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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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Luego de la incursión en el mundo de los vivos de cierto familiar ancestral suyo la bruja necesitaba averiguar ciertas cosas, además de que andaba buscando una información sobre una extraña planta que se estaba creciendo a la par de sus hermosos lirios, pensaba en eso mientras caminaba despreocupada por el callejón y de repente su enfoque visual se centro en una ola de libros en un balcón, entonces recordó que era el local de Xell, Sagitas y Reena.

 

—Lo dicho las casualidades no existen, pero la providencia si— hablo más para si que para alguien en especifico y se apresuro a cruzar la calle, tiempo en el que un mago accesaba al mismo local. Cuando por fin estuvo frente a la puerta del local entro, fijándose de no golpear a nadie con la puerta como era su costumbre. Unos pasos más adelante se encontraba el chico en cuestión, ella se lamento por no haber programado la visita y llevado algún detalle para las dueñas, pero ya estaba allí y la verdad tenía ganas de verlas.

 

—Buenas caballero— saludo a cierta distancia, acercándose a una pila de libros que daba la impresión de estar a punto de desplomarse, los colores eran llamativos y el olor innegable a tinta y pergamino era riquísimo para el gusto de la Lockhart, además de la sensación de estar en medio de un mundo totalmente ajeno al ajetreo que ocurría fuera de la tienda, olía a… sabiduría si, si, esa que emanaban de cada plieguillo, de cada idea develada al mundo en diversos ejemplares ¿pero dónde estaban las propietarias o empleados? Ella se había retraído tanto en la sensaciones que le producía aquel ambiente que no había detallado ni a Xell ni a Heliké allá presentes junto al bulto de periódicos.

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Seguía en aquel compartimento, escondida, trabajando en temas ocultos y tal vez peligrosos pero, sin duda, emocionantes. ¿Qué tendrían las aventuras que eran eso en sí, emocionantes y excitantes, a pesar del peligro que venía intrínseco en esas palabras? No me importaba, para mí la investigación era lo importante.

 

Pero sentí unos aplausos y fruncí el ceño. ¿Qué pasaba allá fuera? Dejé el libro abierto junto a la luz de la vela y me acerqué a la puerta secreta. ¿Habría alguien en el primer piso, junto a la estantería? Parecía la voz de mis sobrinas, Xell y Heliké. Suspiré, ya me había descentrado y, además, necesitaba un tintero nuevo. Así que dejé la pluma encima del libro (sin darme cuenta que goteaba un poco, malditas plumas estropeadas que tenía en la PB que soltaban tinta cuando ya llevaban unos días de compra...) y abrí la puerta con cuidado.

 

Nadie.

 

Salí. Miré a los lados. Abajo, Xell y Heliké, como había supuesto, escandalizaban por algo que había salido publicado en el diario. Sentí curiosidad y decidí echarle un vistazo. A la entrada había un cliente nuevo que no conocía y a su lado... ¡Oh! Mi cuñada Cye...

 

Bajé la escalera como la baja alguien de la realeza, despacio, mirando al frente, como si la escena que se hacía abajo no fuera de mi incumbencia. Y por poco me mato. Si es que cuando bajas las escaleras has de ir con mucho cuidado. Así que bajé los escalones que quedaban de golpe y haciendo más ruido del que pretendía.

 

-- Ay, caray, por poco me abro la crisma -- dije en voz alta.-- Ejem. Hola...

 

Saludé a todos y a nadie en particular, mientras me enderezaba y sacudía el polvo de aquel lugar escondido de mis pantaloncillos lasters. Menos mal que llevaba zapatitos planos y de los que usábamos en el circo en los ensayos, muy flexibles y que se adaptan al pie y el tobillo, o seguro que me habría dislocado algo.

 

-- ¿Nadie atiende a los clientes? -- mi riña iba hacia Xell, por supuesto, que era la dueña y perdía el tiempo tonteando con noticias del diario. Como estuviera leyendo el horóscopo... -- Hola, soy Sagitas, una de las dueñas del lugar. Lamento la espera, señor... Si necesita libros, este es el lugar adecuado. ¿Llegó antes que mi cuñ... que la señorita Lockhart?

