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Libro de los Druidas


Badru
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Badru, como muy bien le gusta a la Universidad, jugaba con nuestras vidas como si no tuvieran valor alguno. Al comienzo de la clase estuve muy de acuerdo con lo que decía. Yo no estaba buscando dominar toda la magia que él u otro guerrero Uzza conocía, solo buscaba comprenderla y usarla de manera correcta aunque careciera de lógica. Algunas cosas eran así y la clave en aprender era abrir tu mente, estar dispuesto a aprender hasta lo que no tiene sentido aparente. Crucé el portal y me encontré con muchas cosas.

La primera es que estaba cayendo, directo hacia el corazón de un volcán. La segunda es que hacia un calor infernal y sentí como me empezó a faltar oxigeno. La tercera fue un grito de Beltis.

— ¡PIK!… MIRAR! …. SI MIRAS!

La brisa hacia que me costara escuchar, así que hice lo que me pidió. La miré. Miré a Beltis a varios metros abajo de mi cayendo, pero lo único que veía eran sus bragas blancas que parecían brillar en contraste a los colores del volcán, casi pedían a gritos ser apreciadas.

—¡TE QUEDAN AJUSTADITAS!

Me limité a decir para no morir ante la inminente caída, sobrevivir era más importante que elogiar la ropa interior de mi compañera, aunque lo merecería. Respiré hondo y me concentré en mi forma animal, era la opción más rápido y más segura que tenía para salir vivo de esa. Me acomodé tras varias patadas al aire y quede mirando fijamente -sin tener la intención- a Beltis mientras ella se las ingeniaba para resolver. Pensé en el cuervo y me dejé que su esencia se apoderada de mi.

Abrí lo que ahora eran unas alas y sentí la brisa contra ellas, en ese momento la velocidad de caída se detuvo y empecé a planear en espiral por el volcan llegar a tocar la pared. El plumaje solo hacia que sentiría el calor con mayor intensidad por lo que debía hacer aquello rápido. No tenía que volar, solamente me dejaba caer y planeaba, buscando entre la roca el lirio de fuego.

La vista no ayudó, estaba hecha para espacios abiertos y no para uno como aquel, así que me guié por el olfato. El polen de esas flores me llegó al instante, el era único olor diferente que sobresalía de los demás. Descendí un poco más hasta llegar a una pequeña formación de rocas en donde, casi oculta, se veía un par de flores que se podía confundir con lava y el color de la pared. Mantuve el vuelo y con el pico arranque las flores, dispuesto a marcharme de ahí.

Empecé a volar y esta vez con mayor esfuerzo, ahora tenía que salir del volcán.

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Justo cuando termino de hablar, la presencia de otro par de compañeros se hizo notoria, entre los que se encontraba Nathan, con quien intercambio un prolongado contacto visual y termino por esbozar una media sonrisa, que eliminó en cuanto sintió la penetrante mirada del Uzza, a la que correspondió sin desviar la mirada de él, hasta que comenzó a hablar y explicar algunas cosas relacionadas con la magia del Libro del Druida.

 

Prestando atención a cada una de sus palabras, asintió casi de manera imperceptible, guardando dentro de su mente la explicación teórica para después mezclarla mentalmente con todos los hechizos que se encontraban plasmados en el libro, comprendiendo un poco más su funcionamiento. Hasta que de pronto, observó cómo se abría un portal por el cual dudo un segundo en iniciar el camino, pero no podía negarse.

 

Respirando profundamente, siguió por el camino a Nymeria y se quedó cerca, considerando sus palabras y meditando su respuesta.

 

—Sería muy divertido, veamos la manera de tener la revancha. —la diversión se notó en cada una de sus palabras y después se alejó un segundo, mirando fijamente el cráter y siseando un— Ignea—como protección adicional al hechizo que había conjurado su acompañante. Por lo tanto, su cuerpo se vio rodeado de una pequeña lluvia de polen que rodeo su cuerpo y que sin duda la protegería.

 

Acercándose un poco más al cráter, se deleitó la vista con los lirios que se encontraban incrustados en diversas piedras. Permitiendo que en sus ojos apareciera un brillo de interés que pocas veces aparecía, por lo que poniéndose de en cunclillas comenzó a recoger algunos y los junto entre sus manos, pero en el instante en que no entraron más, hizo aparecer una pequeña canasta para guardarlos allí.

 

Y en cuanto tuvo suficientes, al menos para su criterio, miró a Nymeria y después a Nathan, pensando en que sería lo mejor en esos momentos… pero decidió que aún era demasiado pronto para comenzar el juego.

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Se había alejado del punto de encuentro con Badru quizá un poco más de lo que resultaría conveniente, más lo que había creído divisar como el codiciado polen de los lirios no era sino lava que se escurría entre las grietas de la montaña. Debía apurarse, dado que el Guerrero Uzza no le tendría tanta paciencia y en cuanto la mayoría de sus compañeros regresasen, el también tendría que hacerlo entre ellos o quedaría excluido. No permitiría que ello pase, por lo que siguió aventurándose entre las piedras, echando una mirada por encima del hombro cada tanto para asegurarse de no tener visitantes indeseados.

 

Finalmente, detrás de una enorme piedra, encontró un profundo crater de casi medio metro en cuyo fondo discurría lava caliente, pero donde también había un lirio de fuego. Sonrió gratamente mientras estiraba su mano para recoger unos cuantos ejemplares del polen y no duró ni veinte segundos que el calor ya le resultó extremadamente sofocante, por lo que le tomó varios intentos reunir lo que juzgó la suficiente cantidad como para satisfacer al Guerrero Uzza. A continuación, se puso de pie y emprendió el camino de regreso hacia el punto de encuentro.

