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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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El Arcano Lawan era un hombre paciente. Es un don que se adquiere con el tiempo y la convivencia con las serpientes, los animales más leales que él nunca había conocido. Sin embargo, mantener ese estado le estaba costando ante las dos alumnas que habían invadido su espacio personal. El vietnamita había logrado mantener su forma de ser, silenciosa, tranquila, solitaria, dentro del espacio que le habían permitido construirse en el recinto universitario, una vivienda que le recordaba su aldea natal. Sus únicos compañeros, las serpientes que le acompañaban a todas partes. Su hábito relajante, la pesca que practicaba en el río artificial en el pequeño oasis de árboles que le proporcionaban una sombra agradable. Sabía que tendría que sacrificar mucho ante la obligación que había aceptado de enseñar la Habilidad a los magos y brujas que quisieran aprender de él. ¿En verdad pensaban esas dos muchachas que estaban preparadas para conseguir Hablar Parsel?

Tuvo que adentrarse mucho en su interior para no explotar ante las dos mujeres que, intuía, tenían una cuestión personal que las enfrentaba. Pudo encontrar la paz interior a la que aferrarse antes de aplacar el escándalo que estaban haciendo en su casa. ¡Si parecían mil moscardones parlantes que le rondaban sin dejarle descansar!

Hizo una inspiración profunda antes de levantar la mano derecha, imponiendo silencio a ambas féminas.

- Los Dioses me ponen a prueba con dos pupilos tan poco dignos.

Hablar era algo a lo que no estaba acostumbrado. El Arcano disfrutaba siempre de un agradable silencio y de una tranquilidad que estabilizaba su paz interior. Conocía lo que podía hacer si perdía los estribos, algo que hacía mucho que no sucedía; algo que podía estallar en cualquier momento si no lograba acallar a aquellas dos mujeres.

- Hacéis tanto ruido que se os podría oír desde la jungla más profunda y acertaros a distancia.

Sus frases eran cortas y precisas. No había necesitado nunca pronunciar grandes parrafadas; esto, sin embargo, debía cambiar si quería que estas dos alumnas llegaran, como mínimo, a superar las pruebas de acceso a la Gran Pirámide.

- Pido silencio - No estaba en su naturaleza el pedir las cosas por favor. Era el Arcano y exigía respeto y atención a sus cuidadas palabras. - Si queréis libraros de vuestras incómodas situaciones, preguntarles a ellas. Habéis venido a aprender la Respetable Habilidad de Hablar Parsel. Empezar a hacerlo.

Se sentó en el único escalón de acceso al bungalow, con un cuenco de arroz blanco, sin mirarlas, como si su única preocupación fuera comer los granitos blancos que cogía con los o-hashi, los palillos de madera que requerían una pericia especial para su manejo. Les dio expresamente la espalda. Los occidentales eran una raza extraña para él, no entendían las señales que la propia naturaleza le indicaba, los indicios de los animales, las normas básicas de comportamiento con las serpientes. Por lo que había entendido, las dos mujeres estaban enfadadas por una lagartija...

Negó varias veces con la cabeza. No estaban preparadas ni por asomo. No les hacía falta verlas para notar que ambas tenían un carácter especial, demasiado orgullosas para ayudarse entre ellas.

- Hablar con las serpientes, que se conviertan en vuestras compañeras. Pedirles opinión. - Se lo pensó un momento antes de añadir algo más. - Ellas son más inteligentes que vosotras dos juntas. Preguntarles como salir de vuestra situación. Y, por favor, preguntarle cómo se pronuncia bien mi nombre.

Después siguió comiendo en silencio, a la espera de que sus palabras iniciaran un cambio en la postura de las mujeres o tendría que ser más contundente. ¡No se llamaba Taiwan ni Wantán! El poco respeto por el nombre que le acompañaba a su condición de Arcano le ofendía. Cuando se ofendía, perdía la compostura y la paciencia que le caracterizaban; las consecuencias para sus pupilos no solían ser positivas. Y eso no le convenía, si quería seguir respetando las normas impuestas por los Directores del Ateneo.

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Enarqué una ceja, sorprendida por la contestación del Arcano Parseliano. No había contestado mi pregunta y seguía manteniendo sujeta por la serpiente a mi hermana Amya. Le escuché aunque su comentario anterior me había parecido casi un insulto. Me volví levemente hacia Amya, quien colgaba y se enfadaba porque la serpiente la apretujaba; es que esta mujer no aguanta nada...

