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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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Corto un trozo de carne que tenia frente a ella y que sabia que Ariana le habia puesto en el plato, pues el termino medio justo como le gustaba en la carne se lo decia, mientras pensaba que exactamente de sus cosas podia vender. Tenia la ropa y los muebles de sus hijos, que estos apenas habian usado, pues su crecimiento acelerado hizo que estas cosas pronto resultaran inutiles y ademas tenia algunas cosas en el sotano....paso bocado un tanto nerviosa, tenia muchos "esqueletos" en el sotano, no podia dejar que cualquiera los viera, aunque para las costumbres de la mayor parte de la familia dudaba tener problemas con ellos, no asi, con extraños que compraran la casa.

 

- puesto que esta decidido, sera mejor que empecemos a buscar la nueva casa y que saquemos aquello que vamos a vender, podemos usar el patio trasero, es grande y no tiene lazo del diablo, no quiero quedarme sin clientes antes de venderles todo lo que podamos - dijo mientras acaba su cena y veia el plato desaparecer, no asi su copa que volvio a rellenar.

 

- el que haya terminado se puede retirar a descansar o a sacar la mercancia, y tu Apolo, necesito hablar contigo a solas, cuando termines te veo en el sotano - agrego levantandose de la mesa. Mientras pasaba por la sala tomo la bolsa con la ropa y se encamino a la vieja puerta de madera que daba al sotano de la Granger, tenia piezas medievales que solia usar en su tiempo de mortifaga para divertirse, seguro podia venderlas como antigüedades.

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Una casa nueva... La idea me gustaba demasiado. La mansión se había ganado un lugar en mi corazón, eso era innegable; era lo suficientemente grande como para no tener que verse con nadie, pero a la vez se podía estar a la orden de cualquier grito que trajera drama y emoción al hogar. Sin embargo también me causaba tremendo pesar ver determinadas puertas y pisar algunos lugares. Un nuevo lugar grande y lleno de lujos, ya que a mi entender y y aunque no fuera competencia, de las moradas que había visitado en Ottery, aquella era de las más austeras y sobrias. Nunca entendería como todos podrían pagar magnas edificaciones.

 

Las ideas de Valeskya que significaban ser habitantes forzosos en algún lugar me atraía. Me recordó mis años anteriores a la llegada a la comunidad mágica. Claro que no era muy adepto a los lugares abandonados desde que pude manipular la mente de los demás para que fueran mis sirvientes; era un ciclo, me entretenía ver como los ricachones se inclinaban ante mí y hacían lo que quisiera sin rechistar, pero al final me aburrían con su falta de habilidades, nunca podrían hacer lo de Kraven, así que al final me los comía, y cuando eso me aseguraba de que fueran conscientes de sí mismos, para que fuera más divertido.

 

-Apoyo eso de meternos a la fuerza a una casa, a una casa no... a un castillo. Es lo más económico, y con el dinero que se ahorra podemos reformarlo. Además siempre podemos comernos a los antiguos propietarios antes que hagan nada. -Finalicé encogiéndome de hombros.

 

Al final parecían haberse decidido por vender lo que no usáramos y aspirar al comercio tradicional, lo que tampoco era algo que me molestara. Di un sorbo a mi copa mientras pensaba en las pocas cosas que poseía, eran cosas finas, pero esenciales. Aunque igual siempre podría disponer de los galeones que generaba el negocio, además no les daría mejor uso. De todas formas vería si Seishiro quería desprenderse de alguno de sus juguetes en desuso, tenía tantos que quizás ni cuenta se daría (?)

 

«Un lugar junto al mar, ¡Si! donde pueda atar a esta perra, lanzarla desde la ventana y que viva en el fondo del mar para siempre, así no tendría que escucharla nunca más» pensé colmándome de amargura al escucharla cuestionar mi paternidad, al mismo tiempo que me cuestionaba si la maldita leía mentes o algo. Me mantuve sereno, bebiendo de mi copa de vino, como si lo que ella comentara careciera de la más mínima importancia cuando en realidad me desesperaba por encontrar el contrataque perfecto y no llegar a la bruta violencia física.

