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Detective Mágico Consultor (B: 106711)


Hessenordwood Crouch
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¿Podía ser cierto que arrastraba el zapato? Como todas las veces, allí estaba él dándome esos detalles aparentemente insulsos, pero que decían tanto acerca de lo detalloso que era para captar todo cuanto pudiese de las cosas que le importaban. Sin duda, yo contaba entre sus asuntos importantes, aunque no tenía claro si como el más personal y divertido de los seres para estudiar cual conejillo de indias, o por otras razones, como el ser la voz de su cordura cada tanto.

 

Sin embargo, no había tiempo para pensar en todo eso, porque lo importante era que él tomaba por fin interés en el asunto ¡genuino interés! Y eso era algo que no podía desperdiciar, independiente de las ganas de preguntarle sus motivaciones, o porqué pese a ese interés, la misiva ha sido dejada de lado sobre la mesa ratona.

 

No podía dejar de sentir que algo no encajaba, especialmente cuando al ponerse de pie y más afectuoso que de costumbre me tomó del brazo y comenzamos el descenso por las escaleras. Y de pronto comprendí, en un breve momento de iluminación, que él ya tenía trazado un plan de antemano, un plan que convenientemente no quería contarme.

 

- Yo arreglándome para recibir visitas ¿Visita de quién? Vamos niño no intentes timarme- alzo la mano hasta tocar su mejilla plagada de cicatrices y la pellizco con suavidad- Espero no hayas vuelto a meterte en un asunto turbio, o que me toque lidiar con alguno de esos vagabundos.

 

Me cuesta asimilar que tiene que ver todos esos planes con lo de Kutsy, pero mi fe en él y su mente brillante está intacta.

 

Cuando por fin alcanzamos la puerta, escuché todos aquellos ¿pedidos? ¿recomendaciones? dichos de forma rápida uno tras de otro. Asentí a todos, todavía más confundida que antes y un leve rubor asomó a mis mejillas cuando se despidió en francés. ¿Pero qué demonios era todo eso de llamarme así y de pedirme que no vista de blanco?

 

Sentí que lo odiaba, porque con todo ese comportamiento errático conseguía que no dejara de pensarlo, o mejor dicho, de pensar en lo que él podía estar pensando. Todo un auténtico enredo, que para variar, quizá solo él podría desmadejar adecuadamente.

 

No tenía idea de como podría estar cómoda y elegante a la vez, pero a P-ko la idea le produjo tal satisfacción que se pasó todo el tiempo que yo tardé en bañarme, seleccionando el traje más adecuado. Al final, el ganador fue un vestido de punto de algodón de rayas marineras que mi madre muggle me había obsequiado porque se parecía a los colores de la casa Ravenclaw ¡era tan gracioso que ella prestara atención a detalles como esos más de lo que yo misma lo hacía!

 

Y cuando terminé de colocarme mi dije de fénix, el abrigo y las chinelas con borlas también azules, abracé fuerte a P-ko, lista para retirarme.

 

- Me cuidaré P-ko ¡solo mira la cantidad de pociones que llevo!- le dije sonriente indicándole con el dedo pulgar mi inseparable morral donde guardaba la varita y las pociones- no me esperes despierta, que no se cuando podré volver.

 

Diez minutos antes de las dos estaba de pie frente a Baker. Abrí la pierta algo nerviosa, pero sobretodo queriendo saber de una vez que podía traerse Garry entre manos.

 

- Entonces ¿ahora si me dices a quien esperamos? Habla o bien podría emplear el kiorke para hacerte hablar, y explicarme también que tiene que ver todo esto con Kutsy.

 

Kutsy ¿estarían bien ella? ¿Estaría Emma bien? No podía negar que por ella estaba dispuesta a afrontar el peligro que fuese.

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Ha estado en la misma postura por un largo tiempo, ni siquiera el trapo de la arrendataria (que escandalosamente ha llegado tras menos de diez minutos de haber despedido a la sanadora) sobre su cabello o la el regreso de la sanadora lo ha sacado de su ensimamiento, ha permanecido en silencio todo este tiempo, sobre su sofá con los pies descalzos sobre este, cruzado de piernas, con los ojos cerrados, en su mano izquierdas dos bolas anti estrés de aluminio giran haciendo un monótono silbido y su derecha tantea de vez en vez sobre el descanso del sofá de modo como pizzicato. No murmura, ni se agita, ni produce ruido alguno, solo esta inerte y solo sus manos parecen tener vida. Pareciera uno de esos muñecos mecánicos de las ferias muggles donde por una moneda te ofrece leer tu fortuna.

 

Ya casi han pasado dos horas, sabe que la sanadora llego, y que después de dos frases cordiales (o quizá ya no tan cordiales) ha dejado de insistir en llamar su atención, quizá la residente le ha advertido al llegar, puede saber (por la pausa en sus pisadas) que algo se han estado murmurando en la entrada del local. Poco tiempo más queda para la visita, la misma aun donde mismo sobre la Mesilla, su mente es un limbo ahora. Sus ropas son las mismas de cuando despidió a Bel, es más se le puede ver un poco más desatendido sin el chaleco del traje y los primeros tres botones de la camisa desabrochados. Solo permanece unos minutos más así, solo hasta cuándo cree que ya es tiempo de volver.

 

-No sé de qué habla, ¿Kutsy?- apresura sus palabras, se ha puesto de pie y guardado las esferas en una caja de madera sobre la chimenea, se alcanzan a distinguir otra clase de objetos en el interior de esta –¿Te?- le sonríe con complicidad distrayéndola de lo que ahora no debe preocuparse, -Ahora mismo puedo pedirle a miss que prepare una…- nota por el gesto de la sanadora que no logra convencerla, ella apunta confiada al juego de tazas que humean sobre la ratona junto a la carta –Justo a tiempo ma cheri- ha sonreído divertido y se lanza sobre la infusión –Ahh, delicioso…

 

Se siente confiado al enfrentarse a diferentes situaciones sociales donde se encuentra siendo una mala compañía o simplemente una incómoda molestia, pero no puede decir lo mismo en el silencio que la Evans forma despiadadamente, asume que lo merece, pero esa vana confianza lo hace seguir parloteando cosas sin sentido. Y es que ella no entenderá nunca la importancia de no brincarse pasos en el proceso de la resolución de un caso.

 

-Pero qué bueno que me lo ha recordado, la visita quiero decir, siempre sale algo bueno de conversar con usted ¿sabe? es encantador, y si debemos estar listos ¿Donde he dejado mi caladero Nuevo? Si, justamente ese, el de cristal, yo creo que está siendo mi favorito, hágame un favor, Bel, puede usted ordenar un poco la estancia? Créame que la visita lo merece, no deje objetos filosos ni frágiles al alcancen puede ser peligroso a menos de una altura de un metro, mejor uno y medio, uno nunca sabe…- las palabras salían sin cuidado, la voz ronca del hombre se escucha serena que no sería difícil caer dormido con ella –¿Trajo consigo el encargo que le pedí? Ah muchas gracias, lo tomare- se ha perdido tras las puestas del pequeño laboratorio alquimista que tiene en la habitación de junto,

 

Tras el vidrio empañado se puede ver su silueta ir y venir de un extremo al otro del improvisado laboratorio de pociones en el que se convirtió ese cuatrillo, masculla palabras ondas pero se le entiende solo asoma la cabeza por entre la puerta para seguir contando a la Evans una de sus hallazgos en los pantanos de Sussex. De ninguna manera la Evans debe preguntarle más sobre el cliente de esta tarde, mucho menos recordar (o tratar de hacerlo) lo que respecta al caso anterior. Obviamente es un tema que Ollivander (y sus conflictos mentales sobre comportamiento humano) aun no es capaz de transmitir del modo que le gustaría.

