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Libro de los Druidas


Badru
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Sonrió entretenido al ver que su sobrina se alejaba de él. Pensó en decirle algo pero habían dos contras, una podía parecer paranoico si se equivocaba en su apreciación y dos realmente no le molestaba que se mantuviera a una distancia más prudente. Tener a la bruja tan cerca no le desagradaba pero tampoco se sentía muy a gusto cuando se encontraban demasiado cerca de él. Prefería resguardar su espacio personal.

El Uzza reaccionó, al parecer, ante la llegada de los nuevos alumnos. Volvió a repetir el hechizo Ignea para asegurarse de no sufrir quemaduras al subirse nuevamente a su cangrejo de fuego al cual había reanudado su control hace segundos atrás. Logró sentir un dejo de preocupación por su hijo que desaparecía con Sagitas pero la tranquilizó con unas caricias en su cabeza. Sabía que la bruja, a pesar de que no lo aparentaba, era poderosa y no tendría problemas en aquel viaje.

Era difícil creer que alguien tendría un problema buscando la caja. Ya habían recorrido las cercanías en búsqueda del cangrejo de fuego y resultaba poco probable que una aventura inesperada surgiera durante la búsqueda aunque ahora se tratase de un objeto. Seguramente era más complicado tratar con un ser vivo que tratar con una caja. Esperaba no equivocarse pero algo le decía que sería un viaje tranquilo.

Se montó sobre el lomo de su acompañante y activó el anillo contra miradas indiscretas tal y como lo había ordenado el Guerrero Uzza Badru. Ignoró la bola de fuego que le golpeó, el Ignea había sido lo suficientemente útil como para molestarse siquiera en alegar algo contra el Uzza. No quería una discusión innecesaria e inútil, más si ni siquiera le había causado cosquillas. Además había servido para comprobar que su cuerpo seguía protegido contra el fuego.

Cerró los ojos y tocó con delicadeza su anillo de Vidente. Sentía que era trampa utilizar su poder para ello y no se sentía del todo cómodo haciéndolo pero todavía debía acostumbrarse a ser un Vidente. Por lo mismo, tenía planeado empezar con pequeñas cosas, pequeñas metas que le llevarían al fin del día a ser un mejor vidente. Aún no olvidaba las pruebas agotadoras y aterradoras que tuvo que pasar dentro del portal y fuera de él. Había ganado confianza en sí mismo, ahora confiaba en la videncia.

Su cangrejo siguió las indicaciones que le daba el Dumbledore. Había demostrado mayores habilidades en los sueños y en el uso de las cartas del tarot pero en aquellos momentos no podía ni dormir ni lanzar las cartas por lo que se decidió simplemente por seguir su instintos. No sabía el lugar exacto donde se encontraba pero podía sentir una dirección en su mente, como si una brújula invisible le estuviera guiando al lugar donde su nombre se hallaba. Supuso que encontrar la caja de otro sería más complicado pero la suya propia no tanto, después de todo su nombre era una parte de él y podía sentirse llamado por él.

Tomó la caja con cuidado ya que no sospechaba que clase de locura podía encontrar dentro. Luego de ello, emprendió su camino de regreso.

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Badru esperaba que las féminas fueran las primeras en presentarse. Pero contrario a esto, el único pupilo hombre fue quien respondió de inmediato destacando el aspecto más importante del libro. Aunque nunca llegó una respuesta más profunda que se basara en los hechizos y el poder de los mismos, le miró inexpresivo sin aprobar o rechazar su intervención. Además, se atribuyó una pregunta que el guerrero tampoco le hizo porque simplemente decidió enfrascarse en los intereses de las otras dos personas, no los de él.


—Uh, interesante — dijo irónicamente en un tono de voz bajo pero audible. Entonces la mayoría de los magos de Londres simplemente aprendían diferentes tipos de magia para cuando el destino les indicara que debieran usarla. No tenían un objetivo, una meta, y mucho menos un motivo de fuerza mayor por el cual tuvieran que dominar sí o sí la magia Druida. Debía admitir que cada día le sorprendía más esa gente. Se encogió de hombros en medio de un suspiro. Ya le llegaría alguien a su grupo que lo estremeciera con una manera sinigual de pensar.


—Sí, el señor… — frunció el ceño mientras estiró su cuello al frente, debió saltarse la parte en que ambos recién llegados se presentaban con nombre y apellido — tiene razón. Esta magia está, en su mayoría, enfocada en las propiedades de la naturaleza que nos permiten llegar más allá. Siempre están a nuestro alrededor y muy pocas veces se saben utilizar los recursos tan favorables como los lirios recién mencionados — mientras hablaba desplazaba la mirada de uno a otro, buscando que se copiara la poca información explicada. Además, decidió sacar su arma mágica sosteniendo con suavidad la empuñadura turquesa la necesitaría para los próximos minutos.


—Iniciaremos la clase con buen pie, haciendo uso de los mismos, teniendo conexión con un fruto de la naturaleza. Saquen los frascos que venían junto con el libro, hay que llenarlos — por supuesto al adquirirlo era un simple envase de cristal vacío y poco útil, aunque no por mucho tiempo —Si bien los lirios de fuego sólo se encuentran en lugares cuya temperatura intensa desencadena su proceso de crecimiento, puedo traer algunos para iniciar lo antes posible — claro que Badru tampoco quería tener a todos sus pupilos buscando cosas en diferentes escenarios, podía simplificar algunos pasos del plan de entrenamiento.


Realizó una simple floritura en el aire con su varita apareciendo un ejemplar de la flor frente a cada uno de los tres alumnos nuevos, incluyendo la tercera que seguía sin reaccionar. Los lirios se mantendrían levitando hasta que sus dueños los utilizaran, pero para ello necesitarían unas sencillas indicaciones.


