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~Mansión de la Familia Gryffindor~ (MM: B 104490)


Mael Blackfyre
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Cuando el pergamino apareció ante mí parpadee asombrada de ver la inconfundible letra de mi papá, la sala era un lugar al que íbamos a hablar cuando necesitábamos contarnos algo importante, así que frunci el entrecejo intentando concentrarme, hasta que decidí relajarme y suspirar, caminando hacia el lugar que me había pedido ir, a sabiendas de que quizás entienda así un poco más todo lo que sucedia alrededor.

 

Llegué sintiéndome en casa por segunda vez, no quise sentarme sin que él apareciera pero una parte mía seguía preocupada por lo que pasaria en el mundo mágico, tenía la sensación de que papá me revelaría hechos importantes que escapaban a mi comprensión así que esperé por él y esperaba entenderlo más que nada en el mundo.

 

- Si estás pensando en que todo es un caos, el mundo en que vivimos siempre lo fue pa, la cuestión es ver si podemos salvar algo o un pedacito de lo que considerábamos nuestro mundo - Le pedí preguntándome si me escucharía o si por el contrario aún no habría llegado y estaría hablando sola -

 

Suspiré por segunda vez, eso era un tic que tenía cuando estaba nerviosa y es que en aquel momento me sentía del todo como si estuviera sentada en una olla a presión, la misma que en cualquier momento podía explotar sin que yo supiera que hacer, así que agradecí tener la ayuda de papá y que juntos lográbamos salvarlo todo, porque sabía que con su ayuda todo nos saldría la mar de bien y no había nada que no pudiéramos lograr.

 

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Aquel pasillo del segundo piso fue lo bastante solitario como para darme cuenta que la mansión estaba más solitaria que nunca. En mi mente aparecieron flashes de siluetas que habían deambulado por allí: no había ni un solo momento de tranquilidad dentro de la Mansión Gryffindor. Los tres pisos estaban repletos de miembros que iban y venían. Tenía que confesar que a veces, había aprovechado mi ventaja de poder aparecerme dentro de la estructura para cruzarme con más problemas.

 

Claramente que decir problemas era una frase, porque en ningún momento eran problemas, sino que como padre, abuelo, tío, padrino y patriarca de la familia, siempre tenía algo que resolver o solucionar. Pero aparte de la tranquilidad, ahora la familia se cruzaba con problemas ajenos a ella pero que podían afectarla completamente.

 

Cuando quise darme cuenta, ya había llegado a las escaleras, había bajado por ellas y me recibieron las palabras de mi hija Lunita que al parecer ya me había visto. Mi mente había divagado demasiado. Escuché lo que decía y me alegraba saber que aún conservaba esas palabras alentadoras. No me encargué de desmotivar aquel panorama, porque era lo que había hecho para llegar hasta donde estaba.

 

Hija ¡Estabas aquí! Te creía fuera. Estaba haciendo algunas cosas en mi habitación mientras Shelle preparaba una cena ¿te sumas? —me parecía raro no haber presentido a mi hija antes. Había perdido ésa capacidad tal vez o mi mente estaba demasiado alterada. En el momento que nombré a mi otra hija, recordé que íbamos a tener un invitado y me parecía raro que no estuviera allí. ¿Cuánto tiempo ya había pasado, dos horas quizás? —. Me alegra escucharte con ésa esperanza, y sabes niña que pienso igual

 

La saludé con un fuerte abrazo y un beso en su frente. Automáticamente me senté en el sillón e intenté acomodar mis ideas un poco mejor.

 

Pero eso no quita que debemos estar más preparados que nunca. Las protecciones de la mansión no son tan fuerte como antes. Muchos Gryffindor no están en ésta casa como para defenderla. Somos menos varitas. Y tengo que admitir que solamente te tengo a ti y a tu hermana Shelle. ¿Qué haría sin ustedes? Tienen que tener en cuenta que pase lo que pase, la mansión Gryffindor está en sus manos.

 

Desde la sala, los ventanales enormes cerca de la entrada mostraban la parte delantera de los jardines de la mansión. Allí, como protectores de los territorios nuestros se encontraban erguidas dos estatuas: El León y el Lobo. ¿Aguantarían mucho tiempo más? No estaba seguro pero haríamos el intento, como bien decía Lunita.

