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Libro de los Druidas


Badru
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No le sorprendió para nada la actitud del Uzza , aunque el evidente desdén que tenía para con su esposo si le llamo en algo la atención ¿Acaso entre los dos hombres había sucedido algo de lo que ella no estaba enterada? Entrecerró los ojos ligeramente y descarto la idea, hace nada el peliblanco le había dicho que no conocía de nada al guerrero. Apartando esos pensamientos la ojimiel volvió a prestar atención a en la clase, frente a ellos se encontraban levitando tres ejemplares de lirios de fuego.


—Hola Bodrik… —saludó la castaña mientras sacaba un pequeño frasquito del bolso que colgaba de uno de sus hombros . Luego de aquel pequeño saludo la mujer se concentro en guardar el preciado polen en el frasco, lo observó y tras una fortuita con su varita este fue a parar en su pulsera, misma que tenía todos y cada uno de los amuletos que venían en los libros. La bruja había hechizado la pulsera de tal manera que los amuletos parecían ser simples dijes colgando de ella.


Sin apenas darse cuenta la castaña se había unido al resto del grupo, los observó por un momento reconociendo a un par de ellos, Sagitas con su inconfundible melena violeta y su capacidad innata de meterse en problemas y Elvis el director de la Universidad. Al otro mago y bruja no los conocía. Luego su mirada bajo hacía las cajas que cada uno tenía cada uno de sus compañeros de clases, estas tras unas palabras de Bradu empezaron a temblar. Instintivamente y debido a experiencias anteriores la ojimiel se tensó y concentro su atención en los objetos.


Cuando estos se abrieron dejaron escapar varias criaturas que se lanzaron a atacar a los alumnos y de la caja del Uzza salió uno sirena que empezó a gritar, un grito agónico, desgarrador. La ojimiel se llevo las manos a sus oídos y en rostro se podía notar el daño que el canto de la sirena le estaba haciendo, al ser una vampiresa sus sentidos eran más agudos, sentía que sus tímpanos se romperían en cualquier comento y el dolor no le permitía concentrarse.


—Cantar de Eleboro —dijo en un susurró y al instante dejo de escuchar los alaridos de la sirena, se incorporó moviendo la cabeza con la intención de aclarar sus ideas —Ahora recuerdo porque odio estas clases… Siempre intentan matarnos —dijo la bruja observando como los demás miembros de la clase se las ingeniaban para mantener a raya a las criaturas que habían emergido de las cajas. Por el momento no consideraba que necesitaran de su ayuda, aunque se mantendría atenta por si alguno necesitaba una mano.

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De un saltó, salí de encima de mi cangrejo de fuego. Ya lo había cabalgado demasiado tiempo y tenía casi dormida mis piernas. Mis muslos no se habían podido acomodar nunca por encima de aquella piel endurecida, asi que estaba seguro que si seguía encima una hora más, hasta me saldrían ampollas. El efecto de los lirios estaban dejando su efecto, porque había empezado a sentir el calor de nuevo.

Pero algo diferente estaba sucediendo en medio de la clase, y por esa misma razón, dejé atrás a mi animal que había usado de transporte, para ver lo que estaba sucediendo. Miré al Uzza y parecía tranquilo, asi que seguramente todo era parte del plan. Pero mis compañeros no la estaban pasando demasiado bien, aunque si me gustaba verlos en acción. Verdaderamente los libros estaban funcionando como se había intentado hacer. Sobre todo presté atención a lo que exclamaba Sagitas.

