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Libro de la Fortaleza — Grupo 2


Hades Ragnarok
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El cainita sintió que alguien lo observaba con intensidad, así que lentamente movió la cabeza como quien no quisiera la cosa y estuviera repasando a cada uno de los alumnos y lo que se encontrara detrás de ellos, hasta que al fin, se encontró con la mirada de su hermana Anne. Rio por lo bajo sin perder la compostura cuando leyó en su mente todo aquello que no podía decir en voz alta, debía mantenerse hermético, pero estaba seguro que una vez que terminara aquella clase tendrían una muy seria conversación. Suspiro y le hizo un rápido guiño casi imperceptible y le saco al lengua con tal rapidez que hubiera parecido un espejismo o ilusión.

 

Había escuchado las palabras de Gatiux y Sagitas con respecto a su “caída” y les hizo una pequeña reverencia en agradecimiento, sin embargo, ya podrían tratar ese asunto después, quizás el podría lanzarlas de algún acantilado para ver que tal usaban el amuleto.

 

Ladeo la cabeza y puso toda su atención en Elvis quien estaba explicando aquella parte del libro cuando lo alerto. Se levanto rápidamente tomando su varita, preparándose para luchar o defender, aunque si pudiera llevarse a algunos cuantos seria maravilloso, aun así no odia ser tan evidente.

 

-Y así –dijo en tono serio- es como no se usa el anillo detector de enemigos –comento molesto al haberse confiado- a que nadie se lo ha puesto aun

 

Por experiencia propia sabía que no podían dejar todo por sentado, que tenían que estar siempre alerta, pero él había confiado que nada pasaría allí, claro, como si nunca hubiera estado en el ojo de la tormenta. Maldijo en algún tipo de lengua que nadie reconoció dejando que los alumnos corrieran hacia donde les había dicho Elvis mientras él cubría la retaguardia para protegerlos.

 

-ve tu adelante –le pidió a Elvis- llévalos al siguiente punto o a algún lugar más seguro, yo les cubro las espaldas –dijo dibujando una sonrisa divertida que dejaba ver los colmillos- ya me estaba aburriendo –comento.

 

El cainita le hizo señas a Anne para que corriera mientras el se quedaba allí, solo esperaba que por una vez en su vida el hiciera caso (no es que ella no lo hiciera, pero eran largas horas de discusiones para lograr aquello) sin protestar tanto. Rápidamente el Ragnarok se cubrió tras el Terreus que había conjurado su compañero, para después salir de él y prepararse para dar batalla. Pudo notar que Ashur estaba allí de alguna forma desprotegida, debía ir hasta allí para ayudarla, no se perdonaría si una guerrera sufría daños estando a su cuidado por lo que corrió para situarse a su lado y ayudarla, pero justo cuando iba llegar uno de aquellos guerreros amazónicos la “atrapo”. El vampiro negó por un segundo, pero a la final entendió lo que había sucedido, había usado la salvaguarda mágica, muy listo de su parte.

 

-vamos, yo te cubro –le dijo a la chica mientras la seguía con la vista y se cubría con el terreus, sin embargo, el vampiro era ahora quien estaba desprotegido.

 

Pudo utilizar el anillo de la escucha para oír los todo lo que se decía tras el Terreus, lo que había dicho Sagitas sobre aquellos “enemigos” y los planes que Elvis y los aprendices tenían por lo que pudio estar tranquilos, el los llevaría a buen recaudo mientras el se quedaba a pelear y a distraer a los guerreros.

 

-Morphos –susurro apuntando a la muralla de tierra que había conjurado Elvis, transformándola en una pantera adulta con filosos colmillos y garras tan filosas que podrían cortar a alguien como mantequilla. Dibujo una mueca sabiendo que ya Elvis y los chicos no estaban allí, habían logrado escapar por lo que observo varios arboles caídos en el suelo. -Vitae- Susurro varias veces haciendo una rápida floritura apuntando a aquellos troncos de madera que estaban tirados. Los tocones de madera comenzaron a animalizarse, transformándose en una especie de panteras adultas, a las ramas de madera le salieron garras tan filosas como cuchillos del mismo material y en los nudos nacieron ojos saltones inyectados de sangre y dientes de madera, ahora aquellos animales estaban listos para recibir órdenes.

 

-Atáquenlos, distráiganlos –dijo el cainita enviando aquellas criaturas hacia los guerreros amazónicos que querían sus cabezas.

 

No perdió mucho tiempo, de ser él hubiera lanzado algo mas fuerte, quizás un fuego maldito pero no se perdonaría destrozar aquel lugar quemándolo completamente. Se movió ágilmente por sobre los arboles siguiendo el sonido lejano de las pisadas de los alumnos y los murmullos de conversaciones, al menos algunos no habían usado el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos. Escucho a Catherine preguntando que sucedía y a Bastian hablar sobre el riachuelo.

 

-me alegra ver que han llegado a salvo hasta aquí –dijo observándolos sentado en la rama de un árbol para dejarse caer. Observo el riachuelo y como se levantaba. Maldijo por lo bajo, las sorpresas eran cada vez mas mientras seguían su camino. -Bien, ¿Quien fue el gracioso que se metió con las Nixies? –pregunto.

 

-Fortificum -susurró. Inmediatamente la invocación hizo el efecto deseado aprovechando el entorno se creó una muralla de tierra, raíces, hojas y madera abovedada de dos metros y medio de alto por 2 metros de largo y con un grosor de 2 metros en forma de media luna que cubría tanto a él, como a Elvis y a los alumnos y dejaba la parte trasera al descubierto para estar pendiente de lo que pudiera atacarles pro al espalda.

 

- ¿Alguna idea nueva compañero? –le pregunto a Elvis.

