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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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No lograba entender del todo como era que habíamos llegado a esa situación, más bien, lo que no entendía era en que momento pudo Valeskya arrebatarme el control de la situación y ahora estábamos en el jardín esperando clientes; de verdad me costaba no quedarme boquiabierto. Maldita Valeskya, en un par de horas llegaba y desequilibraba todo. Bueno al menos Li estaba allí con nosotros, lejos de mi hijo y desarmada; una humana enclenque, bajita sin fuerza ninguna no podría hacer nada. Fiamma también era humana, casi me apené de pensarlo, pero ella estaba armada al menos y era más alta, aunque no tuviera mucho que ver; de todas formas no podría leer mi mente.

 

Saludé con un movimiento de cabeza al que se llamaba Ezequiel, ya nos presentaríamos bien en otro momento. En ese momento lo que tenía que hacer era cuidar a la intrusa bien recibida por mi hermana, quien ya no solo la había acogido como invitada, sino que hasta le ofrecía un lugar bajo nuestro techo y en nuestra mesa. ¡Inconcebible! ¿Con qué derecho lo hacía? Recordé al instante que era matriarca, aunque no infundía el respeto que podría tener Zahil, igual tenía las mismas facultades, que claro, usaba para complicarme más la vida, pues en cualquier momento se iría, y la Chinita seguiría allí.

 

Con la furia que tenía mi mirada cambiaba de azul a naranja, según mirara a la muchacha de cabello y ojos negros o me distrajera mirando con curiosidad la venta de jardín. Pero cambiaron nuevamente y definitivamente al color naranja cuando la muy insolente se creyó lo suficientemente segura como para hablarme con ironía y desafiante. Lejos de arrancarle la yugular de un mordisco, solté la carcajada más amarga y la miré fijo. Quizás, la muchacha resultara est****amente divertida, no negaba que me gustaba su insolencia. A ver hasta donde llegaba...

 

-Protesto de la forma más rotunda -respondí ante la invitación de mi hermana- pero ya que es matriarca y no tengo más remedio que aceptarlo ¿Qué te parece, Li, si te consigo una hermosa cama de caoba, acolchonada, sábanas en seda digamos, para que puedas descansar y bien arropada? Con tierra, diez metros bajo nuestros pies. Elige el arbolito bajo el cual te gustaría reposar. Yo me encargo de todo. No te costará ni un galeón.

 

Fiamma fue la que nos trajo a la realidad, con una exclamación capaz de romperme los tímpanos; se había atribuido la tarea de orquestar aquello. Supongo que así eramos los Granger, sin mano firme, nos dispersábamos. Tomé la lista que había flotando sobre mi cabeza y vi todo lo que había. Sin dudas sentí curiosidad por los instrumentos de tortura, hacía años que no veía unos, por lo que los busqué con la mirada. A mi entender una bonita sala subterránea a prueba de ruido con aquellos pintorescos instrumentos le daría categoría al nuevo hogar; pero bueno, sin dinero no iríamos a ningún lado, y Ottery estaba lleno de ricachones sádicos.

 

Consideraba la posibilidad de mandar traer unos cuantos libros, ya que en la lista no había ni uno, cuando Zahil llamó la atención de todos los presentes con unos curiosos calzones de elefante que se encargó de poner muy cerca de la cara de nuestra prima, para luego traerlo frente a nuestras narices. A juzgar por como lo agarraba con total confianza sin que yo hubiera visto que le lanzaba un fregotego al menos, esa curiosa prenda ya había estado en sus manos antes. Debía tratarse de un trofeo que le robó a algún amante.

 

-Fregotego -exclamé apuntando a la ropa interior, y la tomé con la misma confianza que ella- Mío, no es -aseveré metiendo las manos, probando cuando estiraba y metiendo los dedos en las cavidades.- ¡Pero que divertido! ¡Y estira muy bien! -Comenté riendo, mientras lo probaba, poniéndolo sobre mi pantalón.

