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Libro de La Sangre


Zack Ivashkov
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-- Está bien, nada de flamenco -- musité, algo ofendida por la risa de Tau. -- Nada de bailes.

 

Pero, si llegué a molestarme, se perdió por la curiosidad que sentía ante aquellas mujeres, el barco (al final nadie me aclaró qué pasaba con el barco), el Odín, los colgantes... Bueno, he de decir que es la Curiosidad lo que me atrajo a estudiar los libros, porque es la única explicación para querer hacer algo que te da miedo, ser una curiosa inevitable.

 

-- Claro que quiero saber para qué quieren los Uzza un barco. ¡Oh, demonios!

 

Me agaché más para evitar el impacto de aquellas flechas. Un mueble se interpuso entre ellas y nuestro grupo, comprobé que Elvis estaba cerca. No sé porqué, él siempre me daba confianza y me hacía sentirme más segura de mí misma. Me gustaba tenerle a mi lado porque parecía que mi nerviosismo desaparecía y podía pensar mejor en defensas.

 

-- Hum... ¡Morphos! -- señalé a una Valky semidesnuda y oré para que la magia que protegía a las varitas de los magos no se extendiera a las armas de las guerreras que teníamos enfrente. Alguien debió oírme, porque el arco que sujetaba se convirtió en un gusanito de tierra, de esos que sirven para fertilizar los terrenos de la floristería. -- ¡Ay, qué mono! ¡Ehhh, no me lo tires encima!

 

Sí, amo las criaturas, aunque tampoco es que me guste recibir un gusano a la cabeza, así que palmeé sobre mi pelo hasta que creí que ya no tenía el bicho en ella. Sólo paré cuando Elvis gritó que nos quedáramos quietas.

 

-- ¿Ein? ¿Molesto con tanto palmoteo? -- dije, confundida. Pero enseguida comprendí que era una amenaza a las terribles Valkyrias que se lanzaban contra nosotros. Menos mal... Ya pensé que estaba haciendo algo mal. Ese parón me dio tiempo para analizar los hechizos de mis compis: Desmaius, Confundus, Levicorpus... Esos me los sabía; eran fáciles.

 

Entonces, noté que Tauro estaba siendo atacada por una de aquellas mozas, así que obré sin pensar. Eso es lo bueno en mí, si me paro a pensar, dudo, empiezo con preguntarme si tengo bien sujeta la varita, si pronuncio bien, de forma clara, si hago el movimiento correcto de muñeca, si será efectivo, si no sería mejor otro hechizo... Demasiadas dudas que me hacen dejar de ser efectiva. Pero cuando lo hago sin pensar, sale, sin más.

 

-- Incarcerus.

 

Tres cuerdas de cáñamo (?) salieron directamente en busca del cuerpo para atarlo, por tobilos, manos a la cadera y hombros. Era un buen sistema de inmovilizar a la valkirya...

 

-- Bueno, Tau. Este collar, ¿lo coges tú o lo tomo yo? Somos un equipo... -- le dije, con sorna.

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—Uhm, empezamos bien.

 

Tan sólo poner un pie en el lugar, un montón de flechas salieron disparadas en su contra y se vio en la obligación de cortar su línea de pensamientos, enfocándose en el ataque. Frunciendo el ceño, canalizó su poder mágico en la Salvaguarda Mágica, hasta que todo su poder la volvió intangible. Todas las flechas que habían ido contra su torso, algunas incluso hasta sus piernas, la atravesaron como si fuera una pared de humo y fueron a parar en algún lugar a sus espaldas. Aquello habría sido un alivio de no ser por el hecho de que había más criaturas como aquellas mirándola, mirando a todos los que se habían presentado a la clase, como un montón dianas con las que obtendrían puntos por atinar.

 

No obstante, los ojos esmeralda de la mujer estaban fijos en las hebras azules que ondeaban al viento y la forma en la que se estaba moviendo entre los ataques. A grandes zancadas, aún sin que las volutas de humo se hubieran disipado del todo después de su aparición, avanzó hasta ponerse justo al frente de Tauro. No se molestó en saludarla, simplemente tocó el dorso de su mano con los dedos firmes y algo crispados por la concentración, dispuesta a matar a cualquiera de las Valkyrias que se acercara demasiado a ella con sus propias manos de ser necesario.

 

Se había retrasado lo suficiente como para que todo se saliera de control y eso no era bueno. Primero porque sabía que recibiría una reprimenda de Zack, segundo porque Lisa sería su profesora de nuevo, tercero porque había dejado a la mujer completamente sola por haberse quedado dormida. Apretó los labios al recordarlo, ¿cómo es que había sido tan tonta? Al menos había alcanzado a ponerse una de sus túnicas, de esas que hacían parecer que todo el tiempo iba a alguna gala importante, que ahora resplandecía en escarlata como el blanco perfecto para las frustradas criaturas que buscaban matarla.