—Como ya deberían saber, el encanto de la flor está en su polen, así que vamos a desprender el pistilo con sumo cuidado y lo depositaremos en el frasco. Este se va a consumir dejando únicamente el polvillo de tanta utilidad que hemos venido hablando. Una vez hayan terminado solo muestren el colgante con su contenido y guárdenlo, lo necesitarán — por ahora podría dejarlos con esa sencilla tarea mientras se hacía cargo de los otros que ya comenzaban a volver con sus cajas cargadas de sorpresas.


Los labios de Badru se curvaron formando una sonrisa malévola invisible gracias a su pañuelo. Quería ver de qué manera iban a reaccionar frente al contenido de sus cajas, pero para ello necesitó simular pasar la página de un libro en el aire y así deshacer el efecto del anillo contra miradas indiscretas. Mientras se fueron juntando formando un semicírculo a su alrededor, llamó al cangrejo de fuego que antes los corrió con llamaradas. Gracias a los poderes Uzza, pudo convertir la criatura en una caja de igual tamaño a la que ellos traían. El hechizo que utilizó era una contraparte del conocido “Morphos” en Londres, su pueblo podía hacer objetos a partir de los animales.


Veo que ha sido todo un sacrificio cumplir lo encomendado con el calor sofocante— le complacía ver sus frentes brillantes de sudor, todo lo bueno en la vida venía después de la privación a las comodidades. —Antes de continuar quisiera aclarar la duda que planteaste antes de partir — agregó dirigiéndose a Sagitas —La respuesta es sí, estarías libre de que te detecten, ellos tampoco pueden conocer tu posición. Y la duda sobre el basilisco es sencilla también, si no estás no puede ver tus ojos, y si no hay contacto directo tampoco puede haber consecuencias mayores. De hecho, será interesante que lo compruebes por ti misma — había llegado el momento de abrir las cajas.


Con un movimiento de su varita puso a temblar las cajas que cada pupilo traía consigo. Todos se alertaron intercambiando miradas de nerviosismo, o simple intriga, quizás. Lo cierto es que desconocían el contenido de las mismas dado que había sido Badru quien las preparó poco antes de llegar a esa fase del entrenamiento.


—Dentro encontrarán diferentes criaturas a las que tendrán que enfrentarse. Hagan memoria de los hechizos contenidos en el libro y piensen cuál les será útil para deshacerse de ellas, no queremos que nos acompañen el resto de la clase — dijo elevando la voz cada vez más puesto que todas las criaturas comenzaban a producir sus aterradores sonidos, desesperadas por atacar a lo primero que encontraran en su camino—Procuren no morir — sugirió esta vez en un murmuro. No le importaba si eso pasaba en realidad, era hora de que se enfrentaran al peligro.


Intencionalmente también había preparado algo en su caja. Una sirena los estremecería con un grito desgarrador producto de estar agonizando en un ambiente tan árido, incluso la humedad de su cuerpo desaparecería al instante. Aquello los obligaría a utilizar un hechizo que les permitiera deshacerse del chillido en sus oídos y concentrarse en las criaturas que no descansarían hasta matarlos.


Badru protegió sus propios sentidos haciendo uso del Himno de Eléboro pues aquello afectaría a todos los presentes,incluyendo los tres recién llegados. Se hizo a un lado buscando una posición adecuada para observar el espectáculo y esperó que el Basilisco envenenara a Sagitas, que la Acromántula envolviera con su tela a Goderic, que el centauro pateara con fuerza a Emily, y que el Erumpent perforara el pecho de Elvis con su enorme y filoso cuerno.


Aquél día el Uzza podía deleitarse siendo testigo de las habilidades mágicas de sus pupilos. Solo esperaba que todos supieran cómo detener los primeros ataques y más adelante deshacerse de sus bestias. Una parte de él se sentía extasiado al ver tanto peligro a su alrededor. A pesar del respeto y devoción que la magia Druida guardaba por la naturaleza, existían ciertos rituales que implicaban el sacrificio animal y humano. Aunque aquella vez no se tratara de un sacrificio, Badru y sólo Badru era el indicado para contrariar las costumbres de su pueblo por placer propio.
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Su llegada fue algo silenciosa, primero porque estaba apenada por su llegada tan tarde y no sabía si el Uzza se molestaría por ello y segundo porque seguía siendo bastante tímida y no era de las que intervenía primero en una clase y mucho menos en una donde seguro seria evaluada por el guerrero a cada segundo de modo que era preferible guardar silencio por un momento para escuchar las explicaciones impartidas por el profesor y a sus propios compañeros hasta sentirse segura.

-Hola Gode y Emi- saludó a sus amigos sonriendo tímidamente evitando interrumpir la clase.

Solo en ese momento se fijó en el resto de la clase; su Tía Sagitas estaba allí dando lidia como siempre; a Bodrik le divertía escuchar sus puntos de vista y le recordaba de alguna manera a su hermano Ishaya quien era el amoroso abuelo de la Lockhart. Por otra parte, Elvis el director de la universidad y quien había impartido los cursos de los libros anteriores estaba allí como uno de sus compañeros, lo que resultaba un tanto extraño pero le sonrió al igual que a Sagitas y fue en ese momento cuando el usa realizó la pregunta que la jovencita noto que dos nuevos compañeros había llegado casi al mismo tiempo que ella; se trataba de Valkyria su ex colega en San Mungo y Bastián quien estudio con ella la universidad además de haber impartido juntos algunos cursos de la academia, y como olvidar que fue este quien le impartió el curso sobre criaturas Malditas junto con su hijo(le agradaba mucho) y que finalmente tuvo que salvarle la vida para que el portal de oscuridad no le hiciera daño cuando ella se negó a usar una capa de dementor. A ellos también los Saludo con una leve sonrisa.

-Solo deseo aprender sobre la cultura y sabiduría de su pueblo – respondió a la pregunta aunque temía que era algo tarde y dudaba que hubiera acertado en algo.- La magia Nace del druidismo y es allí donde deseo llegar; al corazón mismo de la magia – agregó.

