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Nigromancia


Báleyr
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Al día siguiente, Báleyr estaba de pie frente a un portal que actuaba de brecha entre la vida y la muerte, con un cadáver a sus espaldas y esperando pacientemente la aparición de su aprendiz. Lo vio llegar con un pesado libro en sus manos y frunció el entrecejo, pero no dijo nada. No le interesaba a él saber de dónde había sacado aquel joven el tomo que llevaba, tampoco si era capaz de leerle correctamente o siquiera si lo entendía, sólo tenía que decirle lo que no debía hacer una vez entrara en el portal y con eso habrían terminado por el momento con sus clases. Sólo restaría que Axel accediera o no a tomar la prueba.

 

—Horrocruxes— dijo, antes de que el Warlock llegara a su altura.—Un mago debe cometer un acto atroz para dividir su alma en trozos más pequeños y esconderlos en objetos de su gusto, de ese modo podrá alargar su esperanza de vida mientras estos objetos permanezcan ocultos y a resguardo de posibles amenazas. Mientras más piezas hagas, más probabilidades tienes de vivir y de morir— comenzó a explicar, mientras hacía sonar el bastón en el suelo una única vez. Algo apareció en sus manos. Era un abanico muy antiguo japonés que parecía bastante maltratado, ya fuera por el tiempo o porque alguien había tenido cizaña con él; varios restos de tela y astillas de madera colgaban de él.—El abanico de Mizuki Hoshi. Nigromante que asesinó a su padre y dos hermanos mayores para hacerse con el control de su familia. Dividió su alma en tres trozos para asegurarse de volver a la vida en caso de que alguien destruyera su cuerpo pero fue traicionada por su mano derecha y tanto ella como sus horrocruxes fueron destruídos—el anciano puso el viejo abanico sobre la mesa de piedra y lo movió con una mano en dirección a Axel.

 

—Las almas fragmentadas no pueden hacerse con un cuerpo sano porque no soportarían el dolor de volver a la vida. Peor sería intentar meterlas dentro de un cuerpo dañado; eso fracasaría por completo— el tuerto se giró hacia el portal y se hizo a un lado para permitirle a Axel pasar hasta él.— Para poder devolver a cualquier ser a la vida, primero hay que recomponer su alma. La media de los hombres y las mujeres de este planeta no conocen o saben cómo hacer un horrocrux, así que no te encontrarás con almas dañadas en estos portales. Pero, si así fuera, la forma de reconocerlos es mirar la "luz" que los envuelve. Al principio no podrás notarla, pero mientras más tiempo estés familiarizado con las almas, más sencillo te será. Su luz no es igual a la de las almas "sanas" e intentar regresarlas es tarea imposible: siempre se deben poseer todos los fragmentos para poder reconstruír un alma—.

 

—¿Hay almas que se pierden para siempre? Oh, sí las hay. Las divididas por magia oscura son la más difíciles de hallar y, muchas veces, prefieres no hacerlo. ¿Hay forma de juntar trozos de un alma dañada por magia no oscura y traerla de vuelta a la vida? Por supuesto. Requiere de un arduo trabajo y dedicación, además de tener un cuerpo sano donde ponerla una vez tengas todas las partes, sino el trabajo será en vano— gruñó mientras se acomodaba en una lápida cercana.—Ve y habla con el joven Andreas, inténtalo convencer a la vida y reconoce las almas que te he mencionado antes. También piensa si antes has visto algo así. A partir de ahora, vendrás todas las noches al cementerio a aprender sobre este proceso y encontrarás siempre el portal y el cadáver. Cuando estés listo para tu prueba, yo volveré— y esperó a que Rexdemort comenzara su labor.

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--¡Demonios!-- mascullo al escuchar un gruñido tras de sí al tiempo que se giraba de forma un poco drástica para ver a su interlocutor, casi que le barre con la mirada y si, era totalmente grosero, pero es que en su cabeza un arcano vencedor de la muerte era… casi un dios, en otras palabras perfecto tanto con sus habilidades como físicamente y no un anciano con un solo ojo y dependiente de un bastón. Fue entonces que se dio cuenta que el escrutinio era reciproco e instintivamente levanto la barbilla en gesto altivo.

