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Nigromancia


Báleyr
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-Así que fui aceptado en cursar este arte.- Musite desnudo en mi habitación, allí en ese momento me encontraba ocupado con alguien, pero ante esa posibilidad de aprendizaje le había dejado con ganas aquel ser, solo me había despido de él y mi cuerpo se envuelve en llamaradas.

 

Cuando aparezco mi cuerpo se comienza a cubrir con una tela oscura a cada paso, lentamente en mi caminar esta se comienza a ver como una sola túnica con mangas anchas, y una capucha que ocultaba mi rostro, en mi mano derecha se encontraba mi varita y en la derecha un grimonio de mi país de origen, quizás los arcanos usaban otra lectura pero yo me remitía al saber conocía.

 

-¿Donde debería verme con @Báleyr ?

 

Pensé en voz alta y me adentre en aquel lugar. Quizás era una antigua estructura o del arte moderno, para este aspecto y detalle era muy vago conocedor, el hecho es que me dirigía a buscar al arcano, siempre tenia la mirada baja, pues este singular sitio no me daba mucha confianza , solo espere no llegar tarde.

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Catherine asintió complacida ante la respuesta de Báleyr, quien no sólo no lucía sorprendido si no que además le había dado una respuesta bastante coherente. En el pasado, quizá Catherine hubiese soltado un suspiro pero no ahora pues ese vago asentimiento de gratitud era todo cuanto había conseguido componer. Sus ojos quedaron desenfocados de nuevo, mientras un nuevo torrente de ideas y recuerdos nublaba sus pensamientos y la alejaba de los demás.

 

Por suerte, sólo segundos después llegó una muchacha que consiguió atraer su atención de vuelta. Estaba vestida de blanco y había un torrente de energía mágica distinta que fluía de ella como una nube, envolvente y nítida. Hablaba con un ligero acento francés que hizo que Catherine se pusiera alerta enseguida, pues había oído ese acento todo el tiempo alrededor suyo en los pasados meses: Nueva Orleans. La voz de la muchacha hizo que Catherine rememorara su nuevo hogar, el olor de los jazmines y las magnolias, los bananos, la humedad, el calor y sobre todo, la paz que en un momento había alcanzado en Garden District.

 

Su presencia por poco le hizo perder la cabeza de nuevo.

 

Mas Báleyr ya estaba guiándolos al interior y eso la salvó de cometer alguna clase de estupidez. En lugar de seguir viéndola como si se tratase de un animal tras una vitrina, Catherine decidió que sería mejor si intentaba estar lo más lejos posible de ella; era el mismo tipo de respuesta que había tenido ante la obligación de rebasar las trampas que el arcano había colocado: una reacción casi instintiva más que pensada. Además, todavía estaba aliviada de haber sido invitada al interior.

 

Así que cuando les encargan su primera tarea, no se lo piensa dos veces, antes de meterse al jardín a buscar aquello que el arcano desea que encuentren. Sus sentidos no parecen detectar nada más que el aroma de la madreselva por encima de todo lo demás, hasta que le llega un olor demasiado penetrante como para provenir de las plantas que crecen de manera salvaje a su alrededor. Es entonces cuando ve el cuerpo de la mujer.

 

Catherine se dirige hacia ella y se acuclilla junto al cuerpo sin pensárselo demasiado. El rostro está drenado de color y un tanto morado, las manos crispadas sobre su ombligo. Lleva una ropa regular, una túnica manchada de tierra y un cinturón, sin zapatos. Las uñas tienen un tono entre azul y morado enfermizo similar al de su rostro y tiene algunas moscas alrededor. En otras circunstancias, Catherine habría sugerido que la causa de muerte hubiese sido el frío, debido al estado de sus uñas pero algo le dice que no puede haber sido eso. Las moscas en el cuerpo no parecen haber dejado larvas pues no hay gusanos y, de hecho, más bien hay un grupo de hormigas, lo que hace que Catherine suponga que el cuerpo ha sido trasladado hace poco. A pesar de todas esas señales, apenas luego de examinar un poco Catherine nota enseguida que el rigor mortis no parece estar acorde con el tipo de fauna cadavérica que se ha posado en ella, lo que es extraño. Quizá el frío sí que había estado implicado, ralentizando el rigor mortis y...

