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Libro de la Fortaleza — Grupo 2


Hades Ragnarok
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Escuchaba atentamente a las palabras de la joven Uzza, Asuhr. Las costumbres de nuestra comunidad la desorientaban tanto que hasta me parecía extraño que algo tan normal para nosotros, le fuera algo tan deshonrado. Si estuviéramos en otra situación, hasta le mostraría lo que la magia que teníamos podían hacer crear fénix de la nada. ¿Y que opinaría de la Orden del Fénix? Estaba seguro que un rato no alcanzaría para ponerla al dia, ni muchos menos que entendiera la venta y todo lo que nombraban los demás.

 

No pude evitar soltar una pequeña sonrisa, mientras miraba con el otro ojo, de una manera metafórica, como la tribu se estaba haciendo paso hacia dónde nos encontrábamos. No podia creer que la clase se nos hubiera ido de las manos. No podía creer que no fuera cómo esperábamos. Hades había maldecido a la tribu y ahora ésta nos perseguía para matarnos. Lo que teníamos pensado de charlas, demostraciones y pequeños duelos, se había convertido casi en una aventura. Y empezaban a poder alejarse de a poco.

 

Apunté mi varita a la pared que había creado y que mi prima había reforzado. La tierra y los árboles empezaban a quebrarse y a abrirse. La primera que montó vuelo fue Gatiux, y le siguió Catherine, Sagitas, Asurh y Juliens. Le hice una seña a mi compañera Anne, que intentara aferrarse al fénix que le brindaba su compañero, aquello era bueno. Apunté mi varita hacia adelante, ya los alumnos se encontraban a varios metros por encima de la copa de los árboles más altos. ¿A cuántos metros estaban de la cueva?

 

Corpus Patronus —mi cabeza estaba totalmente bloqueada. Le hice una seña a Hades y éste se aferró a mi mano para subirse también al lomo del hipogrifo que acababa de invocar. Las bestias Águilas Arpías habían sido tomadas todas por los chicos. El gran ave mitad águila y mitad caballo levantó vuelo. Era adulto, era un ejemplar fuerte y de color gris, que contrastaba con todo lo verde que nos rodeaba. La cueva se hizo cada vez más cerca mientras que la tribu la habíamos perdido de vista—. ¡Sagitas! ¿Qué le sucedió? Alguien que la cure y la reanime.

 

Miré a los chicos. Asuhr había curado a Gatiux, así que habían visto como se usaba aquel amuleto, no era tan difícil, solamente tenían que brindarles aquella protección que tanto la guerrero había usado. Me había desmontado del hipogrifo, mientras éste se quedaba merodeando por allí. Habíamos dejado atrás la tribu pero no sabíamos qué nos esperaba en la cueva. ¿Entraríamos? ¿O nos quedaríamos por allí? Debíamos acomodarnos, no podíamos dejar a la bruja de cabello violeta así. Suspiré, no podía aguantar mucho tiempo, tras haberme dado cuenta de la verdad.

 

Debemos encontrar una salida. Lamento haberlos metido en un aprieto pero cuando me di cuenta del asunto, ya teníamos a ésa tribu, pisándonos los talones —miré a los jóvenes. No esperaba que hicieran algo desesperado, sino que entendieran la razón. Sin haberlo hecho a propósito, habían empezado a relacionarse con el libro, si continuábamos así, lograríamos salir de aquello—. La tribu nos cree culpables de una enfermedad que arremetió su territorio. No tenemos opción de poder entablar una conversación e intentar reparar la situación, porque ya vieron cómo se comportan —estaba claro que no iba a acusar a Hades. ¿Y si lo entregaban? Era algo que teníamos que arreglar entre nosotros—. Pero quería comentárselos porque me parece lo más justo. ¿Qué se les ocurre que podemos hacer? No podemos vivir escapando pero no me parece honorable dejar todo así y regresar a la Universidad.