 

Hace tiempo que pronostico que vienen tiempos oscuros, tiempos difíciles. No sabemos en quién podemos confiar, y ya sabes hija que tienes toda mi confianza. Debemos trabajar en familia y dar todo de nosotros. Protegernos la espalda de cualquier intruso. ¿Entiendes? No subestimes nunca a ninguna persona y solo confía en tu familia, que es lo único que al final nos queda.

 

Al parecer me había vuelto un viejo sensible. Le dirigí una sonrisa de costado.

 

¿Tienes noticias nuevas del departamento? ¿Movimientos sospechosos? Estuve trabajando con algunas influencias muggles. Me dieron algunos datos terroríficos de lo que ocurre en su mundo. Según ellos, claro.

 

 

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El abrazo de papá me reinicio inmediatamente, era como si en medio del caos que era el mundo siempre me quedara papá y sus abrazos, sonreí alegremente y frunci el ceño escuchándolo atenta, era cierto que teníamos mucho que hacer y muy poco tiempo para eso.

 

- Shelle, hace tanto que no la veo, realmente me alegro de volverla a ver, pues acabo de llegar y realmente me apetece comer algo en familia así que si me uniré pa - le dije sonriendole feliz de verlo al fin, sin quererle comentar que lo veía un poco más antiguo de la cuenta -

 

Le correspondí el abrazo feliz preguntándome cuanto tiempo pasaría en que toda la paz se fuera como había venido, pero al menos tenía 1 días o dos más de estar en familia y disfrutarlo como siempre había querido.

 

- Papá por qué estás hablando como si no estuvieras más aquí? Nada malo pasará, las protecciones funcionarán o haremos algo para que funcionen y Shelle y yo siempre estaremos para ayudarte y lo sabes, no por nada tuve al mejor maestro en duelos del mundo - le dije guiñándole un ojo intentando quitarle hierro al asunto, aunque por dentro estuviera preocupada por él -

 

No era un secreto que habíamos tenido un duelo y tampoco era secreto que cuando quería aprender iba a pedirle ayuda, Elvis siempre había sido en quien más confiaba para todo y a quien primero le preguntaba que hacer en determinadas situaciones, era mi mentor desde chica y a quien admiraba aunque por supuesto no se lo decía seguido, era el mejor papá de todos, aunque no conocía a otro papá más que a él, al menos no desde la muerte de Jasper.

 

- Confiar en la familia y no subestimar a nadie, suena como si me preparas para la guerra pa, juro que no pasará nada, pero tienes razón son tiempos oscuros así que sólo confiaré en nosotros y en nadie más, estás bien? Suenas algo bueno... Paranoico, seguro que no pasa nada más? - le pregunté con mi repique de campanas característico, intentando que no se notará lo preocupada que estaba por él -

 

Luego hablaba del departamento y tarde más tiempo del estipulado en entender de qué hablaba, no sólo porque estaba preocupada por él si no porque no entendía a que se refería, hasta que mi cabeza hizo clic y comprendí todo, asentí a lo que decía y agregué intentando seguirle el hilo sin perderme de nada.

 

- Lo único que supe es que era todo un caos en el ministerio y que estábamos intentando restablecernos, al margen de todo eso, en el mundo muggle se habla de una guerra casi mundial, creo que todo está patas para arriba y que llegara el momento en que tengamos que luchar y defender lo que conocemos, o lo poco que queda de aquello, ya que lo que conocía desaparecido pa, en Italia ya no queda nada y en Inglaterra pasa lo mismo, tanto el mundo mágico como el muggle esta patas para arriba y no sé si podremos con eso - Le dije intentando no sonar abatida pero costándome bastante sonar optimista -

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Me alejé unos pasos mientras rápidamente me ponía al dia con mi hija. Me sorprendía las dos visiones del mundo que Lunática portaba a la vez: por un lado a veces aún veía a la pequeña hija desprotegida que temía por todo lo que se le cruzaba, y por simples nervios, solamente no dejaba de hablar. Pero por el otro, como toda Gryffindor, conocía todas sus opciones, sabía todo lo que pasaba y enfrentaría cualquier cosa.

— Ya estamos en guerra, hija. Y claramente que el mundo muggle se ve afectado, siempre ha sucedido así.

Me senté en unos de los sillones. Tenía que parecer lo más relajado. En los últimos tiempos, la mayoría de las personas me preguntaba si me encontraba bien o si me pasaba algo, y aquella no era una imagen que me gustara realmente. La fachada que intentaba sostener desde hacía tiempo se podía caer ante cualquier momento, y eso me traería solamente problemas. Tomé aire.