 

No puede pensar más por su cuenta, así que intenta cargar al muerto. No hay mucho que pueda hacer y la mujer en la muerte, ha empezado a pesar todavía más. Así que termina arrastrándola hasta la entrada del jardín. Hace mucho que Catherine no tiene una varita, así que no puede hacerla flotar. Algunas hormigas se adhieren a ella también, por lo que se deshace de ellas con una sacudida, antes de dejar el cuerpo "más o menos presentable" ante la entrada del jardín.

 

―Encontré esto ―informa con voz drenada, aprovechando que al parecer el arcano había terminado de instruir a otro alumno más avanzado y parecía evaluar otros elementos en silencio― y parece haber muerto por el frío, las señales parecen indicar eso pero... ―su mente se queda en blanco por un instante; en una irrazonable coincidencia, ha terminado posando la vista en los ojos abiertos del cadáver, sin vida alguna en ellos, y eso parece ocupar todos sus pensamientos. Por un momento es difícil respirar o pensar o juntar un par de palabras, hasta que el ahogo del miedo remite y ella puede hablar de nuevo, con los ojos clavados en el suelo― me temo que no creo que haya sido por eso, aunque el asesinato haya ocurrido en un lugar frío ―por sus palabras, es evidente que considera que el cuerpo ha sido dejado en el jardín hace poco y no entiende el por qué, ya que parece estar bien conservado, debido a que es casi evidente que la mujer murió en una zona muy fría―. Mi pregunta es ¿por qué fue dejado en el jardín? y ¿Qué se supone que hagamos con ella?

 

Aunque su cuestionamiento hace referencia a un "nosotros" en realidad, se refiere a sí misma ¿qué se supone que es lo que debe hacer Catherine con el cadáver? ¿Será ella la que habrá de servirle de recipiente para traer de vuelta el alma de Pandora?

