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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Al escuchar la conocida voz de Eliot volteo mi cabeza tal cual como el personaje de la película muggle El exorcista, soltando un sonoro Ups al escuchar sus ultimas palabras una pequeña risa florece desde mi interior. Recordaba que en algún momento menciono algo de no entrar en su habitación, aunque puede que mi cabeza lo haya traducido como que entrara cuando quisiera. Soltando una sonrisa inocente en su dirección le hablé - Padre creo que debes prestarnos tu pensadero. El tío Aaron lo necesita ¿Puedo tomarlo? - Pregunté algo tarde, pero a fin de cuentas pregunte ¿O no?

 

Desde el pasillo el patriarca de la familia apareció con unos lentes y un libro entre sus manos y ¿En bata? Sin tomarle mucha importancia a su atuendo lo veo sentarse a mi lado y regalandole una dulce sonrisa volví toda mi atención a Maida y Aaron en busca de respuesta a lo que el ultimo mencionado venia hablando. Todo el terreno de los Yaxley y la Manor siempre me parecieron un lugar de lo más extraño, pero sobretodo interesante. Mis ultimas visitas al bosque duraron algunos días, encontrándome con bastantes lugares donde merodear. Hasta hoy el lugar me parecía tranquilo, sin embargo la sensación de ser observada que percibi hace pocas horas me dejaba con cierta incertidumbre.

 

- Evité la magia porque no quería romper algo mientras lo traía - Respondí a Aaron después de un rato.

 

Maida un poco alterada se dirigió al Black con algo de preocupación y él sin responder fue interrumpido por una voz desconocida procedente de un pálido mago que recién llegaba. Escuchando a Ivaskov invitarlo a quedarse paseo la mirada por el rostro de cada uno de los presentes, aquí me faltaba alguien - ¿Donde está la tía Evedhiel? - Me atreví a preguntar mientras el nuevo se adentraba a la sala. Con el ceño algo fruncido vuelvo a mirar a cada uno en espera de una respuesta mientras el nuevo se presentaba.

 

- Sísifo... Soy Zoella un gusto - Me presenté estirando la mano en su dirección. Me preocupaba la ausencia de la tía Eve, me había vuelto muy cercana a ella y su ausencia me era extraña...

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¿La tía quién? Parpadeó unos instantes, ¿Evedhiel? Ah, si, la hija de Orión y Gatiux. Alguno de ellos tenía que ser nombrado cronista de la familia, porque se iban perdiendo en la historia conforme pasaban los días y los momentos. La menor de los primos Yaxley contó mentalmente todos los que estaban ahí reunidos, y si, tan sólo faltaban Leonardo y Evedhiel. ¿Estarían ellos también en problemas? Sacudió la cabeza, su vieja costumbre y volvió a enfocarse en el tema actual.

 

Bueno, veamos, según entiendo, hay una especie de cosa rara en el bosque que bordea la propiedad —comentó—, y que ha hecho efecto en las cicatrices que tú has obtenido en el pasado reciente. Si ese lobo no era un patronus, ¿qué era? —se cruzó de brazos y frunció el ceño mirando a Aaron— ¿Qué a ti de chico jamás te dijeron que no te acerques a situaciones peligrosas?

 

Sin pensarlo demasiado y aprovechando que él aún andaba medio aturdido, le dio un ligero golpe a la altura del estómago, no llegaba mucho más arriba ella.

 

No puede ser que te pongas a lanzar rayos en mitad de la nada, sin saber si los otros son más fuertes o ni siquiera sabes quienes son —lo reprendió y con la mano derecha movió el pensadero lo suficiente para que el recuerdo de Aaron vuelva a comenzar—. ¿Alguna pista que estemos dejando de lado?

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Con los anteojos aún en sus ojos, el patriarca guardó silencio para ver toda la discusión. Soltaba algunos resoplos de sus fosas nasales camuflando una risotada. También se fijó con cuidado en el recuerdo de Aaron. Le había despertado una curiosidad sumamente infantil todo el suceso. Un efecto anti-gravedad causado por la magia y la eliminación de cualquier cosa que podía haber generado algo de distracción. Como si se hubiese creado un campo de energía al igual que la Manor tenía.