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Por lo visto Sagitas creía que Gatiux se había caído de un guindo, o que había nacido el día anterior, e intentó excusar a Elvis intentando convencerla de que el Terreus era un hechizo que podían hacer los Sacerdotes de la Naturaleza. A ella, que había combatido en mil batallas antes de cansarse de las mismas porque no le producían la misma adrenalina que antaño. No conocía el hechizo porque lo hubiese leído en un pergamino en el Ministerio de Magia. Conocía el hechizo porque lo habían utilizado contra ella en múltiples ocasiones años atrás, cuando acudía a los asaltos realizados por la Marca Tenebrosa y los de la Órden del Fénix corrían a plantarles cara. Sabía de lo que estaba hablando. Le habían intentado sepultar, enterrar y atrapar con aquel hechizo. Había sufrido el Terreus en sus propias carnes. Le sonrió burlona.

 

- Claro. Por supuesto.

 

Pese a estar dando crédito a la patraña que le estaban contando, su tono de voz dejaba en claro que no creía ni una palabra, había imprimido sarcasmo a aquella frase y asentía con una sonrisa teatralmente falsa. Dejaría el tema correr hasta que salieran de allí, con todos los huesos en su sitio, una vez fuera ya se ocuparía de él. Pese a tener sospechas de ciertas familias, las vinculaciones nunca eran claras por culpa del anonimato de las máscaras.

 

Siguió corriendo al trote, detrás de los demás, miraba todos los anillos que se había colocado en los dedos, los del primer libro y los del segundo, intentando discernir el peligro, pues había uno que detectaba enemigos, pero tenía que ignorarlo si marcaba a uno relativamente cerca por las discusiones que se llevaban a cabo en el grupo. Intentó recordar algo que dijese el primer libro y que fuera de ayuda en la huida. Ajustó el anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos, esperando así que su voz no fuese escuchada por el resto de la selva amazónica, sólo los que corrían junto a ella.

 

- ¿No podríamos usar el Espejo de Niebla para que nos dejasen en paz? -sugirió la bruja- Tal vez así les podríamos dar esquinazo el tiempo suficiente como para que nos perdiesen la pista.

 

Mientras corrían, Gatiux había rozado sin querer un tronco, con el brazo. Pensando que no era nada no le prestó atención, pero había rasgado la manga de su camiseta térmica, haciéndose un corte profundo por el que había comenzado a correr la sangre, de forma escandalosa, aunque la bruja de cabello púrpura aún no había reparado en ella por la adrenalina de la huída no lo había notado siquiera.

 

Se encontraban frente a una pared de agua conjurada por los indígenas que se encontraban al otro lado, parecían haber sacado el río frente a ellos para imposibilitarles la huída. Asuhr se había quedado pasmada, por lo que Gatiux le tocó el hombro para que se reaccionara y se moviese, si permanecía allí quieta la acabarían hiriendo. Hades llegó e invocó una pared de piedra que les proporcionaban unos valiosos instantes para pensar cómo salir de allí.

 

- Puedo sentir a varias Águilas Arpía cerca de aquí -dijo Gatiux, sus ojos amarillos miraban hacia la derecha- Podemos instarlas con el Orbis Bestiarum a que nos pasen por encima de la pared acuática y nos alejen un poco de los indígenas del otro lado.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Por segunda vez, el Maestro Hades acudía en su ayuda. Esta vez, de no haber sido por la gran bóveda de tierra, raíces, hojas y madera, creada por Hades, Asuhr habría muerto ahogada, porque no sabía nadar, amén del pánico que le provocaban las grandes corrientes de agua. En la Tierra de Uzza, no había siquiera riachuelos. Para encontrar un poco de agua con la que saciar su sed o limpiarse la piel, los Ktam tenían que buscar durante días, incluso ayudándose por poderosos conjuros que sólo ellos conocían.

 

Notó la mano de Gatiux en su hombro, cuando el peligro pasó y reaccionó tratando de ponerse en movimiento, pero algo la paró en seco. Gatiux sangraba. Tenía un corte profundo en un brazo del que manaba una gran cantidad de sangre. La joven no parecía haberse dado cuenta, pues hablaba como si nada y se concentraba en unas Águilas Arpía que andaban en la cercanía, pues Asuhr también pudo sentirlas al prestar atención, ayudada por el Anillo de Amistad con las Bestias.

 

- Espera Gatiux -la agarró por el brazo sano, justo cuando la chica se disponía a moverse otra vez -. ¿Has visto el corte que llevas en el brazo? Hay que curarlo, está sangrando mucho.

 

Asuhr se preguntó qué era mejor utilizar. Llevaba el Amuleto de Curación colgado al cuello, pero también podría utilizar el conjuro Curación. Ambos eran instantáneos y muy eficaces. Decidió utilizar el amuleto, el conjuro consumía mucha energía y si se utilizaba una vez, luego había que reponer fuerzas antes de poder volverlo a utilizar. Se concentró y sintió en su piel el calor del amuleto, un topacio amarillo colgado de su cuello. Éste empezó a destellar vivos colores, mientras la herida en el brazo de Gatiux se curaba y cerraba por completo. La piel quedó suave, sin ningún asomo de cicatriz.

 

- Creo que puedo sentir esas águilas arpía. Tienes razón con el Orbis Bestiarum, podríamos conseguirlo. Aunque cuanta más gente utilice el conjuro, antes nos sacarán de aquí. Y también sería muy buena idea utilizar el Espejo de Niebla que dices. No conozco el conjuro que antes utilizó Hades, pero con el Espejo de Niebla podría utilizarlo para convertir los árboles en fieras. Si todos lo utilizamos, habrá tantas fieras que los indígenas no podrán avanzar. Para cuando acaben con ellas, las águilas ya nos habrán acercado lo suficiente a la cueva.