 

-Cariño, Helena tiene una madre presente, que convive con ella y en estos momentos se la ha llevado de vacaciones a los Alpes. Las buenas madres hacen eso, conviven con sus hijos, pero ¡Oh! es cierto que túno sabes lo que significa ser una. -Le sonreí con cierta burla, y me puse serio para finalizar- Tus hijos son mayores ahora, pero ya te despreciaban cuando necesitaban de ti.

 

No estaba seguro de aquello, tal era la negligencia de mi hermana que ni siquiera conocía a mis sobrinos. Vagamente me pareció recordar una ocasión en que apareció una chica muy arrogante que solo vino a recordarle a Valeskya su mal trabajo, y si no me fallaba la memoria, no era mayor de edad en aquel entonces... Que insolente de su parte cuestionarme a mí. Pero bueno, sonreí tras beber el ultimo sorbo de mi copa, ella era una madre justa, los abandonaba a todos por igual.

 

Zahil ejerciendo un papel de matriarca que solo podía apreciar cuando convivíamos un puñado de Granger, dio fin a la cena y dispuso que comenzáramos a movernos para lo de la mudanza; no sin antes citar a Apolo al sótano. Sonreí e intenté disimularlo como quien no escucha nada, miré al elfo que llenaba mi copa. El brindis por Fiamma no me había pasado desapercibido ni el ritmo en que sorbió el líquido de su copa, quizás para la rubia tampoco, puesto que lo llamó al sótano. Reprimenda en fijo.

 

De repente a mi cerebro se le ocurrió la brillante idea de que podía buscar cachivaches en el sótano para colaborar a la venta de jardín. Era algo que debía hacer cuanto antes, obedeciendo los deseos de la vampira, pero... tendría que esperar a que todos acabaran de cenar; consideraba una falta de respeto levantarse antes de tiempo. Di un modesto sorbo a mi copa y miré con disimulo el plato del Granger. Ansiaba que acabara y poder ir al sótano, después que ellos claro, de forma discreta, para que no se sintieran cohibidos por mi oído sobrenatural.

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-¡Salud!- brindó Fiamma por ella misma (?) como Apolo lo había propuesto y sobretodo a la ahora sólida idea de mudarse. Aunque para ella hogar era donde estaban a quienes quería, no podría negar que sería mejor vivir en un lugar donde tuviera memorias al igual que el resto de los habitantes del hogar. Aparte la mansión sí lucía más descuidada que la mayoría de las viviendas en Ottery.

 

Valeskya tomó la palabra y propuso varias medidas para hacer se un nuevo hogar. Demoler el lugar sonaba divertido, sobre todo si lo hacían con sus propias manos. Pero hablar de invadir un lugar abandonado sonaba un poco más extremo y contrario a los ideales de Fiamma, sin embargo, si eso querían, pues apoyaría en la causa. Por si las dudas ella iría a buscar algo, siempre hay inmuebles en remate o personas con extremas deudas que aceptaban cualquier cantidad de dinero.

 

-Buscaré por las calles de Ottery algo que nos pueda servir, aunque daré preferencia a lugares cerca del agua.

 

Enseguida la conversación empezó a girar en torno a hijos abandonados, desconocidos y así (xD), pero la Phoenix en realidad no tenía ningún hijo biológico ni de ningún otro tipo que en este momento siguiera presente. Probablemente debería buscar a aquellos que alguna vez acogió bajo su tutela, al fin de cuentas también eran como sus hijos y la última vez había desaparecido sin avisarle a nadie. Incluso dejó abandonada la familia que había fundado. Afortunadamente Zahil dio por zanjado el tema y mandó a todos a buscar cosas que vender, no sin antes pedirle a Apolo que se quedara.

