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Nigromancia


Báleyr
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Asintió con firmeza ante la petición del Arcano, ya había determinado la clase de muerte de su objeto de estudio. Además de curarle las heridas, tras suturarlas con una precisión que rayaba en lo enfermizo, evitando dejar abultamientos que provocaran cicatrices innecesarias en su anatomía, parecía una fina capa de seda recién confeccionada─Recompondré cada uno de sus órganos, dejándolos como nuevos. Igual que los de un crio que acaba de nacer y ver por primera vez la luz del mundo mágico…─cerrando sus orbes azul oscuro realizando algunos movimientos circulares con su varita, visualizaba los órganos a sanar con lujo de detalles.

 

Pulmones, riñones, hígado, páncreas, corazón, intestinos delgado y grueso, estómago y todo lo demás poco a poco se regenero por completo. El color azulado desapareció del cuerpo del joven, tornándose cálido y rosado, tal y como si se tratará la piel de un bebé. Su alma estaba corrompida por completo, empañada con la sangre se los seres que había asesinado, desde que tuvo uso de razón, gritos y quejidos se habían incrustado en su interior, como sanguijuelas que le chupaban el líquido vital que había extraído de sus víctimas sin piedad.

 

─Ha quedado hecho…─siseó mirando el único ojo de Báleyr, percibiendo un ligero dejo de aprobación ante sus acciones. Estaba orgullosa de poder destilar sus habilidades delante de ese Arcano, deseaba poder obtener el poder de la Nigromancia, conocerlo a fondo y no solo poseer el don de aplicarla para su beneficio o de quienes le rodeaban. La lección de recomponer un cuerpo había concluido con éxito para ambas brujas, aunque Cye dejo salir un poco de su alma bondadosa al percatarse de que su cadáver estaba en cinta. Si la Malfoy se hubiera visto en un caso similar, no se hubiera pensado dos veces el salvar la vida del pequeño o pequeña y sacrificar la de la madre.

 

Justo ahí radicaba lo complejo de su personalidad, decantarse por decisiones radicales que muchas veces le hacían acreedora a diversos cuestionamientos y criticas mordaces. Poco le importaba ser estigmatizada o juzgada por seres que no conocían sus motivos o razones, sobre todo si se tomaba en cuenta de que ella era madre de 5 vampiros originales, cada uno de ellos idéntico a su progenitora de orbes lapislázulis. Las palabras de Báleyr, le regresaron a la morgue de golpe, captando su atención al aplaudirles de forma mesurada sus logros dentro de esa prueba─Ha sido un placer…─inclinando su cabeza asintió categóricamente.

 

La cita seria a las 11 de la noche en el cementerio de Ottery, sitio ideal para atraer a las almas de los cadáveres antes tratados por ambas brujas. Mirando ansiosa el reloj que estaba sobre la chimenea de su alcoba en la Mansión Malfoy, iba y venía de un lado a otro como un felino enjaulado─Faltan 10 minutos…─musitó desviando sus orbes azul oscuro hacia su mullida cama. No había podido pegar el ojo la noche anterior, aunque no lo necesitaba debido a su condición de vampira. El dormir para ella, no era necesario en lo absoluto menos con la sangre que se impuso desde hacía varios años atrás.

 

Tic, toc, tic, toc…

 

El sonido del reloj se intensificaba con cada paso que daba, colapsando por momentos la nula paciencia que la rubia poseía. Entrecerrando sus ojos, miraba por el rabillo del ojo aquel objeto, tic, toc y nuevamente un tic, toc, tras dar un leve chasquido con la lengua desapareció rumbo al campo santo. Iba con 5 minutos de antelación, no le gustaban las demoras y no toleraba en lo más mínimo la impuntualidad. Topándose con un cielo oscuro, desprovisto de nubes y atiborrado de pequeñas luciérnagas brillantes, aquellas que muchos les daban el mote de estrellas─Justo a tiempo…─avanzando por el terreno, percibió la esencia de algunos difuntos, almas oscuras y atormentadas y algunas puras que agonizaban dolorosamente.

 

Era un deleite detectar todo aquello, reconocer el sufrimiento experimentado a la hora de su muerte, el miedo y la tristeza que les impedía descansar en paz. Esbozando una lóbrega sonrisa en sus labios, desprendiéndose de sus orbes azul oscuro un brillo amenazador, no pudo evitar que su instinto defensivo se activará de golpe─Buenas noches…─saludando con una ligera reverencia al Nigromante, paseando su vista por todo el lugar, no pudo dar con Cye. Eso era un mal augurio para la sanadora, porque al demorarse entorpecía el aprendizaje y eso provocaría que Baleyr les impusiera alguna clase de amonestación.