— Claro que no ocurre nada más. Solo me preocupa mi familia, hija. Ya sabes que he hecho y haría cualquier cosa por los Gryffindor.

Disimuladamente me llevé la mano al pecho. Aquel ardor parecía estar conectado a mi sistema nervioso porque ante algún momento de estrés o cualquier otro sentimiento fuerte, parecía que el umbral de dolor aumentaba en ése punto. Me acariciaba para intentar que se me pase aquel ardor. ¿Dónde estaría Shelle? ¿Y el resto de los Gryffindor? Tal vez era hora de ver donde estaba mi otra hija.

— Hace tiempo no he visto a Sagitas. ¿Y tú?


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  • 2 semanas más tarde...

No quería decirle que lo veía cansado o alicaído, me preguntaba si siempre podría ver más allá de lo que quería ocultarme o era porque lo conocía tanto que era imposible no ver cuándo algo le sucedía, suspiré preguntándome porque tenía la mano en su pecho de nuevo y diciéndome que algo si le pasaba solo que no me lo diría, al menos no por ahora claro.

 

- el mundo muggle siempre estará afectado por nosotros los magos, deberíamos de protegerlos y no al revés, enserio pa que algo deberíamos de hacer - le pedí sentándome enfrente suyo en el sillón y escanenandolo con la mirada -

 

Intente creerle cuando me dijo que nada malo le pasaba pero sentí en mi fuera interno que no me decía todo y además tenía la mano en el pecho,por consiguiente si que algo le pasaba, suspiré debatiéndome sobre que decirle, debía estar Calmada y encontrar cómo solucionarlo todo además de ayudarlo en lo que pudiera claro, con los años se había convertido en mi confidente y mi mejor amigo, aquel al que iba cuando algo me sucedía y era por sobretodo el mejor padre de todos, así que jamás querría que algo le pasará, me pregunté si me considerara loca al pensar en sugerirle un sanador o algo así, aunque me guarde de decirlo hasta el final.

 

 

- Papá, algo te sucede, quiero decir te conozco y sé que algo te pasa, podríamos ir a que un sanador te vea o algo así, se que siempre has cuidado de mi, ahora me toca a mí no crees?, por lo demás, sabes que haría cualquier cosa por la familia y que los Gryffindors son primero que todo - Le dije sonando más preocupada y alerta de la cuenta, porque sabía que algo le pasaba y eso no se me podía pasar por alto, no por nada lo conocía bien y creía suponer que el a mi igual, por ende sabía lo cabezota que podía ser en ocasiones -

 

No era tonta y sabía que algo me ocultaba, pero me dije que él me lo diría cuando quisiera, así que me concentre en lo de Sagitas, pero aún así le apreté la mano que no tenía en el pecho, tanto para darle ánimos como para que supiera que allí estaba si me necesitaba para algo.

 

- Tampoco vi a Sagitas, la payasa brilla por su ausencia y no se por donde andará, no sé nada más de lo que nos dijo aquella vez de Aaron, lo cual es raro, aunque me digo que ya aparecerá o eso espero, por cierto, seguro que estás bien? No quiero ser molesta con el asunto, pero sé que algo pasa y sabes que puedes decirme no? - Dije intentando no sonar preocupada y fracasando en el intento por supuesto, con los años que llevaba conociéndolo sabía que algo le pasaba y también tenía que no quisiera decirme, sólo quería ayudar o hacerle más llevadero lo que le sucediera -

 

No quería ser insistente, pero sabía que era mi preocupación por él lo que me llevaba a preguntarle una y otra vez como estaba, aunque me dije que él pobre estaría cansado de la misma pregunta siempre y es que sabía que algo pasaba, solo que no entendía el que, porque todo esto sonaba como si me preparara para algo, algo en lo que no quería pensar ni quería ver.

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Lo olí en el ambiente.

 

Es extraño que pudiera detectar ese olor férrico y distinguir esa sensación familiar de que algo pasaba en el maremoto de ideas y percepciones que inundaban mi mente desde hacía días. La verdad es que no hubiera reconocido aquel halo si no lo hubiera visto hacía poco, cuando Elvis me ayudó hacia un tiempo y me había devuelto a casa. Y seguramente no le hubiera hecho caso si el aroma a dolor y muerte no envolviera aquella esencia de mi primo.

