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Nigromancia


Báleyr
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Ahh, con que facilidad es que la mujer se había dejado llevar por el apasionamiento ¿no le había reclamado también eso en muchas ocasiones su abuela durante su entrenamiento? Ya en el interior de la habitación y con los cuerpos colocados en una suerte de mesas de trabajo, Nasha se tomó la molestia de escuchar con el doble de cuidado y atención las palanras de Báleyr.


― El cuerpo debe ser preparado, lo mejor posible, para que el alma que de él se apodere pueda permanecer.


Nasha comprende que lo que tiene que hacer entonces es limpiar, y examinar pacientemente todos esas partes del cuerpo que revelan magulladoras o daños irreparables que de no sanar, impedirán la llegada del alma que me busca. En su lógica, el trabajo requiere hacerse de manera manual, por eso se sorprende cuando de repente la muchacha de apariencia demente se acerca a ella, pidiéndole prestada su varita, y se la entrega sin mayores complicaciones tras un intenso intercambio de miradas.


Las preguntas que el arcano ha hecho todavía rondan su cabeza. El concepto de "crueldad del mundo" ciertamente lo considera un cliché, pero ¿cómo negar que es la mejor palabra para describir lo sucedido con el niño que por ejemplo tiene en su mesa? En silencio, mientras limpia los costrones de sangre seca del cuerpo del infeliz, Nasha se cuestionó sus propias ideas sobre los muertos, los vivos y como ambos se relacionaban por intermedio de la habilidad de la nigromancia.


— Forzar a alguien sería faltarle el respeto a él, y faltármelo a mí misma, ese creo que es el límite, MI límite.


No dice más, porque el embellecimiento de aquel niño es ahora el centro. El problema con la muerte de él es el cuadro avanzado de infecciones que podían haberlo llevado a la muerte, así que con cuidado tras limpiar todo el cadáver, y ya con su varita restituida, comienza a administrarle toda clase de medicamentos que puedan ayudar a fortalecer, en el poco lapso que tienen el cuerpo de ese niño, de modo que sea capaz de soportar la inserción de almas que como ha mencionado Báleyr puede salir bien, como también estrepitosamente mal.


Y todavía tenía más preguntas por hacer.

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  • 3 semanas más tarde...
Báleyr observaba en silencio el trabajo que llevaban a cabo sus nuevos pupilos. Dos de ellos, el más nuevo y el que llevaba más tiempo parecían haber desistido de seguir con aquello, pues no habían proseguido con lo que el Arcano les había solicitado. Aún así no era algo a lo cual darle muchas vueltas, la Nigromancia no era para todos, era totalmente consciente de ello.


El silencio en el cual se había sumergido el ambiente sólo fue roto con una pregunta lanzada al aire por uno de ellos.


―¿Querrías tu saber lo sucedido? ¿Estarías preparado para afrontar su pasado? ―respondió con otra pregunta― Deben ser conscientes no sólo de las almas que forzarán a traer de regreso, sino de ustedes mismos, a fin de cuentas ustedes son quienes emplearán su propia magia para lograrlo. Y junto a ello, parte de su energía vital y mental.


No entró más en detalles, la última oración dicha dejaba en claro a lo que se refería. En su lugar prefirió observar y evaluar lo que habían logrado hacer con los cuerpos. Habían hecho lo mejor posible dentro de sus posibilidades, excepto el muchacho, quien aún no se había atrevido a ponerse manos a la obra, tal vez por el dilema moral planteado anteriormente. Se limitó entonces a asentir con la cabeza a las dos mujeres para darles a entender que lo habían hecho bien.


―Una de las primeras civilizaciones de las que se tiene conocimiento empleó este tipo de magia fueron los egipcios a través de la momificación. Basados en la historia en la que Anubis, Isis y Neftis reconstruyeron el cuerpo de Osiris para revivirlo, los antiguos egipcios utilizaron el mismo método. A pesar de la creencia que se trataba de ritos de purificación para el cuerpo y, por ende, el alma, la verdad es que los magos de aquel entonces recurrieron a la nigromancia, con todo lo que ello implicaba.


Hizo una breve pausa, moviendo la varita y haciendo aparecer doce objetos, de las cuales consistían todas en cuatro tipos: tres dagas, tres balanzas de oro, tres plumas y tres recipientes llenos de agua, a los cuales se encargó de repartir, asegurándose que todos tuvieran uno de estos objetos.


―Este paso sólo debe llevarse a cabo si se ha realizado una buena limpieza del cuerpo a utilizar, de otro modo resulta imposible. Aunque os advierto, incluso a un nigromante experimentado puede costarle la unión de cuerpo y alma, por lo que no espero que lo logren a la primera.


Nuevamente silencio, esta vez para meditar brevemente al respecto. Ellos estaban listos a pesar de las dudas que en sus mentes circulaban. Todas y cada una serían respondidas una vez tuvieran su primer intento en traer de regreso al alma, sabiendo que fallarían. Todos fallaban, incluso él, en sus años mozos de joven e inexperto, había fallado.