 

Y siente extrañamente agradable en aquella situación, por un momento piensa que ese cuadro raro donde la Evans ordena los libros en los estantes y después se acomoda bonachonamente en su butaca para escuchar a la recepcionista cotillear con ella mientras remueve extrañas manchas del muro (nadie se lo ha pedido, pero ahí esta y al mago le ha simpatizado el modo), la elfo que llego con la intención de alertar al mago por no avisar su paradero, pero que al final se les ha unido en la limpieza y él escuchándolas desde la otra habitación. Es esto lo más relacionado al concepto de “tener una familia” que es capaz de generar en su retorcida cabeza por un segundo.

 

El burbujeo del caldero hirviendo trae consigo al fisicoquímico (como dicen los muggles) de regreso al humeante cuarto, parpadea varias veces para espantar el ensoñamiento y sus agiles manos destapan un frasco con una sustancia verdosa y la vierte en el caldero. Se mueve con un ritmo tan elegante que parece tan cortes el modo en el que ha añadido dos ingredientes mas al caldero. Su rostro se deforma aún más tras su reflejo en la superficie de cristal ¿Por qué no había conseguido uno de estos antes? Era fascinante ver el burbujear de las sustancias desde el fondo del caldero.

 

Sobre la mesa el reloj de bolsillo de la nada hace un ruido feo muy parecido a un ave, es de volumen bajo, pero él lo escucha con facilidad, sin despegar apenas los ojos de su caldero tantea descuidado por la mesa para encontrarlo, en el camino ha tirado un par de frascos vacíos y chochado con filosos objetos, pero al fin lo consigue. Un segundo es suficiente para despegar la Mirada al fin del caldero y sonreír tan satisfactoriamente –Esta hecho…- es difícil adaptar la nueva postura, ha estado encorvado observando el fondo de la olla que cuesta enderezarse.

 

El mechero tipo Bunsen se apagó con brusquedad, se arrebata sin cuidado los guantes de las manos y los arroja fuera de su vista tras el delantal marrón y las gafas con aumento que llevaba encima. Tras tapar el caldero de par en par ha abierto al fin las puertas de la habitación y se adentra al consultorio como si nada hubiera pasado en este tiempo. La hora de la misiva esta por dar en el reloj, pero por supuesto es consciente de eso sin siquiera volver la mirada al reloj. Se ha puesto cómodo nuevamente en su sofá, tan tranquilo con una naturalidad extraordinaria que pronto esta fuera de lugar.

 

-¿No debería estar usted en otro lugar?- masculla, ha vuelto a su pose de meditar, con los bicolores ocultos tras los parpados. El silencio es su respuesta, pero el mensaje ha sido claro y escucha a la recepcionista levantarse de su asiento a toda prisa diciendo algo sobre haber dejado en la cocinilla de la planta baja la tetera en la lumbre durante todo este tiempo. Basta apenas entreabrir los ojos con una mirada para nada amenazante, pero si impaciente por parte del mago para que la criatura después de un puchero se cruce de brazos molesta y después de reverencial con exagerada cortesía a la Evans se esfume de la habitación. Y otra vez son solo ellos dos. Hay un largo silencio y el, a pesar de su postura, está dispuesto a escucharla hablar -¿Puede leerme la carta que esta sobre la mesa? Ya la he leído yo, pero siempre se percibe diferente cuándo se escucha de alguien más, por favor.

 

En el piso inferior una vieja mujer se encuentra exhausta por bajar de modo kamikaze los escalones del local, al fin consiguió apagar el fuego, pero es una lástima pensar que esas manchas de tizne será difícil quitar del trasto. La puerta principal se arrastra con dificultad y deja entrar el frio del exterior, la mujer se sorprende pero pronto arregla su vestido y acomoda su peinado para recibir visitantes, no puede evitar sonreír, esto de algún modo le emociona tanto.

 

-¡Sean bienvenidos!- dice con demasiado entusiasmo –Dejen sus abrigos por ahí, si justo ahí, que bueno que estén aquí…-eso es solo parte de su guion de bienvenida –Has tomado la decisión correcta querida…- toma en forma de consuelo la mano de la joven que ha entrado, la diferencia de temperaturas es muy notoria –Ahora, ¿a quien recibe los consultores?

 

 

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La pregunta que hiciera se la llevó consigo el viento helado que azotaba con cierta crudeza nuestros ropajes. La preocupación y la ansiedad asaltaron mi corazón cuando los recuerdos comenzaron a parecer en mi mente uno a uno haciendo que mi ritmo cardiaco aumentara y asiera con mayor presión el calido cuerpo de Emma, mi hija, contra mi pecho –mi amor…perdóname –exclamé justo en el instante que nuevamente revivía con cierta nitidez toda una serie de sucesos y decisiones que me llevaron a ese estado tan errático.

 

Era un agradable mañana, los rayos del sol traspasaban ya con timidez la delicada tela de las cortinas que cubren el ventanal de la habitación, donde mi esposo y mi hija, la más pequeña, sueñan apaciblemente. No puede evitar suspirar con ternura al contemplar, desde la entrada al baño, la escena…Emma tenía posada su pequeña mano sobre el mentón de su padre, el cual dormía con tranquilidad mientras su brazo derecho envolvía a nuestra princesa en un protector abrazo, definitivamente soy una mujer sumamente afortunada pensé poco antes de dirigir mis pasos al baño para tomar una ducha rápida.

 

Como todos los días preparé el baño para Ethan y Emma, los cuales solían pasar un buen rato jugando antes de que él tuviera que atender las labores que un jefe de oficina ostentaba, así que mi esposo besó la frente de nuestra hija y la mía, nos abrazo con cariño y lo vimos marchar como tantas otras veces. Ambas ya teníamos una rutina establecida, la pequeña de un año de edad, comía conmigo en la cocina un poco de fruta y cereal de su elección además de un tónico que le ayudaba con las molestias del sol, ya que su piel era demasiado sensible a este.

 

Mientras tanto Dunkel preparaba uno de los invernaderos para la comodidad de la más pequeña de los Lenteric, desde alfombras con diseños diversos, hasta juguetes de todos los tamaños, colores y texturas. Cada tarde pasaba horas metida ahí sembrando, estudiando y clasificando las diferentes plantas que trajera de mis distintos viajes, a eso me había dedicado casi por completo cuando presenté mi renuncia en el ministerio, un lugar que ciertamente no extrañaba del todo. Aunque echaba de menos a mi equipo de trabajo deseaba que donde quiera que se encontraran estuvieran bien.

 

Giré mi rostro ligeramente hacía mi derecha al escuchar como Viktoria reía y aplaudía, algo que no me pereció inusual ya que alguno de los elfos siempre solían jugar con ella o un familiar, sin embargo lo que mis pupilas heterocromaticas contemplaron hicieron que dejará caer la raíz de Hippomane mancinella sobre la mesa de trabajo, me inclinará para sujetar a la niña entre mis brazos y alejarla de esa voluta de luz que flotaba a unos cincuenta centímetros de nuestra posición.