 

Algo debió de haber pasado o debió de haberse perdido en el camino, dado que el sendero por el cual había llegado hasta allí estaba bloqueado por una especie de géiser cuyo vapor era tan caliente que Nathan estaba seguro que sería incapaz de sobrevivirlo. Meditó utilizar el polen recién adquirido para ello, pero no podía permitirse gastarlo y no estaba seguro de si sus conocimientos fuesen suficientes.

 

- ¡Salvaguarda Mágica! - dijo segundos después, tras meditar sus opciones, y sintió como su cuerpo se volvió lo suficientemente intangible como para que, al acercarse y luego atravesar aquel vapor, no sintiese nada más que un leve cosquilleo incompleto.

 

Satisfecho por su desempeño, retomó la marcha y en cuestión de minutos llegó a donde los esperaba Badru.

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El fastidio que el Uzza sentía por tener que dar la clase era igual de grande que el que Niko sentía por tener que asistir y verlo. Todo lo que había escuchado sobre ellos se había materializado y en pocos minutos sabía que no le agradaba ni un poco - Desearía estar en otro lado - Su mente siempre iba muy rápido y esa situación no era diferente a todas las demás. Sentía que los intereses de Badru y los suyos no eran compatibles, pero en verdad deseaba aprender más sobre su magia y lo ignoraría excepto durante sus explicaciones sobre los hechizos.

 

El Dumbledore escuchó atentamente las palabras de Badru pero era inevitable para él compararlo con los Arcanos. Podía entender por qué aquellos magos llenos de magia y habilidades mágicas no los soportaban, igualmente entendía por qué ellos habían sido los seleccionados para dicha tarea y no los Uzza. Muchas cosas hacían sentido en su mente, incluso más de lo que esperaba al iniciar la clase pero siempre había una primera vez para todo o eso había escuchado. Deseaba aprender lo suficiente como para poder utilizar los hechizos, nunca había deseado intentar ser un Uzza y agradecía que no fuera de esa forma.

 

- Esos me gustan - Las palabras una vez más pasaba por su mente, había escuchado un poco sobre los Lirios del Fuego aunque no había leído el libro y no sabía qué hechizos funcionaban con ellos ni el uso que se les daba. Siempre le habían gustado más los objetos y cosas extras que recibía con cada libro que los hechizos que aprendía al tomar las clases, y en este caso no era diferente - Odio estos portales - Solo él se podía escuchar, los arcanos le habían hecho experimentar mucho esos portales y no eran de su mayor agrado.

 

El Warlock caminó rápidamente e ingresó al portal para aparecer al otro lado: El volcán Etna. El Knight se caracterizaba por amar el frío y ahora se encontraba al interior de un volcán con mucho calor. Esperaba que la situación no fuera a empeorar o tendría que ir a San Mungo por falta de hidratación - De haber sabido, habría utilizado otra ropa - Murmuró, aunque previamente había activado su anillo contra oído indiscretos y ni siquiera Badru logró escucharlo.

 

Las indicaciones fueron claras, era el momento de comenzar a experimentar con lo que el libro les proporcionaba aunque Badru parecía que quería ponerlos en práctica directamente en el lugar en el que se obtenían. Buscar Lirios del Fuego era su nueva tarea, por ende, estar muy cerca del fuego y de ser quemados. No tenía muy claro como lo lograría, pero prefería ir solo como siempre. Todos sus compañeros se fueron cada uno por su lado o juntos, luego de un pequeño escándalo que no entendió pero que tampoco estaba interesado en hacerlo.

 

- Debo pensar en algo para evitar quemarme - El camino era bastante rocoso, así que tenía que andar saltando de un lado a otro. Nunca antes había estado en un volcán, siempre le habían gustado las experiencias nuevas y esta entraría entre sus favoritas excepto por su compañía - Salvaguarda Mágica - No conocía más hechizos para evitar el fuego aunque sabía que con el aprendizaje de dicho libro debía haber alguno creado con base en el polen de los Lirios de Fuego.

 

Su camino fue bastante agitado y el calor había aumentado considerablemente. Al frente suyo encontró un pequeño camino de lava dispuesto a quemarlo gravemente. Estiró su mano y tomó uno de los Lirios - Ha hecho efecto - Dijo sorprendido, nadie más lo podía escuchar pero estaba feliz de saber que no se había quemado al acercarse a la lava y se había logrado hacer con uno de esos Lirios. Rápidamente tomó otros hasta garantizar que tenía suficientes para su gusto y regresar en busca de Badru.

 

 

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Era molesto el hecho de haber pasado tan desapercibida para el guerrero, que ni siquiera me miró demasiado al dar mi respuesta a su primera pregunta. Pero no me frustraría, a fin de cuentas a veces era mejor no resaltar demasiado y simplemente cumplir con lo que nuestro mentor pedía en cada instancia.


Mi atención se centró en el modo en el que la tela que cubría la mitad inferior de la cara del caballero se movía al tiempo que éste hablaba. Sus palabras eran importantes, pero siempre demostraba al hablar que no confiaba en nuestras capacidades, y eso era molesto. ¿Por qué no nos valoraba? ¿Acaso tanto nos faltaba para llegar al nivel que su pueblo había logrado alcanzar? De seguro así era, pero en su lugar no lo resaltaría con tanto énfasis.