―¿Han oído acerca del Libro de los Muertos? En él se relatan pasajes escritos por verdaderos Nigromantes. Allí se menciona un método para poder regresar el alma de sus respectivos cuerpos, pero para ello primero deben encontrarlas, y para eso deberán presenciar “El Juicio de Osiris”. En esta ocasión, ustedes tomarán el papel de Anubis, guardián de las necrópolis, de esa forma podrán moverse entre este plano y el otro.


»Deberán, primero que nada, hechizar la daga con sus propias varitas, seguido de ello utilizarán en todo momento la daga. Dibujarán tres símbolos en el tórax de los cuerpos que encontraron: un cayado, una corona Atef y el cetro uas. Luego de ello, harán una incisión sobre el cuerpo para extraer el corazón. Lo lavarán en el recipiente con el agua, y por último lo colocarán en un extremo de la balanza, mientras que del otro lado irá la pluma. Y entonces… bueno, ustedes me dirán qué sucede después.


Sonrió ligeramente. El Juicio de Osiris era algo distinto para cada persona que lo experimentara, podía impresionar como perturbar, todo dependía de lo que se presenciara y del tipo de mago que observara.

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  • 2 semanas más tarde...

Al inicio, estaba abrumada. No se encontraba muy familiarizada con historia de la magia y menos con la egipcia. Sabía que las raíces de la Universidad se encontraban ancladas a esa zona en particular pero no por eso se había molestado en averiguar sobre ello. De hecho, justamente por eso nunca se había interesado en el ramo ni siquiera para tenerlo como conocimiento superficial.

 

Sin embargo, a medida que Báleyr sigue hablando, Catherine cree entender más y más qué es aquello que se espera de ellas. Los pasos suenan sencillos pero Catherine adivina sin necesidad de que se lo recalquen, que no será así. Todavía recordaba el estado en que había encontrado el cuerpo y las sospechas que había tenido. Así que está casi segura de que la historia que habrá de encontrar tras la muerte no va a ser agradable. Su mente intenta huir automáticamente de sentimientos como la culpa o el dolor que sólo consiguen atraer a la maldición de Káiser pero falla estrepitosamente. Luego de grabar los símbolos en el tórax del cuerpo, está sudando. Es ella quien siente que le falta voluntad.

 

De pronto, se da cuenta de que no está pensando en Pandora, el alma que se supone que va a traer de vuelta. Su cuerpo realiza las tareas encargadas mecánicamente, es verdad, pero no es eso de lo que se trata todo, como si fuesen vulgares carniceros. También se toma la libertad de agarrar la varita de la otra muchacha por unos momentos para extraer el corazón pero sigue sin ser el punto de todo eso. Si el proceso es tal cual le ha explicado el arcano ¿cómo se supone que ella traiga un alma distinta a la que ese cuerpo va a atraer por ser el antiguo poseedor del mismo? A medida que lava el corazón, siente que necesita llevar a cabo el rito de otra forma pero no encuentra manera de realizarlo en un proceso distinto así que aguarda, esperando encontrar la respuesta con ese primer experimento. Porque si no ¿cómo demonios va a traer de vuelta a Pandora, cuyo corazón fue quemado en su pira funeraria?

 

A la par, su mente empieza a llenarse de imágenes de la mujer muerta que encontrara en el jardín y que ahora tiene en una mesa plagada de pociones y encantamientos antisépticos. Su propia mente juega una lucha incansable por no perderse, por no ser derrotada por la locura que amenaza con llevársela todos los días. Devuelve la varita que tomara prestada y con el corazón ya impoluto, lo posa sobre uno de los platillos, dejando la pluma reposar en el otro y notando que ninguno parece atraer el peso hacia sí, lo que ya resulta bastante raro, teniendo en cuenta que Báleyr parecía haberse sacado los instrumentos casi como si fuesen compras domingueras de supermercado por lo que había estado segura de que esa pluma no haría posible la magia.

 

Así que, según les dijeran y de acuerdo a las escasas referencias que recuerda, inicia con sus preguntas.

 

―¿Tuviste alguna culpa en la causa de tu muerte?

 

Silencio, un silencio que se extiende por casi medio minuto y entonces, lentamente el corazón gana en peso a la pluma. Catherine se queda mirando estupefacta la escena pues había estado segura de que eso no pasaría, por eso había empezado con esa pregunta ¿cómo era posible que sintiera culpa si había sido asesinada, si en cualquier caso ella era la víctima? ¿O es que acaso sus primeras deducciones habían sido erróneas?

 

―¿Te arrepientes de lo que hiciste?

 

Una vez más y en aquella ocasión sin tanta demora, el corazón le ganó a la pluma una vez más. Catherine masculló una maldición, sintiéndose cada vez menos confundida, como si las brumas de su cabeza se disiparan ante la indignación ¿qué demonios había hecho esa mujer por la que Catherine había sentido lástima? Antes de formular su tercera pregunta, decidió pensárselo mejor.

