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๑Moco de Troll๑ (MM B: 104903)


heberth portillo
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Con ese tono de cabello, Susan parece una persona totalmente distinta. Dejando de lado el hecho de que, según sea tratado, el cabello es una forma de ocultar una identidad, en su caso le confiere una apariencia curiosa, más relajada, pero no mucho menos misteriosa. No obstante, ¿quién soy para cuestionar eso? Si he pasado los últimos años empeñado en mantener un bajo perfil.

 

-Al menos he descubierto que el tono aún no ha pasado de moda. -río suave, mirando a momentos mi cabello, cuyo tono parece haberse asentado permanentemente. Quizá la duración de los efectos varía dependiendo de la persona; tal vez el hecho de que quiera ocultarlo hace que el tono dure más de lo que me gustaría.

 

-Digamos que soy el tipo de extraño al que le gusta mantenerse en ese estado. Al menos al inicio. -me encojo de hombros ante el comentario de Susan. A pesar de lo fácil que puede ser contar mi historia y el por qué de cada decisión tomada hasta el momento, también sé que podría resultar un tanto tedioso.

 

-No me lo creerías si te lo dijera. Y más aún, el demostrarlo quizá me pondría en una desventaja estratégica, considerando mi afán por no llamar tanto la atención.

 

Pongo el caramelo sobre la mesa, por si decidía aceptarlo. La verdad es que no tengo un plan inmediato para darle uso a dicha broma, lo más seguro es que lo hubiese malgastado con algún pobre descuidado que aceptara regalos de transeúntes. Después de escuchar las intenciones de Susan, había sentido mis ideas con tan poca profundidad, lo que me llevó finalmente a ofrecérselo.

 

-Sinceramente, no tengo mucha idea de cómo usarlo. O en quién, mejor dicho. Creo que en tus manos estaría más seguro.

 

Sonrío con ligereza. Desde mi tropiezo accidental con Susan, he sido demasiado imprudente. Pero, vamos, me ha resultado bastante bien. Es un paso, supongo, hacia la construcción de un vínculo de confianza, algo que no me he podido permitir últimamente. Es algo que no he pasado por alto, y creo que ella tampoco.

 

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Seguimos subiendo y llegamos a la Segunda Planta. Ahora si que se podia decir que estabamos en la autentica tienda, diversidad de productos se extendian por doquier.

 

- Esto esta plagado de toda clase de cosas, me encanta.

 

- Pues to te va a divertir, un pergamino que cuando lo abres te llama gorda.

 

- Si que es divertido, porque soy un peso ligero.

 

- Y este es bueno, muy bueno. Es una tinta normal que si escribes en pergamino se vuelve invisible,pero si escribes en otra superficie te escupe en la cara.

 

- ¿Y si se vuelve invisible como veo el mensaje?

 

- Facil, dices "Specialis revelio" y ya esta.

 

- ¡No me digas que ya has comprado cosas aqui!

 

- Bastantes. En algunas fiestas de cumpleaños que hemos tenido en el Valle habia productos de este local.

 

- ¡Atiza! Y yo sin enterarme...

 

- ¿Y como ibas ha hacerlo? Yo no te lo diria.

 

- Voy a tener que estar mas atenta.

 

- Eso seguro jajaja.

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Sinceramente ese color no era algo que estuviera a la moda. Las personas evitan a toda costa ese color por el simple hecho de que casi nadie le queda bien y pocos se sentían seguros llevándolo. Pero a Eobard sin duda le quedaba bien. Si no hubiera visto lo ocurrido con el mofín seguramente habría pensado que ese es su color de nacimiento, podría haber ignorado sus pobladas cejas negras y sus pestañas color azabache por ese cabello anaranjado. Por otro lado, el color de mi cabello iba oscureciendo pasando a ser un verde esmeralda fluorecente a algo más verduzco con todo el brillo de mi color natural.

 

– Creo que escuchado y visto suficientes barbaridas como para considerar tragarme tu historia, Eobard – Miré por la ventana y el sol seguía en el cielo – ¿Tenemos el tiemo para que me cuentes quién eres?