 

No quería que pensara que por ser familiar mío la iba a colar delante de él. A ver si se llevaba una mala impresión de la tienda, encima que le hacíamos esperar tanto.

 

-- Puedo atenderos a los dos, si me cuentan sus necesidades, claro...

 

Allá arriba, en la habitación escondida, las gotitas de tinta que caían eran absorbidas por el libro incunable, como si tuviera hambre y la tinta fuera la sangre que le faltaba para avivarse. Un pequeño brillo amarillento empezaba a cubrir sus páginas, más vivo con cada gota que caía de la pluma.

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Ah que deleite estar entre tanto conocimiento y entre siglos y siglos, porque la distancia de un escrito del otro podía variar de siglo, de enfoque, de tema, pero era literatura al fin. Estaba en medio de aquellos pensamientos cuando escucho un ruido, su oído entrenado para percibir hasta los sonidos más diminutos de la naturaleza le hizo girarse en la dirección que provenía y entonces vio que su cuñada Sagitas bajaba las escaleras con tal parsimonia como si de una reina se tratara y entonces lo inesperado, quizás resbalo un poco o piso más al aire que en el escalón y casi se mata, se compuso de inmediato mientras la rubia trataba de borrar una sonrisa, no era porque se cayera sino porque siempre le pasaban cosas así.

—¡Hola Sagitas!— contesto al saludo que no había sido dirigido a nadie y dio un paso para encontrarla, le tres pepinos que tratara de no dar la impresión de preferencia, y se acercó y le estampo un beso en la mejilla para luego agregar. —El caballero llego primero por un pelo de rana— ok ni idea tenía como eran los pelos de las ranas o si los tenían pero había llegado primero. Le miró esperando que el mago hablara sobre lo que buscaba y como no dijo nada ella se adelanto.

—Yo venía a saludarlas, y además busco algo de jardinería, tengo un problema con una planta indeseada que crece entre mis lirios, temo se los coma, además de cómo mantener vivo, ejemm— miró al mago y se acercó un poquito más a Sagitas para susurrarle — a mi abuelo… pero eso es otro tema— por supuesto que no lo discutiría a la ligera, además no sabía si en aquella librería hubiera algo para tal caso volvió a tomar la distancia normal y sonrió simulando que no había dicho nada al respecto.

—¿Y como andas tu, la librería, las ventas? ¿Os llega el Vociferador?— ¿era otro tema comprometedor? Esperaba que no, pero por si acaso mejor se centro en preguntar por el crio al que no venia hacia muchos días. —Ithillion ¿como se paso Halloween? —

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Un saludo, dos daludos, una disculpa y otras cosas mas fueron antes de que despertara de mi trance. Abro los ojos luego de un pestañeo y noto dos personas frente a mi. Les miro sin saber que decir aun y dos un respiro profundo sintiendo rapidamente el olor de los dedos humanos que traia en mis bolsillos.

 

-Eh, hola. ¿Libros sobre medicina? Sangre mágica..-añado de forma imprecisa y continuo con el raro discurso: -Eh...¿Ud dos son quienes... atienden? -mis ojos comienzan a rodar lentamente, mas continuo, llevando mi "mirada" esclerotica y terrorifica seguida de una imperceptible sonrisa.- Soy Arthur, un placer-les miro y extiendo mi mano a las dos. Mis ojos ahora eran totalmente normales.

 

-o..., aunque sea solo un libro de magia o hechizos regularmente complicados. Necesito prepararme para los dias de academia n n.

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*Sangre entre mis dientes*

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No se me escapó que Cye escondía una sonrisa en la boca e intenté no sacarle la lengua por burlarse de mi casi-caída. Tampoco me dejó tiempo pues ya me atacó con un beso en la mejilla que aclaró que mi carraspera al tapar "cuñada" había sido en vano. Ella era de la familia y lo demostraba ante quien fuera, hasta por delante de aquel chico que parecía... ¿raro? Si no fuera porque mi familia era catalogada también como rara en el pueblo, hasta me hubiera asombrado de aquella fisonomía tan extraña del muchacho. Tenía algo de ojeras y en sí parecía normal, pero había algo, algo..., un no-sé-qué-que-no-sé que despertaba una curiosidad en mí.

