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Nigromancia


Báleyr
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Zack pasó todo el día preguntándose por qué el Arcano decidió truncar las horas de aprendizaje cuando todo se ponía mejor. La última vez que le cortaron la nota de manera drástica fue cuando recibió el llamado tenebroso mientras se entregaba al incesto revolcándose con Leah en la orilla de una piscina, y aunque eran dos casos totalmente diferentes resultaron igual de molestos, pues en ambos estuvo a punto. Tomaría nota de no emocionarse demasiado mientras compartiera con Báleyr, pues en cualquier momento detendría todo por necesidad o por ser más molesto.


Mientras miraba el bosque desde el balcón de su habitación, recibió la visita de una lechuza casi tan estropeada físicamente como quien asumió sería el dueño. Traía consigo un mensaje del Arcano que lo había dejado con ganas de más. Desenrolló la nota y le volvió la luz al rostro. Solo faltaban minutos para el encuentro, por lo que la criatura debió haberse perdido con todo el problema de la ubicación falsa del castillo. Le convenía darse prisa para no llegar tarde.


Tomó rápidamente la chaqueta de cuero negro que colgaba de un perchero y mientras se desplazaba en busca de su varita sobre la cama, se la colocó en los hombros. Un segundo más tarde saltó desde su balcón y al estar a centímetros del suelo una estela oscura lo envolvió desvaneciendo su cuerpo. Apareció junto a la entrada del caldero envenenado, justo a tiempo para apreciar la escena de terror en la cual aquél viejo tuerto era el antagonista. Zack soltó una sonora carcajada al ver como el pequeño salía corriendo y se animó a ser él quien respondiera la interrogante.


—Emm no, no creo que se vea bien un agujero de esos en este rostro — dijo mientras caminaba con gracia para juntarse al anciano —. Por cierto, ¿esta noche sí haremos cosas divertidas o también me dejará con ganas? — rodó los ojos. En cualquier momento lo iba a reprender por dirigirse a él con una confianza que no parecía darle a nadie. Sin embargo, Zack se aprovechó de su silencio y la poca capacidad que tenía para transmitir una mirada asesina teniendo un solo ojo.


—¿Por qué vinimos aquí? ¿No es peligroso practicar esto al aire libre? — cuestionó mientras miraba a ambos lados. No había nadie en el lugar, lo cual era ventajoso si pretendían quedarse ahí. Pero claramente el sabio mago tenía todo preparado, y el joven vampiro dudaba que se quedaran ahí toda la noche.

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- Claro que no se vería bien, hay que saber llevar las cicatrices. La vanidad no te va a llevar muy lejos en esta disciplina -sentenció con su átona voz, mientras se ajustaba el sombrero con toda la calma del universo-, aunque espero sinceramente que no debas llevar una marca como esta.

 

Antes de contestar a la lluvia de preguntas de su alumno, dio media vuelta y se adentró en una oscura callejuela, con su andar encorvado y pausado. El callejón se iba enangostando a medida que lo atravesaban, volviéndose casi asfixiante. El Arcano dobló a la derecha hacia otra callejuela, igual o más estrecha, completamente vacía.

 

- Veremos si lo que harás esta noche te deja con ganas de seguir asistiendo a esta clase. Estás listo para atravesar el velo que existe entre ambos mundos.

 

Giró a la izquierda para adentrarse en un pequeño callejón sin salida. Bajó las escaleras que llevaban al subterráneo de un edificio abandonado de lo que parecía pertenecer al callejón Knockturn.

 

- Podríamos practicar donde quisiera, realmente, pero no me gusta cómo salgo en las imágenes de los periódicos ni tengo tiempo para dar explicaciones a las autoridades.

 

Con un toque de su varita la pesada puerta de hierro cedió un un crujido metálico, dejando salir una nube de polvo desde su interior. Desde afuera, no se veía nada. Parecía ser el subterráneo de una casona que llevaba varios años cerrada, y que en apariencia no presentaba grandes diferencias con todos los viejos edificios abandonados de Londres. El viejo entró primero, dejó pasar a Zack y cerró la puerta tras de sí con un sonoro golpe que retumbó en la oscura habitación.

 

- Lumos.

 

La luz de su varita develó una amplia bodega, repleta de hileras de pilares de hierro fundido y cajas apiladas. El aire estaba enrarecido, cargado de humedad y polvo, como si llevara años sin ventilarse de forma adecuada. El tuerto se agarró la barba con decisión y avanzó hacia el centro.