No, no te preocupes. Si supieras cómo funcionan aquí las cosas, sabrías que nosotros los directores no tenemos nada que ver —exclamé con una sonrisa, empezando a darme cuenta de lo que estaba pasando por allí. Cada uno de los chicos se estaba enfrentando a un animal. Y curiosamente cada uno había tenido una caja como la que portaba en mis manos—. Lo que si espero, es que no le pase nada a ustedes. Eso si que requeriría horas de leer cartas y escribir informes

Comenté a mi prima, acercándome a lo que podría ser el escenario donde se estaban explayando los animales. Y asi fue como arrancó el mio. ¿Había sido Badru? ¿O las cajas se activaban solas? La cuestión es que se había materializado un Erumpent ya enfurecido. Aquellas criaturas no atacaban de serlo necesario, asi que estaba seguro que era parte de la actividad. Mi varita ya se encontraba aferrada entre mis dedos cuando éste detuvo la mirada en mi. No nos separaban muchos metros, asi que no tenía demasiado tiempo para pensar. Levanté mi varita apuntándole a la cara, aunque sabía que era algo que no iba a funcionar.

Las Flechas de Fuego salieron disparadas contra el Erumpent sin hacerse esperar. Mis pensamientos la habían invocado y ahora los filamentos llameantes iban directamente contra la criatura, pero cuando impactaron en su dura piel, no le hicieron nada mas que detenerse, hacer un paso para atrás y volver a cargar contra la marcha, más enojado. Tenía muchos opciones, pero conociendo a los Uzza estaba seguro que sería todo mejor si usaba los poderes de sus libros. Por eso que tenía que neutralizar a mi oponente y eso hice, volviendo a recurrir a mis pensamientos, una gran ventaja que tenía los poderes de los libros Uzza.

Ésta vez lo que salió, fue una arenilla demasiado fina, que brillaba al sol, y tan clara como la nieve, Arena de Hechicero. Parecían diminutos diamantes que al hacer contacto con el aire, despidió una luz tan fuerte como el sol. Eso impactó de lleno en el animal, haciendo que éste quedara totalmente ciego. Tal vez no era buena idea, porque la bestia jadeó, golpeó fuerte sus patas contra el suelo y continuó su camino. Pensé que incluso era peligroso por si alguno se cruzaba y éste le clavaba el cuerno. Pero me di cuenta que estaba solamente jugando. Que debería demostrar mucho más rápido como recurrir a lo eficaz.

Lamento si la intención era mantenerlo mucho más tiempo —no iban dirigidas a nadie en particular. Era solamente una idea, pero pensé el único hechizo nuevo que me serviría para aquel caso. Algo me decía que el Oppugno no hubiera sido de utilidad. Ni mucho menos el Orbis Bestiarum. Asi que reformulé en mi mente un Obsistens. Un cerco enorme aparecio delante de mi. Era rojo escarlata y tenía algunos brillos dorados. Y cuando el Erumpent siguió corriendo, ya que no tenia ojos para ver la barrera que se había interpuesto, ésta lo absorbió tan solo chocar contra él. No hizo demasiado ruido de explosión, sino de succión—. Maravilloso.

Comenté al ver lo útil que era. Sagitas había vencido un basilisco. La pelivioleta tal vez no lo veía, tal vez pensaba que todo eso la había puesto su vida en peligro, pero se estaba volviendo más fuerte. ¿Algún día se animaría a enfrentarse a mi? Los duelos eran lo que siempre necesitaba en mi vida, me producía la adrenalina que necesitaba, y más cuando se trataba de mis seres cercanos.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Una sonrisa se dibujó en sus labios. ¿De qué otra forma podía Sagitas librarse de un Basilisco? De ninguna que la representara tanta. A él jamás se le hubiera ocurrido aunque aquella estrategia tenía mucha lógica. Él hubiese tirado por lo fácil, invocar a un par de gallos utilizando su varita mágica para tal cometido.

 

Decidió continuar por su cuenta y utilizar uno de los poderes que sabía estaba escrito en el libro. Se trataba de un hechizo cuyo objetivo era invocar el polen de los lirios de fuego que estaban en aquel frasco de cristal que previamente llenó con la ayuda de la flor que invocó el Guerro Uzza.

 

Ignea —dijo Bastian dirigiendo la punta de la varita hacia su persona.

 

Mientras la lluvia de polen comenzaba a cubrir todo su cuerpo, dio varias bocanadas para asegurar que además sus órganos internos resultaran protegidos contra el fuego. Tosió un par de veces tratando de despejar su tráquea. ¿Porqué las cosas útiles siempre resultaban molestas y desagradables?