 

-- ¿Cómo que no somos pupilos dignos? -- protesté. -- Ella puede, ¿pero yo...? Si soy maravillosa como alumna...

 

Sí, bueno, es un golpe bajo, brrrr.... Y me refiero al que nos daba el Arcano, no el que acababa de dar a mi hermana Amya.

 

-- ¡Me callaré! -- solté deprisa, en cuanto dijo que éramos muy ruidosas. Me adelanté, como siempre, pues él pidió silencio. Miré a mi hermana, miré al Arcano, me pasé los dedos pulgar e índice por la boca, como si estuviera cerrando una cremallera, un gesto muggle que siempre me había gustado. Calladita, a escuchar lo que tenía que decir el Arcano antes de que me despidiera de la Habilidad que quería aprender.

 

¿Cómo qué habláramos con ellas? ¿A quiénes se refería? Estuve a punto de preguntar, pero el Arcano había mandado silencio, así que me quedé callada, raro en mí, analizando la situación. ¡Un momento! ¿Se refería a las serpientes? ¿Qué habláramos con las serpientes?

 

Me quedé boquiabierta y busqué la mirada de comprensión de Amya_An, pero ella seguía farfullando palabrotas allá arriba, colgada del techo. Iba a preguntar cuando volví a recordar: Silencio, el Arcano había mandado silencio. Volví a analizar la situación... Preguntar a las serpientes...

 

-- Son más listas que nosotras dos juntas -- repetí. Pronto se me olvidan a mí las prohibiciones. Pues íbamos a ver cuán listos eran esos ofidios.

 

Carraspeé y señalé con el dedo a la serpiente que mantenía agarrada a mi hermana.

 

-- Buenas... señora serpiente... ¿O es señor serpiente? -- Volví a carraspear y solté una risita nerviosa? -- ¿Sería usted tan amable de soltar a mi estimada hermana para que podamos empezar la clase de Parselianismo?

 

Quedé un momento callada. Aquella serpiente era una de las gordas, de las que apretujan hasta dejarte plana (aunque Amya ya era plana por ambos lados; tal vez la Cosa de su sótano la había abrazado más de una vez. Por cierto, ¿la Cosa sería ofidia? Sería interesante hablar con ella si algún día me atrevía a bajar hacia el sótano de la mansión Adler.)

 

No estoy segura de si me hice entender, ya que hablé humano. Creo... Aquella bestia me miró a los ojos y entendí lo que quería decir el Arcano: eran muy inteligentes ya que ellas hablaban mi lengua. La soltó al fin.

 

-- ¡Necia! Pero no de golpe, que se mata. ¿No sabes que está prohibido matar alumnos dentro de la Academia? ¡Amya_An! Responde... ¿Te has roto algo?

 

Lo que yo decía, no eran tan listas al fin y al cabo. Sentí que aquella serpiente se acercaba, lentamente, susurrando algo. Abrí los ojos, sorprendida.

 

-- ¿Cómo que no se llama Taigüán?

 

Siseo de la serpiente.

 

-- ¿Zaguán? ¿En serio?

 

Siseo-resiseo de la serpiente.

 

-- ¡Aaahhh, Lawan! Amya, mira, el señor Lawan se llama Lawan, no Tai-güán. ¿Pero estás viva o no? ¡Di algo, no me preocupes!

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A pesar de que en un principio creyó que las visitas al ateneo serían constantes, lo que Tauro jamás imaginó era que serían eternas. Apenas hace unos días había culminado sus estudios, convirtiéndose en una destacada oclumante al igual que su esposa y a pesar de haber dicho que no les daría una oportunidad a los Arcanos, la debilidad que sentía por esa apreciada habilidad la superaba. Tenía un par de serpientes, casi todas obtenidas en el Magic Mall y Leah era fanática de ellas. A diferencia suya, su esposa ya podía comunicarse con ellas a la perfección, siendo la primera hablante pársel de la familia y desde entonces siempre le había insistido para que ella también lo hiciera.

 

— Te prometo que lo haré, es más, ya mandé mi inscripción por lechuza hace unos días y esta mañana me llegó la notificación de la Universidad. Hoy mismo me presentaré allí y a ver qué pasa. No me esperes dormida.