 

La brisa había regresado. Era la primera vez desde antes que apareciera la tribu en que el viento había vuelto a la normalidad. Miré a los chicos esperando alguna respuesta. Tal vez proponían algún tipo de consejo para llegar al centro de la tribu o un plan que para ése entonces se me estaba escapando de las manos. También podían regresar a la institución por su cuenta y nos encargaríamos con Hades, pero "cuatro ojos ven más que dos" era uno de los lemas que más me gustaban. Nadie los obligaba a quedarse y más con aquellos daños que estaban sufriendo.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Avanza a través del terreno accidentado con expresión confusa, debido a que se había quedado un buen rato mirando hacia lo que ha dejado atrás. Aun tiene fija en la cabeza la imagen de su jefa, puesto que casi puede jurar haberla visto surcando los cielos, muy arriba, a menos que fuese una solitaria ave arpía, sin ninguna carga, cosa que duda.

Avanza a través de un camino casi borrado por el tiempo, sorteando árboles y tierra con aguas estancadas hasta que ve algo que le preocupa: un mechón de cabello lila, colgando del borde de una pendiente. Se acerca con premura y nota el cuerpo desmadejado de Potter Black. Un par de hojas han quedado pegadas a su cabello pero no lo nota. Se siente impotente de no haber traído su set de pociones y poco lista para intentar algo con el est****o amuleto. Potter Black aferra con extraña fuerza su libro y Catherine no puede evitar que algo en su interior se sienta conmovido. Le echa un par de episkeys sólo para asegurarse pero sabe que necesita un tratamiento mejor

La alza del suelo como puede sin tener mejor idea de qué hacer y se guarda su varita mientras la conduce, sosteniéndola cruzando su brazo sano sobre su propio cuello. Por suerte, sólo pocos minutos después el cielo se ve al descubierto al fin, pues ha alcanzado terreno llano, sin árboles. La cuesta ya es cosa más complicada pero consigue llevarla al altillo en donde se encuentran la extranjera y... bueno, su nombre no importa, el hombre compañero de escándalos de la otra mujer de cabello violeta.

Ya están en la entrada de la cueva de forma que Catherine deja el cuerpo sobre el suelo y lo observa con detenimiento. Apenas nota que Gryffindor les ha estado dando instrucciones y de que ha sido el primero, al parecer, en notar la presencia de ambas puesto que ha llegado apenas segundos después que ellas.

"...La tribu nos cree culpables de una enfermedad que arremetió su territorio..."

Sus palabras le suenan vacías. Examina el cuerpo de Potter Black con detenimiento sin estar muy segura de qué hacer a continuación. Toma por un instante el amuleto entre sus manos y lo observa detallando cuanto puede en su memoria. Luego, lo deja suelto sobre su pecho e impone las manos como ha visto hacer antes a la extranjera.

Tiene el convencimiento de poder hacerlo y aun así sus manos tiemblan, a pesar de lo cual empieza a sentir un suave cosquilleo en las mismas. Pronto, su brazo muestra claros signos de haberse curado. Mas Catherine no se deja llevar por el éxito y sigue examinando con ojo crítico hasta que finalmente, le pega de forma sonora en la cara. Siempre podría haberle hecho un ennervate... pero está convencida de que el golpe la hará reaccionar mejor y de veras tiene ganas de hacerlo luego del trabajo extra que la bruja le ha dado.

Se vuelve entonces hacia Elvis como si no hubiese pasado nada y opina aun estando acuclillada al lado de Potter Black.

-Si vamos a planificar lo que sea, mejor entremos a la dichosa cueva. No me interesa si soy la única que necesita un refugio, has dirigido esto pésimamente hasta ahora y no me da la gana de seguir salvándome el trasero todo el rato. Quiero descansar.

Se vuelve entonces nuevamente hacia Potter Black, para ver si la bruja ha reaccionado luego de su golpe y nota cómo el brazalete rojo sangre de la Orden Oscura empieza a otorgarle cierta calidez en su muñeca. Es un mensaje, de Madeleine. La llama, una vez más por el mismo medio. Catherine cierra los ojos sólo por unos instantes para doblegar el instinto que por poco la obliga a revelar el mensaje ante todos y los vuelve a abrir, con su típica fachada indiferente que, aunque no tiene intención alguna de engañar, sirve perfectamente para sacarla de apuros.