Habló primero del Polen de los Lirios de Fuego, lo cual supuse que sería muy importante para continuar, así que procuré no olvidarlo. Pero no explicó mucho más. De pronto hizo movimientos que conjuraron primero su vara de cristal, y con ella formó lo que parecía un remolino, pero luego explicó que era un portal. Apreté los puños, sabiendo que lo que vendría sería complejo.


Claro que sí, había leído el libro, pero de ahí a saber cómo se utilizaba lo que estaba en él… me faltaba mucho. A mis compañeros le costó decidirse a pasar hacia nuestro nuevo destino, y a mí aún más. Cuando noté que solo quedaba yo y el Uzza, supe que no tenía más remedio y di los pasos necesarios para atravesarlo.


De pronto el calor a mi alrededor fue tan intenso que llegué a desesperarme. No recordaba haber nunca sentido tanta energía a mí alrededor. Oí la nueva consigna, debíamos ponernos en marcha cuanto antes, pues no sería algo sencillo.


No dije nada. Noté como otros se movían en parejas, pero no supe si alguien estaría dispuesto a trabajar conmigo, así que no lo sugerí y simplemente me puse en marcha.


Todo era demasiado estrecho y la lava estaba por doquier, los caminos eran angostos y hasta las rocas que estaban alrededor estaba demasiado calientes como para no salir heridos. Procurando no tocar nada, seguí una leve inclinación del suelo, moviéndome hacia lo que parecía una hendidura en la pared. Al alcanzarla, descubrí que se trataba de una pequeña cueva natural, de seguro generada por el paso de la lava.


Tuve que agacharme para pasar, pero al hacerlo capté el rojizo tono de la lava que me iluminaba el rostro. Me acerqué con mucho cuidado. La caverna se volvía mucho más grande, pues ocultaba una pequeña laguna de roca fundida. Divisé más allá de la lava, pude observar manchones rojizos sobre la roca que estaba pisando, que seguía el recorrido contra la pared. Supuse en un principio que eran solo salpicaduras, pero luego recordé las palabras del guerrero previas al inicio de la actividad, y me acerqué para corroborar.


¡Eran Lirios! Solo de cerca pude saberlo. Corté un ramillete con cuidado para que no perdiesen su polen, y me dispuse a emprender el camino de vuelta, procurando no resultar herida. El calor cada vez se volvía más insoportable, el suelo vibraba un poco, dando señales de la poca estabilidad del volcán.


Aceleré el paso hacia el Uzza, nerviosa porque creía que las vibraciones estaban siendo cada vez más fuertes, aunque intentando convencerme de que era solo producto de mi imaginación.


-Necesito dejar este sitio…- pensé en voz alta.

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Badru estaba molesto, decepcionado, furioso. Se sentía profundamente ofendido con la Universidad por traerle tales ineptos por alumnos, por traer ante él una panda de intelectos tan limitados. De los siete alumnos solo dos lograron sobrevivir a la caída libre por su cuenta y llevar a cabo la tarea que se les había asignado, los otros cinco descendieron en picado sin ningún intento por salvar sus propias vidas. El guerrero tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para poder resistir a la tentación de dejarlos morir, después de todo eso es precisamente lo que se merecían, y es que al detener su caída supo que siempre se arrepentiría de mostrar misericordia ante aquellos incautos.

 

El portal que había creado para ellos los había soltado en el vacío, por encima del cráter burbujeante del volcán Etna, una situación de la cual Badru pensó que sabrían salir fácilmente teniendo en cuenta los conocimientos adquiridos en los libros previos al que él impartía. Jamás podría haber estado más equivocado. Con un rugido feroz agitó la vara de cristal deteniendo en seco la caída de los cinco estudiantes que demostraron ser incapaces de hacerlo por su cuenta, apenas a unos escasos metros por encima del mar de lava que siseaba frustrado de no poder saborear la carne de sus presas arrebatadas. Con suavidad letal elevó los cuerpos de Nymeria, Mia, Niko, Nathan y Mica hasta soltarlos bruscamente sobre la explanada en la que él se encontraba, la única superficie en el borde del volcán lo suficientemente ancha como para resguardarlos a todos en un mismo perímetro.

 

Los negros ojos del guerrero echaban chispas mientras que realizaba pequeños paseos lineales de un lado al otro del borde, con la vista fija en los cinco fracasos que yacían despatarrados en el suelo donde los había tirado, tratando de incorporarse al tiempo en que el Uzza pensaba en si lo mejor sería despacharlos ahí mismo. ¿Qué podía esperar de un grupo que ni siquiera eran capaces de salvarse a sí mismos de una caída libre? ¿Cómo podría enseñarles los sagrados conocimientos de los Druidas si fallaban ante algo tan elemental? Y ahí es donde su odio por la Universidad incrementaba, pues lo único que había evitado la muerte de aquellos sucios ingleses fueron las ataduras que tenía para con dicha institución, y ahora eran esas mismas ataduras las que no le permitían echarlos de su lección.

 

- Ustedes dos, se quedan dónde están – gruñó el guerrero dirigiéndose a Beltis y Pik, que permanecían de pie detrás suyo – En lo que a ustedes respecta… no creo que haya palabras para describir el desprecio que provocan en mí y la deshonra que representan para mi pueblo – agregó hacia los cinco restantes que ahora se encontraban de pie ante él. – No merecen estar aquí, ni tampoco merecen mis conocimientos. Si su ingenio no les permite siquiera salir de situaciones como aquella, jamás serán capaces de dominar una magia tan compleja como lo es la de los Druidas.