 

- Bien ¿Tienes idea de por qué estamos aquí? -su voz hizo eco en el subterráneo- ¿Por qué no en un desierto o en la Universidad? ¿Qué tiene este sitio de especial?

 

Dirigió su varita hacia el suelo, iluminando una mancha marrón rojiza que se había secado sobre la madera. Un nigromante entrenado no necesitaría aquella señal para saber que ahí había ocurrido algo.

 

- ¿Te acuerdas del cuerpo de la otra noche? Aquí murió. A pesar de que no es necesario acudir al sitio de la defunción, nos facilitará este primer encuentro. Los portales se pueden abrir donde sea, en cualquier momento y mediante varios ritos, desde ellos podemos ingresar al mundo en el que habitan las almas y buscar la que nos interesa.

 

Hizo aparecer el cuerpo del muchacho de la noche anterior y lo hizo flotar cercano a ellos.

 

- Ayer me hiciste varias preguntas, esta noche espero poder responder a muchas de ellas. Esta noche vas a revivir un muerto.

 

De entre su túnica gris sacó un bolsito de cuero encantado, lo abrió y comenzó a sacar diferentes frascos y dos libros. Le hizo un gesto a Zack para que se acercara.

 

- En este grimorio -sostuvo el libro entre sus huesudos dedos- se encuentran varios de los secretos de la Nigromancia. No siempre es fácil seguir esta habilidad porque la mayor parte de sus conocimientos han sido escritos en lenguas olvidadas, en runas cuyos significado se han perdido en el tiempo. Este tomo es una recopilación que hemos ido haciendo entre varios eruditos y ha ido pasando de mano en mano durante cientos de años. En sus páginas hay canciones tan oscuras que no se pueden entonar, rimas enrevesadas que no se pueden leer puesto que su significado está fuera de nuestro alcance. En mis largos años me he dedicado completamente a su estudio e incluso así, muchas de estas páginas están fuera de mi poder.

 

"Todavía", pensó.

 

- Necesitarás este tomo si quieres ahondar en la habilidad -le tendió una vieja copia de parte del Grimorio principal-, verás que es introductorio, pero será suficiente para comenzar.

 

Dejó el pesado tomo sobre el suelo y se acuclilló.

 

- Como iba diciendo, hay varias formas de abrir un portal. La más simple es a través de estos diferentes polvos. Son tres -puso delante de sus rodillas tres frascos de vidrio- El polvo rojo es sangre de unicornio, que simboliza la pureza. El polvo negro es pelaje de Threstal y simboliza la muerte. Este último, el blanco, es polvo de huesos de Hipogrifo, simboliza el orgullo que debe ser superado ante la muerte.

 

- Es simple pero a la vez es inestable. Es la manera más fácil de abrir un portal, no requiere demasiada energía ni magia, sin embargo, es un puente que puede caerse ante la más mínima vibración. Rápido y eficaz si sabes donde encontrar lo que buscas. ¿Cómo se ejecuta? De esta manera.

 

Con una tiza dibujó un círculo perfecto sobre la madera, entorno a él. Frente a sus rodillas puso tres montoncitos de cada polvo.

 

- En cuanto estés listo, invocas el portal recitando el conjuro. Pero no usaremos este método. Creo que estás listo para aprender algo más difícil.

 

Con un movimiento de la varita hizo desaparecer el círculo y los frascos.

 

- Lo que te acabo de enseñar sirve cuando sabes donde murió, o puedes hacer uso de un cementerio, sitio en el que es fácil contactar con un alma, si su cuerpo ha estado descansando en ese sitio. ¿Qué pasa si no lo sabes o si no puedes acceder al sitio de la muerte? No siempre vas a querer realizar el rito de la nigromancia en un cementerio.

 

- Construyes un puente más fuerte, aunque sea mucho más complicado pues requiere una gran concentración y entrega. Recuerda que la muerte pide algo a cambio cada vez que nos adentramos en su territorio. El conjuro es una canción que te ayudará a buscar en la oscuridad del otro mundo.

 

Nuevamente comenzó a dibujar un círculo blanco con la varita. Esta vez no era una línea simple, sino que era una cadena de runas. Mientras dibujaba sobre el suelo con el ojo cerrado, sus labios se movían para susurrar un idioma desconocido un hechizo que le permitiría acceder al otro mundo. Antes de terminar, se calló. Se puso de pie y volvió a borrar con un gesto de la varita todo lo que había escrito en el suelo.