 

Porque algo siempre quería matarla en las clases, cosa que debía tomar como una señal para un futuro. Mientras más poder buscara, más difícil sería alcanzarlo, mucho más peligroso para su cuerpo y su alma. Pero valdría la pena y lo sabía muy bien, por más nerviosismo que tener a Tauro en cada clase le provocara. Había sentido un notorio incremento de su magia desde que había aprobado la clase del libro de la Fortaleza y aunque aún no había tenido la oportunidad de probar sus nuevos poderes en batalla, sabría que serían increíblemente útiles frente a la guerra interminable con los fenixianos. Y quería lo que había en el libro de la Sangre, lo quería al punto de poner su bienestar como lo último de la lista.

 

Lo que si no podía hacer era jugar con el bienestar de la Crouchs, por más que ella tuviera sus mismas intenciones.

 

Detritus —murmuró de forma apenas audible, haciendo que una capa gaseosa e incolora las cubriera a ambas, para evitar que las flechas las alcanzaran.

 

Duraría poco pero sería suficiente para darle pie a la Líder Mortífaga para que neutralizara a las bestias; la salvaguarda no la ayudaría más y era consciente de que tenían que protegerse de alguna manera. Sin embargo, en cuanto pudiera empezaría a atacar también y se vengaría por el pequeño atentado.

 

—¿Qué se supone que debemos hacer esta vez? Me temo que llegué demasiado para escuchar el discurso inicial, mi amor —rodó los ojos apenas un centímetro, sólo para que Tau supiera que hablaba con ella (por más obvio que fuera) y torció una ligera sonrisa, cuanto quería a aquella mujer—. Lúcete.

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Y como era evidente en el minuto uno la clase se salio del guion original. Lo peor es que aquello no me sorprendía. Eramos cada uno de una madre y un padre distintos. Juntos una bomba de relojería. No sabia si reír o llorar ante el ataque de histeria de la fémina. Era inteligente, mucho de hecho, aunque no lo pareciese. Mi primer instinto fui ir y darle una bofetada para que se serenase. Debía mantener la calma en todo momento. Los libros poseían un poder inigualable, para lograr domarlo se tenia que tener una mente abriera y un auto control enorme.


Gracias al cielo, el avance de la Gaunt fue suficiente para embotellar el nerviosismo de la Potter Blue, dándome así un poco de tregua. Agradecí el gesto de Anne con una ligera reverencia. Le tenia aprecio, a pesar de que ambas circulábamos por lados opuestos de la carretera. ¿Como hacerles ver que Zack y yo teníamos la misma idea sobre lo que querían los Uzzas? Aquellos nómadas guerreros planteaban su propuesta y ale, nos dejaban vía libre para tomar las decisiones necesarias. Eso si, debíamos si o si cumplir con su petición. Si no el grifo se cerraba.


La risa siniestra seguía retumbando en mis oídos, levantándome dolor de cabeza. Quizás hubiese sido producto de mi amplia imaginación o tal vez una advertencia por parte de alguien mas. Lo aparte de mi mente unos segundos. De momento mi prioridad absoluta era la seguridad de los pupilos y que estos, en menos o mayor medida, aprendiesen los conjuros que nosotros ya habíamos practicado durante el duro entrenamiento con Runihura. Mis ojos verdes incidieron en los brillantes de Sagitas con la intencional de transmitirle seguridad.


Iba a comenzar a detallar un poco mas lo antes explicado, cuando nuevamente aquel sonido inquietante llego hasta mi. Pero esta vez vino acompañado de algo mas. Una flecha dorada volaba con una única dirección; el cuerpo de la sacerdotisa. La velocidad era increíble. Solo los arqueros de arco largo especializados eran capaces de lograr un tiro con efecto y aquel lo era. No me dio tiempo a reaccionar, pero si al Ivaskov, el cual y para mi sorpresa antepuso su seguridad a la de la mujer, recibiendo él el impacto. Me quede blanca un lapso.


Hasta que tanto el vampiro como la peli violeta llamaron mi atención. Km brillaba en mi diestra. Íbamos a atacar, pues varias valquirias habían entrado al aula con la determinación de acabar con nosotros y nuestras esperanzas de hallar el Valhala. No sentía mas que la adrenalina correr por mi torrente sanguíneo, uno que se estaba escapando de mi cuerpo debido a que el conjuro de sangre que había hecho antes de empezar la clase hacia el castaño había funcionado a las mil maravillas. Su herida era la miá. ¿Llorar o luchar? Una sola era la respuesta.