 

Las interacciones largas con personas nunca se me daban bien, mi cordialidad y monotonía a veces se agotaba. Tal vez con Eobard trataba de encontrar algo que lo volviera más interesante o estaba tratando de develar a Eobard. En todo caso, el plan de encontrar una broma para su familia había quedado en segundo plano. Tenía que salir con una de aquí, ya sea con los disparates de abajo o con el caramelo. Pero esa ya no era su prioridad. Podía escuchar a magos riendose a escasos metros de distancia, carcajeaban y golpeaban su mesa or la asfixia de la risa. Todo a nuestro alrededor, aunque cerca, parecía tan lejos de nuestra situación.

 

Quizás ninguno de los dos perteneciamos a este lugar.

 

Inconsciente enarqué una ceja cuando colocó el caramelo en la mesa. Mi comentario no inmutó en absoluto a Eobard, pero aun así no dejaba de causarme gracia ¿Era yo la imprudente? De seguro, desde que le pedí espontáneamente ayuda lo fui. Con mi orbes lilas miré a Eobard y negué con la cabeza.

 

– No creo que algo como eso afecte a mi familia, de hecho, creo que sería un peligro.

 

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Alcanzo a notar que los efectos del panecillo comienzan a menguar, pues el cabello de Susan pasa de ese verde colorido a un tono más apagado, pero sin recaer en la oscuridad total. En mi caso, no hay muchos cambios, salvo el hecho de que se oscurece un poco y se quiebra, una combinación poco ortodoxa. Decido que ya no tiene mucho caso seguirme preocupando, ya he arriesgado bastante el día de hoy, y no me he arrepentido. Este encuentro me está dejando con un buen sabor de boca, y literalmente, porque aquel postre tenía buen sabor una vez que lo consumí.

 

-No lo dudo, y es que en este mundo hay tantas cosas sin explicar. Algunas que deberían mantenerse así... -hago una mueca. No estaba preparado para la curiosidad de Susan, definitivamente algo le había llamado la atención. No tengo mucho que perder, supongo. -¿Qué tan familiarizada estás con la cultura hindú? Particularmente, con una de sus deidades. -esta era una historia que recuperé durante uno de mis viajes hacia lo desconocido, y a la fecha dudaba de su fidelidad, pero me parecía una explicación lógica a la naturaleza de mis...habilidades.

 

-Estoy hablando del dios del sol, o Suria. Aunque, en décadas recientes, se le conoce por el nombre de Savitrí, o Savitar. Según la historia, fue la primera entidad conocida en poseer una velocidad superior a la concebida por el humano. -me parece curioso estar hablando de esto con alguien a quien apenas conozco. Quizá es el lugar, me parece un tanto fuera del contexto en el que Susan y yo ahora nos encontramos.

 

Pero no me sorprende del todo, ya que yo soy un experto en mantenerme fuera del contexto.

 

Recordemos que la búsqueda de una broma para su familia es lo que le ha traído a ese lugar, mientras que yo parezco haber hecho acto de presencia por mera inercia, por obra de mi ensimismamiento, intentando alejar mi pasado, lo cual ahora tendría que revelar. No me parece tan malo después de todo, ha pasado mucho tiempo desde mi última carrera.

 

La sugerencia del caramelo quizá ha sido un tanto exagerada. Puedo percibir la desaprobación de Susan en el momento en que arquea una ceja, y para cuando confiesa lo peligroso que podría resultar, sé que he cruzado un límite que no debía, al menos desde mi punto de vista. -Lo sería. Si el asunto se te escapa de las manos, claro.

 

-Según tengo entendido, hay formas de contrarrestar el efecto del caramelo. O bien, puedes responsabilizar al establecimiento. -río leve, esperando que Susan no tome nada de esto último de mala forma. Quizá hemos alcanzado un momento incómodo con todo esto del caramelo, pero espero no tenga un impacto posterior.

 

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Algunas deberían mantenerse así...