 

De repente recordé cierta ocasión, hacía mucho, mucho tiempo ya, en que la otra matriarca Granger allí presente, tuvo la mala suerte de ser descubierta por mi hermana y por mí; yo arrastrado por ella, obviamente, ya que yo respetaba mucho la privacidad de las parejas, era parte de mi crianza en otra época, Valerskya era más liberal.... Lo repetía hasta el cansancio. Como fuere, en aquel momento, era cierto que no se pudo hacer mucho por mirar a otro lado porque se habían encargado de utilizarnos el sofá de la sala para sus actos románticos y pecaminosos. Después de ese día lanzaba un fregotego en cada cosa que me sentaba, o se lo pedía a los elfos.

 

-Oye -dije susurrándo al oído de Valeskya- ¿este coso no estaba en la mesita de café cuando encontramos a Zahil aquella vez? Los agarraba con mucha confianza y sin asco. Si no fue ahí, lo vi ahora en tu habitación, z**** -Aquello ultimo no era nada cierto, pero no me resistí. En una de esas Val también guardaba sus premios y la dejaba en evidencia.

Editado por Joaquín Granger

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Luego de las presentaciones el ruido de tantas personas havia complicado entender la situaciòn.. el mago saludo uno por uno a todos los que estabàn llegando... si habìa traido algo para vender... Ezequiel no esperaba esa situaciòn y estaba vaciò y solò lanzò una risa leve.

 

 

El orden habìa llegado al fin, gracias a su prima fiamma... sin levantar mucho la voz dijò -si quieren puedo ayudar - era la primera ves que estaba en una venta de garaje y le resultaba gracioso y divertido

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¿En qué momento las cosas se habían descontrolado de esa manera? De una cena, a la habitación, un nuevo huésped, nuevos familiares y una venta de garage. Era una locura la forma en que todo se había salido de control; Valeskya en el fondo se sentía contenta y agradecida por estar allí con las personas que más quería, aunque no siempre lo reconociera abiertamente. Su último, y a decir verdad único objetivo, era su hermano y su cara de agrio al saber que la chinita se uniría a la fila de los Granger… aunque no sabía por cuánto tiempo.
Era evidente que Li no se sentía cómoda, tenía pinta de ser una chica rebelde y podría hacer grandes cosas si se lo propusiera, pero la ojivioleta no tenía idea de qué planes tenía esa chica a futuro; incluso se sorprendió al ver que aceptaba su propuesta de quedarse con ellos por un tiempo. ”No tiene dónde vivir”, pensó alegremente, pues en algún momento que tuviera oportunidad, se acercaría a la asiática para preguntarle algunas cosas y lo de más interés: buscar la forma de hacerle la vida miserable a su hermano.
Antes que pudiera hacer algún comentario, Fiamma hizo flotar los pergaminos sobre las cosas que estaban por vender. La joven leyó con rapidez uno de los pergaminos que flotaban sobre ellos; había cosas bastante interesantes y llamativas sobre todo para los que coleccionaban artefactos muggles. La máquina de tortillas era quizás el aparato más complejo y quizás podrían sacarle el mejor precio, incluso la joven pensó en decir que podían ir a ofrecerla a un museo de esos donde consideran arte casi cualquier cosa desconocida para sus visitantes.
De repente su prima Zahil se hizo notar mientras mostraba unos calzones de elefante y los pasaba peligrosamente cerca de donde Valeskya y Joaquín estaban parados. La bruja levantó la mano para intentar que el calzón se acercara a su bello rostro (?) y poniendo cara de fingido desagrado, vio que su hermano se reía al tiempo que se probaba aquella finísima prenda. Podía ser muy liberal, pero no iba a permitirse tocar esos calzones por más limpios que estuvieran, pertenecieran a quien pertenecieran.
Se sorprendió al ver que su hermano le susurraba sobre la posible procedencia: tuvo que hacer un enorme esfuerzo para recordar aquella ocasión en que había visto a su nada discreta prima, en la sala con algún primo de turno (?). También tuvo ganas de golpearlo y limpiarle la cara con los calzones cuando insinuó que era eso o lo había visto en su habitación.
- ¡EWWWW NO! ¡QUÉ ASCO! – Exclamó la Granger, sin disimular ni un poco. - Te recuerdo que tengo poco tiempo de estar acá… a menos que hayan profanado mi habitación sin avisarme – Entrecerró los ojos, para pasar la mirada de Zahil a Joaquín. - Pero es cierto prima ¿Acaso no es uno de tus trofeos ese calzón? No recuerdo que tu acompañante de la otra vez, fuera taaan… grande. – Rió descaradamente.