 

No sabía cuánto tiempo pasaría hasta que la volviera a ver, pero ahora mismo su preocupación estaba enfocada en la persona que se encontraría allí una vez llegara. Lo único que sabía es que se trataba de un hombre igual de viejo que los demás, aunque quizás este lo disimulara un poco más, que era amante de las serpientes y lograba hablar con otras especies de animales. Tal como el resto, el Arcano no pertenecía a esas tierras, sino que venía desde muy lejos para impartir sus conocimientos a todo aquel que estuviera dispuesto a aprender algo.

 

«Aquí vamos»

 

Encontrar las instalaciones de Lawan no fue una empresa difícil, las instrucciones que había recibido por parte de Leah eran bastante claras y no se perdió en el camino como con Sauda. Una vez encontró la vivienda del anciano tocó suavemente la puerta esperando a que alguien saliera, pero no pudo evitar notar la serie de ruidos y silbidos que provenían desde el interior. Tuvo el impulso de entrar para saber qué estaba pasando, pero no quería que ocurriera lo mismo que con el Arcano de Nigromancia, quién se molestó por la intromisión atrevida de sus alumnas.

 

Volvió a tocar y esperó alguna respuesta, de lo contrario tendría que empujar al menos un poco la puerta.

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Lawan no se mostraba para nada contento con la actitud de ninguna de las dos brujas, sin embargo, recurrió a toda la tranquilidad que guardaba muy dentro de su ser para no perder los estribos y dejó que hicieran lo que quisieran simplemente para probar lo que ya sabía. Error. Lo que la bruja del cabello morado pretendía hacer con su boa constrictor era un acto lamentable, empezando porque la criatura le era fiel únicamente a él y sólo seguía sus órdenes, además de que recién habían empezado y no sabían siquiera pronunciar las palabras correctas, o más bien los silbidos correctos.

«No te muevas» el siseo fue casi que imperceptible. Wootang, la boa, ignoró la orden de Sagitas de inmediato y siguió cerca del rostro de Amya que aun seguía atada a las cadenas. Bastó un sólo movimiento del Arcano para que las caderas desaparecieran dejando libre a la prisionera, que cayó estrepitosamente al suelo.

— Espero que ahora sí hayas aprendido la lección y esto va para usted también —dijo tranquilamente.

—Puede atender a su amiga mientras yo termino de comerme esto —en ese instante alguien llamó a la puerta. Lawan dejando a un lado el cuenco de arroz sin terminar y fue a ver quién era.

— ¿Quién es y a qué ha venido aquí? —la mujer de cabellos azules (¿es que acaso era una nueva moda ir por ahí con los pelos pintados?) que respondía al nombre de Tauro, le explicó que estaba allí debido a que era su nueva aprendiz y sólo así la dejó entrar. Él ni se molestó en explicar el escenario que había adentro.

— En vista de que creo que nadie más va a llegar, me presento nuevamente. Mi nombre es Lawan Nguyen Thanh, pueden utilizar cualquiera de los nombres, sólo asegúrense de pronunciarlo bien, de lo contrario díganme Arcano —explicó con seriedad —Hace poco he sido testigo de un débil intento por dominar a Wootang, pero les falta todo un largo camino por recorrer si quieren evitar que al menos los devore de un solo bocado —y para nada estaba bromeando.

— Antes deben tener muy en cuenta que las serpientes son criaturas delicadas, no les gusta que las manden ni les ordenen hacer cosas, por eso la clave para una buena comunicación es ganarse su respeto. Sí, así tal cual lo hacen con un Hipogrifo, eso para empezar. Una vez superen todas mis pruebas no necesitarán de todo este procedimiento, pues ellas sabrán su poder y les será fácil comunicarse con ellas. Sólo recuerden, una cosa es que ellas los entiendan y otra que ustedes las entiendan, además de que difícilmente podrán ordenarles como si fueran sus sirvientes.

»Ahora díganme, ¿alguna ha tenido una previa experiencia con las serpientes? Muchas veces creemos que nos entienden y puede que sea así y quiénes lo experimentan tienen más posibilidades de convertirse en Hablantes de Parsel. Sin embargo, no es el único determinante —en ese momento la Boa dejó en paz a Amya, se alejó y se ubicó alrededor de Lawan, permaneciendo enroscada en sus pies. Las otras dos serpientes que vigilaban a Sagitas, Hyuna y Symmetra, también se alejaron.

— Y por último me gustaría saber si creen que existen aspectos básicos a tener en cuenta para comunicarnos con ellas. De ser así, ¿cuáles son? —Lawan no pretendía ser un típico profesor común y corriente, pero antes de avanzar quería saber con qué tipo de personas estaba tratando; de ninguna manera perdería el tiempo con ninguna de ellas.

