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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Sentir a Jack no apaciguó mi llanto. Ahora que salía tenía que dejarlo escapar, en oleadas, hasta que se agotara. Aún así, sentir su tacto en mi cara me hizo bien. Sí, fue positivo aunque la tristeza de verle fantasma de nuevo volvía a acrecentar el llanto. Me daba la sensación de que nada lo pararía, ni la presencia de mi nieto allá a mi lado, hecho una bolita en uno de mis costados.

 

¿Nada?

 

Perenela había iniciado su exploración, a la que no me opuse porque, sencillamente, ni me importaba lo que hiciera. Sin embargo, respingué. No sé si fue por sentir el tacto de sus fríos dedos en mi interior, lo que despertó recientes recuerdos que querría olvidar o si fueron las palabras que Jack me estaba diciendo en aquel momento. Me puse tensa, lo que hizo que notara aún más lo que no quería sentir. Ahora mismo sólo quería gritar y huir pero... Jack había dicho algo que no me esperaba. Me giré hacia él; sin darme cuenta, había dejado de llorar de repente.

 

-- ¿Lazarus se ha llevado a mi hermano? -- Abrí los ojos por la sorpresa, el miedo y el tacto que aún prolongaba mi hija. Me revolví algo inquieta. Levanté la vista hacia ella cuando se sentó a mi lado. Vaya escena... Jack a un lado, fantasmal, susurrando palabras al oído; SJ en la camita ya casi dormido y mi hija diciendo que estaba bien.

 

¿Qué kk iba a estar bien? Estaba mal, muy mal pero mis ojos se achinaron y un furor crecía dentro de mí. Rabia, impotencia, malestar... Me giré hacia Jack y levanté la cabeza un palmo, lo que me dejaba el músculo del cuello.

 

-- ¿Secuestran a Adrian y me lo dices ahora, no cuando has entrado? -- Ahora me giré hacia Perenela, exaltada. -- ¡Claro que quiero algo! ¡Levantarme! ¡He de ir en busca de mi hermano! ¡Él se arriesgó para salvarme y...! ¡Dioses! ¡Malditos sean! ¡Traerme ropa, he de irme!

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Retuve a mi madre por los hombros y tuve miedo que entre sus gritos y sus zarandeadas tratando de levantarse, no solo despertara a SJ que dormía a su lado sino que le tumbara de la camilla y ahí si encontraría mi madre a la mama osa que había criado, era increíble que aun con lo maltrecha que estaba tuviera la fuerza suficiente para revolverse con tal ímpetu en la cama tratando de levantarse y haciendo con eso que arruinara por completo mi trabajo con la escayola y la férula.

 

Tuve que transformar la parte baja de mi cuerpo para sostenerme con las garras en la tierra, enterrándolas profundamente para poder hacer mejor palanca de mantenerla sujeta en la cama, aunque eso no impedía los gritos, alargue la mano hacia el bolso de suministros médicos que Harpo había dejado a mi alcance buscando algo que pudiera hacer que durmiera o calmara a mi madre, tome a ciegas lo primero que encontré y le di un buen golpe en la cabeza, noqueandola en un segundo.

 

Tome un respiro profundo y mire mi mano a ver con que era con lo que le había pegado, para ver cual iba a ser el nivel del regaño o si tendría que desaparecer de nuevo, apreté los dientes al ver una maza pequeña como de tribunal ¿Que hacia eso en un botiquín de suplementos médicos? No tenia ni idea, alce la vista para mirar a Jack que me devolvía la mirada entre horrorizado y preocupado:

 

-¿Que? No esta muerta, solo noqueada, era eso o que su pierna se volviera a fracturar cuando ya la había arreglado y yo hice un bonito trabajo con esa pierna como para que viniera a arruinarlo tratando de correr fuera de aquí, ya nos ocuparemos después de los problemas que esto conlleve- tome un respiro y deje la maza en el maletín de nuevo; pase las manos por mi cabello apartándolo de la cara y compuse mi cara a una mascara de niña buena, tome una bolsa de solución salina y la conecte donde anteriormente estaba la unidad de sangre y le administre un analgésico y un sedante suave y tome un par de correas que empece a atar en sus brazos y piernas por encima de la férula.

 

Una elfina había tomado a SJ y lo llevaba a la habitación en la mansión para dormir y dado que ambos compartían ahora un vinculo mucho mas estrecho me imaginaba que SJ iba a dormir tanto como mi madre lo hiciera, solo esperaba que cuando mi madre despertara no cometiera un asesinato y sobretodo que la asesinada no fuera yo.