 

Asuhr miró a Gatiux con respeto. Si hubiera nacido en la Tierra de Uzza seguramente sería una gran guerrera. Sabía lo que había que hacer como si hubiera nacido para la guerra.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Milagrosamente mi compañero Hades reaccionó como no me había imaginado. Por mi cabeza pasaban imágenes de un montón de soluciones que seguramente nos hubieran llevado como las aguas que intentaban arrastrarnos. Aquel muro de Hades era mucho más alto y más espeso por lo que hizo que las aguas del riachuelo se dividieran en dos. Se desviaron hacia fuera del camino. Todos parecíamos aliviarnos y todos querían encontrar una solución, que habían llegado a ellas. Era una idea similar a la que se me había ocurrido.

 

¡Muy bien! Excelente idea, Gatiux —felicité a la chica. sabía muy bien cómo se sentía. Pero si era realmente una persona coherente, sabía que todos los miembros de la Orden del Fénix no atacaban así porque si, como los mortífagos. Mi bando lo único que hacía era ir contra ellos. No atacaban inocentes. Aunque ellos se hicieran pasar por inocentes e intentar probar que eramos los vandálicos. No me preocupe y por suerte el tema no volvió a eso. Gatiux no sabía que aquella magia que nos habían enseñado los Guerreros Uzza nos permitía borrarles los recuerdos, asi que saldrían sin saber que yo era parte de la Orden, claramente.

 

»Debemos dividirnos para efectuar la idea. No hay mucho tiempo.« propuse a los chicos. La idea de distraer a los indígenas con animales que los ataquen y la otra de usar a las águilas arpías para salir de allí, nos serviría de momento para evitar a los atacantes, a los causantes de la subida de las aguas aquel riachuelo y de nuestra llegada a la cueva. O por lo menos era lo que intentábamos. Estaba orgulloso de los chicos. Pensaba que iba a ser una clase normal donde podría enseñarles cada hechizo que nos brindaba el Libro. Pero a modo de presión y adrenalina, éstos los habían utilizado sin problema. Solamente esperaba que practicaran luego de terminar.

 

Accioné el anillo que segundos antes había estado analizando. Una pequeña luz azulada brillo sobre éste, ya que era el de amistad con las bestias Esperaba que funcionara. Mi idea era poder ordenarle a una de ésas criaturas que captara la señal y se acercara dónde nos encontrábamos. Incluso que llamara a algunas más. Eramos 8 personas, asi que debíamos salir todos sanos y salvo. No esperaba que el animal estuviera de acuerdo, si el Águila Arpía intentaba negarme la petición, la obligaría a que quedara bajo mi orden. Y eso hice.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Mientras entablaba una conversación mental, con una de las Águilas Arpia, enviandole una imagen mental de dónde se encontraba, Asuhr le advirtió que tenía un corte en el brazo. Gatiux no había reparado en él con la emoción de la huida. Se había hecho daño al pasar contra una rama más atrás, pero la adrenalina de la situación de huida no permitió que sintiese el corte. Examinó la herida, llevándose un dedo a la boca y empapándolo con saliva para luego tocar el corte, en busca de alguna astilla que se hubiese quedado clavada.

 

- No es nada. La sangre es muy escandalosa. -dijo quitándole importancia- Parece peor de lo que en realidad es.

 

En vez de dejar que se ocupase ella misma de la herida, Asuhr se acercó a la banshee y puso sus manos sobre la herida. El amuleto, un topacio amarillo, que llevaba en el cuello comenzó a brillar. La herida desapareció por completo instantáneamente, dejando la piel suave y sin cicatriz alguna. La banshee había observado el proceso embelesada, sorprendida por poder vivir en primera persona la utilidad del amuleto, el mismo que tenía ella colgado al cuello. Acarició el lugar donde antes había estado la herida.

 

- Vaya, muchas gracias. ¡Qué maravilla de poder! -dijo sonriéndole sincera- Supongo que nada mejor que una explicación práctica.

 

Ojalá hubiera tenido años atrás aquel conocimiento de curación. Aunque nunca era tarde para aprender algo nuevo. Estaba emocionada por haber visto como funcionaba aquel hechizo, no había necesitado una varita ni pronunciar nada, sólo su voluntad. Cuando Elvis y Asuhr dieron su visto bueno a la idea, siguió llamando al águila, que al poco comenzó a sobrevolarlos, gracias al anillo de amistad con las bestias.

 

-Orbis Bestiarum -pensó, luego le ordenó- Ven a por mí.

 

Le ofreció la parte superior del cuello de su camisa, por ahí le agarró el águila, y mientras la alzaba, aún cerca del suelo, apuntó a los indígenas del otro lado del río mientras exclamaba Espejo de niebla!. Los indígenas le miraban confusos, incluso temerosos, comenzó a elevarse y a avanzar, dejando atrás el río y con ello a sus atacantes. Disfrutó del breve viaje, de las vistas desde allí arriba, el águila comenzó a descender después de haber viajado una distancia prudencial a instancia de Gatiux, que la dejó caer cuando faltaban unos 50 metros del suelo. Pero gracias al amuleto volador cayó elegantemente. Miró hacia arriba, esperando al resto de sus compañeros.

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--¿Qué el agua será un problema? Vamos, hombre, pero si el agua es lo más necesario del mundo... Sin agua no sería posible la vida en el planeta. Sólo será un problema si se alborota, pero la Diosa Naturaleza no puede permitirnos eso. ¿Cómo va a elevarse?