 

Emma comenzó a llorar de pronto, lo que me puso aun más nerviosa, un dolor fuerte de cabeza sobrevino cuando aquella extraña criatura se movió más cerca de nosotras haciendo que mi hija escondiera su rostro en mi cuello y sujetará con aprensión, con su mano derecha, la tela de mi vestido verde. Quería preguntar que ocurría mas para mi sorpresa mis labios no respondían a mi ferviente anhelo por decir palabra alguna, la desesperación comenzó a ser mella en mí y más aun porque no tenía a la mano mi varita, la cual seguramente se encontraría sobre el buró de nuestra habitación.

 

Di un par de pasos hacía atrás con lentitud, para establecer una distancia segura ante esa luz que se hacía más intensa. A cada segundo el ramalazo que experimentaba en la sien se hacía más agudo, provocando que mis movimientos fueran más lentos y torpes… En mi intento por poner a salvo a mi hija, aunque absurdo mi actuar, lancé como pude todo lo que encontraba a mí alrededor en el instante en la que la voluta tomo una forma humanoide.

 

El sonido de macetas rompiéndose y de frascos de cristal, haciéndose añicos, cuyo contenido se regó por el camino de piedrecillas de río sólo aumentaba mi desasosiego mientras no paraba de llamar a Ethan con el pensamiento, ese sencillo acto me agotaba portentosamente, mi frente se encontraba perlada por un sudor frío que recorría mi cuerpo desde mi nuca hasta el final de mi columna. Por lo que desistí de mi intento por establecer una conexión fuera de ese invernadero y concentré mi energía por completo a protegernos de lo que nos asechaba.

 

Mi respiración se agito cuando al bajar la vista hacía mí hija descubrí con pavor que sobre la piel, de su brazo derecho, un centenar de diminutos hilillos de plata diseñaban símbolos que no alcanzaba a comprender, de los cuales un resplandeciente líquido escarlata emanaba. Con desesperación retiré con las manos desnudas aquellas desconocidas hebras que se adhirieron a mis palmas causándome una lacerante agonía, sentía como si hubiera puesto las palmas sobre una superficie que me calcinaba a carne viva.

 

Estaba por desmayarme de un momento a otro lo sabía bien, era conciente que la vista se me nublaba con rapidez y que Emma requería ser atendida ya que el latir de su corazón no conseguía escucharlo ni sentirlo, a pesar de nuestra cercanía. De algún modo toda la escena me recordaba a un juicio, <<a uno que estaba perdiendo>> medite dejando que mis parpados cayeran cuando percibí como mis piernas cedían ante todo el cúmulo de estímulos del que había sido victima.

 

La sensación de ahogo se apoderó de mí que sólo fui consciente de que Emma se removía inquieta cuando Dunkel, halo del abrigo que llevaba puesto, –señora –me llamó con un tono de consternación –la pequeña… –mis labios se abrieron, no recordaba en que momento había comenzado a aguantar la respiración, un presuroso vaho escapó de mi interior mientras aminoraba la fuerza con la que sostenía a la pequeña de ojos azules.

 

Sólo mi elfo conocía que había ocurrido tras perder toda posibilidad de escapatoria. La única señal que llevábamos ambas, de ese encuentro, eran las cicatrices que lucían aún rojas sobre nuestra piel. De ahí que agradeciera que el clima me otorgara la excusa perfecta para ocultar los patrones con ayuda de unos gruesos guantes negros, suspiré, descubrí el rostro de Viktoria y le sonreí cuando nuestras miradas se encontraron –veremos a alguien muy especial hermosa –le comentaba despeinando un poco su cabello rubio, en ciertas ocasiones me ponía a pensar si alguien de nuestra familia era rubio como ella.

 

Dunkel siguió mirándonos y estudiando mis reacciones, comprendía perfectamente su proceder, –gracias –le dije extendiendo mi mano para que la tomará y apretará entre su apergaminada piel mis dedos –no tiene porque darlas –repuso haciendo una solemne reverencia, volvió a levantar la única maleta que transportábamos y emprendimos de nueva cuenta la marcha hasta 221B del Callejón Baker. Volví a cubrir a Emma para protegerla del viento y antes de que llegáramos a nuestro destino me incliné para susurrarle a la pequeña criatura –pase lo que pase, desaparece con Emma por favor… –no dijo nada, mas al levantarme la determinación a la promesa, que me hiciera al llegar a Skallingen, se hizo tan palpable como si hubiera aceptado de forma verbal en sus pupilas oliváceas.

 

Ahí estaba nuevamente en Londres, “visitando” a un ser tan querido por mí, a una bruja que removía fibras tan sensibles en mi interior que de pronto la tristeza me invadió y mis ojos se aguaron ante la posibilidad de un calido abrazo, un refugió, un remanso de paz en medio de toda esa borrasca –Bel –pronuncie, su nombre con cariño, cuando con timidez daba unos suaves golpes a la puerta, esperaba secretamente que fuera ella quien me atendiera mas el rostro con el que me tope distaba mucho de la matriarca Evans.

 

Una mujer mayor nos dio la bienvenida a Dunkel, a mi hija y a mí. Lucia un tanto agitada que la calma que intentaba permaneciera de mi lado se tambaleo el tiempo que tarde en detectar en el ambiente, entre toda la gama de aromas que flotaban por aquel lugar tan misterioso, la esencia de quien fuera mi compañera de bando. Casi como un autómata coloque mi pesado abrigo en donde así me lo indico, le devolví el saludo sin quitarme los guantes que estarían helados por el inclemente tiempo fuera y respondía a su pregunta, –por favor anuncie a Kutsy Stroud y a su hija Emma Lenteric –olvide mi incomodidad ante el comentario de que había hecho lo correcto, ya que últimamente sentía como si no fuera así.

 

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Grave problema encontrarlo como lo encontré: Aquella posición solo significaba indiferencia, esa con la que en principio no había sabido lidiar, pero que tras todo el tiempo juntos, había terminado por asimilar quizá de mejor forma de la esperada. Una vez más lo amenacé con el kiorke y con un incendia din que lo dejaría rodeado de llamas de fuego, pero él permaneció de la misma manera, dejando claro que no había escuchado en lo más mínimo mis palabras.

 

Me rindo ante el hecho y sé que debo darle la razón a la dependienta que ya lo me lo había advertido nada más llegar, solo que terca no había querido admitirlo. Así que, sabiendo que no hago diferencia allí, vuelvo sobre mis pasos, para preguntarle acerca del tipo de la panadería con el que la veo conversar de cuando en cuando, y luego ayudarla a preparar el té, que de todas formas, sé que él pedirá cuando salga de ese estado de ensimismamiento.

 

- No vayas a ser demasiado dura con él- me murmura aquella amable mujer mientras subimos las escaleras y dejamos las humeantes tazas de té sobre la mesilla- Dios sabe cuanta fue la dosis esta vez.