- Disculpen, fue un chiste privado… - Carraspeó la joven, dirigiéndose al resto, que parecía no entender ni una palabra. - El punto es… Fiamma, creo que en esa lista puedes añadir un muñeco vudú, un mazo de cartas de tarot, una bola de cristal, un látigo y unas esposas que me encontré por ahí. – Dijo, haciéndose la desentendida. - Quizás nuestros nuevos invitados quieran atraer a los clientes o no sé ¿Qué se les ocurre? –
Editado por Valeskya Granger

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-Oh por Merlín, Zahil quita eso de aquí. No es mío, en la comuna hippie no usábamos ropa interior.- reía mientras recordaba que tampoco era muy adepta de usarla en el mundo mágico (xD).

 

Enseguida la vampira mayor se dirigió al grupo que formaban Valeskya, Joaquín y Li. Las palabras de Joaquín hicieron reír aún mas a Fiamma. No se imaginaba a su prima con alguien que se atreviera a usar "eso". Pero por lo compartido entre los hermanos, por lo visto había sido muy afortunada de no ser testigo del incómodo momento.

 

 

Al ofrecimiento de su primo @@Ezequiel granger recién llegado de ayudar, Fiamma no se pudo resistir. De inmediato le agradeció y lo tomó del brazo para dirigirse hacia donde se encontraban unas etiquetas mágica al final de la primera mesa.

 

-Por favor coloca estas etiquetas en cada producto. El precio aparecerá mágicamente ya que están encantadas para calcular el valor de cada objeto. Si necesitas hacer algo mas, solo déjaselas a mi elfo Wormy y el terminará el trabajo por ti. Lo más importante es que te sientas cómodo.

 

Se acercó al grupo que seguía hablando de la tanga de elefante con mucho interés. Al escuchar de Valeskya los nuevos objetos que podría agregar a la lista, no pudo evitar preguntarse si para ser un Granger también debían de tener extraños "gustos".

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Aquella situación se volvía mas surrealista a cada minuto que pasaba y yo no estaba segura de como actuar. Era evidente que aquellas personas no estaban bien, actuaban de manera distendida, incluso hasta había quienes me habían ignorado, mientras continuaban conversando sobre los objetos que tenían para vender. El único que seguía fulminándome con la mirada era el vampiro, el cual no parecía estarse divirtiendo en absoluto.

 

Pero eso cambió, cuando apareció en escena un calzón salvaje (?) que atrajo toda la atención del mago de ojos naranjas. Este lo sostuvo en su mano con total confianza, mientras determinaba cual seria la precedencia de tal indecente prenda. No pude evitar mirarle con asco, me sorprendía que alguien pudiese tocar algo así sin ser suyo, tal vez hubiese sido de algún amante secreto, quien sabe. La cuestión fue que no tardó en lanzarle acusaciones a su hermana, como si así pudiese evitar que alguien pensase en su culpabilidad.

 

El momento era de lo mas forzado para mi, y en parte me lamentaba por ello, tal vez si la circunstancias fuesen distintas estaría divirtiéndome como aquella familia. En cambio me encontraba allí, sin saber muy bien que hacer, sin entender del todo cual era la finalidad de todo aquello. ¿Quienes daban cobijo a una extranjera que había sido raptada por una de ellos? Tal vez vez solo era una estrategia de Valeskya para fastidiar los planes de su hermano. Aun así yo no me fiaba, estaba segura de que el vampiro se las arreglaría para terminar lo empezado conmigo.