 

Una vez más cortó el aire con su vara de cristal formando un portal, el espiral tormentoso fue ganando tamaño hasta ser apto para el pasaje de todos los allí presentes. Esta vez el Uzza fue el primero en atravesarlo sin importarle realmente si le seguían o no, solo consciente de que lo cerraría al cabo de un minuto con o sin todos sus alumnos presentes. Reapareció dentro de lo que parecía ser una caja de piedra, seis lados perfectamente llanos sin ninguna abertura en ellos y sus ángulos tajantes que los contemplaban desde cada esquina. La habitación era amplia, espaciosa, aunque oscura y muy húmeda; la única luz provenía de la vara de cristal de Badru que la mantenía firme junto a él mientras que dejaba que el grupo se acomodara ante él y el nuevo escenario.

 

- Han fallado la primera prueba, otro error y están fuera – espetó dirigiéndose a los cinco en quienes ya no tenía ningún tipo de expectativa – Para esta prueba harán bien de tener a mano los amuletos que acompañan a este libro. El anillo que los cubrirá de miradas indiscretas, y el colgante que podría facilitarles la salida de cualquier prisión. Ambos requieren de mucha energía y concentración, deben canalizar su poder a través de ellos y centrarse únicamente en aquello que desean lograr. – La voz profunda de Badru reverberaba entre las cuatro paredes de aquel sitio, otorgando aún más peso a cada una de sus palabras - Y una cosa más, presten mucha atención al movimiento y las palabras que haré a continuación porque no lo repetiré.

 

Su vara soltó la luz que sostenía hasta dejarla suspendida por sobre sus cabezas, luego volvió a adoptar su forma como varita fuertemente aferrada en la diestra del Uzza. Con ella realizó una compleja floritura que imitaba la forma de un espiral descendiendo para al final realizar una comba hacia la derecha, todo ello acompañado por una simple frase: Cantar de Eleboro. Una suave nota musical resonó en el tajante silencio que reinaba en la habitación, y al guerrero le envolvió una vibración casi imperceptible que protegió e intensificó todos sus sentidos. Al mismo tiempo, y sin que nadie lo percibiera, de las esquinas de aquella caja sin salida comenzó a salir un denso humo, aunque incoloro y casi traslucido. Muy difícil de divisar y una vez que te alcanzara imposible de escapar, pues su efecto paralizante lo conseguía suprimiendo los sentidos de su víctima mientras que se inmiscuía en su sistema desgarrando los tejidos de adentro hacia afuera. Un veneno muy doloroso, y letal.

 

- Si de alguna forma consiguen escapar de aquí se encontrarán dentro de una fortaleza, un castillo en la antigua China perteneciente al emperador Ziung Lee. Con un poco de historia sabrán que aquel sujeto no llegó al poder por su “espíritu guerrero”, sino más bien gracias a sus habilidades como hechicero. Fue uno de los magos más poderosos de la cultura asiática, y gran parte de su fuerza provenía de las propiedades que le otorgaba un árbol sagrado ubicado en el jardín central de su fortaleza.

 

>> Su tarea es muy sencilla. Si es que descubren la forma de salir de aquí con vida, deberán inmiscuirse en el castillo de Ziung Lee y traerme una hoja del árbol sagrado, una por cada uno de ustedes. Tienen una hora para completar la misión, estaré en la colina al oeste a las afueras de la fortificación.

 

Con estas palabras Badru simplemente se esfumó del lugar, y junto a él la única luz que les ofrecía visibilidad; tras la súbita desaparición del Uzza los siete alumnos quedaron a solas y en penumbras dentro de una caja sin salida que poco a poco comenzaba a llenarse de aquel tóxico veneno. Lo que ellos no sabían tampoco es que la fortaleza se encontraba custodiada por un ejército de ninjas, que para quienes conocían del tema sabrían que se trataba de hechiceros guerreros cuya magia había sido perfeccionada en el sigilo, intensificar sus reflejos y un extraordinario desarrollo de sus sentidos. En pocas palabras cazadores natos, asesinos silenciosos.

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Me percaté que estaba tomando el camino equivocado. Abajo, a muchos metros de distancia, pude ver con dificultad como Badru y alguno de los alumnos se encontraban sobre una explanada al fondo del volcán. Cerré las alas y descendí de golpe, sintiendo la seca brisa alrededor de mi. Era una sensación poco grata, prefería volar en un espacio abierto y fresco.

Antes de tocar el suelo cambié a mi forma humana y caía de pie, haciendo un esfuerzo para no caerme de bruces y ridiculizarme frente a los demás. Que cambie el tamaño de tus extremidades de un segundo a otro es bastante complicado, sobretodo volver a acostumbrarse. Beltis llegó a los pocos segundos después, estábamos listos para escuchar la próxima instrucción cuando el guerrero arrebató contra todos. Específicamente, contra los demás magos.

Fue imposible disimular la amplia sonrisa que se atravesó en mi rostro, las palabras de Badru lo único que causaban era llenarme de orgullo de mis habilidades y las de mi compañera. Lo sentí por Mía y Nymeria, pero ellas debían de estar preparadas para superar un obstáculo como ese. No fue tan complicado.

—Al parecer somos los cerebritos del grupo.

No quería presumir de mis habilidades pero, ¿cómo no hacerlo cuando estaban tan seguro de lo bueno que era? Entendía rápido y prestaba atención hasta al más mínimo detalle, aunque muchos pensaran que era un mago irresponsable. Debían aprender a conocerme mejor. Escuché a Badru y asentía de vez en cuando con sus instrucciones, crucé de primero el nuevo portal y escuché la nueva prueba que tenía para nosotros el guerrero.