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En mi estado de exaltación, no me daba cuenta que había más gente a mi lado. SJ dormía y, como todo niño, cuando coge el sueño nada le despierta, gracias a los Dioses. Forcejeé con Perenela porque no quería dejar que me incorporara. Sus manos eran mazos en mis hombros pero mi rabia era fuerte y podía con ella. La gruñí. Ella era quien me impedía levantarme. Estaba furiosa con Jack por callarse lo de Adrian y furiosa con ella por no dejarme salir, a buscarle. Supongo que tuvo que hacer lo que hizo, golpearme. No la disculpo, bien podría haber usado una Poción para Dormir, que tengo varias en el maletín. Fue todo tan rápido que lo vi y pensé...

 

-- "Mira donde estaba..."

 

Y cuando desperté de aquel maldito golpe, acabé la frase...

 

-- "... el mazo de jueza que "desapareció" en el juicio del Ministerio..."

 

Recordaba todo lo sucedido y gruñí. Intenté levantarme y descubrí que estaba atada a la cama. Me entró el pánico y grité. ¿Dónde estaba?¿Por qué estaba atada? Grité más fuerte, con dolor, rabia y medio mezclado en aquel chillido mientras me agitaba en la cama como si me hubiera poseído un diablo. Y tal vez fuera cierto porque en mi mente pasaban imágenes odiosas que me arrinconaban y me dejaban desvalida. Luché contra las correas con fuerza y una elfina correteó hacia mí.

 

-- ¡Oh, Ama Sagitas! Ya está despierta... ¡Por fin! No estire que se hará daño...

 

La miré mientras respiraba de forma entrecortada. La conocía. Era una de las elfinas de la PB. Estaba en casa... Me di cuenta que era mi cuarto, la ventana estaba cerrada pero entre los visillos se veía el verde de los árboles de los jardines. Sentí el croar de Sagaz y los grititos de niños que atravesaban los cristales. Miré la claridad del día e intenté relajarme. Estaba en casa... Estaba en casa... Estaba en casa....

 

¡Pero estaba atada!

 

-- ¡Quítame las correas! -- exclamé, con rabia.

 

La elfina retrocedió un paso, asustada, retorciéndose las manos. Negó con la cabeza y estaba al borde del llanto.

 

-- ¡No puedo, no puedo! Su hija Perenela amenazó con matar a quien le quitara las correas y Harpo prometió que él ayudaría a matar a quien no obedeciera las órdenes de su hija.

 

Cerré los ojos y bufé, apoyando la cabeza en la almohada; al menos estaba cómoda.

 

-- ¿Pero qué he hecho yo para tener hijos como éstos? Uno me encierra en las mazmorras, otra me ata a la cama y el pequeño intenta asesinarme en el futuro -- grité con rabia. -- ¿Y Heliké qué...? ¿Ella también ha intentado algo contra mí? ¡Dile a Perenela que me desate antes de que sea yo quien la mate!

 

El recuerdo me hizo guardar silencio. Me tembló la barbilla y volví a recitar un mantra para tranquilizarme. Estaba en casa, en casa, en casa... No era el pozo, no era el pozo. Estaba en casa, viva, sin dolores, no era el pozo, no era el pozo...

 

-- Ama Sagitas... ¿Está bien? ¿Volverá a...? Lleva una semana así, despertando y volviendo a desmayarse...

 

Abrí los ojos de forma brusca.

 

-- ¿Una semana? ¿Ha pasado una semana? ¿Cómo...? -- La elfina seguía retorciéndose las manos así que respiré con calma y hablé con voz más controlada. -- Por favor, informa que la matriarca ha vuelto a la vida y que...

 

Abrí los ojos ante el recuerdo que no quería tener y que se mantenía firme ahí. Ahora entendía porqué se mantenía vivo aquella sensación oscura y mezquina que me hacía daño. Necesitaba medicina urgente. ¡Hacía una semana que estaba desvanecida!

 

-- ¡Mi maletín, corre! ¡Necesito unas pastillas rosas que guardo en él! ¡Por favor, por favor, es urgente! Necesito...

 

Noté como mi corazón se disparaba, como jadeaba de miedo y tironeé de nuevo de las correas de las manos que me mantenían sujeta a la cama.

 

-- ¡Por favor, corre!

 

La elfina negó con la cabeza de nuevo.

 

-- No puedo... Su hijo...

 

-- ¿Matt ha prohibido que use mi maletín? -- grité, airada. La elfina volvió a negar con la cabeza.

 

-- Su hijo Ithilion se puso a jugar con su sobrino SJ en el jardín, mientras le atendían. Como nadie les vigilaba, cogió el maletín y jugaron a enterrar los productos que había dentro. Esparcieron las pociones y todos los contenidos en un parterre del jardín en hoyos para que crecieran. No quedó nada. El maletín quedó vacío.

 

Palidecí. No por los ingredientes y pociones que tendría que volver a comprar, eso era fácil en una visita al Magic Mall. Era por las pastilla rosa que los magos no teníamos y que sólo podía conseguir en farmacias muggles. No es tan fácil comprar en estas farmacias. Los muggles no te dan nada sin una receta médica y no conocía a ningún médico muggle. Utilizaba la magia para ello y...