 

- Es tu turno. Confío en que podrás tender un lazo entre ti y el joven, seguramente te estará esperando al otro lado, pero sé precavido que las sombras engañan ante cualquier atisbo de luz. Debes convencerlo para que vuelva a ocupar su cuerpo. Entraré ante cualquier problema, estaremos comunicados durante todo el ejercicio.

 

El Arcano, vestido con su impecable túnica gris, se cruzó de brazos a la espera de que su pupilo comenzara con el rito. Parecía algo sencillo, pero nunca lo era. Ni el método más simple les aseguraba un paso ni el retorno. Además, algo estaba asechando en las sombras, una cosa que todavía no tenía nombre ni voz, una figura descompuesta que lo rondaba y buscaba cada vez con más ahínco. Respiró hondo. Probablemente esa noche no pasaría nada, pero ¿y si llegaba a atravesar el manto que separaba los mundos?

 

 

 

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El reproche por la vanidad del vampiro no se hizo esperar y tampoco su sonrisa burlona. Siempre se tomaba sus asuntos muy en serio, pero cuando se trataba de las desventajas de su propio ser era mejor reír que tomarlas como una limitante para continuar. El viejo le dio la espalda antes de que terminara de formular todas sus preguntas, así que tuvo que finalizarlas mientras caminaba a su costado. A medida que avanzaban tuvo que dejarlo seguir adelante, las paredes parecían querer apresarlos. Frunció el ceño comenzando a sentir una presión en el pecho.


Sabía que se acercaba a algo que estaba provocando sensaciones diferentes en su cuerpo, podía sentir la energía atravesándolo con avidez, y aunque de alguna forma resultaba placentera, no lograba descifrar de qué se trataba. Obligado a avanzar arribó junto con su maestro a una especie de sótano en el que su presencia intensificó un ambiente abrasador, casi tan sofocante como los estrechos callejones. Mientras el tuerto se dirigía a su aprendiz, éste último secaba con frecuencia las gotas de sudor en su rostro, llegando a humedecer la portada del libro que se le obsequiaba.


Quería poder imaginarse lo mucho que podría profundizar en la habilidad gracias a las páginas del ejemplar, pero su mente estaba ocupada por la imagen de aquél cadáver que había preparado junto a su maestro. El saber que se encontraban en el escenario donde su alma había partido de ese mundo agudizaba sus sentidos, como si pudiera vivir el momento en carne propia, sentir el dolor de la víctima. Vulnerarse de esa forma en el primer experimento le preocupaba, lo cual hacía que sus músculos se tensaran casi al punto de paralizarlos.


Le costaba mantener la concentración pero lo lograba, captaba cada palabra y movimiento consciente de que en algún punto él tendría que repetir el proceso y hacerlo bien si esperaba profundizar en aquél lazo que se formó sólo con arribar al escenario. Cuando se le indicó, sacó su varita y una vez más secó su frente por inercia, pero ya no había nada. Su cuerpo experimentaba una extraña paz luego de tanto agite misterioso. El silencio del ambiente lo motivaba a seguir adelante, como si el mismo ente lo incentivara a avanzar, pero muy en el fondo también podía sentir un temor contenido por aquella fuerza mayor, era el espíritu llamándolo a experimentar lo mismo que él.


Sin mediar palabras con el Arcano el castaño sostuvo su varita de ébano con fuerza, dispuesto a aventurarse en aquél mundo. Se arrodilló solo por precaución para estar más cerca del suelo en caso de que algo lo derribara. Abrió el libro frente a él y fue leyendo palabras sin sentido, similares a las que Báleyr pronunció segundos antes. A medida que lo hacía dibujaba con el arma mágica el mismo círculo de runas y un segundo antes de completarlo el dolor se apoderó de su cuerpo.


Dejó escapar un quejido en un intento fallido por reprimir un grito de agonía. La conexión se completó. En un plano desconocido su alma y la de la víctima se encontraron. El hombre enfurecido conocía el motivo de la visita y presionaba a Zack a sentir el mismo dolor que él segundos antes de su partida, experimentar en su cuerpo las laceraciones y quemaduras que curó un día antes. Aquella batalla espiritual se iba reflejando en el vampiro que se retorcía de dolor en el suelo, como un reflejo de los mismos movimientos desesperados del otro mientras era torturado por sus agresores.


Ivashkov le pedía que regresara a su cuerpo, prometía que sólo así olvidaría el dolor que le habían causado, se presentaba a sí mismo como la oportunidad para volver a la vida, y el otro sabía que lo era. Zack podía sentir la rabia y el sufrimiento del hombre mezclados con sus ansias por lograr el objetivo, todas las emociones ajenas y propias en un mismo ser. Cuando estuvo a punto de declinar y solicitar el apoyo del arcano, experimentó en su espalda la estocada final, el ataque del basilisco en su espalda.