 

Levanté la mirada al aire frío, como si oliendo pudiera corroborar aquel presentimiento de que algo sucedía, algo que movía las capas que nos envolvían, removiéndose entre lo vivo y lo muerto. Desde que era Nigromante, pocas veces había sentido tan claramente que algo no iba bien (mera falacia para no pensar en la muerte de nadie querido, no me atrevía a hacerlo). En aquel momento, mis pensamientos dejaron de estar en mí, en mis responsabilidades como persona pública ni en las de mis negocios. Sólo quería centrarme en el perfil de la Gryffindor, aquella mansión que se había ido haciendo cada vez más extraña y que apenas había visitado durante los años que llevaba en el pueblo.

 

Sí, de repente, sentí algo como arrepentimiento por no haberme pasado antes y rabia por saber que algo había pasado sin enterarme. Me levanté de aquella habitación fría en la que estaba escribiendo notas en un grimorio antiguo y me puse encima la capa verde de viaje. Hacía frío en el exterior así que me vendría bien. Ni pensé en aparecerme. Los pasos rápidos por el pavimento de las calles de Ottery resonaban inquietantes, no tanto por el silencio que había a aquellas horas sino por mi espíritu oscuro ante lo que podía estar pasando. O ya haber pasado. O no haber pasado y me estaba volviendo loca, algo que también podría ser, aunque dudaba de ello. Desde que había encontrado aquel trozo chamuscado de libro oscuro, mi percepción era diferente, más fuerte quizás, más profunda y diferente de lo que había sido hasta el momento. Pero también más certera y... esperaba que mis presagios no se cumplieran.

 

Cuando alcancé la entrada, iba casi sin aire y con la varita enfundada en la mano, como si fuera necesario que yo actuara, como si con ella aún pudiera arreglar lo que fuera. Puse la mano en la puerta y me anuncié casi sin esperar a que ningún elfo me abriera.

 

-- ¡Elvis! ¿Estás aquí? ¡¿Elvis?!

 

Y, de repente, sentí miedo.

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cbfLfe0.jpg Elvis F. Gryffindor.~

Flashback.~

Y claramente que la situación se estaba desbordando más de la cuenta. No había podido disimular ante Lunática, mi hija tan amable y cariñosa. En ése momento me di cuenta que las otras veces ella también estaba disimulando. Pero no podía estirarla mucho más, porque me ponía nervioso y el dolor aumentaba. Mi cabeza no paraba un segundo. Estaba esperando además un aviso, una carta.

La pequeña mesita que teníamos a la altura de nuestras rodillas, recibió una taza que se materializó al instante. A veces parecía como si la mansión Gryffindor respondiera ante sus integrantes. Aquella taza contenía una de mis bebidas preferidas, más cuando tenía que pensar y me sentía preocupado o ansioso por algo. La tomé por las manos mientras Lunática, por razones obvias, se mostraba preocupada.

Le di algunos sorbos.

Quédate tranquila, hija. Es la edad —el líquido bajó hacia mi estómago y se sintió el alivio por unos segundos. Segundos que me sirvieron para acomodar los pensamientos en mi cabeza—. A veces olvido que mis hijos crecieron y que no necesitan tanto de mí. Y eso me aterra —le dirigí una sonrisa nerviosa. Ahora sí que disimulaba lo más posible—. Solo quería saber que siempre hay algún Gryffindor que se va a hacer cargo de la familia y la casa —estaba tan ansioso que tomé aquel líquido en pocos tragos.

Apreté la mano de Lunática como respuesta ante su necesidad. Me paré y le di un cálido abrazo, rodeándola por completo. Necesitaba ésa calidez, su cabello rojizo me rozaba mi mentón. Le di un beso en su cabeza y giré al ver que un ruido golpeaba levemente la ventana. Una lechuza, blanca como la nieve, reposaba. Con la varita abrí los cristales y la carta voló a mi mano. El animal salió despedido regresando a su hogar.

Lo habían visto. A la persona que buscaba. En Suiza. En aquella Confederación se llevaría el acto de prisión. En mi mente se materializó la figura de Aaron Yaxley.

Debo irme, Luna. Hablamos luego. Nos veremos mas tarde en el Ministerio. ¿Si? —le guiñé un ojo y desaparecí de la mansión Gryffindor rumbo a aquella Confederación. Ya había preparado los trasladores y me había comunicado con aquel grupo de Aurores. Apresaríamos a Aaron Yaxley, que ya demasiado daño le había hecho a la comunidad mágica.