 

Aquello era lo que me mantenía aun asustada, eso y el escuchar a la bruja de ojos violetas comentar la idea de usar a los nuevos como cebo para atraer clientes. No sabia muy bien a que se había referido, pero no me apetecía nada que me crucificaran en la entrada del jardín con un letrero anunciando la venta. Con cierto temor, caminé despacito y me acerqué a la bruja que me había salvado la vida.

 

-Yo... puedo aportar algo- dije intentando no mostrar miedo en mis palabras -tu hermano posee mi varita, comentaba que estaba interesado en venderla- continué mientras dirigía mi mirada hacia el mago en cuestión -sería muy egoísta por su parte si no la donase a vuestra causa ¿No?

 

Mantuve la mirada sobre mi mago captor, si mis ojos cambiasen de color seguramente ahora estarían rojos de furia. Le regalé una pequeña sonrisa mientras pensaba que pasaría a continuación, esperaba que Valeskya me ayudara a recuperar la varita, aunque cabía la posibilidad de que pensase que era buena idea sacar dinero por ella. Realmente aquella varita era lo único de valor que poseía en aquel momento, a pesar de que vampiro la habia despreciado al verla.

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Todos negaban la propiedad de esa prenda, lo cual era muy extraño, puesto que era una prenda masculina y eran pocos los hombres que vivian en la casa, aunque siempre podia ser un trofeo de Valeskya o de Annick, aunque no creia que Elvis tuviese esos gustos peculiares, estaba segura de que eran de uno de los hermanos, pero ambos negaban ser dueños de ella. De repente Joaquin le dijo algo al oido que la dejo pasmada, tomo la prenda y la observo por un momento, tratando de hacer memoria

 

- te alcance a escuchar, Joaquin, y no, Radamantys es varias tallas mas grande que esto....y que algunos de esa casa - dijo dandose la vuelta algo ofendida por la insinuación mientras lo miraba de arriba a abajo.

 

- y por cierto, linda, no le hagas caso a Joaquin, la Granger tiene muchas habitaciones, puedes usar la que quieras - dijo, tocandole el hombro a la chica que parecia ser el centro de atención de los dos vampiros

 

Coloco la prenda de nueva cuenta en el monton para que cualquiera que la quisiera comprar la tuviese a la mano, si nadie queria aceptar que la prenda era de ellos, se venderia al mejor postor

 

- si no es de nadie, se vende - se dijo colocandola a la vista

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Aquella prenda estaba generando una divertida escena familiar. Por un momento se me ocurrió que se podría abrir una tienda que vendiera aquella clase de "ropa recreativa" por llamarla de alguna manera, desde calzones comestibles, hasta distintos animales que emitieran su sonido más vigoroso, el rugido del león, o el barrito más imponente del elefante al momento de quitar la prenda. Y para las ex despechadas que tuvieran una malicia pícara, siempre podrían optar por unos calzones encantados que en lugar de sonidos que ayuden al momento, emitieran sonidos penosos, como un maullidito o una trompeta de fracaso. Pero era un lío abrir un negocio, y no me imaginaba que aquello quedara bien con la solemnidad de mi local, donde lo más atrevido que vendíamos eran porta varitas de piel de dragón para el liguero de las damas.

 

Era una suerte que una ofendida Zahil me quitara las prendas de las manos para ayudarse a refrescar la memoria, pero con su negativa y su penetrante mirada a mi figura, no pude evitar sonreír, en parte divertido, en parte aliviado; había perdido toda clase de compostura al tomar la curiosa prenda, y para nada quería dar la impresión de que perdía la cabeza por los calzones de otro hombre. Si alguno de los presentes se atrevía a insinuarlo, me las arreglaría para hacerles creer que estaban encantados o algo.

 

-Lo lamento prima -reí despreocupadamente ante su comentario- no voy a cuestionar tu percepción sobre lo mucho o poco que puede ceder el algodón elastisado -Más fino no se podía ser. La miré de reojo y una sonrisa pícara afloró «Con razón disfrutaste tanto, primita» Oculté mi sonrisa con la mano, aunque considerar aquello despertó en mí una ligera envidia, en varios aspectos...

