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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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— Leah... —jadeó.

 

Las manos de Tauro empezaron a subir por sus piernas, con la yema de los dedos bien marcadas a medida que avanzaban sobre su piel. Su boca seguía allí al lado de su oreja, tan cerca para que sintiera su aliento cálido golpearle con cada nueva ola de placer y de deseo que poseía su mente y cuerpo —Te necesito —fue lo único que le susurró antes de pasar su lengua por el interior de su oreja, tomando el lóbulo de esta con los dientes para morderla. Una vez sus piernas llegaron hasta sus caderas separó las piernas de su novia ubicándose entre ellas y rasgándole la ropa fue descubriendo poco a poco su espalda. Su mano derecha se posicionó en su vientre y con fuerza hizo que su torso quedara suspendido en el aire, siempre sosteniéndola.

 

— Te necesito como nunca he necesitado a nadie —las palabras salieron apenas en un sonido audible y de nuevo la puso de cara contra la mesa. Con toda la parte superior rasgada y la espalda descubierta, Tauro la besó tan fuerte que por donde pasaba sus labios, le iba dejando un moretón, siendo presa de la excitación estrechó sus senos contra sus manos ansiosas por recorrerla entera allí y ahora, sin importarle demasiado que alguien pudiera entrar en ese momento, total no le importaba y la sensación de peligro al ser descubiertas la ponía peor — Y quiero que seas mía, solo mía —susurró cuando llegó a la curva donde empezaba su cola y volvió a subir. Tomándola por ambas manos la hizo girar para que quedara frente a ella y pudiera ver la expresión de su rostro, quería grabársela cuando la estuviera haciendo suya.

 

Leah era capaz de despertar su demonio, haciendo que perdiera el control de sí misma y se comportara de esa forma casi que animal, loca por sentirla cerca, por tocarla, por acariciarla, por besarla, por verla. La atrajo desde el cuello y la besó con intensidad, de manera muy apasionada, metiendo de golpe su lengua que rodeó la suya y la succionó mientras que su cadera empezaba a moverse en un vaivén contra ella, cada vez con un poco más de velocidad mientras que su mano se hacía lugar por debajo de su falda y presionaba con firmeza.

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Cuando había dicho aquellas palabras, en realidad no había pensado en las consecuencias que tendría y la forma en que Tau podría actuar. Y no le disgustaba en lo absoluto. En el momento en que su mejilla dio contra la mesa, un gruñido escapó de su garganta como si se tratara de un animal, tan fuerte como lo había sido el golpe. Ella no podía verlo y tampoco podía sentirlo, pero sus pupilas se habían delatado por la completa excitación que la peli-azul era capaz de crear en ella. Estaba a merced de alguien por primera vez, puesto que antes simplemente se había dejado hacer en la tina, pero ahora lo había pedido y vaya que la líder Mortífaga sabía cómo tomar las riendas.

 

Era normal que reaccionara de forma automática al sentir las manos de su novia tocar su cuerpo, sólo que ahora era diferente. Se sentía pequeña, indefensa, increíblemente suya. Los vellos de su nuca se erizaban con cada roce de su aliento, sus labios, con las yemas de los dedos deslizándose por cada tramo descubierto de su piel y con cada aproximación a sus puntos más delicados, sus dedos se crispaban sobre la mesa como si necesitara sostenerse de algo pese a que estaba apoyada en la madera. Su naturaleza la impulsaba a darse vuelta, imponerse como siempre hacía, pero su mente la dejaba quieta contra la fría superficie plana, a su merced.

 

Otro sonido gutural escapó de sus labios en cuanto empezó a dejarle marcas en la espalda y a medida que estas bajaban por la curvatura de su columna, más se aferraba a la mesa. Le gustaban las marcas, le gustaba el pequeño dolor que estas producían en ella. Porque no era molesto, sólo hacían de la situación mucho más sensual. Que le dijera que la necesitara hacía que temblara de pies a cabeza, deseando hacer algo al respecto de inmediato, pero de nuevo la mujer hizo de las suyas y la giró como si fuera una muñeca, pegándola esta vez de espaldas a la mesa. Y así, cuando logró tener un poco más de movilidad, aprovechó para hacer algo más que sólo sentir; rodeó la cintura con sus piernas, acercándola más y le siguió el beso entre jadeos, hundiendo las uñas en su espalda.