 

Levantó la cabeza un con un rostro incrédulo al ver la entrada de un joven a la casa. Entrecerró los ojos intentando reconocerlo, pero nada. Se presentó como Sísifo. Sonrió ante el comentario de Maida, no la podía contradecir en eso. Escuchó que su nombre era Sísifo y prestó su ayuda. Le pareció genial, pero primero tenían que saber exactamente qué hacer.

 

Sacó lentamente sus anteojos y dejó el libro a un lado. El nombre de Evedhiel le había saltado un poco.

 

- ¡Cierto! Uno, dos, tres… -siguió contando, abrió los ojos y se quedó un poco en blanco cuando vio que le faltaba a Evedhiel.

 

Puso sus manos en las rodillas y se levantó levemente.

 

- Bueno, sabemos que la Manor no fue construida adrede y que los cimientos forman parte de un templo de magia primitiva. Sinceramente no he visto nada en el bosque últimamente. No es que me pasee a menudo por allí.

 

Bueno, esa misma tarde había entrado por la ventana en su forma de oso y… no recordaba nada. Decidió guardar esa información, no quería alarmarlos y mucho menos tener que dar explicaciones de su animagia. Carrasepó.

 

- Como sea, si las cicatrices de Aaron nunca habían molestado dentro de la Manor, entonces hay algo que va más allá de los terrenos y es en el bosque. Ahora, si me dan unos instantes, veré el panorama de Evedhiel.

 

Sacó de su bolsillo el sachet de runas que agitó frente de Maida y Aaron, con cara de cómplice. Se acercó a la mesa ratona y extendió el paño azabache. Metió la mano, mezcló las piedritas con sus dedos. Tomó tres y las lanzó encima de la superficie. Las runas Isa, Othala y Raido. Murmuró un par de cosas para con él mismo. Sabía que los otros estaban pendientes de él.

 

- Bueno, Isa es la runa de los desafíos y bloqueos. Es lo que se nos pone en contra del Raido, que es el camino y el destino de cada uno. Son dos runas que están muy unidas como concepto. Pero, tenemos otra, Othala, que es la casa y el patrimonio que tenemos como grupo humano, nuestra Manor, nosotros los Yaxley.

 

Se dio vuelta para estar frente al grupo. Se acomodó el cinturón de la bata.

 

- Esto me dice que Evedhiel está metida en todo este problema. Además… -sentenció mientras se acercaba a la puerta-. ¿Alguien más notó que hace varias horas estamos en el atardecer? Tampoco escucho viento.

 

Una sensación rara comenzó a nacer en su estómago. Su adrenalina se disparó en un segundo. Los vellos de su nuca se erizaron y perdió sensación de sus brazos. Como escritor, tengo una teoría de todo aquello que estaba sucediendo. Es decir, ¿por qué Orión de entre todos ellos era el único que estaba sintiendo los mismos efectos de un pre ataque anti-gravedad? Capaz ese espíritu de oso ya lo había poseído y ante la respuesta de las runas, influenciada por el mismo espíritu, había resuelto que era el momento de actuar. Pero, actuar ¿en qué sentido?

 

Orión se llevó la derecha a la cabeza y se apoyó en el marco de la puerta. Estaba desorientado ya que perdió uno de sus sentidos, el del tacto, como si un Lusentium le hubiese impactado. Se tambaleó un poco, saliendo por la puerta principal hacia el jardín. Una tenue luz brilló en su cuerpo que decantó en su transformación de oso. Había sido involuntario, como si desde su propia alma algo quería salir. El pelaje suave, de cobre, y los ojos particularmente azules lo caracterizaban. S estatura que pasaba por encima de la media más alta de los Kodiak. Lanzó un rugido que rompió con el silencio.

 

Con los ojos fijos y un andar torpe, emprendió camino hacia el templo en el bosque.

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Maida tomaba imprudentemente mi mano, fisgoneando inquisitiva sobre la cicatriz, a lo que observé su alto perfil con una mescolanza de rechazo y a la vez, irónicamente, curiosidad. Fue la voz de aquél muchacho lo que me salvó de contestar pues no era momento de andar divulgando que había estado junto al trío de las hermanas Macnair frente a una poderosa piedra que a la misma Castalia le había llevado toda una vida estudiar, un artefacto de magia primigenia del cuál había sido salvado oportunamente por un extraño halo de luz que terminó por marcarme aquella cicatriz.