 

-Si estoy aquí por ello- contesto con absoluta convicción -Le sorprendería lo mucho que no parezco y sin embargo soy capaz de hacer- expreso con el ceño fruncido ante la inminente etiqueta que le estaba poniendo su ahora mentor. -Cye…Cye Lockhart- arrastro la palabra correspondiente a su apellido, que era parte de ella, ¿porque debía callarlo? si él quería ignorarlo era cosa suya, pero ella no lo haría.

 

-¿Por dónde empezamos?- pregunto un tanto ansiosa viendo como el mago se sentaba sin intención de ofrecerle un poco de hospitalidad, como el hecho de que le imitara para platicar más cómodamente, quizás de eso se trataba, de hacerla sentir incomoda y bajo la lupa. Aaah pero no soldaría corriendo, ni se amedrantaría, ya no era esa niñita asustada a la que la muerte la había pillado desprevenida arrebatándole uno de los seres más importantes en su existencia, aunque siendo honesta ese ser no había hecho mucho para mantenerse alejado de las garras de la muerte, sino todo lo contrario.

 

-Arcano Báleyr… no, olvídelo- haber hecho la pregunta que tenía en mente hubiera sido un error, no parecía el tipo de personas que compartía confesiones o secretos aun cuando tuviera que ver con la cátedra que impartía. En vez de eso guardo silencio mirándolo de frente, no como reto sino más bien demostrando lo mucho que le intrigaba.

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Todo nuevo alumno era un nuevo reto para él. Forma de hablar, de caminar, de comprender al mundo, sus preguntas, sus inquietudes, su forma de inspeccionarlo. Y cada nuevo alumno que deseaba aprender la habilidad, también tendría que soportar un reto más impresionante que la prueba: su forma gruñona y exigente de actuar con todo el mundo. La bruja no sólo había parecido comprenderlo, sino que además lo había sentido como un desafío hacia su persona y eso le pareció interesante al Arcano. Todos sus alumnos, hasta el momento, habían resultado ser interesantes.

 

—No he mencionado que sea incapaz de hacer nada, señorita Lockhart— dijo luego de que se presentara, inspeccionándola ahora aún más a fondo con su único ojo celeste. Había notado que la chica también lo inspeccionaba a él.—Uhm... vamos a empezar por tomar un pequeño descanso— dijo el viejo, mientras estiraba las piernas adoloridas ante la ansiosa mirada de la recién llegada.

 

Ah, pero él no tenía ningún apuro. Estaba cansado de ir de aquí para allá. Ojalá todos se inscribieran al mismo tiempo y no tuviera que dar clases a dos o tres alumnos que iban algunos más avanzados que otros. El tener que empezar desde el principio con tan poco tiempo le molestaba y casi que le daban ganas de echarla de su mazmorra para poder echar el ojo un rato. Pero no, su trato con la Universidad lo obligaba, por lo menos, a pedirle que al día siguiente se presentara si aún estaba interesada. Aunque, pensándolo mejor, quizá le convenía ver qué tan altiva se mostraba aquella mujer cuando tuviera que meter las manos dentro de un cadáver.

 

—¿Uhm?—dijo, cuando Cye estuvo a punto de preguntarle algo. Había cerrado su ojo bueno para descansar la vista pero lo abrió cuando la chica vaciló.—Si tienes una pregunta, simplemente hazla. El silencio no tiene respuestas—se acomodó la ropa y tomó con fuerza su bastón, haciéndolo sonar contra el suelo una sola vez. Junto a Cye apareció un banco de madera bastante antiguo pero lo suficientemente cómodo como para poder mantener una charla sentado.—Empecemos por preguntarte el motivo de tu presencia en mi casa y el de tu vacilación ante la pregunta que estabas por formular—.

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La bruja se mantuvo erguida ante el escrutinio del arcano, aunque en cierto momento casi pudo sentir el paso del ojo celeste por su cuerpo, algo de ella le había llamado la atención, lo sabía, eso sin contar con que su energía era cada vez más confusa, bueno la poquísima que podía percibir como sacerdotisa. Hasta ahora estaba segura que era un maestro en el arte de ocultar, o seria que en verdad le importaba tres reverendos rábanos lo que los demás pensaran y sintieran. Si así resultaba de bueno con la nigromancia, entonces su percepción inicial de “casi un dios” era correcta.