 

—¿Te gusta mi fénix, guapa? —preguntó el mago.

 

Se había acercado a Valkyria luego de volverse inmune al fuego. El primer fénix que invocó, luego de ayudar a Sagitas, regresó y en esta ocasión se colocó encima de Valkyria para protegerla. En cualquier momento, si se daba la urgencia, los animales podían transportarlos a un lugar seguro. Él aún no se sentía preparado de abrir un portal ¿Y si terminaba en un lugar desconocido y mucho más peligroso?

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Escandalizado por el accionar de una bruja, giró su cabeza de manera violenta para acribillar con la mirada a quien fuera que se hubiera atrevido a minimizar una de las trabas que había puesto al grupo más experimentado. La oscuridad de sus orbes abrazó con ira los de Bodrik -así escuchó que la había llamado otro de los presentes- advirtiéndole de su muy errada creencia de tener autonomía sobre la clase. De haberse dejado guiar por sus deseos, hubiera invocado las fuerzas del caos para deshacerse de la alumna. Pero la irritante voz en su cabeza le repetía una y otra vez “autocontrol”.


—¡Expavescerent!— bramó con una notoria vena resaltando en su cuello. La esfera de agua invocada sobre la sirena se evaporó elevando al cielo una nube aún más ardiente que la temperatura natural. Desde entonces ninguno de los presentes podría invocar el mismo hechizo pues el escenario lo rechazaría en cada intento. Las facciones endurecidas de Badru se mantuvieron en línea recta hasta la posición de Bodrik. Hasta ese momento nadie lo había hecho molestar tanto —Su generosidad no la llevará a ningún lado en mi clase, señorita — advirtió secante ahorrándose los improperios que afloraban de su lengua ansiosos por manifestarse.


Para más contradicción, negar el aqueora no le sirvió de mucho dadas las extremas condiciones en las cuales se veía envuelta la criatura marina, quién murió al instante apagando definitivamente su ensordecedor grito. Badru le miró, resopló y elevó la mirada una vez más al horizonte, ahí donde comenzaba a perderse el basilisco que surgió de la caja de Sagitas. El silencio se apoderó del ambiente dejando destacar el zumbido de las ligeras ráfagas de viento que arremetían contra las figuras del lugar, todas expectantes por la actitud defensiva que había adoptado el guerrero.


Cuando quiso volver a manifestar su voluntad, esa molesta vocecilla rompió el silencio. Atravesó el suspiro con los ojos cerrados procurando no callar a Sagitas haciéndola tragar toda la arena del desierto. El hecho anterior lo había llevado al límite, podía sentir cada extremidad ardiendo, producto del enojo. Ni siquiera otros guerreros Uzza se atrevían a manipular su clase, y de pronto una mujer osaba pasarle por encima sin ningún motivo. Comenzó la terapia de tranquilidad aligerando la tensión en la diestra, ahí donde estuvo a punto de romper el núcleo de su varita. Luego habló, con voz tranquila pero misteriosa, como de alguien que se prepara para desatar el apocalipsis.


—Ya están listos para la prueba — procuraría no desquitarse con ese grupo. Trataría de no descargar su rabia colocando las mil y una traba para que no pudieran aprobar y tuvieran que verle la cara en un nuevo curso, realmente haría un esfuerzo por no caer en sus más oscuros deseos. Deshacerse de su varita fue el primer paso para continuar con la decisión que había tomado. Los llevaría a otro lugar donde presentaran su prueba, uno lo suficientemente apto para su nivel como para que tuvieran que ingeniárselas y a la vez sufrir tratando de pasar las trabas del camino. Para ello invocó cuatro portales.