 

—Yo soy tuya.

 

Lo dijo sobre sus labios, renuente a separarlos de los suyos, acabando por morderla con la misma intensidad. Estaba segura que le había hecho con corte en el labio inferior y sapía que recibiría su merecido por ello, pero le daba precisamente igual. Lamió la pequeña gota de sangre mientras sus manos se movían con desespero por el torso de Tau. Ella no llevaba las riendas, aunque es no significara que no pudiera hacer cosas como aquella. Volvió jirones su ropa en un abrir y cerrar de ojos, acercándola otra vez a ella, con brusquedad, con propiedad, con toda la excitación acumulada en la zona de su entrepierna latiendo al ritmo de su acelerado corazón. Sus ojos demandantes encontraron los azules de Tau y con un rugido perteneciente a un demonio, volvió a hablar.

 

—Soy sólo tuya y de nadie más. Que te quede claro —se deshizo de las únicas prendas que quedaban en su propio cuerpo y ella misma, sin pedir permiso, llevó las manos de su novia ahí donde las necesitaba—. Tuya.

 

Enterró los dientes en el hombro de su prometida en cuanto volvieron a ser una sola, porque escuchaba voces a través de las paredes. Si entraban o no a ver qué pasaba, le era indiferente. Por ella podría verla todo Ottery, toda Rumania. Sólo le importaba ella, su novia y lo que estaban compartiendo. Cerró los ojos con fuerza, porque lo que venía no sería romántico y mucho menos delicado, era una necesidad de ambas por expresar su naturaleza territorial de la única forma que su raza lo permitía.

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La noche era calurosa. La primavera comenzaba a despedirse llevándose consigo las hormonas de aquellos amantes aguerridos y desesperados dejando a su paso una temperatura insoportable para ser cierta. Pasaba su varita de una mano a otra, jugaba con ella o canalizaba la ira podría decirse que ambas, gruñía por lo bajo con los ojos tan verdes que fácilmente se confundía con los de una serpiente. ¿Qué fue de ti? Se preguntó, humectaba su boca con veneno puro, oía los pasivos latidos de cada persona que dormitaba por la hora —casi las tres de la madrugada— y aguardaba esa deliciosa arritmia que pronto llegaría a romper con todo el esquema y le pegaría una sonrisa a su impenetrable rostro el cual jamás cubría, no desde la última vez, deseaba que las personas contra las que combatía vieran la felicidad en sus facciones al vencer, se estaba volviendo macabra.

 

Le tomó más de dos horas invocar el Patronus pero allí estaba frente a ella tan lumínico como siempre, un enorme Huargo adulto con porte y seguridad tanto como brutalidad de ser totalmente corpóreo. Pensaba en la última gran aventura que tuvo, el dolor que le causó saber que Nathan estaba en peligro y el regocijo que sintió cuando por fin estuvo entre sus brazos, recordó la noche que le siguió, y la otra y la otra mientas su sonrisa aumentaba entumeciendo sus rosadas mejillas; —Expecto Patronum— voilá, simplemente sucedió. Aunque para ser sincera su lobo solo se dirigía a un sitio en particular, el no poder estar controlando el monstruo que era ponía a muchas personas incómodas, dentro de esas personas estaban sus amigos y compañero quienes no toleraban demasiado el cambio en su dulce personalidad.

 

Solo aúlla. No necesitaban palabras, ella sabría el significado del aullido, ellas eran los alfa de aquella gran manada construida poco a poco. Se puso de pie bajando del árbol en donde se mantenía divisando la borrosa sombra de una mujer, sabía que no tardaría en llegar una vez recibido el mensaje más se apresuró a echarse la capucha sobre su melena plateada no quería ver reticencia en nadie que la quisiera; lo bueno de Lisa era su carácter, comprendía que no era amor el que le profesaba y probablemente tampoco cariño, mantenían una conexión extraña y especial que no se había visto afectada por el rotundo cambio de personalidad ni linaje, el resto de sus seres queridos simplemente no podían acercarse a ella sin asfixiarla.