Bodrik era una orgullosa Paladín (Herencia de su Abu Adriano y que compartía con Elvis quien era el actual líder de su clan), por tanto amaba la naturaleza con la que tenía una conexión de energía que podía obtener de la tierra, el agua y el mar con los que guardaba estrecha relación debido a su naturaleza, pero también por la formación de Adriano quien desde que aprendió a leer le había llenado de libros referentes a la herbolaria, la historia mágica y muggle, y por su propia cuenta estaba interesada en la cultura irlandesa de donde descendía también la magia misma.

Budru no era muy paciente por lo que prosiguió con la explicación mientras respondía las inquietudes expuestas por Sagitas y Emily y obviamente se mostraba molesto por la intervención de Bastián a quien pese a responder a su intervención le había mirado con algo de aprensión cuando respondió la pregunta por lo que Bodrik esperaba no haberle molestado de igual manera que el Karkarov.

A continuación todo se volvió un poco más confuso pues al parecer los alumnos que había llegado un poco antes estaban utilizando cangrejos de fuego con los que pensaban desplazarse de allí, pero antes de su notable desaparición el Uzza expulsó una breve explicación sobre el Polen de los Lirios de fuego y por lo que la ojiverde lograba entender de su previa revisión del libro; se trataba de una flor bastante difícil de colectar puesto que crecía en el corazón de un volcán y poseía un color similar al de la lava haciéndola difícil de distinguir además de peligrosa de colectar.

Cada uno de ellos poseía un frasquito que aparentemente no tenía una gran función pero que cuando cada uno logro extraer el polen de los pistilos de la flor tal como se los había explicado Budru, había cobrado total sentido y Bodrik se lo había colgado en el cuello en la cadenita mágica de donde pendían todos los amuletos relacionados con la magia Uzza. A medida que avanzaba se asombraba más del poder de aquella magia ancestral y su deseo de alcanzar el mayor conocimiento aumentaba con cada nuevo descubrimiento.

Estaba embobada y pese a que su previa experiencia con los miembros del pueblo guerrero le hicieron temerles un poco le resultaba verdaderamente interesante verlos actuar con tal seguridad. Cada uno de los alumnos antiguos poseía una caja misteriosa y según el propio Uzza aquella les mostraría un ¿a criatura peligrosa de la que debían librarse además de un sonido ensordecedor que saldría de la propia caja; o eso más o menos era lo que entendió la adolescente. Como prevención Utilizó la canción de Eléboro para evitar caer desmayada o tener alguna tipo de reacción al grito de la Sirena que había estado encerrada en el Cajón de su profesor, pero como no soportaba ver sufrir a la criatura, pronunció en un susurro- Aqueora – uso este hechizo para cubrir el cuerpo de la criatura para protegerla del calor pues era un escudó hecho de agua. Sabía que debía evitar utilizar este tipo de hechizos sin estar cubierta, pero dudaba que uno de sus compañeros le delatara, además que la mayoría de ellos ya se había revelado por lo que una mas no hacia la diferencia. Solo temía por Bastián y Valkyria, pero si debía morir por proteger a una criatura lo haría gustosa.

Miró de nuevo a sus amigos Gode, y Emily para saber cómo se las estaban arreglando para deshacerse de las criaturas propias, también Sagitas y Elvis le preocupaban pues a cada uno de ellos les apreciaba sobre todo porque eran parte de su familia y no deseaba verles dañados; a Elvis le había visto librarse de cosas semejantes en otras ocasiones por lo que confiaba en su conocimientos, pero a Sagitas más le había visto así, sim embargo confiaba en su conocimiento y que decir de Emily y Gode que a menudo enfrentaban este tipo de situaciones y estaba segura que Gode no permitiría que nada malo sucediera a su sobrina.

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El camino de regreso había sido agotador y caluroso pero nada especial. Probablemente terminaría con un bronceado indeseado, con deshidratación e insolación pero al menos sabía que toda aquella aventura bajo el sol valía la pena. No tenía idea de lo que podía haber dentro de la caja pero sabía que era algo peligroso. No había necesidad de ser vidente para saberlo, cualquier mago que se hubiera enfrentado a un sin número de batallas y peligros podría notar un aura de peligro alrededor de aquella caja.

Escuchó atentamente la respuesta que daba el Uzza a Sagitas. No pudo evitar dudar. Goderic no creía que así funcionase aquella propiedad del basilisco. Como conocedor de criaturas mágicas había leído cientos de veces que Cualquier que mire directamente a sus grandes ojos amarillos morirá al instante. Cualquiera que mire a sus ojos... No importaba si el basilisco la veía o no, lo importante era que ella mirase a sus ojos. Por supuesto, ser invisible daba una gran ventaja pero no la suficiente. Al menos él, no utilizaría el anillo para defenderse de un basilisco. Solo esperaba que Sagitas tampoco.

Badru había sido lo suficientemente gentil para prepararlos para lo que sucedería. Enfrentarse contra criaturas sin duda podría ser un gran reto, sobretodo si, como lo suponía, eran criaturas de rango XXXX o aún más poderosas. De la caja del Guerrero Uzza surgió una sirena cuyo grito desgarrador impedía concentrarse a cualquiera. Por lo mismo susurró rápidamente un Cantar de Eleboro el cual protegió sus sentidos tanto para él como para su cangrejo de fuego (el cual había decidido llamar como a su sobrina).

Se llevó sus manos a sus oídos instintivamente asustado. Había leído que aquel hechizo causaba una vibración casi imperceptible que que protegía los sentidos del mago y de un acompañante pero lo que temía es que decía que también los agudizaba de forma extraordinaria, vigorizándolos. ¿Qué tan prudente era agudizar su audición cuando una sirena chillaba? por suerte para él no terminó de comprobar su suposición pues Bodrik rápidamente cubría a la sirena en una esfera de agua que protegía a la sirena del caluroso y seco ambiente.

El tiempo seguía corriendo y de su caja surgió una acromántula. Si bien amaba a las criaturas mágicas, aquella por lejos no era su preferida. Sin embargo, no poseía un miedo irracional a ellas. Solo un respeto como a cualquier criatura mágica. La araña de gran tamaño lanzó su hilo con intención de apresarlo para posteriormente utilizar su veneno y sus grandes colmillos para comérselo. El Dumbledore se dejó apresar por el hilo, no tenía sentido defenderse de ellos.