- Strellatus – El flash de mi varita cegó a una de las combatientes, negando de esta manera su puntería, al menos para que nos diese tiempo a ver su punto débil. Comprobé con alegría que algunos de los chicos ya se habían puesto manos a la obra, evitando así que el caos, ya de por si creado, fuese mayor. Al mismo tiempo que mi efecto salia, una avalancha en forma señora se lanzo sobre mi persona con una fuerza mayor a la creíble. Ni tiempo me dio a preguntar el porque de aquel hecho. Su voz usando el amuleto de curación fue suficiente para mi.


Me puse en pie, ilesa por fin, maldiciendo internamente a toda la estirpe del hombre. Elimine de un golpe la silla que había en mi camino y de un salto, accedí al lugar mas alto; la ventana donde haba estado antes estudiando el libro. Desde aquel punto mi visión periférica era espectacular, pudiendo ver donde y como estaban todos los que debía proteger en aquella ocasión. Elvis combatía cómodamente centros tres de aquellas diosas en cuero. Sagitas y Tau habían logrado, no quería abre como, uno de aquellos colgantes que tanto nos hacían falta.


- Un placer contar con tu presencia bonita – Fue la única alusión que hice al ver llegar a la Atkins – Necesitamos otro collar, de esos que llevan al cuello y evitar, como a lógico, que nos conviertan en un colador – Aquello de tener que aguantar a los dos primos tenia que ser una broma. Los veía hasta en la sopa – Morphos – Grite para convertir el arma, en este caso una daga, de una morena, en una cobra real, la cual y ante mi orden, enrosco en el cuello de esta, mordiéndola en la misma yugular. Era hora de retomar lo que nos pertenecía.

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—Weasley.

 

Pretendió ser un saludo, salió como una blasfemia disfrazada de apellido. No sentía ningún aprecio por su profesora, no le tenía paciencia y mucho menos tenía ganas de seguirla viendo. La veía en todos lados, incluso en Hogwarts, donde tenían que dictar la misma clase y aunque allá nadie le impedía matarla, no había tenido la oportunidad. Con todo el desprecio que le puede tener alguien a otra persona, la mujer la miró mientras le daba instrucciones y asintió, acostumbrada a regirse por un sistema jerárquico. Podía odiarla todo lo que quisiera pero si tenían la misma misión, debían cumplirla antes de arreglar cualquier otra diferencia que tuvieran.

 

Una nueva tanda de flechas salió de pronto hacia ella y las recibió con tranquilidad, viendo cómo chocaban contra su escudo invisible sin inmutarse. Las Valkyrias parecían contrariadas, al igual que podrían haberlo estado el resto de sus compañeros, pero ella no se mostró en ningún momento sorprendida por la protección que ella misma se había brindado antes. Lo mismo había protegido a su novia, que continuaba intacta tras de ella gracias a la defensa que había creado antes. Pero lo que sí resplandeció en su rostro fue una sonrisa malévola, de esas que presagiaban una tormenta de la que difícilmente alguna saldría viva.

 

—¡Espejo de niebla... —aquello sólo había sido un pequeño engaño, para que creyeran que realmente estaba usando el hechizo del libro del aprendiz y por esa razón podía hacer lo que hizo a continuación—... Fuego Maldito!

 

De la punta de su varita, dos llamaradas con forma de águila salieron disparadas con violencia contra las atacantes, que miraran con miedo cómo se aproximaba cada bola de fuego hacia sus anatomías. En caso de no haber tenido el rango, el hechizo había dado la opción de usar un ataque hasta el rango anterior. Pero como lo tenía, no tenía un gran efecto en ella, sólo servía para disfrazar su bando con inteligencia. El hecho de que hubieran dos podía ser discutido con el poder mágico que había adquirido con los libros, cosa que pelearía en caso de que alguien dijera algo al respecto, pero dudaba que alguien tuviera tiempo para fijarse en esas pequeñeces.

 

Una de las Valkyrias logró esquivar su ataque de alguna manera que no llegó a ver, pero la otra cayó presa de las fuertes quemaduras y se quedó inmóvil, quizás buscando de hacer algo al respecto. Sin embargo, la rubia la vio y la atacó de nuevo, enviando doce medias lunas veloces y cortantes hacia su pecho. Con la victoria rodeándola como un aura arrogante, le lanzó una mirada a la Weasley y enarcó la ceja, casi preguntándole "¿Ese collar?". Sólo que, antes de que Lisa pudiera insultarla, una flecha entró en su brazo y tuvo que apretar la mandíbula para no gritar. El efecto del Detritus había pasado y ahora se tenía que centrar un poquito más en la defensa.