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— Mi nombre es Taurogirl y soy su nueva aprendiz —respondió rápidamente, más que nada sorprendida por la actitud del Arcano que lucía molesto por algún motivo. ¿Sería otro de esos que no soportaba a las personas? Era lo más probable. No dijo nada e ingresó una vez el Arcano se lo permitió y al entrar se encontró nuevamente con Sagitas (¿es que acaso la mujer era fanática en perseguirla?) y con Amya a quién no veía desde hace un buen tiempo.

 

— Buenas, lamento llegar... tarde —no estaba muy segura de por qué había dicho aquello. Estaba nerviosa y eso era duro reconocerlo, sobre todo porque Lawan no lucía especialmente atemorizante como el viejo de Nigromancia, pero había algo en él que le decía que debía andarse con cuidado si no quería morir mordida por alguna de esas serpientes, en especial la enorme Boa que miraba amenazante a Amya; sobre eso tampoco dijo nada.

 

En completo silencio Tauro escuchó cada palabra del Arcano, alzando más las cejas cuando mencionó lo del Hipogrifo. Entonces hablar con ellas se resumía a ganarse su respeto, eso básicamente, la otra parte consistía en que ellas quisieran hacerle caso y eso era lo que esperaba aprender. Todas y cada una de las criaturas eran diferentes, con temperamentos diferentes y diversas formas de tratar a cada una, eso era algo que había aprendido en sus tiempos de Directora de Criaturas y profesora de la misma asignatura.

 

— Yo... No sé si cuente como experiencia, pero cuando estuve como trabajadora y Directora de Criaturas, también estaba a cargo de la Reserva Mágica y allí había un Basilisco al que nadie se quería acercar. No puedo decir que conmigo fue dosil, siempre me anduve con cuidado y evitaba siempre mirarlo a los ojos, lo máximo que me pude acercar a el fue cuando accidentalmente me caí de mi Thestral mientras ambos volábamos. Tuve que recurrir a los gallos que dicen que es la criatura a las que más les tiene miedo, al menos a su canto —explicó, notando que estaba yéndose por las raíces —. En ese momento le supliqué que no me comiera y por esa fracción de segundo siento que me hizo caso o por lo menos me entendió, hasta creo que escuché un débil «Tienes 15 segundos para salir de aquí», pero quizás también haya sido mi imaginación —reflexionó —. Luego de ese pequeño episodio cada vez que me encontraba con una pequeña serpiente intenté hablarle, pero sin éxito hasta el momento.

 

Sin darse cuenta Tauro había ignorado un detalle y es que la desesperación del momento y el peligro, era lo que la habían impulsado a decir sus primeras palabras en Parsel.

 

—Uhm, diría que sobre todo hay que reconocer su inteligencia, algo que usted mencionó antes, supongo que no hay que tomarlas por tontas o eso las ofendería. Aparte de eso no se me ocurre nada más —dijo avergonzada.

 

Estaba interesada en saber las respuestas de Sagitas y Amya, una más ocurrente que la otra. ¿Se convertiría esa en una clase fuera de lo normal? Con ellas dos, seguramente.

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Antes de que el personaje pudiera responderme, sentí la llamada de alguien en la puerta del bungalow del Arcano. Miré, sorprendida porque alguien interrumpía mi jocosidad. Enarqué una ceja al reconocer a Tauro, quien parecía incorporarse en la clase de habilidades. Me sentí algo inquieta, puesto que hasta ahora la hilaridad había sido constante, no podía evitarlo cuando estaba junto a su hermana. Pero ahora había una testigo y ... pufff..., las cosas no podían ser igual.

 

Aguanté de forma estoica la bronca del Arcano sobre cómo tratar a las serpientes. No podía olvidar que él era el sabio y yo la aprendiz, pero, en cierta manera, aún dudaba que no hubiera sido yo quien hubiera convencido a la Bicho Grande a soltar a mi hermana, no que hubiera sido él quien le hubiera soltado las cadenas. Bueno, fuera quien fuera, tanto hubiera sido el Arcano como la Boa, habían sido muy brutos porque Amya se había pegado un enorme trallazo contra el suelo.

 

-- No es mi amiga sino mi hermana -- pronuncié bajito, algo dolida porque prefería comer arroz antes de hacerle caso. ¿Es que creía que yo era hábil con la varita y que Amya se fiaría de mí y de su uso si tenía que hacerle un Episkey?