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Báleyr movió su pie un centímetro hacia un lado y lo giró para observarlo mejor. A simple vista no podía percibirse nada, absolutamente ninguna señal de que algo raro ocurriera con su pie. Pero claro, nadie más que él y experimentados Nigromantes podrían percibir que había un alma ceñida allí, mirándolo con deseo y suplicante, intentando convencer al Nigromante de que lo devolviera a la vida. Cuánto detestaba las almas en pena que le rogaban, que ofrecían cosas que luego no podrían cumplir. Báleyr movió el bastón que hacía a la vez de varita mágica y el alma se desprendió con un quejido, yendo de nuevo dentro del portal que había abierto en el cementerio. Otro movimiento del bastón y ahora un campo potente de magia rodeaba el portal, para que las escurridizas almas no pudieran volver a molestarlo.

 

Giró su ojo bueno y lo estampó en el rostro de Juv Malfoy, quien había aparecido cinco minutos antes, según dictaba el extraño reloj que el Arcano utilizaba muy de vez en cuando, lleno de planetas, constelaciones y con extraños símbolos rúnicos y druidas.

 

—Es temprano, señorita Malfoy— gruñó.—Esperaremos un momento a que aparezca su compañera antes de continuar con la siguiente lección. Mientras tanto, por allí está el cuerpo que estaba arreglando ayer y encontrará un grimorio en blanco que quiero que utilice para anotar todo lo que le diga— le señaló una mesa de piedra donde descansaba un cadáver cubierto por una sábana. En uno de los lados había un Grimorio, un libraco de tamaño estándar con encuadernación de cuero negra y cierre metálico. No poseía ninguna inscripción visible.—Comience anotando todo lo que hablamos ayer sobre la re composición del cuerpo—.

 

Junto a la mesa de Juv había otra igual, donde descansaba el cuerpo de la mujer encinta que había estado curando Cye. Era exactamente la misma situación, con un Grimorio con encuadernación negra a un lado del cuerpo, esperando para ser llenado con los conocimientos que el Arcano volcaría en las mentes hambrientas de sus dos nuevas discípulas. Había pensado en ello luego de que hubiera comenzado a ejecutas las pruebas de Cissy y Axel, a quienes les daría objeto semejante cuando la finalizaran.

 

—¿Tienes alguna duda que evacuar? Este es el momento. Hoy aprenderán cómo manipular un portal al mundo de los muertos y también cómo manipular un alma para atraerla hacia su cuerpo— dijo, observando con su único ojo y señalando con el bastón el portal que había abierto él mismo momentos antes de que Juv llegase.

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─¿Dudas?...─inquirió tomando con su diestra el Grimorio─Más de una a decir verdad…─deslizando sus dedos por el cuero negro abrió el cierre con delicadeza─¿Cómo se puede saber si una persona es merecedora de recuperar el alma que perdió?, ¿Qué méritos necesita hacer para ello?, ¿Se puede considerar un castigo condenarlas a no volver al mundo de los muertos y retenerlas dentro del otro mundo?...─le gustaba ser directa y no daría rodeos con el tema. Apareciendo una pluma en su surda, comenzó a redactar cada uno de los pasos que empleo, para reparar el cuerpo maltrecho de aquel joven que ahora descansaba sobre la fría piedra.

 

─¿Qué ha tenido que sacrificar para obtener todo el conocimiento que posee sobre la Nigromancia?...─lanzando una duda un poco más personal, no deseaba ahondar demasiado en el pasado de Báleyr. Empero, no podía pasar por alto que le intrigaba el hombre que estaba delante de ella, aquel ser que el enseñaría como volver el alma de una persona que yacía muerta a su cuerpo, pasando por la sanación de su caparazón, resarciendo los daños que este pudiera haber sufrido al morir. Esperaba no estarse metiendo en terreno escabroso, aunque si él se negaba a responder lo entendería y no volvería a tocar el tema.

 

Un escalofrió le ascendió por la columna vertebral, intentando hilar con lujo de detalles todas las sensaciones que despertó en ella aquel cadáver. No era nada parecido a la compasión o piedad, tal vez solo era morbo por ahondar en la causa de muerte, descifrar los motivos o razones que le arrastraron a tener un final tan violento y poco afortunado. Atrajo a su mente las laceraciones sobre la azulada piel, hematomas de diversos tamaños, la carencia de sangre en su sistema y ese peculiar tatuaje que tenía cerca de la zona del muslo. Tal vez era un pandillero de mala muerte o traficante de arte mágico o en el peor de los casos un criminal de poca monta.

 

El viento agitaba su dorada cabellera, desviando su vista hacia el arcano esperaba las respuestas a sus dudas. Picas veces se dejaba seducir por la curiosidad, pero no todos los días se tenía a un ser tan sabio delante de uno, deseoso de enseñar al que deseará aprender y echar por tierra al que solo deseaba hacerle perder su valioso tiempo. Al principio sentía temor por su presencia, ahora solo le inspiraba un profundo respeto y no lo decepcionaría en lo más minimo, se empeñaría en adquirir la habilidad de Nigromancia costará lo que costará.

 

No le importaban los sacrificios o tener algo que perder en el proceso, ya que algo más importante y valioso, le podría ser otorgado al tener el dominio de traer las almas del mundo de los muertos y en el mejor de los casos impedir que otras volvieran a la vida por mucho que suplicarán y se arrodillarán a sus pies.