 

Sí, esa misma pregunta quisiera hacerle yo, aun cuando una parte de mí no quiere saber la respuesta. Para él, tan ávido de experimentar con todo lo que tenga al alcance, puede ser interesante hacer esas mezclas imposibles con el fin "de aclarar su mente" para momentos de meditación como esos. Mas en cuanto a mí, cada una de esas veces, es solo una prueba más de lo infantil que es en ocasiones, y del poco cuidado que le presta a su salud, y que incluso, me lleva a cuestionarme si no hace todo eso, solo por la confianza de tenerme allí como su sanadora.

 

Los minutos siguen pasando, y sentándome sobre la butaca, estoy decidida a no hablar y pagar indiferencia con indiferencia al momento en que lo oigo por fin levantarse y caminar en mi dirección. Él se pone más hablador que de costumbre, el mismo viejo método cuando solo quiere eludir las situaciones en las que espero por una respuesta, y yo aguanto pacientemente, hasta que incapaz de seguir esa charla insulsa, termino por mascullar un débil "tenemos visitas" que lo lleva a un nuevo monólogo del que solo puedo rescatar su pedido de que coloca todo objeto filoso a un metro y medio de altura.

 

Trabajo nada sencillo, pues solo hace falta ver la cantidad de pedazos de vidrio, la navaja y los alfileres esparcidos en distintos puntos de la estancia. Y sin embargo, una vez más, me obligo a permanecer calmada, asentir y entregándole el morral de las pociones, ponerme a trabajar en dejar decente ese lugar, ahora que él se ha marchado a su antro particular de experimentos.

 

Ordenar y ordenar, desde los estantes donde junto a libros pueden encontrarse partes de cuerpos de animales y otras especies, hasta la propia repisa sobre la chimenea. Botar a la basura todos los parches de nicotina usados, y lo mismo las jeringas de quien sabe que sustancia (no, realmente no deseo saberlo aunque por el olor y la textura casi que tenga la certeza de saber de cuál se trata). Es extraño, entremedio, escucharlo cada tanto, contándome alguna de esas aventuras en las que no he sido parte, o algún dato de esos que considero irrelevante. Su rostro al asomarse transmite tal grado de emoción, que soy consciente que toda esa situación lo tiene particularmente motivado.

 

La dependienta ha vuelto a subir ante la agitación de nuestras pisadas, se une a mí y a la elfina que está ayudando en la limpieza de los muros llenos de manchas, y esta vez nuestra charla sobre el panadero se prolonga, sazonada por comentarios sobre los hombres y sus capacidades amatorias, tema del que quiero escapar para no hacer notar mi poco (nulo) conocimiento, que no tengo interés en que Garry note.

 

Pero tras el vidrio, él parece estar totalmente concentrado en su creación, así que me siento más tranquila y pronto ideo una forma de salir de tan espinoso tema. De modo que cuando él vuelve a la habitación, la conversación discurre acerca de los mejores métodos caseros para conservar la madera libre de bichos. Tristemente, nuestra conversación llega a su fin.

 

Él, bastante más rápido de que lo suponía, se las arregla para desde la comodidad del sillón donde ha vuelto a sentarse, para dejarnos a solas. Es entonces que menciona la carta, y esa sola mención conforta mi corazón.

 

Porque a pesar de lo que había podido parecerme hasta entonces, él realmente no había olvidado aquel asunto. Leo la carta entonces, a un ritmo pausado intentando yo misma en el proceso comprender los sentimientos de Kutsy al momento de escribirla, y solo por momentos lo miro de reojo para saber si me está siguiendo. Ya casi estamos en la despedida de la misiva, cuando de pronto, unos golpes en la puerta me hacen inmediatamente asomarme a la ventana.

 

- Nuestra visita acaba de llegar ¿cierto? pero - ahogo el grito en mi garganta al reconocer de inmediato a la delgada figura, la graciosa niña a su lado, y el elfo sirviente y amigo- ¡es Kutsy! Pero como pudo llegar ¿es a ella a quién esperábamos?

 

La impresión es tanta que regreso de nuevo a la butaca, con la mente en blanco y millones de preguntas a las que sé que Garry podría dar respuesta. Los pasos en la escalera solo consiguen agitar más mi respiración, y en cuanto madre e hija son anunciadas no puedo hacer otra cosa más que ponerme de pie y abrazar a Kutsy, un abrazo largo que Emma contempla con aquellos ojos despiertos.

 

- No sabes lo preocupada que estuve, con esa carta, y sin poder saber como hacerte llegar una sola palabra que te sirviera de consuelo.

 

Deshago el abrazo solo para contemplarla un instante y poniéndome en puntillas darle un beso en la frente.

 

- Siéntate por favor ahijada mía- extiendo la mano para indicarle el sofá donde siempre recibimos a nuestros invitados y entonces recuerdo que Garry también está allí- eh, bueno, allí como ves está un viejo conocido ¿hace mucho no se veían verdad? está peor que antes debo decir, aunque bueno, él es lo menos importante en este momento, la importante eres tú. Queremos escucharte, puedes extenderte todo cuanto desees, yo me haré cargo de Emma si lo deseas para que puedas soltarte sin mayor problema.

 

La pequeña no ha perdido el tiempo y ya sus manitas han comenzado a coger varios de los objetos que tiene alrededor, el favorito unas orejeras de peluche que son un viejo regalo de mi madre muggle y que quedaron allí abandonadas junto a una ruma de periódicos. En mi interior, me siento satisfecha de saber que no hay nada peligroso a su alcance, y es ante ese pensamiento que súbitamente recuerdo porqué no hay nada peligroso. Emma ha alzado ambas manitas, típico gesto para indicar que desea ser llevada en brazos, por lo que la alzo, y mientras ella juguetea con mi cabello, decido sacarme aquella duda con Garry.

 

- Hey niño ¿por qué no me avisaste que te habías comunicado con Kutsy? Entiendo lo de tus métodos, pero me viste tan preocupada y ¿que tenía de malo admitirme que le habías escrito?

 

Emma lo observa también un momento, y aunque no se de que manera, pareciera como si pudiera ver mucho más allá en él, de lo que yo misma lo hago. Lamentablemente, a los segundos parece hallar más entretenido seguir jugueteando con mi cabello.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Todo los acontecimientos subsecuentes a mi recibimiento en el 221B del callejón Baker resultaron vagos y poco prioritarios, había pasado tanto tiempo en completo aislamiento que sólo el tacto de Emma y Dunkel eran los dos anclajes que me permitían deambular sobre una existencia que de apoco perdía un sentido coherente. Mas cuando mi vista se posó en los ojos del otro consultor me di de llenó contra un muro, fue como caer en un abismo de mutismo, donde no existía nada… absolutamente nada.

 

Un gusto mi nombre es Kutsy Stroud – Dunkel me miró, negó con la cabeza y me ayudo a tomar asiento. Su actitud me hizo estremecer y que los ojos nuevamente se me llenaran de llanto, lo había hecho de nuevo, –Bel ¿crees que alguien pudiera cuidar de Emma unas horas? Requiero que solo los tres nos quedemos –conocía la respuesta, a mi pregunta, pero necesitaba escucharla o de otra forma la presencia que dormía en mi no dejaría marchar a la pequeña sin más, giré el rostro hacía mi izquierda y limpié, con disimulo, el par de lagrimas que caían por mi nívea piel.