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Nasha asintió y enseguida ingresó a la estancia que el arcano señalaba. Él no había hecho mayor mención a las respuestas que cada uno había dado, y para ella ya el ser invitada constituía un triunfo ¿no había sido acaso marginada en otros lugares, negándosele la educación tan solo por el color de su piel? El lugar resultaba curioso de ver, pero sobretodo de oler: era como si cada pedazo y rincón tuviera un particular olor de putrefacción y de muerte. Y todavía una parte de sus pensamientos se habían quedado en la mirada que había cruzado con la otra mujer de la comitiva, de aspecto tan desaliñado y espíritu convulso, y que poco rato después se había colocado lo más lejos posible de ella.
Adentrándose en aquel jardín de considerable tamaño, de pasto crecido y arbustos descuidados, los sentidos de Nasha pronto se vieron abrumados por el olor a tierra mojada del lugar que sin embargo, se combinaba también con otros olores menos agradables. Comprendió entonces qué era lo que el arcano deseaba que "fisgoneen" y apenas tragó saliva, intentando mentalizarse para la tarea. Había crecido después de todo con una actitud profundamente reverencial hacia los muertos, y deseaba ahora, ser capaz de honrar a ese cuerpo y al alma que alguna vez le había habitado en quien le tocase encontrar.
Caminó entonces en dirección opuesta al mago pelirrojo, alcanzando un espacio donde los arbustos casi habían desaparecido, dejando su lugar a cuantiosas plantas espinosas. Y en medio de todas ellas, un cuerpo descansa, tan pequeño que Nasha no tarda en concluir que se trata de un niño, de unos siete años. Su cuerpo expuesto, apenas lleva las hilachas de lo que alguna vez pudo ser un pantalón. La parte superior, desnuda, mostraba la piel prácticamente adherida a los huesos, los brazos parecían tener el grosor de cuerdas y las costillas sobresalían tanto que podían contarse una por una.
La muchacha se esforzó por mostrarse incólume pero las llagas en algunas partes del rostro terminaron por doblegar su voluntad. No necesitaba ver más para saber que aquel indefenso niño había muerto producto de la inanición. Ella había tenido la ventaja de una buena alimentación, pero conocía de sobra los casos de desnutrición que eran moneda corriente en todos los barrios pobres de Nueva Orleans. Y tras los sucesos del huracán...
Un escalofrío la recorrió de solo recordar las hordas mendigantes en las esquinas, y gran mayoría de ellos niños estirando su mano solo por un poco de comida.
Inclinándose entonces sobre la tierra, alzó las manos y comenzó en voz alta a recitar plegarias por el pequeño, oraciones de guía y paz a los loas protectores, para luego, incorporándose y limpiándose las lágrimas, comenzar el traslado del cuerpo. Canalizar la magia no era lo suyo, pero era lo que se exigía en Londres, así que con un extra de esfuerzo consiguió hacer levitar el cuerpecito con la varita y así llevarlo hasta donde el arcano se encuentra, dirigiéndose a él luego de que la otra mujer (Catherine) lo ha hecho.
― El niño lleva pocas horas muerto. Su cuerpo todavía está en condiciones...― dudó antes de finalmente completar la oración― óptimas. Es evidente que aparenta menos edad de la que en realidad tiene, y el cuadro de desnutrición extremo me lleva a pensar que esa fue la causa de su muerte.
Era por cosas como esas que Nasha despreciaba a los adinerados, se burlaba de sus desgracias y no perdía oportunidad de estafarlos. Toda esa gente, viviendo en su burbuja, era incapaz de admitir, aun si hubiese tenido el cadáver allí frente a sus ojos como lo tenía ella, lo mucho que tenían que ver con ese sistema desigual, que dejaba a gente como ese pobre infeliz sin tener para comer, en tanto ellos gastaban sumas escandalosas en polvo de picadura de billywig sintética o cuidadas selecciones de whisky añejo.
Es probable que trajeran el niño hasta aquí y buscaran ocultarlo, puesto que numerosas espinas lo rodeaban. Quizá podría haber sido dejado todavía con vida... ― un nudo se atravesó en su garganta― pero no es esa la pregunta que deseo hacerle sino la siguiente ¿es factible rastrear con el cuerpo a los culpables de esto y quizá arrebatarles el alma que no merecen? Quisiera volver a este niño a la vida y mostrarle un mundo donde sea capaz de llevar la vida que le negaron, pero precisamente por eso, preciso de arrancar de este mundo a esos bastardos sin corazón.

 

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El Arcano pareció convercerse de instruirnos, puesto qeu nos dejó pasar al interior de la estancia que se le cedía por parte de la academia. Los tres alumnos caminamos tras él, atravesando la sala y volviendo a abandonarla, esta vez, hacia un jardín. Era verde y descuidado, algo que hubiera puesto tremendamente nerviosa a Sagitas.

 

Debíamos buscar algo alli, fue lo que nos dijo antes de dejarnos. Con las manos en los bolsillos comencé a caminar. Mi compañera @ fue la primera en separarse de nosotros, agachándose en un momento determinado. Tras ella fue Nasha (@) la que se fue separando de mi. Me pareció sentir al poco tiempo un leve susurro, como un rezo.

 

Fue Melrose quien primero alzó la voz. Me dijé en que trataba de tirar de algo, y no tardé en descubrir que se trataba de un cadáver, hinchado por el inicio de la descomposición. Como me encontraba a cierta distancia, no logré distinguir más detalles. La siguiente, Nasha, también habló, y su voz sonaba quebrada, como si el cadáver hallado le chocase demasiado.

 

Detuve mis pasos y aspiré. El olor a sangre, con ese cierto sabor a hierro no tardó demasiado en llegar a mi. Solo tuve qeu observar frente a mi para dar con un árbol. Por el lateral, asomaba un brazo. Me aproximé despacio y ahí, di con mi cadáver. Era un hombre jóven, tal vez de unos treinta años. Su ropa era normal, vaqueros y pantalón. Por los tatuajes de su mano, pensé que se trataba de alguien de la Europa del Este...o al menos con ascendencia de aquella zona.