 

-- Si él llegó primero...

 

Intenté ser cortés pero mis ojos chisporrotearon cuando Cye dijo que tenía problemas con plantas indeseable entre sus magníficos lirios. La parte jardinera que tenía mi alma empezó a maquinar como acabar con las malas hierbas que ahogaban a aquellas dulces flores. Pero entonces mi mente acaricio la otra parte de la frase. ¿Mantener vivo al abuelo Lockhart? Pero... Parpadeé un par de veces con las mil preguntas que acudieron a mis labios y que no era el lugar para inquirir. Entonces, la voz extraña del muchacho me hizo olvidarlas para volver a fijarme en él.

 

¿Qué sería lo que yo notaba extraño? Entendí que no era físico, pues desde fuera parecía un chico normal y corriente, tal vez algo retraído. Era algo más espiritual, algo que notaba como Sacerdotisa. Sin evitarlo, olí un poco, arrugando la nariz, como haría un ratoncillo que huele el peligro cerca pero que el hambre y las ganas de comer un poco de queso no le permiten huir, como el sentido de la supervivencia le aconsejara. Así arrugué la nariz, notando algo.

 

Noté algo que era imposible.

 

Como sacerdotisa sabía que no era posible.

 

Olía, o mejor dicho, no olía a tener alma.

 

¿Es que las almas huelen? Una sacerdotisa de alto rango (y yo hacía tanto tiempo que había conseguido el nivel más alto de mi Orden que ya ni recordaba en qué año) detecta cuando alguien está muerto. Si hasta los vampiros huelen porque están casi muertos pero no del todo. Aquel chico olía a muerto. Sonreí por la tontería que se me había ocurrido. Ni que fuera un zombie...

 

-- ¿Eh? Sí, sí, todo bien -- contesté a Cye, sin mirarla, mientras seguía atenta al muchacho, muy curiosa por la sensación de que le faltaba algo. -- El Vociferador no ha llegado en este último número. No sé si Ishaya ha tenido problemas de impresión... Ithilion... No fue a la Gala esta vez.

 

Fruncí el ceño. El chico parecía tener problemas para coordinar las palabras. ¿En verdad estaría muerto y sería un zombie? Vaya... Naaaa, mis imaginaciones... Nunca había visto un zombie en el pueblo. Sí en la selva de los Otocamogaguas, pero eso era otra historia.

 

-- ¿Sangre mágica?

 

Sólo fue un instante. Después volvió a adquirir la faz de un chico normal y hasta atractivo, sin balbucear y con rasgos bien humanos. ¡Caray, Sagitas, que tienes una imaginación bien rara!

 

-- Sí, tenemos libros de Magia avanzada para los exámenes finales de la Academia pero... ¿Sangre mágica? Tal vez... No sé... En la sección de San Mungo hay libros de medicina que tal vez hable de eso. Aunque no puedo asegurarlo.

 

Estaba cada vez más confundida y, además, interesada en el muchacho.

 

-- ¿Quieres que te acompañe al pasillo dos? Si Xell y Heliké nos dejan pasar, que se han quedado en el medio.

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Una sonrisa maliciosa, o tal vez divertida, se formo en la comisura de mis labios al notar las desviadas de miradas que hacia la chica hacia mi(¿que creo que se llama Sagitas? ¿Asi le habia llamado la otra chica de pelo claro no?, o bueno, eso era lo que crei haber escuchado). Ya sabia su nombre. Sonrei.

 

Cierro los ojos y suspiro metiendo una mano a mi bolsillo. Saco un dedo humano con su uña encarnada en la piel y me la llevo a la boca como si quien mastica un trozo de chocolate, crujiendo huesos con fuerza a la vez que se manchan mis dedos de rojo. Les miro, y en especial a esa Sagitas, que mal no me caia. Es mas, me atraia muchisimo. De seguro algun dia llegare a tener la oportunidad de comer su piel, y destriparla; o tal vez de que ella me asesine, y esta vez si que quede muerto por completo.

 

Ella fue quien respondió a mis dudas:sangre y libros, notando rapidamente el cambio de frecuencias que palpitaba en su motor cardiaco.