 

-Vender cosas será útil, si nos vamos a mudar, no vamos a necesitar muchas de las cosas que hay aquí. Yo tengo en mi bóveda muchas cosas de mis antiguos hogares y un pequeño tesoro de objetos muggles que se venden muy bien entre los entusiastas.

 

Al terminar todos su alimentos, se levantó de la mesa y observó con curiosidad a Zahil y Apolo. Ella era nueva en la dinámica familiar, pero en verdad deseaba poder contribuir a que todos llevaran una relación más sana. Sus primas siempre habían sido muy agradables con ella, solo Merlín sabría que problemas habrían tenido con los caballeros para que se hablaran así entre todos. Pondría a Wormy a investigar entre los demás elfos para que luego la informara bien. No era por ser chismosa, no señor, era todo en aras de contribuir a la dinámica familiar.

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Dulce placer, suave tormento (?). El vino se le subió rápidamente a la cabeza, y soltó una ligera sonrisa mientras escuchaba la conversación, más aun cuando Fiamma respondió tan alegremente a su brindis improvisado. Y vivir cerca del mar no le sonaba nada mal, ¿escucharían su sugerencia si se ponía a buscar lugares en su tiempo libre? Siempre podían aparecerse para ir a trabajar, y podrían alejarse un poco de tantos recuerdos antiguos. Quizá las matriarcas, al igual que él, estaban intentando pasar página (?).


Apolo finalizo con calma escuchando a medias de lo que hablaban, e intentando llamar la atención. Tenía sentimientos encontrados (?) con la llegada de su tía Valeskya, por un lado el abandono de su familia y las ínfulas con las que solía aparecer y desaparecer así como así sin darle explicaciones a nada; pero al mismo tiempo con la luz de la esperanza (?) en el cambio de la situación familiar. A él en específico no le había hecho nada malo, y si su tía Zahil podía perdonarla y recibirla con tanta facilidad quizá el también podría aprender a hacerlo.


O quizá solo era el vino hablando.


Apolo bajo su copa vacía mientras veía a su tía Zahil levantarse. Por extraña que fuera su petición no podía rechazarla, y la otra opción era quedarse en la mesa junto al resto de los comensales. Se puso de pie sin mirar a nadie, pero tampoco pidió que lo excusaran. Se podía interpretar de forma ruda, así que dejo que lo vieran irse directamente hacia el sótano sin pasar primero su habitación.


Que el recordara jamás había bajado allí. Era el espacio personal de Zahil, y fueran donde fueran a mudarse ella buscaría un sustituto adecuado. Si lo que Joaquín decía se cumplía, ella haría las mazmorras suyas más rápido de lo que él se terminaba una botella de alcohol (?). De manera algo lúgubre empujo la puerta decorada, que chirrió en el momento para dar paso a la oscuridad absoluta. Lo único que parecía iluminar el camino era un grupo de velas al pie de las escaleras.


Apolo le tenía miedo a muchas cosas, a las criaturas peligrosas, a los peligros desconocidos que lo podían seguir allí donde fuera, pero no a la oscuridad. Y mucho menos a su tía Zahil, a menos que la hiciera enfadar. Y él tenía mucho cuidado de estar siempre de forma respetuosa frente a ella, de la misma forma en que lo haría con Valeskya si tuviese la decencia de andar por casa. ¿Podía su vida de libertinajes (?) finalmente haber llegado a un punto crítico con su tía?


Antes de bajar, le echo un vistazo al salón donde asumía que estaría su ropa ensangrentada, y no precisamente por sangre suya. De nuevo echo en falta su varita mientras se resignaba y bajaba de a poco por las escaleras, aunque la luz de las velas no le permitía ver mucho más allá.


— ¿Tia Zahil? — preguntó acostumbrándose a estar ahí abajo. — Ya estoy aquí.

