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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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Había asentido, había prometido hacer caso y finalmente, había regresado. El arcano le había explicado muchas cosas, algunas que conocía, otras que consideraba como rumores y otras pocas sobre lo que creyó era una pista sobre sí misma. También había estado revisando el tomo que le había entregado, constantemente y había dormido hasta cansarse de estar tendida aunque no había comido demasiado. Aún estaba algo demacrada, si bien estaba en realidad bastante recuperada y a la expectativa de lo que fuese a suceder.

 

Zoë había sido de gran ayuda en el proceso, especialmente durante las surreales sesiones de té que había tenido en esos dos días al caer la tarde, pasando horas se recogimiento junto al fuego, mientras Richard asistía al ministerio en su lugar. No había hablado más que en pársel aquellos días y Zoë había conocido a Ophelia, la mamba que acompañaba hacía mucho tiempo a Catherine, así como también al ashwinder que solía repartir su tiempo entre la chimenea del ala central y de los aposentos privados de Richard, en Winterfall.

 

El hecho de que su hermano adoptivo también fuera un hablante había facilitado el asunto y aunque había ignorado a su elfina por completo, no se sentía en absoluto culpable. De hecho, le sorprendía lo bien que él lo manejaba; no parecía necesitar la ayuda del arcano a diferencia suya. Por otro lado, se sentía reconfortada, como si estuviese todo el tiempo cubierta con una manta constantemente y el sentimiento hacía que se desplazara con mayor soltura y facilidad.

 

La serpiente estaba enroscada alrededor de su brazo, como en aquella oportunidad y la bruja vestía una túnica del color del humo, con sombrero y botas. Había llegado de la forma adecuada a los aposentos del arcano, con ayuda de Zoë y algo de memoria, aunque en aquella oportunidad había tenido la delicadeza de prestar oídos a su pedido y se encontraba en ese instante ante la puerta principal, a unos pasos, aunque sin tocar o poner un pie sobre ella sin permiso.

 

¿Hay alguien ahí? ─preguntó.

 

Casi podía sentir como una docena de ojos se posaban en ella a la vez. Zoë siseó entonces una pequeña broma acerca de los fisgones y Catherine no pudo evitar soltar un bufido que ocultaba pasablemente una inesperada risita. Alzó la vista pero aún no le pareció ver a nadie, por lo que empezó a preguntarse si no sería mejor echar un vistazo alrededor. De su bolsillo izquierdo sobresalía su varita y justamente era en esa mano en la que llevaba sujeto contra su pecho, el libro que el arcano le había dado.

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- Regresaste.- Interrumpió el anciano el cual contemplaba el cielo desde el jardín, los constantes siseos de las demás serpientes lo habían advertido. Lawan se veía un poco más viejo, quizá fuera por la luz del sol la cual parecía no afectarle demasiado debido a su condición, pero las arrugas y las ojeras debajo de esos ojos rasgados se notaban más a contra luz, así como su cabello opaco, el anciano se levantó del suelo con ayuda de su varita de cristal, la cual constantemente usaba como bastón.

 

- Bienvenidas. – Inclino un poco su cabeza, un saludo típico de la región donde creció, entrando a la pequeña habitación de su bungalo, la casa de Lawan era demasiado pequeña, pero en general un anciano humilde como el no ocupaba una gran biblioteca, o lujos excesivos, con su pequeña cocina y sus amigas se sentía pleno.

 

El viejo hombre arrastro los pies hasta la mesa central y se dejó caer sobre el tatami, para mirar a Catherine y sonreír. – Te vez mucho mejor, deberías cuidar más tu salud, cuando llegues a vieja lo entenderás mejor. – Dejando la vara de cristal en el piso, y doblando las piernas, haciendo un gesto para que Catherine lo imitara.

 

- Veo que el tiempo siempre es la mejor medicina. – Notando como la serpiente se arrastraba del brazo de Catherine. – Tu también te vez muy bien.- Siseo el Arcano, cerrando un poco los ojos. Para mirar directamente a su pupila. – Puedo notar hoy estas rebosante de confianza, y no noto miedo en tu aura, quizá y solo quizá ya puedas enfrentar el desafío. – Siseo en un tono bajo, intentando ver su reacción, Lawan sonrió mostrando esos dientes amarillentos.