 

No sé porqué le llevaba la contraria a Bastian, tal vez porque su arrogancia siempre me había molestado, más que nada porque mi orden me obligaba a ser más dócil y humilde de lo que me gustaba cumplir. Seguí caminando, la cueva estaba cerca. No dejaba escapar la mirada de aquella muchacha. Su desconcierto era muy agradable y, en otras circunstancias, me hubiera reído de ella y con ella y le hubiera enseñado unos cuantos trucos para entender la complejidad del mundo civilizado al que se tendría que enfrentar. Pero... Pensándolo bien... Ella podría enseñarme a mí otros que me interesaban más. Por eso me acerqué a ella y escuché la referencia del fénix.

 

-- ¿Por qué tener un fénix puede original culpa de algo? Yo tengo dos -- le comenté, como si nada, pero sin evitar el orgullo en mi voz. -- El primero me salió gratis pero por el segundo pagué un ojo de la cara. Y aún no lo he visto. El Ministerio se está tardando en dármelo...

 

Me detuve un momento a pensar (raro en mí, que sólo ansiaba llegar hasta la cueva y olvidarme de todo aquello, a ver si volvíamos pronto a casa). ¿Ella sentía miedo o respeto por los fénix? No estaba segura, pero no hay mejor manera que hacer hablar a alguien para conocerle.

 

-- Mi primer fénix, en realidad no es mío. Es mascota de la mansión, aunque lo crió mi hijo Matt y le puso el nombre de Bennu. Es de un color dorado similar al fuego.

 

Intenté comprender la impresión que le producía la descripción del animal, pero algo en su cara le aterrorizaba y no era yo (que soy fea y rara, pero no tanto para que ella tuviera esa expresión en su cara). Algo detrás de mí le estaba asustando y, la verdad, alguien que puede atravesar un muro de tierra con ese poder mágico, no debiera tener ese miedo por nada. Me giré para ver lo que sucedía a mis espaldas.

 

-- ¡Madre del Amor Hermoso!

 

No lo decía porque hubiera visto a un nuevo alumno (alumna, en realidad) que no parecía haberse dado cuenta de la avalancha de agua que se cernía sobre nosotros, sino porque acababa de negar que el agua fuera un problema y sí, lo era. Lo iba a ser. La Naturaleza no podía estar rebelándose así contra nosotros. Entonces entendí lo que decía Elvis. El enemigo no era el río sino los magos chamanes tribales que había detrás de aquella magia poderosa.

 

- ¡Son capaces de mover el agua!

 

No sé porqué me extraño. Mi madre era Suma Sacerdotisa y Dama del Lago, más de una vez había visto cómo obligaba al agua a danzar con el movimiento de sus manos. Pero aquello era... terrorífico...

 

-- ¡Debiéramos conjurar un hechizo que...! -- vale, no era ese en el que pensaba, yo era algo más simple y me estaba preguntando si un Finite sería suficientes para evitar el agua cuando una bóveda de tierra y raíces nos cubrió lo suficiente para hacernos de rompeolas.

 

No sé qué sentimiento fue más fuerte, el de besar al profe por salvarnos la vida o el de lanzarle una maldición por remover las plantas y dejarlas con las raíces al aire. Como se secaran y se murieran...

 

-- ¿Águilas Arpía? -- mis ojos brillaron con gula, o avaricia, o con un pecado capital grave indecoroso para mi grado de sacerdocio. Pero es que hablar delante de mí de animales raros y se me hace la boca agua. Otra cosa no, soy bastante avariciosa, pero ponerme un animal delante de mí y me enamoro al instante. -- ¿Dónde, dónde...? Yo quiero uno, ¿se compran en el Mall?

 

Pero las dos estaban hablando de algo que sonaba a Orbis Vestisaurio. ¿De qué demonios hablaban ahora, en medio de aquella situación tan dramática? ¿Espejo Niebla?

 

-- A ver, a ver... ¿Es que soy la única lerda que no se ha leído el libro dichoso antes de venir aquí? Pensé que estudiaríamos en pupitres tomando apuntes. ¿Se puede saber de qué habláis? O al menos, compartir la sabiduría porque no quiero ser comida para esas panteras raras que están ahí fuera -- No había visto como Hades las provocaba con el Vitae, pues le daba la espalda con "pies para qué os quiero". -- son bien raras. Son animales pero a la vez no lo son, es como... como si no existieran pero existen... Bah, no me hagáis caso. ¿Qué es ese plan sobre esos dinosaurios?

 

No me hicieron ni caso y hablaron, ahora incluyendo a Elvis, sobre dividirnos. ¿De qué manera, por la mitad? No... Estoy segura que algo me había perdido, no pienso partirme por la mitad. Por muchos Episkeys que nos pudiéramos hacer, estaba segura que no íbamos a quedar igual que antes. Yo, sin estar cerca de San Mungo, desechaba ya esa idea de dividirnos por la mitad.

 

-- ¿Alguien me explica? ¿Pero a dónde te vaaaaas, Gatiux? ¡¡Contesta primeroooo!!

 

Y la vi desaparecer llevada por una ave enorme que se la llevaba volando. ¿Se la estaría comiendo o es que había conseguido que se la llevara como si fuera un cervatillo entre sus garras? Si era lo primero, pasaba; soy indigesta. Si era lo segundo... Gran idea para salir de allá y llegar de una vez a la maldita cueva.

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Las cosas, sucediendo en rápida sucesión, hicieron que Catherine espabilara un poco. Eran capaces de controlar el agua: fuera dicha la verdad, eso no se lo había esperado. Tampoco que fuera justamente el tipo que se había lanzado del árbol el que los protegiera pero tuvo el suficiente tino de guardarse sus comentarios. No eran necesarios y era mejor disimular la expresión est****a que había puesto, consiguiendo refugiarse detrás de la barrera de Ragnarok apenas a tiempo para que no la arrastrara aquella ¿se le podía llamar corriente siquiera?

