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~Mansión de la Familia Gryffindor~ (MM: B 104490)


Mael Blackfyre
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Tiempo después del ataque de la bestia

 

Su ausencia venía acompañada por una búsqueda inquietante de respuestas. La bruja había tomado una decisión acompañada por una experiencia que solo otorgan los años en los medios y en la vida cotidiana y no estaba dispuesta a dar el brazo a torcer.

 

Aún así sentía la necesidad de conectar los lazos afectivos que había transformado en huellas del pasado pero que siempre volvían a marcarse por las trampas de la memoria y jugadas del destino. Aún no había discutido con su padre sobre su salida de la Orden del Fénix y no esperaba que vea la marca de la serpiente en su cuello protegido por una gargantilla de seda color jade.

 

Su capa de viaje repleta de bolsillos cargados de curiosos utensilios descansaba en sus hombros. La pelirroja se atrevió a pisar con sus botas, cubiertas de barro tras una larga caminata bajo la lluvia, la mansión que aún llamaba su hogar. Necesitaba sentir el calor de su padre al menos una vez más, ver cómo estaba, cómo iban las cosas en su trabajo y quizás tomar unas tazas de té de pasionaria con su antiguo compañero de bando.

 

El vestíbulo se encontraba vacío, solo se veía el andar de los elfos al servicio doméstico de la casa familiar. Al notar la suciedad de sus botas se quitó la varita envainada en el cinturón y con una floritura en dirección al suelo murmuró: Fregoteo.

 

El barro del mármol y de su calzado desapareció lo que permitió que la bruja se adentrara a la casa hacia la cocina. Apuntó con la varita hacia la pava para que se cargara con agua del grifo y se apoyara sobre una salamandra que calentaba el ambiente.

 

Le había enviado una lechuza a su padre avisando que estaría allí a la hora del té inglés. Esperaba que la hubiera recibido.

 

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Editado por Shelle Dumbledore B.L

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Miré la hora. Había pasado muchas horas desde que me encontraba despierto y aún me sobrepasaban los pendientes. Tras una larga decisión y demasiada presión, había retomado el trabajo que venía llevando prácticamente toda mi vida. Pero no era el mismo mago y algunas cosas habían cambiado. Sin embargo, al recibir la lechuza de parte de Shelle, me sorprendió tanto como me alegró. Se habían pasado unos diez minutos de la hora acordada.

Bajé desde la habitación y me dirigí directamente a la cocina. Al atravesar el umbral, pude ver que se encontraba dispuesta a servirse un té. Me acerqué y apoyé una mano en su hombro, tras darle un beso en su frente. Miré el qué estaba haciendo y al parecer había decidido hacerlo ella con sus propias manos.

Deseo café, más que nada —luego del saludo me alejé unos pasos. En la mesa de la cocina solo había algunas tazas limpias, un enorme florero y un ejemplar del profeta, que claramente decidí ignorar. Tethys pasó, a lo lejos desde la sala, con un plumero limpiando algunos muebles de allí. Y Rhaenys apareció, nos dirigió una reverencia para luego tomar un tarro e irse rápidamente—. No pude venir antes porque tenía trabajo que hacer. De hecho, no tengo mucho tiempo. ¿Tú? No te había visto casi en semanas —comenté sentándome cerca de la mesa.


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Una pesada y cálida mano se sentó en su hombro, la bruja la acarició apenas con la punta de sus dedos para luego sentir el beso en la frente, apretó los ojos sintiendo que una estela de paz la envolvía y le quitaba de encima cada uno de sus miedos.

Sirvió dos tazas, que pudo rescatar del secaplatos, una con té y otra con café y deslizó una de ellas por la mesa hasta situarla frente a su padre. Se sentó frente a él con sus saltarines ojos fijos en la pacífica mirada del Gryffindor.

 

-Nunca tienes tiempo- dijo con una sonrisa traviesa dibujada en sus labios -¿A caso lleva muchos casos, señor investigador?