 

A él no le paetecia hablar de aquello, como dije, el pasado nunca es un buen tempa para socializar. Pero quería saber de Eobard ¿Qué era lo que le daba esa actitud? Parecía alguien transparente cuando comenzabas a tratarlo, aunque a simple vista era otra impresión, Eobard aparentaba ser alguein despreocupado sin casi nada que esconder. Sabía por expreciencia propia de que no siempre es así. No sentía el minímo remordimiento por la pregunta que le habpia hecho, ni siquiera me retractaba, pero era necesario pedir disculpas si se mantendrían al margen de la confianza.

 

Cuando estaba apunto de disculparme por mi arrebato él soltó una pregunta espotánea que me hizo fruncir el ceño. Había leído de a aprendido de la cultura hindú poco, apenas recordaba las historia de Laksmí y Visnú que había leído en la biblioteca. Para mi suerte Eobard dió una breve explicación a lo que se refería, tenía sentido que le deidad del sol viajara a la velocidad de la luz pero ¿Qué tenía que ver eso con él?

 

– No estoy muy familiarizada con la cultura hindú pero es interesante saber de ella, es muy enriquecida – Sonreí ¿Es parte de ti?

 

No parecía discípulo del hinduismo, de hecho, nada en él parecía cercano a aquello ¿Qué tendría que ver esa deidad con su pasado? Quizás Eobard ocultaba más de lo que creía. El color verduzco de mi cabello se había disipado y vuelto al negro habitual, mi cabello había vuelta a la normalidad antes de lo que hubiera querido. La cabellera naranja del mago aún relucía sin necesidad de luz a pesar de que con lentitud su cabello también volvía a la normalidad. Cogí el mofin con mis manos y con msi dedos lo hice girar preguntándome si sería una buena idea volverlo a probar.

 

No me importaría la incomoda sensación si me tintara el cabello de violeta.

 

Reí con él cuando comentó lo del caramelo, le daba mucha importancia a un simple comentario. De hecho sus ideas habián sido buenas y no podia imaginarme al pobre iluso al que le tocaría aquel caramelo en la comida sin reirme de forma furtiva. Pero, como todo en mi casa, la risa no duraría mucho pues estamos tan condenados que cualquier aberración que se pasara por sus cabezas en ese pequeño instante sería materializada.

 

– Entonces debería llevarme una caja.– Le sonreí

 

 

 

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No estaba preparado para tener esta conversación, pero supongo que la sorpresa me hizo tomar cartas en el asunto. A pesar de mi terca decisión de mantener mi pasado en secreto, creo que el hablar de ello me haría cambiar de opinión, con el tiempo. No es como que fuera a explicarle todo al primer desconocido con el que me cruzara, pero Susan me parecía una persona en quién podía confiar.

 

-Parece que mi pregunta te ha tomado por sorpresa. -río suavemente, mirando su reacción ante mi interrogante. -Quizá pensaste que no compartiría mucho acerca de mi...naturaleza. -y la verdad es que, de inicio, no quería hacerlo. Pero no perdía mucho, realmente. Podía abrirme un poco con la chica, tal vez entendería mis razones para ocultarme.

 

-Digamos que es parte de todos nosotros, de un modo figurativo, claro. -asiento, pensando en cómo explicarlo. Lo que estaba a punto de decir podría cambiar la percepción que Susan tiene de mí. ¿Para bien, o para mal? Ya veremos. -Y por nosotros, me refiero a los velocistas. Tal vez habrás escuchado un poco de ellos, son más comunes en el mundo muggle. Humanos con habilidades fuera de lo habitual. Pero hay una clase en específico, los velocistas, que poseemos lo que podría interpretarse como velocidad superior.

 

Mientras observo a la chica tomar de nuevo el postre cambia-tono, aprovecho para mirar mi cabello, esperando que siga en proceso de regresar a la normalidad. Comienza a oscurecerse más, ahora cambiando a un tono canela. Más discreto, para mi gusto. -Y, ¿qué tiene que ver Savitrí en todo esto? Bueno, fue el primer velocista. Como quizá habrás leído, la velocidad es una de las fuerzas de la naturaleza. Todos los velocistas poseemos una conexión con esta fuerza, con la esencia de Savitrí. Es lo que nos confiere nuestras habilidades...peculiares.