Cuando la acromántula se acercó lo suficiente para atacarlo el mago pensó en un Obsistens. Inmediatamente un cerco de materia luminosa se formó ante él. La criatura chocó con aquel cerco gris y absorvió a la acromántula sin dejar siquiera un rastro de su presencia. El hilo fue fácil de hacer desaparecer, ni siquiera necesitaba un hechizo de libros para hacerlo. El peligro inminente sin duda había sido acabado. Sabía que había tenido suerte de que un basilisco se encontrase allí pues su acromántula solo quería acabar con su presa y salir de allí lo más rápido posible.

Cerró los ojos y se alejó rápidamente. Confiaba en que el resto de los magos acabaría con sus criaturas sin ocasionar problemas al resto pero no quería verse involucrado con los ojos del basilisco. Esperaba que su sobrina y el resto se encontrasen bien. Él mantendría sus ojos cerrados y el resto de sus sentidos completamente alerta para cuidarse de cualquier contratiempo que pudiese surgir.

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Bajó la varita mágica a la vez que bajaba la caja que Badru había mandado a buscar. Una parte de su ser esperaba que dentro hubiese algo… diferente, no tan peligroso para ellos. Pero, por supuesto, sabía se equivocaba. Prueba de eso fue la demostración de aquella especie de morphos inverso que le había hecho a su cangrejo, para convertirlo en caja, de la cual salió una sirena.

 

¡Una sirena! Ni siquiera lo pensó, simplemente dijo Cantar de Eleboro intentando evitar que el ensordecedor grito de la sirena le hiciera algo. Era una ventaja que la clase tuviera mucha gente, pues siempre habìa alguien que tomaba la iniciativa, en ese momento Bodrik, quien hacía gala de sus poderes y creó un aqueora cubriendo a la criatura. Tambièn habìa sido una ventaja crecer rodeada de amantes de las criaturas, como su padre adoptivo, quien siempre le había dado pequeños consejos cuando se encontrara cerca de alguna criatura en particular.

 

Sintió una punzada de dolor recordándolo, por lo que la aparición de un centauro frente a ella la tomó por sorpresa. Mas no la patada que intentó propinarle, la cual habìa esquivado utilizando el ‹‹salvaguarda mágica›› que había aprendido a usar en cursos anteriores. Si por Emily fuera, pasaría incorpórea durante todo el curso, evitando lastimarse con los ataque sin sentido que algunas criaturas -y humanos - buscaban propinarle. Cada que tenía problemas, pensaba en el salvaguarda y, por lo general, funcionaba para salvarla.

 

El Centauro atravesó la anatomía de Emily, casi perdiendo el equilibrio al haber inyectado tanta fuerza a la patada; casi, pues eso no sería suficiente para frenarlo, ni hacer que se olvide de ella. Aprovechando los segundos que le quedaban siendo una especie de fantasma, Emily corrió un par de metros a la espalda de la criatura, alejándose lo suficiente para poder tomar un respiro y pensar en como enfrentar a la criatura.

 

Tenía un par de opciones, pero la bruja no era lo suficientemente poderosa para muchas de ellas y algunas le tomarían demasiado tiempo, como las semillas de hielo. Intentó recordar lo que había leído la noche anterior en el libro de los druidas, algo que le sirviera. El obsistens parecía la única opción viable, era una invocación y, a la vez, la ayudaría a deshacerse de su atacante. Intentó conjurar aquel poder aun con la presión de un centauro queriendo golpearla nuevamente, cada vez más cerca.

 

Se concentró todo lo que pudo mientras pensaba en el “obsistens”. Un cerco de un luminoso color amarillo emergió para protegerla, justo a tiempo, pues la criatura arremetió nuevamente contra ella, alcanzando a topar el cerco y desapareciendo en el acto. Fue como si una pequeña parte de la presión que sentía se liberara, aunque reconocía que seguramente aquello no había sido lo peor que había enfrentado, su mente nostálgica le había jugado una mala pasada.

 

Se sentó en el suelo en aquel mismo lugar, recuperando el aliento y secando unas cuantas gotas de sudor que se acumulaban en su frente, todavía demasiado asustada y apesadumbrada como para alejarse, ignorando lo que pasaba a su alrededor y la forma en que Sagitas enfrentaría al basilisco evitando mirarlo, algo que había captado su atención y que se había perdido por completo.

Editado por Emily Cartwright

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¿Cómo desperté en el suelo? Con el golpe seco contra la arena, claro, pero me refiero al motivo... En realidad, la postura era cómoda y el caminar rítmico del cangrejo habían conseguido que yo entrara en un sopor agradable que se acabó súbitamente cuando mi cangrejito pegó un salto y medio se incorporó sobre sus patas traseras. Fue así como yo acabé en el suelo, claro, con la cara embadurnada de arena, chirriante en mis dientes. Escupí varias veces hasta que pude abrir los ojos (los cerré varias veces, tener arena en ellos es un handicap). Levanté una varita y tuve que mencionar varias veces el Aguamenti para conseguir un chorrito de agua de la varita que me limpiara la cara.

 

No me culpen, no es que sea mala con la varita, pero es difícil pronunciar bien cuento tienes medio kilo de arena en la boca, pegada con la saliva, que se niega a salir de ella. Pero lo conseguí. Soy muy tozuda, así que, por fin, un chorro de agua consiguió librarme de la arena pegada en la cara y poder abrir los ojos con normalidad.

 

Si lo sé, no lo hago.

 

Al poder centrar la mirada, encontré una Ashwinder que me miraba con fiereza. Me quedé tan quieta como si me hubieran lanzado un Petrificus, respirando apenas. ¿Cómo era posible que hubiera una criatura de este tipo en medio del desierto? Estuve tan quieta tanto rato que me dio tiempo a pensar en ello. Era un animal que nace con fuegos mágicos sin control. ¿Sería posible que allá crecieran sólo con el calor exabrupto de la zona alrededor del Árbol de Fuego? También sabía que se morían a la hora de nacer, con lo que, si permanecía una hora así, quieta, sin moverme, tal vez no hiciera falta defenderme.