Editado por Catherine Stark

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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No seremos olivas pero nos van a dejar como un coladero como no aceleremos —espetó Anne a Sagitas, que parecía tan metida en su cháchara que no se enteraba de nada. La Potter Black quedó detrás, pero Anne no se detuvo a ver si era porque corría más despacio o si realmente le había sucedido algo. Mientras corría, vio que Bastian empezaba a actuar (o eso pensó ella, sin saber que lo que hacía era desatascar el pie de Sagitas) y Elvis decía algo de un anillo. ¿Anillo? Recordó entonces que venía junto con otro par y el libro de la Fortaleza cuando lo adquirió en el Magic Mall, así como con un amuleto. Se llevó la mano al bolsillo reduciendo ligeramente la velocidad de su carrera y sacó el trío de sortijas, a la vez que se les puso. Pero no ocurrió nada. Probablemente, el estrés que reinaba en el lugar en ese momento no era un buen aliado para poderlo usar.

 

Tropezó con algo y cayó hacia adelante, apoyando ambas manos en el suelo para evitar darse en la cara. Soltó un bufido y se impulsó para continuar su camino, aferrando un poco mejor la varita. Afortunadamente, ésta estaba intacta a pesar del golpe. Hades le hacía gestos para que corriera y ella estuvo tentada de detenerse para agarrarle y llevarle con ella, pero decidió que ésa sería una mala idea. No tenía intención alguna de armar una riña fraternal en público y en una situación como aquella.

 

Al cabo de un rato de carrera, Elvis conjuró un Terreus que puso una barrera entre los indígenas y ellos mismos. Anne se paró en seco, consternada. Los gritos de Gatiux hicieron públicos sus propios pensamientos, y Bastian la siguió mientras Sagitas corrió a defenderle. Pero la Gaunt no conseguía reaccionar. Algo en su interior le había hecho sospechar desde el principio, pues en los últimos tiempos Elvis y ella habían coincidido bastante en las aulas de la Universidad. Pero tener la confirmación de su pertenencia a la Orden del Fénix había supuesto una especie de golpe bajo. Apretó los labios hasta que estos formaron una delgada línea blanquecina en su rostro y luego agachó la mirada, perdida en sus pensamientos. No vio cómo Asuhr aparecía a través de la muralla de tierra ni cómo se incorporaba otra alumna a la clase. Ni siquiera escuchó la voz de la joven uzza preguntando porqué llamaban a Elvis "fenixiano".

 

Tardó unos instantes en ver que todos corrían siguiendo al profesor, que les indicaban la dirección a seguir. Había quedado totalmente desconectada de lo que hablaban los demás, sumida en sus propias reflexiones respecto a lo que había pasado. Pero lo primero, realmente, era salir de aquella situación con vida. Porque si no, nada de todo eso tendría sentido. Cuando quiso reconectar con la realidad, vio cómo Hades había bloqueado una columna de agua de la que creía haber oído hablar a Sagitas y al resto. Parpadeó varias veces, confundida.

 

¿Pero qué...?

 

Se quedó en silencio. Tenían que salir de allí. Gatiux fue la primera en encontrar el modo. Luego la siguió Catherine y después Sagitas, quien no obtuvo los mismos resultados en su transporte hacia la zona segura. Una de aquellas águilas, que volaba a poca distancia, se posó en una rama cercana y, tras unos instantes mirando la zona, posó sus ojos en la licántropa. De repente, ésta sintió la perplejidad del ave al ver a un grupo de humanos haciendo cosas extrañas con la naturaleza. También sintió su miedo ante lo que ocurría, aunque no llegaba a comprender porqué los observaba, entonces, a tan poca distancia. Dio un paso en su dirección.

 

Sin embargo, las palabras de Bastian fueron una especie de 'click' en su cerebro y, casi sin pensarlo, dio un par de pasos hacia él y se agarró a su brazo. Ambos desaparecieron con el fénix de éste. Llegaron cerca de donde ya estaban los demás, y se topó con que Sagitas estaba accidentada y ya siendo atendida por Catherine.

 

Gracias por el transporte —murmuró en dirección a Bastian pero sin dirigirle si quiera la mirada. Luego clavó sus ojos grises en Elvis, quien se dirigía a ellos para explicarles porqué les perseguían los indígenas y para ver qué ideas surgían para salir del atolladero. La Gaunt dejó la mirada clavada en el Gryffindor y, al cabo de un rato, suspiró—. Lleva razón, deberíamos refugiarnos antes de pararnos a pensar en nada más. No me apetece volver a salir corriendo, y ya hemos tenido un par de accidentes —comentó, señalando con la cabeza a Gatiux y Sagitas—. Usted es el profesor, señor Gryffindor.