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¿Había escuchado bien? El arcano comento que la universidad le había mandado brujas capacitadas, eso podía ser un cumplido pero también una expresión de sarcasmo, le miro en busca de comprobar alguna de las dos expresiones pero ya el mago hablaba sobre “ensuciarse el alma” con lo cual Cye frunció el ceño, no tenía miedo obviamente, aunque si le intrigaban sus palabras.

 

Todo este tiempo había estado concentrada en el cadáver que tenía en su mesa en lo que había resultado ser, dos vidas por el precio de una, aun no debía decidir, no era una apuesta, ambas eran valiosas y merecían otra oportunidad; como el feto no había sido tocado, no tuvo que repararlo y era muy probable que al revivir a la madre también pudiera revivirse al bebe para continuar la gestación aunque de seguro no llegaría a los 9 meses dentro del vientre, pero eso no quería decir que su vida se extinguiera.

 

Ahora que las manos no requerían ejecución alguna se sentía intranquila y aquella sensación aumento cuando Báleyr las cito a las 11 de la noche en el Cementerio de Ottery, donde convivía toda clase de cuerpo y podía decirse que toda clase de almas. El mago se había asegurado de dejarles en que pensar y se había ido atravesando un nuevo portal, no sin antes sugerirles puntualidad.

 

Cye asintió y decidió que se quedaría en San Mungo, después de todo, ese era su lugar de trabajo, podría hacer unas rondas antes de irse a descansar para enfrentar el nuevo encuentro, algo le decía que debía depurar su aura y concentrar su energía para lo que estaba por venir.

 

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--Perturbación-- la palabra escapo de sus labios cual susurro al sentir las energías emanadas de las tumbas y el alma de sus ocupantes apenas poso la planta de sus pies sobre suelo del panteón, faltaba una hora para la media noche, cuando la capucha de su capa de viaje negra como la noche, en contraste con el blanco atuendo, caía dejando al descubierto su cabello dorado. Sus orbes celestes buscaron la figura de su mentor y la de su compañera que seguramente ya se encontraban en el lugar. Allá estaban, se acerco sigilosa, como si flotara sobre el suelo, sin producir más ruido que el de la tela contra su piel, alcanzo a oír las instrucciones para la Malfoy y noto su propia mesa, con el grimorio a disposición.

 

Todas las preguntas que hacia Juv alguna vez habían pasado por su cabeza en el ámbito sacerdotal y también en su primer encuentro con el arcano, pero la última hizo que la ceja derecha de la Lockhart se levantara llena de interés por la respuesta que pudiera producir. Mientras tanto se limito a ocupar su lugar tomando el libro, abriéndolo y sacando su vuelaplumas del bolsito que cruzaba su pecho.

 

En silencio bajo la sabana hasta el cuello, para ver un rostro limpio, con la palidez mortalmente escalofriante pero a la vez provisto de la belleza del silencio y la esperanza de los que se duermen en la muerte. La pluma garabateaba lo que su mente le dictaba, recordando lo hecho el día anterior en una superficie tan dura y fría como la piedra actual aunque en un escenario completamente distinto.

 

Algo la distraía, Cye escuchaba voces provenientes del portal, haciéndola mirar en esa dirección, llantos, quejidos suplicas, ¿Cómo no prestarles atención? o aquietaba su mente y su corazón o terminaría turbada en demasía para afrontar lo que fuera que el arcano tenía pensado. Cerró los ojos y la paz la inundo, por segundos todo se desdibujo dejándola sola con su propia conciencia y energía. Cuando los abrió se encontraba en calma, se dio cuenta que tenía que preguntar ahora o callar.

 

--¿A perdido a personas al intentar transmitir su conocimiento?-- se mordió el labio inferior y luego agrego --Para usted ¿hay diferencia entre alma y espíritu?-- hizo pausa y decidió bombardearlo --¿Existe realmente la condena de un nigromante? Y si es así ¿Es posible que otro nigromante rompa la condena del primero o esa alma esta pérdida para siempre?-- miro a Juv porque su pregunta había surgido de la que la bruja había hecho con el deseo de condenar.

 

--¿Hay caducidad de tiempo para que un alma se reúna con su cuerpo después que está en el limbo o la oportunidad es eterna? Y ¿Cuántas veces puede reunirse un alma con su cuerpo?-- eso lo preguntaba porque con el uso de la magia no había visto que fuera imposible sanar un cuerpo, entonces debía haber un límite o un precio como el de los magos que fraccionaban su esencia para no morir y la cobijaban en objetos que escondían con celo. Cerro de un golpe el grimorio y concentro toda su atención en la humanidad de Bályer deseosa de saber su punto de vista.