La misión sonaba fácil, aunque el riesgo de morir era bastante elevado y se sentía más complicado. Otro día cotidiano para mi. Contaba con una hora a partir de ese momento y al primer segundo sabía que ya estaba en peligro. Aunque la sala no mostraba ningún cambio sentía que algo no estaba bien, no terminaba de cuadrar con el esquema ¿por qué Badru no había deshecho el hechizo en ningún momento? Aun seguía protegido cuando desapareció.

Cantar del Eleboro.

No sabía si necesitara aquella defensa en ese momento o después, prefería tenerla lo antes posible para no morir en un evento desafortunado. Por algo la enseñó Badru, debía tener algún sentido. Imité los movimiento que hizo el guerrero con cierta gracia y concentré mi poder mágico en la varita. El arma vibró y sentí como una onda se expandió en mi y Beltis, siempre cuidaba a mi Líder.

El poder mágico del hechizo hizo que mis sentidos se agudizaran y de alguna extraña forma logré ver alrededor de todos los demás magos una especie de gas que surgía de las esquinas de la sala. Sonreí satisfecho ante mi suposición, a los guerreros Uzzas les encantaba asesinar a sus alumnos cuando menos se lo esperaban. La segunda parte de la prueba era escapar de esa sala, inmediatamente me lleve la mano al cuello y cogí el amuleto que colgaba de una pequeña cadena de plata.

Sabía que el amuleto funcionaba contra las carceles, pero no conocía bien su funcionamiento ¿explotaba el lugar, haría un hueco en la pared para escapar o me desaparecería del lugar como si fuera una especie de elfo domestico? No sabía, pero no luché por entender. No todas las magias eran entendibles, solamente había que comprenderlas. Cerré los ojos y concentré mi magia en el amuleto contra defensas carcelaria. El objetó empezó a calentarse bajo mi mano pero no la retiré en ningún momento. Me sentí débil en algún momento, como si aquel maldito objeto se robara una parte de mi alma.

Y todo pasó. El amuleto se volvió tan frío como un hielo y sentí como el asfixiante calor del volcán desaparecía, una bocana de aire fresco me rodeó y el anillo de detector de enemigo robó tan rápido como pudo ese pequeño suspiro de paz que había logrado. Estaba en un largo pasillo de madera, del lado derecho eran puras puertas y del izquierdo eran cortinas de bambú que descendían hasta mis tobillos, entre ellas pude ver varias personas caminar sin darse cuenta de mi. Aun no se daban cuenta.

No me moví, quedé petrificado pensando que hacer. Mi primer instinto fue matarlos pues, ¿cómo un muerto avisaría a alguien que un mago interrumpió sus terrenos? Pero sabía que aquel pensamiento era erróneo y demasiado básico para lo que pedían los Uzzas, debían pensar más allá de mi zona de comodidad. Debía dar un poco más de lo que podía ofrecer, pero no tuve tiempo.

La puerta que tenía a mi derecha se abrió de golpe y una sombra se lanzó hacia mi, de no ser por el Canto del Eleboro y los agudos sentidos que tenía hubiera estado muerto. Un guerrero o mejor dicho, una especie de ninja con una espada corta me miraba atónito, preguntándose que hacia ahí. Cuando se lanzó hacia mi solo tuve que pensar Semillas de Hielo al momento que alcé mi varita hacia su posición. El rayo blancuzco congeló al guerrero en el acto y lo dejó como una estatua de cristal en mitad del pasillo. Eso si llamaría la atención de mucha gente.

Decidí recorrer el pasillo hasta el final con el mayor silencio posible, llegué a una esquina y antes de cruzar miré por esta. Debía de estar cerca del árbol sagrado. El lugar se encontraba protegido por media docena de ninjas y de aquello seria difícil escapar con vida, podía notar por el encuentro con el anterior guerrero que no eran luchadores normales, eran más rápidos que los humanos y sus reflejos eran casi al nivel de los míos.

Poseía el otro anillo que estaba relacionado a la clase y decidí usarlo, de la misma forma que el amuleto sentí como este empezó a robarme fuerza y su magia hizo efecto. La teoría decía que a varios metros de mi las personas serian incapaces de verme. Suponía que era verdad, había gastado bastante galeones en aquellos artilugios de segunda mano. Me aventuré a entrar al pasillo, primero lento por si no servía el anillo, pero tras varios pasos y rozar casi a uno de los guardianes supe que servía.

A la mitad del pasillo había un espacio vacío donde no se encontraba la cortina de bambú, tras pasar por ahí pude ver como se alzaba a mitad del patio un árbol bastante… particular. A simplemente podía verse como un árbol normal, pero sus hojas eran amarillentas como si estuvieran cubiertas de oro, dejando bajo el un manto brillante que el sol reflejaba. Me acerqué para tomar una hoja del suelo y asentí para mi mismo, aprobando mi actuación. Nuevamente opté por tomar mi forma animal y salir volando de ahí, no sin antes lanzar unos graznidos en forma de insulto hacia los ninjas que no se dieron cuenta nunca de lo que acaba de suceder.