 

- Dejemos las preguntas para después. – Buscando su varita de cristal. – Primero, quiero que conozcas a un querido amigo. - Dicho esto, Lawan hizo un movimiento de derecha a izquierda, parecía que había destruido el espacio, pues un portal negro se hizo presente. – Entonces, señorita Stark. – Poniéndose de pie. – No tarden mucho.- Término siseando el anciano, dando un paso y desapareciendo dentro de aquel agujero.

 

- - -

 

La temperatura se elevó inmediatamente, la humedad, incluso el calor del sol parecía ser diferente. Los mosquitos y las risas de los niños, así como de fondo palabras en un lenguaje completamente desconocido, el olor a flores, fruta y agua. Habían dejado la universidad.

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Siguió a Nguyen hacia el interior de sus aposentos y tomó asiento sobre el tatami con inesperada curiosidad. Si bien es cierto se había abstenido de preguntarle al arcano el motivo por el cual la había enviado de vuelta a casa, en aquel instante comprendía que se había debido a su condición física más que a cualquier otra cosa. Trató de ignorar el comentario del arcano sobre prueba alguna puesto que no estaba segura de querer enterarse pero no pudo evitar que sus ojos dejaran traslucir la curiosidad que había intentado ocultar desde el inicio, cuando mencionó a su amigo ¿Sería acaso una serpiente también? ¿O la induciría a un estado somnoliento mediante alguna droga nuevamente?

 

Se incorporó de donde se encontraba mientras pensaba en la criatura que tenía en el brazo y las que había dejado en casa, preguntándose qué hubiera hecho su hermano en su lugar y a pesar de todo, entendió que era inútil. Ella era la que llevaba el curso justamente porque necesitaba seguir avanzando y perfeccionando dicho arte y no tenía sentido pensar en la ayuda de Richard sólo porque manejaba el pársel de forma sorprendente. Después de todo, tenía cero talento para la enseñanza y quizá el arcano estaba mejor entrenado en eso, aunque no hubiera sido su intención.

 

Lo siguió, adentrándose en el agujero negro con pisadas firmes. Su cuerpo, pronto experimentó el cambio de espacio y quizá hasta tiempo, aunque no estaba segura. La temperatura, sí, el calor, los olores y voces. Niños. Catherine no pudo evitar abrir los ojos al instante. El panorama no le era conocido y no era extraño. Fuera de Londres sólo había visitado países nórdicos y lugares famosos como Francia y Louisiana, por motivos totalmente personales o de misiones con La Talamasca. Jamás había estado en un lugar... un lugar al cual el arcano quizá hubiese contemplado dentro de su formación. Dudaba haber estado en un sitio así antes, por eso fue que preguntó:

 

─¿Dónde estamos?

 

Zoë parecía entender algo que a Catherine se le había escapado nada más llegar, por lo que se dedicó a prestar atención a la serpiente, mientras el arcano aún no respondía. Fue por eso, y no gracias a otra cosa, que cayó en cuenta de el detalle que se le había escapado. La serpiente se deslizó entonces poco más arriba de su codo y Catherine cayó en cuenta de que había hecho la pregunta en pársel, al arcano, aunque no había sido su intención en realidad.

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El sol pegaba con fuerza y el mercado era zona llena de muggles, la temperatura había subido considerablemente, el ruido de las personas y los niños jugando en el agua, el mercado flotante de Cai Rang había aparecido enfrente de los ojos de la pupila de Lawan. – Primero, podríamos comprar algunas pitahayas. – Susurro en Pársel el anciano a la mujer, la cual parecía confundida por el entorno.

Lawan se acercó a un hombre de mediana edad y empezaron a platicar en lo que sería vietnamita, la ciudad de Can Tho, tenía uno de los mejores mercados flotantes de todo Vietnam. Lawan levanto la mano derecha, y sus huesudos dedos le señalaron a Catherine que abordara el barco junto con la serpiente que la acompañaba.

 

- Can Tho aún es un pueblo fuerte. – Comento el anciano hombre, una vez que la Stark se sentó a su lado en la barca de madera, y el hombre empezó a remar. Acercándose a una mujer joven la cual arreglaba unas plantas en su bote.