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El vampiro sonrió satisfecho ante lo que estaba sucediendo, había logrado detener aquel ataque acuático y los alumnos estaban trabajando mejor de lo que podía pensar o imaginar. Observo a Elvis mientras dialogaba con Gatiux para adelantarse y distraer a sus atacantes. Solo que alguno de los aprendices había usado el espejo de la niebla y había obligado a los guerreros a huir, sin embargo, sabía lo que debía hacer, ellos estarían bien con Elvis, mientras el se encargaba del “trabajo sucio, solo que Elvis lo tomo de la mano y lo obligo a montarse en aquel Hipogrifo. Entrecerró los ojos con rabia, el podía hacer aquello solo, pero debía dar el ejemplo ante los alumnos.

 

Una vez que llegaron a la cueva el Ragnarok salió de aquel “escondite” que los protegía desafiante, dispuesto a derramar la sangre de aquellos aguerridos guerreros que osaban atacarles. Suspiro y bufo por lo bajo sabiendo que su maestro no le perdonaría si derramaba una gota de sangre Uzza o de cualquier otro ser que viviera en tierra sagrada. Se movió lentamente, su instinto vampírico lo mantenía alerta ante cualquier cosa que pudiera suceder. Un sonido, casi como un silbido lo alerto, hacia él venían una lluvia de flechas que de no poder esquivarlas le herirían gravemente. Movió la varita usando el evanesco, pero eran demasiadas como para desaparecerlas todas, podía desaparecer la mitad o con suerte la tercera parte, pero aun así no lo haría a tiempo.

 

Maldijo por lo bajo ante el dolor realizándose un par de episkey’s y usando el amuleto de curación logro cerrar alguna de las heridas. Gruño dejando que su oscuridad saliera a jugar, si perdía el control seguramente terminaría quemando la tierra sagrada por lo que se obligo a “respirar” profundamente. ¿Cuántas veces había permitido que aquello sucediera?, recordó cuando estaba en Grecia y casi se había dejado convencer por aquella extraña presencia para desear la muerte de una inocente niña que no tenía nada que ver con lo que sucedía o con la guerra que estaba enfrentando. Apretó los puños y cerro los ojos con fuerza luchando contra sus propios demonios, era un neófito nuevamente sediento de sangre y alimentándose de su propia ponzoña.

 

-¿Por qué no usaste la salvaguarda mágica Ragnarok? –Se preguntó así mismo en un murmullo- ¿eres idi*** o que sucede? –Se riño- vamos, haz algo que valga la pena y levántate.

 

Intentó usar el anillo de la escucha pero supuso que tanto Elvis como los demás estaban usando protección para evitar que los atacantes pudieran encontrarles. Ladeo la cabeza escuchando esta vez a los guerreros que planeaban otro ataque. Dibujo una mueca de sonrisa quería jugar y vengarse, por lo que se acerco lo suficiente como para que aquello surtiera efecto.

 

-¡Espejo de la niebla Vitae! –susurro. El efecto fue inmediato provocando que de la madera caída, lianas, raíces y partes del terreno se formaran muchos duendecillos de Cornwall. Rio ante aquello sabiendo lo desastrosos que podrían ser aquellas criaturas si se les dejaban sueltos mucho tiempo, con eso podría distraer a los guerreros y así poder llegar con los demás. -¡Orbis Bestiarum! –dijo con claridad provocando que un anillo dorado envolviera el cuello de uno de aquellos duendecillos. Ahora estaban completamente bajo el control del cainita.

 

-Vayan contra los guerreros y háganles la vida imposible, sigan a ese, sera su lider –ordeno. Inmediatamente aquellos duendecillos comenzaron a volar hasta los atacantes del grupo provocando así que no supieran por un momento que les estaba pasando o si bien, que era lo que sucedía.

 

-Caos –susurro el cainita corriendo por entre los arboles para llegar a la cueva- No disparen soy yo –dijo el vainita apareciendo en la entrada donde estaban ya refugiados su compañero y los aprendices- los distraje por un tiempo, pero seguro vendrán por mas –comento realizando otros episkeys para terminar de curar las heridas que tenia.

 

Movió la mano e hizo aparecer poción restablecedora de sangre, de las muchas que llevaba gracias a que era sanador y estaba preparado para atender a los heridos y a lo que se pudieran enfrentar con primeros auxilios. Termino aquella poción y en un par de segundos el “color” le había vuelto al rostro.