 

―¿Aclaraste lo que debías aclarar en vida?

 

Una mayor demora y el mismo resultado. Entonces, el corazón empezó a ennegrecerse más y más, mientras su peso sobrepasaba el de la pluma. Catherine de pronto sintió miedo ¿era su culpa? ¿Qué había hecho mal? ¿Acababa de perderla para siempre? ¿Lo había arruinado todo?

 

Casi como una respuesta, más lejos, en la pared misma de la mazmorra y al lado izquierdo, bastante apartada de su mesa de trabajo, se abrió un triángulo de oscuridad y brumas blancas entremezcladas muy similar a un portal pero que, sencillamente, no podía tratarse de un portal (porque ¿cómo demonios iba a ser un portal?). Con ojos alarmados, Catherine se volvió entonces hacia Báleyr con la pregunta en los labios que no alcanzó a formular pero que no necesitaba hacer, pues su rostro ya lo decía todo "¿qué se suponía que hiciese ahora?"

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Que el proceso requiriera del uso de su propia magia era lo que menos preocupaba a Nasha Montpellier. Después de todo, precisamente la clase de magia que ella practicaba consistía en eso, energía vital, e incluso usar su propio cuerpo de medio para que fuerzas mágicas mayores hicieran uso de él.


La parte que en realidad la hizo preocuparse más tenía que ver con el pasado. Ella había pensado al principio que deseaba conocer al criminal de aquel niño, pero ahora ya no estaba tan segura, cuando eso implicaba una exploración total de todas las circunstancias que habían involucrado su fallecimiento. El cuerpo de él, las magulladoras y demás lesiones que se había encargado de curarle en ese prolongado tiempo habían dado ya bastante información.


Por un momento, su mente se despejó de todas esas ideas al escuchar a Báleyr hablar sobre Egipto y la magia ancestral utilizada por ellos, tan poderosa, y en un tiempo en donde la magia no se había visto relegada al mundo de lo secreto, ocultándosele del resto del mundo. Lo bueno era que los nomaj de hoy en día pensaban que los escritos de la civilización egipcia no eran más que inventos y creencias sin ningún fundamento, de manera que no habían destruido nada y al contrario, conservaban mucho de esa cultura en sus museos.


Nasha no había tenido oportunidad nunca de frecuentar esos espacios, pero con lo ignorantes y tontos que eran los nomaj estaba segura que no se perdía de nada.


En cuanto sus "Instrumentos de trabajo" para la siguiente etapa fueron puestos en su mesa, ella observó cuidadosamente cada uno de ellos, apreciando el detalle de la manufactura ¿de dónde sería que provenían? No había visto que en Londres la gente se preocupara mucho de ello, pero ella siempre iba tras la pista de artesanos y fabricantes. Como cuando elaboraba sus muñecos, la capacidad artística de las personas, su habilidad manual, le llamaba poderosamente la atención.


"Libro de los muertos" repitió mientras negaba con la cabeza, para así hacerle saber al arcano que no conocía de aquello que preguntaba. Él tras preguntarlo, comenzó a si mismo a dar una explicación y entonces Nasha reparó en el pergamino enrollado a un lado de la mesa. Al revisarlo, comprobó que era precisamente el pasaje al que se había hecho referencia. La labor que le tocaba realizar ahora.


Con el mayor cuidado posible, y todavía incómoda de tener que emplear la varita la tomó un momento para hechizar la daga y como ese cada uno de los otros pasos. Había sido un tanto extraño, mientras limpiaba el corazón, haber escuchado las risas de un chiquillo, pero no quiso dar mayor importancia al asunto, y en cambio, viendo como a su lado, la mujer llamada Catherine comenzaba a hacer preguntas, revisar en el pergamino lo siguiente que debía hacer.


Ya cuando ambos están en la balanza, comienza el juicio para el alma. Descubrir a través de preguntas, su trayectoria en la vida y lo que merece...por ella.


Había dicho eso con la mayor seguridad posible, y no esperó a la respuesta de Báleyr para seguir con lo que el protocolo le indicaba. Colocados el corazón y la pluma sobre la balanza, una sensación extraña de conexión, parecida a cuando comenzaba la posesión de un loa, la dominó por completo. Y frente a sus ojos, pasajes de su propia vida y la del niño sobre la mesa comenzaron a dibujarse.


Necesitaba seguir adelante, así que sobreponiéndose al espectáculo de recuerdos, comenzaron las preguntas para que el alma confiese. Algunas de ellas (confesar no haber robado, asesinado, o sentir rencor) pusieron la pluma por encima del corazón pero luego, nuevas preguntas comenzaban lentamente a revertir la balanza.


¿Has roto votos de silencio?- preguntó la morena y entonces comprobó con preocupación como la balanza comenzaba a inclinarse del lado del corazón hasta entonces ligero- ¿mentiste y defraudaste? ¿fuiste culpable de tu muerte?