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La elfina doméstica dejó caer una pieza de top sirloin (?), en el plato de la ojivioleta, la cual comenzó a cortar sin ganas. No le apetecía comer, estaba más concentrada en prestar atención a lo que su familia tenía que decir, acerca de la mudanza; todos parecían más que decididos y entusiasmados por la idea de una casa nueva. ”Una nueva vida”, pensó la Granger, mientras pensaba en los años que habían vivido en esa mansión, desde que habían llegado y todas las cosas buenas y malas que pasaron, no podía evitar dejar de sentir esa nostalgia. Sería complicado dejar todo eso atrás y quizás para la bruja, sería darle vuelta a la página a todos aquellos recuerdos que solían inquietarla y a la vez eran motivo para no aparecerse mucho por allí.


Entrecerró los ojos y quedó viendo a su hermano, era una especie de duelo de miradas, parecía que cada uno transmitía sus sentimientos de no muy buena manera. La Granger podía imaginarse la cantidad de insultos que Joaquín estaba guardando para sí, su educación sobrepasaba sus emociones y era un motivo por el cual le había hecho ese comentario hiriente acerca de sus hijos. ”Hubiera sido divertido que se hubiera puesto loco frente a todos, así de una vez por todas todos sabrían la clase de persona que es” dijo la bruja para sus adentros. Mientras divagaba en las posibilidades, su hermano respondió con un comentario que tenía clara intención de empezar a discutir.


La bruja no tuvo oportunidad de responderle como hubiera querido, ya que su prima Zahil dio fin a la cena para iniciar con las cosas de la mudanza y poder hablar con Apolo en el sótano. ”Esto no se quedará así”, pensó la pelinegra, lanzándole una mirada asesina a su hermano, tan intensa que con un poco de suerte tal vez podría sentir parte del odio que comenzaba a fluir por su ser (??). ¿Y él qué sabía de sus problemas personales? Pues nada, obviamente, porque desde que se apareció un día (?) diciendo que era hermano suyo, ni siquiera se había tomado la molestia de saber lo que había sido de su vida… al menos tener la decencia de saber que solo era una hija biológica, era como lo básico que debería saber (?).


Bajó la mirada y notó que la carne que había estado cortando, casi estaba hecha puré, tras lo cual hizo lo que la mayoría, empujó suavemente el plato hacia el centro de la mesa y se levantó lentamente. Su intención primaria, fue seguir a Zahil al sótano, pero inmediatamente pensó que al final no sería buena idea, pues aparte de pedirle a Apolo que bajara para poder hablar con él, sentía que no era su problema, o quizás más adelante se le ocurriría discutir con su sobrino el tema… aparte, para que sintiera el doble rigor de las matriarcas (?). Escuchó a Fiamma decir que iría a buscar a su bóveda varias cosas y objetos muggles para poder vender y entonces a Valeskya se le ocurrió ver si en su habitación podría haber algo de valor… y de paso recoger algunas cosas que tenía escondidas.


- Si me disculpan, tengo que ir a mi habitación un momento y quizás más adelante pueda alcanzarlos en el sótano, lo de Zahil seguro va a requerir ayuda de varias personas. – Exclamó la ojivioleta, teniendo una idea aproximada de lo que se podría encontrar en ese lugar.


Se separó del grupo y subió rápidamente a su habitación, dando un portazo con fuerza, al final daba lo mismo si se caía otra puerta más, pues pronto se irían de allí y serían problema de los dueños nuevos. Sintió como una ola de recuerdos caía sobre ella y odiaba sentirse así, pero pronto pasaría ese sentimiento cuando dejaran ese lugar de forma definitiva. Su habitación seguía intacta, tal y como había estado la última vez que había estado allí. Se dirigió al clóset y vio que había ropa colgada, entre túnicas, vestidos y algunas cosas que no solía usar con frecuencia y que no recordaba que tenía allí.


- ¿Será que sirva para venta? O mejor quemarlo… no creo que haya mucho de valor que vender, salvo…- La Granger recordó que en su baúl mágico, solía guardar su kit de adivinación: una bola de cristal, unas cartas, hojas de té, y otras cosas más. - ¡Breena! ¿Crees que sea hora de adquirir algo más moderno?- Le mostró un muñeco vudú (?) a su elfina, quien había aparecido tras ella con su baúl, como siempre lo hacía cada que llegaba a un nuevo lugar.