 

-Debemos hacer algo más, hasta ahora solo hemos estado huyendo y defendiéndonos –le dijo a Elvis mirándolo a los ojos- ¿no crees que es hora de pasar de la defensa a la ofensiva?

Editado por Hades Ragnarok

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Los ojos ambarinos se encendieron con ambición al ver llegar a Sagitas herida, podría poner en práctica la curación que le había enseñado Asuhr, pero poco duró aquel pensamiento, otra mujer había tomado la delantera, sin mucha seguridad inicial, y había curado a la Potter Black antes de que pudiese levantarse. Chasqueó la lengua, molesta por la oportunidad perdida. Se reunió con los demás cuando llegaron, mirando a Elvis a la espera de sus instrucciones. Por lo visto los indígenas los culpaban de algo que había sucedido en su poblado antes de que llegasen.

 

- ¡Me importa bien poco lo que les suceda a esta gente! -exclamó indignada- ¡Tú nos has traído hasta aquí y es tu deber sacarnos!

 

¿Cuanto tiempo tendrían que huír hasta que Elvis y Hades estuvieran satisfechos? ¿Cuantas heridas tendrían que curar hasta que decidieran lo correcto? Lo correcto era sacar a los alumnos de allí, dejar de meterlos en problemas, pero por lo visto el Director era un buen samaritano y quería ayudar a aquellas almas cándidas que no habían hecho otra cosa más que intentar matarlos desde el primer momento. Pobrecillos.

 

-Dices que no tenemos opción de entablar conversación, y al mismo tiempo dices que no podemos irnos y dejarlos así. ¿Honor? Já. -dijo Gatiux- ¿Qué propones aparte de contradicciones? Yo digo que te atemos con cuerdas y palos y te entreguemos como un jamón, a ver si así se tranquilizan.

 

Si se quedaban, los indígenas los ensartarían en lanzas y dejarían que se pudriesen al sol. Tal vez se los comieran si les iba el canibalismo. Acabarían teniendo que defenderse, probablemente matando a alguien, cosa que enfurecería más a la tribu y les haría atacarlos con más fuerza. Hades también sugirió pasar a la ofensiva. ¿Se habían vuelto locos?

 

- ¿Qué queréis hacer, matarlos? ¿Hacer que nos maten? No lo tengo muy claro...

 

Tal vez ambas respuestas eran correctas, a tenor de las sugerencias.

 

- No creo que un ataque calme sus ánimos, más bien los enfurecerá más. Y tendremos que volver a huir, no sabemos qué tipo de hechizos pueden usar, o hasta donde alcanza su magia. ¿He sido la única que ha visto como levantaban una pared de agua? Ninguno de los presentes sabe hacer algo así, de forma tan poderosa.

 

De la mochila que llevaba colgada sacó una botella de agua que bebió hasta la mitad. Habían estado corriendo de un lado a otro desde que aparecieron en la selva amazónica. Se limpió el sudor de su frente. Habían entrado en la cueva, pero no se sabían seguros allí. Lo más seguro era que se tratase de una trampa mortal si derrumbaban las paredes. Los ojos amarillos de Gatiux miraron hacia arriba, inquieta por aquellos pensamientos funestos.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Alcanzaron la cueva pronto, aunque aquello no suponía estar completamente a salvo. Anne observó las paredes rocosas con gesto crítico y luego volvió a mirar a Elvis, de quien todavía esperaba una solución para aquel embrollo. Algo se escuchó a través de los árboles que había junto a la cueva pero el anillo Detector de Enemigos no le avisó de ningún peligro, y pronto se dio cuenta de que se trataba de Hades, que se reunía con el grupo después de haberse quedado atrás haciendo a saber qué. Se veía más pálido de lo habitual y herido, pero rápidamente se encargó de sanarse él solo. Anne puso los ojos en blanco y luego le dio la espalda, el Ragnarok tenía una forma muy peculiar de ser y chocaban frecuentemente, así que lo mejor sería evitar discusiones absurdas en semejante situación.

 

Tras unos momentos, Hades propuso pasar a la ofensiva contra los indígenas y luego Gatiux sacaba los contras de la idea argumentando el poder que les habían visto usar con el agua. Anne se estremeció de forma casi imperceptible al recordar la columna de agua y luego asintió con la cabeza, aunque nadie la viera realizar aquel gesto.

