Castillo Ivashkov (MM B: 106154)

[Melrose Moody]

Se sentia agradecida con la proteccion brindada, especialmente la piel de dragon en que se habia convertido su tunica, aunque la mujer no estuviese segura de cual de sus demon hunters lo habia hecho (Arya). Aun asi, no era ingenua y lejos de sentirse protegida, volvio a alzar la varita pero esta vez para atacar. La bruja que poco antes habia silenciado habia muerto, asi que eligio otro objetivo con rapidez.

 

-sectusempra

 

El rayo cruzo el espacio que lo separaba de ernest, destinado a impactar en su pecho de forma que si no se curaba con prontitud estaria muriendo en menos de lo que tarda el canto del gallo a traves de unas heridas profundas y abiertas de donde manaria la sangre copiosamente. Pero no se quedo alli:

 

-Silencius

 

El hechizo en aquella oportunidad afecto a ernest, quien quedaria silenciado y de esa manera se veria privado de una serie de molestos hechizos. De esa manera esperaba apoyar en algo mas relevante, aunque desde su posicion era sumamente dificil hacer tal cosa.

[Lisa Weasley Delacour]

Mire con un interrogante el campo de batalla. Cuando y por fin el halo de la mano de la gloria había desaparecido, los mortifagos en vez de centrarse y atacar, huían como inservibles marionetas de un poder que los superaba. Me rasque el menton, intentando procesar aquella vision. ¿Porque nos llamaban cobardes a nosotros cuando yo misma habia entrado hacia menos de 24 horas a una batalla perdida? ¿porque abogaban por la sangre y la magia oscura cuando esta no les servia contra una buena estrategia?

Ironias de la vida. Me enorgulleci de de la victoria, no obstante, no de las heridas que mis camaradas habian sufrido por mis ganas de cnfrontar al mal – Buen trabajo – Puntualice, mirando a cada uno a los ojos – Aun quedan embistes, pero si hemos podido con uno, lo haremos con todo. La paz volvera a reinar en Ottery – Un mensaje que me salio de las entrañas, me fue imposible controlar mis palabras – Lealtad y sacrificio – Unos ideales claros e innatos que cada dia surgian con mayor fuerza.

OFF

Después de negociar con Leah, hemos acordado los siguientes saldos

Orden del Fenix

Ilesos; Todos

Heridos: --

Muertos: --

Marca Tenebrosa

Ilesos; Taurogirl Crouch, Mia Black Lestrangey Divied E. Potter Black

Heridos: Emmet Haughton Gaunt

Muertos: Leah A. Ivashkov

Emmet y Leah han de pasarse por su centro clandestino y hacer los roles correspondientes para poder volver a rolear. Lisa ha usado la mano de la gloria, por ende, debe notificar su uso en el topic correspondiente.

 

Buena batalla, hasta la próxima ^^

[Mei Black Delacour]

El polvo peruano se disipó al cabo de un momento, para cuando Lisa volvió a atacar, por lo que ya todos podían volver a observarse unos a otro y era momento de comenzar con el siguiente ataque. Mei se preparaba para atacar, pero todo sucedió tan rápidamente que no tuvo tiempo: los mortífagos comenzaron a huir uno por uno, algunos sacando a sus compañeros para evitar perder más tiempo.

 

Intentó apresurarse a atacar a aquella alto rango que aún se hallaba en batalla, pero no fue lo suficientemente rápida. Habían desaparecido todos.

 

–Rayos, un poco más y la alcanzaba – murmuró un poco decepcionada por no haber sido lo suficientemente veloz. Pero de todas formas, se sentía bien, pues habían logrado permanecer todos a salvo y combatir dignamente. Y allí estaba ella, logrando esquivar la muerte una vez más –. Bien, no queda mucho por hacer, buen trabajo a todos – les dijo, acercándose a Arya y tomándola de la mano suavemente para luego darle un fuerte jalón –. Vamos, nadie debe quedar aquí.

 

La llevó hasta los límites de los terrenos, donde el traslador las esperaba, pero a medio camino se detuvo y alzó la varita al cielo una vez más.

 

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Una vez dejado grabado en fuego aquellas letras en el aire, volvió a retomar el camino, para tocar el traslador y volver a Ottery y a su mansión, junto a su familia, su ahora inquilina Ámbar, una hija más casi, su esposo y los gemelos. Los necesitaba para quitarse de encima las sensaciones que solían permanecer luego de una batalla.