 

Palidecí de nuevo. Debía tomar una pastilla cada día y llevaba una semana sin ellas y... Intuía que tenía que hacer algo. Tal vez no pasaba nada, sólo...

 

-- La matriarca manda. Y ni se te ocurra llevarme la contraria. Dile a Harpo que remueva todo el terreno afectado por las pociones enterradas por Ithilion y SJ, que les eche sal encima y que deje que se pudra toda la vegetación de alrededor. Esos dos niños tienen mucha magia y hay mucha magia residual en los jardines. Son capaces de hacer crecer frasquitos de díctamo. -- Era una broma pero no quería arriesgarme. -- Dile que nada de usar magia para destruirlo, porque la magia es insospechablemente curiosa y, sin control, a saber qué puede salir de esa broma de los niños. Dile que queme todo con sal en un radio de un metro desde donde enterraron todo. Dos metros mejor. Dentro de un mes renovaremos la vegetación con plantas nuevas y resistentes que broten limpias y sin restos de potingues.

 

Levanté despacio la mano. Sólo podía incorporar un poco hasta la altura del codo. No tenía nada de movimiento.

 

-- Dile a Harpo que no venga, que estoy enfadada con él. Dile a Perenela que quiero incorporarme, que me quite ésto. Dile a la cocinera que quiero comer en el comedor algo nutritivo. Dile a la familia que la matriarca quiere comer con ellos en el Comedor y que no tarden, informales pero presentes. Y dile a Heliké que me gustaría que estuviera presente porque ella es... también mi hija ahora. Aunque diles que les odio a todos. Venga, corre, vete...

 

La elfina lanzó un gritito al aire y salió corriendo a cumplir mis órdenes, dejando la puerta abierta. Me quedé mirando el techo blanco y forcejeando levemente con las correas de las manos y de los pies. Un sentimiento de odio y venganza crecía en mi interior y sabía que no era bueno. No, no lo era. Pero, en aquel momento, me mantenía viva y despierta.

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Casita en el Bosque de Ottery con @@Matt Blackner

 

- mi amor, voy a ducharme - le di un suave cariñoso en los labios y me fui al único baño aceptable que recordaba que existía en ese lugar. Al menos el agua estaba caliente gracias a que, el sol había calentado el recipiente en el que estaba almacenada. Saqué mi capa y antes de entrar, ya había dispuesto algunas de las prendas que había encontrado en uno de los armarios de una de las habitaciones, que habíamos compartido hace ya, tiempo. Saqué la capa y la coloqué con cuidado encima del retrete mientras accionaba el grifo para que el agua empezara a salir de la alcachofa.

 

Veía cómo el baho del agua caliente empezaba a opacar el pequeño cristal situado encima del lavabo. Pensaba en todo y a la vez en nada. Estaba preocupada. Esperaba que ese líquido caliente intentara despejarme un poco y encontrar alguna salida a todo lo que estábamos viviendo. Comprobé su temperatura y me adentré en él. La suerte de ser vampira, era que al menos no me quemaría con ella. Pero ya sospechaba tantas cosas y tan inverosímiles que ya conseguía hacerme dudar de mi propia inmortalidad. Sabía que ese malnacido, mientras me enjuaba con la esponja y con el jabón, tenía muchísimos recursos para hacer daño, y eso, sinceramente me daba un terror que pocas veces había sentido...

 

Había colocado el anillo de la animagia encima de la capa y esperaba no perderlo. Le tenía cariño, más que nada, no por el costo de galeones sino en afecto por lo que representaba. Parte de mi familia a pesar de llevarlo en los genes tardaron años en poder transformarse, eso era una ayuda para mí y era más rápido y eficaz, que hacerlo por otros modos... Cuando terminé con la ducha y con la varita que llevaba dentro de la capa, hice que se me secara el cuerpo y enseguida fui a vestirme, seguro que Matt estaba impaciente por saber cómo irían las cosas en casa y era normal. Lo entendía, era el patriarca y su deber era solucionar las cosas cuando se terciesen y estaban demasiado torcidas. ¿Cuándo tendríamos un minuto de paz? Echaba de menos el hecho de llegar a casa y tomar un buen chocolate caliente delante de la chimenea y relajarme tras una jornada intensa en el Ministerio...Eso, cuando tenía mi propia casa...

 

Suspiré nuevamente y sequé el pelo otra vez con mi varita. Até el pelo en una cola de caballo alta, volví a colocar mis prendas interiores, puse unos calcetines gruesos, tejanos, camiseta y cazadora. Era la suerte de no llevar mucho equipaje cuando salía de viaje. Cuando estuve dispuesta, salí de nuevo, recogí la capa y la introduje en el monedero de piel de moke que había estado guardado en su interior. Lo puse de nuevo al cuello y con mi arma mágica en una mano, salí del cuarto de baño para enfrentarme a todo lo que fuese necesario...