 

Respecto al tema de conversación que siguió, a pesar de que no había entendido al inicio no era est****a. Aprovechando que el resto se entretenía buscando la forma de salir de allí, sacó de su morral el libro de hechizos uno y empezó a leerlo descaradamente teniéndolo abierto ante sí. Le había sorprendido la forma en que la extranjera había curado a la bruja de cabello violeta (la que no era su jefa ¿cómo era que se llamaba? La escandalosa...). Además, encontró sorprendentemente rápido los hechizos que éste le proporcionaba. Era increíble que apenas lo descubriese. Le hubiera resultado de utilidad en un par de redadas en las cuáles había muerto de forma idi*** días atrás.

 

El hechizo al que hacían referencia, el orbis bestiarium, no parecía ser tan complicado de ejecutar. En cuanto al anillo ya era asunto más confuso pero consiguió arreglárselas para conseguir el correcto: el anillo de amistad con las bestias. Parecía estar todo revuelto dentro del morral pero no tiró nada en el proceso y se lo caló en el dedo anular. Lo miró notando que era bastante bello aunque aun algo decepcionada. Nada les hubiera costado a los cuadrados de los Guerreros Uzza agregar algunos dibujitos en el libro así sólo fuese a manera de anexo para que los pobres diablos que nada sabían de su idiosincracia o manejo de poderes pudiesen distinguirlos.

 

Por otro lado ¿qué podía importarles a ellos facilitarles las cosas a un montón de magos extranjeros a los que consideraban una bola de pusilánimes? Ya empezaba a desvariar.

 

Se colgó a su vez el amuleto de sanación al cuello e intentó concentrarse en sanar alguna herida menor que pudiese tener. No sintió cambio alguno de momento, así que prefirió concentrarse en el anillo de amistad con las bestias. Ése dio mejor resultado. No había sido su intención particular comunicarse con un animal en específico pero pronto notó como la percepción de su entorno cambiaba en su mente. Percibía más olores y podía notar como alrededor los sonidos se acrecentaban. Algo lo incomodaba profundamente, un revuelo inaudito.

 

Catherine comprendió entonces que algún tipo de felino de considerable tamaño había compartido con ella su estado de ánimo. Parpadeó bastante sorprendida e intentó nuevamente volver a contactarlo pero en aquella oportunidad no consiguió dar con él. En su lugar, buscó entonces establecer contacto con una de las águilas harpía de las que habían estado hablando. El pensar en algo en específico pareció ayudar, aunque no lo había hecho con el felino, quizá por que no sabía de qué especie había sido. La criatura parecía reacia a compartir con ella algo propio, aunque "accedió" a acercarse.

 

Era evidente que Stark requería de práctica y voluntad para todo eso pero hacía lo que podía. Le hizo un poco de gracia la forma en que Sagitas, su jefa, pedía ayuda pero nadie parecía prestarle atención. Claro que, sólo le tomó unos segundo entender que había estado así hasta hacía cinco minutos.

 

-Potter Black -la llamó entonces con un gesto de la mano-. Aquí.

 

Esperó a que la bruja se acercara para mostrarle el hechizo "Orbis Bestiarium" señalándole la página. Por supuesto, Catherine no sabía que Potter Black no tenía su libro ya que no había prestado demasiada atención a su alrededor en toda la primera parte de la clase pero luego de cerrarlo, también se olvidó de pedirle el suyo, al vislumbrar lo que a continuación sucedió.

 

Mientras tanto, otra de sus compañeras (¡precisamente la mujer escandalosa!) había conseguido ya que una de dichas criaturas se aproximara. Catherine comenzó en serio a preocuparse por quiénes quedarían para hacer frente a los que deseaban echarles el guante pero de momento comprendía que solo estorbaría en la labor de los o las criaturas que así lo hiciesen así que apuntó hacia el ave y pensó en un "Orbis Bestiarium". La mujer que había llamado a otra de las águilas harpía había partido ya y Catherine no estaba segura de en qué forma había conseguido convencer al águila para que la ayudase. Ella por su parte, se limitó a realizar el hechizo porque dudaba que pudiese hacerlo a través de su poder de convencimiento (o cuanto menos todavía).

 

Un anillo dorado había envuelto al animal, que la tomó para alzarla en vuelo de la misma manera que había hecho su compañera previamente con la otra bruja. Sólo de último momento Catherine recordó calarse el amuleto de sanación así como el amuleto volador. El de amistad con las bestias ya lo tenía al cuello lo que la hacía sentirse casi como un perchero pero desechó sus pensamientos innecesarios centrándose en su empresa.

 

Sólo consiguió huir con una porción pasable de su dignidad, cayendo suavemente a unos metros de la primera bruja, con expresión neutra. Fue entonces cuando cayó en cuenta de que su morral estaba más liviano y que era debido a que había dejado su libro en manos de su jefa. Esperaba de todo corazón que llegase junto con ellas entera y no era por mero interés pero había pagado bastante por ese libro y le urgía volver a poseerlo, especialmente teniendo en cuenta de que ya no tenía tantos galeones como al inicio...

Editado por Catherine Stark

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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No suelo quedarme paralizada, como si alguien me hubiera lanzado un Petrificus, cuando la situación se pone fea. Pero aquello fue lo que sucedió. Me quedé paralizada, viendo al ave-rara llevarse a Gatiux hacia el lugar donde sabía que estaba la cueva, preguntándome cómo demonios iba a salir viva de aquel lugar y, sobre todo, quién cuidaría de Ithilion cuando yo faltara. Matt, Jessie, Perenela... Todos tenían su propia vida montada, el niño era demasiado pequeño para que lo cuidaran ellos, ahora que todos iban a casarse y formar su propia familia. Me sentí perdida, sólo se me ocurría arrodillarme y rezar a mis dioses para que la Muerte fuera rápida y no sufrir. Odio el dolor. Es lo que más odio de este mundo.