Editado por Pik Macnair

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Era tanto el calor que sentía la Malfoy, que había alucinado el hecho de estar recogiendo Lirios de fuego dentro del cráter de aquel gran volcán. En su lugar, había sido despertada por el impacto que sus posaderas sufrieron al caer de forma brusca dentro de una explanada cerca del Guerrero Uzza. Trato de ponerse de pie, pero sus compañeros iban cayendo encima de ella, por lo que seguro para los ojos de aquel Uzza ella era la más torpe de todos.

 

La voz de Badru en dirección a ella y a los otros cuatro individuos la había hecho trastabillar, jamás le habían llamado la atención de aquella manera y mucho menos en presencia de su padre. La Banshee no sabía ni dónde meterse, estaba a nada de aceptar el hecho de no merecer ser enseñada por aquel guerrero, pero más que nada no quería seguir avergonzando a Pik frente a los otros magos. ¿Es que acaso su padre adoptivo y madre no la habían enseñado todas las artes como para haber pasado la primera prueba?

 

Si. La habían educado de tal forma que rendirse en aquel momento iba a ser la peor de las deshonras hacia sus padres. Fue cuando un nuevo portal se abrió frente a ellos, dudo unos segundos si seguir al guerrero por el miedo a lo desconocido, pero al ver que el Macnair era el primero en cruzar después de Badru le animaba a seguir el camino.

 

El segundo escenario parecía ser una cueva, solo que sin salida y más cuadrada. Lo que le indicaba que aquel lugar no era una cueva propiamente, sus ojos se fueron acostumbrando a la luz que emanaba la vara de Cristal que acompañaba al Uzza de la Druida y cuando se acoplo busco la razón del por qué se hallaban en aquel lugar, no había que buscar mucho ya que la respuesta a su pregunta había llegado después de lo que era un ultimátum.

 

Esta prueba, era su última oportunidad para seguir adelante, rebusco en sus bolsillos los objetos antes mencionados por el guerrero, pero este al pedir toda la atención dejo de hacer lo que hacía y vio con detalle cada uno de los movimientos hechos por Badru, no era necesario que el guerrero repitiera las palabras ni el movimiento ya que aquella magia la había visto en el asalto a la Karkarov meses atrás pero nunca había entendido claramente las palabras hasta ese momento.

 

La varita de Nymeria se materializo en su mano derecha, los movimientos que hacía con ella era la copia exacta de lo antes mostrado. Y las palabras fluyeron.

 

Cantar de Eleboro. —dijo con una voz clara, varios decibelios por debajo de la voz de Badru, que se dedicaba a dar las ultimas indicaciones de su siguiente prueba.

 

Las vibraciones musicales que surgían de su varita había protegido cada uno de sus sentidos y los de la Black Lestrange, que se encontraba prácticamente a un lado de la metamorfomaga, por lo que el encantamiento era lo suficientemente poderoso para cubrirlas a ambas de lo que podría ser una muerte inminente.

 

Nos vemos en el otro lado. Te estaré esperando. —se dirigió a la rubia con una voz que era más una petición que un comentario. Sus anillos de los libros anteriores se encontraban en su mano izquierda y junto a ellos se encontraba el recién adquirido el anillo salvaguarda de miradas indiscretas.

 

Al cuello junto con el amuleto de resurrección, o como ella le llamaba el amuleto vuelve a la vida, se encontraba el amuleto en forma de aro plano el cual le ayudaría a salir de aquel horrible lugar, sin saber que lo que le esperaba afuera era aún más horrible. Cada persona era diferente. Ella no cerraba los ojos, solo dejaba la mirada perdida en la nada acumulando todo el poder para desaparecer de aquel lugar tomando con fiereza aquel objeto.

 

Del otro lado no había podido ver al Ángel Caído que se había adelantado, por varios minutos. Pero podía ver grandes guerreros chinos resguardando aquel lugar sin ella ser notada en el lugar, lo que indicaba que el poder del anillo que los salvaguardaba de miradas indiscretas estaba haciendo su trabajo. Esperó a Mia. Y gracias al poder de los otros anillos podía escuchar la conversación de los hombres, cosa que era completamente inútil e innecesaria ya que ella no hablaba mandarín. Así que paso de escucharlos para centrarse en ver el momento en que la demonio aparecía de ese lado.

 

Cuando Mía llego a estar en el mismo lugar que ella, se dirigió a esta sin la preocupación de ser escuchada por otra persona que no fuera ella, ya que el anillo de oídos indiscretos estaba activado para que todo lo que hablaban fuera escuchado por ambas únicamente.

 

Guerreros de Terracota. —dijo informando a la que iba a ser su compañera en ese viaje, señalando lo que era un hombre congelado. Movió la mano indicando que debían caminar y salir de aquel lugar si querían completar la misión. En su mano derecha seguía empuñada su varita, el amuleto detector de enemigos empezó a vibrar, al girar pudo notar a cuatro guerreros que se acercaban a ellas, lo que indicaba que quizás él Macnair había logrado su cometido.

 

Lo siento, pero es necesario. Cinaede. —dijo.

 

El gas venenoso extraído de los petalos del pensamiento había hecho que los guerreros de terracota sufrieran un daño en su sistema respiratorio y otro en el torrente sanguíneo. Por lo que en menos de dos minutos los cuatro guerreros que corrían en dirección a donde ellas se encontraban se hallaban muertos.

 

Fue así como llegaron juntas al árbol sagrado. Tras recorrer el castillo del emperador Ziung Lee, derrotando a toda persona que se interpusiera en su camino. Y al estar frente a aquel árbol, se estiró y cortó una hoja para ser llevada con Badru.