 

-Una caja me parece una idea perfecta. -río al escuchar su sugerencia. Podría resultar catastrófico si las cosas se exceden un poco, pero vamos, es una broma, y estoy casi seguro de que quiere asegurarse que su familia no la olvide en mucho tiempo. Eso me hace recordar en otro artículo que deseaba adquirir ese día. Acto seguido, llamo a uno de los meseros.

 

-Me gustaría ver si es posible que nos traiga una caja de caramelos alarga lengua, para la señorita. -giro la mirada a Susan, cuyo cabello ya ha regresado a su tono original, aquel oscuro que también parecía un tanto agradable. -Y un pantano portátil, si es que aún conserva alguno. -el empleado pareció asustarse ante la mención del artículo. Era un tanto peligroso, pues si se abría en un lugar muy compacto podría resultar dañino para todo aquel que se encontrara en su radio de efecto.

 

A lo lejos alcanzo a ver a un par de magos, adolescentes, al juzgar por la apariencia, que han abierto una caja de fuegos artificiales. Algunos se disuelven a los pocos segundos, pero otros se mantienen vivos, cruzando la zona de comidas, por lo que a momentos debemos mover la cabeza para evitar ser el blanco de alguno de ellos. -Al menos no son bombas fétidas, ni algo peor. -comento, esperando que Susan no lo lleve tan mal intentando esquivar dichos proyectiles.

 

Pero he hablado demasiado pronto. El mesero se acerca cargando la caja del pantano con gran dificultad, debido a que era un modelo relativamente nuevo, podía abarcar una mansión entera si te lo proponías. Encima de ésta, había una caja de tamaño medio, posiblemente contenía los caramelos. -Oh, no... -con la misma percepción con la que observe a Susan esquivar aquellas bombas fétidas, alcanzo a notar a uno de los pequeños fuegos artificiales cruzando la estancia peligrosamente, sin disolverse un poco. Gracias a la lentitud con la que estoy percibiendo esto, no hay duda alguna de que su objetivo es mi pedido.

 

@@Susan V. Goldstein

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Seguiamos recorriendo el local, mirabamos cosas pero no acabamos de comprar nada.

 

- ¡Fijate! Esas son varitas de pega, das unos golpecitos y se convierten en cosas. Cosas muy variadas.

 

- Oi hablar de ellas, creo que Harry y Ron se pelearon una vez con ellas en clase del Profesor Flitwick.

 

- Pues si, la de Harry se convirtio en una merluza de goma y la de Ron en un loro.

 

- ¿Y que paso?

 

- Que cuando el profesor les llamo al orden Ron y su varita acaban de cortar la cabeza de la merluza.

 

- ¡No me digas que tu las has usado!

 

- ¡Claro, en eso consiste la gracia! De vez en cuando hay que dejar la seriedad a un lado. Pero este otro producto es mas curioso.

 

- ¿Que es?

 

- Varitas de entrenamiento, lanzas un hechizo y tiene un protego, tu tambien lo puedes lanzar, si tocas al contrario recibe una pequeña descarga, no es grave pero causa un cosquilleo...

 

- En el Valle estaria bien.

 

- Y estan, son las que usamos para los niños.

 

- Lo que me estoy enterando....

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– De hecho sí, pensé que las cosas se quedarían así.

 

Y que bueno que no, el momento habría sido el doble de incómodo para mí. Aunque pienso que he corrido con suerte, Eobard podría mostrarse casi transparente hacia mí pero estaba claro que algo le costaba. Si no fuera así, habría comezado con el tema de una forma más abierta. Cuando hizo referencia a su naturaleza mi mente rapidámente comezó a sacar variantes, en este mundo todo era posibles, desde él fuera un discípulo de Savitrí hasta la reencarnación de esa deidad. Eso explicaría porque el color le habían sentado también, pero todo lo demás no concordaba.

 

Él siguió explicando y ahora tenía aun más de mi atención, cuando dijo aquello de los velocistas recordé a los superhumanos que alguna vez habpia visto en el mundo muggle, algunos eran muy adorados mientras que otros ya no eran la gran cosa. Me explica que ellos en especial tienen la habilidad de ser veloces, de ahí el nombre, pensé. Pero Savitrí aun no estaba fuera del tema, y es que tiene aun más sentido cuando la deidad de sol es parte esencial de los velocistas. Asentí antes su explicación.