 

Después él siguió hablando. Bueno, al menos había entendido bien su nombre, Lawan, aunque como no estaba segura de si iba a saber pronunciar ese nombre tan extraño (nunca pude aprender lenguas orientales), preferí usar la palabra "Arcano" antes de meter la pata de nuevo. Parecía ser un Maestro que no soportaba nada. Ay, qué diferencia con la Arcana de Oclumancia, que se le notaba amigable en cuanto la conocías. Carraspeé levemente, pensando en lo que él nos preguntaba.

 

-- "Ya será menos" -- pensé, espero que no en voz alta, ante las palabras de Lawan sobre el intento de dominio de su boa y que nos podía comer. No es que despreciara el peligro, pero cuando trabajas en un circo con mil bestias terribles como un basilisco y sigues viva, como que las palabras del Arcano sonaban algo flojas. De todas maneras, intenté poner cara de buena niña para evitar más conflictos con los Arcanos. Si seguía así, no me dejarían cursar más habilidades y magias guerreras, porque entre Arcanos y Uzzas que me odiaban, estaba segura que me iban a desterrar de la Universidad.

 

Aunque lo que decía ahora tenía toda su lógica, yo muchas veces creía que las serpientes me entendían a mí. De ahí a afirmar que yo pudiera hablar con ellas había un gran trecho. Y por eso estaba allá, para aprenderlo. Lo que nos avisaba no me venía de nuevo, pero aunque yo no pudiera hablarles, tenía mucha labia y era capaz de convencer con mi palabrería hasta a un gnomo, no sé porqué no iba a poder con serpientes.

 

Dejé hablar a Tauro y después yo levanté la mano.

 

-- Sí, sí, yo tengo experiencia en hablar..., no, perdón, rectifico, en hacerme entender con los ofidios. -- Extendí la mano y empecé a contar con los dedos. -- La lagartija de Babila me habla y mantenemos conversaciones, aunque creo que eso es porque ella es muy lista. A veces creo que Babila le hizo algún mejunje extraño experimental con el que aumentó su inteligencia. -- Estuve a punto de sacarle la lengua a mi hermana, para recordarle que la lagartija de Babi era mía de mí y nada más que de mí; después puse dos dedos en alto y proseguí: -- También he conseguido que una serpiente de coral en Egipto me indicara el camino hasta mi campamento ministerial durante los Mundiales de Quidditch de hace tres o cuatro años. Aunque tal vez fue un sueño...

 

Guardé un momento de silencio, intentando recordar lo sucedido, porque a veces pensaba que todo fue real y otras que no, que nunca ocurrieron. Era algo que siempre había intentado preguntar a Mackenzie pero siempre se me olvidaba, como si tuviera un Obliviate activo que me hacía dedicar mi cabezota a otras ideas y esta quedara relegada al olvido.

 

Y sonreí entonces, porque recordé (y olvidé de nuevo los Mundiales) mi gran Basilisco. Casi salté de alegría al poder hablar de él.

 

-- Tengo un Basilisco llamado... -- ¿Debía decirle la verdad? Seguro que el Arcano no tardaría en conocerla así que era mejor no mentir, aunque la presencia de Tauro me cohibía. -- Llamado Terminator. Tuvimos un accidente en el Circo, pero en defensa de mi animalito, el agresor se lo buscó. Sólo que el Ministerio no ve con buenos ojos que muera un humano y decidió su decapitación. Así que lo oculté y... ejem... me hice con papeles nuevos y ahora se llama Dorotea.

 

Sí, bueno, ya sabía que no era un nombre muy masculino, pero era el que mejor se me había ocurrido en aquel momento.

 

-- Dorotea es muy listo, hablamos todos los días, conversaciones sencillas, eso sí, en las que me dice qué le apetece comer y me cuenta ciertos chismes que han ocurrido en los Rediles. A veces es la mejor manera de enterarme por dentro de lo que sucede entre los animalitos que tengo en el Circo y...

 

Me di cuenta que estaba acaparando la conversación. Me toqué levemente el pelo y carraspeé.

 

-- En conclusión, sí, que ellas me entienden y creo que yo, en ocasiones, hasta puedo entenderlas.

 

Guardé silencio, porque había hablado mucho y porque no sabía contestar el resto de su pregunta.