 

-¿Cómo..?-le miro defraudado.-No hay libros que hablen de eso?-digo un tanto triste y alterado con mis manos grisaceas pero jovenes tiritando despacio.- Bueno.., creo que me meteré en un gran lio intentando sacar libros del Hospital... Está bien, acompañeme al segundo piso. Gracias.-Sonrio agradecido y limpio mi mano con sangre ensuciandome la ropa y comienzo a caminar hacia las escaleras pacientemente y a la vez sin perder el tiempo, esperando a que Sagitas venga tras mio.

 

Paso la punta de mi lengua limpiando la sangre en mis dientes y vuelvo mi mirada hacia ella.

 

-Usted, señorita...¿venia por algun libro en especial?- frunzo el ceño alzando leve una ceja- aun no pide ninguno. ¿De seguro tienes tiempo para un semi-zombie? O para un inferihumano mal desarroyado o como quieras llamarme...

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*Sangre entre mis dientes*

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¡Huy! No, no me gustó su mirada, resiguiéndome como si pensara que estaba buena, y no buena de físico (que de eso ya era consciente, que estaba como para mojar pan, pero no literal, leñe) sino buena de sabor. Me estremecí. Seguía notando algo raro y, aunque me negaba a pensar en ello, era consciente que aquel chico era... especial, por no usar la palabra raro.

 

Sacó algo del bolsillo y reprimí una mueca de asco, pues estaba delante de un cliente y cada uno come lo que le da la gana. Cada día hacen más reales las golosinas de Zoncos, yo no hubiera nunca comido eso, por muy dulce que pareciera. Era época de Halloween y, aunque ya había acabado, a él debían gustarle aquellos con formas de dedos. Agradecí que no me invitara. El mazapán (que era con lo que se solían hacer esos detalles tan realísticos) no era de mi agrado. Me imaginé que babeaba, así que di un paso involuntario hacia atrás.

 

Noté que estaba defraudado por la ausencia de libros sobre sangre y eso hirió un poco el lado profesional de comerciante.

 

-- Claro que tengo algún libro de sangre pero... no creo que pueda darte ninguno de esos sin una acreditación especial, pues no es apto para estudiantes y no está permitida su venta a menores sin rango. No, no, por ahí no, al segundo pasillo, me ha entendido mal, no el segundo piso. Los libros que le interesan están por aquí.

 

Eso lo suponía, pues no me había enseñado ninguna acreditación que confirmara mis sospechas, pero aún así lo dije con tono firme. Me daba repelús aquella golosina tan realista que mordisqueaba, que hasta parecía que tenía sangre real entre los dientes. Huy, no, qué mal rollo, ¿y si fuera de verdad que...? No, imposible, las autoridades ministeriales no permitirían que hubiera un... lo que fuera que...

 

-- ¿Semi Zombie? ¿Inferi humano? ¿Pero tú qué demonio eres? -- pregunté, olvidando la cortesía.

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"¿Pero tú qué demonios eres?" Le oí decir y no controlo el desviar la mirada al sentir una angustia que me inundó al instante. Si supiera mi historia...Sonrio y le miro y esta vez mis ojos se controlan, mirando los suyos y notandose el color cafe de los mios, esta vez bastante humanos.

 

Me decido a responder:

 

-Pues...-vuelvo a desviar la mirada y comienzo a caminar hacia el segundo pasillo, como me habia corregido hace unos segundos. Vuelvo mi mirada y le sonrio amigable adentrandome por entre dos pilas de libros.

 

¡Parecia una bipolaridad! Solo hace un rato era todo un demonio come humanos...¿y qué habia pasado ahora? Ni idea, ahora solo se veia un adolescente normal, de estatura media entre libros.

 

Me paro de seco en uno de los lugares y sonrio viendo el libro indicado muy arriba. Saco mi varita desde mi tunica y apunto pronunciando lento:-Wingardium leviosa.- Uno de los libros se separa de la estateria y comienza a flotar en el aire. Le dejo caer y lo alcanzo con mi otra mano.

 

-Me llevo este, Sagitas - miro sus ojos y extiendo mi mano entregandoselo.