 

– Entonces... ¿Eso significa que si te digo que vayas a Hungría y me traigas una piedra de Budapest lo harías en segundos? – Estaba maravillada, era una habilidad increíble que no habría pensado jamás que le preteneciera – Asombroso.

 

Reí junto con él en el momento en que opinó de la caja, era un hecho que yo no estaría ahí para cuando esos caramelos fueran consumidos, más que graciosa sería una escena perturbadora ver a todos con tentáculos como lenguas, pero ellos se la pasarían mal y eso calmaba mi conciencia. Eobard estiró el brazo para llamar a uno de los meseros, pidió la caja y algo que realmente no esperaba: El pantano portátil. Miré a Eobard con ligero pánico por su pedido, era imposible no sentirlo por lo propensa que era la tienda en sufrir catastrofes. Pero hasta ahora él parecía lo bastante racional como para tener la situación con eso controlada.

 

Los fuegos artificiales de incontables colores comenzaron a ser un problema para quien tenía la cabeza en alto, reía ante el comentario de Eobard – Creo que es lo más inofensivo de esta tienda.

 

Poco después él fijo su mirada en el mesero que llegaba con su pedido, la caja del pantano era más grande de lo que esperaba mientras que la caja de los caramelos apenas resaltaba, por un segundo miré que su ojos reflejaban pánico y dos simples palabras me pusiero alerta – ¿Pasa algo Eobard?

 

Unos segundos más sin optener respuesta y algo extraordinario pasó, uno de los coete había impactado con la caja del pantano, este se abrió y toda la planta, sillas, mesa y personas se sumergieron en el como una fangosa piscina. Había conseguido tapar mi cara con la manos y gracias que el fango fuera de consistencia viscosa y espesa casi no se filtraba por mis manos. El étido olor penetro mis fosas nasales y los quejidos y chapoteos de personas llenaron a mi casi tapados oídos. Sin quitar las manos de mi rostro intente elevarme con mis piernas y de ardua manera conseguí salir a la superficie. Destapé mis rostro para descubrír que solo mis palmas estaban limpias, lo que significa que mi rostro estaría igual, no habría manera de saberlo por ahora. Las arcadas se acercaban a mi mientras intentaba salir de aquello, con miedo de que esa putrefacción ensuciarla lo que me quedaba de piel limpia.

 

De todas la personas ahí no podía escuchar Eobard pero decidí que lo mejro sería buscarlo en el momento en que saliera, ya que ni yo misma podía mover mi cuerpo con facilidad en aqella situación, debía encontrar una manera de salir rápido de allí.

 

 

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- ¿Alguna vez has pensado en abrir un negocio de estos?

 

- Jajajajajaja

 

- ¿Que tiene de gracioso?

 

- Tu no lo sabes, pero a traves de una serie de discretos contactos tenemos pequeñas participaciones en toda clase de negocios. Por eso fluye tanto dinero hacia el Valle. Nuestra especialidad son las tiendas de bromas, de deportes, librerias, Pociones y animales. Es una buena forma de obtener grandes beneficios.

 

- ¡No me lo puedo creer! ¿Quieres decir que puedes tener participaciones en este local?

 

- Directamente no, lo que tenemos es intermediarios que ponen capital para financiar actividades. Lo que te cuento es secreto. Los Inefables y los Aurores darian un brazo por esta informacion.

 

- Pero...¿desde cuando?

 

- Desde hace mucho tiempo. Pero mucho. Incluso te contare un secretito. El motivo real por el que Gringotts no puso pegas a mi carta de credito.

 

- Cuenta, cuenta...

 

- Es muy facil, nuestra Banca es dueña del 20%de Gringotts.

 

- ¿Queeee, como dices?

 

- Lo que oyes. Indirectamente financiamos el Banco. Mas aun, a traves de nuestros intermediarios financiamos la totalidad de la escuela privada de Salem, en Estados Unidos.

 

- Ahora si que me dejas a cuadros.

 

- Pues hay algo mas. Tenemos un programa de Becas para alumnos sin recursos de todas las escuelas del mundo.