A través del hechizo Fulgura Nox, que no necesitó pronunciar, hizo aparecer un portal frente a cada uno de los elegidos. Sagitas, Emily, Elvis y Goderic tendrían el privilegio de pasar a la prueba y demostrar que eran merecedores de su aprobación respecto al dominio del libro. Cada uno los llevaría a un escenario que tuvo que definir mentalmente en cuestión de segundos, pues todos parecían entusiasmados por escapar de ahí luego de verlo malhumorado.


—Preparen su artillería pesada, la necesitarán — dijo a modo de despedida poco antes de darles la espalda y enfocarse en el trío de recién llegados.


Para ellos ya había preparado una actividad sencilla en la que podrían seguir disfrutando de las elevadas temperaturas del ambiente. Utilizando sus dos poderes en criaturas, cerró los ojos para concentrarse en lo que deseaba y un segundo más tarde apareció un Vipertooth Peruano acompañado de un Colacuerno Húngaro ansiosos por calcinar a la tríada aprendiz. Ambos dragones representaban la ira reprimida del guerrero Uzza que optó por apoyar su espalda en el tronco del árbol de fuego mientras veía el desenvolvimiento de sus pupilos frente a semejantes criaturas.


Él podía controlarlos a través del amuleto dragón que colgaba de su cuello. Se comunicaría con ellos para darles ciertas instrucciones de ser necesario. Pero inicialmente dejaría que las bestias se divirtieran. Ya habían preparado sus envases con polen de lirios. Era el momento indicado para utilizarlos.


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Contuvo una exclamación al ver como un hermoso ejemplar de Erumpent era absorbido por un el hechizo que Elvis hábilmente había usado para deshacerse de él, sabía que quizá el mago no tuvo oportunidad de pensar alguna otra manera de librarse de la criatura, sin embargo no podía dejar de sentir cierto pesar al verla desaparecer ¿A dónde irían a parar? ¿Solo desaparecían y ya? Fueron las preguntas que quedaron flotando sin respuesta en su mente y que sin duda se las haría al Uzza, si iba a usar ese hechizo en contra de criaturas debía saber a dónde iban a parar.


Tan concentrada había estado que se sobresaltó al escuchar la voz de su esposo tan cerca de ella y más aún cuando un fénix se posó con suavidad sobre su hombro. La bruja inconscientemente empezó a acariciar al ave.


—Me asustaste… —dijo mirándolo ceñuda —Por supuesto que me gustan… aunque más me gusta su dueño —añadió dedicándole una sonrisa, aunque esta no duró mucho tiempo así como tampoco la charla con su esposo.


La voz del guerrero Uzza volvía a reclamar la atención de la mujer. Escuchó el regaño que le propinaba a Bodrik, quien sin ser su intención había hecho enfurecer al hombre, mismo que armándose de paciencia abrió cuatro portales para enviar a la prueba a los estudiantes que habían estado antes de que la pareja Karkarov y Bodrik llegaran.


—Pero que insoportable… —susurró y al darse cuenta de que su esposo podía mal interpretar sus palabras añadió de inmediato —tu no cariño… —hizo un gesto con la cabeza hacía el Uzza que parecía estar concentrándose en algo que seguramente no era bueno para ellos.


Segundos más tarde aparecieron dos dragones, a uno de ellos lo reconoció apenas verlo, la raza del segundo no tenía ni idea, aunque eso daba igual lucían furiosos y sus ojos estaban puestos en ellos. Atónita por la presencia de las dos criaturas la castaña aferró con algo de fuerza el antebrazo del Karkarov. Acto seguido las dos enormes y irascibles criaturas se abalanzaron hacía donde ellos estaban, por lo que superando la sorpresa inicial y obligándose a pensar con rapidez la bruja movió su hombro hacia arriba en una clara señal para que el fénix volara y se pusiera a salvo, luego de eso al sentir el calor de una llamarada enviada por el Colacuerno estaba casi por alcanzarla se concentró en una Salvaguarda Mágica.


