clase para el segundo. Había alcanzado a reconocer a Gryffindor como una de las personas que iba a instruirlos pero dudaba que eso fuera a serle de ayuda. Colgando cruzado sobre su pecho, estaba el morral gris sobre la túnica negra en donde también se encontraban los anillos y abalorios accesorios así como ambos libros. Era evidente, por su indumentaria, que no había esperado llegar a tal destino y sus sandalias de tiras negras de estilo romano pronto empezaron a humedecerse.

 

Se formó entonces un corro ante ella, varios pasos más adelante, mientras empezaban a conversar sobre cosas que a ella le resultaban incomprensibles. Apenas dedujo que la muchacha más joven era extranjera y que discutían sobre el tema que sería tocado a continuación. Además, también estaba Sagitas, su jefa, que ni siquiera se había tomado la molestia de bajar la voz al momento de hablar acerca del papeleo en el Departamento de Cooperación Mágica. A pesar del tedio, alcanzó a arrancarle una sonrisa. Escucharla desde su posición, básicamente riéndose gratis era un delicia, de eso no había duda.

 

Todos habían empezado a explayarse respecto a sí mismos y sus orígenes y Catherine empezaba ya a preguntarse si tendría que hacer lo mismo cuando escuchó un potente silbido, que hizo que girara automáticamente la cabeza hasta una rama alta de un árbol no muy lejano. El espectáculo de la caída lenta le sirvió para confirmar el poder sobre el que se había explayado la mujer de cabellos violetas. Stark, se limitó a observar el tipo de anillo con detenimiento para así no confundirlo más tarde.

 

Fue eso lo que la distrajo. Un dardo pasó casi rozando su cien y pronto, de vio impelida hacia adelante, aunque con demasiada lentitud. Había alcanzado a reaccionar para no morirse pero había quedado del otro lado de la barrera que sin duda había convocado...

 

"Gryffindor"

 

Catherine reconocía perfectamente un terreus cuando lo veía. Aunque algo confusos por lo sucedido, el estupor no les duraría poco por lo que Catherine buscó desesperadamente una forma de pasar por la muralla, resignándose por fin a rodearla. Cuál no sería entonces su sorpresa, al ver ante ella alzada de forma firme e impenetrable una maraña de troncos. Catherine tomó entonces su varita de forma desesperada, deseando con todas sus fuerzas poder hacer algo para salvarse. No podía matar a sus perseguidores, al menos eso lo tenía claro, pero para lo demás no existía más que bruma.

 

Intentó concentrarse, haciendo caso omiso del estruendo que se agitaba a sus espaldas mientras ella deslizaba sus dedos sobre los troncos, intentando hallar una manera de pasarlos. Por unos momentos, creyó ver su fin y así se preguntó como demonios podría hacer para que su familia recuperase su cuerpo, cuando unas imágenes la asaltaron con violencia.

 

Sus ojos se tornaron blancos, puesto que los había vuelto de forma antinatural sobre sí mismos. La visión era tan sólo la del propio Gryffindor y el camino hacia una cueva que éste les mostraba. El corazón de Catherine parecía latir con mayor violencia ante cada nuevo retazo de información como si el último rezago de su desespero le hubiese traído la salida. En medio de la oscuridad que siguió a la revelación, entendió que acaba de tener, literalmente, una "visión" de algo que todavía no pasaba. Elvis, mostrándoles un hechizo que ella jamás había apreciado.

 

No tuvo que pronunciarlo, tampoco aclarar su mente pues apenas contaba con algunos segundos antes de encontrarse a tiro de sus dardos. Fue simple, lo pensó con profunda concentración y luego pudo percibir con claridad como sus dedos dejaban de tocar la superficie... traspasándola. Catherine entonces se adelantó aun un tanto vacilante pero con paso regular para luego terminar completamente agotada y temblorosa del otro lado. Abrió los ojos aun aferrando su varita (¿acaso ésta se había vuelto intangible también? ¡Qué locura!) y una vez estuvo segura de que podía tenerse en pie con propiedad se acercó al corro que la había dejado olvidada.

 

En lugar de llamar la atención por lo sucedido, prefirió volver a reunirse con ellos aun algo a la zaga. Las visiones siempre la dejaban, por regla general, completamente agotada y aquella que le había salvado la vida había sido la más irregular de todas las que había tenido jamás. Además, también estaba el hecho de que la mujer de cabello violeta (una de las mujeres de cabello violeta, de hecho) parecía estar demasiado animada para el gusto de Catherine; no era que a Stark no le gustase montar escándalo pero todo lo que pudo hacer fue masajear sus sienes con impaciencia ante la reacción exagerada de la bruja; encima tenía compañero de gritos.

 

Claro que era asunto secreto pero... supuso que había espíritus más exaltados y dispuestos al drama que el suyo (¿era eso posible?). Nunca le había dado demasiada importancia al secretismo y dudaba que eso cambiase en un futuro cercano. En cuanto a la situación "comprometida" de su compañero, su jefa tampoco lo hizo mejor intentando enmendar el error. "Bonito juicio acabas de armarte Gryffindor" fue todo lo que pudo pensar Catherine, no sin cierta ironía.