 

-¡Fermaportus!- exclamé sin más, apenas el tal Sísifo había levantado palabra. El hechizo alcanzaba la corta distancia para sellar las puertas de la manor, o al menos aquella por la cuál el mago pudiese escapar si hubiese querido ¿estaba muy paranoico?, tal vez. No fui más allá pues los demás no parecieron alarmarse de que un desconocido llegase a la hogareña morada de los Yaxley, de hecho le saludaron como a uno más ¿me perdía de algo?, debía preguntar- ¿quién eres y qué haces acá?...

 

Fue en esos instantes de un frágil temperamento que recibí un pequeño golpe en el abdomen, enarqué una ceja a mi prima. ¿En serio me cuestionaba por haber actuado ante una posible amenaza en los terrenos de la familia?, finalmente terminé por bufar de mala gana entre miradas alternas para con el desconocido. Después de todo, si Orión no se había alarmado era porque su arte de adivinación o quién sabe qué demonios, no le había alertado del sujeto.

 

Lo que mencionaba mi padrino no lo sabía, la manor estaba construida en post de una magia antigua, muy similar al castillo que había visitado con las Macnair y como bien decía el viejo Yaxley, mi cicatriz no ardía dentro de la morada, pero si yo acostumbraba a pasear por el bosque, uno de esos objetivos era encontrar el camino por donde más molestara la pequeña marca, siendo aquél donde se encontraba el campo antigravedad.

 

-presta atención...-chisté a Maida entre tanto comentario y me mantuve atento a los movimientos del desconocido- tú no te muevas de allí...

 

Orión había soltado sus runas sobre un viejo paño, las mismas bailaron en lo gélido de mis ojos grises hasta mostrar las que seguramente nos guarían al peligro, y calificaba de tal puesto que la última vez que había visto a mi padrino tirar las runas unos magos chinos habían estado a punto de acabar con mi vida; miré de reojo a Maida y sonreí, no pude evitarlo. Fue en ese momento que el patriarca se mostró exhausto, algo raro y sumamente ilógico ante sus actos, pues nadie moría por tirar un par de piedras acogidas por el arte de la adivinación.

 

-Hey grandote, ¿estás bien?- pregunté acercándome lentamente- Orio...¿qué mi....?

 

Lo demás había sido ensordecido por el rugido del oso ¡un oso!. No recordaba que Yaxley fuese un animago y aunque así fuere tampoco era su obligación andar divulgándolo más bien yo podía tener el acceso necesario a ello pues como miembro del sistema de seguridad mágica, debía estar al tanto de los permisos de aquella clase de habilidades, nada más que por meros trámites de investigación. La criatura embistió la puerta dejándonos a duras penas de pensar en un reparo para parchar una vez más la famosa Manor.

 

-¿Qué esperan allí sentados?- pregunté a los presentes e indiqué a Sísifo que avanzara primero, pues le llevaría guardia varita en mano- vamos tras Orión...tú primero, Sísifo...

 

Por más rápido que lo llevase el instinto, sus huellas serían fáciles de seguir.

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El día anterior.

 

Orión llevaba tiempo trabajando en un proyecto privado dentro de los terrenos de la Manor. El largo pasillo que comunicaba el sótano con la cámara de runas bajo la fuente tenía una salida que daba a un costado del edificio, como un pasillo que salía hacia el otro lado. El mismo, conducía a un búnker antibombas muy parecido a aquellos Muggles de sus guerras mundiales. Estaba diseñado para soportar una familia no muy numerosa, con algunas camas, un espacio de aseo y una cocina.

 

Quería tenerlo listo por si lo necesitaba usar ante un ataque fenixiano. No es que lo hubiese visto bajo alguna adivinación, pero su pensamiento de viejo lo tendía a prepararse más.