 

- Bueno, ya estoy cielo... así que, cuando tú quieras, tú dispones -le dije con una gran sonrisa, y de lo que seguro que no se esperaba era que me planté delante de él y le di un fuerte abrazo.

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Durante el trayecto hacia la casa medité en aquello que decía mi primo. No abandonábamos al tío Adrian porque se lo habían llevado. ¿Pero a dónde? Me aferré a la promesa de que lo íbamos a encontrar. Permanecía en silencio, viendo que se llevaban a la tía Sagitas y la dejaban al cuidado de Perenela. Apenas sentí sus palabras aunque la miré horrorizada, ¿decía que me iba a desangrar como una sanguijuela y reponer mi sangre? Retrocedí un paso y accedí a que me llevaran a otro lugar, fuera de donde atendía a su madre. Sólo para huir de sus intenciones.

 

Matt dijo que se haría cargo de mí y asentí con fuerza, prefería al primo antes que a la asesina de la tía.

 

- Te prometo no probar nada de sangre, primo. No me gusta la sangre. ¿Tardaréis mucho? No os entretengáis en.. cositas. En dos horas seré vampiro, ¿volveréis pronto?

 

Le dije adiós con la mano y me senté en aquella camilla improvisada. Desde allá sentía la conversación entre Jack, Perenela y la tía Sagitas, aunque no entendía mucho de lo que decían, a nivel médico. De repente, Perenela estaba a mi lado, ni la oí llegar. Reculé un poco por si me desangraba. Negué todo lo que me preguntó.

 

- No, no estoy herida. No, no tengo hambre. No, no quiero sangre. - Ahora derramé una lagrimita. - Sí, necesito cuidados. ¿Podrías llamar a mi madre?

 

Una elfina trajo aquello que le había pedido y me lo entregó. Pseudosangre... ¡Ni loca! Esperaría a los primos. Un ruido agudo me sorprendió mirando aquella bolsa y preguntándome si sabría bien. Era un llanto, agudo, insistente, cada vez más desgarrador. Dejé la bolsa encima y me acerqué a la separación para poder escuchar qué pasaba.

 

La tía lloraba, rota, como si hubiera pasado algo horrible. Jack no estaba, ¿dónde habría ido? Sj dormía en su regazo y Perenela la examinaba... ¿Por qué le pedía permiso para explorarla allá? ¿Aquello era una revisión ginecológica? Solté un gritito al entender y corri hacia mi camilla. ¡Qué horrible!

 

¡Horrible!

 

Pobre tía Sagitas... Le iba a dar besos y abrazos de por vida para resarcir todo lo que había sufrido en aquella maldita casa. ¡Qué horror! ¡Qué violencia! ¿Y para qué...? Entonces pensé en el tío Adrian. ¿Qué le estaría sucediendo ahora? Los gritos de Sagitas eran desgarradores pero se notaba que el dolor era interior, profundo, psicológico.

 

Sentí que se ponía furiosa y oí que mencionaba a su hermano. ¡Se había enterado! Gritó con rabia que quería ropa y, después, se hizo el silencio. Corrí hacia allá. Se había desmayado.

 

- ¡Ay, pobre! - Esperé que se llevaran al niño. - ¡Pobre tía! ¿Esta bien? - No quise decir que la había visto curar a Sagitas porque aquello era muy íntimo. - ¿Se pondrá bien?

 

Una semana después pude, por fin, hacer lo que me había prometido. Estaba en el comedor, leyendo un libro de magia avanzada y practicando con la varita cuando sentí sus gritos. Llevábamos muchos días sintiendo sus gritos antes de que se volviera a desmayar. Pero esta vez fue diferente. Subí hasta la habitación y sonreí ante sus palabras. Volvía a ser ella, la matriarca que llevaba las riendas. El tema del jardín tenia su lógica y nadie lo habíamos pensado.

 

Cuando la elfina se fue, asomé la cabeza por la puerta abierta.

 

- ¿A mí también me odias, tía? - Entré sin pedir permiso. Estaba atada, ¿qué podría hacerme? - Te voy a abrazar mucho, mucho, mucho... Así que no te resistas.

 

Noté estupor en su cara. Era igual, mi tía era maravillosa y había pasado por mucho, la quería, así que la abracé mucho rato y después me senté en el suelo, para tener la cabeza a su altura, para poder hablarle. La amaba y quería estar a su lado. Pero temía a la prima Perenela y no iba a permitir que me matara por quitarle las correas.