 

—Maldita sea... —murmuró al ver el hilillo de sangre bajar por su brazo, empezando a mojar la manga de su túnica—. ¿Cómo se supone que saque esto? —evitó mirar a Tauro, pero se puso un paso más a la derecha, para taparla por completo.

 

Lo mismo le daba una patada, alegando haberse confundido con una Valkyria, pero la defendería a pesar de estar herida. Total, había estado peor.

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Y en un segundo se hizo el caos…

 

El vampiro se sorprendió ante aquel extraño ataque. Ni en sus pesadillas había visto algo así de repente. Él había molestado a un grupo de guerreros en el amazonas quienes querían su cabeza y le habían atacado tanto a él como a su grupo cuando los llevo allí, pero aquello quizás era mucho peor. El ataque había sido sincronizado, como si hubiera sido practicado millones de veces a través de los años. Observo a aquellas hermosas mujeres y un segundo después se estaba protegiendo de aquella lluvia de flechas. Pensó rápido pronunciando un celerus y creó un fortificum que cubrió tanto a Anne, como a Mei y a él protegiéndoles de aquella lluvia de flechas.

 

-les diría que se queden aquí pero dudo que me hagan caso –bromeo el vampiro- jamás lo hacen –dijo saliendo de su escondite para ver qué podía hacer

 

Aquello parecía más una guerra que otra cosa, recordó cuando había estado en las mismísimas puertas del infierno en aquel rescate a las almas perdidas, pero el ataque de las Valkirias no se parecía en nada a aquello. Pensó rápido, debía protegerse. Sus movimientos fueron agiles pero allí todo estaba mal. Sus compañeros se protegían o intentaban hacer alguna cosa contra aquellas valkirias. La voz de Zack lego a lo lejos ordenando que atacaran y capturaran a aquellas místicas mujeres.

 

-<<Claro, y así es como me gano otro enemigo ¿cierto?>> -pensó el vampiro quien ya tenía a dioses, y demonios contra él y por eso no quería sumar algo más como aquello a su ya manchada trayectoria- <<ni lo sueñes, aunque quiera hacer esto conozco lo que podría sucederme después>>

 

El cainita inmediatamente pensó en hacer una marca de sangre en alguna de aquellas Valkirias capturadas, solo que él no estaba sangrando por lo que no podía hacerlo a menos que se causara daño. Sonrió sacando su daga de plata, había visto hacer aquello muchas veces en Japón, una invocación de sangre, pero él jamás se había puesto a investigar aquello, aunque por su curiosidad innata debería hacerlo hecho.

 

-Confundus –dijo el vampiro apuntando a una de aquellas Valkirias la cual entro en un estado de confusión inmediatamente provocando que las flechas que lanzaba salieran disparadas a otro lugar.

 

-Bueno eso bastara por ahora, los chicos podran con ellas –susurro moviendo nuevamente la varita creando así un detritus que le protegiera de aquellas flechas que las Valkirias que se encontraban libres y atacando a los presentes pudieran afectarlo.

 

Un segundo después el sonido de un látigo se escucho a unos centímetros de su cara. Maldijo por lo bajo, aquello no era un juego y él estaba prácticamente perdiendo el control de lo que sucedía, mas aun estaba distraído quien sabia porque.

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Todos parecían estar particularmente de buen humor aquel día, por lo que no habían tardado en dedicarles saludos con palabras o gestos, a los cuales respondió vagamente con un movimiento de cabeza y con un sencillo “hola” en dirección a Hades, quien era quien más se le había acercado hasta el momento, pues no pareció llamar particularmente la atención de nadie, y en parte agradecía eso.

 

La clase no tardó demasiado en empezar, siendo su mejor amiga la primera en hablar y comenzar a explicar lo que para aquella ocasión debían hacer. Si bien en un principio no tenía todos sus sentidos puestos en la explicación, todo cambió cuando mencionó el lugar adonde debían dirigirse, de alguna forma extraordinaria y sin morir en el intento, evidentemente. En cuanto oyó la mención del Valhala, no pudo evitar fruncir el ceño.

 

La sangre paladín invadía sus venas, el poder del rayo que el dios Thor les había otorgado a los de su clan era algo palpable en ellos, por lo que, al estar tan unida a la mitología nórdica, tenía una precisa idea de todo lo que la mención de aquel lugar significaba. El Valhala estaba destinado a todos aquellos guerreros prodigiosos caídos en batalla, un lugar otorgado por Odín donde se reunirían y formarían el ejército más poderoso para esperar el Ragnarok. Custodiado por las famosas valquirias, allí no entraba nadie que no hubiese sido elegido por ellas y muerto en pleno combate, ¿cómo planeaban entonces llegar allí?