- Tal vez un cambio de guardarropa completo también, señora.- Exclamó la elfina.


- ¡Señora! Un lazo del diablo muere cada que dices esa palabra, Breena. – Dijo la bruja despreocupada, mientras seguía revoloteando el amplio closet . - Aunque, así como está el jardín, quizás sería bueno que fueras repitiendo ”señora, señora”, así disminuiría un poco la cantidad de esas plantas. La joven sonrió, procurando ocultar el rostro del escrutinio de su elfina.

- Breena ¿Puedes decirle a Joaquín si puede venir un momento por favor?- El tono de su voz había cambiado, al parecer había encontrado algo que le hizo recordar que tenía un pollito pendiente (?) con su hermano.

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Dejo la ropa sobre unas cajas de madera de las cuales no recordaba el contenido y se dispuso a revisar aquel espacio que le era tan familiar. Muchas de sus viejas fechorias las habia cometido ahi asi como algunas practicas con sus hijos, quienes no controlaban del todo sus habilidades, tambien las habia hecho ahi. Se acerco a la pared y toco las cadenas que ahora estaban vacias y se pregunto si realmente se arrepentia de lo que habia pasado...podia alguien culparla acaso si en aquel tiempo ni era ella la personalidad dominante ni controlaba su cuerpo?, Sofia, ella habia hecho todo, pero tampoco recordaba haber intentado detenerla, no, no se sentia culpable, aunque segura estaba que no lo haria mas, ahora las cosas diferentes, siendo Zahil la dominante ahora, seria fiel a los ideales que ahora profesaba.

 

Solto los grilletes y se acerco a la escalera para que su sobrino la viera y le hizo una seña para que tomase la bolsa y la siguiera, no hablo por algunos minutos y se detuvo en la vieja sala que tenia abajo, aquel lugar era como un pequeño refugio y habia tratado cosas importantes en aquellos muebles. Cosas que no debian ser escuchadas por cualquiera.

 

- asi que, viendo que herido no estas y sabiendo que la sangre de esa ropa no es tuya...¿tienes algo que contarme? y por favor no intentes mentirme, los Granger no entregamos a la familia, si eso te preocupa, pero necesito saberlo todo - dijo la rubia mirandolo directamente a los ojos, con esa frialdad que la caracterizaba y como si le hubiese preguntado si habia roto una taza en lugar de preguntarle si habia hecho algo malo.

 

La Granger tenia sus sospechas sobre las personas con las que habia visto relacionarse a Apolo, personas de las que siempre habia sospechado eran mortifagos, y aunque segura estaba que en su estadia en aquel bando, probablemente los habia visto por ahi, la maldición que le obligaba a borrar cosas de su mente, le habia quitado parte de su vida, de sus recuerdos y de sus viejas amistades.

 

Se recargo en el respaldo del sillon donde se habia sentado y cerro los ojos por un momento antes de lanzarle la ultima pregunta

 

- sera, sobrino, que...te has hecho algun nuevo tatuaje ultimamente, tal vez? - dijo sorpresivamente, sin dejar de observar su lenjuaje corporal, a veces los gestos y los movimientos decian mas que la boca.

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Mi cena consistió en pescado, salmón a las finas hierbas, aunque había echado el ojo en un trozo de ternera muy poco hecho, sin embargo consideré que no era un pulgoso lycan y abandoné esa idea y aun así era lo que más se acercaba a lo que consumía habitualmente; al momento de elegir la cena me encogí de hombros y dado que ya estaba haciendo todo fuera de lo habitual remataríamos con aquello. Además, y di un vistazo a Valeskya, había hecho que se mantuviera en silencio, aquello convertía todo en manjares.