El Arcano se levanto del barco y con ayuda de su varita de cristal para evitar perder el equilibrio, para que la mujer lo viera después de una conversación en ese idioma asiático.

La mujer usando una gran vara le entrego una bolsa de plástico a la cual el anciano respondió poniendo Dongs dentro de la misma. – Vivir con humildad, nunca es malo, cuándos e tiene lo necesario el poder sale sobrando. – Sentándose de nuevo al lado de la mujer, la cual callada solo observaba a su maestro. El anciano abrió la bolsa y ofreció un poco de fruta a la mujer. – Las pitahayas de aquí, son las mejores de toda la región. – Entregando la bolsa de plástico, para mirar el cielo, el barco se alejaba lentamente del mercado y tomaba camino arriba.

El tiempo transcurría lento. El camino era tranquilo y la mayor parte del mismo, Lawan solo intentaba abrir sin éxito la fruta dragón, sus dedos no lo ayudaban demasiado. Fue hasta que el balsero hizo un sonido, habían llegado.

Lawan se levantó y busco que Catherine lo siguiera después de ofrecerle un par de frutas y algunas monedas muggles, al hombre el cual tomo los remos y se introdujo de nueva cuenta al rio.

 

- Vamos, es algo tarde. – El Pársel ya no era una lengua difícil de entender para Catherine, así que el hombre ya solo usaba siempre ese poder.

 

Una caminata que parecía eterna, los arboles ocultaban la luz del sol haciendo bajar la temperatura solo un poco, Lawan caminaba lento y la mujer lo seguía. – Llegamos. – Levantando su afilada nariz para buscar un aroma en el aire. – Voy a presentarte a uno de mis mejores amigos, es por eso que necesito que estés tranquila.

 

Lawan golpeo con su varita el piso dentro de ese claro, adelantándose un par de pasos. - ¿, estas en casa amigo? – Siseo el viejo hombre hacia la arboleda que se encontraba enfrente de ellos.

 

El silencio fue eminente, hasta que una parvada de pájaros salieron volando desde los arboles hacia el rio. – Catherine, cierra tus ojos, o voltéate. – Susurro el anciano. – También tu Zoe. – Un sonoro ruido prosiguió, los arboles caían, las aves gritaban, Catherine debería suponer quien sería el amigo de Lawan.

 

El aroma fue un poco más fuerte. - Con rắn lớn, te saludo amigo. – Siseo el hombre. - ¿Quién ese ella anciano, es mi comida? – El gran basilisco se acercó a Catherine, intentaba olerla. – No es tu comida, te traje pitahayas. – Interrumpió el arcano, sonriendo complacido.

 

- Catherine, te presento a Con rắn lớn, es un viejo amigo. – Yo no soy tu amigo anciano. – Alcanzo a decir el basilisco, acercando su gigantesca cara hacia el delgado viejo.

 

- No puedes matar algo que ya está muerto. – Lawan miro directamente al basilisco, y le sonrió unos segundos después. – Catherine, mi amigo es considerado el rey de las serpientes, ¿tienes alguna pregunta para él? – El anciano volteo para mirar a Catherine, debería estar atento a la mujer y al basilisco, un pequeño paso mal dado y la serpiente atacaría a la mujer.

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La bruja no pudo evitar sentirse abstraída ante el repentino paisaje y clima. Se encerró en sí misma, evocando el único clima cálido que había conocido y amado, tan distinto de los bosques y campiña en donde había nacido y crecido, todos inclementes para cualquier habitante de Gran Bretaña. Como escocesa, no estaba habituada a esos climas pero ese lugar hacía evocar en ella algo así como un eco. El eco de Louisiana, lugar que deseaba volver a visitar pero que resultaba peligroso para ella. Tan hechizante y a la vez...

 

Se limitó a asentir ante las instrucciones de su maestro, alargando la mano para tomar la fruta, probándola con mordiscos moderados. No entendía la naturaleza de la visita ni tampoco la actitud de su maestro o cuanto decía en aquella lengua asiática, así que se limitaba a observar todo con natural franqueza, de forma que pudiese ser expuesto ante ella y ella comprendiese al fin, llegado el momento.