 

--A veces no hace falta expresar con palabras correctas los asuntos señor… va implícito-- contesto, cuando el viejo le decía que él no le había adjudicado ninguna incapacidad. Pero lo que la desoriento fue lo del descanso. Quizás su sorpresa se hizo visible hasta el punto de obligarla a jugar con uno de los mechones de su cabellera, deslizándolo entre sus dedos, cuando lo primero que pidió fue que descansaran. Por Merlín ella no estaba cansada, si se pudiera correría lo haría, chuparía como esponja los conocimientos que aquel mago tenia para dar, esa era una reacción muy común seguramente entre la gente que buscaba aprender, pero ella a través de su sacerdocio había aprendido que no por correr se llega más rápido. Incluso y aunque se sintiera profano podía verse en la postura del arcano, cuando enseñaba a los que recién ingresaban a su clan, que odiosa debía parecerles con toda esa parsimonia.

 

Un largo suspiro dio fin a sus comparaciones y aquella batalla mental que se gestaba para decidir si le agradaba el ser frente a ella o sencillamente pasaba a lo que había ido, aprender. “El silencio no tiene respuestas” eso era políticamente correcto aunque no era del todo cierto, ella había encontrado que mientras más silente fuera su entorno y su propio estado, más respuesta obtenía y más se conocía, aunque presentía que el siempre tendría un carta bajo manga o lo que era lo mismo iría kilómetros delante de ella.

 

--Gracias-- dijo cuando un banco gastado apareció junto a ella, sin más nadie en el salón supuso que era para ella y lo ocupo con calma, la misma con la que él pretendía llevar el encuentro. --Mis motivos son simples-- sabía que estaba mintiendo con todos sus dientes, pero no se inmuto --La muerte es el último enemigo a vencer, es el eslabón perdido de esa cadena que quiero completar porque hasta hoy me ha sido esquiva-- otra vez mentía, como sanadora había resucitado, como sacerdotisa también, aunque sabía que no era un proceso simple, ambos distintos y a la vez tan parecidos. Deseaba encontrar la maestría en ello, eliminar los errores, porque ante la muerte no habían segundas oportunidades, ambicionaba la seguridad que él debía poseer para ejecutar tan compleja habilidad, solo así se sentiría preparada para intentar traer de vuelta a…

 

--En cuanto a mi pregunta inicial, espero que al termino de este periodo bajo su guía se resuelva sola, sin tener que ponerla en palabras-- escruto el rostro arrugado del arcano --De todas formas dudo que quiera compartir secretos conmigo sin que… me los haya ganado-- la palabra que en verdad iba a usar era sufrido, tampoco lo dijo, si él no decía mucho ella menos y no era una cuestión de confianza sino de carácter.

 

--¡Demonios! -- exploto abandono el asiento de forma inesperada, algo le molestaba, así que camino por la habitación como si estuviera en su propia estancia, y quien la observara fuera un intimo amigo o uno de sus familiares. --¿Qué le hace aguantar todo esto? ¿A nosotros? Cuando podría lucrase ¿no es así como procede la humanidad tarde o temprano? -- soltó por fin deteniendo su paso, entonces comprendió que su ímpetu había resurgido y había perdido el control, en silencio se volvió a sentar arrepentida de tal debilidad, de la cual seguramente Báleyr sacaría provecho a futuro.

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Báleyr se irguió en su sillón ante el cambio de postura de Cye. Primero se había mostrado altiva, orgullosa, mientras él la escrutaba y ella de vuelta. Más tarde había vacilado al hacerle una pregunta, lo que le indicaba al Arcano que aquella mujer guardaba celosamente un secreto que sólo él podría resolver. Más aún, diciendo que encontraría su respuesta al final del aprendizaje, sólo intensificó la agudeza del anciano al pensar que, en efecto, no era lo que parecía y lo que el había interpretado al principio de ella. "No juzgues a un libro por su portada". Un dicho tan viejo como cierto y aplicado tantas veces como alumnos había tenido a lo largo de su estancia en la Universidad. Pero lo que más llamó la atención del Tuerto fue la forma en la que Cye, inesperadamente, se paseó por la habitación, llena de algo en su interior que el anciano interpretó como "impotencia".

 

—El lucro monetario no me interesa y jamás me ha interesado, señorita Lockhart. ¿O es señora? No importa, le llamaré como me venga mejor— dijo aquello último más para sí que para ella.—Mi lucro está en seguir adquiriendo conocimientos y no podría hacer eso si renegara del trato que he hecho con vuestra Viceministra. Aquí tengo todo el lucro que alguien como yo necesita— cruzó las manos sobre su regazo y se quedó mirando el rostro de Cye. De nuevo la chica había tomado asiento y parecía querer calmarse, como si aquello hubiera sido un ataque repentino e innecesario que estuviera fuera de su zona de confort.—¿Qué clase de lucro busca usted? ¿Por qué se molesta en aguantar esto, a nosotros, los Arcanos? No es muy diferente de lo que usted me ha preguntado— gruñó mientras hacía que sus articulaciones se pusieran en funcionamiento para ponerse en pie.