 

Pero la cena ya hacía unos momentos había terminado, sin postre, y con una agradable tensión en la mesa, agradable para mí al menos. Valeskya se fue a su habitación, cerrando de un portazo lo que me dio satisfacción y a la vez me hizo rechinar los dientes pensando en los niños; era la penúltima en levantarse, el ultimo fui yo, tal como me lo propuse, ahora venía lo bueno. Sonreí y di un sorbo a mi copa y la vacié, para luego ponerme de pie y dirigir mi mirada a Apolo que se dirigía a la cocina, donde estaba la entrada al sótano. Di un rápido vistazo a Fiamma que observaba con curiosidad en dirección a donde desaparecieron tía y sobrino. Seguro tenía la misma idea que yo.

 

Encaminé mis pasos tranquilos a la cocina, como quien no quiere la cosa, y al pasar obsequié una mirada cómplice a la joven. Mi táctica, si no había un encantamiento que insonorizara lo que pasaba ahí abajo, era pararme en la cocina, casual, tomando un vaso de sangre, y agudizando el oído; discreto, fino, libre de culpa y cargo. Pero si estaba insonorizado entonces tendría que bajar al sótano, a la bodega por mi mismo, porque claro, los elfos estaban ocupados para ir por mí, además, tendría la necesidad de ver lo que querría.

 

Todos mis planes se vieron frustrados cuando al momento de tomar una copa, Breena, la elfina doméstica de Valeskya apareció ante mi haciendo una reverencia, miró primero como estiraba el brazo a la copa pero no dijo nada ni ofreció su ayuda, por su bien, pero me dio el mensaje de su ama y para que no le fuera con el chisme de que intentaba hacer cosas por mi mismo, tendría que acudir a su llamado. Con suerte era un insulto rápido y podría ir a escuchar el chisme. Le dije que subiría en un segundo y despaché a la poco agraciada criatura.

 

Aprovecharía para vigilar el sueño del pequeño demonio, ya que su madrina no se preocupaba en nada del asunto. Subí las escaleras velozmente y en cuanto llegué frente a las enormes puertas dobles de Seishiro usé todo el sigilo para abrir la puerta sin hacer ningún tipo de ruido innecesario. El encantamiento en la habitación aquella noche mostraba una galaxia preciosa, pero otros días podría ser el fondo del mar, un cielo celeste sobre las nubes, un mundo de juguetes, la verdad es que era un tanto aleatorio, pero al pequeño le gustaba. Dormía con tranquilidad así que lo dejé sin acercarme mucho.

 

Volví en mis pasos a donde estaba la puerta recientemente azotada. Miré a ambos lados, quizás necesitaría algo filoso, tendría que haberme guardado al menos el tenedor; no había dejado de tener una vocecita que me recordaba que ella no se había defendido de mi último ataque; era arriesgado de mi parte salir del terreno neutral y meterme de lleno y sin más en los dominios personales de la de orbes violeta. Así de valiente era. Golpee y entré sin esperar respuesta.

 

-¿Qué quieres, hermanita? -pregunté mirando los aposentos.

Editado por Joaquín Granger

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En su afán por estar mas informada de la dinámica familiar, Fiamma esperó en la cocina a que Wormy le llevara algo de información, de paso se posicionó estratégicamente donde pudiera escuchar lo que pasaba en el sótano entre Zahil y Apolo.. Ahí se encontraba cuando Joaquin entró y le hizo un gesto de entendimiento, él también estaba ahí por la misma razón. Por lo visto la "curiosidad" venía de familia. Sin embargo, los planes de su primo se vieron al frustrados ya que Valeskya le mandaba llamar. Nada bueno.

 

-Suerte- le murmuró, aunque no sabía quien la necesitaba mas, si él o su prima.

 

Ahora no sabía si escuchar a los del sótano o si tratar de escuchar a los hermanos, era una tarea muy difícil y no quería abusar de Wormy obligándolo a escuchar. A fin de cuentas él también era un recién llegado y se podía meter en un problema si los demás elfos lo encontraban escuchando a sus amos.