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Ah, la joven Cye Lockhart, aquella bruja rubia de esencia tan limpia. Y, con su único ojo, enfocó a Juv Malfoy, la bruja con el aura más oscura que hubiera entrenado hasta aquel momento, aunque a ella no parecía perturbarle el que él pudiera verla tal como era. Si no le costara un horror esbozar una sonrisa, lo hubiera hecho, sólo para demostrar lo mucho que disfrutaba aquel momento. ¡Y eso que había pensado que sería un desperdicio! Pero no, aquellas dos mujeres, tan opuestas, eran una delicia de saberes y, al mismo tiempo, un libro en blanco que él deseaba escribir.

 

—Los Nigromantes somos egoístas por excelencia, señoritas. Quizá alguno, en su altruismo, piense que devolver un alma a un cuerpo dependa de si el mago es merecedor o no, pero la verdad reside en la siguiente pregunta: ¿quiénes somos nosotros para juzgar eso? Nadie, desde luego. ¿Merecemos nosotros manipular la vida y la muerte más de lo que un alma volver a su cuerpo? No, pero aún así, poseemos el poder y, como poseedores, podemos decidir. Eso nos convierte en jurado, jueces y verdugos al mismo tiempo. Sencillamente, el único mérito que necesita poseer un alma para regresar a un cuerpo es: ¿nos servirá de algo? Si decidimos que sí, entonces la devolveremos. Si decidimos que no, ¿es una condena para el alma? No, no lo es. Ellos ya dejaron de ser lo que eran, así que no pueden reclamar—explicó, sintiéndose libre de hablar con ellas tal como él pensaba las cosas

 

—Respondiendo a su última duda, señorita Malfoy y a su primera pregunta, señorita Lockhart: sí, a muchos. He sido arrogante al creer que podría moldear a cualquiera para que siguiera mis pasos pero no todos los magos y brujas poseen la misma fortaleza que ustedes o los pocos magos que han podido realizar la prueba con éxito. Y algunos, incluso luego de pasar la prueba, han perecido en su búsqueda de absurdos— aunque no mencionó de qué absurdos hablaba ni tampoco de quiénes había perdido, sólo algunas cosas contaría sobre él, lo suficiente. Luego, se señaló el agujero del ojo.—Como les dije antes, también perdemos un poco de nosotros persiguiendo nuestros ideales—.

 

—¿Usted cree que mi alma está perdida, Lockhart?—preguntó, aunque no esperaba una respuesta realmente.—Los cuerpos no están hechos para perdurar para siempre, así que cuando un cuerpo es irrecuperable (créanme que puede serlo), el alma puede meterse en otro cuerpo pero no más en el propio. Cada alma que regresa, sufre a medida que se recompone, que vuelve a tomar posesión de la vida. Renacer puede ser sumamente doloroso y, en algunos casos, imposible. Un alma que sufra más de lo que puede soportar, no volverá nunca—finalizó, caminando lentamente hasta el portal, pasando entre medio de las mesas de las chicas.—Sólo hay un intento, señorita Lockhart. Si el alma es débil, no podrá volver jamás. ¿Y qué pasa con las almas que han perdido su cuerpo? Si el alma está entera, siempre se le puede conseguir otro cuerpo. Pero si el alma está dividida, primero hay que juntar los trozos o de ninguna forma soportará volver y será destruída— concluyó su explicación.—Y con respecto a otra de sus dudas, el alma es la esencia de la persona, mientras que el espíritu está más asociado con la forma corpórea del alma: el fantasma.

 

Colocó el bastón delante de él y lo hizo sonar una vez contra el suelo. El portal se ensanchó y el brillo azulado inundó el cementerio delante de él.

 

—Tendrán que reconocer cuál es su elemento para poder introducirse en el portal. Con ésto, me refiero a que cada una de sus ustedes ha sido dotada con una afinidad sin igual con alguno de los elementos y, no se equivoquen, hay seis elementos y no cuatro: agua, tierra, fuego, aire, metal y madera. Cada elemento es sensible a ciertas cosas: el agua tiene que ver con eso mismo, con las tormentas y las mareas, además está asociada a la luna; la tierra es la conexión con los seres vivos y la naturaleza, el fuego está asociado con eso mismo, con el sol; el aire con los vientos (además de que quien posea como elemento el aire, tiene más desarrollado el oído y el olfato), el metal está asociado con la videncia y las experiencias extrasensoriales y, la madera, con las ondas corporales y la empatía—explicó, esperando que las chicas anotaran todo.—Cuando sepan cuál es su elemento, lo utilizarán para "doblar" su voluntad e introducirse en el portal. Allí, buscarán el alma que corresponde al cuerpo que han sanado—.

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No podía negarlo, estaba disfrutando la clase más de lo que siquiera imagino, sus objetivos parecían congelados por el momento y su interés cada vez se centraba en aquella mata de conocimiento que era el arcano, la franqueza de sus palabras y la forma relajada con la que exponía sus ideas era una muestra de que no temía hacerlo, de que había perdido o ganado mucho en el camino como para limitarse a no decir lo que quería.