La balanza volvió a inclinarse más y esta vez, Nasha levantó la vista solo para comprobar que en la mesa contigua, Catherine con aspecto trémulo, observaba directo a Báleyr, como esperando de él una respuesta al hecho que también el corazón suyo lucía pesado y con un aspecto mucho más horrible que el que ella tenía.


― No está saliendo como debía ¿qué debemos hacer ahora?- inquirió mientras nuevas imágenes acudían a su cabeza y ella ya no estaba tan segura de querer evitarlas.

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Había comenzado a remangar las mangas de mi camisa, cuando la voz del Arcano me sorprendió al dirigirse a mi. Su pregunta era sencilla, si estaba o no dispuesto a saber, y para ello, a sacrificar parte de mi energía.

 

Claro que estaba dispuesto. Había visto los efectos de la nigromancia en Sagitas cuando ella...bueno, utilizaba sus habilidades con Jack, el fantasma de mi padre que habitaba la Potter Black. Era Cazador. Tenía muy claras las consecuencias, pero necesitaba saber como llevarlo a cabo. Asi que, mietnras el explicaba lo que debíamos hacer, las historias antiguas, me dispuse a limpiar el cuerpo.

 

Eliminé los restos de suciedad, cada mancha de su cuerpo. También limpié las heridas abiertas, una brecha en la parte lateral de la cabeza, sobre la oreja izquierda, en la cual los gusanos habían empezado a crecer. Limpié la herida y eliminé a los pequeños seres. También había notado la pierna rota. Para ayudarme en mi tarea, había echado mano de mi mochila, en la cual además de los Libros, llevaba los anillos. En mi cuello, el Amuleto de Curación, y mis manos sobre el cuerpo, mientras pensaba Curación de forma constante. Aquel hechizo, qeu transmitía una sensación cálida a través de mis manos, ayudó a que los huesos rotos sanaran y sobre todo, la puñalada en el estómago, seguramente lo que le habría matado.

 

Cuando levanté la vista, el arcano se dirigía hacia mi con cuatro objetos. Una daga de oro, de aspecto antiguo, una balanza de brillante oro, una pluma de color blanco y un recipiente con agua.

 

De pronto alli, entre cadáveres y con esos objetos, me sentí un antiguo egipcio, como la leyenda que acababa de contar, un embalsamador a punto de realizar su tarea.

 

En principio, todo parecía sencillo. Tomé la daga y pasé la varita con ella, encantándola. Esta brilló ligeramente unos segundos, traspasando a mi mano una ligera vibración. Mi segundo paso, grabar runas sobre el tórax del chico. Yo solía utilizar runas celtas, y en aquel caso, eran egipcias. Conforme grababa el cayado, me cercioré de qeu ese chico no sería mayor qeu yo, tallé la corona y tras ello, el cetro, notando también que, en vida, ese joven debía haberse preocupado bastante de cuidar su aspecto físico.

 

Observé el trabajo. Ahora, debía extraer el corazón. Abrí el pecho e introduje l amano, sin miramientos ni remilgos. La sangre no me era desconocida, no era la primera vez que la veía, ni la primera vez que, por asi decirlo, dañaba a alguien. Asi que tomé el corazón, que no era nada demasiado extraordinario, y procedí a lavarlo. Sumergí las manos en el recipiente de agua y, para cuando mis manos salieron con el órgano en ellas, el líquido cristalino era una sopa rojiza, oscura y un tanto espesa.

 

Pero al menos, estaba bien limpio. Asi que preparé la balanza. No me sorprendió que no se inclinara, puesto qeu aquello no era un peso normal. No. Se trataba de un juicio, un juicio al alma a la que pertenecía el corazón recién extraido. Asi qeu dejé la pluma, cuando una sombra apareció en una de las esquinas. Alcé la mirada, y noté el miedo en el rostro de mi compañera Melrose. Además, la joven Natasha parecía tener algún que otro problema con su tarea.

 

- Querías morir? - pregunté al corazón frente a mi.

 

Pensé qeu no sucedería nada. Pero en lugar de eso, la balanza, con un ligero sonido de fricción, se movió, alzando unos centímetros el corazón.

 

Al menos, era un comienzo.

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Tomaron los corazones, los pusieron en la balanza y comenzaron a hacer preguntas. Báleyr caminaba con parsimonia al rededor de sus alumnos, haciendo sonar su bastón contra el suelo. Toc. Toc. Toc. Otra pregunta, la balanza respondía. Toc. El nigromante los observaba con el único ojo que le queda, pero ese ojo azul era suficiente como para hacerles sentir su presencia inquisitiva ante cada movimiento, palabra y gesto que realizaban. Toc. Otra pregunta, la balanza respondió, el arcano bufó por lo bajo con disgusto. El Juicio de Osiris no era solo un juicio al Ib del difunto, también era un examen para los magos que buscaban obtener la habilidad.