 

Solucionado el tema de la prenda sin dueño, obviando hacer comentarios sobre la promiscuidad de mi hermana al mencionar un látigo, unas esposas que "se encontró por ahí" seguramente en sus baúles, aunque no sin dejar de ver discretamente a las mesas en busca de un antifaz, unas bucaneras y/o pantalones y un negligé, todo en cuero negro, que en parte aliviado del trauma que podría significar y un poco decepcionado de que no tenía más material para molestarla, la venta de garaje parecía ir viento en popa.

 

Li ya contaba con el apoyo no solo de mi hermana, sino también con el de Zahil, eran dos matriarcas contra un simple residente de la mansión. La maldita había conseguido amnistía, y en la mansión ya no podría hacerle nada. Con la confianza suficiente y el recato de las personas educadas, se dirigió a mi hermana con suavidad y artimaña; como una niña acusona, de esas que todos odian, a contarle que le había amenazado con vender su varita; y para colmo tenía la osadía de mirarme fijamente con rabia. Solo le faltaba sacarme la lengua.

 

-No sé por qué crees que mi hermana te va a ayudar -comenté riendo.- No tengo malas intenciones. tu varita la encontré en el suelo, cuando salías de la habitación de mi pequeño, vaya uno a saber por qué, y se te cayó -La saqué de la manga del saco- No veo cual es el problema de que te la guarde un rato, estamos en familia, y no querrás que se te caiga en este inmenso verde. Pareces algo descuidada...

 

Volví a ocultar la varita y le sonreí de forma burlona. La varita se la sentía furiosa como su dueña, desesperada por volver a las blancas manos de Li, como maestro en varitas entrenado desde hacía ya algunos años, sabía que la lealtad de la varita no había cambiado nada, y que incluso en el hipotético caso de que intentara usarla; solo podía profesar desastre y lo más seguro es que los hechizos no salieran o lo hicieran en proporciones desmedidas, o intentaran dañarme. Se la devolvería después de que tuviéramos una pequeña charla para ajustar cuentas.

 

-Muy bien, Fiamma -llamé su atención, antes de acercarme un poco- ¿qué más queda por hacer?

Editado por Joaquín Granger

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Las cosas transcurrían muy tranquilas por las calles de Ottery. A diferencia de lo que era antaño, ahora todos podían circular libremente sin temor, puesto que aquella temible guerra de bandos estaba muy apagada. El Legionario caminaba lentamente, su túnica negra hacía un suave frufrú a medida que este daba un paso. No había nada que buscara en particular, simplemente había decidido salir a dar un paseo para despejar un poco su mente.

 

Varios días habían pasado y había algo que el joven aún no había logrado sacar de sus pensamientos. Por alguna razón, desde ese encuentro en un local del callejón Diagon, Arcanus estaba más distraído de lo habitual y sentía muchas ganas de volver a hablar con esa persona. Hizo memoria recordando todos los lugares en donde ella dijo que podría encontrarla y decidió que podría hacerle una pequeña visita para saber si había solucionado sus problemas. O al menos, eso era una excusa que se inventaba el joven para ir a ver a Valeskya nuevamente. Casi sin darse cuenta, estaba parado en los jardines del hogar de la familia Granger.

 

El joven realmente no recordaba si alguna vez había estado allí, pero antes de que pudiera decidir cualquier cosa, sus pies estaban cruzando los jardines como si tuvieran vida propia. Arcanus observó muchos tipos de plantas, algunos seguramente serían peligrosos, por lo que evitó el contacto. En un instante se encontraba en la puerta de la Mansión y dudó un momento. ¿Le agradaría realmente a Valeskya verlo allí o ya se habría olvidado del encuentro en el Bratva?

 

Golpeó la puerta con fuerza y se quedó esperando fuera.