 

También sabía que ese tiempo lo invertían en buscar un lugar oscuro y seco donde dejar sus huevos, así que... Giré tan lentamente la cabeza hacia los lados que creo que pasaron lustros hasta que reconocí una caja demasiado llamativa con un nombre. No lo leía desde esa posición y la cabeza torcida, aunque la letra última parecía una "S". Era imposible que... ¡Oh, claro que no! Seguro que la Aswinder había escarbado y puesto allá sus huevos a buen recaudo. No recordaba si la gestación de los huevos era también de una hora pero seguro que la Bicho los protegería mientras estuviera viva.

 

Hubiera seguido el plan de no respirar-no moverme-no parecer viva si mi cangrejo de fuego no tuviera planes propios. O tenía hambre o curiosidad. Su madre estaba lejos para enseñarle los peligros que le rodeaban y yo no hablo Cangrejil. Así que, sencillamente, arremetió contra la Ashwinder.

 

Grité.

 

Rodé por el suelo, alejándome del ataque de la bicho serpientinesco. El cangrejito no tuvo la misma suerte y recibió una mordedura en una de sus patas delanteras. Su gemido fue desgarrador y me dolió como si lo hubiera recibido yo misma. Fue instantáneo, la ashwinder desapareció en una nube de ceniza, no sé porque le tocaba morir ya o porque el cangrejo le lanzó varias llamaradas de fuego por su parte trasera en represalia al dolor recibido.

 

Eso no era bueno. Comprobé el pulso del furioso cangrejo gracias a que había tenido la precaución de traer encima toda la chatarra de los libros anteriores y el Anillo de Amistad con las Bestias funcionaba perfectamente, a pesar del mal humor del bichito. Estaba más o menos bien, así que me dediqué a lo más urgente ahora: no, la caja, no; que le den al UZZA y sus trampas. Lo importante era encontrar el nido de Ashwinders antes de que los huevos eclosionaran. Como había predicho (¿lógica o videncia?), estaban allá, a la sombra de la caja, bajo ella, en el nido escarbado en la arena. Eran de color rojo intenso y el calor era casi visible en la atmósfera del desierto, del que manaba como ondas. Lo notaba a pesar del encantamiento ese, la invocación Ignea, que me había hecho antes para poder tocar al cangrejo. Les lancé un rayo de Semillas de Hielo, aprendido en el libro anterior, para congelarlos. Una capa de hielo los recubrió.

 

Fue entonces cuando me permití descansar y mirar al Cangrejo de fuego. Es un animal fuerte, potente y casi indestructible, pero éste era apenas una cría que apenas había alcanzado el nivel de adolescencia (en términos humanos). Su pierna estaba hinchada y, además, el cangrejo se había tumbado panza arriba, con los ojos cerrados y balanceándose levemente. Debía de sufrir mucho. Dirigí la mirada a la caja y a los huevos congelados. El hechizo no dudaría mucho. Tenía que hacer algo, ¿pero qué?

 

Por orden de desahogo:

 

1: Maldecir al maldito UZZA por sus actos que le iban causar la muerte a aquel cangrejo tan bonito

2: Acordarme feo de Elvis Gryffindor y su compañera por pensar que los Uzza serían buenos maestros. Sabrían mucho, eso no lo dudaba, pero también eran fríos y sin sentimientos, no les importaba matar. Casi lo consideraban un honor, algo que no compartía.

3: Darme una bofetada para pensar y repensar como salir de allá y alejar la idea de que, si el Cangrejito de Fuego moría por mi culpa, no me lo perdonaría nunca.

4: Despotricar contra los Dioses, que debían considerar gracioso hacer que una Tormenta de Arena empezara con fuerza a atacarnos.

 

El desahogo funcionó, al menos porque una idea cruzó por mi mente. Necesitábamos huir de allá y, la verdad, desaparecer no era lo más apropiado, no estaba segura de poder llevarme al cangrejito y por nada del mundo le iba a abandonar. Así que me puse de espaldas a la tormenta, que me llenaba de arena por los sitios más insospechados (no seáis curiosos) y lancé un Incarcerus al Cangrejo.

 

Con una de las cuerdas até el nido congelado en su tripita, algo que no pareció gustarle. Con la otra cuerda, até la caja llamativa también en el mismo lado del caparazón; sólo faltaba que no la trajera y el Uzza me mandara volver a buscarle, lo que haría que le lanzara un escupitajo de rabia, seguro, que me conozco cuando estoy enfadada. Así que era mejor llevarlo encima. La tercera cuerda la até al cangrejo en torno a sus patas delanteras por un lado y por el otro, me la até por debajo de mis axilas. Ahora, con la tormenta encima y sintiendo mil areniscas arañando mi cara, sólo podía intentar algo que no había hecho en mi vida:

 

Pensé en un Fulgura Nox.

 

Sabía la teoría de memoria y era vital que saliera bien, así que pensé en el destino: junto al árbol del Fuego, en aquella plaza donde el Uzza impartía sus clases.

 

Se abrió un portal luminoso desde el que pude ver el Árbol y a algunos de los estudiantes, la tormenta de arena atravesó también el Portal. Me volví al cangrejito para darle ánimos.

 

-- Vamos con mamá, amiguito. Episkey, Episkey...

 

Sabía que no servía para el veneno de la serpiente, pero supuse que mal no le haría al cangrejo. Así que tiré de la cuerda e intenté caminar. El cangrejito sería pequeño para su especie pero, ¡demonios! era enorme para mí y mis fuerzas. Pero soy tozuda, así que estiré.

 

-- ¡Un poco más, cangrejito, no te muevas tanto! -- ciertamente, al cangrejo no le gustaba verse arrastrado de espaldas, con objetos sobre su barriga y sin poder darse la vuelta. Seguí estirando hasta cruzar la puerta. Me tiré al suelo y me di la vuelta. Estiré con mis manos por la cuerda, sin pensar en ningún hechizo mágico que me ayudara, gritando al Uzza: --¡Aquí está su maldita caja!