Intangible como estaba, el fuego la atravesó sin causarle daño alguno. Quizá lo más sencillo hubiera sido usar aquel útil hechizo que había usado Elvis, pero se negaba a enviar a quien sabe donde a unos dragones tan lindos, tendría que haber otra forma de controlarlos. Por lo pronto y previniendo nuevas llamaradas la bruja opto por usar el Polen de los Lirios de Fuego, los roció en su ropa y aspiró un poco de los mismos para proteger sus órganos internos.


—Amor… ¿puedes controlarlos como a Drogon? —Preguntó, su esposo al igual que ella lucía intacto. Buscó con la mirada a Bodrik esperando que ella también se encontrara bien. —Bodrik… —Llamó —¿estás bien? —Preguntó mientras más llamaradas iban en su dirección, aunque esta vez el fuego no la atravesaría, pero tampoco la quemaría.


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—Ahora la gente se asusta de cualquiera cosa —bromeó.

 

Regresó a la suyo en cuanto Badru comenzó a maquinar los obstáculos a los que tendrían que enfrentarse. En primer lugar observó aparecer los portales que estaban destinados a quienes llevaban más tiempo en aquella clase. Ellos, aparentemente, dominaban ya el control del Libro de las Druidas y estaban listos para ser sometidos a una prueba en donde demostrar su habilidad con aquella magia defensiva.

 

—Ambos sabemos que no puedo ser insoportable, cariño —contestó con una sonrisa pícara en el rostro.

 

La forma en que reaccionó fue casi instintiva. Tomó en sus manos un poco del polen que extrajeron de los lirios de fuego y lo lanzó al aire. Aquel polvo lo cubrió completamente y mientras aún estaba en el aire Bastian dio varias bocanadas para asegurar estar además protegido desde el interior. Lo hizo justo a tiempo.

 

Observó a su esposa volverse intangible con el poder de una salvaguarda. La llamarada que iba dirigida hacia los tres hechiceros actuó de forma diferente en cada uno. En Valkyria simplemente la atravesó aunque ella fue lo suficientemente lista para también usar el polen de los lirios. No se fijó como Bodrik es que se defendía del aliento del dragón. En él el fuego se consumió sin hacerle ningún tipo de daño.

 

Nuevamente atravesó la bolsa de su cuello y extrajo el anillo de amistad con las bestias. No le permitiría, ni mucho menos, un control total sobre el dragón. Sin embargo si que le daría la posibilidad de confundirlo y al menos iniciar una batalla. No pudo.

 

—Lo siento... no puedo —y contuvo con todas sus fuerzas su frustración. No había otra alternativa.

 

Pensó en un Obsistens cuando comprendió que el colacuerno no se estaba volviendo más grande, sino que estaba arremetiendo contra ellos. Una barrera mágica escarlata apareció a su alrededor. El dragón se esfumó en cuanto su cuerpo colapsó contra aquel hechizo que antes había leído en el libro de hechizos. Bastian no estaba seguro si iba a poder perdonarse lo que hizo con aquel bello dragón

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-Odio este calor. – Los delgados dedos del mago sacudieron su cabello negro, donde ya varias gotas de sudor caían sobre su tatuado cuello. Axel caminaba lentamente dentro de la Universidad, o por lo menos eso creía. No tenía ni la más remota idea de los guerreros Uzzas, solo recordaba lo que el maestro Báleyr menciono la última vez que lo vio, que los poderes de la naturaleza podrían ayudar a aumentar su poder como Nigromante.

 

Axel no entendía realmente a que se refería el tuerto con aquellas palabras, pero sabía que algo tenía que ver con los Uzzas, así que tendría que investigar un poco y honestamente estaba deseoso de una nueva aventura. Había leído un poco los hechizos de aquel libro por lo que estaba entusiasmado. Pero la zona donde se encontraba poco a poco carcomía aquel júbilo de aprender, el brillante sol y la temperatura eran los peores enemigos para el joven Rexdemort, oriundo de las tierras del norte donde el frio podía quemar en los más crudos inviernos. Ese lugar era completamente opuesto a su natal Dinamarca.