[Vrael Myrddin]

Algo pasó de pronto que todos los mortifagos se comenzaron a esfumar, quedando Vrael con los hechizos atragantados, miró a sus compañeros y encogió los hombros en señal de "así no maspo" y comenzó a caminar donde ellos

-- ¿Quien invitará la primera ronda? faltó poco y nos habríamos hecho con una aplastante victoria-- seguro que de aquí se iba a tomar alguna cosa al callejón o algún lugar en los terrenos de la orden del fenix. Su estomago rugio, tenía complejo de Lannister [?] entonces recordó que tenía mucha hambre y tendría que comer algo ya, era una lastima que no pudiera crearse la comida parte de las leyes mágicas de Gamp.


caminó en dirección para abandonar la propiedad de la familia Ivashcov y asi seguir con lo que quedaba de su jornada. cuando abandonó los terrenos del astillo fue que entonces giró sobre sus talones para desaparecer del lugar y volver a sus quehaceres.

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[Ley Gryffindor Rosier]

Estaba por lanzar otro par de hechizos cuando de pronto ya no había nadie, mas que enmascarados con luz en el rostro.... ¿Qué había sucedido? A lo lejos alcancé a ver que iban corriendo y desapareciendo de a poco.

 

—Malditos cobardes, alardean de ser grandes pero no valen nada.. ¡Cobardes!— les gritaba mientras mi respiración se componía de a poco. Tenía tiempo sin entrar a una buena batalla y cuando había por fin llegado a un llamado todos se iban. Había muerto una de ellas a la que reconocía, pero aún así mi sed de venganza no cesaba... Algún día me las tendría que pagar todas, por lo pronto era hora de partir. Tenía que guardar reposo así que ya no eran horarios para andar en la calle en el estado que estaba.

 

—Chicos gracias por todo, pero he de retirarme ya... he estado algo, indispuesta— dije sin más —Espero verlos pronto a todos— y me di media vuelta, pero antes de salir, con mi varita apunté al suelo y con llamas dejé un letrero para cuanto mortífago pisara aquel castillo donde se respiraba la muerte.

 

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—¡Lealtad y Sacrificio!— grité antes de salir de allí desapareciendo.

[Leah Snegovik]

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Cuando la doceava campanada resonó con suavidad en las paredes de piedra, el mediodía anunció el momento de recibir a los invitados con las ligeras melodías de Debussy ambientando todo lo que pertenecía a los Ivashkov. Desde la torre más alta, hasta el más lejano de los sectores de tierra, estaban sumergidos en las armoniosas notas de un piano de cola que se tocaba solo en la sala de fiestas. No había una mota de polvo moviéndose en el aire, ni un alma pasando por los pasillos. Durante horas donde sólo la pulcritud había relucido, nadie respiró fuera de su puesto. Ni siquiera los familiares habían abandonado sus habitaciones aún, no hasta ese momento.

 

Un hombre que trabajaba en las cocinas había adquirido el papel de mayordomo, poniéndose de pie frente a las grandes puertas abiertas para recibir a los magos y brujas que arribarían pronto. Vestido con una túnica de gala azabache y portando una tonta sonrisa orgullosa, mantenía los brazos cruzados tras la espalda mientras esperaba para sostener los abrigos y colocarlos en un perchero enorme que tenía cerca. Al menos una docena más de Squibs, como él, empezaron a ocupar los papeles que se les había asignado. Hombres y mujeres iban y venían con bandejas llenas de pequeños bocadillos dulces, salados y agridulces, todos decorados con detalle. Otros llevaban copas llenas de champán, con unas curiosas burbujas con forma de mínimos delfines, danzando en el licor y dando algunos saltos cada tanto.

 

La decoración solía ser plata, negro y rojo en la vivienda mortífaga, a excepción de ese día. Los colores habían sido reemplazados por el crema y azul cian, con los demás detalles en oro, lo que hacía que el castillo se viera mucho más inmenso que antes y por mucho más iluminado. Los sirvientes eran la prueba de que ellos también era parte del decorado, puesto que estaban combinados de la misma manera y se movían con gracia entre ellos, como si hubieran sido hechizados para actuar de forma sincronizada. Las cortinas abiertas permitían la vista del exterior, con el enorme jardín cuidado de principio a fin y las lámparas brillaban con intensidad, reflejando sus luces en el lustrado suelo de mármol.