 

Con una nube oscura, se apareció el más grande de los Yaxley con Adrian Wild completamente desmayado en su hombro derecho cual fuera un costal de papas. Lo dejó con cierta delicadeza sobre una de las camas y tanteó un poco los bolsillos que tenía mientras guardaba la varita del neutral en su bolsillo. Abrió los ojos como platos cuando pudo sentir un pedazo de vidrio. Los entrecerró sospechando lo peor, sacando la propia suya agitó un par de veces para apagar las luces del lugar. En completa oscuridad tomó el pedazo de vidrio y lo partió.

 

- Espejos comunicadores eh… Clever.

 

Prendió nuevamente las luces y trajo una de las sillas de la cocina para sentarse. Suspiró al ver que el muchacho se estaba moviendo. Con suavidad le apuntó en la cabeza.

 

- Tranquilo chico, que no te quiero hacer daño. Te devolveré la varita y te dejaré ir siempre y cuando termines de escucharme.

 

Carraspeó un poco.

 

- Estás en peligro y es mejor que pases unos días aquí.

 

 

 

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Un olor. A ocre, a cerrado, a un lugar subterráneo cuya humedad se filtraba por los poros de la piel y mantenía fresco el ambiente. La combinación despertó una amalgama de imágenes en la pantalla oscura de mi mente. Eran imágenes desagradables, del pasado, imágenes que había ocultado en un rincón muy remoto de mi mente hacía mucho tiempo y que en el mínimo descuido salían, victoriosas, tras librar su incesante lucha día sí y día también. Pero no podía dejarlas escapar más allá de los confines de mi mente, y mucho menos dejar que se extendieran.

 

Empezaron a moverse, cautelosas, por toda la oscuridad. Cuando se habían confiado lo suficiente, empezaron a gritarse las unas a las otras y pronto, mucho más pronto de lo que me hubiera gustado, ocuparon todo el territorio cabalgando de aquí para allá, como locas, incontrolables. Mi cuerpo comenzó a tensarse. Una mazmorra. Un olor ocre. Una sola antorcha para todo el pasillo. Y de pronto un grito. Un lago. Humedad asfixiante, pesada. Pude sentir mis mandíbulas apretadas, mis dedos inquietos, retorcidos.

 

Todo había empezado con un olor. Todo acabó con otro. Era un olor diferente, muy diferente, y se superponía por completo al otro, que quedaba relegado no a un segundo plano, sino a un fondo ligero. El nuevo olor borró todas las imágenes y me devolvió a la consciencia. Al presente. Era el olor de Orión.

 

- ¿Qué...?

 

Intenté abrir los ojos y me sorprendió que no me costó nada. La luz del lugar donde nos encontrábamos era tan tenue que no me dañó la vista. Sin embargo, tardé en enfocar al hombre que me apuntaba con su varita; de hecho, ni siquiera reaccioné a aquel hecho porque no vi la prolongación de su brazo hasta que mis ojos se acostumbraron a la escasez de luz.

 

- ¿Orión, qué?

 

Me pedía tranquilidad y me decía que... ¿Mi varita? Intenté apretar los puños, entumecidos, para recobrar la circulación sanguínea, pero el proceso fue lento. ¿Me había desmayado él? No entendía nada. Recordaba estar en el Ars & Vita, que él viniera a llevar la inspección, salir de mi despacho y... Nada más. Cuando hube recobrado el sentido del tacto y la movilidad de mis manos, tanteé mi cuerpo, en busca de mi varita. Efectivamente, Dror no estaba en el bolsillo donde la guardaba siempre. Un reflejo de luz proveniente del suelo provocó que cerrase los ojos con fuerza y apartase la cabeza. Estaba en una superficie blanda, como la de una cama.

 

- Orión, no sé que está pasando --dije aquellas primeras palabras con cierta dificultad-- pero yo no estoy en peligro y... Te dejo hablar todo lo que quieras, pero...