 

Zoë por otro lado, parecía bastante tranquila y reposada, enroscada en su brazo. Por eso, cuando Nguyen le ordenó volverse, lo hizo con mala gana y aguzó el oído intentando dilucidar la naturaleza de lo que iba a suceder, aunque creía adivinarlo debido a la orden que Nguyen le había dado. Él sin embargo no lo había hecho, como había podido notar la mujer segundos antes de obedecer. Se limitó a acercarse un poco más hacia delante y hacia el anciano, de manera casi automática, así que cuando éste habló y Nguyen le respondió, Catherine oyó cuanto se decían.

 

¿No puedes matar algo que ya está muerto? ¿Qué podía eso significar? Catherine era una simple humana, pero guardaba en su memoria, en un rincón secreto y en desuso de su memoria, los recuerdos de una vida inmortal, una vida que no había sido suya ¿era acaso esa la explicación?

 

Mantuvo los ojos cerrados y se limitó a sisear.

 

Rey ─su voz era ronca y grave, casi parecía la de un chico─ no soy tu comida pero deseo preguntar ¿cuál es el motivo por el que te encuentras en este lugar? ¿Qué lo hace especial, para ser digna de convertirse en tu guarida?

 

Sabía que no tenía sentido preguntar eso, pero el motivo le intrigaba por un motivo estrictamente personal, así que esperaba realmente que le respondiera y no que la tragase de un mordisco. Zoë guardaba prudente silencio y había apretado su brazo con más fuerza pero salvo eso Catherine no pudo percibir cambio alguno en la criatura. En su mano, aún tenía el trozo de pitahaya a medio comer, que Nguyen le había dado.

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El gigante solo se acercó lentamente hacia la espalda de Catherine, la mirada de un basilisco era una de sus más mortíferas armas que tenía a su disposición, por consecuencia enfrentarse a uno era una tarea muy difícil. Lawan solo miro a Catherine, no parecía nerviosa, en realidad podía sentir serenidad y algo de calma en sus palabras. La cara de piedra de aquel anciano sonrió fugazmente, al escuchar la pregunta de su alumna.

 

-Me gusta. – Siseo la enorme serpiente, el sonido era lento y fuerte. – Es bastante agradable. – Se le pudo entender desde las fauces de tal enorme serpiente. La respuesta de Con rắn lớn fue bastante sencilla, Lawan no conocía exactamente la edad de aquel reptil, desde que tenía conciencia, recordaba las advertencias de su abuela de nunca ir solo con aquella criatura y desde la muerte de aquella anciana, habían pasado demasiados años.

 

El arcano suspiro y levanto la mirada hacia Catherine. - Con rắn lớn tiene muchísimos años viviendo en este lugar, es acaso esa tu única pregunta? – El anciano no podía ser engañado con facilidad, algo le decía que Catherine se estaba guardando algo. – Los basiliscos son serpientes diferentes, su carácter suele ser muy difícil, son seres con una basta experiencia, debido a su larga longevidad . – Apoyándose con su vara de cristal sobre el suelo. – Si ya no tienes ninguna pregunta, podemos irnos. – El arrugado rostro de aquel anciano no parecía sorprendido con la pregunta de Catherine ni mucho menos con la respuesta del basilisco.

 

Lawan lo conocía desde hace años, había sido un error llevar a su pupila con una de las criaturas más peligrosas conocidas en el mundo mágico, solo para que ella indagara sobre su hábitat.

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La había pillado desprevenida la respuesta y de hecho, sintió como si la serpiente se burlara de ella con sutil condescendencia. Instantáneamente, pudo sentir la culpa bullendo en su interior, debido a la poca franqueza con la cual había formulado la pregunta. Sí, sabía que debía preguntar lo que se había abstenido de preguntar en ocasiones anteriores al propio Nguyen pero no se atrevía. No se atrevía pero si no lo hacía en ese preciso instante se alejarían para siempre y Catherine se quedaría siempre con la duda de qué hubiera pasado de haberlo hecho. Por eso, se volvió aún con los ojos cerrados, en un paso a ciegas que debió haber lucido bastante torpe para quienes estaban con los ojos abiertos.

 

--Dígame, rey --llamó entonces con una voz distinta. No era grosería hacia su maestro lo que la impulsaba a dirigirse directamente a la serpiente, si no la consciencia de que no podía perder ni un segundo. Un repentino e ineludible deseo-- hace mucho tiempo... realicé un contrato --señaló de forma parca-- o debería decir que era más bien un compromiso.