 

- ¡No! -les habló con fuerza, interrumpiendo la ronda de preguntas- ¡Perdeos!

 

Toc. Se detuvo en seco y las luces titilaron con el último golpe de su bastón.

 

- ¡Tenéis que dejaros llevar! ¡Bajad a las tinieblas si es necesario, buscad la verdad que habita en esa alma!

 

El arcano comenzaba a estar harto de aquella tibieza a la hora de enfrentarse a la muerte. Con otro golpe de su bastón se sumergieron en la oscuridad. Ninguno era capaz de ver más allá de su balanza ni tampoco de escuchar al resto de sus compañeros de clase. Los tres se enfrentaban en soledad al corazón ¿Serían capaces de conocer su valía? ¿O reconocer la propia? El nigromante retomó su paseo, siendo el único que podía ver a cada uno de ellos proseguir con la clase.

 

- En la mitología este juicio aparece como esencial para determinar quién merece vivir eternamente en los campos de Aaru y quién irá a parar a las fauces de Ammyt. Un conocimiento de las artes egipcias interpretado, dentro de sus posibilidades, por seres que no comprenden la nigromancia -siguió paseando, su bastón ya no se escuchaba, solo su voz calmada- Ciertamente hay algo de verdad en esa interpretación, pero sus conclusiones solo pueden ser comprendidas en ese mundo que no logra ver más allá.

 

¿Los estaba guiando demasiado? Bajó el rostro y apretó los labios. Debería haberlos mandado a limpiar frascos antes de pasar a tareas tan complejas. Y no descartaba la idea para valorar a los siguientes alumnos, aunque tuviera que soportar a los directores soltando regañinas por su forma de maltratar a los pobres magos de ciudad.

 

- ¿Qué obtendría un nigromante de este juicio? -preguntó luego de un largo silencio-. ¿Por qué existirá este rito? ¿Realmente solo las almas buenas merecen la vida eterna? ¿Este es, acaso, el límite de un nigromante, la moralidad?

 

"¿Es vuestro límite?" añadió de forma mental revisando desde la distancia los corazones. El viejo arcano estaba realizando su propio juicio a los tres, revisando aquellas motivaciones y barreras que pudieran impedir que se convirtieran en nigromantes. Estaba esperando a que dieran el primer paso hacia el abismo al que se enfrentaban y comenzaran a buscar más allá de lo conocido. Tendrían que estar dispuestos a sacrificar parte de sus propias almas en el proceso. Tal vez lo entenderían pronto, antes de tomar una vida simplemente por la dicha de ver renacer a alguien. O tal vez nunca lo entendieran. Eso sí, nadie salía de su clase sin mácula, jugar con la muerte conllevaba el pago de un precio muy alto.

 

"En mi caso, tengo que enseñar".

Editado por Báleyr
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- No. - dije. Supongo que algo en mi comenzaba a entender que debía obtener en aquel juicio frente a la pluma, el corazón y la balanza. Ahora me encontraba en completa oscuridad, y lo único que oía y alcanzaba a divisar era al Arcano. No me gustaba la oscuridad. Me daba miedo.

 

- Un nigromante no solo reviviría un alma por ser buena o mala...no si no es su propósito. Un nigromante podría devolver a la vida el alma de un gran demonio, de alguien amoral o de la persona más amable que hubiera pisado la tierra...siempre que cumpla con sus servicios. - dije.

 

Recordé al anciano Nigromante, aquel qeu esperaba entre las sombras, en el futuro, su oportunidad de corromper el alma del pequeño Ithilion. Quería acabar con él, qeuría lograr el poder suficiente para acabar con su vida e impedirle hacer daño a mi hermanito.

 

- Querías morir? - volví a preguntar. A mi forma de ver, alguien puede encontrar un sentido a su vida, y por ello querer mantenerla a toda costa. Un alma asi, a veces, es mucho más fuerte que una que se ha cansado de luchar.

 

La balanza se movió...no, aquella alma no quería morir. Pero no me servía. Tendría qeu saber más de ella, supongo...

- Ni siquiera serías capaz de dar tu vida por alguien a quien quisieras. - formulé. No le pregunté...lo afirmé. Como si algo me separara del alma que había residido en aquel corazón.

 

Por mi cabeza se cruzaron mil imágenes....había pasado años vagando solo y había sido capaz de estar a punto de morir solo por ayudar a completos desconocidos que me temían y me rehuían, como demostraban las cicatrices en mi cuerpo. Recordé la soledad y el dolor en el infierno, un camino que había tomado para que Sagitas siguiera con vida. No me daba miedo morir si ayudaba a mi familia a seguir viva, me aterraba fallar en aquella misión, y me daba pánico la oscuridad que me rodeaba porque me hacía sentir que me ahogaba.

 

- Entonces para que querrías volver a la vida?