 

No cesaba de consultar las instrucciones que había recibido, el árbol de fuego era el punto en el que el Uzza se encontraba y Axel Rexdemort más de una vez se quitó los lentes negros para intentar identificar el lugar. Su camisa se encontraba manchada por el sudor en su espalda y en sus axilas, sus pantalones remangados hasta la rodilla, más que un estudiante Axel asemejaba a un náufrago o un abandonado en el desierto.

 

-¿Qué demonios? – Hizo una mueca extraña con algo de sorpresa en sus ojos, los cuales después de dejar los lentes en su cabeza froto una vez más, no era una ilusión por el sol, Axel miro el extraño árbol rojizo. La soledad del lugar no era normal, algo se escondía en aquel lugar, el hombre camino encorvado entre la arena.

 

Miro a todos lados, no parecía haber nada, eso le parecía demasiado sospechoso, pero aun así suspiro mientras se quitaba la camisa empapada y la colocaba en la arena. – Que asco. – La gran mancha de sudor sobre la espalda de la prenda resaltaba sobre la tela blanca. El tatuado solo miro con poco animo su ropa, era normal no soportaba para nada el calor. El árbol aún estaba un poco lejos pero el hombre podía verlo perfectamente. Coloco su varita, su libro y los articulos sobre la camisa, la cual uso como una bolsa para intentar acercarse mas a la plaza.

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Meses atrás había iniciado su formación en los legendarios Libros de Hechizos que el Ministerio de Magia había puesto a disposición de toda la población en general, primeramente había aprendido de la mano de algunos profesores elegidos por los míticos Guerreros Uzza durante tres meses, perfeccionando de esta manera sus poderes y sus habilidades mágicas, dando cada gramo de su ser para ser digna de poseer el vinculo con los libros.

 

Por eso, el saber que podía continuar y dar un paso más en su interminable lista de pendientes de la universidad, le ilusionó un poco, y más allá de por los poderosos conocimientos que podría adquirir, fue por la personalidad tan controversial que se rumoraba poseía Badru, el Guerrero Uzza elegido para impartir la clase del Libro de los Druidas. Sin pensarlo demasiado, se colocó una sencilla túnica gris a juego con un par de botas del mismo color, mientras que los amuletos y anillos que poseía de los libros anteriores iban todos juntos en una cadena.

 

El color de su vestimenta, lo había elegido por las elevadas temperaturas que poseía el área del campus destinado a los Uzzas, esto debido a que habían intentado asemejar el sitio a su hogar, con la única finalidad de hacerlos sentir más cómodos, lo que sin duda alguna, ponía a prueba las capacidades físicas de los londinenses. Pero poco o nada le importó, porque en el momento justo en que arribó al campus, guardó entre los pliegues de su túnica su varita mágica y comenzó el camino hasta el árbol del fuego, el lugar de reunión para la clase.

 

Cuando le faltaban unos diez metros para arribar, pudo notar la presencia de unos cuantos magos y de un hombre de edad joven con una mascada en parte de su rostro, ¿ese sería Badru? suponía que pronto lo descubriría, por lo que tomó la elección de acercarse lo más posible a ellos, esto con tota la precaución del mundo, para no sufrir algún daño debido al intercambio de hechizos que se presentaba delante de ella.

 

— ¿Eres Badru? —preguntó directamente el guerrero, sabiendo que quizás era una confianza que no debía tomarse, pero que no pudo evitar— Estoy aquí para comenzar con mi formación. —añadió explicando su presencia.

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Intuyó la astucia de los nuevos pupilos frente a criaturas de gran tamaño. Después de todo los habitantes de Ottery tenían buen conocimiento de bestias, cómo tratarlas, y cómo huirles sin ser dañados. Aquella ocasión una de las féminas utilizó el polvo mágico de su frasco para cubrir su cuerpo de una potente llamarada de dragón. Badru pudo sentir el significante cambio en la temperatura a pesar de estar a varios metros de donde se llevaba a cabo la acción. Observaba con paciencia el desenvolvimiento del trío, y aprovechaba la cercanía del árbol de fuego para recordar sus días en la tierra Uzza. El recuerdo le dio una excelente idea.