 

Me arrodillé para observarlo mejor. Por el olor y su aspecto, debía llevar alli, como mucho, dos días. En vida, seguramente, habría sido un tipo guapo, de esos qeu arrancan los suspiros de las chicas. Sus manos mostraban heridas y un par de dedos rotos, igual que su tobillo izquierdo, doblado en un ángulo extraño. la nariz rota y torcida y el ojo inflamado me hizo pensar en la tortura.

- Tengo un cuerpo! - exclamé. - Hombre, rondando la treintena. Creo qeu no era de aquí. Alguien debió torturarlo durante días antes de acabar con su vida. - aparté la mano del muerto, sujetándola por la sucia manga, y observé la herida en su costado, en la cual algunos insectos disfrutaban. No le había matado, pero ayudaba a reforzar mi teoría.

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Báleyr era un hombre de pocas palabras en la mayoría de las ocasiones, cuando era un tema que no le interesaba o cuando las palabras sobraban, por los hechos ser demasiado evidentes como para ensuciarlos con oraciones sin sentido. En aquella ocasión, no era el caso. El hombre posó los ojos en Catherine y escuchó en silencio sus argumentos, simplemente observándola. La chica no solo parecía confundida sino realmente interesada en entender el porqué y el principio de la Nigromancia brotó de ella casi sin que ella misma lo notara. Él por el contrario, aprovechó el momento para instruirla como era debido y aprovechó, también, las palabras de Nasha.

 

El cuerpo inerte del infante no logró espantar al Arcano, ni provocarle arcadas o incluso pena, se limitó a mirar los daños que la mujer explicaba y asintió, como había hecho con Catherine, en señal de aprobación. Las dos estaban en lo cierto, sin embargo, una tenía un dilema distinto a la otra. Mientras que la primera se debatía entre lo que tenía que hacer y lo que quería saber, la otra parecía haber olvidado por completo lo que había ido a hacer a la clase. Y ambas posturas, en una cátedra como la que él impartía, eran correctas. Las invitó a entrar con un ademán despreocupado y a su vez, movió ambos cuerpos inertes al interior, posicionándolos uno al lado del otro pero a distancia suficiente para el trabajo.

 

―Si usted quiere o no ser justiciera de un muerto, no es de nuestra incumbencia ―respondió al fin, a Nasha―. Lo que ha venido es a descubrir cómo hacer que dicha alma regrese a este cuerpo y la pregunta es, ¿sabe cómo hacerlo? O, mejor enfocada, ¿haría que regrese en el mismo estado en el que murió? Siendo así, haría que muriese al momento de abrir los ojos.

 

Con cierta parsimonia, se colocó entre ambos cuerpos y posó sus ojos en Catherine, quien había acudido a él en primer lugar y que aún así había quedado en segundo lugar en su respuesta, más que todo porque la suya era la que aplicaría a las dos y serviría, por tanto, como un cierre para ambas.

 

―En su caso, pregunta constantemente por qué. Pero, ¿cómo podría saberlo usted? ¿Cómo podría saberlo yo? La única persona capaz de saberlo, más allá del culpable, sea humano o sea la misma naturaleza, es la persona que yace en el suelo ahora mismo ―se tomó un minuto para que las dos reflexionaran y prosiguió―. Lo primero, con un muerto, es el muerto. El por qué, el culpable, todo eso pasa a segundo plano cuando tenemos un cuerpo. En su caso, si están bien conservados, es una ventaja. Pero, aunque fuera el caso, siempre hay que dedicarle tiempo a un cuerpo para decidir qué hacer a continuación...

 

Detuvo la conversación puesto que Matt empezó a hablar. Si hablaba con él mismo, el Arcano aún así le permitió silencio. Pensar siempre era más sencillo cuando no había cuchicheos alrededor y menos si provenían del profesor en cuestión. Con una mirada de reojo, el Arcano confirmó que el muchacho había acertado en la mayoría de los daños que tenía su cuerpo y asintió, sin saber si este lo vería o no. Sin embargo, alzó la voz en lo siguiente que agregó para que los tres escuchasen y por ende, se pusieran en marcha.