 

No dejaba pregunta sin responder y les planteaba algunas a las que tampoco daba oportunidad de contestar, quizás porque pensara que las brujas no se atreverían, aunque lo cierto es que en el caso de la Lockhart, tampoco era de las que se quedaba con lo que sentía a menos que supiera que hablar la alejaría de un fin buscado.

 

El alma de Báleyr no estaba pérdida, pero su cuerpo si estaba gastado, mucho a decir verdad y a pesar de eso nunca se le había ocurrido poner el alma de alguien en otro cuerpo, no había tenido la necesidad hasta ahora, por lo que no conocía el proceso y la información que el anciano soltaba era como miel a las abejas, o como una esponja seca a la que le derramaban algo del liquido Claro un alma fragmentada no podía ocupar un cuerpo y propio ni ajeno, no resistiría, era lógico pero lo más interesante era aquello de la única oportunidad. ¡Wuao! por primera vez sentía envidia por tener una compañera, quería la atención total y exclusiva del sabio para sí, para que respondiera todas, todas sus preguntas, para enfrascarse en una plática interesantísimas pero… allí estaba Juv entera, impasible y con una energía que bueno.

 

Cada vez que el bastón se movía algo sucedió y en esta ocasión no fue la excepción el portal se amplio y el brillo azulado parecía inundar cada espacio del camposanto. Cuando menciono los elementos Cye se sintió más como pez en el agua, era una sacerdotisa y su sacerdocio dependía de los elementos, uno en especial, así que eso no significaría un problema, lo que si le preocupaba era ¿Cómo reconocer el alma y entonces lanzo la piedra.

 

--¿Un almas es un alma desde siempre? Y si es así ¿yo tendría que traer dos almas?-- ese era su dilema actual, salvar a la madre y al infante o tener que decidir entre uno y otro, energía y fortaleza seguramente eran la clave, pero era mejor acudir a la experiencia del maestro antes que generar un caos en una dimensión en la cual no quería quedar atrapada tanto por ella como por su bebe.

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─¿Altruismo?─inquirió con un ácido sabor en su boca. ¿Por qué tendría que ser altruista?. Jamás le había interesado tenderle la mano a un ser necesitado o falto de amor, nunca le llamó la atención lamer heridas ajenas o curarlas con brebajes que no dejarán, ni una sola cicatriz como señal del daño sufrido. Su arrogancia rayaba en lo enfermizo, mil veces preferiría perderse en el séptimo círculo del infierno y sufrir diversas vejaciones a tener que dar la vida por alguien que no lo mereciera y aunque lo mereciera se lo pensaría más de una vez antes de volverse a entregar por completo.

 

Tal vez su percepción era errada o poco sensata para el resto, pero para ella era la forma más inteligente para conducirse por el sendero que desde hacía algunos años había decido andar sin flaquear─Cada uno tiene un elemento…─golpeando su barbilla con el dedo índice recorrió con la mirada todo lo que le rodeaba. Un campo santo, aunque ante sus ojos lucia maldito y condenado a ser habitado por seres mediocres y sin valor alguno para ella, salvo el cuerpo que estaba cubierto por la sabana. Por una extraña razón sentía una conexión con el mismo, no era sentimental, tal vez era que el alma se ese sujeto estaba tan podrido como la de ella.

 

─¡¡¡ Metal !!!─sintiendo un escalofrió que la ascendió por la espina dorsal, percibió una voz que le llamaba a través del portal. El repiqueteo en sus oídos era incesante y lastimero por momentos, afinándose con cada susurró, implorando la atención de Malfoy. Suplicante se revolvía dentro de ese halo de luz azulada, arrastrándose como una serpiente, reptando por las paredes que le impedían salir y librarse de la tortura impuesta por sus actos o quizás por el hechizo lanzado por Báleyr. Era cuestión de enfoques, ayudarlo a salir de esa prisión o acrecentar la condena impuesta por sus malos hábitos, simplemente se limitaría a escuchar lo que el elemento que le toco le indicaba. Moverse como un felino en busca de su presa.

 

─Si merece volver lo hará, si no…─curvándose en sus labios una lóbrega sonrisa brotaba al mismo tiempo de sus orbes azul oscuro un brillo maquiavélicamente aterrador─Yo personalmente me haré cargo de que su purga le flagele algo más que su destrozada alma…─advirtió con un tonito mordaz, poco le importaba como le veía Cye. No estaba ahí para impresionar con su ímpetu, solo deseaba aprender cómo atraer un alma a un cuerpo, tal vez no al mismo envase, pero si al mundo de los vivos. Las explicaciones dadas por el Arcano fueron procesadas por la Malfoy, anotadas dentro del grimorio con una pulcra caligrafia─Yo creo que cada uno condena su alma con las acciones buenas o malas que haya cometido en su vida, no se puede ser del todo un santo o un demonio…─expresó atreviéndose a hablar sin tapujos.