 

Pero una voz conocida dijo mi apellido. Potter Black... Eso hizo que parpadeara y me obligara a buscar otra solución, aceptar la Muerte no era la vía admisible, sólo la vía fácil. Y yo soy famosa por ser difícil... Así que sonreí a mi empleada de Internacional y corrí hacia ella, hacia donde me llamaba.

 

-- ¡Voy, Cath!

 

Seguí su voz como pude, la jerga de los indígenas me avisaban de que estaban encima, muy cerca y, aunque seguía diciendo que todo era un malentendido, sabía que ellos no me dejarían justificar cualquier error que los "civilizados" magos londinenses hubiéramos cometido al adentrarnos en sus tierras. Así que lo mejor era huir y seguir el plan de los dos profesores, a quienes iba a dar de tortas cuando los pillara en la protectora cueva, por poner en peligro a los alumnos. Bueno, sabía que no lo haría, pero el pensar en dar un puñetazo limpio, sin usar la varita, a mi primo, me hizo lanzar una sonrisa y, con ello, evaporar la quietud de mi actitud pasiva.

 

-- ¡¡Llegué!!

 

Catherine me enseñó el libro, que reconocí que era como el que tenía haciendo bonito en la bóveda trastero. Es que parecía lerda... Tendría que haberme dado cuenta que lo lógico para estudiarlo, era tenerlo físicamente en las manos, pero no se me había ocurrido sacarlo de Gringotts, después que estuve a punto de perder el primero en el Atrio.

 

-- ¡Ahhh! -- murmuré, por lo bajo. ¿Quién es el burro que se pone a leer un libro en pleno ataque de magos indígenas con un nivel muy alto de alteración de la naturaleza? Ella y yo; no es que seamos burras, rectifico, pero sí que hay que tener valor para ponerse a leer el libro como si fuera un mapa de carreteras que puedes consultar en cada momento. -- Ah, Orbis Bestiarium... Y yo que pensé que hablaban de algún dinosaurio...

 

Recordaba aquel hechizo, si lo había usado alguna vez en el Circo, aunque no de la forma estricta que ponía en el libro sino con la naturalidad de tratar cada día con criaturas y sin darme cuenta que en realidad lo hacía. Es como comer pan cada día y después leer un libro donde te enseñan como se hace el pan y lo bueno que es su consumo diario.

 

-- Este es fácil -- dije a Cath, levantando la vista de las líneas del libro. Pero lo dije al aire, pues mi empleada ya surcaba el cielo como anteriormente lo había hecho Gatiux. Tendría que subirle el sueldo, me había vuelto a poner las pilas y me había dejado sus libros para ayudarme.

 

Lo que no me gustaba era ese tipo de ave... No me fío de las criaturas que no conozco y, supongo, que la fuerza de voluntad es algo que va ligado a la emoción del mago que hace el hechizo, porque aquella no me hacía nada de caso. La señalé con la varita y después señalé el suelo.

 

-- ¡Eh, tú, aquí! Sit, sit, venga, aterriza, maldita ave del Demonio...

 

Vale, órdenes simples como el "siéntate, gira sobre ti mismo, hazte el muerto" sólo servían en el Circo con las criaturas con las que tenía confianza. Aquella me miró de forma maliciosa y entendí, sí, lo entendí, creo que en algún momento me había vuelto a poner el anillo de amistad con las Bestias, o como mínimo, había entendido aquella mirada maliciosa del Ave-Arpía, que se lanzó hacia mí. En otro momento hubiera usado la varita para repeler su ataque, pero a la vez, los indígenas habían conseguido hacer desaparecer a los pumas y habían entrado en nuestro refugio natural. Así que dejé que me atacara y me desgarrara el brazo izquierdo con las garras (idem), mientras que con la varita apliqué un Incendio a una de las patas.

 

Sí, peculiar mi forma de obligar al ave a reiniciar su vuelo. A mí, eso del disco dorado que envolvía a las bestias que habían portado a Gatiux y a Catherine no me había salido, tal vez porque para pensar en seguir las instrucciones del libro al pie de la letra no estaba en mis prioridades en aquel momento. Un indígena con un tocado de plumas y raíces me señaló con un palo, así que pensé con tesón: "Ave hermosa, bonita arpía, vuela, vuela y sácame de ésta".

 

El libro que sujetaba con fuerza entre los dientes no me dejó hablar, ya que una mano se agarraba como podía a una de las patas de la bestia, la del brazo desgarrado y del que goteaba sangre que se dispersaba por el aire mientras volábamos. La otra mano sujetaba la varita, así que esperaba que a Catherine no le importara que le dejara un molde de mis dientes en el lomo. No creo que le interesara perderlo, ni a mí, ahora que no tenía mi ejemplar a mano. Empezaba a nublárseme la vista, ya fuera por la velocidad del vuelo, la postura incómoda o la sangre perdida. Vi un reflejo dorado que alumbraba al ave que me arrastraba (mejor dicho, me volteaba y hacía danzar en el aire como si fuera un muñeco de peluche, haciendo cada vez más grande la herida del brazo que, de tan entumecida, ya ni me dolía), pero no supe discernir si había funcionado el Bestiarium o es que el sol le alumbraba de lleno, ahora que estábamos por encima, muy por encima, de la copa de los árboles. En el libro lo dejaba claro, sólo funcionaba con criatura de hasta 3XXX, pero ni idea de la catalogación ministerial de aquellos bichejos. Sólo me faltaba tener que llevar encima un catálogo de Bestias. ¿Repartirían alguno en el departamento de Criaturas? Si sobrevivía, iría a esa planta a preguntarles por uno, que yo tengo una memoria muy mala para los detalles como esos.