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A pesar de no soportar a las personas, Lawan era un hombre paciente y sabía escuchar, por eso cuando la primera de ellas habló guardó silencio y no la interrumpió, dejando que la segunda explicara su historia. Le llamaba mucho la atención que la de cabello morado pudiera lograr por sí misma ese tipo de comunicación, aunque por lo que contaba creía que eran visiones. Lawan sonrió para sus adentros, pensando que si las cosas salían bien, pronto la bruja sería consciente de sus conversaciones con las serpientes sin dudar de su habilidad. Era más fácil nacer con un don y desarrollarlo a lo largo de los años, tener en la sangre esa habilidad aumentaba las posibilidades de dominarla a la perfección y si tenías un buen maestro que te ayudara, tal como le había ocurrido a él, el camino al éxito sería inevitable.

— Sus experiencias me demuestran que en ustedes hay algo de talento —empezó a decir. La mujer que había encadenado aun no se recuperaba del todo, por lo que decidió darle un poco más de tiempo para que se sumara a la platica —Me sorprende que tú, Sagitas, hayas logrado tanto por ti misma, pero eso también puede deberse a que al pasar tanto tiempo cerca de estas criaturas te lleva a crear una conexión tan fuerte hasta el punto de que logran entenderse. Lo mismo pasa contigo, Taurogirl, aunque en tu caso fue una situación de peligro la que activó tus mecanismos de defensa —guardó silencio. El Arcano se tomó unos minutos para meditar lo que había dicho, pensando la manera en cómo podía terminar de desarrollar las habilidades de sus pupilas a partir de sus debilidades.

— Sin embargo, —continuó diciendo, como si nunca se hubiese detenido —, no es suficiente. Por un lado, Taurogirl, tienes que aprender a hablarle a las serpientes sin estar en ninguna situación de peligro y Sagitas a aquellas con las cuales no tengas ninguna relación. No todas son amigables y aunque hables su lengua te pueden saltar al cuello y morderte —al decir esto, Wootang empezó a sisear inquieta. El viejo tomó asiento.

— Ellas son Hyuna y Symmetra, ambas son venenosas y están acostumbradas a mí únicamente —Lawan tenía sus manías, por lo que acostumbraba a acariciarles la cabeza cada vez que se dirigía a alguna de sus serpientes y a darles un beso. Al fin y al cabo ellas eran como sus hijas.

— Vamos afuera... Si pudiera ayudar a su hermana, quizás el aire fresco la ayude a volver en sí —en ningún momento movió un dedo por ayudarla, si la bruja no era capaz de recuperarse de un simple golpe, la mandaría a la enfermería luego de terminar y no la dejaría regresar.

El vietnamita fue el primero en salir, disfrutaba mucho pasar su tiempo allí, rodeado de los árboles y de sus serpientes.

— Hace un momento les pregunté qué aspectos debían tener en cuenta para comunicarse con ellas y lo cierto es que no hay un manual, ustedes mismas lo averiguarán y empezarán ahora mismo —Hyuna fue hacia donde Tauro se encontraba y se puso enfrente, siendo imitada por Symmetra que se situó frente a Sagitas; una tercera serpiente estaría esperando por Amya —Su tarea consiste en ganarse la confianza de estos maravillosos ejemplares, ambas venenosas, por lo que si no las tratan bien, no dudará en morderlas —dijo despreocupado, aunque dejando en claro que no mentía —Una vez lo hagan, les pedirán que las lleven hacia el río que se encuentra cerca de aquí, donde encontrarán serpientes acuáticas y con ellas quiero que hagan algo muy especial. Quiero que estas les cuenten alguna historia, una pequeña, o una simple pregunta que les diga cómo es su estancia aquí. No es necesario que entiendan todo, pero si quiero que al menos logren entender algunas palabras, ellas me dirán si lo que dicen es cierto, así que no se olviden de hacer que las acompañen de regreso hasta aquí.

Lawan quería que dejaran atrás las situaciones por las que normalmente lograban entenderlas y hacerse entender, quería que su comunicación no fuera forzada, sino que surgiera de forma muy natural como para alguien que manejaba muy bien la habilidad. Sabía que no conseguirían ese nivel de confianza de inmediato, pero por lo menos un gran esfuerzo de su parte haría que completaran aquella pequeña tarea sin demasiados contratiempos.

— No está demás decirles que no quiero que ninguna salga lastimada, ninguna de mis serpientes. ¿Está claro? —su semblante se puso más serio y amenazador, pues no dudaría en hacer que su boa se las tragara enteras si eso llegaba a ocurrir.