Dio un sorbo a su té amargo, cruzó sus piernas hacia un costado y se dispuso a peinar su cabello mientras contemplaba la cansada figura del mago.

 

-Deberíamos irnos de vacaciones- concluyó -Perseguir la primavera a un lugar lleno de flores.

Aún fantaseaba con aquel campo de amapolas que alguna vez adornó su infancia.

 

-Pero supongo que tenemos mucho que hacer aquí ¿Verdad, padre?- nuevamente llevó la taza a sus labios.

 

Un sonido a lata estrellando contra el piso sobresaltó a la bruja quien vio cómo un elfo de oscuros harapos recogía rápidamente una cacerola del suelo en la entrada de la cocina.

 

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  • 1 mes más tarde...

Le agradecí el gesto que había tenido mi hija de alcanzarme mi taza con una semi sonrisa, mirando a un costado. Los cristales de la ventana mostraban el panorama que reflejaba con los jardines de la mansión Gryffindor. Los elfos iban y venían, aunque tenía que admitir que estábamos en un lindo horario ya que no era ninguna de las dos comidas que se preparaban en la mansión. Senti mis dedos rodear la porcelana caliente mientras mi hija Shelle me hacía algunas preguntas, las cuales empecé a asentir levemente con la cabeza. Me encargué de despejar aquellos pensamientos y mirarla, tomando algunos sorbos de mi café.

 

Creo que hace unos 7 años que no me tomo vacaciones —la bebida bajaba por mi garganta tras una sensación super agradable. Eran muchas preguntas— No se si muchos casos, señorita. Pero al menos, si intensos. ¿Usted como reportera no los conoce? —le guié un ojo para que supiera que estaba bromeando, en el mismo momento que una ansiosa Rhaenys iba corriendo de un lado a otro. Saltaba y le daba un manotazo a una olla pesada, que tras un chasquido ésta pasó volando por encima nuestro hasta llegar encima de la cocina—. Rhaenys, cuando tengas un momento, prepárale una de las habitaciones del último piso a Shelle, por si la necesita

 

La elfina se detuvo a escuchar la orden como si una enorme pared la hubiera chocado deteniéndola. Asintió y continuó con su ritmo de trabajo. Volví a mirar a mia hija y le di unos sorbos más, su visita parecía más un cuestionario a una charla padre-hija.

 

Tenemos demasiado que hacer. La nueva Ministra, la reconstrucción del Ministerio, vigilancia de fronteras... —negué con mia cabeza tratando de dejar el tema ahí. Ahora claramente que era mi turno—. ¿Y tú? ¿Estás trabajando aquí? ¿Dinamarca?

 

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Una mueca torció los labios de la bruja quien apretó con más fuerza su taza de té para llevarla a sus labios, el líquido burdeo calentó su garganta dándole una caricia.

 

-La sede central de la editorial, en Dinamarca, fue destruida a petición del antiguo ministro de aquel país- encogió sus hombros -jamas di el brazo a torcer y el gobierno danés conspiraba con el enemigo que ambos conocemos.

 

 

Apretó la porcelana con sus dedos, había escuchado las últimas palabras de Ulrik por su teléfono, escuchó como entraban a la sala donde él estaba y le arrebataba la vida, dejándola al cuidado de su hija Claire quien se había vuelto una abominación.

 

-Sin embargo- el rostro de la bruja permanecía petrificado, no gustaba mostrar sus debilidades, cualquiera podría aprovecharse de ellas. Aun cuando confiaba en su padre, prefería mantener ciertas distancias -Estableci una nueva sede frente al banco mágico de Gringotts. Cuando gustes, siempre serás bienvenido al establecimiento.

 

Estaba con el semblante tranquilo, aunque una inquietud irrumpía en sus pensamientos.

 

-Lo siento si hago muchas preguntas- murmuró apenada -Un mal hábito de mi profesión.

 

Los ojos azules de la bruja se situaron en el enorme reloj de pared cuyas delgadas agujas indicaban las siete de la tarde.