 

La repentina declaración se quedó un momento suspendida, mientras Catherine pensaba a toda velocidad el cómo continuarla.

 

--Juré defender ciertos principios frente a los cuáles declaré mis votos y a cambio se me prometió poderes y largueza --suspiró, cansada--. Una sacerdotiza, me llamaban. Por motivos ajenos a mi persona, rompí dichos votos y mi el espíritu que sobre mí había impuesto el compromiso me maldijo --los recuerdos eran amargos, pero necesitaba saber--. Mis poderes decayeron hasta el punto de extinguirse y es precisamente desde entonces que empecé a desarrollar la pérdida paulatina de mis poderes, hasta el punto de afectar mi habilidad --la voz de Catherine languidecía ante el simple recuerdo--. Usted, que ha visto el paso de los años mucho más que yo, dígame ¿existe acaso tal maldición atroz o es simplemente el resultado de la pérdida consecuente e innegable de mi oprobio?

 

Sus ojos seguían cerrados, aunque podía leerse en su expresión insegura y fija, con la cara vuelta hacia el suelo para evitar ser observada, que un velo oscuro cubría su memoria con recuerdos retorcidos e indignos. Había llegado por fin, a exponerse del todo frente a dicho rey, otorgándole poder sobre ella ante la revelación de dicho secreto y, además, también compartiendo con el arcano, que nada tenía que ver en eso, algo tan estrictamente personal pero, de alguna forma, había adivinado que era el momento, cuando Nguyen le había hecho la pregunta de si deseaba irse, casi por mera formalidad.

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El anciano sonrió, la serpiente bufo y siseo lentamente. – Una bruja perdiendo sus poderes. – Sus palabras eran lentas y claras, el basilisco parecía conocer sobre eso. – No es motivo vergüenza admitir que te sientes débil, las flores en el campo se marchitan, las estrellas más brillantes del cielo llegan a perder su brillo. – La enorme serpiente se movió hacia adelante levantando su gigantesca cabeza.- Cuando llega la primavera, las flores regresan, nacen estrellas. –

 

La serpiente se arrastró hacia atrás, moviendo su enorme cuerpo de nuevo de donde había aparecido, arrasando y destruyendo todo lo que se interponía mientras la serpiente se retiraba. – No eres la primera persona en sentirse débil. – Giro la cabeza el viejo hombre y le mostro su amarillenta sonrisa. – Las serpientes llaman a los parlantes con sus trepidantes palpitaciones. – El anciano sonrió y abrió lentamente su pequeña bolsa de fruta.

 

- Ya lo menciono aquel basilisco, el ciclo es infinito, tal como el ouroboros. – El Arcano dibujo con ayuda de su varita una representación de la serpiente comiendo su cola. – No eres la primera persona que rompe un contrato. – El anciano empezó a caminar hacia el otro lado del bosque, esperando que ella lo siguiera.

 

- Puedes quedarte asustada, temerosa de perder todos tus poderes, existen antiquísimas historias que narran las desaventuras de brujas y magos en su locura y desesperación por perderlo todo. – Las palabras del anciano fueron templadas mientras avanzaban por el lugar.

 

- O puedes enfrentar a tus demonios, demostrar que estas preparada para los retos y que tu poder no se hace débil, solo está dormido y es hora de despertar. – Lawan giro en su eje con poca gracia, típico de un hombre de su edad, pero con su sonrisa sincera y su expresión serena.

 

- Catherine Stark. – El vietnamita miro directamente a la mujer que lo seguía junto con aquella serpiente pequeña. – Considero que estas lista para enfrentar mi prueba, saliste ilesa y parece que deseas probarte a ti misma, que puedes hacerlo. – Dando una última mordida a su fruta para tirar el resto en la maleza. - Es mi deber preguntar tres veces, así que lo hare. – Los ojos negros del pequeño hombre se clavaron en la mirada de Catherine. - ¿Estas lista para enfrentar la prueba de los hablantes? –

 

Lawan quedo en silencio, había llegado el momento de enfrentar la tarea, no sabía si ella sería capaz de aceptar o de retirarse, pero por su última pregunta, esperaba que estuviera lista.