 

Cada invitado podría ubicarse donde mejor le pareciera, ya que no había orden por mesas y todos se conocían, pero lo interesante estaba en el hecho de que no hubieran sillas. Mientras menos tiempo estuvieran sentados, más sociables podrían ser. Al fondo, junto a una gran mesa llena de más comida para aquellos que quisieran llenar sus estómagos sin tener que esperar a un mesero, los instrumentos dorados sin músicos se tocarían solos para complacer el gusto musical colectivo. En el techo había la fotografía mágica más grande que nunca nadie hubiera visto. En ella una Tauro y una Leah enfundadas en trajes elegantes se miraban una y otra vez, sonriendo al encontrarse con los ojos de la otra antes de ver al frente, hacia la cámara.

 

El problema estaba en que en ese preciso momento, Leah no estaba sonriendo.

 

A muchos metros del salón de fiestas donde todo el mundo se concentraría, en la planta más alta y en una habitación que no era la propia, la mujer seguía sentada con los codos enrojecidos apoyados en la peinadora. Cada hebra dorada de su melena estaba acomodada con cuidado en un moño y las peinillas sobresalían con hermosas piedras a cada tanto, formando una perfecta mezcla entre elegancia y aparente descuido. Sin embargo, tenía el rostro hundido entre las manos que formaban una almohada que resultaba reconfortante y aún no se había vestido, estando únicamente en ropa interior frente a un enorme espejo. Había pasado media mañana exactamente igual, inmóvil, congelada.

 

—Inhala, exhala —se recordó por enésima vez, alzando la vista.

 

Sus ojos verdes le regresaron la mirada y pudo ver, con mucha preocupación, que no sólo había hecho que nevara un poco en la habitación sino que tenía unas no muy oscuras ojeras adornando el bonito maquillaje que se había puesto.

 

—Inhala, exhala —repitió una vez más, tragando saliva.

 

¿Nerviosa?

 

A horrores.

[Tauro M.]

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Únicamente aquellos que contaran con una invitación podrían ser partícipes de la boda y los que no, simplemente debían regresarse por donde habían venido. El tiempo que ambas novias le habían dedicado a los preparativos había sido realmente poco en comparación a otras bodas que tardaban meses en planear, pero este evento tal como el día en que se conocieron y empezaron a salir resultó ser demasiado espontáneo debido a la fuerte conexión que las unía. ¿La Tauro de ese día, que sostenía la mano de la joven asustadiza que se econtraba al borde del abismo, habría sospechado siquiera que estaría ahora mismo en aquella situación, a punto de unir su vida a la de otra persona en un «Para siempre»? No, lo único de lo que tuvo certeza aquella noche era que tras ese acto de entrega en medio de una lluvia de estrellas, no deseaba separarse nunca de ella. La parte inferior de la invitación quedó tan arrugada cuando por fin la soló que la peli-azul lamentó haber dañado semejante obra de arte.

 

«¿Esto realmente está pasando?» De inmediato varios pensamientos llegaron de golpe, recuerdos de viejos amores, de sus errores, de los daños al corazón y de repente todo cobró sentido, cada una de esas decepciones la habían convertido en la mujer que hoy en día era y la hacían estar cada vez más segura de que estaba con la mujer correcta, con su perfecta pieza de rompecabezas que le hacía falta para sentirse completa. La madurez emocional que había alcanzado la llevaban a decir con toda seguridad de que Leah era la mujer de su vida, de allí a que estuvieran a punto de dar un gran paso sin vacilar. En ese momento tembló y los nervios la traicionaron, no porque hubiese vacilación de su parte, sino por quería que todo saliera perfecto.

 

Desde muy temprano tanto Leah como ella se habían comunicado poco, coincidiendo sólo para el desayuno donde conversaron de cosas triviales, luego Tauro se había marchado hacia el Invernadero donde trató de distraerse cortando plantas, separando ingredientes, clasificándolos hasta que terminó toda manchada de la tierra de las macetas donde había estado replantando mandrágoras. Secó el sudor de su frente y de nuevo se quedó mirando hacia un punto inexistente en el techo.