 

Tras un par de minutos volví mi vista a mis interlocutores después de suspirar –por tus palabras debo suponer que conozco a esa persona –añadí intentado armar un rompecabezas que carecía de varias piezas mientras me concentraba en descifrar si aquel mago que yacía sentado tan calmado realmente era un conocido mío o sencillamente mi madrina se había equivocado al hacer tal aseveración, mas la actitud de mi elfo reforzaba el hecho de que aquel hombre había desaparecido de mis memorias.

 

Pero me temo que si así es, lo he olvidado… –pensé por una fracción de segundos que sentiría dolor, pena o aprensión al reconocer ese hecho, sin embargo la sensación que experimente distaba demasiado de algo cortés. –Esa también es una de las razones por las que escribí esa misiva –señalé el desgastado pergamino que se encontraba cerca de quien aun permaneciera callado –en realidad he olvidado muchos detalles de mi cometido, cuando escribí esas líneas, mas sólo estoy consciente de que requiero de su ayuda –era lo primero realmente coherente que decía en meses.

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Ha escuchado el desarrollo de la misiva en boca de ella, mientras lo hacía despertó el fuego que minoraba en la chimenea, la temperatura ahora es tan alta que nos es posible recordar el frio que hace aun los estragos del invierno. Sabe que ella se está esforzando, pero es verdad que le ha pedido que lea por puro capricho suyo, no le dirá que solo es para que deje esa insensata e innecesaria terquedad de tratar indiferencia con indiferencia como ella suele llamar, solo él puede permanecer en mutismo por largos ratos, Bel Evans no, ella tiene ese brillo de nobleza que aclara los pensamientos turbios del mago, sobre todo cuando de resolver líos sentimentales se trata. Eso le ayuda ahora, justo puede rescatar pensamientos propios que la Evans es capaz de transmitir al leer las últimas líneas de la carta. Con la mirada perdida en algún punto no especifico se ha puesto a pensar que esto puede ser más complicado de lo que imagino en un principio. Pero eso está bien, quizá sea justo lo que necesita ahora.

 

No ha terminado de escuchar el final de la narradora y ya no están más solo ellos dos en la habitación, a veces no es consciente de cuál rápido tiempo es el que realmente a su alrededor. La mujer mayor presenta a los invitados y entonces sabe que es tiempo de trabajar. Le cuesta trabajo dejar su lugar tan cómodo, y no lo hará, después de todo “la visita no es para él” , pero no consigue evitar, cuando se le menciona por parte de Evans, saludar a su visita con una cortesía, y aunque confundido por lo que ha dicho sobre él (¿Peor que antes? El cree que es justo lo contrario) saluda a la ahijada de la sanadora. Se siente bastante limitado de pensamiento con el encuentro de las conocidas, es demasiado emocional que necesita esforzarse un poco más para comprenderlo mejor. No presta atención alguna a la criatura que llega junto a la mujer, ni si quiera esa que solo balbucea silabas de manera incomprensible. Y ponerse nuevamente cómodo en sus lugar es el acto que sigue.

 

A él puede gustarle muchas cosas de Bel Evans, excepto ese exasperante hecho de quererse adelantar a que las cosas pasen antes de tengan que pasar, es posible que sea porque es ese mismo hecho el que no la deja ver con claridad lo que debe pasar. De alguna manera eso resulta encantador para él solo por el simple hecho de tratarse de ella, es divertido recordarla hacerlo tan inconscientemente, pero en el momento, cuando lo ha delatado sin querer delante del cliente, es un inconveniente, sobre todo con la clase de clientes que normalmente llegan a callejón, esos inseguros, nervioso, y un poco excéntricos (según la vieja recepcionista) que llegan más de una ocasión hasta el último peldaño del portón y ahí, después de unos segundos más, han concluido de que no es tan buena idea visitar al consultor. Sencillamente terminan por marcharse y al final de la semana (los jueves siempre se ve más gente por el consultorio) se les encuentra en la butaca contando sus problemas a los detectives.

 

-Mademe Hornett puede ofrecer algo a la criatura mientras espera a su señora- no se ha fijado más en la mujer, no necesita saber que aún sigue esperando en la puerta del consultorio -Y puede llevar con usted a…- apenas le da un vistazo a la pequeña - Joune Lenteric- sonrió apenas y sin interés alguno ha tomado nuevamente el pergamino entre sus manos, ahora que ha escuchado la voz de la remitente es tiempo de leer la misiva una vez más, pero no ha dejado de escuchar al cliente, parece no recordarlo, eso no es relevante, no debieron haber pasado gran tiempo juntos, él tampoco es capaz de generar un recuerdo solido de la mujer, pero ella continua y le ha fastidiado escucharla decir que ha olvidado detalles de su deber, debe omitir un gesto. Entonces le sonríe casi ofreciendo un guiño a la mujer, un gesto casi de consuelo, sabe que no es fácil siempre pedir ayuda, el no querer involucrar a los demás, el no querer ser salvado. Y siente un gran respeto por ella al ofrecerle su confianza, el siente que puede serle fiel para siempre.

 

-Entiendo que pueda sentirse algo incomoda señora Stroud, y creo que si ha esperado tanto tiempo no importara que guarde un minuto más, yo…- se ha tambaleado junto a su butaca apenas se ha puesto de pie, ¿el perdiendo de ese modo el tiempo sobre un caso interesante? -…Yo les ofrezco un momento a solas antes de la consulta para entrar en confianza- con pasos largos y lentos esta justo en la puerta, desde ese lugar puede observar la parte del consultorio donde se encuentra la sanadora y Kutsy y sin problemas ve como madame Hornett se siente insegura de bajar los peldaños con la pequeña, -Con su permiso, madames- ruidosamente ha hecho una reverencia que sabe que Bel ha notado como mala improvisación.

 

-Ah no bajen con tanta prisa los escalones, déjeme ayudarle con eso, ¿Ha tomado alguna vez te de rabioles? Sabe un poco extraño sí, pero es posible que pueda solucionar ese problema que tiene para pronunciar…- se escucha su voz viajar tras los traslapados pasos de los tantos pies que bajan -Amo Grell, solo es una niña- ella de verdad no cree que es el único infante en ese lugar -Ahh madame ¿cuántas veces le he dicho que no me llame de ese modo? Y usted, elfo, ¿siempre esta con la señora Lenteric? Es una persona muy triste ¿no es así? podría matarme y sentiría más pena por ella que por mi cuerpo muerto…- el tono de su voz es tan casual que casi parece una conversación normal -Señor Ollivander, será mejor que cuide sus palabras o no habrá más extremidades mutiladas en mi refrigerador- reprenden en vano -Son solo pestes madame. Déjeme prepara hoy él te, he de probar una nueva infusión que Bernadette me ha traído de su viaje al sur de las Américas, justo será lo suficiente para compartir con nuestros invitados- no tiene prisas, pero es menos denso de lo usual -No diré que no, no es tan común tanta jocosidad de su parte joven.

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La pena, las lágrimas silenciosas, el apagado ser humano que tenía ante mis ojos, distaba demasiado del preciado recuerdo que atesoraba de Kutsy en mis memorias. No así de la última vez que la había visto, deambulando perdida por los terrenos del Castillo Lenteric, los días siguientes a la navidad. En aquella ocasión, la había obligado a mirarme y a prometerme que acudiría a mí cuando lo considerara necesario. Había sido tonta de creer que solo con eso, había ayudado a restaurar su ánimo y su voluntad de componer su desgastado y fragmentado corazón.