 

-Bueno, yo mejor me voy a buscar mis cosas. ¡Wormy!- llamó a su elfo, quien ni tardo ni perezoso se presentó ante ella haciendo una muy exagerada reverencia. -Guárdate las formalidades, ya sabes que no necesitas hacer esos gestos. Yo igual te quiero. ¿Te recuerdas donde quedó mi baúl de siete cerrojos?

 

--Oh si ama, lo dejó en los jardines, donde se tuvo que aparecer. Todo pasó tan rápido que olvidamos meterlo. ¿Quiere que lo haga?

 

-Mmm no, mejor ahí voy dejando ya lo que se irá a la venta de garage. Mientras ellos arreglan sus asuntos tu y yo vamos a montar una carpa grande y muchas mesas. Tráete lo que encuentres.

 

Caminó hacia donde se encontraba su equipaje. Sacó su varita Faith de su cintura y con un hábil movimiento, materializó una gran carpa blanca del tamaño de una cancha de tenis. No sabía cuánto espacio necesitaba, pero mas valía prevenir que lamentar. Pronto llegó Wormy con varias mesas de madera flotando detrás de él.

 

-Acomódalas en filas y ya veremos si funciona así según lo que traigan los demás.

 

Entonces acomodó su baúl encima de una mesa y poco a poco empezó a sacar una serie de objetos muggles que serían un tesoro para los coleccionistas. Entre los objetos se encontraba un iPad, una pistola de agua, un par de maracas, dos sarapes, un puñado de encendedores, una máquina para hacer tortillas y un preciado arreglo de flores de plástico.

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Largo viaje era el que había recorrido hasta Ottery St. Catchpole. Desde las más profundidades de Dinamarca donde se encontraba la comunidad mágica, el ambiente no estaba siendo del todo idóneo, un fallo en los encantamientos había mostrado a los muggles la localización una de las mayores escuelas de magia danesas. Estas personas no tardaron en actúar encarcelando a todos los magos que encontraran a su paso, solo una sospecha les valía y pasarías el resto de tu vida entre rejas.

 

Hacía varios años que su madre Anna le había contado sus orígenes. Proveniente de una familia mágica que se diversificó en varias ramas, una de ellas fue a parar a los países escandinavos. Sus abuelos unos magos que decidieron especializarse en seguridad mágica con el propósito de poderse mantenerse a salvo de los no magos, lecciones que años después aprendió su madre y a que a día de hoy empleaba a diario. La situación se estaba volviendo insostenible en el territorio pero ella no podía huir, debía cumplir con su contrato y quedarse para luchar contra toda esa represión que estaban viviendo.

 

Anna tenía constancia de que el eje central de su familia, la Granger, se encontraba en Londres así que no tardó en recomendar a su hijo que abandonara Dinamarca y se fuese con ellos, siempre y cuando lo aceptasen. El joven acató el consejo y emprendió su camino, hasta hoy, que se situaba frente a una de las muchas mansiones de la zona. El nerviosismo invadía al muchacho, era una situación complicada, la posibilidad del rechazó estaba ahí y su mente no la descartaba. De hecho, si él se viese en la situación prohibiría de inmediato admitir a desconocidos a causa del carácter desconfiado que le caracterizaba.

 

Un muro natural rodeaba el hogar, algo que resultaba curioso teniendo en cuenta lo vulnerable que eran las plantas. Le invadió la curiosidad y se acercó a tocarlas pero se encontró con una sorpresa desagradable. Tomó una rosa y al agarrar el tallo un montón de espinas se clavaron en su mano causándole un enorme sangrado. ¿Qué clase de encantamiento era ese? El rubio juraría que aparecieron de la nada.

 

— Menuda bienvenida... — pensó mientras se acercaba a la pequeña verja que daba acceso a los jardines. La abrió cuidadosamente y se paró en seco, analizando donde debía ir. Una gran arboleda se esparcía en el lado oeste del terreno, así que se decantó por acercarse a ellos y apoyarse en un tronco hasta que apareciese alguien. Si lo admitían en la familia, con un simple chasquido de dedos haría aparecer su equipaje pero mientras tanto y para no parecer un aprovechado fingiría que acudía en busca de ayuda por lo de la mano, aunque algo en su interior le decía que esa iba a ser su casa por una larga temporada.