 

Se limitó a pasar de largo acelerando el recorrido, una vez estuvo sobre aviso de la cercanía de la cueva. Caminaba aún algo distraída, preguntándose cuando sería que Gryffindor terminaría por enseñarles el hechizo que ella le había visto ejecutar a través de su visión. No se había puesto ninguno de los anillos y tampoco comprendía su funcionamiento todavía de forma que su única reacción fue acercarse automáticamente a Gryffindor en cuanto empezaron a mencionar cosas incomprensibles respecto al peligro que representaba un riachuelo.

 

Fue así que se vio sumada al grupo que la muchacha extranjera acababa de conformar con Gryffindor. Catherine intentaba por todos los medios dilucidar qué era lo que se suponía que debía hacer pero debido a su retraso, se había saltado toda la charla explicativa y no era consciente de lo que se avecinaba.

 

-¿Qué demonios está sucediendo?

 

Su voz sonó ronca y grave, tal cual era, aunque tuvo que carraspear al terminar la frase, debido a la incomodidad en la garganta que había sentido al decirlo, puesto que había permanecido demasiado tiempo callada.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Me quedé mudo. Aquella bruja que se llamaba Gatiux se había quedado pasmada por la invocación que había realizado. ¿De verdad iban a montar un drama en ése preciso instante? Giré la cabeza para ver que Bastian se sumaba a las acusaciones pero sin sentido. Miré a Gatiux por unos segundos, fijamente. ¿De verdad creía por haberle salvado la vida, el Ministerio de Magia me iba a acusar? Gatiux no me conocía. Ni muchos menos conocía mi carrera dentro de aquella institución. Había deseado incluso haber mantenido actualmente el puesto de Auror, pero ahora era el director de la universidad.

Abrí la boca y al segundo, me arrepentí. No podía ponerme a perder el tiempo en hacerla entrar en razón. ¿Qué bruja coherente prorizaba un acto que la ayudaría a salvarle la vida para acusar a otro, el cuál, podría llevarlo a la muerte? Le gustara o no, si salíamos vivos de aquello, me debería la vida y le haría recordar aquello. Solamente levanté una ceja pero mi prima, una vez más, habló por mi. Admiraba a la bruja de cabello violeta. Si hubiéramos estado en otro contexto hasta la habría abrazado. Increíblemente llevó a cabo unos poderes grandiosos. Si, la había visto como Suma Sacedortiza y ahora volvía a deleitarme con eso.

Me limité a guiñarle un ojo. Eramos parientes lejanos, de esos con los que te encontrabas muy de vez en cuando, pero la apreciaba mucho. Habíamos trabajado juntos en algunos casos y siempre quedaba pendiente aquella cena en su mansión. Iba a comentar algo más, pero por segunda vez decidí no decir nada. Ni Bastian ni Gatiux podrían acusarme. Sería su palabra contra la mía. ¿Con qué poder lo harían? No podían. Y tan sólo con decir que la selva los había hecho tener alucinaciones, sus palabras quedarían vacías y sin pruebas. Pero Sagitas alertó algo de un riachuelo y estaba en lo cierto, faltaba poco. Pero me detuve al escuchar además a Bastian.

Están leyendo mal los anillos. Es imposible que el riachuelo sea el peligro, sino más bien, las personas que se encuentran allí lo son —miré de reojo a Asuhr que seguramente había estado a punto de decir algo parecido. Ella era el contacto más cercano que tenía con los libros. Era un ejemplo a seguir y constantemente deseaba no deshonrarla, aunque ella se sintiera de manera contraria. De hecho me sorprendió su acto. Hubiera largado una gran carcajada si nos encontraríamos en otra situación. Asentí con la cabeza y reí de costado. Si Gatiux y Bastian no estarían presentes, hasta le invocaría un Corpus con forma de fénix, algo me decía que extrañaba al suyo. ¿O por qué lo decía?—. ¿Qué es eso?

Casi había estado a punto de atacar a Catherine. Si, aquella bruja se había retrasado un poco pero me había dado una gran sorpresa. Hasta había cortado en seco el maleficio que había estado a punto de lanzarle, pensando que se trataba de uno de aquellos miembros de la tribu. El anillo también me estaba avisando del peligro. La tierra vibraba debajo de nuestros pies. Una pared como el Terreus no serviría siendo ésta muy chica. Tampoco podríamos hacer una barricada, nos llevaría más tiempo. ¿Qué pensaban los demás? Se me ocurrió una idea ¿Sería buena?

 

Miré de reojo el anillo que nos ayudaba a comunicarnos con los animales. ¿Cuan lejos estaban de nosotros? ¿Y de qué especie había en aquella selva? Necesitaríamos unos siete animales que nos elevara en el aire y podríamos controlarlos con ése poder.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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