Al mismo tiempo que intentó acercarse a los tres recién llegados, advirtió la presencia de dos personas más. Se quedó en su posición para recibirlos mientras los otros seguían evitando que el dragón restante se los comiera “a las brasas”. El saludo particular de la mujer lo hizo esbozar una media sonrisa, gesto invisible gracias al trozo de tela que le cubría el rostro desde la nariz hacia abajo.


—Así me bauticé ante la Diosa Uzza— respondió proyectando su tono de voz aún más grave de lo habitual por el tiempo que estuvo en silencio. Sus palabras lo hicieron viajar años atrás, cuando decidió que se llamaría Badru posterior a las premoniciones que los Ktam le hicieron. Rodeado de aquellos aguadores con sus prendas de vestir inmaculadas Badru selló su destino jurando servir en guerras a la Diosa. Su segunda iniciación había sido un éxito. Mientras viajaba al pasado, un hombre terminó de unírseles en silencio.


—¿Cómo se llaman? — Cuestionó el joven guerrero mirando más allá a través de los ojos de sus acompañantes — ¿Tienen algún motivo especial por el cuál deban dominar la magia druida? — no esperaba una respuesta en específica, sólo le interesaba saber a qué debía enfrentarlos durante el aprendizaje, sus intereses podían cambiar cualquier plan que tuviera para los entrenamientos. Mientras ellos maquinaban sus respuestas, Badru desvió sus oscuros orbes al vipertooth Peruano. La bestia de color cobre también hizo contacto visual con él y sólo eso bastó para que en un aleteo emprendiera vuelo y se perdiera en el horizonte. Sin embargo, en su despegue repentino y tosco golpeó a Valkyria con su enorme cola justo cuando se preocupaba por su compañera.


Badru apartó la mirada con notorio desinterés poco antes de hacerles una seña para que se acercaran y conocieran al nuevo dúo. El daño en la bruja debió ser significativo, pero él no se haría cargo, tenía otros planes en mente. Aquella vez procuraría que todos le siguieran de cerca en el viaje que estaba a punto de emprender. Ya iba siendo hora de que los magos y brujas londinenses conocieran de cerca ciertas costumbres del pueblo Uzza. Si su objetivo era el aprendizaje entonces probablemente también se interesaran por la historia detrás de aquellos mercenarios.


—Ellos se unirán al grupo, juntos formaremos un equipo de espectadores de una antigua ceremonia del Despertar — la manera en que lo había dicho despertó cierta intriga en los pupilos, pudo notarlo a través de sus miradas y gestualidad —Sí, viajaremos al pasado — explicó poco antes de posar la mirada en Valkyria —Debes estar más alerta — sugirió haciendo referencia al percance con el dragón. Claramente no había sido su culpa recibir un golpe de tal magnitud que la llevó al suelo y alcanzó a herir su pierna, pero ya su compañero sentimental parecía haberse encargado, pues la bruja estaba de pie sin mostrar ninguna molestia por la extremidad.


—Bien, preparen sus anillos contra miradas indiscretas, no queremos que sepan que estamos ahí — por supuesto, cada ceremonia del pueblo Uzza era privada, muy pocas veces permitían extranjeros en sus tierras, aún más en ese tipo de eventos, a menos que El Consejo lo aprobara, pero no era el caso. A pesar de su advertencia, Badru sabía que habría un momento de la ceremonia en que toda magia caía y sólo dominaba la pureza de los Aguadores, sería entonces cuando debía encargarse de la situación.


Por seguridad, el guerrero transformó su apariencia a la de otro hombre a través de la metamorfomagia. El paño que cubría parte del rostro también cambió de color, a uno azul. Aunque lo diferente eran sus cejas mucho más pobladas, y lo largo de su cabello trenzado, debía proteger su identidad ante la falta que estaba por cometer. Su cuerpo también seguía con zonas al descubierto como al inicio, pero había perdido masa muscular. Su objetivo era parecer un guerrero recién iniciado, y lo había logrado. Si los otros Uzza que cumplían labor en La Universidad se enteraban de su método de adiestramiento, de nuevo su honor sería puesto en duda.