El último daño dio por entendido que había cumplido la condición del espíritu. Ya Zack se retorcía de dolor en el suelo tras haber pasado por el mismo sufrimiento de la víctima, eso fue suficiente para hacerlo regresar a su cuerpo. Mientras se recuperaba pudo escucharlo tomar una gran bocanada de aire, pero él ya no tenía fuerzas para abrir los ojos, mucho menos para levantarse. No pensó que el primer experimento resultara tan agotador, le arrebató por completo las energías luego de ahogarlo en un mar de emociones que ni siquiera le correspondían. Ahora Báleyr debía encargarse de reanimar al Mortífago.

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Báleyr sintió un escalofrío descender por su espina dorsal que lo obligó a enderezarse. Respiró profundamente sin dejar de observar a su pupilo mientras realizaba el ritual. La temperatura se desplomó de tal manera que ambos podían ver cada exahalación como una blanquecina nube suspendida. El suelo se empezó a congelar, al principio era solo una ligera capa de hielo, luego, se fue haciendo más gruesa.

 

El Nigromante agudizó sus sentidos. Al principio percibió un suave olor a flores, luego un potente olor a sangre que lo inundaba todo. No le quitaba la vista de encima a Zack comprendiendo que el ejercicio podía complicarse más de lo que esperaba. ¿Era la misma sombra que lo acechaba en la Universidad? Era posible que lo hubiese encontrado nuevamente. O tal vez era otra cosa.

 

No importaba, fuera lo que fuera, Zack aprendería algo más aquella noche. El Arcano hizo aparecer su varita y entró en el portal junto al Ivashkov. Avanzó siguiendo al joven mago en silencio, bajo una total y completa oscuridad, guiados solo por el sonido de una voz masculina. El viejo se detuvo para que su alumno tuviera espacio para encontrar lo que buscaba, sabía que no tardaría en convencer el alma para que regresara a su cuerpo. Había sido un joven lleno de vida, ávido de aventuras, el llamado sería música para sus oídos.

 

Sin embargo, no era el único, en lo más profundo de aquel sitio, se escondía un ente que se arrastraba en las profundidades buscando una salida. Báleyr extendió su varita y salió del portal para acabar el ritual que Zack había iniciado. Se acercó al cadáver que yacía sobre el suelo, preparado para recibir el aliento de la vida. Cortó un mechón de cabello del muchacho recitando en voz baja un antiguo hechizo y lo arrojó dentro de un caldero el llamas, acto seguido, alzó una daga y se descubrió el antebrazo izquierdo. Pero se detuvo al ver que Zack no regresaba.

 

Bajó los brazos y se acercó a su alumno, quien seguía en el suelo. Se acuclilló a un costado e hizo que su varita se transformara en un bastón de cristal negro, pasó un extremo sobre la frente del joven mago y volvió a adentrarse en el portal.

 

Cayó envuelto en un espiral, tan frío que le quemaba la piel, hasta los pies del Ivashkov.

 

- ¿Quién eres? Di tu nombre -su voz era como un rugido en el silencio, apuntó el bastón a la criatura deforme que se aferraba a las piernas de Zack.

 

- Mi nombre ya no existe -un hilo de voz salió de lo que parecía un enano sin piernas, ennegrecido y desfigurado-. Zack Ivaskov -susurró aquella cosa- sé lo que buscas ¿poder? yo puedo dártelo. Solo debes hacer algo por mí y podrás tener todo lo que quieras.

 

- ¿Qué le podrías ofrecer tú que no eres más que un trozo, las sobras, desfigurado y sin poder alguno?

 

- No escuches a ese necio, no sabe lo que tú puedes hacer, Zack. Pero yo sé, yo te conozco, puedo ver tu grandeza. Te ofrezco más poder de lo que nunca has imaginado, más de lo que nadie puede ofrecerte.

 

El Arcano mantuvo su bastón en alto pero no dijo nada más. Tarde o temprano Zack se iba a enfrentar a ese dilema y tal vez encontraría la respuesta a una de sus preguntas acerca de volver a la vida a alguien sin cuerpo. Aunque eso de ahí no era una criatura completa.

 

- Zack -Báleyr se fue acercando de a poco-, debemos regresar, aún tienes mucho que aprender y de nada te van a valer los atajos.