 

Caminó lejos de la joven mujer hasta un librero que parecía contener sólo libros con lomos desgastados, de distintos colores apagados. Ninguna escritura había en ellos, más el viejo parecía conocerlos a todos y no dudó cuando pasó la mano por el lomo de uno y lo tomó. Se pudo percibir una pequeña perturbación en el aire, como si se volviera más denso al respirarlo. Sabía que Cye lo sentiría, porque él había percibido que ella era alguien especial, alguien en contacto con la naturaleza. Abrió el libro y pasó las páginas con detenimiento hasta encontrar lo que estaba buscando.

 

—"El verdadero poder de la magia reside en el mago que quiera utilizarla"—recitó, levantando su ojo bueno de la página en cuestión y mirando a Lockhart.—¿Qué cree que quiere decir eso?—.

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Axel levantó la ceja confundido, los Horrocruxes era un tema bastante delicado. El danés mantuvo la boca cerrada mientras bajaba el libro con pasta de cuero, y lo colocaba sobre una tumba sin perder detalle de las palabras de su mentor. Los Horrocruxes era algo prohibido por el ministerio, pero sabía que había gente que los seguía haciendo, y cuando escucho las palabras del arcano, el hombre solo miro el piso, había gente que deseaba el poder a tal grado, los grados de locura por la creación de un elemento así, algo singular pero en todo caso desconcertante.

 

Había pasado la noche con el libro, pero no sabía ni siquiera en que idioma se encontraba, por momentos pensaba que era latín, pero las palabras en un idioma desconocido se atravesaban y podía jurar que estaba lleno de garabatos, aquel grimorio solo servía para hacer peso en la espalda del hombre, así que una vez que el Arcano abrió el portal el mago suspiro aliviado. – Gracias. –

 

Susurró, mirando el portal de arriba abajo, estaba listo para encontrar a Andreas y ahora si convencerlo de una vez que regresara y tras esa última mirada al arcano Axel se encamino hacia adelante y entro.

 

Ya no había duda de cual era su misión allí dentro, pero las palabras del anciano retumbaban sobre su cabeza, Axel escruto el panorama de tierra que había allí dentro que se extendía ante él.

 

Nuevamente el cementerio vacío, Axel ya no le sorprendió percatarse que el arcano desapareció, la tarea del sujeto no era fácil, pero estaba decidido, camino con paso firme entre las tumbas, sabía a donde ir.

 

Miro con detenimiento, volvía a encontrarse con aquella tumba de color rosado, la cantera lucia joven y allí pudo ver a un hombre sentado con la cabeza entre las piernas. – Esa debió de haber sido su tumba. – Pensó Axel, cuando el hombre se levantó y miro su blanco rostro, había encontrado de nueva cuenta a Andreas.

 

El alma parecía furiosa con el mago, se dio la media vuelta para dejar al hombre solo. – Espera. – Acertó a decir el Rexdemort, acercándose al ente el cual solo intento ignorarlo. – Sé que anéelas regresar a la vida. – Lo que hizo detener a Andreas. – Sé que quizá viste algo grotesco, sé que no confías en mí, pero Andreas te ofrezco mi ayuda de la forma más humilde posible, necesito tu ayuda para aprender más sobre la muerte, estos días eh estado sanando tu cuerpo carnal, deseo llevarte a la vida y que en este camino me acompañes. – Exclamo sinceramente el mago, ofreciéndole su mano derecha como gesto de disculpa y de petición.

 

- Vamos, confía en mí, soy hábil y no me doy por vencido, puedo hacer que recuperes tu antigua vida, no tienes que ser un alma errante, un ser atrapado dentro de este purgatorio, dame tu aprobación, déjame llevarte a la vida nuevamente, estoy seguro que por causas fatídicas del destino, quizá pereciste, pero sinceramente creo que puedo ayudarte.-

 

El alma no se movió, parecía escuchar con atención las palabras del hombre, Axel solo respiro intentando mantener la calma y la expresión pétrea sobre el rostro. – Hazle caso. – Axel podía jurar, conocía aquella voz femenina que le decía a Andreas que confiara.