 

Conseguí que el animal cruzara el portal antes de que se cerrara. La tormenta de arena desapareció y el animalito se bamboleó. Desaparecí las cuerdas incómodas, tiré la caja al suelo y puse los huevos de Ashwinder a su lado, después me puse a mirar la pierna del animal. Seguía hinchada.

 

-- ¿Alguien me ayuda? -- grité a los alumnos. Seguro que estarían sorprendidos, o tal vez no si conocían mi fama de rara. -- ¿Alguien tiene un bezoar? ¡¡Godric!! -- ¿Ahora le llamaba por su nombre? ¿Ya no era "El de la Logia"? -- Deja que su madre lo calme, por favor.

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Escuchó su nombre. La voz fue fácil de reconocer pues la había estado escuchando cada segundo desde que había llegado frente al Uzza. Dudó si abrir o no los ojos pero decidió hacerlo de cualquier forma, no sentía un real peligro por ahora. Movió su varita con precisión acostumbrado ya a actuar bajo presión. El ‹‹Morphos›› que había pronunciado transmutó algunos restos de la caja donde se había encontrado su acromántula en una pequeña piedra.

Tomó el bezoar con rapidez y lanzó con fuerza a Sagitas la cual no se encontraba demasiado distante. Esperaba que la vida de Circo de la bruja le hubiera dado reflejos necesarios para atrapar la cura que le lanzaba. Por otro lado, quitó de todo control a Clair, su cangrejo de fuego, para que pudiera dirigirse a calmar y cuidar de su hijo. No temía que se comportara bruscamente con el resto de los magos después de todo ya se había acostumbrado a su presencia... aunque no estaba del todo seguro que tuviera buena relación con Badru sabía que no le atacaría.

Encárgate de tu caja, yo cuidaré de los cangrejos— gritó con un tono entre autoritario y cooperador.

Sospechaba que el basilisco saldría en cosas de segundos. Se acercó a los cangrejos de fuego y se concentró pensando en un Haz de la noche, abrió un portal hacia otro lugar. Sí, la distancia que recorrería sería casi una burla pero no confiaba poder trasladar seguro dos cangrejos de fuego. No sabía que saldría de la caja de Elvis y con un posible basilisco cerca, sería como ir caminando por un campo minado.

Cruzaron el portal que los llevó al otro extremo, cerca de donde se encontraba Badru con los nuevos. Suponía que el Uzza servía como un escudo natural por lo que esconderse en sus espaldas resultaba lo más seguro para terminar de curar a CamoñaDura y tranquilizar a su madre. Aun preocupado por aquellas criaturas vió como su sobrina se encontraba sentada en pleno campo de batalla, solo esperaba que pusiera suficiente atención a su alrededor para no verse en peligro.

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—Se quieres decirlo, dilo, dilo —retó a su esposa en tono de broma.

 

No es que le desagradara ser visto sin capa de viaje, sino prescindir de ella dejaba a la vista la espada cadavérica en su espalda. No es que de por si fuera peligrosa, sino que esta en un momento de urgencia podía servir como un movimiento de emergencia. Algo poco esperado, un movimiento para conseguirle algo de tiempo. Pero así, vista por todos, no podía ser utilizada más que para llevar acabo una batalla sin varita mágica; cosa que seguramente no llegaría a suceder.

 

Poco le importó la actitud del Guerrero. Bastian no estaba aquel día buscando amigos, sino conocimientos. Había pagado por esos conocimientos y el no decir su nombre o no ser lo suficientemente preciso no representaban ninguna diferencia. En público él representaba, de cierta forma, aquellos estándares ridículos de honorabilidad de aquel pueblo. Mientras su mente lograra captar aquellos conocimientos sería suficiente.

 

—Bodrik disculpa, no me había fijado —murmuró el mago cuando se hubo consciente de todas las personas que estaban cerca.

 

Tratar con plantas le gustaba bastante. La herbología era otra rama de la magia que le gustaba y seguramente aquellos lirios de fuego no serían cosa diferente. Badru invocó aquellas flores mágicas flotantes en frente de cada uno de los "novicios" y le explicó como funcionaba todo ese asunto del polvo de lirios.

 

Movió la varita mágica de forma casi imperceptible. Se concentró para localizar el sitio exacto en donde se encontraba el frasco de cristal que llegó junto a su libro. Sus manos se movían con soltura. Jamás antes había manipulado los lirios pero le era muy fácil. Antes si que había retirado el polen de muchos otros herbolarios. Depositó con cuidado el polen en frasco.

 

Se llevó las manos a los oídos de forma automática, sin siquiera pensar en lo que estaba haciendo. Por suerte para él ya había guardado el frasco en la bolsa de moke que colgaba de su cuello. Pequeña por fuera pero infinita por el interior. En sus manos se podían ver tres anillos Arcanos que en su interior tenían el dibujo azulado de una pisada de tigre. Por lo demás, su mano estaba libre de cualquier tipo adorno. Los anillos uzza estaban guardados en esa bolsita que tenía la capacidad de volverse intangible por un segundo. Bastian pasó su mano por aquella bolsa -atravesándola- y el anillo salvaguarda contra miradas se solidificó en uno de los dedos libres. No estaba demás tenerlo cerca. Antes de eso, como era de esperarse, se concentró en las palabras del libro y las pronunció con mucha concentración

 

Cantar de Eleboro. Fue imprudente aquello que acabas de hacer, Bodrik.

 

> pensó cuando escuchó las palabras de la bruja. Un bezoar podía servir, si. Pero en ese momento habían formas más adecuadas de curar heridas y venenos. Extrajo una pluma de fénix de un bolsillo del pantalón. La estrujó y sobre su cabeza apareció Ra en un estallido de fuego.