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ACTUALIDAD

La noche era silenciosa. Fría. No había ninguna brisa que recorría aquel pueblo de Ottery St. Catchpole. A miles de kilómetros de allí, La Caida del Auror se estaba desenvolviendo en medio del inmenso mundo. Ni siquiera se arremolinaba alguna nube. Tras el silencio, algún ladrido lejano rompia con la tranquilidad. Y las lechuzas que a esa hora de la noche ululaban al pasar.

Los terrenos de la Mansión Gryffindor se petrificaron, como si se hubiera detenido el tiempo. Las barreras puestas por el patriarca desaparecían. Eran espacios libres para que todo fluyera. Lo bueno y lo malo. Cualquiera que estuviera pasando por allí, podría sentir unos ojos mirando, desde el acecho. Un ruido seco resonó en esos jardines. Un par de “crack” fuertes. De gran peso.

La estatua del Lobo y el León se quebraron al medio. Como si un rayo cayera en medio y las destrozara. Ambos animales de piedra se quebraron en unos cuantos pedazos y cayeron de los pedestales donde estaban erguidas.
En ése momento, aparecía una figura de cabello violeta por la verja de la mansión. Su paso apresurado estaba marcado por fuertes pasos. En la mansión no había nadie. Hasta el momento.

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Flash Back- Luna Gryffindor Delacour

Lo miraba entre aterrada y preocupada, negué con la cabeza intentando pensar y ordenar mis ideas, porque no creía que fuera la edad aunque si era cierto que él estaba más antiguo de la cuenta y eso era algo que aunque no quería decírselo en mi fuera interno me aterraba, pero sabia que mis miedos eran infundados porque él siempre había sido un buen duelista, así que no tenía de que preocuparme en realidad.

Tomé la otra taza de té que se materializó enfrente mío y le di un sorbo pensando que hacer, mi mente iba a mil por horas y casi quería rogarle que no se fuera a ningún lado y que se quedará allí conmigo, tenía un miedo especial aquel día por él, solo que no sabía ni el porque de esto.

- Papá siempre de los siempre necesitaremos de ti así que no se te ocurra viajar a ningún lado, no hay edad para que una hija necesite o no su padre así que siempre te queremos aquí y en cuanto a la casa, estaré aquí para proteger y cuidar siempre que se necesite, se que no soy buena en duelos pero lo intentaré - Le dije sonando más ansiosa y preocupada de la cuenta intentando sonreírle -

Sonreí ante el apretó de su mano y le correspondí el abrazo con más fuerza de la necesaria, recordé a tiempo que tenía que tener cuidado para no lastimarlo así que lo abracé con menos fuerza está vez y me sentí en casa de vuelta y en paz, en ese momento me prometí que lo ayudaría como pudiera y que pasara lo que pasara siempre estaría allí para él.

- Cuando vuelvas tomaremos otro te y hablaremos de lo de Aarón, de veras que necesitamos ordenar a ese señor que deje de asustar gente, te adoro pa, estoy orgullosa de vos, cuídate mucho - Le pedí viéndolo marchar mientras revolvía mi te y pensaba que tenía que seguirlo luego -

Deje la taza y corrí al jardín pensando en ir a aquella Confederación, no podía dejar ir solo a papá y algo tenía que hacer, me dije que eso podría ayudar aunque no supiera ni de qué manera lo haría, los Gryffindor siempre estarían unidos y juntos luchando contra lo que sea y apoyándose siempre que se pudiera.


__________Actualidad______________


Una congoja especial se arremolinaba en mi pecho, había estado en el ministerio y había visto lo último que una hija quiere ver, así que caminaba ida y estaba tan mal que ni cuenta me di cuando las estatuas que custodiaban la mansión caían, por el contrario las miraba sin ver, como si hubiera perdido la capacidad de entender el mundo que me rodeaba, así que camine con paso firme y entre a la casa, con más preocupación de la necesaria y sin sonreír si quiera un poco, entendiendo que parte de mi vida se iba con él.