La mirada desconfiada, su rostro triste, Andreas tenía pocas opciones, continuar en el limbo entre la vida y la muerte y terminar como un alma perdida, o luchar por lo que Axel le decía.

 

- Te juro, que encontrare la manera de llevarte a nuestro mundo.- Bajo la cabeza el hombre y la levanto enseguida.- El arcano me ayudara, deseo regresarte, confía en mí- . Quizá Axel estaba loco, pero casi pudo notar como el alma del joven Andreas suspiraba resignado y aceptaba con un movimiento de la cabeza. Axel se sentía aliviado e impelido, sabía que podía llevarlo a la vida

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Un poco más tranquila haciendo acopio de su dominio interior siguió mirando al mago de frente, directo al rostro, presentía que las palabras que saldrían de su boca en todo esta experiencia serian las necesarias, ninguna sin sentido u objetivo, así que examinar sus movimientos y expresiones seguramente le diría lo que aquella boca no pronunciaría.

 

Más conocimiento Así que esto nunca termina pero su expresión cambio al oír el nombre de la viceministra, su ceja derecha se alzo en un gesto ¿desaprobatorio? Lo cierto es que muchos ingleses no estaban contentos con la actuación de la dama o del ministro, menos cuando desde hacia tanto, pese a los problemas que enfrentaba el Ministerio de Magia y todas sus dependencias, estos dos no daban la cara, ciertamente mientras más poder se tiene más invisible se es a los ciudadanos y trabajadores.

 

Pero el hilo del pensamiento se rompió cuando escucho las mismas preguntas, casi, de vuelta para ella, viejo zorro se dijo mentalmente a la par que una sonrisa irónica aparecía en la comisura de sus labios. --Obviamente no es dinero lo que busco, pero sería hipócrita si dijera que no aspiro un lucro-- guardo un según de silencio escogiendo las palabras que pronunciaría --Aunque este sea más filantrópico-- la sonrisa desapareció y en su lugar una absoluta seriedad reino --El conocimiento es reconocimiento pero sobre todo poder, que usado de la manera correcta genera bienestar no solo al poseedor sino a quienes están en su entorno--

 

¿En verdad no quería nada para ella? Pues claro que sí, lo que había ansiado desde que tenía ocho años, y que se reiteraba en los momentos difíciles de su existencia. Pero también estaba el hecho de que la vida misma era un misterio, con mayor razón la muerte, y que hacía a los magos seres idóneos para devolver lo que se había quitado, jugando el papel de dioses. ¿Cómo hacerlo de la forma correcta? ¿Quién lo merecía y quién no? Ese siempre había sido su debate interno y parecía no terminar aun.

 

--Y por esa misma razón es que estoy dispuesta a pasar tiempo con usted y aprender lo que quiera y pueda enseñarme-- concluyo observando como el anciano cambiaba de posición e iba hacia los libros que a ella le habían llamado la atención apenas ingresara, lo vio tomar un libro y algo paso, las orbes celestes viajaron por la habitación buscando una forma que justificara el cambio en la densidad del aire y la energía, pero como siempre estas cosas eran invisibles a los meros ojos, no así para los sentidos.

 

--Que de nada sirve tener conocimiento y la autoridad que este te da, si no se está dispuesto a usarlo y luego depende de cómo lo use o para que fines-- se mordió el labio inferior pensando en dos opuestos en la historia mágica, Dumbledore y Lord Voldemort --Y también depende de que tan lejos se quiera llegar, utilizando que medios pues no siempre el fin justifica los medios--

 

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Abrió los ojos lentamente, retazos de lo que había vivido allí dentro se encontraban en ese momento en la cabeza del muchacho, cuando salió del portal.

 

No le extraño que el arcano no se encontrara allí en ese momento, sabía que era un hombre ocupado por lo que suspiro aliviado. Cuanto tiempo había estado allí dentro, la posición del sol no le ayudaba en lo más mínimo. Axel sonrió complacido cuando el portal cerro, miro por encima de su hombro, sabía que no había nada, pero podía imaginarse que Andreas estaba a su lado, tenía el presentimiento que el hombre haba cruzado aquel portal a su lado.