 

No eran lo mismo y jamás lo serian, conocía demasiado del tema de la muerte y poco de la Nigromancia como tal. Era cuestión de aprender a entender cada uno de los pasos a seguir, memorizar el proceso de sanación de un cuerpo, zurcido de las heridas, si es que las había necesidad de hacerlo y lo más importante borrar cualquier rastro de su muerte. El portal le volvía a llamar, incitándola adentrarse dentro de este portal, mostrándole lo flexible que era su voluntad al estar bajo la tutela del metal, aleaciones diversas pasaron por su mente, metales de todos tipos y tamaños, composiciones químicas respaldadas por ellos y ahí estaba el truco de todo.

 

Avanzando con paso firme una danza de energía le traspasaba, tal y como lo hacía una flecha cortando el viento. Hombres, mujeres, niños, ancianos y animales, cada uno de ellos emitía quejidos de dolor, lamentos ahogados que suplicaban que una mano amiga los sacara de su prisión─Lamento no poder ayudarlos, pero tengo un asuntillo que atender…─pisando con tacto el suelo buscaba afanosamente el alma de ese joven, intentando toparse con un maltrecho cúmulo de energía y agonía palpitante, no sabía su nombre de pila y eso complicaba mucho más el poder ubicarlo y devolverlo a su cuerpo. Sería la misma carcasa, pero no la misma esencia, recordando las palabras del Arcano, depende de todo lo sufrido y si ha sido más de le cuenta, no habría valido de nada gastar su tiempo en sanar su cuerpo y remendar con sumo cuidado cada una de sus heridas expuestas.

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El Arcano le vio reconocer su elemento a Juv y sintió un pequeño tirón en la espalda, como si alguien le estuviera pinzando la piel. "Metal" pensó, mientras observaba la esencia de Juv ir hacia el portal y desfilar entre las almas. No le parecía increíble pero sí un poco irónico el hecho de que bruja de tan negra aura fuera capaz de tener afinidad con almas en pena.

 

—Deben tener cuidado con las almas en pena, aquellas que se aferran a artimañas temibles para volver al mundo de los vivos. Sólo los nigromantes más diestros en estas magias pueden manejar almas en pena. Témanles, es mejor temerles que subestimarlas— dijo, algo que Juv llegó a oír antes de que sus sentidos se encontraran totalmente dentro del Portal. Al menos el Arcano podía sentirla y escucharla en caso de que algo saliera mal, sacarla de allí de ser necesario.

 

Se giró, entonces, hacia Cye. Sus dudas habían resultado ser entretenidas. Miró el cuerpo de la mujer embarazada que yacía sobre la mesa de piedra y cruzó las manos sobre el bastón.

 

—El alma es la esencia de compone a una persona. Es su inteligencia, su tosudez, su valentía, su solidaridad. Cada parte de un ser humano (y de un animal también), componen su alma. Los hijos son extensiones de la persona, comparten su adn y también comparten la esencia hasta que el bebé está fuera del vientre de su madre— hizo una mueca, como si estuviera pensando una mejor forma de explicar aquello.—Nunca he intentado traer a una mujer embarazada a la vida, pero te aseguro que la esencia de ese hijo que estaba engendrando estará ligada a la suya; su alma y la de él serán una sola— concluyó.

 

Eso quería decir que si Cye encontraba a la madre, había grandes posibilidades de que el bebé también volviera a la vida. Pero debía recordar lo doloroso del proceso de regresar, sería peor que un trabajo de parto. Podría ser, aunque Báleyr no podía asegurarlo, que el bebé muriera mientras la madre se esforzaba por volver a la vida. O podía ser que sobreviviera, que ambos volvieran a tener una vida.

 

—Hay algo que no les dije: las almas no siempre son agradecidas— agregó. Luego, se hizo a un lado para que Cye comenzara el proceso de meterse dentro del portal y traer el alma.

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Una vez dadas las instrucciones Juv se identifico con el metal, por supuesto cada elemento tenía una sintonía con tipos específicos de almas y Cye levanto una ceja, la mujer no parecía ser afín con las almas en pena, en el sentido simple de la palabra, aunque luego cuando el arcano aclaro que estas almas era potencialmente difíciles de tratar porque gustaban de tretas y engaños para confundir a los nigromantes y hacerlos traerlas a la vida, entonces supo que quizás esa era la misión más allá del cuerpo que reposaba en la piedra a la que la Malfoy tendría que enfrentarse.

 

Ahora la pregunta que la rubia le había plantado al arcano seguía en el aire y él se digno a contestarla, la respuesta no era lo que se esperaba, simple, plana o quizás ella esperaba algo extraordinario como extraordinario le parecía el haberse encontrado con aquel cadáver, ¿acaso seria fortuito y no una forma de probarla del arcano como había creído hasta ahora? Hasta que lo dijo “nunca he intentado traer una mujer embarazada a la vida” ósea que sería la primera vez para ambos. Con todo lo temerario que pudiera parecer el hecho Cye sonrió sin poder evitarlo y solo atisbo a decir.