 

―Limpiarán los cuerpos, extraerán todo aquello que pudiera seguir provocando que el cuerpo se dañe o descomponga y curarán las heridas. De adentro hacia afuera. Una vez acabado, nos preocuparemos por las almas. Tomen su tiempo.

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Parada ante los cuerpos recién trasladados, se queda pensando. El arcano intenta que centren su atención en él, en el muerto y en aquello que intenta transmitirles pero es difícil para Catherine; no se trata de rebeldía o similares si no más bien de un genuino esfuerzo por que su mente no divague sobre lo que ya dijo. De cómo el cuerpo se corrompería y el alma volvería a retornar al mundo de los muertos apenas consiguiesen traerla de vuelta porque ¿No es acaso eso lo que está diciendo pero con otras palabras? Es sólo que con esa afirmación, lo que dice es que también podrán atar de alguna forma el alma, al finalizar con su adecuación, ya sea curándolo o reparando la corrupción... ¿o es atar una palabra que no aplica para las resurrecciones?

 

Mas tiene que centrarse. Si prestar atención al arcano ya demanda demasiado esfuerzo, es aún peor con su compañero. Por suerte, Báleyr consigue traer una y otra vez su deteriorada mente de vuelta, como si fuese un animalillo embebido de la lógica de cuanto expresa, con las acotaciones que realiza. En otra ocasión, jamás Catherine se habría mostrado tan expuesta y vulnerable pero el anillo que trae en el dedo anular (que parece manifestarse haciendo presión y llenándola de una sensación de inquietud en el cuerpo) sólo se suma a las razones por las cuáles es complicado reunir la concentración suficiente.

 

Entonces, hace caso. Intenta no pensar en las razones por las cuáles la ha encontrado en el jardín y por qué muestra señales de haber muerto asesinada en el frío. Se para ante el cuerpo preguntándose por dónde empezar pero no tiene la más mínima idea, puesto que no está acostumbrada a realizar procedimientos muggles y no cuenta con una varita ¿Debería decírselo al arcano? ¿Tendrá él acaso alguna de repuesto...? Algo en su interior la alerta contra la idea. Le da la impresión que no es el pensamiento más brillante que ha tenido, quizá una parte de su viejo yo, acudiendo en su rescate de forma inesperada con un mínimo de percepción y deducción. Mas, tal hazaña se desvanece en su cabeza tan rápido como ha venido, así que en su lugar, Catherine permanece en silencio por un buen rato, sin moverse ni saber qué hacer, con la mente aparentemente en blanco antes de que sus pensamientos surjan solos, como un torrente de bosquejos inconexos.

 

―Pero las almas, los muertos... ―cierra los ojos un instante, intentando que no se manifieste en su rostro el esfuerzo que realiza, el deteriorado estado en que se encuentra su cerebro trabajando en comunicarse con otras personas luego de permanecer aislada por cuenta propia durante meses pero con sus acciones sólo consigue que tal situación se haga más patente― ellos saben ―su mutismo en aquella ocasión está cargado de significado, es sólo que ni ella misma entiende del todo qué es lo que intenta expresar, así que sólo suelta por fin la pregunta que ha estado estallando en su cabeza desde que escuchara aquello sobre los cadáveres― ¿Es posible insertar el alma de otro allí dentro? ―no se preocupa mucho en mirar el cuerpo al señalarlo. De hecho, no quiere volver a ver a los ojos de esa mujer, ni saber su nombre, ni quién es; después de todo, las palabras de Báleyr le han recordado que no será su alma la que intentará colectar, a pesar de que ese es su cuerpo― ¿Es posible...un alma, si no quiere venir... traerla?

 

La palabra "forzar" no parece acudir a su mente si no hasta que ya es muy tarde porque considera que ya ha expuesto lo que intentaba decir. Su mente parece volver entonces al mismo pozo insondable de tinieblas, del que lucha por salir para enfocar sus sentidos en la respuesta del anciano.