 

Otro reflejo de luz. Me incorporé y miré en dirección a aquello que me reflejaba la escasa luz desde otro ángulo. Era un cristal roto. Me llevé de inmediato una mano al bolsillo trasero de mi pantalón. Tragué saliva y me volví a tumbar. Orión mantenía su posición. Había descubierto el espejo comunicador y lo había roto, él mismo. Estaba en un lugar subterráneo, con el director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional apuntándome con su varita, desarmado y desprotegido sin el espejo. Aquello no pintaba nada bien, y él no parecía ser quién me estuviese protegiendo de nada. No pude decir ni una sola palabra más. Miré al techo y esperé a que, al menos, alguien hubiese visto nuestra desaparición en el Ars & Vita.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Cuando los ojos de Evedhiel se acostumbraron al claro-oscuro de los tonos grisáceos del templo,solo entonces se sintió lo suficientemente segura como para aproximarse a explorer las enigmaticas ruinas.

 

La recibió un complejo de escalinatas que llevaban a una única sala, cuadrada por remaches y adornos en la Piedra en la fachada, pero sorprendentemente circular dentro del edificio, dando personalidad a la habitación.

 

En el centro de ella, y como guiño a la gemela frente a la Manor, una fuente de grandes proporciones coronada por un ciervo pardo de ojos en forma rubí carmesí y estructura ausente en forma de corazón en su pecho.

 

Rodeando la fuente, entreformando balaustras destruidas, quedaban restos de estatuas o imágenes de otros seres, mas pequeños en tamaño que el ciervo. Evedhiel no pudo identificarlos a todo, pues todos estaban rotos en añicos, pero visualizó unas zarpas, unas alas y algún que otro hocico.

 

El agua de la Fuente hacía de banda Sonora a la sala, y el continuo borboteo animaron a la chica a deambular la sala, aventurándose a las espaldas del ciervo. Los matices de la riqueza de la estatua la sobrecogieron y a medida que la rodeaba su ceño parecía conformarse tosco, enfadado, herido.

 

A la derecha de la sala, entre penumbras, la chica pudo visualizar algunos simbolos mágicos, y como acto reflejo conjuró un lumos para iluminar su vision:

 

“El principio mas lejano que recuerdo era en blanco y negro.La oscuridad inundaba el bosque, el mundo, la tierra. Los animales nacian y morian en menos de lo que tardaba en llegar de nuevo la fecha de su cumpleaños. La vegetación no era mas que una idea en la mente de algunos ilusos que habían conseguido dominar el arte de la creación mágica, y aunque la cantidad de magos y brujas crecía de manera exponencial, el deficit de luz los hacía ser débiles, y con ello su magia se reflejaba.

En los años venideros después de la tormenta de invierno que duró décadas, la promesa de un nuevo amanecer llegó en forma de gemelos. Ambos se encontraron en el bosque y la leyenda fue corriendo de boca en boca que ambos fueron, y serían siempre, los salvadores de la naturaleza y la vida en si. Ambos habían sido dotados de un alma mágica, mas ponderosa y fuerte de lo que ningún habitante de la region recordaba en milenios. La marca mágica de ambos, su cualidad innata en la animagia los convertía a ambos en ciervos. Tanto hablaron los mayores de la época que sendos niños fueron proclamados hijos del bosque, y su misión, clara como la luz que vaticinaba empezaba y acababa allī, en aquel mismo bosque.

Las habilidades mágicas de ambos brujos creció a medida que ambos alcanzaban la edad adulta, y en su búsqueda eterna de la razón por la que seguían sumidos en la oscuridad, se vaticinaron en la lectura de los manuscritos de los orígenes de la magia.

Pero la oscuridad que los rodeaba traspasó al espiritu del gemelo más joven, que cegado por la necesidad del conocimiento y la envidia a ser menos poderoso que su hermano, hizo que se desviase de su destino – o al menos eso creía- e iniciase una revuelta con algunos de sus seguidores personales.

Secuestró a su propio hermano, drogándolo mientras dormía y se encargó de enviarlo lejos, muy lejos de aquel bosque, autoproclamandose monarca y Dios de aquel lugar y tiranizando su reinado en su beneficio.

Fueron los años sin luna, o al menos así se los conoció después. Pero mientras su hermano se preocupaba en aumentar su lado más egoista, el hermano mayor logró zafarse de los hechizos que lo ataban a la hendidura inmunda donde su hermano lo había desterrado, y sobre ella erigió el templo donde hoy pisan tus zapatos.