 

—Ve y ayuda a Sagitas

 

El ave voló en dirección al lugar en donde estaba la bruja y le ofrecería una de sus lágrimas. Estrujó otra pluma, la de Vulcana, y en un segundo su otro fénix apareció de la misma forma en que el anterior. En esta ocasión, se quedó volando sobre la cabeza del mago.

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No conocía el motivo, pero por alguna extraña razón en aquella clase parecía que el tiempo pasaba mucho más rápido. Estaba concentrado y escuchaba a cada uno. Sabía las preguntas que habían hecho mis compañeros y la respuesta que les había dado el Maestro Uzza, pero mis pensamientos se iban rápidamente a otros sitios, siempre relacionados al Libro del Druida.

Le dirigí una sonrisa a mi prima Sagitas, por su comportamiento de querer tranquilizarse, pero también sabía muy bien que aquello no iba a durarle mucho, más que aún todos seguíamos ahí y el extranjero no parecía querer cambiar de postura. Miré dónde se encontraba mi cangrejo y me acerqué hacia el, al parecer y por suerte, nos estaban diciendo lo que seguía.

Escuché con atención lo del anillo nuevo que había tenido, sería grandioso, porque se sumaba al otro anillo, al de escuchar. De ahora en adelante, nadie podría ni verme ni oírme si deseaba que fuera así. Sonreí al pensar sobre ésa idea y levante la mirada. Teníamos que recorrer muchos metros, no entendía porqué encima del cangrejo, pero haría caso porque ahí era un alumno más. Pero el Uzza era mucho más que atrevido y en vez de usar una orden verbal, lo hacía por medio de un hechizo.

Conocía bien el orgullo del pueblo Uzza. Sabía que para que éstos se sintieran orgullosos y satisfechos, teníamos que recurrir a la magia guerrera, porque así lo hacían durante milenios. Tenía montones de opciones de defenderme de aquella llamarada. Incluso vi que una compañera usaba la barrera de agua perteneciente a nuestro bando, pero si tenía la oportunidad, tenía que usar los que me permitía el libro.

Me centré en un Obsistens. Una barrera roja como el fuego, con algunos destellos en dorados apareció delante de mí, brillando tan fuerte como el sol. Detuvo la llamarada con un estallido, resistiendo como si fuera del material más duro sobre la faz de la tierra. Mientras éste desaparecía, murmuré un —Orbis Bestiarum— para ordenarle al cangrejo que me permitiera utilizarlo como medio de transporte. Era un poco más chico que un caballo, incluso más incómodo pero era lo que teníamos.

 

Ya entiendo porque los Uzza crearon éste poder. Ellos viven con el calor. Nosotros con la niebla, lluvia y frío —comenté en voz alta, como si estuviera perdiendo un pensamiento. Mis compañeros ya estaban a la marcha como yo, encaminándonos hacia aquella caja que teniamos que buscar luego de varios metros recorridos.

 

Asi hicimos ése viaje. Mi prima Sagitas se había acomodado como recostada. Emily y Goderic estaban tranquilos junto a Bodrik. Me alegraba participar junto a ése grupo. Al principio había pensado que el camino de los libros iba a ser solitario, pero siempre había estado junto a compañeros de la Orden del Fénix, eso significaba que ibamos a crecer como grupo, que estábamos reforzando nuestros ideales y creencias. Lo malo es que los mortífagos tenían ésa misma magia tambien disponible.

 

Tomé la caja. Sentía que algo se movía dentro. Sin embargo retorné la marcha un poco más atrás que los demas. El sol y la arena estaban brillando de más. Ya que tenía libertad, me tomé el atrevimiento de lanzarme aquellos polvos que me ayudarían a protegerme. El Polen de Lirios de Fuego era eficaz. No sentía tanto calor y la arena no parecía afectarme. Incluso el caparazón del cangrejo no se sobrecalentaba. ¿Me serviría contra el fuego enemigo? Estaba seguro que de ahora en adelante, la situación cambiaría a por cómo terminaba con los encuentros con los indeseables.

 

Me acercaba cada vez más. Algunos compañeros ya abrían su caja. ¿Qué había dentro?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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-- ¿Ein? ¿Mi caja?

 

No entendí lo que me decía Goderic hasta que me fijé en la caja que llevaba mi nombre y que había quedado tirada en el suelo, con la tapa medio torcida, dejando ver el contenido a alguien puesto que estaba de lado para mí. Ahora no era lo importante lo que hubiera guardado allá nuestro maestro. El Uzza hablaba y, como respeto, debía escucharlo. La verdad es que no lo hacía. Goderic acababa de conseguir un bezoar de alguna manera y me lo había lanzado. Aproveché que Badru me daba la espalda mientras explicaba algún hechizo y salté, en plan funambulista, para recoger la piedra y guardarla a mi espalda, justo cuando se daba la vuelta.

 

-- ¡Qué demonios! -- exclamé. La pata de cangrejito se hacía más gorda, si cabe, así que ignoré al Uzza y me fui a su lado y le metí la piedra en el hocico. Se lo cerré fuertemente con las manos para que no lo escupiera. Sólo cesé en mi empeño cuando sentí relativamente el gruñido de su cangrejo mamá. El de la Logia (ya recuperó su mote, tras su ayuda) dijo que él cuidaría de los cangrejos mientras yo me encargaba de mi caja. -- ¿Por qué?

 

Hem... Tal vez debiera haber hecho más caso al Uzza o tal vez éste, al ver que le ignoraba, me acababa de hacer una jugarreta. Temblaba, sí, se movía mucho porque de aquella cajita estaba saliendo un bicho enoooooorme. Lo reconocí en el acto y creo que me dio un golpe de calor. Me puse blanca y creo que si me hubiera desnudado y tirado al suelo, me hubiera confundido con la arena. Pero por un lado, yo no me desnudo delante de desconocidos; por otro lado, creo que no era la respuesta que prefería el Uzza.

 

-- ¡Demonios parlanchines! ¿Ya sabe Elvis que tiene bichos tan peligrosos en su clase? -- grité. -- ¡Obscuro!