 

--Entiendo, entonces será un viaje de descubrimiento-- garabateo por unos segundo en las hojas del grimorio y luego levanto la vista hacia el portal, cerró los ojos y extendió las manos con las palmas hacia arriba moviendo los dedos lentamente como si pudiera palpar algo que para el resto era invisible, su espíritu se tranquilizo acallando cualquier sentimiento y poniéndose en completa calma para que su energía armonizara con el elemento correspondiente que Cye sabía que era el fuego.

 

--Fuego, único y vibrante, vivo y llameante trabajemos juntos para atraer a esta alma pujante -- exclamo con una voz que no parecía la suya. Sin abrir los ojos al menos no los físicos, pudo ver el resplandor del sol, pudo sentir su calor, estaba lista para entrar. Abrió los ojos y sintió como si una liana de fuego le tallara la cintura y alguien dentro del portal tirara de ella para atraerla. La Lockhart no se resistió, al contrario avanzo lentamente, escuchando murmullo, viendo lo que otros no podían ver, almas en distintas sintonías y colores por decirlo de alguna forma.

 

A medida que avanzaba las voces dejaban de ser murmullos, percibiendo algunas palabra claramente, “ayúdame” “llévame contigo” “vete al infierno” “maldita, maldita” el fuego tenía mucho que ver con la luminosidad y claridad, pero también con la ira extrema, Cye seguía su camino impasible y no porque no se condoliera de aquellos que solícitamente pedían no ser olvidados, sino porque su debilidad podía constituir un problema de marca mayor sobre todo en relación con aquellas almas aireadas que de a poco se acercaban gritándole no precisamente frases bonitas.

 

-¡Cálmense!- dijo con extremada lentitud, mientras que sus sentidos iban más allá, separando entre colores y armonías, todo cuanto veía, cualquiera hubiera pensado que aquellas almas lloronas la atraparían y sin embargo se alejo de ellas, su alma, la que buscaba debía tener una luz especial, una sintonía que distinguiera por sobre las demás porque su propia esencia era así y no por el elemento sino por su estado energético y corporal con una vida dentro.

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El Arcano tenía razón sobre el tema de las almas, realmente no se podía confiar en nadie. Ni dentro, ni fuera del mundo de los muertos, casi siempre sorpresas inesperadas pillaban a magos incautos y poco experimentados en el arte de la Nigromancia─Tendré que cuidarme algo más que las espaldas…─sentenció sabiendo que Báleyr podría escuchar sus últimas palabras. Extrañamente desde pequeña tuvo afinidad con las almas en pena, espiritus atormentados por fuerzas superiores, aunque para ella el tema de las deidades quedaba en segundo plano─Creencias muggles y si existe algún dios o deidad dentro del mundo mágico…─inclinó ligeramente su cabeza sobre su hombro derecho─No le conozco en lo absoluto…─retomando su andar buscaba con la mirada el alma que era su objetivo.

 

Estelas de energía rondaban su anatomía, asemejándose a medusas flotando libremente en el mar. No le atemorizaba toparse con un alma charlatana, embustera que intentará aferrarse a la idea de obtener algo de Malfoy, ofreciéndole falsas promesas como premio─Podrian intentarlo…─mostrándose retadora escuchaba lamentos ahogados, quejidos lastimeros que en cualquier otro mago hubieran abierto una brecha entre su razón y su humanidad. Esa parte que todos poseían, justo ahí donde se concentraban los sentimientos y las emociones, pero para mala suerte de esos entes de energía ella carecía de eso en su totalidad.

 

Ríos y ríos de energía deambulaban a su alrededor, implorando que los mirará y mostrará un poco de piedad. Estaban errando el camino para acercarse a la rubia, simplemente no podían quebrantar la conexión que había establecido con el alma de aquel joven, aleaciones de metal corrían por su torrente sanguíneo, pequeños arillos formaban una cadena de energía y poder, afianzando ese lazo eléctrico que le permitía avanzar con más seguridad de la esperaba. Delante de ella un enorme agujero negro similar a los que existían dentro del espacio exterior, le mostraba un paisaje sugestivamente tentador y atrayente a sus sentidos.

 

Un imponente reino se extendía más allá, de lo que podían percibir sus orbes azul oscuro. Montañas nevadas se alzaban hasta perderse en el oscuro firmamento, cubiertas por toneladas de nieve que les daban un aspecto acogedor a simple vista, tal y como el que ofrecían las postales navideñas─Curiosa la forma en que juega dentro de este plano astral…─terciando una media sonrisa en sus carnosos labios, decidió perderse en ese mar oscuro atreviéndose a navegar aguas desconocidas para ellas. Estaba perdiendo el eje de su misión en ese sitio, cediendo a los deseos de conocer un poco más del mundo de los muertos, si es que se le podía denominar de ese modo a ese sitio.