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De pie, frente a la ensenada, observaba con tranquilidad como el mar golpeaba secuencialmente la costa de Rumanía. Había logrado derrocar al mayor canalla de los últimos tiempos, con el beneficio de liberar a mi pueblo. Agotada, herida, pero feliz. La descripción perfecta de como me hallaba. Yuri, la loba blanca de aspecto feroz, a mi lado, aullaba a la incipiente luna, recordándome la unión mística que poseía con el astro rey de la noche. El sentimiento de victoria aun corría por mis venas. La adrenalina seguía en pie de guerra.


Arya parecía saberlo, pues su patronus en forma de Huargo llego a mi. Asentí a su corto mensaje. Las cosas en Ottery deberían mejorar y para ello nosotras dos tendríamos que enfrentarnos a las hordas de mortifagos mas sangrientos de todos los tiempos; los primos Ivashkov. El sacrificio valdría la pena si ganábamos paz. Acabar con ellos era una prioridad de la Orden desde hacia varios meses, en los cuales y vete tu a saber porque razón, habían aumentado su poder y su rencor hacia la vida ajena.


Desaparecí, para hacer acto de presencia en la comunidad mágica de Londres, a uso veinte pasos de la valla que separaba el traslador que nos llevaría al destino final del paseo principal. Con la cabeza alta y la seguridad en mis ojos verdes avance. No le temía a la muerte, ni me preocupaba ninguno de aquellos seguidores de Tom Riddle, Me puse la mascara de luz y llegue hasta donde la Warrior se hallaba. La salude con un ademan. La Macnair se veía concentrada e incluso algo apática.


- Ganar o Morir

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—Si me ves cometer alguna locura vete y déjame, ¿vale?

 

Había tomado su mano en el aire antes de que siquiera lograse tocar la verja que las conduciría a destino y no la soltaría hasta obtener la respuesta que quería. Tras esto se aferró al hombro de su hermana y ambas fueron absorbidas por una fina brecha en el air, atrapadas desde el ombligo y puestas segundos después delicadamente en Rumania, o más precisos en los terrenos Ivashkov. Había mucho por caminar, estaba segura de que podía hacer aquel recorrido con los ojos cerrados simplemente dejándose llevar por el sendero, había estado en incontables oportunidades allí, tantas batallas, algunas victoriosas otras no tanto pero al fin y al cabo con una enseñanza de por medio más ésta vez era diferente puesto que no lograba sentir todo ese odio infundado hacia una de las Matriarcas, lo único que consiguió fue como masticar orégano, una buena cantidad de orégano. ¿Amargo?, quizás así sabía la ira.

 

—Corpus Patronus— Conjuró

 

Atravesaba los primeros metros, el castillo se veía lejano y casi todo estaba a oscuras, así fue que logró utilizar su vista agudizada por la esencia demoníaca cosa curiosa. Pronto cientos de filamentos platinados brotaron de su enarbolada y altiva varita y siguieron su paso danzando junto a su derecha formando primero un bulto, luego ensanchándose para cada lado, estirándose hacia arriba y abajo y al final batiendo un par de enormes alas para estallar en una neblina que aun le permitía ver el sendero y dejando en su lugar un magnífico fénix. El canto de la criatura casi le arranca una lágrima más se contuvo por el simple hecho de que ya no recordaba cómo llorar, ¿la tristeza olía a lluvia?, siempre creyó eso.

 

Casi 15 minutos después se detuvo frente a la fuente cercana ya a la elegante estructura y volteó para ver a su compañera, —espero no te moleste— comentó alzándose de hombros y señalando la decoración exótica de una muchacha vuelta estatua y apuntando con Sombra en su dirección murmuró —Morphos— así como quien no quiere la cosa transformándola ahora en un hipogrifo adulto que se posicionó a cinco metros con un trote suave, hacia el frente.

 

Ganar o Morir, pensó. Ya estaban allí poblando los jardines Ivashkov.

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Un tanto brusco, no obstante, era esa mi forma de pensar. Si te ponías con algo, lo acababas, fuesen cuales fuesen las consecuencias. Mi nivel de exigencia era supremo. Y teniendo en cuenta que el bienestar y la justicia estaban en nuestras manos, debíamos arriesgarlo todo. Nuestras vidas contaban si, pero mas lo hacían las de aquellas personas que no podían presentar batalla. El poder que circulaba por mis venas conllevaba una responsabilidad enorme, mas con mi rango y cargo.