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¿Quién diría que las cosas habían cambiado tanto desde la última vez en que la ojivioleta había estado con en la mansión? Desde la última vez que el lugar parecía un lugar abandonado y ahora, aunque eran pocas personas, hacían el alboroto suficiente como para llenar de vida ese lugar. Se sentía agradecida y en paz consigo misma, cosa que tenía mucho tiempo que no pasaba. Parecía como que las cosas poco a poco estaban tomando el mejor de los rumbos desde que había regresado y esperaba que mejoraran aún más.


Mientras eso ocurrían, ahora todos se encontraban en una venta de garage improvisada y se había iniciado un pequeño debate con respecto a unos calzoncillos peculiares que habían aparecido por allí. Una actividad tan simple, poco a poco sacaba a relucir los más oscuros secretos que los Granger ocultaban (?). Su prima Zahil se había ofendido un poco, pero había dejado claro que su compañero con el que la habían descubierto ocupaba una talla más grande, tras lo cual la ojivioleta soltó una risotada maniaca (?) sin preocuparse por disimularla.


Solo esperaba que Li y Ezequiel no salieran huyendo o se espantaran de las cosas que estaban sucediendo allí; aunque la estadía de la pequeña asiática no era algo que estuviera sujeta a su decisión. Valeskya observaba silenciosamente a la nueva inquilina: era evidente que se sentía como una total extraña y no era para menos, incluso las pocas palabras que había pronunciado demostraban que estaba a la defensiva, lista para defenderse ante la más mínima amenaza, o al menos eso era lo que pensaba hasta que se acercó para comentar que su varita estaba en posesión de Joaquín.


Fue en ese momento en que notó que el ojiazul parecía buscar algo entre las cosas que estaban a la venta; la pelinegra entrecerró los ojos y apuntó su mirada hacia donde él estaba, con plena seguridad de que encontrara algún objeto que pudiera usar de pretexto para una nueva pelea entre ellos. Pero no estaban para esas situaciones banales (?), ahora lo que importaba era la venta y recuperar una varita que su hermano pretendía tener oculta. No sabía si lo conocía muy bien o de verdad el pelinegro era muy malo tratando de disimular sus verdaderas intenciones.


- Joaquín, creo que lo correcto es que le devuelvas la varita a su dueña – Interrumpió a su hermano, quien le había hablado a Fiamma para hacerse el tonto. - Creo que no hace falta recordarte que tu también eres algo… descuidado ¿No es así, pequeña Li? –


La joven trató de disimular una sonrisa de burla, al tiempo que su mirada pasaba del Granger a Li y viceversa. No hacía falta mencionar a qué clase de descuido se refería, pero esperaba que eso sirviera para que la devolviera. Los precios de las cosas estaban listos, aunque habían cosas por las cuales la ojivioleta podría pagar un buen precio por tenerlas… con la clara excepción de esos salvajes calzones que ahora colgaban ahí; ”¿Emitirá alguna clase de ruido o se moverá solo?” se preguntó la joven al tiempo que veía la prenda con más desconfianza que al inicio.


Pudo escuchar que alguien golpeaba la puerta de la mansión, casi tan fuerte como cuando ella llegaba a tirar la puerta de la entrada con una patada de vez en cuando. Sonrió al imaginarse al malhumorado elfo de su prima, refunfuñando y pensando que quizás era la pelinegra quien hacía ese ruido; ”seguro será alguien interesado”, pensó que quizás se trataba de alguien que quisiera comprar algo.


- Iré a ver de quién se trata… si me disculpan…- Murmuró distraídamente, quizás solo su hermano y Zahil, sabrían el motivo por el cual ella había dicho eso.


Solo hizo falta un par de movimientos con su varita, para desaparecer de ahí y reaparecer en la entrada principal de la mansión. Abrió la puerta despreocupadamente, al tiempo que en su rostro mostraba una total sorpresa; se trataba del fenixiano que había conocido hacía poco en el callejón Diagon, con el que había tenido una charla mucho más que interesante. Habían pasado algunos días desde que lo había conocido y no había hablado con nadie sobre ello; era uno de los secretos que prefería guardar para sí misma.