 

El pesado libro que había “tomado prestado” del ministerio no lo había ayudado mucho, pero aun así se encamino hacia el mismo, buscando entre sus ropas la pequeña libreta donde escribió todo lo que el Arcano Báleyr le decía. Garabatos, dibujos mal hechos, palabras en danés que parecían al azar. Entre sus apuntes no venía nada de como continuar. Levanto la ceja derecha, allí recostado sobre la cama de piedra, el cuerpo desnudo e inofensivo de Andreas yacía muerto.

 

Axel había convencido al hombre de venir con él, pero no veía nada. Por un momento se preocupó, memorias abstractas lo inundaron por un par de segundos, sería capaz de ver el alma del joven hombre por allí, Axel estaba confundido.

 

- ¿Andreas? ¿Estas por aquí? – Preguntó al aire, levantando la cabeza para tomar sus cosas y caminar hacia el cadáver.

¿Confías en mi verdad? – Axel sonrió mostrando esos dientes algo amarillentos a causa del cigarro, y se para enfrente del cuerpo.

 

Apareció su varita en la mano derecha, aquella que decía LIFE, y empezó a tocar nuevamente el cuerpo, pasaron varios minutos asi, el cadáver seguía intacto, había detenido por unos días que se siguiera pudriendo, inclusive seguía intentando sanar aquella enorme herida que el mismo causo.

 

- Creo que está listo.- Axel mordió su labio inferior, estaba listo para el siguiente paso, solo hacía falta que el arcano le indicara los pasos, trago saliva esperando olvidar aquellos nervios, algo en el interior le daba confianza, y estaba seguro que Andreas regresaría a este mundo, aunque le costara su mano izquierda.Era hora de empezar con el ritual.

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—Y que la magia no está en los objetos, sino en el mago que se los otorga— agregó a lo que Cye había dicho—. Mi varita no es la que posee magia, soy yo. Ella sólo la canaliza utilizando los elementos que mejor se adaptan a mi energía. Sucede lo mismo con las personas, señorita Lockhart. Lo que da la energía a nuestros cuerpos es nuestra alma y es a ella a quienes los nigromantes canalizan para sus fines. Usted, como sacerdotisa, bien debe saberlo— casi se había podido distinguir un atisbo de guiño en su ojo bueno, pues al Arcano no se le pasaba nada por alto.

 

Caminó con el libraco hasta colocarse frente a Cye, a pocos pasos de ella y le indicó que se pusiera de pie con un movimiento de su mano. Quizás no tuviera tiempo de descansar porque poseía otra alumna, así que intentaría inculcarle un poco de saber antes de dejarla practicando tal como hacía con todos sus aprendices.

 

—El conocimiento, como bien ha dicho, es reconocimiento y da poder. Usted clama que sus fines son filantrópicos pero, dígame una cosa, ¿está dispuesta a dejar parte de sí misma por ayudar a otras personas? ¿Y de qué modo puede juzgar si ese alguien al que está ayudando hará un bien en esta vida? No sea tonta, Cye, no todos son tan buenos de corazón como usted— se atrevió a advertirle el viejo. "Que el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo", había aprendido aquel dicho cuando no era más que un novato en las artes de la magia negra, estudiando en las mazmorras de su antecesor.

 

Era posible, sin embargo, que Cye Lockhart estuviera persiguiendo el deseo de hacer un bien a la humanidad. ¿Pero realmente todo bien que se quisiera hacer, acabaría bien? A veces, uno debía decidir si era mejor dejar las cosas como estaban. Ese era el gran pesar de un Nigromante: ¿devolver a alguien a la vida o no? ¿Dejar que siguiera su camino? ¿Utilizarlo para conseguir más poder, más sabiduría? ¿Qué le dejaba a uno eso?

 

—Comenzaremos su adiestramiento en el arte de la Nigromancia haciendo uso de sus habilidades como sacerdotisa y sanadora. Sígame— guardando el libro entre sus ropas, tomó su bastón y lo golpeó en el suelo de la mazmorra. De inmediato, un portal abierto por el hechizo Fulgura Nox apareció frente a ellos y el anciano le indicó con un movimiento de su mano que fuera primero.

 

 

***

 

Báleyr apareció junto a Axel sin que lo llamara, simplemente al decir sus últimas palabras. Si Axel creía que Andreas estaba listo para volver, que él estaba listo para ejecutar el ritual, entonces el Arcano lo pondría a prueba de inmediato.