- Sagitas, estábamos en el ministerio y yo... No sé qué pasó, luego hubo una luz verde y ya no supe que hacer, quiero decir no pude hacer nada y Elvis.... él no está más - Le dije con suavidad apoyándome en la pared y llevando mis manos a mis ojos, me sentía morir y era como si perdiera mi infancia en un minuto-

Ni si quiera intente armar una frase coherente o lógica, ni me fijé en que me había ido despacio al piso y me había quedado estirada cuando larga era, tampoco intente comprenderlo todo ya, no podía pensar ni ver nada, sabía que Sagitas estaba ahí y entendía que algo se había enterado pero de todos los pronósticos, nunca pensé que su ida sería la indicada y pensaba en ida y no en muerte porque la otra alternativa me partía el corazón en dos.


- Y eso que el me dijo que todo era peligroso y él lo sabía o lo intuía, me preparaba para cielo santo, te juro que cuando lo vea lo voy a hechizar eso haré y me enojare eso también - Dije con más fuerza y tristeza de la necesaria, como si papá estuviera allí delante mío y lo estuviera regañando como un niño pequeño -

Mi mente divagaba entre aceptar que se fue y negar su partida, estaba entre saber que no lo iba a ver más y esperar que traspasará el umbral y me diera otro de sus abrazos, mire la lechuza volar y me sentí triste cuando entendí que nunca más una lechuza llegaría con su letra, ese animalito me había hecho comprender la magnitud de todo y entenderlo no lo hacía más fácil si no que al contrario, ¿Qué haría sin sus consejos y sus abrazos? Pero me dije que algo tenía que hacer, sólo que no veía la salida y el qué.

- Hay que buscar a papá, eso hay que traerlo y retarlo eso también - Le repetí a mi amiga Sagitas, estaba como ida y lamente no poder moverme a darle un abrazo, porque dicho sea de paso no sabía ni que iba a hacer ahora -


¿Retar a Elvis? Como odie cuando entendí que mi mente negaba su partida, quise gritar pero ningún sonido salió de mis labios, me tironeé mi cabello pelirrojo dejando que el prendedor del Fénix volara a los pies de Sagitas por la estancia y lleve mis manos a mis ojos intentando entender que pasaba, no podía pensar porque seguía negando lo evidente mientras intentaba entender que nunca más tomaríamos un té o me ayudaría en lo que sea que me preocupara y que de nuevo estaba huérfana de padre otra vez.

- Saguis yo... No hice nada, fue mi culpa lo deje solo y él se fue ya no estará más....,maldita sea, tenía que hechizarlo a Aarón pero no me salían hechizos y todo lo demás y después papá ¿por qué fue ahí? Es tan cabezota, peor que yo te juro, tenía que quedarse aquí tomando té, aunque todos sabemos que nunca lo haría ¿no? - Dije con un hilo de voz y con mi repique de campanas más bajo de lo necesario, intentando explicarle algo que ni yo sabía que era -

 

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Editado por Luna Gryffindor Delacour

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Se deshizo de su disfraz por un momento y contrario a su costumbre se apareció en los limites de la mansión en lugar de dentro. No sabía si la casa aun la reconocería como familia y no quiso arriesgarse a que las estatuas la atacaran. Cuando atravesó la entrada a los jardines las estatuas cayeron y supo que las protecciones de Elvis se habían esfumado. Su capa ondeo al viento y su capucha cayo sobre sus hombros revelando una melena rubia y roja despeinada, se veía claro que la ex auror no se había molestado en arreglar su apariencia. Había logrado controlar sus cambiantes ojos y por ahora estaban azules pero por momentos hacían un leve cambio a rojo. Era claro que la vampiro no estaba controlando sus emociones como quisiera.

 

Se arrodillo a lado de las ruinas de los antiguos guardianes de la Gryffindor y tomo con cierta nostalgia un pequeño trozo y lo acaricio un momento. Las lagrimas volvían a caer sobre su pálido rostro pero las limpio enseguida, tenia que controlarse. Guardo el trozo de piedra en su túnica y continuo su camino hacía la mansión. Empujo la puerta y de pronto unos pasos mas adelante se topo a dos personas, Luna y Sagitas, solo las miro en silencio y tras una leve inclinación de cabeza a manera de saludo continuo sin hablar con ninguna.