 

Andando, debemos llegar hasta una colina al oeste de las afueras de este lugar. —señalo la cúspide del edificio. —Vamos, se cómo podemos salir de aquí.

 

Su idea era saltar de lo más alto del castillo y con ayuda del amuleto con alas planear hasta llegar al suelo y seguir su recorrido hasta donde Badru iba a esperarlos. Pero la Oscuro no se imaginaba que aquella idea era posiblemente un viaje a la muerte.

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Después de hacer grandes esfuerzos para alcanzar el lirio y salir viva del cráter, la bruja arrastró los pies por la cumbre pedregosa y polvorienta respirando trabajosamente entre paso y paso. Saltaba a la vista que el calor asfixiante del descenso había tenido un gran impacto en su estado, tenía las mejillas encendidas y avanzaba dando tumbos, como si estuviera a punto de caerse.

- Al parecer somos los cerebritos del grupo -comentó Pik.

Él, en cambio, estaba tan fresco como una rosa. ¿Cómo lo hacía? Beltis daba pena, como si estuviera a punto de desfallecer por exceso de calor ¡Habrase visto! Hizo acopio de fuerza, se enjugó el sudor y se irguió para respirar hondo y espantar de una vez por todas el cansancio y el agobio.

- Supongo que nadie te había acusado de algo similar antes -Beltis sonrió divertida mientras reprendían al resto de la clase-. Pareces muy satisfecho.

Hizo desaparecer los lirios de fuego en un bolso de terciopelo rojizo. El uzza no parecía muy interesado en las plantas que habían logrado recoger, así que prefirió guardarlas para ella en vez de dejarlas tiradas. Después de todo, había tenido que bajar por el cráter de un volcán activo para conseguirlas. Sacó algunos amuletos a la vez que escuchaba la regañina que se llevaba el grupo que había estado a punto de perder la vida.

Badru abrió otro portal frente a sus alumnos y esta vez entró primero. Beltis siguió a Pik sabiendo que al otro lado los esperaría algo que intentaría, por lo menos, matarlos. Traspasó el portal y apareció en una habitación oscura, muy húmeda y totalmente sellada, donde la única luz provenía de la varita del guerrero que los precedía. Avanzó con cautela, deslizando la varita entre los dedos de una mano a la espera de que de las paredes apareciera algún enemigo u obstáculo, y el amuleto contra las defensas carcelarias en la otra. Antes de usarlo, se detuvo al ver a Badru realizar un hechizo que hasta ahora no había podido observar de forma tan cercana, e intentó memorizar los movimientos y las instrucciones para el futuro.

 

En seguida, Pik lo imitó extendiendo a Beltis la protección y los efectos del Cantar de Eleboro. La bruja sintió de inmediato cómo sus sentidos se agudizaron, permitiéndole percibir no solo los límites de la habitación en la oscuridad reinante, sino que también el humo que se colaba por las esquinas. Con las instrucciones en mente, se puso el anillo salvaguarda contra miradas indiscretas por precaución para luego apretar el amuleto entre los dedos, concentrándose en escapar de aquella prisión de piedra.

 

Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir se encontró en un largo pasillo de paneles de madera, atestado de personas. Guerreros. Inspiró y se aplicó en sí misma Salvaguarda Mágica. Una doble protección que la haría indetectable, a menos que fuese demasiado torpe. ¿qué podía salir mal si tenía todos sus sentidos agudizados y además era casi imperceptible?

 

Se escabulló pasillo abajo, torciendo en las esquinas y siguiendo a los magos con extremo cuidado para no quedar en evidencia. Cada cierto tiempo se detenía para comprobar que los hechizos siguieran funcionando sin problema. Sin embargo, lo único que estaba haciendo era dar vueltas sin sentido ni dirección, buscando algo que no sabía donde estaba. Necesitaba volverse tangible otra vez para poder utilizar a una víctima.

 

Esperó lo suficiente oculta detrás de un pilar de madera hasta que pasó un hombre viejo que acarreaba pergaminos, con el rostro curtido por los años pero con un andar señorial que lo delataba como alguien importante, o al menos, alguien que podría saber la ubicación del árbol sagrado. Beltis se deslizó detrás de él, en completo silencio y rodeó con ambas manos su cuello imprimiendo con rapidez una Marca de Sangre sobre la piel del anciano hasta que cayera bajo su dominio.

 

La runa se tornó blanca en la nuca, como una pequeña cicatriz brillante que permanecería mientras durase enlace entre ambos. En silencio, Beltis hizo que el viejo cambiara su ruta y la guiara hasta el árbol sagrado, que se encontraba en uno de los patios privados del palacio. Pasaron inadvertidos, ella gracias al anillo y él, al parecer, por ser quien era.

 

El árbol se encontraba custodiado por dos guerreros, apostados uno al lado del otro frente a la única entrada del jardín, por lo que acercarse al árbol sin ser vista sería casi imposible a menos que los sacara de la ecuación rápido. Avanzó con la varita en alto con la intención de envenenarlos.

 

- Cinaede -murmuró apuntando a uno de ellos, se dirigió al otro-. Cinaede.

 

Corrió hacia el árbol mientras el viejo se recuperaba y los guerreros luchaban por respirar, le quitó una de sus hojas y se aplicó inmediatamente Salvaguarda Mágica. Total y completamente intangible, se deslizó por los pasillos, atravesando las paredes hasta encontrar la salida. A toda prisa, se dirigió hacia el este con la vista clavada en una colina hasta llegar junto a Badru.