 

- ¿Sabes qué ha ocurrido en esta semana que tú has estado durmiendo? He aprendido hechizos nuevos. Matt y Heliké regresaron de la Luna de Miel. Matt me curó, pero eso que te lo explique él. y Harpo se ha estado tirando de las orejas todo el rato que tenia tiempo libre. Te quiere mucho, ¿sabes?

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Estaba en el balconcillo en mi cuarto viendo hacia el jardín donde SJ e Ithilion estaba jugando con dos elfos, sonreí al saber que esos dos no se iban a matar por haber acabado el reinado del otro, cosa que me preocupaba, Pero mi hermano menor y mi hijo al parecer se llevaban bien y eso era bueno porque no tendría que estar separandolos a cada tanto sobretodo si estaba pendiente de mi madre y de su recuperación total, antes de firmar mi sentencia de muerte.

 

Frote mis sienes y tome un sorbo mas de la taza de té que tenia entre las manos, trate de acomodarme en la cómoda pero la espalda me estaba matando un poco después de todo el trajín, había pasado una semana desde que mi madre había regresado hecha un guiñapo y una semana desde que me había obligado a tomar la peor de las decisiones de golpearla para dejarla fuera de servicio.

 

Habia tenido una discusión con Jack y con Matt, ninguno de los dos pensaba que debía de haber llevado mi modo sanador tan lejos pero ninguno había tenido que tratar tantas heridas en una sola persona, eso sin contar la violación, la preocupación y las posibles consecuencias que tendría todo lo que ella había vivido (según me había contado Matt, en un pozo). Mi madre necesitaba cuidados constantes, medicinas, revisiones constantes en la pierna para ver cuando podria retirar la ferula y la escayola, cuando podria cortar las vendas que tenia su torso asegurado, estarle poniendo penicilina cada 8 horas para evitar infecciones.

 

Tuve varias discusiones con ellos, hasta que pudieron entender que solo estaba haciendo lo necesario para no perder a mi madre, que cada uno de ellos tenia algo mas por lo que luchar, algún otro padre, esposa, o la posibilidad de tenerla 24/7 en el otro mundo pero yo solo la tenia a ella y seguro como que no la iba a buscar en el infierno o empezar a matar angeles para que me la devolvieran, no iba a permitir en mi guardia perder a otro padre; sobreviví a la muerte de Reiven gracias a que ella estuvo allí para mi, si la perdía a ella perdería mi alma entera y no iba a arriesgarme a eso, ni siquiera por mi familia.

 

Habíamos estado tan concentrados en nuestras discusiones familiares que no nos habíamos dado cuenta que los niños habían regado y jugado con todos los suministros médicos y tuve que hacer varias incursiones a la clínica y a San Mungo ( de modo ilegal) para traer mas suministros en casa, tuve que usar gran parte de lo que tenia en mi bóveda para poder comprar otros suministros que no se encontraban en los hospitales de la zona, Matt como patriarca se tenia que encargar de las consecuencias que las pociones podrian tener en la mansion y yo solo me encargaria de las atenciones a mi madre.

 

Todos los días, sagitas despertaba gritando, al principio era una carrera constante desde mi habitación en el segundo piso hasta la habitación de ella en el desvan, le habia costado a los elfos, jarrones, cuadros, mas de una ocasión tuve una caída en las escaleras de las prisas y no podia transformarme en la casa porque mis alas no cabían en los pasillos para volar, por lo que después de hablarlo, rogarlo, suplicarlo con Matt que se negó en redondo tuve que ingeniármelas para estar siempre cerca.

 

A la final fue Harpo que en su profundo amor por su ama, falsifico el hechizo y consiguió que siempre este a la orden cuando mi madre me necesitaba, al principio los primeros dos días el dolor hacia desmayar a mi madre casi de inmediato, a pesar de que tuve que pasar de las pociones e irme directamente a lo muggle con la morfina para que el sueño acelerara su curacion, despues de empezo a tener rabietas por estar atada, no hablaba con nadie y tuve que amenazar, intimidar, llorar y muchas veces transformarme en un demonio y aplicar fuerza bruta para que se hiciera mi palabra en lo referente a la recuperación de mi madre.

 

Tal vez me habia excedido mucho y tal vez podia llegar a dar miedo porque ahora cada vez que se despertaba por mucho que lo suplicara o que lo gritara nadie le hacia caso hasta que yo llegaba a examinarla, cuando escuche los gritos de ahora, tire la taza y tome el rollo de pergamino que siempre llevaba cuando iba a verla y desaparecí para aparecer siempre en el pasillo oscuro del desván, donde corría hacia la habitación, para que los demás miembros de la casa no sospecharan.