Cuando su entendimiento de la magia fue más que su propia curiosidad, nuestro a partir de ahora heroe volvió a su hogar, retando a su hermano, al que la perversion, el egoismo y la malicia había desmembrado sus poderes como había hecho con el resto de habitantes, casi quitandole la humanidad contenida en el cuerpo.

El hermano mayor no fue bien recibido en su antiguo hogar, pues sus ideas de libertad y vida libre y salvaje asustaban a muchos, y eran a menudo tomadas por ridiculas.

La única familia dispuesta a ayudarlo, la Yaxley, apena tenía 5 miembros, pero la astucia y fiereza del bosque corría por la sangre de todos ellos. Bajo la guía del gemelo mayor consiguieron abordar al monarca déspota cuando estaba durmiendo, justo como el había hecho con su hermano, y encerrarlo esperando la justiciar del ahora retornado lider del bosque.

La oscuridad tentó entonces al ciervo, pero su espiritu noble hizo que le perdonase la vida a su hermano. Aquello fue la muestra mas grande de grandeza y la luz de su corazón se esparció sobre todos los habitantes del bosque, volviendo a dar vida a los arroyos, arboles y animales y recordando a todos lo que la vida era.

La leyenda dice que ambos hermanos hicieron las paces, y el menor, abochornado por su cruel reinado dedicó el resto de sus días al exilio, alejado de todos los que algún día le conocieron.

A su muerte, el monarca justo lo enterró en el templo que había sido su propio renacer, siempre vigilado de cerca por sus guardianes, con sangre Yaxley en las venas.

 

El único recuerdo de la oscuridad en la que el bosque estuvo sumido era la noche en la que acababan todo y cada uno de los días. No duraba mucho, solo lo suficiente recordando al mundo la importancia eterna de noble y salvaje libertad de la luz.”

 

 

 

 

 

Evedhiel llevó sus manos a aquellos signos que no había podido interpretar, aún sorprendida ante aquella historia. Buscó con los ojos la tumba de la que se hablaba en las escrituras.

 

La encontró rota y exhumada a los pies de la fuente.

Editado por Evedhiel

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Sísifo:

 

 

 

Muchas caras nuevas, muchas presentaciones, explicaciones extrañas. Zoella, Maida, un señor en bata que debía ser el patriarca de la familia y un joven que había cerrado la puerta a mis espaldas como si fuese a asaltarles. El que parecía el líder de aquella peculiar reunión lanzó unas piedras para determinar la situación de Evedhiel. Y momentos después estaba contrayéndose sobre sí mismo y transformándose en un oso gigantesco de color rojizo. Se tambaleó atravesando la puerta que daba al jardín, y con un rugido rompió la tensión del ambiente. Empezaba a marearme. Demasiada información que procesar. El chico de ojos grises, que no me quitaba la vista de encima, me indicó que avanzase en primer lugar. Quería vigilar mis pasos, asegurarse de que era de fiar. Suspiré.

 

Tranquilo... voy. –Respondí, siguiendo las huellas del animago. Saqué mi varita del bolsillo, preparado para cualquier contratiempo–, ¿hacia dónde?

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Nada de voy —le dijo interponiéndose entre Sisífo y el grandulón de ojos grises—. Ordenémonos un poco, Near, te quedas a cargo de la casa, si aparece alguien nos das el alcance, voy yo delante, ustedes detrás. ¿Qué sabes tú si él no es una pieza importante de todo esto?

 

No lo decía de la boca para afuera ni de buena gente. Literalmente en esa casa había que prestar atención a los detalles que habían cambiado poco o nada. Orión le hacía caso a las runas, Maida a los detalles, y de momento, lo único extraño ahí, era la transformación de su tío y la aparición de este extraño. Miró una última vez a Aaron antes de darle la espalda, metió la mano en el bolsillo y presionó el ciervo de acero, él tenía una réplica, era una forma secreta de decirle: si nos separamos, sabes como encontrarme.