 

@@Zack Ivashkov

 

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Hubo un momento en el que dejó de sentirse a sí mismo. Sus extremidades eran como plumas en el aire, levitando controladamente sin dañarse ni siquiera con el roce del viento. Las sensaciones que anteriormente lo anclaron a un sufrimiento ajeno también desaparecieron. Todo él pasó a estar tan libre de cualquiera pesadez física o mental que hasta se podía pensar estaba muerto. Pero no, una parte de él estaba más viva que nunca.


Ese lado atento de su ser seguía encerrado en un entorno que no era real. El poco dominio que tenía de su consciencia le sirvió para darse cuenta que continuaba atrapado en el mundo de los muertos, clavado a un ente que le ofrecía lo que más ansiaba con tal y se dejara llevar. En otras circunstancias no lo fuera dudado. El sí estruendoso que hubiera podido dar sería su paso directo a la gloria. Pero eran tiempos diferentes, Zack no era el mismo joven con sueños de tonto. Los años le hicieron ser más realista y comprender que tanto poder no lo llenaba en las áreas que quería.


La intervención del Arcano le dio más energías positivas. A pesar de que el ser oscuro seguía aferrado a sus piernas con una fuerza atroz, el vampiro consiguió sacudirlo al dejarse guiar por las palabras del tuerto. Había llegado a ese lugar para aprender del mejor, y por consiguiente sólo el mejor era apto para indicarle los caminos que debía tomar o rechazar. Siendo ese uno de los atributos del joven aprendiz, saber escuchar a las personas adecuadas; no tuvo que perder mucho tiempo convenciéndose de que era momento de levantarse, romper la conexión y salir.


El grito de derrota del demonio desfigurado lo aturdió mientras regresaron al mundo real. Una vez ahí el silencio reinó.


Las energías renovadas de Ivashkov eran más puras, como si viniera de purificar su alma y cuerpo de algún manantial y no de aquél portal oscuro. Los latidos constantes de su corazón le indicaban los rastros que había dejado la experiencia, pero ya no sentía nervios, mucho menos miedo. Tomar un profundo suspiro le sirvió para reorganizar sus ideas y tener el coraje para dirigirse una vez más al maestro mientras se sobaba el entrecejo con los ojos cerrados.


—Qué rudo — tuvo que aclarar su garganta para poder pronunciar el resto de las palabras con fuerza —, no pensé en lo diferente que podría ser viajar a ese lugar — confesó pensando que se trataría de una experiencia común y simple, como muchos la pintaban en cuentos o historias de bar —. Gracias por ayudarme a regresar — finalizó sin siquiera mirar al tuerto. Sus ojos se mantenían fijos en el hombre que había conseguido resucitar. Él también estaba en silencio, todavía aturdido.

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La tensión en sus músculos delataba el estrés que tenía. Todos y cada uno de ellos parecía una roca sobre sus huesos, moviéndola únicamente porque los obligaba a ello. Mientras andaba podría jurar que escuchaba sus articulaciones crujir. Descansar había dejado de ser una opción en cuanto intentó acostarse y el dolor lo había hecho imposible, así que una pequeña sombra azulada, muy superficial, decoraba la parte inferior de sus ojos como si hubiera intentado maquillarse a la inversa. Pero no parecía cansada, en realidad tenía toda la pinta de tener pocos amigos y por la forma en que apretaba los labios, se podía sugerir que estaba un poco irritada.

 

Aunque eso no resultaba un impedimento para su responsabilidad, que la había sacado de la Fortaleza Oscura por encima del resto de sus asignaciones para ir a ver a un nuevo Arcano. En lo que iba de año había visto a tres de ellos y había estado bajo su tutela durante más tiempo del que hubiera querido, sólo que no se agotaba del mismo tema cada vez que acababa una clase. Disfrutaba con los Arcanos y sus enseñanzas mucho más de lo que podía decir de los Uzza, con su complejo de superioridad a flor de piel. Los Arcanos eran seres llenos de magia y poder superior y no tenían necesidad de restregarlo en la cara de nadie, lo llevaban como un escudo a todos lados.

 

Quizás por eso le caían mejor.

 

Sin embargo, de todos ellos sólo había encontrado afinidad con la Arcana Sauda. Amara había sido distante a pesar de mostrarse orgullosa de su trabajo y sus avances en Metamorfomagia. Lawan, el Arcano de la lengua Parsel, era un anciano con un sentido del humor que no había terminado de cuajar con su forma de ser. ¿Cómo sería Báleyr? No había hablado de él con Tauro y no había preguntado, le gustaba conocer esos detalles por sí misma, pero no esperaba una persona dulce. La Nigromancia no era algo "bonito" ni contaba con el prestigio de otras habilidades, era más bien oscura y poderosa, lo que los magos suelen evitar a menos que sean lo bastante inteligentes como para saber lo que quieren en realidad.