 

Gatiux tiene razón, no creo que un ataque sea beneficioso para nosotros en estos momentos. Yo no estoy muy acostumbrada a salir corriendo, y me parece de lo más horrendo haberlo tenido que hacer durante una clase de la Universidad en la que me anoté para aprender a utilizar los poderes que vienen en un libro por el que he pagado una significativa cantidad de dinero. Así que ustedes, que son los que llevan esta clase, harían bien en idear una forma de sacarnos de aquí de la mejor forma posible. Y si puede ser, que todos salgamos de una pieza —terminó diciendo, con mordacidad.

 

La paciencia, que no era una de sus mayores virtudes, se le comenzaba a acabar. Y estaba segura de que los problemas no habían acabado ahí, sino que aún tendrían que pasar por algún sobresalto más. Se rascó la cabeza con gesto infantil y luego suspiró, dando la espalda al grupo y caminando varios pasos hacia el interior de la cueva. No avanzó mucho, porque no quería alejarse para ver qué decidían hacer al final. Desde aquella pequeña distancia, se apoyó en la pared de la cueva con los brazos cruzados y luego miró a los profesores, que seguían en silencio.

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—No tienes porque agradecer, guapa —dijo Bastian y le guiñó un ojo a su hermanita.

 

Toda aquella pantomima de falso honor le estaba causado una jaqueca. Pronto se sentiría tan molesto que posiblemente se dejaría llevar. Pronto le importaría poco las apariencias y comenzaría a lanzar maldiciones asesinas a diestra y siniestra. ¿Qué más daba? Hades había sido demasiado imprudente mostrando su poder en una etapa tan poco avanzada de los problemas. Cuando comenzó a atacar con magia avanzada aún había forma de hacerlo con magia más sutil y menos incriminadora. Si la jaqueca lo descontrolaba tenía ya una coartada que su mente estaba ya maquinando.

 

»¿Es que acaso no podemos simplemente desaparecer? —lanzó al aire la pregunta obvia.

 

Quizá era la más ridícula, o la más necesaria. Al menos a él no se le había ocurrido hasta ese preciso momento. No le pasó por la cabeza utilizar su propia magia para aparecer en la cueva o al menos en un sitio cercano a esta. Lo hicieron a lo muggle, a lo tonto. Se pusieron a correr, a lanzar hechizos a lo tonto a dejar de lado el raciocinio y a dejarse llevar por el instinto de supervivencia. Incluso lo del fénix no se le ocurrió hasta luego de que se dio cuenta que eso molestaría a la extranjera, no pensó siquiera en invocar a su mascota y largarse de aquel lugar.

 

Estaban aprendiendo, si. ¿Pero a que costo? Estaban poniendo en riesgo no solamente sus vidas sino sus identidades. ¿Y si Elvis lanzaba un hechizo de la orden del fénix y les pedía que lo copiaran con el Espejo de Niebla? Eso sería desastroso ¿Si no lograba hacerlo por toda la magia oscura que correría por su interior? Y lo más importante ¿Porque no había tenido todas esas consideraciones antes? Se estaba volviendo descuidado, de nuevo. Desconfiaba de todos, como era habitual, trataba de ocultar su acento aunque aveces se le iban algunas palabras. Pero se había olvidado de al menos dar una mirada al su alrededor en cuanto pisaron aquella jungla. Se había olvidado de contemplar todas las posibilidades, de analizar las variables, de intentar sacar conclusiones adelantadas...

 

»Supongamos que no podemos simplemente desaparecer por nuestra propia magia. Puedo llamar a mi otro fénix, podemos llamar a nuestros elfos. Podemos largarnos y dejar en paz a aquellas criaturas incivilizadas que buscan hacernos daño.

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La voz de mi primo me animó. No sé donde estaba en ese momento, pero el tono de preocupación me hizo regresar hacia la realidad y noté que tenía encima a Catherine, hablándome. Sin embargo, fue el grito de Elvis quien me hizo volver al grupo, a la selva amazónica, a la cueva. A lo lejos, unas aves desaparecían en el cielo, alejándose. Escuché en silencio su preocupación por la tribu y le entendí perfectamente. Éramos culpables, tal vez no nosotros concretamente, o al menos no todo el grupo porque algo me decía que uno de los profesores, y no me refería a mi primo Elvis, tenía algo que ver con el asunto.