Lo cierto, a la luz de los meses transcurridos, era que había ido más y más profundo en la oscuridad y el vacío, arrancando incluso de si misma sus memorias. Lo confesaba justo en esos momentos, mientras observaba indiferente a Garry, y se cuestionaba la existencia o no de un lazo de amistad o tan siquiera de haberse conocido antes.

- Su nombre es Emma - corrijo a Garry de repente al escuchar su sugerencia, a la que hago caso enseguida, dejando a la pequeña en manos de la dependienta que enseguida consigue distraerla con una pipa tallada que yo dudo sea meramente ornamental- entonces, supongo que habremos de empezar ¿correcto?

Mi pregunta sobre porqué no me comunicó de la llegada de Kutsy aun flota en el aire, sin respuesta. Me quedo de pie, sin pensar bien que hacer, mientras él observa a mi ahijada lo suficiente para cuestionarme si solo la está examinando o acaso intentando, con solo aquellos pocos gestos, brindarle seguridad. De todos modos no es buena idea profundizar en el asunto, porque con él difícilmente las cosas pueden ser como se observa simple vista.

Ya estoy casi lista para que comience a hacer sus preguntas usuales, cuando de repente se pone de pie, anunciando que nos dará un tiempo a solas. Mi cara de incredulidad debe ser única, no tanto por la acción en sí (que siento que muestra esa calidez que es la que me hace permanecer allí, apoyándolo pese a sus rarezas) como por el hecho de que sintiera que nos debía ese momento. Por el hecho mismo de haber sido mínimamente consciente de que sí, necesito unas palabras con Kutsy, quizá palabras más "emocionales" de las que él podría tolerar o comprender.

Sonrío ante esa venia levemente exagerada con la que se va, y aunque segundos después siento que quiero golpearlo por los comentarios dichos en voz suficientemente alta, varios de ellos con cierta carga hiriente, finalmente opto por dar un suspiro cansado y avanzando hasta Kutsy la invito a que se siente en el sillón de dos cuerpos.

Ya sentada a su lado, y con la luz de la lámpara alta reflejada en su rostro pálido, casi siento que a quien le voy a hablar es solo el espectro, o el fantasma, de mi ahijada.

- Él suele ser realmente penoso para notar los sentimientos de los demás, digamos que "no es su área"- sin proponérmelo he comenzado aquella conversación ofreciendo una disculpa por Garry, hábito adquirido a fuerza de tantos casos donde sus comentarios cero empáticos nos habían puesto en aprietos con algún cliente- pero, aunque no lo recuerdes ahora, fue y siempre ha sido una persona noble, a su extraño modo, así que si has llegado hasta aquí por mí, quisiera pedirte que también extendieras este voto de confianza para él ¿lo harías?

Desde abajo el ruido de pisadas y voces es algo pocas veces presenciado en Baker. Garry pregona sus conocimientos para distinguir las distintas variedades al interior de los cuatro grandes tipos de té con un énfasis que me hace pensar que sus interlocutoras ocasionales están muy poco interesadas en lo que tiene para decir.

- También tienes que saber una cosa Kuts, esta vez no pienso detenerme hasta encontrar la razón que te ha dejado en este estado. Quizá la última vez pensé que no era lo correcto meterme, que tenías una familia y un marido que velaría por ti de mejor manera de lo que yo, una fugitiva de la justicia, podía hacer. Pero ya no creo más en ese razonamiento, ya no pienso, nunca más confiarte en otras manos ¿me oíste? Y esto lo hago por ti, mas también por Emma, esa pequeña luz, tu luz mi querida, que cada día crece más fuerte, y más sabia, aunque ese cuerpecito no lo deje traslucir del todo.- tomé sus manos entre las mías, aquellos dedos largos y finos que constrastaban con mis manos ásperas y anchas- Ahora, si quieres seguir llorando hazlo, si quieres gritar o contar algo que pesa en tu corazón, hazlo también, pero no quiero, no permitiré que huyas una vez más. Porque no pararemos hasta resolver este asunto y exigir cuentas a quienes lo merecen.

Y la abracé entonces, con la clase de abrazos que me permitía dar a poquísimas personas. Esos en dónde solo trataba con mis brazos de apartar todo el sufrimiento y el dolor, esos abrazo-promesa de que haría todo lo posible para que volviera a sentir que la oscuridad y el olvido de sí misma podía ser un buen camino.

@ @@Kutsy Stroud Lenteric

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  • 2 semanas más tarde...

Dunkel

 

La pequeña criatura miró con interés al caballero que encomendará el cuidado de Emma a esa mujer que les recibiera. Se apresuró a dejar a su señora a solas sabiendo que estaba en muy buenas manos. Bel Evans siempre había demostrado ante sus ojos una gran cariño hacía aquella bruja que intentaba por todos los medios posibles mantener su interior en calma, mas él sabía que las emociones le sobrepasaban y producían un sufrimiento atroz que acallaba con sonrisas, abrazos y buenos deseos. Solo porque gustaba de transformar su oscuridad en luz.

 

Kutsy jamás había sido apta para permanecer en un sitio donde existieran demasiadas personas a su alrededor, solía confundirse con prontitud y su propia mente divagaba cerca de los grandes cuerpos de agua o de ese bosque que todas las noches suele llamarle con insistencia. Sólo porque ahí el dolor desaparece, sólo porque ahí ya no hay mas llanto. Sí, andaba, hablaba y parecía una persona “normal” mas no lo era y sin embargo, a pesar de sus excentricidades había conseguido hacer florecer amistades tan largas como la que tenía con Ania Evans, una mujer a la que últimamente extrañaba en demasía.

 

Tras una corta deliberación recordando la primera vez que viera a Leyla, en brazos de su madre, afirmó con un movimiento de cabeza su primera pregunta mientras le ofrecía a Emma su osito de felpa al percibir su inquietud por la separación de su progenitora –se equivoca joven, la señora no es una persona triste –sonrió cuando la pequeña abrazo el oso y siguió mirando a la mujer que la sostenía con curiosidad –es demasiado sensitiva, en realidad –se preguntó por un segundo si comprendería sus palabras o sencillamente llegaría al veredicto de que Kutsy Stroud no era más que una enferma mental.

 

Kutsy Stroud.

 

“Un destello en la oscuridad y una voz que susurra son piezas fundamentales en todo caos” pensaba mientras mi cuerpo temblaba con ligereza al dedicarle una sonrisa a mi hija y una más a Dunkel, aquella criatura que a pesar de las inclemencias permanecía a mi lado sin importar absolutamente nada, ni siquiera le afectaba el hecho que durante mi niñez le confundiera con mi amigo imaginario. Sí, ahora lo sabía. Aquel corbatín yo se lo había regalado al cumplir tres años, nadie lo podría adivinar pero desde entonces él tuvo la oportunidad de alejarse de mi lado, sin embargo, permanecía leal a mí y mis seres queridos.