 

Podría ser un hombre tan distante como Amara o tan cínico como Lawan, pero esperaba a un mago cansado y un poco agotado de los vivos después de tanto tratar con los muertos por tanto tiempo. Debía ser un personaje interesante o, al menos, eso esperaba. A medida que iba pensando se iba relajando y era una buena señal. Enfrentar a un Arcano de malas no era una buena idea, incluso para alguien que tenía tanta experiencia como para ser algo ególatra. Dio la vuelta en una esquina, según las indicaciones que Anne, la directora mortífaga, le había dado y enarcó una ceja al ver la puerta que le pertenecía a las habitaciones de Báleyr.

 

Lo único que llamaba la atención de la fachada era ella misma al acercarse, quien vestía una túnica del color de la sangre. Todo era apagado, al menos a su parecer, y le gustaba. Esperaba no encontrar algo diferente en el interior, la luz le molestaba y la haría ver más cansada, posiblemente realzaría sus ojeras. Llamó a la puerta dos veces con fuerza moderada, dando un paso atrás en cuanto terminó y adoptó una tranquila postura de espera. Después de un minuto, suficiente para que alguien se acercara a ver de quién se trataba, se aclaró la garganta.

 

—¿Arcano Báleyr?

 

No hubo una respuesta inmediata y empezó a preocuparse, quizás el Arcano no estuviera cerca.

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- ¿Seguimos? -golpeó el suelo con el bastón-. Hemos perdido un tiempo precioso.

 

El viejo se encaminó hacia el cuerpo del joven que habían regresado a la vida, sus labios morados a causa del veneno se iban volviendo rosados con cada segundo que pasaba.

 

- ¿Alguna pregunta sobre lo que acaba de ocurrir?

 

Báleyr miró a su joven aprendiz elevando una ceja, clavando con firmeza su inquisitivo ojo azul en los del Ivashkov. Con un gesto, transformó el bastón en su varita y la acercó a la frente del hombre que volvía de a poco a la vida. Le quitaría sus recuerdos, los últimos minutos serían como un lejano y confuso sueño.

 

- Hablaremos sobre esto en la Universidad, nos marcharemos para que este mago siga con su vida, como si nada hubiese pasado.

 

El Arcano se acercó a Zack, lo tomó del hombro y desaparecieron juntos. Una espesa cortina de humo negro los envolvió y los hizo aparecer en las estancias de Báleyr.

 

- No te preocupes, te recordará en sus más profundos sueños, cada vez que te vea sentirá una extraña sensación de gratitud y miedo. Como Nigromante puedes influir en sus vidas, quedarte y reclamar lo que crees que es tuyo, reclamar ese agradecimiento como servidumbre. O puedes dejarlos vivir de forma libre.

 

El viejo se alejó de su pupilo, para ir a sentarse a una butaca de cuero cerca de la chimenea. Se quitó el sombrero y se dejó caer.

 

- Durante milenios se ha utilizado esta habilidad con diferentes fines. Muchos han buscado el simple poder de vencer a la muerte como un trofeo, otros han visto en ella la posibilidad de crear hordas de fieles guerreros. Algunos buscan la vida eterna, como lo hizo Voldemort y tantos otros.

 

Hizo aparecer una botella con un licor de color verdoso. Le ofreció un vaso a Zack.

 

- Lo que viste hoy era una pequeña y débil parte de un alma que se ha corrompido, sin cuerpo ¿Se puede regresar a la vida sin cuerpo?

 

Bebió un sorbo de licor de su copa, se aclaró la garganta y suspiró. Tratar con ese tipo de criaturas malditas siempre era un poco agotador.

 

- Zack ¿Estás listo para prestentarte a la prueba de Nigromancia?

 

- Adelante Señora Ivashkov, bienvenida.

Editado por Báleyr
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—Sí — dijo buscando el rostro del Arcano —, ¿siempre voy a encontrarme con esas cosas deformes? ¿Cada vez que lo haga me querrán utilizar para ser ellos quienes tomen un cuerpo? —


La experiencia con todos sus pros y contras no dejaba de ser fascinante, pero sabía que le faltaba mucho por aprender. Seguramente el ejemplar del libro que se le facilitó le ayudaría mucho, por suerte alcanzó a enviarlo antes a su colección en el castillo Ivashkov. Podría pasar noches enteras leyendo del tema e incluso incursionando en el mundo de los muertos. Cada día sería una nueva aventura. Solo debía tener cuidado con qué tan profundo llegaría cada vez, no deseaba quedarse atrapado por buscar donde no debía.