 

La elfina que estaba en su cuarto salio corriendo y no pude detenerla, respiré profundo y entre en la habitación con una sonrisa suave en el rostro, la misma que ponia cada vez que entraba cuando estaba despierta, mi mascara cayo un poco cuando vi que Xell estaba alli, suavice un poco mas mi sonrisa y le di un beso a mi prima y uno a mi madre:

 

-Bueno como amaneces hoy, madre? Estas lista para un examen rapido - empece a revisar los suministros intravenosos que estaban bombeando medicinas, liquidos y nutrientes dentro del cuerpo de mi madre y que estaban conectados a su brazo, conecte una inyeccion de antibiotico mas y empece a revisar su torso y pierna, la ferula estaba haciendo un excelente trabajo y pronto, en un par de dias mas podria retirarla, me sonroje mucho cuando clave los ojos en Xell:

 

-Puedes darnos cinco minutos de privacidad... tengo que hacer... ummm una exploracion - cada vez que decia esas palabras era una incomodidad para el que estuviera en el cuarto con ella, todos sabian que habia pasado, todos sabian proque era necesarias esas exploraciones y al unico que no podia nunca sacar era a Jack. Xell salio mas rapido de lo que pensaba y me puse un par de guantes limpios y aplique un poco de gel para no dañarla mas de lo necesario, hice una exploracion rapida para ver como evolucionaban los cortes y daños internos que en un principio eran minimos pero que podian infectarse con nada.

 

Terminada mi exploracion quite mis guantes, limpie mis manos y me sente al lado de ella, le tendi el pergamino y lo deje encima de su torso:

 

-Antes de que digas nada, lo siento, tuve que tomar medidas extremas para evitar que te hicieras mas daño, Matt y jack me contaron todo lo que paso, y ambos se han estado movilizando para con Helike buscar a mi tío Adrian, aquí en ese pergamino indica que por volutad propia acepto mi sentencia de muerte y/o castigo que quieras imponer en mi por haber atacado de mdo debilerado a una alta funcionaria ministerial, a una de las grandes matriarcas de ottery y a mi madre mientras estuvo a mi cuidado medico y se hará efectivo en cuanto tengas via libre de tu medico, osea yo, y no te preocupes no te demorare en cama mucho mas para salvar mi vida.

 

Me quede alli un par de minutos mas a ver si hablaba o decia algo ya que habia estado inusualmetne cayada mientras estuve en la habitacion, al ver que no hablaba le pregunte:

 

-¿Hay algo que quieras decirme o pedirme?

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UNA SEMANA DESPUÉS...

 

La última semana había sido de todo menos tranquila. Tras todo lo sucedido regresamos a casa, y para cuando volvimos, Sagitas ya estaba noqueada. Entendí los motivos, porque Sagitas necesitaba descansar, pero en mi opinión @@Perenela Arya Grindewald Potter Blue podía haber sido un poco más delicada con al pobre, y no hacerlo con un porrazo.

 

La prioridad era @. Estaba asustada, y no era para menos. Con ayuda de @, el viejo Diario de Cazador y los elementos que había recopilado a lo largo de los años, para mi tranquilidad descubrí que contábamos con todo lo necesario, plantas, piedras, sangre de dragon, pluma de fénix...lo teníamos todo, asi qeu entre los dos preparamos una poción, que Xell tuvo que tomar, y que por suerte había funcionado...si era sincero, se trataba de la primera vez que la utilizaba, pero había funcionado. Aquello pareció dar energías renovadas a la rubia, que desde entonces había trabajado en nuevos hechizos. Asi, yo me había dejado curar las heridas que había sufrido en la boda y que se habían reabierto, aunqeu en este caso fue Helike quien se encargó de mi.

 

No solo eso. Había comenzado la búsqueda del tío Adrian, dejando caer su pista, descripción y rastro entre mis contactos, desplegando la red de la que disponía para rastrearles. Esperaba que no tardaran demasiado, al menos, en darnos una pista fiable que poder seguir para traerlo de vuelta.

 

Y además, había estado la luna de miel. Si, habíamos tenido tiempo para hacer un pequeño viaje, visitando la tierra de Helike en España. Pero en el regreso, y a pesar de las quejas, había sacado mi parte de patriarca, aquel sentimiento de protección, que me había llevado a aumentar la seguridad hasta extremos insospechados, en los que si alguien ajeno a la familia se adentraba en la mansión sin permiso o acompañar a uno de nosotros, podía acabar peor de lo qeu pensaba.

 

Pero con Sagitas inconsciente, y los niños..temía que volvieran a atacarnos. Debía protegerlos como fuera.

 

Apagué la ducha y salí, con el pelo mojado, recordando que en algún momento iba a tener que afeitarme, y una toalla en la cintura como única vestimenta. La que siempre había sido mi habitación ahora la compartía con mi mujer, a la que había visto por última vez con la espalda semidesnuda, cubierta por una toalla...y demonios, se había negado a que la ayudara a secarse.

 

Asi que cuando la vi frente al espejo me acerqué a ella por la espalda y rodeé su cintura con mis manos, antes de besar su cuello y buscar sus labios.