 

Casi inconscientemente, arrastra los pies hasta la mesa de trabajo (apenas nota que es una) sobre la que Báleyr dejara reposar los cuerpos. Sí, si no tiene una varita, entonces debería conseguir una. Al ver a su alrededor, procurando no perderse palabra del arcano pero a la par haciéndolo sin mirarle ni parecer grosera -trabajo difícil- sus ojos se cruzan con los de Montpellier. Entonces entiende: por supuesto, ella sabe su nombre, ella conoce a Montpellier. Así que se acerca hasta ella, de hecho, se acerca hasta mucho más allá de lo que sería recomendable o un respeto adecuado del espacio de una persona. No es consciente de ello, tan sólo el hecho de que tire del chóker de su cuello denota el grado de nerviosismo en el que se encuentra sumida, con los ojos un tanto desenfocados al preguntar:

 

―¿Podría yo... ―nuevamente lucha por encontrar las palabras, pero sólo es luego de un rato de tirar del chóker y fijar de pronto la vista en un espacio en el suelo con especial intensidad que logra continuar― tomar prestada, uhm ¿la varita? ―señala la varita de la muchacha sin verla en reallidad, con una vaga idea de dónde se encuentra, fallando por un par de centímetros a su ubicación real― Para reparar... ―no termina la frase, si no que señala el cadáver.

 

Por supuesto, habla en voz baja pero aún así, en medio del silencio en que se sume Báleyr cuando no está hablando, está segura de que habrá escuchado todo.

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Había pasado un tiempo y no me había encontrado con el arcano, aunque quizás cierto destello de curiosidad surgió en mi mente, suponía que debería recorrer hasta el último rincón y llegar así a lograr toparme con aquel mítico ser, a diferencia de muchos mi ser deseaba certificar mi conocimiento antiguo, ya estaba cansado de ser una sombra de alguien , de ocultar mi rostro, ya pronto mi apellido y mi nombre pasarían a la historia, pero quizás optaria por otro.

 

-Al parecer, debería buscarle

 

 

Murmuré y camine lentamente, con la mirada baja invocaba un hechizo de localización, era posible no fuera exacto pero convine la magia demoniaca con la de los británicos y un poco de los egipcios, fue en eso que intente buscarle, no con ello con mucho resultado. Al cabo de un rato había explorado todo el entorno, y a fin logre ver una práctica algo extraña.

 

Mirada se clavo en ciertos seres parecían estar en clase ¿Acaso había llegado tarde? ¿A caso deberé interrumpir? No se si fue por impulso o porque conocía a uno de ellos por estudio en otro tiempo que comente.

 

-Curioso.- Camine lentamente dejando me ver y ocultando el libro que poseía. -¿Esta es la clase de nigromancia? - Cuestione y observe , escuchaba cada parlamento de cierta bruja o brujo. -El alma y cuerpo son transferibles, desde los antiguos documentos se puede afirmar que no es necesario para revivir a un ser, que este posea su alma, lo importante es regresar a la vida al alma que se necesita, el cuerpo es solo una cascara aparente.- Ello lo decía, pues la alma de Darius, había desaparecido hace años, yo solo poseía sus memorias.

 

Al ver que cada uno poseía un cadáver, les imite y busque uno, allí encontré el de un niño, que a mi parecer había sido torturado hace algunos días, aquella magia oscura la conocía y la decoloración de sus labios me indicaba el veneno usado, por algo poseía el conocimiento de pociones y note además ciertas laceraciones post muerte, inclusive algunos grabados rúnicos que no logre comprender, pero si algunos egipcios. Entonces comencé a escribir una lista las observaciones que había encontrado. Además, anote el veneno usado, era muy sutil, pero la tonalidad de las uñas me ayudo a reafirmarlo, cuando le comenzaba a quitar la ropa, para examinar a la perfección, note como sus miembros genitales estaban mutilados. Curioso, dicha regeneración seria difícil, extraño, pero las heridas en aquella zona eran viejas y sanaba, al parecer me encontraba con un enuco o un ser utilizado para el beneficio sexual .

 

No estaba del todo seguro, si debería tomar este cuerpo o esperar una indicación específica, pero no deseaba reprobar por haber llegado tarde a la clase.