Mientras el anciano quitaba los recuerdos al atractivo joven, Zack se quedó mirando. El día anterior recorrió cada centímetro de su cuerpo curando sus heridas, y ahora lo tenía ahí vivo gracias a él, aunque el precio hubiese sido caro. Compartir el sufrimiento de un desconocido sensibilizó una parte de sí mismo, lo cual arrojaba posibilidades de continuar con ese lazo y quizá conocerlo a fondo. De todas maneras lo dudaba, tampoco quería ser quien le explicara todo desde cero ya que quedaría sin recuerdos de todo el escenario caótico recién terminado.


El vampiro sintió una mano en su hombro y segundos más tarde su cuerpo se desvaneció. Las botas tocaron tierra firme en el hogar de Báleyr, ahí donde fue echado tras finalizar la primera parte del entrenamiento.


—Me gustaría conectarme a él cada vez que pueda serme de utilidad — podría ser muy provechoso tener dominio sobre otra personas a cuenta de un “yo te traje a la vida”, eso debía ser motivo suficiente para obtener cualquier cosa del rubio. Pero Zack tampoco quería un sirviente que le siguiera las veinticuatro horas del día. Lo buscaría cada tanto, y le manipularía a su conveniencia. Aunque se mereciera un trato peor que sus elfos por haberlo hecho sufrir, aquél chico representaba el inicio de un largo aprendizaje. A cuenta de ello debía ablandar un poco su corazón cada vez que lo buscara.


Se acercó hasta su maestro aceptando el ofrecimiento del extraño licor que poco más tarde atravesó su garganta quemando todo a su paso. Jamás había tomado algo de ese color, y aunque la sensación era parecida al whisky de fuego, aquello parecía ser autentico licor de otro mundo, algo lógico viniendo del Nigromante. Tras el sorbo y una mueca de desagrado dejó la copa en una mesita cercana en el momento justo en que la ansiada pregunta erizó sus vellos.


—Sí, me siento preparado para dar ese último paso — dijo mientras recordaba su prueba final como metamorfomago y observaba el anillo de oro y plata decorando uno de sus dedos. Pronto tendría otro igual.

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No era una persona impaciente, podía esperar hasta que su paciencia se agotara y habría pasado un tiempo decente para ello. Pero había alzado la mano para llamar a la puerta por segunda vez cuando el a Arcano Báleyr respondió. Su voz llegó a sus oídos y la Ivashkov asintió como si estuviera ante los ojos del hombre antes de girar el pomo y aventurarse al interior. Era el lugar que esperaba, casi pacífico, por lo que su mente se relajó un poco más.

Era la clase de lugar en el que se sentía cómoda pese a que no le perteneciera, sería capaz de sentarse ahí a escuchar al mago todo el día y no se habría aburrido jamás. Solo que lo que le llamaba la atención en sí era la presencia de su primo. Estando en la misma habitación, sin nadie que se mezclara con ellos, era más fácil notar el parecido que había entre ambos. Rasgos afilados, mirada inteligente y el porte de quién se cree superior. Sonrió.

-Arcano -inclinó la cabeza primero ante el hombre y luego le guiñó el ojo a Zack-, Ivashkov.

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí su compañero de patriarcado pero algo en él era diferente, algo en su Aura, lo veía más sabio. Y Báleyr a primera vista no la había decepcionado, era lo que había esperado desde el principio de un Arcano de Nigromancia. Avanzó hasta ellos, cerrando la puerta con un sonido seco y recatado, tratando de no parecer en excesivo curiosa con las cosas que había alrededor.

Antes había tenido la osadía de preguntarle a Amara Majlis, la Arcana de Metamorfomagia, si podía ver sus libros. Y si bien la mujer lo había tomado de una forma excelente, no la había dejado acercarse a sus tomos. Pensó que era prudente no repetir la misma hazaña. Por lo que muy a su pesar, apartó la vista de todo lo que atrapaba su mirada y se centró el Arcano.