 

-- Me lele la cabesa -- dije en voz alta, imitando (tal vez deliraba o tal vez lo echaba de menos) la voz de mi hijo Ithilion. Sentí que algo se liberaba de mi boca y eso hizo que la lucidez (?) volviera a mí y que me diera cuenta que había soltado el libro de Cath hacia la espesura. -- ¡Demonios, suelta!

 

Vale, sí, creo que estaba dominando a la bestia porque me hizo caso. Me soltó, algo de lo que me arrepentí enseguida de ordenarle. Caída libre, sólo que esta vez no me esperaba una tela de acromántula como red salvadora, sino los árboles y sus ramas puntiagudas. Maldije en voz alta, espero que no me oyeran desde allá abajo ninguno de mis compañeros y, sobre todo, ninguno de mis profes; estoy seguro que se escandalizarían de mi lenguaje obsceno. Pero bueno, era la tensión del momento. Recordaba haber leído algo sobre como caer desde las alturas y me imaginé haciendo el truquito de Hades.

 

-- ¡Accio libro de Catherine! -- Bueno, al menos se me ocurrió que no debía perder ese libro y que podía ojear mientras caía el nombre del hechizo. El libro apareció tan rápido que casi se me escapa. Mientras caía, me puse de espaldas para frenar el aire y poder abrir el libro. Menos mal que sé leer deprisa.-- ¿Dónde está ese maldito hechizo?

 

Grité porque la copa de los árboles, antes una mancha verdosa alejada, ya era una manta verde que se me antojaba peligrosamente cerca. Pasé varias páginas hasta que recordé que el amuleto volador era del primer libro y yo tenía el segundo en la mano. Apreté la mandíbula y prácticamente choqué contra la masa arbórea que tenía encima.

 

-- ¡Dioses! ¡Salvaguarda mágica! -- leí lo primero que encontré, desesperada, pensando que necesitaría que algo me salvaguardara de la gran torta que me iba a dar.

 

Para mi sorpresa, atravesé los árboles como si no existieran, las ramas no me hicieron daño y hasta me dio tiempo de medio incorporarme durante la caída. Allá estaba la boca de la cueva y ya habían llegado alumnos a ella. El aire silbaba a mi alrededor mientras caía. Yo creo que alucinaba hasta que relacioné el hechizo que había pensado con el que había usado antes la Uzza Ashur. ¡Vaya, vaya...! Sólo había un problemilla casi sin importancia... Me picaba la nariz, algo que me hizo darme cuenta que el uso de aquel hechizo no era muy largo y que el suelo ya estaba a un palmo.

 

Apreté el libro contra mi pecho, clavándome el amuleto de algo contra la piel, aquel que tenía una especie de alas de plata. La velocidad se redujo al instante, pero no tan rápidamente como para no golpearme contra el suelo. Ya estaba demasiado cerca.

 

...

 

-- ¿Estoy viva o estoy muerta? -- dije, al fin, sin saber si me había matado y ahora era puré de Sagitas en el suelo. La luz era demasiado potente, el dolor del brazo izquierdo me destrozaba y la cabeza seguía atormentándome. Estaba viva, al menos que duela cuando estás muerto y Jack me había asegurado que no. Vi a Catherine y le sonreí, o al menos hice la mueca. -- Cath, tengo tu libro, ya es raro que yo siempre pierdo todo...

 

Y ahora mismo, perdí el conocimiento pensando que antes había leído un hechizo de curación y no me venía a la memoria.

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- ¿Culpa? ¿Tener un fénix? - Asuhr miró confusa a Sagitas. ¿Lo dices por lo de el Maestro Elvis? No, el no tiene culpa. Aunque hay quien no opinaría así. En mi tierra, lo ejecutarían por ello, si sospecharan que el Maestro Elvis es un Uley no consagrado. ¿Pero cómo es eso posible? El Maestro Elvis es inglés, no puede ser un Ktam ni siquiera tener sangre Ktam.

 

 

Asuhr no entendía. Elvis no podía tener sangre Ktam, como sí le ocurría a ella, para su deshonra. Entonces, ¿realmente tenía un fénix o se había equivocado al interpretar lo de "fenixiano"? De pronto calló en la cuenta de lo que había dicho Sagitas.

 

- ¿Has dicho que tienes un feníx comprado? -Subrayó con una mueca de incredulidad y cierto desprecio la palabra comprado. -¿Cómo se puede comprar un benú? Espera, espera, has dicho que tu fénix se llama Benu... el nombre sagrado -Asuhr abrió los ojos asombrada, como si no pudiera creer las palabras de Sagitas? - ¡No puede ser!

 

Miró con incredulidad a Sagitas, tapándose la boca con las manos. Había pronunciado el nombre sagrado en voz alta, sin darse cuenta. Y no una, sino dos veces ¿De verdad Sagitas tenía un fénix con el nombre sagrado? Ella lo había pronunciado diferente, pero tal vez fuese que Asuhr no había captado bien el acento.

 

- No entiendo. ¿Cómo se puede comprar un fénix? En mi tierra, los fénix no se compran. Todos los Ktam tienen uno que se vincula a ellos desde el momento en que hacen los Votos del Agua. Se vincula a ellos por el Don del Canto, que sólo los Ktam poseen. Nadie más puede poseer un fénix. No se acercan a nadie que no sea Ktam, no les hablan, no se vinculan a ellos. No entiendo que aquí se pueda atrapar y domesticar a una de estas aves. En la Tierra de Uzza no se puede, ni siquiera los Ktam podrían vender los suyos aunque quisieran. Están vinculados, son parte de ellos. Cada Uley y cada Uleya son Uno con su fénix. Son aves tan sagradas como los propios Ktam. Nadie trata de cazarlos, porque son sagrados, pero aunque lo hicieran rompiendo todos los Códigos de Honor, un fénix jamás le serviría de mucho a nadie que no fuese un Ktam. Sólo sería para ellos una criatura mágica más, pero jamás conseguirían que se vinculara a ellos.