 

Intenté por breves minutos evocar aunque fuera algún indicio del otro personaje que llenaba la habitación de demasiadas emociones y pensamientos. Cerré los ojos, asentí a un par de preguntas formuladas por mi subconsciente y me senté en el lugar que mi madrina me había indicado. Sabía que sufría por mi estado actual, podía apreciarlo en sus ojos, no obstante, me encontraba tan “rota” que la tristeza se filtraba en cada una de las fisuras que aunque invisibles a los ojos humanos ahí estaban recordándome cada tanto que de un modo u otro nada volvería a ser lo mismo.

 

Mas entre todo mi ensimismamiento pude detectar la calidez y protección con la que Bel hablaba de Garry, su nombre removió algo en mí. Un viejo recuerdo de mi niñez el cual se desvaneció con la misma rapidez como había aparecido, esbocé una sonrisa ante la disculpa que ella daba y asentí ante su pregunta –soy capaz de darme cuenta de que tus palabras guardan una verdad que aunque ahora me resulta ajena, así lo haré te lo prometo –declaré inspirando con suavidad, sintiéndome por vez primera vez en meses en un lugar seguro.

 

Sus siguientes palabras me recordaron porque acudía a ella que cuando me abrazo, todo el afluente que había estado guardando para mí corrió libre, tan libre que de no ser porque sus brazos me sostenían estaba segura de que me caería en mil pedazos. Hasta ese instante nadie más se había detenido a abrazarme, a preguntarme que ocurría conmigo, a si quiera cuestionarme si mi aparente sonrisa realmente era real. Ella tenía razón poseía una familia, una que se había vuelto un borrón, un sitio donde la misma traición relucía entre sus paredes, sin embargo, ¿quién era yo para juzgar? Para condenar.

 

Absolutamente nadie, me repetí mientras los sollozos se volvían un clamor desgarrado por esa verdad que me pegara directo al corazón y me dejará completamente devastada a mi vuelta a la Lenteric… Mi familia, mi lugar seguro se había transformado vertiginosamente en todo lo contrario y sin embargo, dentro de mi sabía y entendía que jamás me rendiría, que nunca desistiría por más difícil que fuera la situación. Ya que al final un Stroud lleva por lema mantenerse de pie a pesar de la borrasca más reacia. Y yo no sería la excepción que con determinación inspiré cuando las lagrimas fueron disminuyendo y mi corazón volvía a su latir habitual.

 

Gracias –exclamé en gratitud a su gesto –debo parecerte un fantasma mas que una persona normal –declaré sintiendo un poco de incomoda por mi deplorable estado –¿podría tomar un poco de agua? Por favor –si bien aun mis emociones estaban en un desorden indescifrable, sabía que mi regreso a Londres traería respuestas, para muchos, principalmente para mí. –Lamento no haberme puesto en contacto después de ese día que me vieras en navidad, pero no fui capaz de encontrar un camino para volver… –un susurro se volvió mi voz al recordar los meses consecuentes a esa tarde.

 

Guarde silencio un instante y alise con cierta distracción mi cabello –nadie más que…–su nombre, hacía demasiado tiempo que lo pronunciara y sin embargo comprendía que no podía evadirlo –Ethan, sabe sobre el sello que yace en mí –a mi madrina jamás le había hablado de que mis poderes demoniacos estaban eclipsados por un antiguo sello que hacía mis memorias se fragmentaran con una rapidez alarmante los últimos meses –este pensé había sido colocado por mi padre para mantenerme oculta de mi abuelo –me removí un poco inquieta ante la sola idea de que las amenazas que pendían sobre mí y Emma se hicieran realidad.

 

Sin embargo, una tarde mientras pasaba tiempo en el invernadero una lechuza trajo esto –le decía mientras acercaba la única maleta que traía conmigo y sacaba de entre uno de los compartimientos lo que parecía ser un circulo de acero forjado dónde se podía leer la siguiente leyenda: “ Dragoste”, en la parte posterior y enfrente un emblema de una casa se encontraba tallado –por un tiempo estuve investigando al respecto pero no encontré nada que fuera realmente relevante, no hasta que descubrí que –ahora le entregaba una vieja hoja de periódico dónde justo en la parte central se hallaba una fotografía el mismo símbolo.

 

Un león con las fauces abiertas junto a un lobo, aullándole a la luna, entrelazados en una media luna, suspiré, –desde entonces a mi hija y a mí nos han perseguido a todos lados. No se lo que esta pasando, de ahí que decidiera alejarme de mi familia, porque el sello se ha fragmentado un poco más y con ello mis frágiles memorias –miré con cierta desesperación a Bel mientras tomaba sus manos entre las mías –tengo mucho miedo de olvidar a mi familia… –mi voz se quebró y nuevamente las lagrimas se hicieron presentes.

 

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No es el elfo quien puede decirle a Ollivander lo que quiere saber en verdad, con sinceridad cree que es ayuda lo que pueda decir, pero es la Stround quien le confesara sus secretos, de ella lo más cercano a la verdad esta, pero de los demás lo más importante siempre será, por que sabe él que no está en la naturaleza humana confesar la vida propia a los demás con lujo de detalle, nunca se dice todo, los detalles se olvidan o no prefieren ser contados, factores hay muchos, y ellos deben siempre ingeniárselas para sacar aquello adelante con lo que se tenga en mano. Pensar en esos huecos que quedan perdidos en alguna parte de la línea del tiempo y que jamás se sabrán consigue provocarle ansiedad, apenas le ha sonreído a la criatura, por mera cortesía. Han llegado sin problemas hasta la pequeña cocineta que existe en planta baja, un mal diseño de forma, pero que cumple bien su funcionalidad, apenas entra rosando el mueble clavado en el muro donde madame Hornett guarda las tazas, se las ha ingeniado para cruzar por el estrecho paso para alcanzar la parrilla y con algo de magia encenderla sin problemas, no ha de voltear siquiera a sus acompañantes y sonriendo divertido en pensamiento responde a los reclamos de su recepcionista, no es culpa de él que ella sea una squib, si su estufa se daña, por supuesto que usara magia para repárala.

-Madame, no he traído conmigo el sobre con la el té de Bernabeth, oh no, no por favor yo en verdad deseo compartirlo, estoy seguro que a Bel le gustara más que el de manzanas y canela que guarda usted, ¿ya le he dicho que no es mi preferido?- sus manos no paran, son tan agiles para mesclar, agitar, y mover los trastos preparativos para tomar el té, y continua a pesar del gesto que la mujer ha hecho, no necesita verle para saber que está apunto de interrumpirle –Puede usted, David, ir a buscarle, está allá arriba, en el invernadero del consultorio, junto al mechero si no mal recuerdo, sobre el caldero de cobre, ¿puede hacerme el favor de traerlo?, es un saco de gamuza roja, no necesita interrumpir la plática de las doncellas tres escalones después del descanso esta la puerta que lo lleva directo a la habitación…- ha negado a la opción de Hornett de ir ella a buscar el sobre, y Ollivander debe ejercer presión para conversarles de que es el elfo quien debe ir –He de pedir otro favor más a usted, madame…- insiste. Sabe, aunque no es capaz de escuchar, que miss Hornett ha hecho un gesto agradable a la criatura para animarlo de ir, la mujer conoce bien a Ollivander, y sabe que hallara el modo de no retractar su petición.

–Todo ira bien querido, llama si tienes problemas- y de alguna manera ella simplemente coopera.