 

Mientras su mente daba vueltas alrededor de eso y del hecho de que Mei creía firmemente de que tal lugar existía -a fin de cuentas, la Orden de la Mano de Plata era el clan bendecido por el dios del trueno y por ende, pruebas vivientes de que los dioses existían- dejó de prestar real atención a su alrededor, sólo captando algunas cosas de las cuales hablaban. Entonces, un extraño escalofrío recorrió su cuerpo, pero lejos de tratarse de una advertencia o algo similar, era la primera vez que experimentaba una sensación así.

 

Una guerrera.

 

El rayo la protege, no es cualquier guerrera, es una guerrera de Thor.

 

Su tiempo está cerca, ¿será que deberíamos llevarla con nosotras?

 

¿O sería que mejor se nos uniera?

 

¿Será que es princesa, al igual que Brynhildr?

 

Sacudió la cabeza fuertemente de la sorpresa y cierto pánico en su expresión, ¿ahora se había vuelto totalmente loca que escuchaba diferentes voces en su cabeza? ¿O es que sencillamente la falta de sueño comenzaba a afectar sus capacidades cognitivas?

 

De pronto, la situación a su alrededor pareció derrumbarse repentinamente, al notar que algo realmente malo estaba sucediendo. Vio a Zack lanzar al suelo a Sagitas del empujón que le dio, recibiendo un flechazo salido de la nada misma; luego, la pared de vidrio explotó, seguido de una Lisa sangrando a borbotones; todo ello combinado con una risita de mujer primero, a la cual luego se le unieron muchas más.

 

De un momento a otro, la situación se había salido de control, y ella aún permanecía totalmente desconcertada, no solo con las voces que había imaginado en su mente, sino por el ataque de… ¡Valquirias!

 

Sacó su varita rápidamente al notar que Taurogirl y Sagitas pasaban inmediatamente a la acción, dispuesta a dirigirse hacia donde Lisa se hallaba, pero Hades le interrumpió el paso, colocando frente a ella y Anne un muro que los protegió de una lluvia de flechas que iban en dirección a ellos. Le dirigió una rápida e inquisitiva mirada a su amigo, pero la misma no fue devuelta, ¿qué hacía el vampiro invocando un hechizo como aquel? Ese era un hechizo característico de un mago oscuro, ¿qué significaba aquello?

 

¡No tenía tiempo de pensar eso! Corrió rápidamente entonces, alejándose de la defensa y dirigiéndose hasta Lisa para ayudarla, pues no la había visto en el momento en que se curaba, pero entonces, sintió un agudo dolor en la espalda que la hizo trastabillar y caer de bruces al suelo. El dolor punzante producido por la flecha que se había clavado en ella era insoportable, pero aún así se levantó como pudo.

 

Rayos – maldijo, intentando alcanzar la flecha en su espalda y quitársela, pero entonces, su mano fue pisada por alguien con las piernas al aire. Levantó la vista, viendo entonces, que se trataba de una de ellas.

 

No te atrevas a atacarnos, – le dijo, con una voz melodiosa muy similar a las que había oído en su mente, ¿sería que…? – tu conexión con “Dzor” te da privilegios, pero no por ello permitiremos que nos enfrentes así como así.

 

¿Qué hacen aquí? Hubiese sido mejor esconderse en los confines del universo si querían evitar que llegáramos al Valhala – se limitó a decir, viendo cómo la mujer le quitaba la varita mientras una espada era colocada sobre su garganta.

 

No es algo que un mortal deba saber. Excepto que decidas dejar de ser mortal, de una u otra forma, tal vez en ese caso podrías saber.

 

Su corazón comenzó a latir fuertemente a la vez que sintió el dolor aumentar inesperadamente en la zona de la herida. ¿Dejar la mortalidad? ¡Qué locura! ¿Acaso eso era una propuesta para dejarse morir, o se trataba de algo mucho más complicado, como lo que había oído en su mente? Su mirada entonces se cruzó por un instante con la de Lisa, dejando un mensaje a través de ellos: necesitaba de su ayuda.

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Hades señaló la dirección por la que había venido aquella flecha y Anne siguió su señal con la mirada para luego palidecer un poco más de lo que ya era ella de por sí. Luego fue Zack quien habló. ¿Cómo iban a capturar a las valkirias? Estaba todavía pensando en ello cuando un objeto cruzó la sala y el Ivashkov apartó a Sagitas bruscamente para recibir el proyectil que inicialmente la hubiera alcanzado a ella. Enseguida, la sangre comenzó a brotar del cuerpo del Ángel Caído... y también del de Lisa. ¿Qué estaba pasando allí?