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No puede negar el alivio que siente. Es casi como volver a respirar de nuevo luego de zambullirse un largo período, culebreando a ciegas en aguas profundas y turbias. Intenta que dicho alivio no se deje traslucir en sus facciones pero es imposible. No es el alivio sólo de ver confirmadas sus más razonables teorías si no el hecho de que un ente como aquel le diga que tiene esperanzas, que no es el fin. Alguien que, a bien o mal, ha visto tanto... que suena casi como su hermano adoptivo, aunque éste último solía ser mucho más despectivo con ella.

 

Catherine empezó a caminar dando pasos hacia atrás a medida que escuchaba cómo el basilisco se retiraba. Luego, se volvió sobre sí misma y abrió los ojos y escuchó lo que el arcano le decía con la sensación de flotar en algodones. Se sentía amodorrada. Sentía de pronto que había estado perdiendo el tiempo y el impulso de dicha sensación fue lo que la animó a contestar.

 

Estoy lista ─su voz era nuevamente segura y fija aunque no había un real cambio en ella. Sólo los recuerdos en su mente, los dañinos y avasalladores, parecían perder su fuerza, difuminarse, dejando pase libre a los que parecían nutrirla, llenarla de vida.

 

Pensaba en los recuerdos de Pandora que se agolpaban en su mente y que ella se había negado constantemente a aceptar como suyos. Los conocimientos de siete siglos acumulados y la sensación de despertarse luego de retirarse a los sueños de siglos. Esa sensación de ser una cosa marchita y maltrecha hasta que la sangre empezaba a llenar cada vaso sanguíneo y lo devolvía a la vida en un soplo de pasión y voluptuoso deleite. Ella jamás sentiría algo como eso, era humana. Pero el despertar realmente se le parecía; no tenía nada que envidiarle.

 

Por supuesto, no había olvidado a Zoë. La serpiente seguía prendida de su brazo pero en ese momento empezaba a deslizarse hacia su tronco, trazando movimientos ondulados. Catherine susurró un "no te he olvidado, amiga ¿qué dices tú?" en pársel, preguntándose no sin cierto humor si percibiría aquello como "exceso de confianza".

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Lawan volvió a girar complacido, su alumna estaba lista para enfrentar los retos, asi que simplemente le susurro aun en el idioma de las serpientes, ella ya era capaz de entender la lengua sin necesidad.

 

- La prueba será dentro de una semana, te veré a las 7 de la mañana en la puerta de mi bungaló, allí donde nos conocimos- Dijo el anciano, tomando su varita de cristal con sus huesudas manos, para dibujar algo en la tierra.

 

- También tengo una petición muy especial que pedirte. - Volteó el anciano hombre para volver a ver a la mujer. – Quiero que cuides a Zoe – Sentenció mostrándole el dibujo en el suelo– Ella confía en ti, y tu pusiste tu confianza en ella, es por eso que me gustaría que te hicieras cargo de ella, sé que quizás veas esta petición algo sorpresiva o quizá algo descuidada, pero ella no pertenece a este lugar, confió en que será una excelente amiga y una buena compañera para la prueba.-

 

El hombre hizo una floritura con su varita dentro del dibujo, abriendo lo que parecía un portal.

 

- Sin más que decir, me despido. – Bajando un poco la cabeza, mostrándole sus respetos a su alumna. – Siete días, a las siete horas de la mañana, si no llegas lo entenderé, pero si deseas venir, te sugiero como a todos mis pupilos, que desayunes bien, este último reto te exigirá demasiado física como mentalmente, entendido. – Apuntando con la vara de cristal la entrada de aquel portal.

 

-Te llevara a la universidad. – El hombre saco de nueva cuenta la bolsa de plástico donde quedaban solamente dos frutas más. – Espero verte pronto. – Ofreciéndole una de las frutas a Catherine, la cual incluso su tono de voz parecía más relajado. Lawan se inclinó nuevamente para mostrar su respeto y dio media vuelta, mientras regresaba al bosque. – No llegues tarde. – Se pudo escuchar entre las plantas cuando el anciano se perdió entre los arboles de la selva, necesitaba algunas cosas para la prueba.

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