 

Pero de los problemas no se huyen, no se esquivan. Se afrontan. Mi propia naturaleza no era la de matar ni la de atacar. Defender, sí; arreglar lo que se había torcido, también. Soy sacerdotisa, no una guerrera. No mato, si puedo evitarlo; no ataco, si puedo conseguir que la comunicación y la expiación de los pecados son suficientes para solucionar los problemas.

 

Las manos de Catherine eran calientes, me animó por dentro y, al fin, conseguí entender lo que sucedía a mi alrededor. Los Dioses me habían sanado a través del hechizo de mi compañera de departamento. Al fin y al cabo, la magia era poderosa y ellos se la habían entregado al Hombre para que la hicieran servir. ¿Por qué podíamos sanar con la magia? Porque podríamos tener una segunda oportunidad para arreglar las cosas. Agradecí a Cath su ayuda y moví el brazo. No noté que hacía un momento estaba maltrecho, el dolor de cabeza había desaparecido y mi determinación había vuelto. Le devolví su libro, el de la Fortaleza, sin recordar donde había dejado el otro, si ella aún lo llevaba o se había perdido en la Selva Amazónica. Si era así, me prometí comprarle uno en el Mall cuando volviera al pueblo.

 

-- Nos creen culpables porque somos culpables, Elvis -- dije, al fin, cuando pude centrar mis ideas en mi cabeza. -- Vosotros seguir la clase. Yo iré al poblado y me arriesgaré a entablar relaciones con ellos y a disculpar cualquier acto equívoco que haya comportado esta ruptura de relaciones.

 

No, no era ni valiente ni era Directora de Internacional, en aquel momento. Sólo actuaba por lo que yo creía el camino correcto, ni el fácil ni el cómodo, sino el que había que seguir. Di la espalda a todos y, colocando la varita en el pelo, para no perderla, di media vuelta y abandoné el refugio de la cueva.

 

Abandoné el grupo.

 

Desaparecí en la Selva.

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No podía creer lo que estaba escuchando de los chicos. ¿Acaso no tenían un poco de honor propio? ¿Acaso no había una voz dentro de su cabeza que los incitaba a hacer algo por el otro? Todos querían irse. No todos, la mayoría, pero opinaban que no era nuestro problema, que teníamos que salir de allí sin más, como si aquello no nos afectara. Negué con la cabeza. A pesar de eso me mantuve atento a sus palabras, tenía que escucharlos aunque no estuviera a favor de lo que decían. Cuando pude hablar, les comenté:

 

¿Y para qué demonios vinieron aquí? ¿Para que quieren aprender poderes nuevos si a cada problema se van a ir a sus cómodas casas y van a girar la cabeza, negando la existencia de lo que causaba daño? —ninguno había sufrido aquel viaje que habíamos vivido junto a los Uzza. Estaba seguro que si aquella población guerrera mágica los escuchaba, se encargarían de hacerles olvidar hasta el último detalle. ¡Y Asuhr! Ella conocía del honor que hablaba, de hecho su historia se remontaba al conocimiento para hacer—. ¡No tiene honor para aprender el poder que contiene éstos libros! ¿O piensan que es solamente apretar anillos o girar amuletos? ¡Están equivocados! Debe ganárselos...

 

Estaba empezando a hablar un poco más alto pero me mantenía tranquilo. Respiraba de vez en cuando para continuar con aquella especie de monólogo, porque el único que podría estar de acuerdo era Hades, que había vivido lo mismo que yo. Y al parecer estaba equivocado, porque Sagitas se levantó después de que Catherine la curara. E hizo la estupidez más grande que podía hacer. No me había dado cuenta hasta que se giró. "No estarás hablando en serio. ¿O si?" pensé, ocupando el tiempo en detenerla para pensar aquello.