Editado por Demian Luxure

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El Arcano estaba por responder a la muchacha en el momento justo en el que un hombrecito menudo, y de pronunciadas ojeras, entró en el perímetro en el que se encontraban sus aprendices, cada uno con su cadáver. Encontró un tanto erradas sus afirmaciones, pero decidió guardar silencio y dejarlo expresarse. Primero, porque se estaba preguntando quién sería y segundo, porque -sin decir una sola palabra- fue en busca de un cuerpo en imitación de los demás. Así que esperó a que se acomodase a la tarea de cargar con uno, antes de dirigir su atención a Catherine.

 

— ¿Es posible? Sí. Tal como ha dicho nuestro recién llegado -de quien ignoro totalmente el motivo por el que está aquí, aunque asumiré que es por la "clase", como la ha llamado-, el cuerpo humano es un recipiente vacío. —no se molestó en esconder la irritación que le provocó que alguien llamara "clase de nigromancia" a lo que se hacía allí.— Una vasija que puede ser colmada con lo que a usted se le ocurra. Mas hay que tener mucho cuidado, llegados a este punto, pues aunque quieras bendecir cualquier otra alma con la vida, hay que tener en cuenta de que ésta no se quede a menos que lo desee.

 

Baléyr ladeó la cabeza mientras observaba los escrutinios del nuevo aprendiz. Pudo ver que tomaba nota, así que fue acercándose poco a poco, al proseguir con el monólogo.

 

Lo que nos lleva a la siguiente pregunta. Déjeme que se la devuelva, ¿forzaría a un alma a volver al cruel mundo de los vivos? De no querer regresar con nosotros, debe ser por un fuerte motivo, ¿no le parece? Nuestro es el poder, eso seguro, ¿pero qué nos lleva a pensar en que podemos perturbar el descanso de un muerto a menos que éste así lo quiera? —se rascó la barba, mientras elegía sus siguientes palabras— Si forzamos a un alma a volver, pueden pasar dos cosas. La primera es que rechace el cuerpo que se le da, deteriorándolo por completo, de adentro hacia afuera. De ese modo se aseguraría de quedar sin 'vasija' y poder regresar a su descanso eterno. La segunda cosa que podría pasar, es que desgastemos nuestra propia esencia en nuestro intento por 'obligar' a que dicha alma se quede.

 

Miró a cada uno de sus alumnos, para asegurarse de que estaba haciéndose entender.

 

— De cualquier modo, perdemos. Ya sea en eficacia 'mágica', física o mental. Por eso pido a todos mis aprendices que utilicen su criterio, su juicio sensato, al momento de ejercer ésta habilidad. No todas son almas que desean regresar a ésta parte del mundo. Y no todas son almas que deberían hacerlo.

 

Se acercó, entonces, al último muchacho y cruzó ambas manos a su espalda.

 

— Dígame, ¿qué ha encontrado con éste cuerpo y qué haría para devolverlo a la vida?

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@ tenía ciertos problemas para transportar su cadáver, y me di cuenta de que no disponía de varita. Usando la mía, alcé el cuerpo, haciéndolo levitar por delante de mi. Al elevarlo, noté qeu una cadena, de la cual colgaba un anillo, resbalaba de la mano que no se situaba sobre su costado. La tomé también, y emprendí la marcha hacia el interior de la estancia que atravesamos al llegar, preocupándome de pasar tras mi compañera de clase.

 

- Si necesitas ayuda, avísame - murmuré, acompañado de una pequeña sonrisa a la joven.

 

Pero el arcano habló, respondiendo sus preguntas. Al ser la motivación de Melrose el traer de vuelta a alguien que ya no poseía cuerpo, preguntaba sobre ello. La respuesta del arcano me resultó curiosa, pero también conocida. Un alma necesita un recipiente, un cuerpo. Cuando no dispone de él, necesita adaptarse a otro. Pero tal vez no sean compatibles. Tal vez el cuerpo sea débil para albergar otra alma, o tal vez el alma no desee regresar.