- Tienes algún plan para hoy? - le pregunté.

 

Pero si algo podía interrumpirnos, eran...los gritos de Sagitas. Era preocupante, ya que su consciencia iba y venía entre pesadillas. Solíamos hacer turnos, visitarla y pasar ratos con ella...pero era diferente. No solo eran gritos inconexos, eran las ordenes de una matriarca. Estaba despierta, y consciente.

 

Y enfadada.

 

Asi qeu tras una mirada a Helike, aliviado, corrí a vestirme, con unos vaqueros y una camiseta de color azul claro, y salimos de la habitación para comprobar qeu, efectivamente, volvía a ser Sagitas.

- Está despierta? - pregunté a Xell, al llegar hasta la puerta de la habitación de Sagitas.

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Me sentía bien, tumbada en el suelo, hablando con la tía de mis cosas vividas en esta semana. Lo principal era hablarle para que supiera que era querida por mí y por todos, que entendiera que la vida era bonita a pesar de todo lo que había vivido, que merecía la pena seguir aqui. No sé el motivo por el que pensaba que ella preferiría estar muerta. Tal vez porque yo, de haber pasado por esta experiencia, querria morirme.

 

Aunque no me contestaba, notaba su atención. Me dio cosita tomarle la manto porque seguro que entonces preguntaría porqué no la liberraba y no quería hacerlo sin permiso de Perenela. Toda la semana había sido muy estricta en su cuidado, casi monopolizando su cuidado, sin dejarnos apenas verlas excepto en pequeños turnos que Matt había conseguido, casi como un regalo porque mi prima había sido muy estricta en las visitas.

 

Y hablando de la prima, llegó casi al instante y se puso a mirar con ojo clínico su estado. Me levanté del suelo, con cierta vergüenza. Ella tan profesional y yo tirada por los suelos, parecía una niña maleducada.

 

- ¿Cómo...? - ¡Oh, cómo me enfadó que me pidiera que me fuera! Entendí que necesitaba estar a solas con ella pero yo también quería estar con mi tía. Asentí sin decir palabra pero me incliné a abrazarla de nuevo y a susurrarle que la quería mucho.

 

Salí y cerré la puerta con cuidado, escuchando un poquito de la conversación antes que la puerta me impidiera oír nada. Le informaba sobre el tío Adrian. Me hubiera gustado dejar un poco abierto para saber más pero pasos y la voz del primo me obligaron a ser buena y respetar la confidencialidad del especialista-paciente.

 

- Está despierta y consciente, primo. Y mandona, por lo que oí. Quiere que le quiten las correas, quiere bajar a comer. Si tiene hambre es que se encuentra bien, ¿verdad, primo? ¡Ah! Dice que nos odia a todos.

 

Sonreí por primera vez en muchos dias, aliviada. Así era Sagitas. Después, agaché la cabeza y me puse delante de la puerta, impidiendo el paso a Matt.

 

- Perenela está dentro y me ha echado de la habitación. Ha dicho que le diera 5 minutos. Yo... No entraría aún... - Él era el patriarca. ¿Lo cumpliría?

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No estuve mucho tiempo sola, la voz dulce y alegre de Xell irrumpió en el cuarto sin dejarme ni respirar. Tragué saliva y apreté la mandíbula. Mucho "te quiero" y mucho abrazo pero ni un sólo intento de liberarme. ¿Cómo se creía que me sentía allá, atada como una vulgar ratera en mi propia casa, por segunda vez en el mismo día? ¡Demonios, no! Había pasado una semana... Un rubor creció en mis mejillas al recordar que llevaba así una semana.

 

-- Como si pudiera resistirme, así, atada -- murmuré, malhumorada, mientras Xell me atacaba a besos y abrazos.

 

Pero era agradable sentirla hablar seguido, contando historias sobre la familia. Así, me enteré que Matt estaba en la casa, ¡estaba en la Mansión y consentía en dejarme atada!, que había vuelto del viaje de novios que no había anulado a pesar de estar yo allá atada y que su tío hubiera desaparecido, que había curado a Xell, menos mal que había tenido tiempo de pensar en eso, que Harpo estaba preocupado...

 

Estaba siendo injusta y era muy consciente de ello. Pero necesitaba sentirme así, egoísta y malhumorada porque , de lo contrario, me iba a poner a llorar y de eso ya había tenido bastante cuando Jack volvió a ser fantasma al acabarse la bula que había comprado con mi propio sacrificio a la propia Muerte. Eso me hizo buscarle. Jack debía de estar en algún sitio... Pero no conmigo... Claro... ¿para qué...? Seguro que... me odiaría...

 

No, eso no. Jack nunca me odiaría. No sé porqué pensaba tan negativo...