 

No, la nigromancia no era un arte que se basara en la moral y los valores. Pero en aquel ritual se iría también una parte de mi energía, de magia, y casi de mi propia vida. Aquel ritual sacrificaría una parte de mi, y si lo hacía, al menos, quería saber qeu serviría para algo. Que aquella alma, como Jack, valoraría poder tener una segunda oportunidad para enmendar sus errores (o la falta de ellos tal vez) durante su primera vida.

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Cuando el arcano monta en cólera, algo en la mente de Catherine hace un pequeño "clic". No es que en ese momento se haya vuelto a él ni nada; sus ojos todavía se mantienen firmemente posados en el triángulo de oscuridad y brumas blancas que viera aparecer. La confusión, más y más, cede al pánico y luego a la alerta. El corazón en la balanza no ha dejado de ennegrecerse pero la balanza no parece moverse más.

 

Quizá, de no haber estado tan ensimismada, lo habría notado antes pero no se culpa a sí misma por no haberlo hecho. Después de todo, no había sido casualidad que fuera ella quien tomara ese cadáver del jardín, cuando pudo haber echado mano a cualquiera de los otros dos. Existe un motivo: esa mujer es demasiado similar a Catherine, a la situación en la que ella se encuentra ahora. Es tan sólo, que a diferencia de Catherine, ella había alcanzado la muerte.

 

Por supuesto, estas son sólo las suposiciones que hace, sin ninguna base real, pero algo en el recuerdo de las marcas en el cuello de la mujer y cómo su cuerpo se había conservado en el frío le hablan de un asesino cruel y ruin y una persona demasiado dispuesta para el sacrificio a sus manos. Situación, que no puede dejar de reflejar y sentir replicada en la suya propia una y otra vez. Eso sólo hace que empiece a sudar, a medida que el agujero en la pared crece y crece, hasta que ya tiene el tamaño de un portal real. Cuando Cath desvía la mirada hacia el cadáver, nota entonces que tiene los párpados cerrados como ella se los dejara, lo que le genera cierto alivio. Eso, sólo consigue que la sorpresa y el golpe se sientan aún peor, cuando una enorme mano que pareciera hecha de sombras (más parecida a unas necrohands que a una mano humana) emergió del portal y la arrastró adentro de un topetazo.

 

Pronto, todo alrededor era oscuridad y voces. Al inicio, Catherine cree enloquecer. Incluso el anillo de bodas en su dedo anular pierde el brillo de la maldición que la conecta a Káiser y tanto la pérdida de dicha conexión como el alivio de sentirse libre de su veneno la transtornan, haciendo que no pueda hablar por un buen rato, sujetándose la cabeza con ambas manos, con la mandíbula descolgada y sentada en medio de la negrura que lo cubre todo.

 

Luego, poco a poco, las palabras que las voces articulan suenan más cercanas, entendibles. Son voces humanas. Son espíritus, que aguardan ¿qué exactamente? Un juicio. Ese ritual no sólo aparece en la cultura egipcia o romana: hay incontables poblaciones que han replicado formas para reanimar aquello que ya se ha ido, alcanzar un espíritu y, aunque variando en sus formas, el fondo es siempre el mismo. A duras penas, su cerebro empieza a trabajar y entender, a pesar de que sus manos todavía se crispan al más mínimo cambio en el tono de las voces y empieza a arañarse inconscientemente el antebrazo.

 

Porque todo eso es demasiado cercano y aquello que la arrastrara allí está ante ella: puede percibirlo en la oscuridad circundante y parece que no va a moverse.

 

La presencia que la encara es poderosa pero devastadora. Está cargada de tristeza y amargura y, a la par, oculta en su centro una ternura y vulnerabilidad inusitadas. Por supuesto, Catherine entiende entonces que sí, que aquella mujer sí que se parece a ella ahora. Porque Catherine había sido fuerte y había sabido lo que era justo una vez pero eso ya no parece importar. De hecho, en esa espesura, donde no es capaz de ver ni siquiera la forma de su mano al agitarla a unos centímetros de su cara, es obvio que tampoco significa algo. Qué est****a había sido.

 

Catherine no lo sabía pero fuera, en la mazmorra, no era usual ver a un alma arrastrar tan violentamente a un ser vivo, especialmente, irrumpir de manera tan brusca para llevárselo sabiendo que podría alterarse equilibrios de diversa índole. Sin embargo, ella se siente agradecida, pues nada menos evidente podría haberla llevado a entender lo que esa mujer intenta transmitirle: esa soledad, la ausencia de la vida, la eterna espera, el anhelo del retorno. No importa si se trata de prevalecer o perecer definitivamente, al menos no para ella ¿cuál es su nombre?

 

>>Dianne<<.

 

Su voz es quebradiza y resentida. No, no para Dianne. Todo lo que importa para Dianne es la venganza, contra su asesino y su est****o pasado ¿qué más da si es sólo una marioneta al servicio de una bruja como Catherine? ¿Tan parecida a la propia Dianne en un pasado no muy lejano? Qué ridículos parecían ahora sus pensamientos sobre Pandora y cómo ella la había llevado "a la muerte". Catherine no había tenido una idea precisa de la muerte. Sólo del miedo de perder la vida.