 

Agaché la cabeza. Todo aquello me hizo pensar en mis padres. En Sagitas y Jack, el fantasma que había regresado desde el mismo infierno para estar al lado del amor de su vida. Jack era un fantasma, pero su cuerpo, qeu reposaba en la cueva de la Potter Black, a veces abandonaba el descanso, y eso qeu el fantasma, en muy contadas ocasiones, y por períodos de tiempo muy breves, lo ocupaba de nuevo para pasar un breve tiempo con ella.

 

Sabía que aquello suponía un esfuerzo tremendo para Sagitas, y que cuando todo volvía a la normalidad y el cuerpo de Jack volvía a perder el alma del fantasma, necesitaba días enteros para reponerse otra vez. Pero también era cierto que ella era feliz con ello.

 

Dejé mi cadáver sobre la mesa, y lo observé un momento. No era justo forzar a quien no quería volver para que lo hiciera.

 

- Acaso querrían ellos contarnos lo sucedido? Además...y si no saben que están muertos? Supongo qeu un alma en pánico sería un problema. - dije.

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Con toda la maraña de preguntas en su cabeza, no había caído en cuenta de que el cuerpo que tiene delante sobre la mesa de trabajo, no lo había llevado ella misma. Al rememorar un poco, se da cuenta de que muy probablemente fue uno de sus compañeros el que la ayudó a colocarlo allí trayéndolo desde la entrada del jardín pero el retroceder en los hechos e intentar dilucidar realidad de alucinaciones le demanda demasiado esfuerzo, así que decide abandonar la causa y enfocarse en asuntos inmediatos. Pronto, ha olvidado el asunto por completo.

 

Sabe que debería contestar al arcano. Quizá ofrecerle alguna clase de explicación, indicarle que sus preguntas tienen un objetivo concreto. Que ese muerto compró su descanso con la vida de ella, tal vez. Mas las palabras mueren en su garganta antes de que pueda llegar a decirlas y la cabeza le estalla de nuevo. Otro tipo de duda la asalta ¿realmente Pandora compró su muerte al precio de su vida? ¿No fue la propia Catherine la que aceptó, después de todo, seguir toda esa empresa?

 

A pesar de que su mente evoca imágenes difusas, Catherine decide que no puede rendirse tan fácilmente en cuanto a su objetivo. Después de todo, apenas han empezado y existen demasiadas posibilidades todavía. Algo en su interior, agitado y violento antes, parece además haberse apaciguado. Es extraño, pues Catherine no ha hecho absolutamente nada para que así sea pero el dolor que antes se reflejara en su interior como una escala iridiscente parece haber vuelto a ser uno sólo, golpeando en su pecho con ubicación precisa. Puede reconocerlo, saber dónde y cómo late con fuerza; sabe que está herida, pero la propia presencia concentrada (no dispersa) de ese mal, le da el sosiego de saber que debe existir alguna forma de arrancárselo. Por unos momentos, vuelve a tener cierta cordura y alivio, antes de que su mente vuelva a abandonarla, dispersa en la tarea que tiene ante ella.

 

No se trata de que haya encontrado la manera, si no que de que la muchacha a la que le pidiera el favor antes de que todo eso pasara le ha extendido su varita. Como una muñeca de movimientos torpes, Catherine la mira un buen rato con los ojos muy abiertos antes de tomarla y empezar a reparar el cuerpo con movimientos torpes. Al inicio está oxidada y el trabajo deja mucho que desear pero a medida que la magia sigue fluyendo y ella recordando, aún cuando esa varita se siente como tomar otro brazo en lugar de una extensión fluida de su propia extremidad, consigue reparar el cuerpo de manera adecuada, corrigiendo las primeras intentonas luego de haber concluido con todo lo demás.

 

Al final, incluso parece mucho más bello que un cuerpo animado y regular. Ninguna de las imperfecciones que la mujer tuviera en vida pueden reflejarse y algo en el interior de Catherine parece rebelarse ante la idea. Quizá, la idea de hacer algo tan "bien" tampoco sea lo "correcto". Sin embargo, no es más que un pensamiento devenido de un impulso salvaje, que no llega a colegirse en sus acciones, por lo que ella devuelve la varita a su portadora sin más y se queda a esperar el veredicto del arcano.

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