 

 

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El fastidio que sentía por la magia de los Uzza y lo que representaban era tan alto que había perdido por completo la noción de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. No se había percatado del lugar en el que los había soltado el portal y todo lo que intentó realizar se convirtió en producto de su imaginación - Vaya señal de negación - Se recriminó el Dumbledore, la forma de canalizar lo que había ocurrido no había sido la correcta, odiaba tener que ser salvado de una muerte segura y más si era de uno de los guerreros poco agradables.

 

El Uzza hizo honor de su poco amabilidad y de lo molestos que podían llegar a ser, pero el Tonks se limitó a escucharlo. Un Warlock no podía ponerse a discutir con ellos en público y entendía bastante bien cuál era su rol en dicha clase. Solo necesitaba concentrarse un poco más y olvidar que la clase estaba siendo impartida por uno de los guerreros para no cometer nuevamente un error - Concentración y piensa en otra cosa - Las palabras pasaron rápidamente por su mente, pensar en Badru le había hecho perder su concentración y no podía permitir que pasara nuevamente.

 

El Uzza abrió un nuevo portal y lo atravesó, luego siguieron otros de los alumnos y el Knight fue el cuarto en hacerlo. El nuevo lugar estaba completamente cerrado y no había una puerta evidente en el lugar - Menos mal no le tengo miedo a los sitios pequeños y encerrados - Su mente seguía en funcionamiento como lo caracterizaba en muchas ocasiones. La nueva tarea no era tan fácil como esperaba, pero había sacado los amuletos del libro, así como los de los libros anteriores por si los llegaba a necesitar. El Knight movía sus ojos al mismo ritmo que los movimientos de Badru para no perder ningún detalle.

 

- Interesante - Sonaba como una misión llena de peligro pero emocionante y estaba preparando para realizarla, en especial para poder conocer el árbol sagrado que había mencionado. No le gustaba la historia pero siempre le habían interesado los sitios especiales y llenos de secretos de la antigüedad. El guerrero desapareció y el lugar quedó mucho más oscuro que antes, el tiempo había comenzado a correr y tendría que hacer todo al igual que Badru para sobrevivir y no cometer nuevamente un error, no estaba dispuesto a fallar.

 

Badru había hecho un hechizo, seguramente tenía mucha más información que los aprendices de la magia del Libro y no podía quedarse atrás - Cantar de Eleboro - Hizo el mismo movimiento de varita que el guerrero, de la misma salió una vibración musical que ni él mismo logró escuchar. No sabía cuál era el efecto de dicho hechizo pero lo realizó por simple instinto de supervivencia dado que podía sentir que algo no estaba bien dentro del lugar en el que se encontraban.

 

- Supongo que esto me puede servir para salir - Mientras miraba el amuleto contra defensas carcelarias pensaba en si sería la mejor opción para intentar escapar del lugar en el que se encontraban. No sabía qué había hecho el Uzza para salir, pero seguro había utilizado el amuleto o eso quería creer - Pero.. ¿es esta una cárcel? - No estaba seguro, pero siempre había pensado que se debía intentar para confirmar los usos de cada uno de los productos. El amuleto se encontraba en su cuello y el anillo contra miradas indiscretas en su dedo. Además, llevaba los amuletos y anillos de los libros anteriores por precaución.

 

El Knight se concentró un poco en el poder de los objetos que había adquirido con el Libro y de repente desapareció del lugar - Lo he logrado - Pensó, no sabía si podía hacer ruido pero esperaba que el segundo amuleto estuviese haciendo efecto. Lentamente comenzó a caminar con su varita en alto hasta que se encontró con un grupo de personas vestidas como guerreros y de origen asiático. Al ver que eran demasiados se mantuvo quieto en la posición en la que estaba hasta notar que no lo habían visto ni escuchado debido al efecto de dos de los anillos que llevaba en su dedo.

 

El Dumbledore no conocía el lugar en el que se encontraba el árbol sagrado, pero siempre había tenido suerte para encontrar los lugares. Nuevamente comenzó a caminar confiando en sus instintos, pero de un momento a otro un grupo de guerreros aparecieron en el pasillo con armas. No sabía si lo estaban buscando o si todo era consecuencia de las acciones realizadas por los otros magos, pero debía quitarlos del camino para poder llegar hasta el árbol que tanto deseaba - Flechas de Fuego - Los filamentos de fuego salieron rápidamente de su varita para quemar en varias partes del cuerpo a cada uno de los guerreros.

 

- Arena del Hechicero - Necesitaba garantizar que no lo perseguirían así que decidió quitarles uno de sus sentidos más importantes: la vista. Los guerreros perdieron por completo sus ojos debido a los efectos provocados por la arena. Así que rápidamente pasó entre ellos para llegar a un pasillo que lo llevaría directamente hasta la zona en la que se encontraba el árbol sagrado. No obstante, su concentración nuevamente activó el anillo contra miradas indiscretas y se metió entre los guerreros.

 

Había comprobado unos minutos antes que el anillo sí funcionaba así que no tendría que preocuparse por ser visto. Una vez llegó al árbol, tomó una de sus hojas y comenzó a correr en busca de la salida del lugar, seguro de no ser visto ni escuchado por los guerreros. Además, sabía que había más magos como él y podrían estar con ellos. Una vez fuera, ubicó la colina mencionada por Badru y corrió en dirección de la misma - Desearía poder abrir un portal de esos o tener mi escoba en este momento - Lamentaba no tener todos los conocimientos necesarios ni uno de sus medios de transporte favoritos en dicho momento.

 

 

 

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