 

Alzó la varita con la mano derecha y avanzó por donde ya había desaparecido el oso inmenso. ¿Era Orión un animago? ¿Había caído bajo una maldición que ninguno de la familia supiera?¿Dónde estaba Evedhiel? ¿Por qué había una fuerza antigravedad en el bosque de la familia? Las preguntas poco a poco se sucedían en la cabeza de la Yaxley. Estaba tan alerta que podía contabilizar el crujido de cada ramita seca bajo sus pies descalzos a medida que dejaban los terrenos familiares recortados y se metían en el bosque.

 

¿Por aquí fue tu paseo matutino? Sigo viendo las huellas de Orión, pero nada que me alerte de grescas en el bosque —susurró apartando las ramas con las manos.

 

Iba a seguir la cháchara, sin embargo, algo la dejó muda. Un templo se alzaba en medio de las matas silvestres, uno del que no tenían el mayor conocimiento y que le sorprendía no haber visto en todo ese tiempo viviendo ahí. Las huellas del oso se perdían, por lo que no había seguridad de si estaba dentro o no. Ese no era el escenario dónde Aaron había perdido el control de sus habilidades, así que en realidad, podía ser simplemente un pedazo más de la misma cadena.

 

Homenun Revelio —susurró apuntando la extraña edificación antes de acercarse, la varita entre sus dedos tembló ligeramente y Maida se adelantó unos pasos—, listo, hay gente cerca. Andando.

 

El resto fue en silencio, poco a poco, ingresaron a ese lugar, la chica de ojos azules no perdió detalle de los grabados en piedras y agudizó el oído hasta encontrar incluso el sonido de la respiración de alguien. Nada. A medida que fueron adentrándose la luz natural se extinguió y decidieron usar las puntas de sus varitas como linternas, Maida presionaba ligeramente antes de pisar por completo, así evitaba caer en trampas. El sonido de animal que buscaba fue reemplazo por el del agua. Agua que salía a borbotones de algún lado. Luego de mil escaleras, y de seguir sin rumbo, ahogó un grito sin darse cuenta que ya no necesitaba la luz de su varita, algo iluminaba tenuemente el lugar.

 

¡Esa es la fuente de la Manor! —chilló avisando a los que venían detrás. Oyó una respiración suave, una mujer, ¿dónde estaba Orión? — ¿Evedhiel? ¿Orión? —llamó en voz alta— Quien sea, ¿hay alguien por aquí?

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El día anterior

 

- Orión, no sé qué está pasando, pero yo no estoy en peligro y… Te dejo hablar todo lo que quieras, pero…

 

Orión interrumpió con un suspiro. Bajó la varita. Sabía esto sería difícil de explicar. O capaz, de entender directamente. Ya había tenido estas charlas antes y las reacciones eran de las más variadas. Solo esperaba no tener que utilizar la fuerza en ningún sentido.

 

- Mira Adrian, esto no es más que una mezcla de malos entendidos y lugares equivocados. Y tienes que saber que no hubiese hecho esto si no fuera el último recurso.

 

Se levantó. Orión sabía de alguna manera que Adrian no sería ninguna amenaza para sus habilidades duelísticas. Sobre todo, por tener su varita.

 

- Efectivamente, cometiste una violación enorme con el ingreso de la compañía circense rusa. Hay protocolos que no fueron cumplidos y por lo tanto tendría que informar a las autoridades correspondientes para tu captura inmediata por traficante de personas. Todo esto se agrava más por tu reciente ingreso en el Departamento, este mes. Se contaría como una ofensa mayor de mal uso de un cargo público.

 

Había preparado una tetera con té antes de que el Wild se despertara. Se acercó con una taza humeante de té de tilo.

 

- El peligro del que te estoy protegiendo es de Azkaban, Adrian. Y eso que no estoy contando los grupos tenebrosos de los que estos rusos están escapando.

 

Volvió a suspirar.

 

- Entonces, te doy dos opciones. Te puedo devolver la varita, pero tendría que denunciar tu nombre para un Juicio Mágico donde te encuentres con una sentencia a pasar años con dementores, perdida de cargo público y la posibilidad de poder ocupar alguno en el futuro. O, te quedas aquí, simulamos un secuestro e intentamos solucionar este embrollo.

 

Entrecerró los ojos.

 

- Si decides la segunda opción, tendrás que seguir todas mis indicaciones.

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