 

Sí, sin duda ridículo.

 

>>Lo siento<<

 

La disculpa sale de sus labios antes de que pueda detenerla y luego, la pregunta que realmente importa.

 

>>¿Son éstas condiciones suficientes para regresar?<<

 

Fuera, en la mazmorra de donde Catherine ha sido sustraída y sin que ella lo sepa, el corazón le gana en peso a la pluma por primera vez.

 

>>¿Resistirás el retorno?<<

 

Una vez más, decisión, voluntad, asentimiento. A pesar de la oscuridad, las voces y la cada vez más remitente confusión, Catherine puede percibir una confirmación y, a pesar de que no puede verlo y quizá ya no importa, en la mazmorra el corazón le gana a la pluma por segunda vez.

 

>>Vas a salir de aquí<<.

 

Es una afirmación más que una pregunta y Catherine la proclama con firmeza. Funciona, y el corazón le gana en peso a la pluma por tercera vez. Dicha actitud, que no ha tomado en mucho tiempo, es bienvenida teniendo en cuenta que ella misma parecía más un muñeco de cuerda que un humano al llegar a los aposentos de Báleyr. Oye un suspiro antes de ser expulsada violentamente de allí y quedar con el cuerpo tembloroso en el suelo de la mazmorra. Lo primero que ve al abrir los ojos es que el triángulo de la pared ha desaparecido y se queda con la pregunta de si todo ocurrió en su cabeza, como ha pasado tan seguido en los últimos meses, o si realmente fue sustraída hacia ese lugar en sombras que no sabe denominar. Quizá tan sólo se desmayó y tuvo algún tipo de trance o...

 

Apoyándose en la mesa de trabajo, consigue incorporarse cuando nota un espasmo en la mano de Dianne, que se encuentra sobre la mesa de trabajo ¿alucinaciones de nuevo? Es imposible, porque aún no ha realizado la prueba, tan sólo ha tenido un diálogo y cuestionamientos con el espíritu "¿no es acaso así?" Y sin embargo... había averiguado mucho más de lo que había esperado al inicio. De hecho, ahora que ha "dialogado" con ella y ha percibido su voluntad.

 

Espasmo de nuevo.

 

¿Existen acaso las alucinaciones repetitivas?

Editado por Melrose Moody

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El sonido del bastón y luego, las palabras salidas con ímpetu de boca del arcano, convencieron a Nasha de que apenas estaba arañando el conocimiento que se supone debía alcanzar a través de la tarea que se les había encomendado. La luz parpadeó unos instantes, en que ella volvió a observar el cuerpo, la balanza y el corazón y la pluma en precario desequilibrio.
Y entonces la oscuridad lo dominó todo, devorando las paredes de la mazmorra, y a los propios compañeros de las mesas aledañas. Nasha se agitó unos instantes ante el escenario para luego cerrando los ojos obligarse a volver a los días más duros de su preparación como sacerdotiza vudú, recordando los cadáveres frescos, y las partes de humanos conservados en frascos, así como las sesiones de posesión que le dejaban agotados el cuerpo y la mente.
Baléyr había dicho que tenían que dejarse llevar, para llegar a la verdad del alma al que torpemente había intentado juzgar, en el marco de posibilidades reducidas con las que un verdadero nigromante no se conformaría. Y era a eso a lo que tenía que reponerse para mostrarse digna del conocimiento que había ido a buscar. Demostrar que en realidad los límites no existían.
Conseguirlo, sin embargo, era difícil. Volviendo al alma del niño, las preguntas que le había hecho tenían un componente moral que delataba su parcialidad en el tema, especialmente por el ímpetu manifestado de que perseguiría a sus asesinos. Y es que la criatura en realidad le había conmovido ¿cómo entonces regresarle para que solo fuera una marioneta a su servicio?
Nasha razonó entonces, que hasta que no comprendiese que toda alma que retornara solo podría ser eso, una simple marioneta, la nigromancia le sería esquiva una y mil veces.
¿Cuántas veces no se lo había dicho su abuela también? Que revivir a los muertos corrompía tu propia alma más allá del tipo de magia que emplearas, porque debías ser consciente que rompías con él el equilibrio entre el mundo de los vivos y el de los muertos, al convertir al que regresabas en tu sirviente y establecer una jerarquía antinatural entre seres que alguna vez habían sido iguales, tú y él...
Lo inmoral, si podía llamarse así, radicaba en eso. Podías consolarte a ti mismo aduciendo que tenías las mejores intenciones para resucitar a alguien, o para arrancar un alma de su mundo y retornarla al espacio de los vivos a otro cuerpo, pero sin importar las motivaciones, el acto no dejaría de ser nunca repulsivo.
Ahora que estaba claro para ella, la decisión resultaba más fácil de tomar, en consonancia a como había guiado su vida hasta entonces, sin huir aun cuando estuviese ante la peor de las circunstancias. Y aquel niño sobre la mesa, lo comprendía apenas ahora también, tampoco había sido del tipo que huyese. Así que había llegado a estar en los huesos, con frío y hambre y sin embargo...
¿Huiste por salvar tu vida?
La balanza se movió apenas, con el corazón ganando peso ante la pluma. Incluso desde donde estuviese, aquel niño seguía firme en aquello que lo había caracterizado en vida. La primera vez Nasha había fallado, creyendo que estaría más cerca del arte de la nigromancia si se sumergía en la historia del alma que pretendía volver a la vida, evaluando sus actos y decisiones. Lo cierto era que no necesitaba saber si los motivos de esa alma eran buenos o malos...
Si fuera demasiado doloroso volver ¿desistirías?
Lo único que necesitaba saber era si aquella alma tenía la misma determinación que ella para someterse a lo que hiciese falta con tal de conseguir el común objetivo que los unía. Y al ver como el corazón ganaba en peso a la balanza tras la última pregunta supo, exhausta, que sí lo estaba. Lo que quedaba ahora era demostrar en actos esa determinación.