 

Subió las escaleras y se dirigió a su habitación donde se dejo caer sobre la cama mientras mas lagrimas acudían a su rostro sin que la Granger pudiese controlarlas, se estaba rompiendo en pedazos de nuevo y no podía evitarlo. Tras un momento que se le figuro eterno, se levanto de la cama y se sentó frente al viejo tocador para revisar que nada de lo que había ahi pudiese ser usado en su contra. Antes de llegar a la casa estaba decidida a irse pero tras ver el estado de Luna no se atrevía a irse del todo. Tenía que proteger a su sobrina de la hermana que había asesinado a su padre.

 

- que debo hacer Elvis - susurro mirando por la ventana, como esperando que su primo se asomara a responderle

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  • 2 semanas más tarde...

Agatha

Llevaba tiempo sin hallarme cerca de aquel sitio, sin atreverme a pisar nuevamente los terrenos que durante algún tiempo fueron mi hogar. Un poco obligada, otro poco porque quería quedarme… los motivos habían ido variando a medida que conocía a los miembros de la gran familia Gryffindor. Eran muchos los recuerdos que al mirar la imponente edificación se acercaban a mi memoria, tantos que hasta resultaba abrumador. No estaba segura de ser bien recibida en el recinto, sin embargo, quería acercarme pues llevaba tiempo preparando un regalo y no quería perderme la oportunidad de entregarlo.

Me armé de valor y avancé, por fin, a través de las rejas de entrada. Mi negra túnica rozaba el camino que llevaba hasta el portal del lugar, tapando por completo las botas de cuero, pero no logrando ocultar el resonar de mis tacones. Conforme me acercaba a la puerta, supe que algo no estaba bien. Las estatuas, que normalmente custodiaban el ingreso a la mansión, se encontraban destrozadas. “¿Mortífagos?” pensé, intentando captar cada detalle a partir de aquel momento, pues no sabía lo que podría sorprenderme una vez dentro.

Sentía como si el corazón quisiese escaparse de mi pecho, entrando en un estado de nerviosismo extremo, al tiempo que un muy mal presentimiento se apoderaba de cada uno de mis movimientos. Saqué la varita y avancé, a través de la entrada a la residencia, en busca de algún rostro conocido que pudiese explicarme lo que sucedía, pero nadie estaba en la entrada. Una parte de mí quiso que siguiera adentrándome en la residencia, pero mi lógica me incitó a frenar. Podía cumplir mi objetivo antes de indagar los acontecimientos.

Me detuve en el hall de entrada y desenrollé aquel tapete que llevaba conmigo. Al extenderlo se pudo ver lo que parecía un gran árbol de la vida, con nombres de cada uno de los integrantes de la familia Gryffindor a lo largo de sus múltiples ramificaciones. En las raíces podían verse los nombres de los ancestros, aquella antigua familia disuelta por los mortífagos, de la que por fortuna habían sobrevivido los hijos. El fondo del mural era de un violeta intenso, sobre el cual las líneas negras que componían el árbol parecían danzar buscando su forma. Los nombres de cada miembro de la familia se veían en un color dorado que resplandecía con más intensidad cuando ellos se encontraban en casa o en cercanía de la misma, y se opacaba mientras más alejados del grupo familiar se encontraban.

Recorrí con la mirada aquellos nombres. Lunita, Sophia, Sagitas… incluso el propio resplandecía con intensidad. Un nombre más llamó mi atención: “Mica Gryffindor” ¿ella estaba cerca? Llevaba tiempo buscándola sin resultados. Me alegré, pues habíamos compartido mucho y la sentía casi una hermana. Entonces busqué en su misma línea, faltaba algo. ¿Elvis? ¿Dónde estaba Elvis? No tardé en encontrar su nombre cerca del de su melliza, pero todo destello se había extinguido del mismo, luciendo un marrón que enseguida me inundó de tristeza.

-Muerto…- susurré, pero sonaba desencajado. Sabía muy bien cómo había compuesto ese árbol y que los colores se correspondían, pero no estaba lista para saber que el destino de aquel admirado hechicero se hubiese extinguido.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras me apartaba un poco del tapete, haciendo un movimiento de varita que lo alzó hacia la pared central del recinto, donde lo ajusté con múltiples hechizos que, a su vez, lo mantendrían protegido de intentos de daño. Era mi regalo a aquella familia y, aunque lo que más deseaba era dejarlo al afamado patriarca, no iba a ser posible. Un movimiento de varita más, y una blanca flor similar al jazmín se dibujó junto al nombre de Elvis, muestra de respeto hacia él. Del respeto que por él sentía y no había logrado demostrarle.

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