 

Asuhr había quedado muy confundida. Las costumbres de los ingleses parecían deshonrosas, pero sobre todo eran muy extrañas. Incomprensiblemente extrañas, fuera de toda lógica.

 

Observó como Sagitas estudiaba el libro con Catherine y luego cómo se elevaban ambas en las águilas arpía. Asuhr decidió que no era momento de divagaciones. Ya pensaría sobre los ingleses en otro momento, ahora le preocupaban más los indígenas.

 

- Orbis Bestiarum -pensó, concentrándose en una de las águilas que los sobrevolaban y en la orden que quería darle. -Llévame a la cueva -añadió a sus pensamientos.

 

Ashur no tuvo problema en controlar a la hermosa águila que, envuelta en un halo dorado, se posó junto a ella para que la montara. Agarrándose a su cuello con una mano y recordando lo que el Maestro Hades había hecho con los tocones de madera, apuntó con su varita a la maleza suelta y enredada que cubría el suelo de aquella selva como una red de lianas, púas, ramas y hojas.

 

- Espejo de Niebla Vitae -Pronunció.

 

La red de maleza se animalizó, elevándose del suelo con la forma de una criatura informe con miles de ojos con forma de hoja, innumerables púas afiladas como cuchillos y un cuerpo rugoso y desigual formado por las lianas que tan pronto se elevaba como reptaba por la superficie, apoyado en garras de mil tamaños y formas distintas, pero todas ellas poderosas. Era como si una red viva recorriera la selva, atrapando en su malla todo cuanto encontraba a su paso, envolviéndolo entre sus púas afiladas.

 

Aterrizó en la cueva y se despidió del águila arpía que tan bien le había servido con un gesto respetuoso.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Era obvio. ¿Cómo podía leer bien un anillo que en teoría estaba comenzando a funcionar? Imposible. O quizá no, quizá era que se había vuelto lerdo en momentos llenos de adrenalina. En otros tiempos, muy lejanos, aquella explosión de fuerza extra ponía sus sentidos al máximos. Le permitía mover la varita con más facilidad, con mucha ligereza y convocar hechizos en cosa de medio segundo. Él ya no estaba para eso, o quizá si y solamente le faltaba práctica. Su vida se había vuelto muy de oficina y eso le estaba pasando factura. Contrabandear no era lo mismo. Cuando él y su padre movían algo ilegal de un sitio a otro tenía protección de varios magos. Usaban tecnología muggle modificada, amplificada con magia. Todo estaba calculado, nada quedaba al aire ni se dejaba a la suerte. Había movimiento, si, pero nada comparado con escapar de chamanes locos.

 

Estuvo a punto de decirle a Sagitas que ella más que cualquier persona presente debería saber lo fácil que era doblegar (en mayor o menor medida) a la fuerza viva que tenía la naturaleza. Crear un camino de hielo en el agua, por ejemplo, necesitaba poca concentración. Hacer que las enredaderas creciera era igual de fácil. Bastian lo intentó, habría sido muy divertido que los árboles decidieran implosionar. No pudo, la magia de lo chamanes era más fuerte. Después de todo, se trataba de su lugar de origen. Conocían ellos a las plantas, a los animales, a las piedras del río.

 

Orbis Bestiarum—murmuró. Las palabras brotaron de sus labios con tanta facilidad como si las hubiera conocido desde siempre. No era así, por su puesto. Aprendió a pronunciarlas hacía poco tiempo, cuando sintió el poder mágico que brotaba del libro y se vinculaba a su ser, a su esencia. La criatura obedeció, pero no era la intención de Bastian escapar de la forma en que lo hizo. La arpía voladora se dispuso a frenar la avanzada de quienes los estaban persiguiendo.

 

Pese a todo lo que estaba pasado, aún seguía atento a las palabras de la extranjera. Le sorprendió la forma en que se refería a los fénix, como si de alguna forma temiera que cualquiera pudiese comprar uno. Sonrió con malicia, claro que lo haría ¿Para que sino se había gastado un montón de dinero en la compra? Si, para viajar de forma más cómoda, pero también para molestar a otras personas.

 

—Los feńix están de rebaja en el Magic Mall, 4000 Galeones y te los llevas ¡Una ganga! —dijo, esperando que Asuhr la escuchara —. Espejo de Niebla Vitae

 

Fue en ese preciso momento en que la realidad dejó de tener sentido. Fue en ese segundo en que el espacio mostró una grieta. Fue entonces cuando la varita del mortífago vibró aceptando el poder con el que no contaba. Incluso él mismo creyó por un momento tener el poder de un Mago Oscuro, pensó que quizá podía comenzar a lanzar llamaradas malditas por el aire.

 

Uno de los troncos tomó una extraña forma animal. Alas aerodinámicas que le permitirían volar, garras capaces de rasgar la carne. Era una especie de tigre alado, con mandíbulas fuertes y garras del mismo tipo. Se precipitó de igual forma a tratar de detener la avanzada de quienes los perseguían.

 

Movió la varita por tercera vez una explosión de fuego controlada se presentó en su cabeza. Su fénix se hizo presente in situ.

 

—Si alguien quiere transporte —lanzó al aire justo antes de que la criatura explotara nuevamente. Desapareció sin saber a ciencia cierta si alguien se le había unido.

 

 

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