La fémina asintió. Quizás era eso lo que nos unía; la falta de miedo o la inconsciencia a la hora de batallar.


Estaba a punto de tocar la reja, aquella que protegía una caseta de madera en ruinas y la que nos llevaría directas al peligro, cuando la bruja me freno y me hizo participe de su temor. Lo pensé un segundo. Evidentemente jamas dejaría a un compañero atrás. No iba conmigo, menos con mis principios básicos, no obstante y para evitar que me montase el numerito del siglo en plena redada, baje la cabeza y le murmure un ¨claro, no te preocupes¨ que no cumpliría.


Sabia bien lo que se cernía bajo aquellos ojos oscuros. Un demonio con ganas de sangre. Lo domaría o moriría en el intento. Era de mi manada. Claudicar era de cobardes.


Tras ese comienzo, logramos llegar a Transilvania. Hogar de la familia Ivaskov. Caminamos un poco a paso lento hasta parar nuestros pasos en lo que sabíamos era el jardín principal. El césped estaba bien cuidado, como la iluminación. Un alarde económico muy notable. Negué. El dinero y los ropajes no hacen al mago. Me situé a tres metros de la Macnair, a cinco de todo objeto que pudiese herirme en caso d que mutase y me centre en lo que vendría a continuación.


- Corpus Patronus – Fue el primer y único conjuro que pronuncie. Miles de hilos plateados se unieron, conformando la inconfundible forma de un hipogrifo. De dos metros, con un afilado pico y unas garras dispuestas para arrancar un brazo o una pierna con facilidad. Se posiciono a mi lado, a cuatro metros. Me protegería de todo lo que se me enviase, así mismo también acataría cualquier orden mental o verbal que le diese. Seria mis ojos en caso de que yo no pudiese ver.

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—Aqueora

 

No, no deseaba quedarse quieta donde estaba. Con cada segundo que pasaba su corazón latía con más fuerza, aquella no era buena señal, miró a su hermana y tragó en seco, el verde en sus ojos brillaba con más intensidad a la luz de la luna, se había convertido en el monstruo que siempre temió y no es que los Mortífagos fuesen un problema para ella sino que le aterraba la idea de lastimar a Lisa. La Knight podría lidiar con cientos de seres oscuros ¿pero cómo detenías una enorme amenaza que a su vez es parte de su manada?, era como estar bajos los efectos de la luna llena solo que la noche se encontraba increíblemente despejada. Pensando en eso fue que logró conjurar una enorme masa acuosa que absorbió el cuerpo de Lisa para protegerla por tres largos turnos de lo que fuese que intentase herirla, incluida ella.

 

—Aqueora

 

Ésta vez se apuntó a su misma observando de lejos a su Hipogrifo a la vez que nuevamente una burbuja la cubría pero no le dificultaba ni ver ni atacar. El fénix se encontraba más cerca que cualquier otra cosa. Dio unos pasos más, cerca de las escalinatas de la entrada más decidió que no sería buena idea, acabó por colocarse a 8 metros de ésta aun pensando en las palabras que le había regalado a Lisa antes de aparecer allí dentro suyo sentía que algo no estaba bien.

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-Vaya, ya era hora.

 

Con un movimiento de los dedos, certero y practicado durante largos años, hizo la varita girar hasta que logró tomarla firmemente por el mango metálico e hincar la punta en su piel. La tinta impresa en ella, como si estuviera recién pintada, cobró vida de inmediato realizando el llamado que necesitaba para invocar a los mortífagos. El ardor los guiaría a la Ivashkov, su lugar de residencia, donde los odefos habían decidido atacar. Ella en completa calma, observaba el evento desde las alturas y se acomodaba la túnica escarlata, además de ponerse la katana enfundada en la espalda. Para cuando terminó, la máscara de plata brillaba por sí sola mientras sus ojos escudriñaban a las intrusas.

 

Era interesante que hubieran decidido entrar ahí. Quizás un acto suicida, quizás ganas de ver la sangre correr. Su sangre. La Atkins no se movió ni por un minuto de donde estaba, era imposible que la detectaran, sólo se dedicaba a mirarlas. Qué hacían las dos mujeres, que sabían que eran féminas pese a la altura, a dónde se movían, qué pretendían. Todo lo analizaría desde arriba hasta que el primer mortífago hiciera aparición y así fue como supo que era el momento.