 

-Sé que dices estar ocupado- sus manos recorrieron la mesa hasta envolver las anchas y cálidas manos de su padre -Me gustaría que cenaramos juntos, papá, invité a una persona que nos ayudará en nuestra lucha y deseo que lo escuches.

 

La bruja recordó la aventura en el hospital donde los bebés mágicos habían sido secuestrados y el estómago se le contrajo de solo pensar que alguien intentara romper con tantas vidas inocentes, vidas de magos que no podían defenderse.

 

 

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Off: perdón si alguna palabra está fuera de lugar. Lo escribí con el celu antes de ir al trabajo y el autocorrector a veces me juega en contra xD

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Asentía levemente ante las palabras mencionadas de mi hija Shelle. ¿Cómo era que había pasado por alto toda aquella situación? Claramente que había ocurrido en otro sitio, pero de escuchar su magnitud, debería haberlo sabido de antemano. Siempre las relaciones internacionales habían sido favorables, y cuando uno podía llegar a recurrir para brindar ayuda, era bueno por la respuesta que podíamos obtener. Más por el punto en que nos encontrábamos con la nueva gestión de la primera Ministra.

Eso mismo. Las renovaciones del Ministerio de Magia me habían arrebatado toda concentración que necesitaba y no había podido levantar la vista, claramente.

Sentí las heladas manos de mi hija.

Oh, Shelle. Estoy muy orgulloso de ti, claramente. Pero jamás me ha gustado relacionarme con los medios. ¿Tu sabes? Siempre que he puesto un pie en alguno de ellos, la cosa ha salido mal —mordí mi labio inferior y aguanté una risa. Era una historia larga que contar, pero llevaba ingredientes como el Profeta, Mortifago, misteriosamente la presencia de Sagitas otra vez, fuego. Y la mala prensa, oh. Era tan frustrante que estaba seguro que no podía aguantar de no utilizar mi varita contra cualquier reportero—. Pero te lo cuento porque confío en ti, hija. Tú puedes preguntarme lo que quieras, sin problema.

¿Nuestra lucha? —miré aquellos ojos azules. Tenía que admitir que me daba curiosidad, pero no podía pecar ante mis propios hijos. Era una promesa que me había autoinfligido de no utilizar las legeremancia contra ellos, por una cuestión de respeto. Tenía que dejar de ser el padre sobreprotector porque sabía que cada uno de ellos era capaz de protegerse. Los había educado con aquellos valores—. Está bien. Ésta es tu casa, puedes disponer de ella cuando gustes. Ya mismo puedo ir a pedirle a los elfos que preparen algo.

Me levanté automáticamente dejando la taza a mi lado, que ésta desaparecio automáticamente.

¿Crees que tenga tiempo de ir a acomodar algunas cosas en mi habitación? Debo mandar algunas lechuzas, pero estoy seguro que puedes recibir a nuestro invitado y me uniré en cuanto termine —esperaba que mi hija me diera su afirmación, para retirarme de allí luego de ordenar a los elfos una cena.

Las agujas de reloj en la sala dieron las siete. Afuera ya era de noche y una extraña brisa fría movía la copa de los árboles de un lado hacia el otro.

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Mientras el mago se ponía de pié la bruja terminaba de beber su té de hierbas, dejando la taza vacía junto a la del Gryffindor y observando como ambas desaparecían dejando apenas la marca circular en el mantel. Antes de que su padre se retirara, la pelirroja se puso de pié y encaminó sus pasos hacia el hombre cuyas singulares canas se dejaban ver en la barbilla. Apoyó ambas manos en sus anchos hombros para luego colocar su cabeza sobre el hombro derecho de Elvis, alimentándose del calor de su padre, tratando de encontrar un trocito de luz entre tantas tormentas.

 

Claire... el oscurus... Ulrik... la marca que ahora llevaba en su cuello... el inquisidor... y el maldito amor había nacido en su pecho por un hombre del cual deseaba estar a kilómetros.