En lo que las brujas regresaban, Lawan tomó el cuenco de arroz con apenas unos granos y se los fue comiendo uno a uno, con toda la lentitud del mundo, sentado de piernas cruzadas sobre el escalón de su vivienda.
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El Arcano habló y sentí un orgullo que crecía dentro de mí. ¡Decía que tenía talento! Aunque se mostrara sorprendido por eso, yo puse cara de "pues claro que tengo talento, sólo que lo disimulo para no darme notoriedad". Lo que decía tenía su lógica, puesto que cuanto más tiempo pasas con un animal, más te acostumbras a él y le acostumbras a ti, de manera que se produce un entendimiento que va más allá de la lógica. Por ello, entendí lo que decía que tenía que acostumbrarme con serpientes nuevas, no las que ya conocía, para saber si realmente tenía esa Habilidad.

 

Aquí me entró miedo. Mis primeros contactos siempre habían sido con el staff del Circo, rodeada de domadores, veterinarios mágicos y enfermeros preparados por si ocurría algún accidente. ¿Enfrentarme a un ofidio peligroso yo sola? Y encima él nos daba la espalda para comer. Me mordí la lengua, apretando lo suficiente para notar la presión pero sin llegar a hacerme daño. Solía hacerlo cuando algo me daba miedo y, sorprendentemente, hacía mucho que había abandonado esta práctica. Me sorprendió volver a hacerlo, así que abrí la boca.

 

-- Encantada de conocerlas -- dije en cristiano y en tono timorato a las serpientes que nos presentó, haciendo una reverencia de respeto. ¿No había dicho el Arcano que eran como los hipogrifos, a los que había que mostrar respeto?

 

Cuando dijo que ayudara a mi hermana y salió fuera, temí quedarme atrás. Miré a Amya_An y después tomé un vaso raro que había en una mesa y le tiré el líquido en la cara. Esperaba que fuera agua. Después salí corriendo para llegar a tiempo para escuchar las palabras con las que nos enseñaba el Arcano. Palidecí.

 

-- ¿Cómo que no hay un manual? Pero si yo devoro los libros sobre las materias. Sin libro de texto me siento perdida...

 

¡Ay, madresita del alma querida! Ahora sí que me veía no sólo suspensa sino también muerta. ¿Me había traído bezoares suficientes para cubrir todo lo que me sucediera de allá en adelante? Tragué saliva. Ganarse la confianza de las serpientes, sonaba difícil. Y encima entablar conversaciones con las serpientes de agua y que me contaran una historia. ¡Apá aquí! Pues no podría improvisar si encima ellas se lo iban a cotorrear al Arcano. Sería mejor que me aplicara.

 

Carraspeé.

 

-- Amya... ¿Necesitas ayuda con tu serpiente? -- ¿Necesitar ella ayuda? ¿Y yo qué? YA podía espabilar si quería seguir viva cuando acabara la clase.

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Tauro no sabía cómo tomarse las palabras del Arcano a pesar de ser consciente de que tenía razón. Por un lado no le gustaba que la hicieran parecer vulnerable frente a otros, le bastaba con saberlo ella, pero allí estaba Lawan diciéndoselo frente a Sagitas y la inconsciente de Amya y no pudo evitar sentir rabia. Inhaló y exhaló muchas veces canalizando su mal humor, pensando en todo lo que le habían dicho y aceptó que tenía razón, esta vez sin sentimientos negativos de por medio que sólo frenarían su aprendizaje. Ahora más que nunca estaba interesada en demostrarle a él y a todos de lo que era capaz y que no necesitaba sentirse en peligro para poner en funcionamiento su habilidad.

Por fortuna, Sagitas siempre lograba desestresarla de alguna manera aunque no se lo dijera, por lo que al verla tratar de entablar una conversación con las serpientes hizo que soltara una risita que intentó ocultar del Arcano, que habló bien alto haciéndola pensar que la regañaría, pero tan sólo les estaba diciendo que salieran. Sintió alivio y decidió que lo mejor era dejarse de juegos, no cuando tenía a tantos ojos de serpiente observándola constantemente y que podían decirle cualquier cosa al Vietnamita. Sin pensarlo, intercambió una mirada de preocupación con Sagitas, quién estaba más interesada por la inexistencia del manual.