 

Salió una cinta que se dirigió a los ojos del Basilisco que me había puesto como prueba aquel Uzza. No es que fuera la mejor de las defensas, por supuesto, ya que evitaba que me viera y quedar petrificada por su mirada, pero no impedía un ataque furioso mientras intentaba quitarse la venda de los ojos. Pero no había podido pensar en nada mejor, puesto que un chillido infernal me pitaba en los oídos. Era una lata no sentir nada más que ese pitido; tal vez me había entrado agua en ellos cuando me hice el Aguamenti. Sin embargo, un leve movimiento en un instante que volví a rodar por el suelo (sí, cuando me duchara, seguro que llevaba arena para llenar la bañera) me hizo notar que había una Sirena chillando. Me tapé los oídos y volví a esquivar al ofidio gigante. El Uzza demostraba una vez más su falta de sentimientos, su falta de humanidad, su gusto por la muerte...

 

Aquella Sirena chillaba porque se moría desecada. No hay nada peor que recibir el sol de esta manera tan directa para una criatura marina. Hubiera provocado lluvia con mis conocimientos de meteorología si hubiera tenido tiempo, pero los coletazos del basilisco eran tan violentos que en breve se le caería la venda de los ojos y el peligro se multiplicaría.

 

-- ¡¡Gracias!! -- le grité a Bodrik cuando noté que le daba agua a la sirena. No reconocí el hechizo pero era efectivo en parte, puesto que la mojaba. Los sonidos desgarradores bajaron un poco de nivel. Aún así, seguían siendo inaguantables y necesitaba concentrarme en cómo solucionar el problema del Basilisco. Se me ocurrió que podía llamar a los enanos del Circo y que estarían allá en segundos pero la certeza de que al Uzza no le gustaría la ayuda exterior y que me suspendería, me hizo desistir en el último instante cuando ya empezaba a nombrar a Harpo, mi elfo, para que los trajera. Por lo contrario, usé un Silencius que apagó, al menos momentáneamente, aquel llanto horrible de la sirena.

 

Ahora tocaba el Basilisco. ¿Qué había dicho el Uzza sobre él? No le había hecho caso, seguro que me había perdido algo importante; ahora ya no estaba segura si había dicho que el hechizo funcionaba o no. De todas maneras, ahora me encontraba hechizada por el vuelo de un fénix. Había sentido la voz de Bastian y apareció al instante, así que supuse que era suyo. ¡En verdad era precioso! Lástima que no tuviera tiempo de agradecerle la ayuda al cangrejito, puesto que el Basilisco seguía buscándome con ganas y en instantes daría conmigo.

 

Al menos el aleteo del animal atrajo su atención y conseguí alejarme un poco más de la criatura. ¿Cómo inmovilizarla sin acabar con ella? No iba a matarlo, si es lo que pretendía ese Uzza. El problema era dar en cómo pararlo. En breve conseguiría mostrar sus ojos amarillentos y no me apetecía morirme, así que debía pararlo como fuera. Menos mal que las Aves Fénix son inmunes a este tipo de bichejos...

 

-- Vale, Sagitas, improvisa...

 

Sí, hablo conmigo misma cuando estoy nerviosa.

 

-- Su piel dura repele hechizos -- me dije, hablando para mí, recordando las características que me repetía una y otra vez el cuidador de los animales del Circo. -- Un golpe de su larga cola puede hacer tanto daño como su mirada. Su sentido del oído es muy fino. No es domable excepto por su cuidador después de muchos años de trato continuado -- algo que no pensaba dejar que pasar con éste. -- Sólo el canto de un gallo puede con él.

 

Abrí los ojos, encantada. Estaba segura que el Guerrero Uzza quería que todos usáramos el hechizo aquel, el obsidiana... No, era Obsistens. Pero lo deseché, no porque no supiera usarlo sino porque sabía que si el Basilisco me atacaba, desaparecería y no podía permitir que un animal así de bello (sí, era un ejemplar bello; letal, pero hermoso) muriera sólo para no morir yo. No podía cambiar una vida por otra. Eso lo sabíamos todos los Sacerdotes y Sacerdotisas.

 

Sonreí y lancé una mirada pícara a Badru.

 

-- Morphos -- toqué la caja donde había estado guardado el basilisco y se convirtió en un antiguo tocadiscos. Me encantaban los objetos musicales muggles. Hubo un tiempo que me había tirado horas y horas escuchando a un grupo llamado The Beatles en uno parecido a éste. -- Morphos.

 

Ahora le tocó el turno a la tapa, donde ponía mi nombre. Se convirtió en un disco de vinilo titulado "Animales de granja". A veces jugueteaba con mi hijo Ithilion cantando los ruidos de los animales. Me puse a tararear mientras le daba cuerda al tocadiscos (sí, ya he dicho que era antiguo y, además, en aquel lugar no podía esperar que hubiera electruticilad, que era lo que usaban los muggles. Giraba y giraba y me puse a cantar a la vez que salía música del tocadiscos:

 

El gallo Pinto se durmió

shhhhhhhhhhhhh......

El gallo Pinto se durmió y

esta mañana no cantó, todo

el mundo espera su cocoricó,

el sol no salió porque aún no lo oyó.

El gallo Pinto se durmió

y tuvimos que despertarlo, entonces cantó:

Kikirikí, Kikirikí, Kikirikóoooooooo

 

Sonreí, feliz, al ver que el Basilisco, que ya se había quitado (o tal vez había desaparecido) la venda, salía huyendo y se perdía en el horizonte. Era tan grande que aún le pudimos ver la cola durante un rato. Me giré satisfecha, frotándome las manos delante de mis compañeros.

 

-- Obsidianas a mí, ¡ja! Elvis, espero que podáis encontrar al pobre animalito antes de que se esconda en alguna cueva y genere alguna leyenda sobre algún monstruo en el Ateneo. Si quieres, te dejo a mis encargados del Circo, seguro que lo encuentran en un momento.

 

Después miré al Uzza y le hice un saludo con la cabeza.

 

-- ¿Qué más nos enseñas, Señor Guerrero?

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