 

Deja tranquilos a los elfos– murmuró en el oído de su padre –cocinaré tu platillo favorito, sabes que me encanta cocinar–.

 

Besó la mejilla del mago y separándose de el giró sobre sus talones, dejó la varita sobre la mesa y se dispuso a escribir una lista con el anotador que llevaba en su bolsillo.

 

–¡Wickyy!– gritó, la diminuta elfina doméstica de la periodista apareció con una sonrisa en sus labios –Wickypedia, compra estos ingredientes, pasa por la vinoteca de Arianne y que te de su mejor escoses, un cabernet marca... Don David reserva 2016, y un baileys para el postre... bueno y elije una botella para tí, sé que te encanta el licor de menta, puedes comprar uno si quieres.

 

La elfina dio saltitos de alegría y con un simple chasqueo de sus dedos desapareció.

 

Un rato después, mientras Shelle dejaba descansar la masa de harina y huevo envuelta en un repasador sobre la mesada, al ritmo de la melódica música de Malukah, la elfina apareció con un carrito repleto de mercadería.

 

–Llename un vaso con ese escocés y ayudame con el relleno de los raviolones, hay que procesar toda la verdura que has traído– La periodista observó las agujas del reloj, pronto llegaría el invitado y si no estaba la comida lista, ni su padre, quizás un poco de whisky lo podría entretener.

 

Ya estaban apunto de terminar de cocinar cuando Wickypedia se dispuso a poner la mesa con un elegante mantel color carmín, platos negros, vasos, copas, servilletas de tela blanca con costuras doradas, y una bolsa de arpillera con pan recién preparado.

 

Extrañaba estar allí, en su casa, sentirla su hogar. La vida le había llevado a no pertenecer a ningún sitio, a tener que escapar incluso de ella misma, se sentía bien tener un lugar donde era bien recibida.

 

 

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Asentí con la cabeza cuando mi hija me pidió que no ocupara a mis elfos, ya que ella misma se quería encargar. Al parecer la persona invitada de su parte era muy importante, porque no cualquiera haría eso mismo. Le hice una seña a Rhaenys, para que siguiera con lo suyo, y le dirigí una sonrisa a Shelle tras su muestra de cariño.

 

Tenía que admitir que me daba alegría saber que al menos, contaba con la presencia de dos de mis hijas, Lunática y Shelle. Las amaba por igual, a pesar de que entre ellas eran polos opuestos.

 

Me encargué de pasar a la sala, guardando mi varita y subiendo las escaleras. Aquellos pasillos estaban desierto, en mi mente apareció la imagen de hacía unos cuantos tantos años atrás, cuando aquellas habitaciones estaban repletas de personas, que entraban y salían. Hechizos que tal vez salían despedidos de una manera no permitida. Elfos corriendo de un lado para el otro. Arabella encargándose de ordenar junto a Thethys. Mi melliza Mica jugando con los más pequeños.

 

Entré a mi habitación con un nudo en el pecho y un ardor (ya no extraño) en mi pecho.

 

No recordaba muy bien cuántos minutos habían pasado. Sin pensarlo consciente, había enviado una lechuza con una docena de cartas. Por suerte el departamento había tomado su propio empuje pero había costado algunas semanas. El control de las fronteras no daba ninguna señal del inquisidor y eso tal vez era lo que más me molestaba. Estaba seguro que muchas brujas y magos se encargaban de pasar ilegalmente a pesar de las restricciones al salir del país.

 

Levanté la vista y pude ver mi lechuza. Su pecho subía y bajaba pero estaba orgullosa de ella, porque estaba seguro que era una de las más rápido que había visto en mi vida. Era pequeña y pasaba desapercibida. En su pata llevaba una carta que le retiré, al dejarla pasar. La deposité en su jaula, le di agua para beber y algunas golosinas para comer, y me aseguré de darle algunos cuidados regenerativos para que se reincorpore rápidamente.