«¿En qué me metí?» la varita se le resbaló de las manos, obligándola a hacer un malabar para evitar que esta se cayera al suelo. Jamás había intentado hablar con una serpiente, si con otros animales, como sus dos pumas por ejemplo, pero nunca con ellas a pesar de haber adquirido un par en el Magic Mall. ¿Y si al final decidían que no querían conversar con ella, que no era digna? ¿Sería capaz el Arcano de hacerla marchar de allí sin nada más? «No, no, no. Tengo que calmarme» se repitió una y otra vez.

Por lo menos recordaba que la suya se llamaba Hyuna y que tenía una piel hermosa, así como la mirada más maliciosa que hubiese visto de cerca, pero si la comparaba con la boa lo peor que podía pasar es que la envenenara, eso si no organizaba alguna especie de pandilla con el resto de sus hermanas serpientes. Movió la cabeza de lado a lado, ya estaba imaginando locuras.

 

Repasó mentalmente las instrucciones de Lawan simplemente para tener en qué pensar. Tomó aire, cerró los ojos y entró en una especie de meditación que la ayudaba a canalizar su energía, controlar sus emociones y poner la mente en blanco. Para cuando los volviera a abrir, se sentiría más calmada, segura de sí misma.

 

«Bien, aquí vamos»

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..... Ahhhh, pero, qué bruta! ... y no se si su peli-violeta hermana, ó la abusona de la serpiente por dejarle caer como costal de papas, y de clavado, al duro suelo por mas que éste fuese de material vegetal semi-blando (?)

.

Y, cómo pretendía que dijera cualquier buena palabrota si literalmente el matoncito ése del Zajuán le había cerrado el hocico con la poderosísima magia arcanesca con la que se pavoneaba???

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............ Además, aún estaba luchando con los grilletes de las manos y de las patas que le había impuesto como si pretendiese con ella una generosa sesión sadomasoquista en lugar de unas lecciones ordinarias de pársel, que era lo que ella había pagado ... y por las cual, por cierto, a ella nunca le advirtieron que aprender un "idioma" mas, requería hacerse la zalamera, xDDD ... como si para aprender el francés tuviese que hacerle del cuchi-cuchi con todos los franceses de Francia (!)

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Estaba mas que enfadada y por supuesto que lo único que quería en ese momento era largarse de allí, no sin antes reventar media casa, ensuciar la posa de agua con algo de pis, freirse un par de culebras, y si no le había escupido ya el arroz al arcano es porque a pesar de todo, la bruja ¿era una dama?

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...... Mucho blablablá con añaduría de tremenda tontería. Si de arranque decía que eran sus serpientes y solo a él le respondían, qué podía importar que se intentase ganarse uno la simpatía de aquellos bichos? en pocas palabras, admitía que era a él a quien había que besar ... el arroz, para no morirse in situ.

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Sin varita y sin que deshacieran lo que le habían hecho desde la entrada, a ella le era imposible nada, pues hasta donde sabía el Parsel no era "telepático".

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....... Pateó el suelo haciendo sonar sus grilletes como sonajeros, gesticulando y berrinchando sin ninguna clase de paciencia porque de plano, nadie se aguanta tales condiciones de disque enseñanza.

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Se cruzó de brazos (¡encadenados!) y se rehusó a ninguna cosa, no hasta que dejaran de tratarla como piñata ó cualquier otro juguetito de divertimento similar.

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........ En cuanto a mordidas, quien estuvo a punto de morder fue la bruja, pero a la Potter-Blue! pues la muy condenada se había atrevido ¡mojarle la cara! ¡con agua! ¡y aún no llega el cambio de estación! ¡no toca baño!

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A poco se le vio evaporar la mojadera por encima de su cabeza escurriente?

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... «¿Cuánto MAS endemoniado tiempo me tendrán como perro encadenado y con bozal???», se quejó mentalmente ... y éso sí era tener PACIENCIA, pues aún no había destripado a persona u animal presente, ni reventado nada.

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.............. Mejor ni detallar en cómo le hizo para ella solita salir del meollo del asunto. Mejor no dijo ni pio-pí porque seguro que allí mismo empezaría la Tercera Guerra mundial (?) ... mejor ni le contestaba a Sagitas porque el solo hecho de que aún osara decir que la lagartija era suya junto con el morocho, la enfadaba mas y mas.

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Solo, cogió "su camino" a encontrarse con la bicha que le designaban ... y curioso era que lo que menos se le antojaba hacer era, compartir con nadie nada (no en ese momento)

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....... Evitó mirar directamente a la serpiente, al menos no, hasta calmarse lo suficiente como para hallar sentido a ese sin sentido (?)

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