- ¡Arcanus! ¡Qué agradable sorpresa! – Exclamó, conteniendo el impulso de abrazarlo y tratando de disimular la alegría en su voz, aunque pensó que quizás era de familia el hecho de que siempre eran como un libro abierto a la hora de mostrar sus emociones cuando éstas se desbordaban. - ¿Cómo estás? –

De repente recordó donde estaban y en un impulso casi desesperado, volteó para todos lados con preocupación: no estaba dispuesta a dar explicaciones sobre lo que estaba sucediendo, sobretodo a su hermano, no quería darle un motivo para que la estuviera fastidiando. ”Piensa rápido, piensa rápido”, se dijo a sí misma, al tiempo que recordaba el lugar ideal. Inmediatamente cerró la puerta, quedándose afuera con el joven de cabello castaño; agarró su brazo, con una confianza que quizás lo desconcertaría y suavemente lo hizo caminar justamente del lado opuesto al que se encontraba el resto de la familia junto con la venta.


- Ehm… Pensé que quizás aquí sería un buen lugar para platicar… Es un hermoso día como para estar dentro de una casa ¿no lo crees? – No era cierto, solo buscaba un pretexto para quedar lo más alejados posible de las miradas curiosas que quizás pudieran resultar intimidatorias o acusadoras (?).


Se encontraban en el jardín privado de la familia, la ojivioleta tenía mucho tiempo que no iba a ese lugar. Parecía un poco más descuidado que la última vez, aunque aún conservaba esa apariencia que confirmaba que aún continuaba siendo su lugar favorito. Sintiéndose un poco más tranquila, lo soltó y un poco apenada, lo invitó a sentarse en una de las bancas que estaba más cerca.


- Disculpa mi poca cortesía, solo que… bueno… de verdad me da mucho gusto que te hayas animado a visitarme tan pronto. – Fue lo único que alcanzó a decir.

Editado por Valeskya Granger

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El joven no dejaba de preguntarse si había sido muy precipitado estar allí y no haber dejado transcurrir al menos más días. O esperar que Valeskya lo visitara. Pero la verdad era que tenía muchas ganas de volver a verla y el ser tan impaciente le jugaba en contra. Tras esperar unos instantes mientras observaba con detenimiento los jardines, perdido en sus pensamientos, la puerta de entrada se abrió. El joven sonrió inmediatamente al ver como se asomaban esos hermosos ojos color violeta.

 

- Valeskya - El susurro alcanzó a escaparse de su boca. Antes de que pudiera decir alguna otra cosa, ella sujetó su brazo y comenzó a caminar hacia los jardines, alejándose de su casa. Eso no le importaba al joven realmente, no iba allí por el lugar, si no para estar con ella. - Estoy bien. La verdad que es un lindo día. Además aquí podremos estar solos. Solo espero que no te molesten mucho los rayos del sol. - Dijo sonriente tomando su mano para poder ir más cómodo. El sol brillaba sobre sus cabezas, aunque afortunadamente no hacía calor. Arcanus no sabía si la condición de Valeskya afectaba en algo su vida cotidiana, en verdad nunca se había interesado mucho en la naturaleza de los vampiros.

 

- ¿Cómo has estado estos días? - Preguntó a Valeskya. Pero sin esperar a que ella contestara continuó - Tal vez te suene raro esto, pero la verdad es que estaba ansioso por verte. Por alguna razón no podía olvidar el día que te conocí ¿Acaso me hechizaste o es solo tu encanto natural? - El joven sonrió. Esperaba que la ojivioleta no se incomodara y hasta se preguntaba si había estado bien en decírselo tan pronto.

 

- Aunque no creas que solo vine para verte, en verdad vine más que nada por la promesa de los duelos. Espero que hayas practicado, me gustaría ver cuánto sabes. Aunque si quieres, antes de eso podemos hacer un picnic o algo más divertido para ti. - Exclamó intentando parecer desinteresado, aunque se notaba demasiado que solo por haberla visto ya se sentía muy feliz.

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