 

Leí el papel. La opresión en el pecho no se había disipado en ningún momento, al contrario, en aquel momento parecía aumentar. Leí las palabras de la carta y la rabia aumentó. En el mismo momento arrugué el papel y golpeé mi escritorio con un puño. Dos veces, para ser exactos. En ése instante hubiera hecho explotar el escritorio, tal vez, en caso de haber tenido mi varita en la mano.

 

No anunciaba palabras buenas en aquel momento, una de mis oportunidades de El Plan, desaparecía.

 

El llevar ausente con algunos contactos y favores parecía que hacia olvidar a algunas personas lo que uno había hecho por ellos.

 

Saqué ése pensamiento de mi cabeza, porque no servía de nada ponerme así. Tenía que terminar con aquello, porque el exquisito aroma que ascendía de la cocina, me alertaba que Shelle ya estaba terminando con todo aquello. No entendía cómo, porque no había sido idea mía, pero parecía que se tratara de un encantamiento que, los riquísimos olores de la cocina ascendían a los pisos de la mansión para atraer a sus habitantes.

 

Me quedé perdido mirando a través de la ventana.

 

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Tropecé en el descansillo y caí cuan larga era cuando la puerta de calle se abrió para darme paso, tarde más minutos del estipulado en levantarme y mucho más en enfocar mejor lo que parecía ser ¿el salón de la casa? ¿la entrada? la cabeza me daba vueltas por la aparición y no podía pensar en donde estaba, los olores inconfundibles de algo que se cocía en la cocina me hacía saber que estaba en casa pero aún así cuando pude enfocar bien con mis ojos azules claros me sentí más sola que nunca, en un lugar al que le faltaba algo, solo que la auror no podía entender el que y tampoco entendía que era esa desazón en su pecho, como si algo anduviera mal y no supiera bien el que en realidad.

 

Podía oler el aire y saber que su papá estaba por allí ¿en su estudio? ¿en su dormitorio? también podía saber que su elfo Arturo estaba y ¿Shelle? intente enfocar de donde provenía ese aroma y entendí que era en la cocina donde seguro que se encontraba, aun así me quedé en el descansillo sin animarme a entrar, qué hacía allí después de siglos sin pasarme? ¿podía entrar como si nada y saludar o debía de irme por donde había venido? la idea de irme me resulto horrible sobre todo porque papá y mamá siempre me habían recibido sin preguntar a donde iba o porque no me pasaba tan seguido y eso era algo, que les agradecía más veces de las necesarias a ambos, por el momento me quedé allí parada, con mi traje violeta claro, mis botas de tacon alto violeta y mi pantalón violeta oscuro haciendo juego, llevaba mi varita en la oreja y mis cabellos pelirrojos en mi prendedor del fénix dorado, todos sabrían que venía del ministerio y si no lo sabían, las carpetas que decían: "confidencial y aurores" les daba una pauta de a donde había ido y donde había pasado todo el día hasta ahora que podía pasarme por la que consideraba aun mi casa.

 

 

- Hola a todos, ¿hay alguien en la casa? aunque si se que hay porque ese olorcito rico que viene de la cocina, en fin.... sea lo que sea que pasé hoy será una cena a toda pompa ¿verdad? lo siento, no quería interrumpir, quiero decir yo solo vine de visita y no quería, demonios, no se que es lo que no quería pero algo no quería, ¿eso se entendió? esperen volveré a formularlo, solo quería venir a casa y no quería interrumpir, así que yo, lo siento, ¿puedo quedarme a comer?, mejor será que solo me siente y ya - Dije sonando más alegré y feliz de la cuenta, mientras me sentaba en el sillón y sonreí feliz, preguntándome que era lo que acontecía en mi hogar dulce hogar -

 

Pesé a que sabía donde estaba cada uno no iba a ir a molestarlos, alise mi traje violeta sintiéndome mayor y distinta, me desaté el cabello pelirrojo dejándolo caer cuan largo era y todo arremolinado, suspiré preguntándome cuanto pasaría antes de que buscará a alguien de la casa, si bien no quería interrumpirlos mi vena Gryffindor me pedía verlos, aunque me reserve hacerlo en la cena o cuando ellos supieran que estaba allí, me pregunté si se acordarían de mi o si por el contrario nadie sabía quien era, aun tenía a Arturo, pero no lo quería llamar todavía solo quería estar ahí en el raro silencio de un hogar que parecía seguir siendo el mío, solo que sin la mitad de sus integrantes, algo que dentro mío me dolía pero nunca le diría a absolutamente nadie, entendiendo que todos tenían diferentes horarios y vidas que vivir fuera de la mansion Gryffindor.