-Mi nombre es Leah Ivashkov, señor, y quería probarme con usted en la habilidad de Nigromancia, si me lo permite.
Editado por Leah A. Ivashkov

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- No siempre se van a presentar como entes deformes, aunque en el fondo lo sean. Ni todas las veces buscan usurpar un cuerpo que no les pertenece -el Nigromante se detuvo unos segundos ¿era necesario explicarle todo eso?¿a esa altura?-. La Nigromancia sería una habilidad muy limitada si siempre dependiera de cuerpos en buen estado para poder devolver a la vida a alguna criatura ¿no te parece? Para enseñarte lo básico hemos recurrido a un cuerpo, pero ¿qué pasa si no hay cuerpo al que regresar?.

 

Volvió a beber, el fuerte licor ahora sabía a un té negro con especias, muy cargado. Siempre le sabía diferente.

 

- Supongo que habrás escuchado acerca de Voldemort, Tom Riddle -su ojo azul brilló con un extraña luz, como si supiera la respuesta sin siquiera preguntar-. Los horrocruxes son un ejemplo de cómo la nigromancia puede servir incluso sin un cuerpo. Pero aquello ya corresponde a un nivel mucho más avanzado, necesitas amplios conocimientos y la capacidad de sacrificarte en pos de una media vida, una vida maldita. Recuerda que siempre sacrificas parte de ti cada vez que recurres a las artes más oscuras y peligrosas.

 

En lo que le daba la última charla a su alumno, entró en la habitación una joven que se asemejaba de forma sorprendente a Zack. El anciano se acomodó en el sofá y dejó la copa en una mesa para seguirla con su único ojo, analizándola. La mujer ingresó con confianza y seguridad, tratando de no fijar sus ojos inquietos en los abarrotados estantes. El Arcano apretó los labios y se alisó la barba con sus nudosos y largos dedos pálidos.

 

- Mi nombre es Leah Ivashkov, señor, y quería probarme con usted en la habilidad de Nigromancia, si me lo permite.

 

- ¿Tengo opción? -respondió con sequedad, para luego levantarse -. Puedo enseñarte pero eso no te asegurará pasar a la prueba, ni obtener la habilidad.

 

El viejo avanzó hasta la habitación contigua, después de hacer gala de su usual sinceridad y tan conocida forma de enseñar. Las antorchas de las paredes de lo que parecía una mazmorra abovedada de ladrillos de barro rojizo se encendieron en cuanto Báleyr cruzó el umbral. Las paredes estaban desnudas y al centro solo había una gran piedra labrada, llena de jeroglifos pintados en oro.

 

- Leah, pasa, comenzaremos -se cruzó de brazos frente a la mesa de piedra-. Zack, estás listo pero puedes quedarte todo lo que quieras. Tu prueba comenzará mañana.

 

Sacó la varita e hizo aparecer sobre el mesón un montón de frascos mortuorios, eran diez en total, cada uno tenía forma de un animal diferente: un chacal, un águila, un gato, serpiente, un toro, etc. Estaban revestidos en oro y en piedras preciosas, sin embargo, desprendían un aroma nauseabundo. Ni toda la riqueza era capaz de enmascarar los humos que desprendían los muertos.

 

- Para comenzar tendrás que sacar los órganos, o lo que queda de ellos. De alguna manera debes encontrar aquello que los ha enfermado o matado. Como también averiguar si eran de la misma persona ¿Cómo? -el Anciano sonrió con un gesto torcido y horrible- No es fácil. Puedes usar el hechizo "Memoria Aeterna" aunque no te va a dar todas las respuestas.

 

Báleyr hizo aparecer un corazón putrefacto en una de sus manos, sin inmutarse ante el pus verdoso que salía del músculo ni arrugar la nariz por el olor. Lo giró ante su ojo azul y lo acercó a centímetros del rostro de Leah y volvió a sonreír. Enseguida dejó el corazón sobre la roca y posó la punta de su varita sobre el tejido muerto.

 

- "Memoria Aeterna"-susurró deslizando la varita lentamente, al compás de cada sílaba sobre la superficie del corazón.

 

El corazón se comprimió sobre sí mismo y las luces titilaron a la vez que un extraño susurro surgía de la nada. Eran palabras en otro idioma que a duras penas podían escuchar ¿Era una mujer? Eso parecía.

 

- Como vez, este es un complicado conjuro que revela parte de la memoria que subyace detrás de estos órganos. Pueden ser la respuesta que necesitas o pueden convertirse en un acertijo adicional. Depende de tu concentración y lo bien que puedas descifrar esos extraños mensajes. Pero de nada te va a servir si antes no estudias el órgano y estableces un lazo con el sujeto.

 

- Bien, tienes toda la noche para hacer esto. A las 7 de la mañana debe estar hecho para poder seguir.

 

 

 

 

 

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