 

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Torció los labios en un gesto que podría considerarse una espantosa sonrisa de alguien aliviado. Por fin vio señales de que avanzaban y en su larga vida como profesor eso siempre significaba esperanza, incluso para un viejo mago como él. Minutos antes había estado a punto de mandar a los tres de regreso a casa para evitar seguir perdiendo el tiempo. Sin embargo, allí, en la más fría penumbra, los tres alumnos comenzaban a apreciar los terribles desafíos de la nigromancia. ¡Y lo mucho que les quedaba por comprender! Si es que alguna vez se lograba entender todo lo que hay en esta vida y en la otra.

 

Despejó sus pensamientos con un movimiento de su bastón e hizo que las velas volvieran a alumbrar. Los tres parecían interesados pero demasiado inocentes a la vez. Conocían la muerte pero no sabían lo que les deparaba el camino de la nigromancia, un camino de una sola vía que llevaba directamente al abismo.

 

- ¿Que habéis aprendido?

 

Los miró de reojo mientras se remangaba la túnica y describía unos círculos en el aire.

 

- Ser nigromante no se reduce a revivir muertos ni a preparar cuerpos como si fueran recipientes vacíos a la espera de alguien que los llene con algún alma. El camino que deseáis tomar no es fácil y debo prepararos para afrontar esa cruda realidad. Desde el día que comencéis a tantear el otro mundo, pasaréis a estar en conexión con fuerzas que apenas lograréis comprender. Abriréis una puerta que no seréis capaces de cerrar hasta el fin de vuestros días. Seréis un instrumento que puede devolver la vida, por lo que los espíritus os buscarán atraer y convencer, o engañar con el fin de obtener ese don. Constantemente y en cualquier sitio.

 

Era una advertencia que debían escuchar antes de proseguir. Báleyr desde ahora podría llevarlos por caminos más oscuros y peligrosos, no solo para ellos, sino para todo lo que les rodeaba. Un portal se abrió y la mazmorra comenzó a llenarse de cabras que provenían de una granja del desierto, probablemente de un beduino. El sonido de sus campanas al cuello contrastaba bastante con el usual silencio y quietud de esa habitación.

 

- Ahora es el momento del sacrificio. Sangre por sangre; vida por vida.

 

Las cabras, unas cinco, al no encontrar los recipientes con su comida, comenzaron a dar tarascones a las patas de las mesas, papeles y cualquier cosa que se les antojara y estuviera a su altura. El arcano ahuyentó a una con su bastón para que dejara su túnica en paz y le enarcó una ceja a modo de advertencia. La cabra, por su parte, comprendió el gesto y se fue a buscar otra cosa o pierna que morder.

 

- Existen muchos rituales que requieren sacrificios, es algo que se repite a menudo en varias culturas a lo largo del tiempo. Para ver el futuro, para contactar con espíritus, para realizar búsquedas, para rejuvenecer. Como os he dicho, la nigromancia no solo sirve para revivir muertos. Sirve para muchísimas cosas más.

 

Los hizo pasar a una sala contigua, diminuta. En ella se encontraban tres mesas de piedra, apretujadas, con diferentes cuchillos para rituales y libros. Tomó entre sus manos un tumi y comenzó a explicarles el siguiente paso.

 

- Tendréis que matar a una cabra de forma tradicional, o sea, sin magia. En esta oportunidad solo necesitaremos su sangre inocente, la cual recolectaréis en unos recipientes. Podéis elegir el ritual que más os acomode, para eso podéis utilizar vuestros conocimientos o buscar en los libros que os he alcanzado.

 

Volvió a dejar el cuchillo ceremonial junto al resto. No esperaba que matar a una cabra fuera ningún problema ni muchos menos completar el rito de sacrificio antes de proceder con el cuerpo que habían elegido.

 

- ¿Tenéis alguna duda?

 

 

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