 

- ¿Para que?

 

- Para conseguir nuevos talentos y nuevos contactos. ¿Para que si no?

 

Sus revelaciones me dejaban de una pieza, realmente mi marido escondia muchas cosas.

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-Bueno, te he tomado por sorpresa, entonces. -esbozo una leve sonrisa a Susan, quien parece sentirse un poco aliviada ante la explicación de mis habilidades, pues mi negativa a hablar posiblemente habría desencadenado un aura de incomodidad alrededor de ambos. Sería la segunda persona en Reino Unido a la que le contaba parte de esta historia, por lo que me ha hecho considerar si debía seguir manteniendo esto en secreto. Al menos la mayor parte.

 

Durante la explicación de los velocistas, vinieron a mi mente algunos de ellos, todos unidos por la misma esencia de Savitrí, pero con naturalezas tan opuestas, tan literalmente, que incluso existían algunos que no se podían denominar humanos del todo. En un instante, mi más reciente encuentro con el último emisario de la deidad hindú reemplaza mi alrededor. Hace años que no lo veo, y considerando que aquella ocasión no salí tan bien parado, supongo que es mejor seguir oculto.

 

-Se podría decir... -río ligeramente ante la pregunta de Susan, pues ese tipo de interrogantes eran comunes entre los velocistas. -A pesar de poseer dicha habilidad, ya no es algo permanente. Esto es, la puedo usar a momentos, y si me fallara en, digamos, la frontera húngara, bueno, creo que sería un problema. -hago una mueca ante la idea de echar a perder la cubierta del mundo mágico con tal imprudencia.

 

Me arrepiento un poco de hacer mi pedido, pues sé el riesgo que conlleva el arrastrar la caja hasta la zona de comidas, con tantas probabilidades de detonarla. Quizá lo mejor habría sido recoger el pedido, pero ya no tengo tiempo de poner reparos, pues el mesero se ha marchado. Escucho a la chica opinar sobre el peligro que representan los fuegos artificiales en la tienda y concuerdo con ella hasta cierto punto. Dejarán de ser inofensivos en cuanto uno de ellos impacte en la caja del pantano portátil.

 

-Muy bien, creo que esto se va a poner f... -Ni siquiera con mis habilidades de velocista, soy capaz de evitar esta catástrofe. Ha sido un mal momento para no poder hacer uso de mi velocidad, por lo que el fango impacta directamente en mi espalda. Tal es la fuerza con la que lo hace, que soy despedido hacia un lado de la mesa, sumergiéndome en la piscina pantanosa que ha resultado de activar la broma dentro de la tienda.

 

El golpe me deja inconsciente por unos segundos, por lo que en ese breve instante, que resulta para mí una eternidad, viene a mí la memoria del día en que decidí partir de la mansión Thawne. Había llegado a las verjas de entrada, dando un último vistazo a aquella casona que reinaba la colina, y echado a correr sin más. Recupero el conocimiento, pero sé que no debo abrir los ojos, pues resultaría contraproducente. Comienzo a patalear y alcanzo la superficie, donde al parecer Susan ha tenido más suerte que yo.

 

-¿Estás bien? -la miro, y de cierta forma intuyo la respuesta. Si lo está, no será por mucho, pues el fango comienza a actuar como aspiradora, esto ocasionando que muchas de las personas en las mesas vecinas se sumerjan casi con facilidad. -Muy bien, si puedes sacar tu varita y cubrirte de esto, sería buena idea, a menos que quieras más fango. -tras darle la indicación a Susan, comienzo a trazar círculos con mis brazos.

 

Al inicio sólo parezco un pobre tonto intentando salvarse, lo cual es cierto, pero eventualmente mis brazos comienzan a vibrar. Savitrí ha decidido devolverme temporalmente mis poderes. El movimiento que realizo retrasa momentáneamente la acción del fango, pero no será suficiente para resolver esto. Pero lo es, al menos, para liberar a la joven y a mí.

 

-Tendremos que bajar a la segunda planta, ahí debe haber algo con lo que podamos contrarrestar los efectos de esta cosa.

 

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