 

Iba a abrir la boca para hablar cuando, de repente, la pared de cristal del fondo de la clase estalló en mil pedazos y una lluvia de flechas comenzó a caer sobre ellos mientras las valkirias comenzaban a entrar en el aula.

 

¡Cuidado! —gritó Anne, a pesar de que estaba segura de que allí todos eran lo suficientemente diestros como para que aquel ataque les pillase desprevenidos. Un muro apareció delante de ella, Mei y Hades y la Gaunt suspiró, aliviada—. Gracias, hermanito —murmuró, verdaderamente agradecida. Al escuchar las instrucciones de Zack, su mirada se clavó rápidamente en el colgante de una de aquellas mujeres, que ella no veía ni atractivas ni tampoco interesantes. ¿Por qué diablos les atacaban?

 

Su prima Tau, de repente, hizo alarde de sus magníficas dotes de guerrera y distrajo a la líder de las valkirias, a quien consiguió arrebatarle su colgante. Al girarse, comprobó que Sagitas también había conseguido uno y Anne parpadeó, atónita, sin explicarse cómo lo había logrado. ¿Acaso había luchado contra ellas? Creía recordar que la mujer era reacia a la violencia... aunque claro, en aquellas situaciones lo más normal era mirar por salvar la propia vida dejando a un lado la moralidad. Al menos, para ella, las cosas funcionaban así. Decidió que estar allí parada no era la mejor solución y cambió su posición para poder conseguir abatir a una de aquellas valkirias.

 

Retrocedió dos pasos y flexionó ligeramente las rodillas, como cuando un animal se prepara para saltar sobre su presa. Una de las valkirias la apuntaba directamente con su arco y una flecha voló directa hacia su torso. «Salvaguarda Mágica», pensó rápidamente. El proyectil la atravesó limpiamente y Anne entonces corrió hacia la valkiria aprovechando los pocos segundos que le quedaba de protección. Los poderes del libro de la Fortaleza eran impresionantes, al final había merecido la pena el esfuerzo realizado en el Amazonas... por eso mismo se había anotado en aquella clase, sabedora de que si el poder de los hechizos de la Fortaleza eran buenos, los que provenían del Libro de la Sangre sería aún más poderosos y la harían mucho más fuerte de lo que ya era.

 

En cuanto estuvo a corta distancia de aquella mujer de cabello oscuro, la protección del hechizo que había utilizado la Gaunt desapareció y su cuerpo se volvió visible entonces. Pudo notar que la valkiria no se sorprendía lo más mínimo, pero aquello no significaba que fuera a darle tiempo a reaccionar.

 

¡Morphos! —exclamó, apuntándola directamente. Su ropa se transformó en una serpiente de tonos marrones que la aprisionó rápidamente, haciendo imposible que ésta pudiera moverse. Tras intentar zafarse de ella, perdió el equilibrio y cayó de espaldas cuan larga era, permitiendo que la licántropa diera un salto hacia adelante y le cayera encima—. Bien, a ver ese colgante...

 

Dio un tirón seco del objeto y lo arrancó del cuello de la valkiria, que la miraba con los ojos abiertos de par en par. Probablemente intentaría matarla en cuanto el efecto del morphos desapareciera. Pero aún quedaban unos minutos para que eso pasara, así que no tenía porqué preocuparse. Alzó la mirada para ver si los demás estaban bien y comprobó que casi todos estaban enzarzados en su propia batalla. Luego bajó la vista hacia el colgante que sujetaba con la mano derecha. ¿En qué se había metido esta vez? Aún estaban en el aula cuando los problemas habían acudido a buscarles... y probablemente aquello no era nada en comparación con lo que, muy probablemente, llegaría a continuación.

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Me aferré a aquel collar que llevaba una de las Valkirias confundidas en el suelo. ¿Porqué habían causado tanto revuelo dentro de la clase? No había sacado la cuenta de las mujeres que habíamos derribado entre todos, pero estaba seguro que por lo menos ya habíamos abarcado a todas. Algunas se encontraban desmayadas, un par confundidas, algunas se encontraban lanzado flechas desviadas porque las cegaban o movían sus arcos. Pero estaba seguro que nadie lograría matarlas. Estaba seguro que eran seres poderosos. Así que tal vez, deberíamos irnos. ¿Para eso eran los colgantes?