 

-¡Morsmodre!

 

Sobre el castillo apareció una Marca Tenebrosa enorme, azabache, más oscura que la misma noche. Justo al tiempo, una estela descendía del cielo arremolinada como una tempestad y poco después, la Atkins desapareció de la torre hacia... ¿dónde?

Igual a la estela que había caído primero en las afueras, la figura de la rubia envuelta en una voluta cayó arremolinada en los jardines de su propiedad. Como matriarca podía permitirse aquellas cosas y fue precisamente por ello que, tan sólo llegar, se puso en marcha. Enarboló la varita en una floritura elegante, letal y fulminante, mientras que su magia se centraba en la madera de almendro para crear el primer hechizo.

 

-Celerus Cinaede.

 

Apuntando a Lisa, lanzó un potente veneno a las vías respiratorias de la Knight. De esa forma, el veneno se filtraría en la sangre de la mujer y acabaría por matarla si no tomaba bien sus acciones.

 

-Absorvere.

 

Las manos donde ella y Arya portaban las varitas se quebraron de inmediato, haciendo de ese modo que apuntar les fuera imposible. Posteriormente, pensó en un efecto para ella misma y su novia.

 

-Cantar de Eleboro.

 

Una vibración musical surgió de su varita, cortando el silencio del aire en una cantidad mínima. Su cuerpo y el de Tau sufrieron a la par una remasterización de los sentidos, donde se habían convertido temporalmente inmunes a cualquier hechizo que los afectara. De ese modo, suerte intentando dejarlas ciegas o algo.

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Al parecer no se podía tener un minuto de tranquilidad (?) en el viejo Ottery. De por sí que se había filtrado cierta información de que estaban aliados con los aurores y pronto saldrían de forma muy literal a la luz (¿o de la luz?) pretendiendo quién sabe qué cosa, pero eso no impediría que los Mortifagos de igual forma les dieran caza. ¿Qué más daba si terminaban siendo aceptados por la comunidad mágica? Cualquiera que los aceptara sería enemigo directo de los Mortífagos, de eso no había duda, pero por otro lado seria más fácil dar con su paradero.


La marca en su antebrazo izquierdo ardió con fuerza y Tauro supo de quién era el llamado. Rápidamente buscó su máscara en su habitación en la Malfoy para cubrirse el rostro y una capucha junto con la túnica cubrió el resto de su cabeza y ropa. No había tiempo que perder, si Leah la necesitaba allí estaría sin pensarlo dos veces. Cerró los ojos y en cuestión de segundos abandonó la mansión para aparecer en el castillo Ivashkov, o por lo menos en lo que pretendía ser en Ottery.


Una vez allí Tauro se aproximó a la verja la cual tocó suavemente activando el traslador que la llevaría directo a Rumania. Ahora sí que se podía ver el verdadero castillo Ivashkov a lo lejos, pero por ahora se encontraba lejos de los límites de aparición y debía acortar esa distancia antes de llegar al jardin.

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La conversación que sostenía con Derek y Zack se tornaba monótona, desencadenando en algo aburrido y que no lograba mantener toda su atención. Por lo que decidió concentrar su atención en las copas de whisky que ingería, una tras otra, hasta permitir que su cuerpo quedará completamente consumido por el alcohol, algo poco prudente, pero le agradaba la sensación que sentía.

 

Al comenzar a sentirse un poco mareada, supo que era momento de encontrar la habitación que la alojaría durante su estancia con la familia Ivashkov. Dando algunos tumbos por todo el castillo, escuchó ruidos procedentes de alguna parte que no podía identificar del todo, por lo que decidió que lo mejor era ponerse en marcha y encontrar de donde provenían.

 

Sin embargo, no fue necesario porque fue alertada por un elfo de la llegada de dos miembros de la Orden del Fénix, sacando su varita mágica de su túnica, revisó que sobre su cuello colgara la cadena con los amuletos y anillos aprendidos durante sus cursos en la universidad, y se colocó una máscara plateada con filigranas verdes, que cubría su identidad.

 

—Vamos a ver que quieren… —siseó encaminándose a los jardines del castillo, sin embargo, permaneció dentro, visualizando todo lo que ocurría a su alrededor.

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