 

Espera Sagitas... ¡No! —pero mis palabras se vieron entrecortadas por la desaparición de mi prima. Las propuestas de Bastian por irnos habían estado anuladas desde un principio. Pero estando lejos de dónde se encontraba la tribu, al parecer no eran tan fuerte los encantamientos que había en la selva, podríamos aparecernos pero hacia la zona donde vivían. ¡¿Qué haríamos ahora?! Mi cabeza no dejaba de pensar soluciones. Y una imagen vino a mi cabeza. ¿Y si ésa era la prueba que necesitábamos superar?—. ¿Quieren obtener el libro? ¿Quieren ver si son capaces de merecer los poderes del libro de la Fortaleza? ¡Demuestren la fortaleza que llevan dentro y busquen a Sagitas!

 

»Todo aquel que ni siquiera lo intente, olvidará hasta su nombre en cuando ponga un pie fuera de la selva« Los Guerreros Uzza nos habían alertado lo especial que era su magia. Siempre los aprendizajes para cada libro, suponían alguna especie de reto personal. Otras veces era grupal. Al parecer habíamos trabajado individualmente para llegar a la cueva. Y ahora teníamos que trabajar en grupo y ver de todo lo que habíamos aprendido hasta alla. Me crucé de brazos. No daría ninguna indicación más, entre ellos debían organizar un plan ¡Y ahora! O encontraríamos solamente las uñas y los dientes de Sagitas.

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Había estado muy confusa por todo lo que iba conociendo sobre las costumbres inglesas, pero al menos una parte de aquella confusión desapareció cuando el chico poderoso convocó a su fénix y se elevó con él. Ahora lo entendía. Aquel era un fenix, tal vez. Se parecía mucho, desde luego. Pero al mismo tiempo, no era un fénix. No era como los fénix de la Tierra de Uzza. El plumaje del fénix del chico poderoso era rojizo y carecía por completo de las plumas multicolores que caracterizaban a las fenix de la Tierra de Uzza. Por lo demás, eran muy parecidos, pero Asuhr hubiera apostado todo el Conocimiento a que aquel fénix con el que se había elevado el chico poderoso no podía hablar ni podía vincularse. No, aquel fénix puede que fuera un pariente lejano, pero distaba mucho de ser un fénix sagrado.

 

Sagitas acababa de ser curada cuando Asuhr llegó a la cueva. Por lo visto, había tenido algún percance. Fuera lo que fuese, estaba solucionado y todo parecía haber salido bien. Hasta que sus compañeros comenzaron a hablar.

 

- ¿Cómo os atrevéis a hablar así a los Maestros? Ellos están aquí para mostrarnos el camino, pero somos nosotros los que necesitamos aprender. Ellos ya pasaron sus pruebas, a buen seguro. -La joven estaba indignada. -¡Claro que esta prueba es cosa de ellos! Por supuesto que sí. Ya hayan enojado a los indígenas, ya sea que nos hayan traído aquí sabiendo que entraríamos en conflicto, lo han hecho para poner a prueba nuestra capacidad y darnos la oportunidad de aprender. Deberíais estar pidiendo mayor dificultad, más retos, más pruebas, en lugar de estar queriendo desapareceros sin más. Hay Maestros, allá en la Tierra de Uzza, que cuando ponen a prueba a sus aprendices les quitan la posibilidad de aparecerse y desaparecerse. Mi Maestro allá no solía hacerlo, decía que todos debemos conocer nuestros límites y nunca perder la oportunidad de decidir. El me daba la oportunidad de huir ante cualquier reto, pero jamás se me pasó por la cabeza. Al contrario, le exigía más y mayor dificultad.

 

Sólo Sagitas parecía decidida a ir más allá con la prueba y, cuando anunció que se iba al poblado, Asuhr quiso seguirla. Siempre es más seguro ir en parejas y, por más que todo hubiera sido un equívoco, aquellos indígenas se habían mostrado muy peligrosos. Hubiera podido ayudarla a defenderse, pero Sagitas se fue tan rápido que a la joven Uzza no le dio tiempo de seguirla.

 

Comprendió perfectamente las palabras de Elvis y la amenaza de hacerles olvidar el conocimiento y con ello perder la posibilidad de vincular el libro, le pareció más que justificada.

 

- Yo voy, Maestro Elvis. ¿Viene alguien conmigo?

 

Asuhr comenzó a andar con decisión hacia el poblado, sin pararse a mirar si alguien la seguía. Encontraría a Sagitas como fuera. Activó el Anillo de Escucha y elevó una oración a la Diosa Uzza para que Sagitas no tuviera activado el Anillo contra Oídos Indiscretos.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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