 

Susurros, cuchicheos y lo que parecía ser una amena platica, le condujo por un sendero empedrado. Alumbrado tenuemente por antorchas colocadas a los lados de ese puente improvisado, dejándole la vista limitada en parte, ahí dentro no contaba ser una vampira y poder usar los dones que le otorgaba pertenecer a esa raza tan codiciada por muchos y repudiada por muchísimos más. El aire se había viciado de un momento a otro, ya no podía respirar con facilidad y algo en su cuello le sujetaba con fuerza, parecían ser unas manos huesudas que poco a poco iban mermando la energía de la Nigromante, sofocando sus aspiraciones de poder obtener los conocimientos que tanto anhelaba.

 

Poco a poco iba siendo engullida por una aterradora oscuridad, abrazada por lo que algunos llamarían “la muerte”, para ella sería algo muy diferente a eso y comenzaba a comprenderlo. Se aferraba a las palabras de Báleyr, no deshecho las mismas e intentando tomar un respiro, permitió que su elemento fluyera de ella como pequeños hilillos oscuros que se engarzaban unos a otros, abrazándose con una fuerza descomunal creando una aleación perfecta y resistente─Ectonis Demonis Actonis Vitalus Infernus…─recitaba con fuerza cerrando sus ojos repitiendo mentalmente aquellas palabras como un mantra─Ectonis Demonis Actonis Vitalus Infernus…─elevaba la fuerza de su petición experimentando un ligero alivio en su cuello, moviendo suavemente su cuello intentaba permitir el paso de un poco de aire.

 

Sus extremidades se negaban a ceder del todo, no perdería la conciencia y echaría por la borda la oportunidad brindaba por Baleyr. Él había sacrificado una parte de su ser, justamente para obtener el rango de Nigromante que poseía, no se había negado a entregar algo tan preciado como un ojo, desprendiéndose de una parte de su alma. Recordaba la relación que la gente le daba al alma con los ojos de las personas, asegurando que ese par de gemas eran la puerta que conducía a lo más preciado que poseía un ser humano, aunque en su caso eso no podía aplicarse a ella─Vamos solo un poco más…─levantándose poco a poco del suelo enfrentaba a ese ser, retándolo a volverse atrever a probar de lo que era capaz la joven Malfoy.

 

Si tenía que entregar parte de su alma o alguna parte de su cuerpo, no se negaría ante tal petición. Empero, no sería sencillo sacarle nada provechoso, no sin antes enfrascarse en una contienda férrea con la mortifaga, justamente por eso era complicado saber a lo que uno se aventuraba teniéndole como enemiga. El alma que tanto había ansiado encontrar estaba del otro lado del puente, admirando el espectáculo protagonizado por la mujer que buscaba devolverle el cuerpo que había perdido tan violentamente. Por un breve instante los ojos se ambos se encontraron, enzarzándose en una conversación que no necesitaba palabras o gestos, solo tener contacto visual y entender el mensaje que el deseabas enviarle.

 

─Algunos mueren contra su voluntad, mientras que otros…─deslizando sus brazos como serpientes reptantes, luchaba por sacarse de encima ese par de manos─Por las buenas o por las malas…─advirtió desafiante quedando a su misma altura, ya no estaba sometida contra el suelo y eso le dotaba de una arrogancia regenerada a todas luces. Su cuerpo se mimetizo con el metal, adquiriendo un rango de ventaja bastante elevado, parecido al que ostentaban los dioses que controlaban o reinaban dentro del mundo de los muertos, pero no tan poderoso como el que poseía Báleyr. Tenía la facilidad de controlar la energía que emanaba del ente, ordenarle subyugarse y liberar al joven que seguía mirándole fijamente─Vine por eso…─asintió categóricamente─Y no planeó irme sin el…─presionando sus manos sobre los brazos de ese ser pudo sentir un calor quemar sus palmas, intentando calcinar su cuerpo, ahí dentro ella estaba viva y era una presa fácil para los vástagos de la muerte.

 

─Nos iremos de aquí como sea…─aseguró al joven que mantenía una mueca desencajada. Evitando perder de vista a su enemigo decidió usar el metal que le corría por las venas, inyectando una cantidad considerable en su enemigo, elevando la temperatura del mismo, provocando que se sintiera dentro del cráter de un volcán activo. El calor seria sofocante sin lugar a dudas y por mucho que fuera un alma siniestra y viciada, no podría vencer la tozudez que poseía Malfoy. Poco a poco su energía se redujo a una simple chispa, destello que perdió su brillo y le permitió al joven cruzar el puente y encontrarse con ella─Volvamos a donde perteneces…─señalándole el camino ambos iban en busca de la salida.

 

Esperaba obtener la aprobación de Báleyr ante sus acciones, no haberse extralimitado y ganarse una reprimenda por su parte. Aunque todo podía suceder con ese anciano que pocas veces dejaba ver sus verdaderas intenciones y eso que apenas le conocía, pero ya se había formado un criterio sobre su persona. No le juzgaba por nada de lo que hubiera hecho en el pasado, simplemente sentía un profundo orgullo de poder aprender todo lo que él quisiera enseñarle, aunque a veces sintiera que limitaba lo que deseaba expresarles libremente a sus alumnas.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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