Gira sobre sus talones al escucharlo por allá del décimo escalón, justo donde la escalera dobla mortalmente y la planta inferior queda fuera de vista, entonces se encuentra frente a él un par de curiosos ojos que le inspeccionan justo como hacia un momento atrás cuando la menor Stround guardaba calma en los brazos de la sanador <<Oh>> apenas articula, y su mirada nerviosa vacila de la niña a lo alto de la escalera más de un par de veces. La mujer mayor reprende al mago con la mirada, mientras insiste a la pequeña el muñeco que ha soltado. Se encuentra sorprendido realmente ¿Por qué había olvidado a la niña en ese lugar? Como sea el caso ahora la menor parece más entretenida con el muñeco que carga que en el hombre. Del dobles de sus mangas ha sacado un fresco pequeño en forma de una gota roja, su mirada nerviosa vuelve a la niña quien lucha por alcanzar la servilleta que esta sobre la mesa. Madame Hornett está por articular, pero como siempre el mago se ha de adelantar con tono irritado, sabe lo que dirá, y es muy molesto que siempre pregunte lo mismo.

-El elfo no me deja pensar- suelta así nada mas –Está pensando y eso nos distrae- casi a gruñido, ha de olvidar en ocasiones que la criatura aun merodea su mente con libertad, en la mirada del mago sus par heterocromos ha perdido prendida, –También lo haces tú, pero creo que me he acostumbrado a tu intromisión- habla sin fijarse en el tono de sus palabras y Ollivander no está más en esa habitación, a pesar de que ella lo sabe la mujer ha gemido herida por el comentario, sabe que no es la primera vez que lo escucha de esa manera, pero algunas veces ella se pregunta, como es que le ha soportado tanta falta de respeto, quizá tanto capricho cumplido es el causante del mal comportamiento del menor, si supiera más sobre su jefe, ella misma escribiría una misiva a los padres de Ollivander –Que curioso caso ¿no crees?- él continua y ella no le ha de contestar, conoce este comportamiento y sabe que, por millonésima vez, él no habla con ella, e insiste en distraer a la menor, siempre le ha parecido penoso este gesto del señor Ollivander.

De reojo ha visto maniobrar el frasco entre sus dedos con habilidad, lo ha agitado bastante hasta terminar justo entre la punta de sus dedos, ella jamás ha visto tal habilidad con las manos, y se encuentra casi hipnotizada con ellas, el modo en que inconscientemente lo hace y la elegancia de sus movimientos. El frasco se abre haciendo un ruido que estremece a la mujer y por el gesto, sabe que al mago le fascina, el hombre ínsita con sus dedos la boca del frasco hasta que consigue que de este humee un gas violeta, Ollivander, con un ágil meneo de su muñeca conduce al hilo hasta la olla del té. Antes de que ella pueda replicar cualquier cosa, el continua su parloteo.

>No me parece tan curioso< Aun no le has escuchado, no juzgues. >¿Perdón? ¿Viste su maleta? No me sorprendería que…< No apresures tus palabras anciano, ojos y cerebro, >Sabes de donde viene< Pero no es lo que importa, donde estuvo antes y a donde ira ahora es lo que si porque… > Por qué es lo que no sabes…has tomado buen camino, pero perderás mucho dejándola con la mujer< No, ella sabrá que hacer >Te confías demasiado, ¿tienes algo bueno?< Lo mismo que tu >No me hagas perder el tiempo niño< ¿Enserio? Puedes ir a donde quieras >¿Qué hay de la criatura?< Irrelevante es lo que menos me preocupa ahora >Eso habéis dicho de la doncella del sendero de grosellas< Es obvio que es un elfo libre. !Dame algo útil viejo! >Garry por favor ¿decirme que no te parece algo familiar?< ¿Su caso?- la criatura a reído maliciosamente >La doncella, mi querido…< - dentro de sus memorias la risa de una niña se ha colado y retumba aturdiéndolo por completo.

Como si un rayo le atravesara ha quedado petrificado, empuñado en mano el frasco rojo, ha dejado de humear y antes de que parezca extraño lo deja junto al tarro de miel con discreción. Durante este tiempo se ha paseado sin problemas se ha hecho muy bueno en manejar su cuerpo inconsciente. Y frente a él puede ver ahora a la pequeña que juega con el muñeco, a la recepcionista que lo reprueba con la mirada y al elfo que sospecha de él. Les sonríe, espera realmente que la pequeña criatura apenas arribara la cocineta ¿Cuánto tiempo se había ido esta vez? El tiempo en el exterior siempre es más rápido. La olla en el fuego comienza a chillar.

–El agua esta lista Dariel ¿Trajo consigo el sobre?- sonríe con libertad.

 

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Su promesa de confianza me regocijó. Por ahora, me resultaba suficiente. Fui por el vaso de agua que pedía, y tras dárselo volví a colocarme a su lado, escuchando con atención cada palabra suya.

 

Kutsy contó entonces acerca de un sello, del que solo Ethan conocía de su existencia, y del cual al parecer sólo tenia vagas nociones de su funcionamiento y fines. La vuelapluma iba tomando nota de aquello, y mientras tanto mi mente intentaba aventurar alguna conjetura. El problema sin embargo era que nada conocía del mundo de los demonios y de por sí todo estudio de ellos se tornaba difícil por las particularidades que cada uno podía tener.

 

Los siguientes elementos (el círculo de acero y la hoja de periódico) evidenciaban un vinculo claro en torno a un mismo símbolo y una palabra (Dragoste ¿dónde es que la había oído antes?) y a juzgar por lo que Kutsy decía quien había enviado el mensaje de lechuza con el particular regalo era quien estaba tras esa demencial persecución a ella y Emma.

 

- Tranquila, ya la información que has dado es bastante valiosa. con suerte, podrás recordar alguna otra cosa más, pero lo importante ahora es que termines esa agua y te mantengas estable ¿si? Porque tu eres la pieza central de este puzzle a desentrañar.

 

Un ruido se deja oír desde el invernadero y me sobresalta, pero no tardo en notar que solo se trata de Dunkel llevando un saquito de té, de seguro exigido por Garry (como si el té no fuera simplemente té...)

 

Vagamente, porque nunca lo habíamos conversado (y me pesaba ahora) había sospechado que la infancia de Kutsy había sido bastante difícil y quizá hasta traumática. Ella, Cillian y Eliah, cada uno de forma particular, había quedado marcado por ese periodo de vida.

 

Pero así como el pasado, también del presente necesitábamos todavía mucho más. Varios detalles sobre los Lenteric , y el papel de Ethan escapaban a esa escueta explicación que ella me había dado, pero quizá era ya el límite de mis posibilidades darle una coherencia a los retazos de información.

 

Eso tendría que hacerlo Garry, y no me quedaban dudas de que lo haría pronto porque sus pasos comenzaban a escucharse en la escalera, hasta que finalmente su figura asomó por la puerta.

 

- Hay muchas cosas a las que tienes que echarle un vistazo querido - le dije poniéndome de pie para luego con delicadeza colocar todas aquellas piezas (el círculo y la hoja de periódico) sobre la mesa en la cual también descansaban sus equipos, lupas y varias chucherías más.

 

-Oh, y esto también- dije, haciendo levitar con un movimiento de la varita la agenda con los apuntes pormenorizados de todo lo que mi ahijada había dicho hasta entonces.

Editado por Bel Evans McGonagall

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