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Luego de un monto, Apolo logro vislumbrar el lugar en el que se encontraba. Su primera impresión de la Mazmorra de la mansión es que era un lugar lúgubre, que no tenía mucha conciencia con el resto de su hogar. Tampoco es que él hubiese entrado, y se preguntó si descubriría algo que no le gustaría ver. Tal vez su tía Zahil pensaba igual que él con lo del asunto de la ropa, y de paso pensó que en realidad no sabía realmente que tan necesario era su respeto. Ella era precisamente la última de los Granger, la que nunca se había marchado.


Apolo tomo la bolsa con su ropa, que encontró descansando sobre unas viejas cajas. Sabía que solo requería un sencillo encantamiento de limpieza para borrar la sangre, y sin embargo no se atrevió a abrirla siquiera. Se movió lo más sigilosamente que pudo, maldiciendo el poco y nada de vino que había tomado y que lo había dejado ligeramente alicaído. Supuso que al final beber tanto tenía sus consecuencias, tanto las grandes como las pequeñas pensó apretando un poco la bolsa.


Apolo abrió los ojos ligeramente, tomando que esperaba una reacción así: Que le contara que había pasado, cuando ni el mismo lo sabía, era una tarea difícil. Pero jamás se le había pasado por la mente que su tía Zahil llamara a las autoridades del Ministerio. ¿Estaba siquiera sobre la mesa planteárselo? Ya había afirmado que no, pero quizá su negativa a responderle podría costarle que lo hiciera. Trato en vano por un último intento de acordarse, pero nada, en blanco.


— No logro recordar que paso. Solo recuerdo caer en el piso de la cocina… apunte al jardín, pero ya sabes…


Iba a bromear, pero se contuvo al último momento. Su tía mostraba una seriedad impropia en ella, tan abstracta en sus propios asuntos y pensamientos que difícilmente algo se les escapaba de ella, en demerito de lo que ocurría en las vidas del resto de los familiares. Estaba claro que no podía reprocharle su preocupación y odiar (?) a Valeskya por su abandono. Pero fue su última pregunta, luego de un silencio incomodo la que lo dejo helado de pies a cabeza.


‘Lo sabe’ pensó Apolo. Fue como si un balde de agua fría le hubiese caído encima.


— N-no… me gustan los tatuajes. — soltó — Nunca me han gustado… ¿A qué viene esa pregunta? ¿Crees que me uní a un grupo de pandilleros?


Soltó una risa floja, y luego se apresuró en seguir hablando.


— Sea lo que fuera la sangre, estoy seguro de que no fue tan grave. — mentira, la chaqueta estaba cubierta de sangre, pero lo extraño es que estuviese en el forro interior y no fuera de él. — Probablemente me corte la espalda y alguien me ayudo, pero quedo manchada de mi sangre.


Había pensado que la sangre no era suya por no tener heridas, pero eso no podía apostarlo. Quizá alguien se la corto y la curaron con magia… aunque eso no explicaría por qué la ropa no tiene ninguna rasgadura. Si estuviera en su habitación podría pensar mejor en todo el asunto, no ahí frente a su tía e intentando explicarse.


¿Y si comenzaba a insinuar que era un Mortífago que le iba a decir? Tenía que mentirle obviamente, no iba a meter a los Granger en sus actividades ilícitas de bando (?). Era mejor acabar esa conversación de raíz. Iba a bostezar fingidamente, pero uno real salió de la comisura de los labios tapándose con una mano. Habían comido extremadamente tarde y el llevaba horas sin tocar su cama, no había mucha mentira en que de verdad necesitaba dormir.


— Es extremadamente tarde. Si me dejas dormir un poco quizá mañana pueda serte de mas ayuda.

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