Haciendo caso omiso a las consecuencias de sus actos, orgulloso de poder dominar y controlar cualquier situación, Badru decidió seguir con sus planes. Los pupilos debían estar asombrados por las sospechosas medidas de seguridad adoptadas, pero él no respondería a nada relacionado con el tema, ni siquiera referente a su habilidad de metamorfomago. Los preparó con una señal y posteriormente realizó un círculo en el aire con su mano diestra para abrir el portal. Un agujero negro humeante apareció frente al grupo absorbiéndolos instantáneamente.


El viaje fue rápido y cómodo, en cuestión de segundos ya estaban pisando tierra firme. Aparecieron junto al Agua Sagrada, una pequeña poza natural de agua helada y cristalina donde ya se encontraban otros miembros del pueblo Uzza listos para iniciar las Fiestas del Agua con los cantos mágicos de los Aguadores acompañados por sus fieles fénix consagrando a la Diosa a los que van a iniciarse.
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Arrastraba los pies lentamente sobre la arena caliente, el sol caía fijo sobre el cuello de Axel el cual encorvado seguía su camino hacia el árbol. Levanto una ceja aliviado, allí estaba una mujer y un hombre con un estilo muy particular de vestirse. – Por fin.-

 

Conocía aquella melena rubia, había visto a esa mujer más de una ocasión en el Ministerio de Magia. – Mia.- Dijo para sí mismo al acercarse lo suficiente a la pareja al reconocerla, al parecer serian compañeros. Aunque sus ojos inmediatamente se clavaron en la figura masculina. Un hombre misterioso el cual dijo llamarse Badru. Bajo su barba una sonrisa apareció al escuchar su voz.

 

-Yo soy Axel.- Levantando la mano izquierda para que el guerrero lo viera, pero una ráfaga de aire lo sorprendió. – Un dragón en el desierto. – Axel se quedó boquiabierto, que demonios hacia una criatura así, el hombre volvió a enfocar su atención a Badru. Sería un maestro excéntrico, eso le gustaba al tatuado.

 

Escuchando a Mia, Axel se inclinó para abrir su camisa mojada y desempacar su varita y artículos. Tomo con ambas manos la camisa empapada en sudor y extendiéndola en la arena la hizo quemar con un movimiento de su varita. Apareciendo una nueva camisa de un tono azulado. Cuando miro que más personas se unían a Badru, sus demás compañeros.

 

Se puso de pie y abrocho dos botones al saludar con una sonrisa a Valkyria y Bastian, le parecía bastante curioso que la pareja de Warlocks hicieran todo juntos. –Ojala no vallan al baño juntos también.- Pensó el danés sin quitar su sonrisa a sus compañeros, cuando la última bruja también llego. Otra conocida del mago.

 

Escucho en silencio al guerrero Uzza una vez que volvió a tomar la palabra, empezando la clase y ya tenían una misión, era el tipo de profesores que le gustaban a Axel. Busco entre sus cosas el anillo requerido y lo activo. Activar los anillos y demás joyas ya no era tan difícil.

 

-Fulgura Nox.- Susurró para si mismo al ver el hechizo del guerrero y sujetar con fuerza su varita en su mano derecha. Ese era el hechizo que más le interesaba dominar al danés, así que siguió al Uzza sin dudar.

 

Abrió los ojos, era parte su instinto ya no se encontraba más en aquella plaza, aunque la temperatura seguía igual de alta. Levanto un momento su brazo izquierdo para comprobar que no apestaba a sudor, pero el paraje lo tomo por sorpresa. Axel nunca había visto a tantos fénix juntos se encontraba bastante sorprendido casi tanto como aquel encuentro con Will Braun en una fiesta privada. El ritual empezaría pronto según lo que entendió. Axel no podía esconder el entusiasmo.

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