 

La voz de Xell se paró de repente y me pregunté qué más me habría estado diciendo mientras yo regañaba en silencio al techo. Perenela entró y elevé un poco la barbilla, en un gesto de enfado que, seguramente, ni le importaría. Hice una mueca cuando echó a Xell de allá y nos quedamos sola. La sentí hablar y enarqué una ceja, aún sin soltar palabra. Pero todo gesto altivo desapareció en cuanto quitó la sábana y movió mis piernas.

 

Me entró pánico. Supongo que es normal pero no estoy acostumbrada a sentir miedo. Me envaré y aguanté el aliento hasta que acabó la exploración que me causó más daño psicológico que físico. Apreté las piernas en cuanto acabó y reprimí las lágrimas. No volvería a llorar nunca más. ¡Lo juraba! Sagitas Ericen Potter Blue no lloraría por nada de lo sucedido. Eso hizo que apretara más fuerte los dientes y que pensara que era bueno sentir dolor. Eso implicaba que estaba viva y que podía vengarme.

 

Sí... La Venganza me mantenía con fuerzas, a pesar de todos, para aguantar aquella cama y aquellas correas. ¡Qué verborrea usaba Perenela para justificar que había tenido que amarrarme ! ¡Qué desfachatez contarme sus últimas voluntades y que aceptaba su sentencia de Muerte! Sonreí, pero no de alegría como se suele hacer. Sonreí de forma sardónica y, por fin, le hablé.

 

-- Por supuesto que serás castigada, Perenela, por secuestro, inmobilización de un Warlock, por conspiración a mantener enjaulada a una alto cargo ciudadano y, sobre todo, a tu madre. Tendrás que justificarte ante la Ley, muchacha.

 

Pero eso sólo era rabia. Sabía que lo había hecho por mi bien, sobre todo si había pasado una semana delirando y... ¡Dioses, una semana, una semana...! La miré y ablandé la mirada. Malditas lágrimas que pugnaban por salir y hablar con ella... Había jurado no llorar. No iba a llorar.

 

-- Sí... Yo... No... Quiero decir... -- Miré mis piernas, ahora tapadas por la sábana floreada y supe que iba a llorar de lo desvalida que me sentía. -- Necesito medicin...

 

Elevé la barbilla de nuevo. Fuera, tras la puerta, se oía la voz de Matt.

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Una semana después...

 

Vi a mi marido recién salido de la ducha, ambos lo habíamos hecho y la verdad es que era una manera de aliviar tensiones. Lo vi sólo con la toalla y pensamientos pecaminosos que escandalizarían a más de un@ vinieron a mi mente. Sonreí de medio lado y me fui acercando a él. A pesar de que había sido un poco más rápida al vestirme la líbido se me subía como la espuma al pensar en ciertas escenas (?)... Vestida con unos tejanos y camiseta, además de una cazadora de cuero y zapatillas de deporte... Le respondí un poco mimosa:

 

- alguno que otro -le susurré en la oreja. Pero ni siquiera nos había dado tiempo a empezar nada en concreto. Los gritos de mi suegra, resonaron por todo el salón. Me preocupaba. Y era raro, siempre estábamos a la gresca, pero esa larga semana... Ni siquiera en el trabajo me distraía. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero seguro que, el hecho de estar secuestrada, ya había suficiente. Pensar en Lázarus hizo que se me revolviera el estómago y mitigara un poco la líbido. No podía pensar en lo que pudiera haber sufrido a manos de esa hija de su mala madre. Me llenaba de rabia... ¿qué es lo que había pasado?

 

Fui detrás de Matt y Xell salía justo de la habitación de la matriarca. Me puse detrás para no interrumpir. Pero no pude callarme...

 

- Vamos, es su hijo, no creo que le haga mal ninguno verla durante cinco minutos, medié entre los dos - no era tan malo, ¿verdad?

 

- Te esperaré aquí cielo, si me ve, seguro que me tira una lámpara a la cabeza- aún recordaba cómo había le lanzado dardos envenenados en la ventanilla y sentía cierto resquemor por el arrepentimento al verla en ese estado. Me sorprendía, esa no era la mujer que admiraba y jamás admitiría en voz alta a pesar de las broncas del pasado. Verla en ese estado me dejaba un poco ida... tenía ganas de saber, pero sabía que no era el momento de preguntas...

 

- ¿pero, a éstas alturas aún las lleva puestas? ¿Qué teméis? ¡Eso me parece inhumano! ¡No está loca, sólo necesista ayuda, profesional -aclaré mirando a ambos. ¿Que porqué no había entrado en esa semana? Simple y llanamente por miedo. ¿Cómo me recibiría? A lo mejor, tirándome una lámpara a la cabeza. Sonreí de lado tan sólo al imaginarlo, pero esos gritos, hacían que se me pusiera la piel de gallina...

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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