 

¡Sagitas! No... —me dije a mi msimo. No le estaba diciendo a mi prima, que se defendía de una manera increíble. Incluso se había acercado lo suficiente para que pudiera ver como anulaba completamente el arco de una de aquellas criaturas. Le iba a gritar para felicitarla. Estábamos en peligro pero ¡amaba que las personas se desenvolvieran asi! Y más cuando eran los primeros en recitar que no podían. Pero por ocuparse de defender a Tau, otra compañera, ella se estaba olvidando de cubrirse por la retaguardia. Pero allí estaba yo. Pensé en con Levicorpus. No para Tau ni para las valkirias, sino para las misma Sagitas.

 

En aquel momento se me habían ocurrido un montón de soluciones. Pero para cuando me había dado cuenta, una de las que estaba atacando a ella, ya había apuntando a mi prima y ya estaba lanzando su flecha. Prefería levantarla de un talón a tener que curarla luego, porque de ésa manera le ahorraba dolor ¿Y si la apartaba? Tal vez la hacía golpear la frente contra la pared ¿Y si le tiraba un mueble para cubrirla por completo? Tal vez por el apuro, aplastaba a mi prima. La pelivioleta se vio levantada en el aire como si una mano invisible la hubiera tomado. A dos metros de alto. Cuando se diera cuenta que había sido yo, recibiría un buen regaño, pero la estaba salvando, aquello no me importaba.

 

Me acerqué mi prima mientras le lanzaba un encantamiento de desarme a aquella mujer que nos atacaba. O mejor dicho, mujeres. Pero cada vez eran menos. Su arco voló un par de metros, como lo hacían las varitas. El metal del arma resonó en todo el aula. ¿Cuánto más teníamos que hacer? Llegué a estar por debajo de mi prima y movi la varita contra ella de nuevo, pensando en el contrahechizo para bajarla del aire.

 

Perdona, prima. Perdona. Es lo único que se me ocurrió para defenderte de eso —le comentaba mientras intentaba atajarla en el aire y aferrarla para amortiguar el golpe de la caída. Aunque el Liberacorpus inmediatamente ya portaba una caída suave. Le señalé la marca que habia en la pared. Un gran agujero negro estaba hecho por aquella flecha y ésta, parecía despedir pequeñas volutas de humo grisáceo con destellos dorados. Mi varita estaba aún aferrada pero nos salvábamos unos a otros—. ¿Tienes un colgante? Toma uno, nos va a servir.

 

Le comenté a Sagitas, entregándole el segundo collar que había obtenido, sin saber si ella se había hecho con uno. El que había conseguido de la Valkiria que aún estaba colgando en la mitad de la habitación, ya lo tenía alrededor de mi cuello. Se sentía extraño. Como una vibración constante. Miré a Lisa. Por primera vez desde mi llegada, la había divisado. ¿Que hacía sobre la mesa? Esperaba que nos dijera cuál era la intención de ambos. ¿Lo habían hecho como parte de la clase o de verdad nos habían venido a interrumpir?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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La actividad dentro del aula incrementó de un momento a otro sorpresivamente. Las valkirias invadieron el lugar atacándolos sin piedad. Mientras las flechas volaban de un lado a otro el vampiro observaba esperando el momento indicado para soltar el ataque que ya había planeado. Dado que todos los pupilos tomaron a una o más de aquellas féminas y las dominaron hasta neutralizarlas y dejarlas fuera de combate, él solo tuvo que hacerse cargo de las últimas en pie.


—Fuego Maldito— Sin temor a pronunciar el hechizo, tres hipogrifos de fuego aparecieron de la nada recorriendo toda la estancia con su calor abrazador. El primero de ellos chocó con fuerza en el pecho de una valkiria que estuvo a punto de atacar a Leah, quien había llegado tarde al festín. El Segundo alcanzó a clavar su pico en llamas en el cuello de otra fémina que tensaba la cuerda de su arco buscando clavar una nueva flecha en Sagitas, que prácticamente huía despavorida. Al mismo tiempo, el tercer animal de fuego aprisionó con sus alas ardientes la tercera y última valkiria. Para cuando esta cayó, las llamas se desvanecieron también, pero no sin antes haber quemado parte de un estante que cayó al suelo hiriendo a alguien que no dudó en soltar un grito de queja.


Zack solo pudo ver el pie arrastrarse detrás del enorme mueble de madera. Arrugó el entrecejo preparando su varita para lanzar un nuevo ataque, y en ese mismo instante la mujer se levantó quedando al descubierto. La atención de todos los presentes se centró en ella al ser la única de las atacantes vivas.