 

Sí, realmente estaba pasando y ocurriría dentro de unas horas, ella estaba hecha un desastre y no se atrevía a buscar a su prometida que debía estar igual o peor que ella, siendo un manojo de nervios. Pronto se encontraría con sus padrinos y madrinas que la ayudarían a vestirse y acompañarían durante toda la ceremonia, evitando también que Leah la viera o viceversa para no arruinar la sorpresa, pero alguien ya le había contado que eran simples supersticiones escuchadas de algún muggle y que ahora los magos y brujas creían. «Tonterías». Pensó.

 

Finalmente dejó de hacer lo que estaba haciendo y se dirigió a su habitación -aun no se había mudado del todo a una más grande, la que compartiría con su futura esposa-, donde tomaría una larga ducha caliente esperando así relajarse lo suficiente para enfrentarse al mundo, a la gente.

 

— Hoy es tu gran día Taurogirl Crouchs Lavigne, donde un nuevo apellido te será agregado —dijo con una sonrisa de medio lado mientras se quitaba la ropa.

[Pik Macnair]

— ¡Maldita sea! ¿pero es que cuantos squibs se necesitan para poner una mesa bien? ¡Imperius!

La varita del Macnair danzaba de una lado a otro, maldiciendo a todo squib que se atravesara por su lado. La idea de contratar gente tan poco agraciada como ellos tuvo que ser de Leah, ¿a quien más se le ocurriría contratar personas poco eficientes cuando los puedes secuestrar con un par de hechizos? Estaba seguro que el castigo de los squib seria ver a todos los magos reunidos, mientras ellos solo se limitaba a obedecer, cocinar y mantener todo en orden.

Desde la noche anterior Taurogirl lo puso a trabajar, manda a ordenar esto, vigila lo otro, cata la comida, que el vino esté bien, que el whisky de fuego sea de buena calidad y hechiza los instrumentos con la mejor música de boda. Aun tenía la voz de su Líder en la mente con la lista de quehaceres, pero ¿cómo se le ocurría hacer una boda con tan poco tiempo de anticipación?

— Si veo alguna arruga en lo que sea los voy a llevar al sótano de la mansión y van a sufrir como nunca antes lo han hecho. Ni una sola arruga en las cortinas ni en las telas que sirven de decoración.

 

Tras el hechizo Imperius los squibs empezaron a obedecer mejor, no eran muggles ni magos, eran tan extraños que ni ellos mismo estaban claros de lo que eran. Negó con la cabeza y los dejó trabajar. Se dirigió hacia la habitación de Taurogirl para ver como se encontraba, no esperaba que se encontrara vestida y mucho menos maquillada. Tocó la puerta para avisar su presencia y entró sin esperar respuesta.

— Hoy es tu día Taurogirl Crouchs, pero si no te empiezas a arreglar y a quitarte la arena que tienes en el cabello el día será bastante eterno y no contamos con un giratiempo —con un movimiento de mano la mandó para el baño— ¿necesitas que llame a uno de los sirvientes para que te haga un masaje en la bañera? Necesitas un poco de cariño y relajación.

Editado 2 de Junio del 2016 por Pik Macnair

[Juliene Black Lestrange]

--¡Yo me opongo!

El grito había logrado atraer la atención del Ryddleturn, siendo inevitable que soltara una gran carcajada ante la expresión de su rostro, demostraba un claro cansancio ante la actitud infantil de la Ravenclaw y es que la susodicha habia pronunciado aquella frase durante un par de horas, tratando de encontrar el tono "dramático" que deseaba. Pues si era sincera pensar en la manera de hacer de las suyas en un gran evento como aquel, siempre le resultaba colosalmente divertido.

-- ¿Eres capaz de imaginar ese momento? -- inquirió, admirando la eterea figura del mortifago a traves del espejo-- Luego de que se juren amor eterno, cuando el juez pronuncie la frase de rutina y que una de las madrinas se oponga... ¡Será la boda perfecta!

Pero el entusiasmo de agregarle un toque excentrico a la celebración era claramente unilateral, soltó un bufido, volteándose para enfrentar al hombre con el que habia unido su vida hacia mas de dos años atrás, era bastante obvio que la situación no era nada normal para dos personas que se juraban odio eterno al inicio de su relación, pero un sinfin de experiencias juntos habrían logrado una especie de hermandad pues a diferencia de las homenajeadas, la vida amorosa de ambos era un completo asco, literal.