 

—Bien hecho— dijo, mientras sacaba su grimorio y comenzaba un cántico.—Repítelo conmigo y no lo olvides— le expresó, mientras le enseñaba a colocar los correctos símbolos de resurrección alrededor de la mesa de piedra donde estaba el cuerpo. Dibujaba con su bastón en el suelo, con precisión y esmero, mientras vigilaba que Axel estuviera haciendo lo mismo que él.

 

—Di las palabras con claridad:

 

Jeg bringer deg her for å gjøre dem , å tjene, å leve.

Din sjel vil ligge over den døde og kroppen din vil igjen sin container.

Avkastning og serverer .

(Te traigo aquí para que cumplas, para que sirvas, para que vivas.

Tu alma no yacerá más entre los muertos y tu cuerpo será de nuevo su recipiente.

Regresa y sirve.)

Poco a poco, si Axel hacía bien su trabajo, el alma de Andreas regresaría a su cuerpo y viviría. Primero se escucharían sus gritos de agonía mientras su alma intentara curar su cuerpo roto y podrido, pero luego volvería a ser un ser vivo completo. Por siempre le quedaría una deuda con el mago que lo hubiera traído a la vida.

 

—Concluye el trabajo y dime, ¿estás listo para afrontar tu prueba?—.

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Axel se mantenía con una vigilancia precavida, cuando el Arcano apareció instantáneamente, cada vez se sorprendía más de aquel anciano. Axel sonrió una vez que el viejo hombre aprobó su trabajo dentro del portal, siempre estaba latente la sombra de su miedo indescriptible a fallar no era una tarea fácil, así que cuando el tuerto lo indico Axel lo siguió.

 

Miro fijamente cada símbolo, necesitaba prestar atención a cada símbolo para copiarlo en su mente, ya después con su pensad ero los analizaría, por ahora necesitaba enfocarse en cada detalle, no quería perder ningún detalle.

 

Una vez terminado miro de nuevo el cuerpo desnudo del hombre, el Rexdemort por un instante sonrió, para volver a ver al tuerto, el cual parecía estar listo.

 

Algunos de los mitos que rodeaban a la nigromancia tenían significativas conexiones con otras nebulosas leyendas tocantes a la magia negra y prohibida. Mitos primitivos y fantasías modernas coincidían con el ritual que los hombres preparaban alrededor de Andreas.

 

- Conozco esa lengua. - pensó el Rexdemort una vez que el Arcano le dijo el cantico, conocía la mayoría de las palabras, era un hechizo del norte de Europa. – Noruego o Sueco. – Pensó el hombre, intentando imitar el mismo acento de aquellas regiones, el acento danés solía ser más influenciado por el alemán, lo que lo hizo pensar en aquellas leyendas de demonios y druidas que retaban a la muerte en los bosques muertos de Noruega.

 

Axel repitió lentamente de la manera más clara, intentando no fallar con el acento y la pronunciación, la situación era extraña cuando el ritual empezó, el cuerpo sin mortajes estaba quieto, fue por lo que quizá el muchacho creyó haber escuchado la voz de Andreas en un susurro.

 

Fue cuando sus ojos le mostraron una quimérica escena, el cuerpo empezó a retorcerse con dolor sobre la mesa, Axel miro la escena con la boca abierta y al escuchar el primer grito, cerró los ojos instintivamente, eran gritos de dolor que provenían del cadáver, el cual parecía estar siendo golpeado, un acto que el mago no pudo describir.

 

No supo cuanto tiempo paso, pero el cuerpo inerte de Andreas parecía estar sufriendo un castigo de dolor verdadero desde hace horas, Axel no podía alejar la mirada del hombre y después mirar al arcano.

 

– ¿Acabo? – Preguntó Axel tragando saliva, el cuerpo había dejado de gritar y torturas sus oídos con esos aullidos de angustia, el danés intento mirar el ojo bueno del Arcano, el cual solo señalo al hombre en la mesa con su vara de cristal. Axel no pudo cerrar la boca de asombro, aquel cuerpo que había mutilado, estaba abriendo los ojos, estaba respirando de nuevo, su corazón latía. Axel miro sorprendido y analizo la pregunta del arcano.

 

- Pues.. aun me falta algo de conocimiento….men… hej quiero enfrentar la prueba – Exclamo con seguridad el mago, no podía esconder su entusiasmo, el cadáver estaba despertando, se sentía listo para enfrentar los retos del arcano Báleyr

Editado por Axel Rexdemort

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