—No tengo intenciones de dañarlos — Dijo en voz alta antes de que una cantidad bárbara de rayos viajara hasta su cuerpo semidesnudo. Apenas la cubría un pedazo de cuero en su entrepierna, y algunos más en sus brazos para protegerla. Su pecho estaba desnudo, haciendo inevitable el no enfocar la mirada en ellos. Zack se preguntó cómo es que se distrajo de tal manera por ese simple pero grato panorama. Todo podría ser una trampa, ella podría ser una simple distracción que hacía tiempo a la llegada de más valkirias.


—Puedo darles lo que quieren. Llevarlos al Valhala. Con una única condición…— Anunció la mujer encaminándose al Ángel Caído con un movimiento sensual aunque no tan insinuante.


—¿Por qué traicionarías a tu gente? — El hombre la interrumpió de inmediato, debía asegurarse de que no era un plan más para estropearles el objetivo.


—…Que no hagan preguntas — Finalizó su frase enarcando una ceja sin dejar de mirar al menor de los Ivashkov. Este último se quedó a la espera de que alguien opinara respecto al ofrecimiento voluntario de la valkiria. Obviamente les caía genial un infiltrado, pero al no ser de mucha confianza ponía en dudas la seguridad de la misión, y las vidas de todos ellos.


Casi como un impulso involuntario, Zack miró por sobre su hombro buscando a Lisa. A pesar de todo necesitaba saber su posición respecto al tema. La reina de Rumania estaba nada más y nada menos que en una ventana superior observando toda la escena. El vampiro rodó los ojos y bajó la cabeza llevando una mano a sus cienes, acariciándolas.


—Baja ya, Lisa — Como si tratara con una cría, dio la orden esperando fuera atendida de inmediato. En ese momento, la sensual mujer terminó por acortar la distancia que los separaba. Para cuando Zack quitó la mano de su cabeza tenía los senos de la fémina frente a él tentándolo a pasar el resto del día contemplándolos, o algo más.


—Yo sabré como cobrar el favor — Agregó la mujer sin apartar la mirada del Ángel Caído. Con ambas manos recogió su alargada cabellera negra y la dejó caer sobre su pecho, ocultando, ahora sí, la desnudez. Era evidente lo que estaba sucediendo, aquella era la más desviada de todas las vakirias.

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Tauro vio las tres cuerdas aproximarse hacia su ubicación muy consciente de que no podría reaccionar a tiempo si es que ella era el objetivo, pero no, estas pasaron de largo y fueron a parar a alguien que se encontraba detrás. La Mortífaga dio media vuelta y al ver de quién se trataba y a juzgar por el odio con que la miraba debía ser la misma mujer a quién había manchado con su sangre. Volvió a girar buscando a la autora del hechizo y vio que se trataba de Sagitas.

— Lo tomaré yo, si no te molesta —no había necesidad, pues minutos antes ya se lo había arrebatado. Avanzó para darles las gracias pero algo levantó a la mujer del suelo haciendo que quedara colgando boca abajo. Una flecha había pasado muy cerca de donde se encontraban y Elvis, de una forma muy peculiar, había salvado la vida de la mujer. De haber estado en otro lugar, quizás algo muy diferente a un campo de batalla, a Tauro le habría hecho mucha gracia, pero no podía olvidar que le gustara o no, Sagitas le había salvado la vida.

Liberacorpus —pronunció bien alto liberando a la Potter Blue del hechizo, aunque no contara con almohadas en el suelo para amortiguar su caída la cual resultó ser un duro golpe para ella — Gracias —agregó.

Había pasado ya mucho tiempo lejos de Leah y los latidos de su corazón aumentaron cuando escuchó su voz muy cerca de ella, como siempre tratando de protegerla aunque resultara herida y eso fue precisamente lo que sucedió. A Tauro casi se le detiene el corazón por completo cuando vio la flecha rozar su brazo y dejar un rastro de sangre a su paso.

— ¡NO! —gritó enfurecida la mujer. Quería fulminar y matar con sus propias manos a la responsable, pero primero debía asegurarse de que Leah se encontrara bien, por lo que sin cuidarse a sí misma se escabulló en medio de la lluvia de flechas que poco a poco empezaba a cesar, hasta que dio con la Nigromante.

Espejo de Niebla Detritus —pronunció imitando el hechizo, cubriendo su cuerpo y el de Leah en una capa de color similar a la suya. Seguidamente se hizo con el Amuleto de la Curación colgado en el cuello e impuso sus manos en la herida de su novia.

— Prométeme que no te vas a volver a separar de mí —dijo mirándola a los ojos.

No sabía cuántos amuletos necesitaba, pero parecía ser que Zack estaba dando fin a todo ese embrollo, mientras que Elvis, Anne y Mei incluso, se encargaban de conseguir los suyos, algunos con métodos más peligrosos que otros.

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