-- Resuelveme una duda, querido... ¿por qué ir conmigo a la boda y no con algún amante de turno? -- inquirió, dedicandole una mirada perspicaz-- ¿Qué deseabas comprobar?

Lo cierto era que se había quedado todo aquel tiempo en la Isla, lo suficientemente aislada de Londres, pero no ajena a lo que sucediera en el susodicho. Sabía bien que el deseaba verla mas involucrada con aquel lugar, no se lo habia dicho directamente, sin embargo, sus conversaciones siempre terminaban con la molesta pregunta de "¿hasta cuando vas a huir?" razón por la que terminaba echandolo a patadas de la habitación hasta que regresara de visita en aquel desertico lugar.

-- Mejor olvidalo, ¿que opinas de mi vestido? ¿No es hermoso? -- juntó ambas manos para imitar una clara reverencia japonesa haciendo gala del kimono escarlata que habia elegido para la ocasión, sumado de una extensiva capa de maquillaje que atenuaba su palidez habitual, haciendo sobresalir sus labios pintados de color rojo pasión-- Leah va a perder, por lo menos, un mechón de cabello al verme, estoy segura.

Sonrió notablemente, tomando el brazo de Cillian para marchar lo antes posible al Castillo Ivashkov, donde se realizaria la boda, era momento de ayudar a las novias con sus dramas internos, aunque habia una enorme duda que la Black Lestrange no lograba resolver, siendo que solo su marido estaba a su lado, fue él quien tuvo que escuchar el último desvario de la mujer.

-- Si hay dos madrinas, dos padrinos y dos novias...--comenzó, llevando la estructura de la edificación a su mente, debían aparecerse-- ¿los chicos a que novia ayudaran a alistarse? ¿O es que iremos en pareja de padrinos? ¡YO ME PIDO A LIAM!

[Tauro M.]

Un sonido de alguien tocando la puerta la hizo girar, pero antes de que pudiera alcanzar una toalla y taparse para así recibir a la visita inesperada, esta entró para verla tal como Dios o el mismo Diablo la habían traído al mundo.

 

— ¡PIK MACNAIR! —exclamó en un grito, no alcanzando a cubrirse demasiado con sus pequeñas manos —Si Leah se enterara de esto, no me extrañaría que fuera tu cabeza la que adornara el pastel de bodas —dijo con las mejillas enrojecidas —Sé que antes acostumbrábamos a pasearnos así desnudos y no niego que fueron buenos tiempos, pero ahora soy una persona de bien —agregó más calmada, cambiando su expresión por una sonrisa. Estaba hablando en serio, pero tratándose del Ángel Caído no podía evitar hacer ese tipo de bromas, se tenían mucha confianza.

 

—Justo estaba a punto de tomarme una ducha, esa será la única caricia que necesite por ahora —en su voz se notaba el nerviosismo — ¿Podrías ayudarme a buscar el vestido en lo que ducho? Y de paso verificar su Javier y Evarela han llegado, no quiero que se terminen todo el licor antes de que de el ''Sí'' y esto también para ti —entrecerró los ojos para que supiera que lo decía en serio, ni siquiera se molestó en cerrar la puerta, pues la tina quedaba fuera de la vista de él o cualquiera que entrara sin avisar.

 

Su vestido de bodas era incluso todo un misterio para ella, pues habían sus padrinos y madrinas los encargados de dar con el ideal y habían insistido tanto en que ella misma tampoco lo viera para que resultara ser una sorpresa para ambas novias. «¿Qué estará haciendo Leah?» Se preguntó cuando las burbujas terminaron de cubrirle el pecho y sumergía su cara en el agua hasta donde terminaban las orejas, dejando la boca, la nariz y los ojos por fuera. Faltaban pocas horas para que finalmente se vieran, pero eso no sería hasta que Tauro estuviera de camino al altar, nunca antes había estado tanto tiempo lejos de ella y esto ya la empezaba a afectar.

 

Una suave melodía proveniente de un piano llegó hasta sus oídos y se relajó, haciendo que se adormeciera un poco debido a las esencias que se dispersaban por el baño.