 

 

La cabeza aún me retumbaba como si la aparición hubiera sacudido mi cerebro, masculle un juramento en voz baja procurando que nadie escuché aquello, mientras me preguntaba porque aparecerse era un medio de trasporte diario, con los avances que había podrían haber hecho algo mucho más avanzado ¿o no? mientras pensaba en que una alfombra mágica o incluso un ascensor mágico podría ser de mejor utilidad me pregunté cuanto tardaría en colarme en la cocina y robar alguna cosa, aunque por lo pronto solo me quedé allí sentada preguntándome cuanto tiempo pasarían sin notarme y diciéndome que seria una buena anfitriona si es que me tocaba estar en la cena de esta noche, para la cual parecía que habían preparado varios platillos que olían a las mil maravillas.

 

 

El mundo se caía a pique y eso me hacía sentir mucho peor que antes, no había querido escribir más cartas, no había habido mas teléfonos que hacer sonar ni lechuza a las que acudir, cuando el ministerio de Holanda les negó la ayuda que necesitaban, la bruja dejo de intentarlo no porque no quisiera, si no porque si Holanda decía que no, los demás paises seguirían el mismo camino así que suspiro mientras se preguntaba cuanto tardarían en darse cuenta que todo lo que hicieran sería en vano, no quería admitirlo pero ella misma perdía las esperanzas día tras día, algo impensado, puesto que la bruja siempre había sido de las que no se dan por vencida jamás, así que aún esperaba un rayo de sol en algún lado, pero por lo pronto intentaba olvidar sus problemas ministeriales y enfocarse en que estaría en familia y pasaría una hermosa velada así el mundo se fuera a pique o no.

 

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  • 5 semanas más tarde...

Me faltaba un detalle. Una pequeña información que se me escapaba cada vez que quería llegar a ella. Estaba frustrado, sí. Y estaba seguro que si tendrá mi varita mas cerca, hubiera volado aquella ventana en miles de pedazos, junto a la cama y al escritorio que contenía todo tipo de papeles. Quise admirar el día que brillaba fuera, con un sol resplandeciente y la brisa veraniega que te animaba a disfrutar del ambiente. Pero me había negado ante ello. ¿Cuántos años habían pasado desde que no me tiraba al suelo a sentir la energía propia y de alrededor?

 

Respiré y al bajar la mirada observé mi mano. O el punto donde hubiera estado la real, en caso de no haberla perdido. Gracias a mi habilidad como metamorfomago hacía creer a todos que todo era normal. Pero había perdido tanto mi mano como mi Clan. ¿A costo de qué?

 

Dejé aquello pensando en mis hipótesis, que no tenía casi ninguna certeza. Pero tampoco ningún fallo. Había escuchado algunos rumores que creían que comentaba delirios al culpar a Aaron Yaxley como el Inquisidor. Pero mis sospechas estaban demasiado cercanas. Sin comentar su relación con los mortífagos y otras pistas. Tenía que hablar con mi hija y no la estaba viendo allí. Tal vez podía comentarle a Lunática que se sumara a la cena que estábamos por hacer con Shelle.

 

Apunté mi varita al pedacito de pergamino y se dibujaron algunas letras:

 

“Hija, necesito hablar contigo sobre algunos temas importantes. Te espero en la sala”

 

Salí de mi habitación rumbo a ése sitio. ¿Dónde estaría Shelle? Tal vez ella querría ayudarnos.

 

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