 

"Creencias y supersticiones muggles

para la risa de un mago"

 

¿Y tu?-le miro y sonrio leve, extrañado al ver su cara, tal vez incomoda, o insegura de estar conmigo...

-¿Qué pasa...?

Editado por Arthur K.

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*Sangre entre mis dientes*

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Me arrepentí al instante. ¡Qué falta de cortesía acababa de cometer, injustificable! Fuera lo que fuera, a mí no me importaba, al menos que hubiera algún peligro. Era cierto que su actitud era extraña, pero en ningún momento me había sentido atacada ni intimidada por él, ¿por qué había contestado de esa manera?

 

-- Lo siento, no quise... faltarte al respeto.

 

No suelo sonrojarme, pero en aquel caso me sentía algo avergonzada, pues ahora, tras una segunda mirada, aquel instinto de supervivencia había desaparecido y ahora tenía uno de protección, como si me sintiera mal por haberme comportado de forma indebida. Lo noté casi como vulnerable y me hubiera gustado darme un cabezazo contra la pared por mi falta de respeto.

 

Le seguí porque ya se adentraba en el pasillo dos buscando un libro. Le vi tomar uno y quise ayudarle. "¿Pero qué demonios te pasa, Sagitas?", me pregunté para mis adentros. " No es un desvalido ni va en silla de ruedas, sóio es un zombie inferiado con patas, leñe"

 

-- ¿Este quieres...? Vale, te lo envuelvo... No no pasa nada. Sólo es que...

 

Vale, me había comportado mal, así que mejor ser sensata.

 

-- Mira, no te sientas mal por mi comentario. No soy quien para juzgar nada. Si soy la rara del pueblo porque me he casado con un muerto, así que estoy curada de espantos. Mi expresión no era de rechazo sino de... de sorpresa.

 

Y como no sabía como seguir, le sonreí.

 

-- ¿Ya conoces nuestro sistema de libros en préstamo?

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Sonrio viendole y rio al ver su nerviosismo. "Ok, ¿tan sexy soy?" Rio al pensar eso y me cubro la boca para no ser irrespetuoso al notar que aun me miraba, aunque estaba vez un tanto ruborizada. Dejo de reir en seco bajo mi boca y me la descubro, un tanto serio.

 

-¡Okey, okey!-sonrio mirandote en lo que de vez en cuando se marcaban las venas recorriendo mi cara facial nitidas y marcadas, de color azul, volviendome mortifero, por pequeños intervalos de segundos- calmese...-susurro y le entrego el libro. Creo que lo necesitaba..., si no me equivoco, para envolverlo o algo parecido- No estoy molesto, ni me siento mal por su culpa-froto mi cuello cerrando los ojos con placer del masaje- es solo que... de verdad-le miro y esbozo una mueca-, no sé qué es lo que soy, solo se qué es lo que me pasó. Y es muy confuso...-sonrio entre malicioso y temeroso de lo que iba a decir al proseguir:

 

-No se si creas, y si no, las cosas aun asi no cambiarán.- Penetro sus ojos buscando en su alma y respiro profundo sintiendo su aroma desde la distancia que nos separaba.hago una mueca temeroso al recordar- El infierno...-mis ojos se cristalizan y se enblanquecinan mirando hacia la nada y mi voz cambia drasticamente a gutural:

 

- Danza con los demonios. Bailes, saltos...-mi boca sonrie y al instante me asusto y comienza mi cuerpo lentamente a tiritar. Caigo como muerto al suelo y mi varita rebota un par de metros, mas mi boca sigue moviendose como un verdadero místico- Bailan, y bailan al rededor mio, se acercan lentamente y comienzan a comer mi cuerpo por completo. Todos juntos... -relato y los ojos escleroticos y desviados en el suelo, se dirijen a ella, si, a Sagitas. Sonrio.- Me destruyeron,-la voz vulve a mezclarse con la mia- pero...- toso descomunalmente y me aferro en el suelo acurrucando mi cuerpo y gimo. La voz original vuelve, y sonrio, y rio suave y triunfante, como acabando una reciente batalla- pero... escape. Sali de sus garras, de ese abismo y aparecí por aqui cerca.-mis ojos aun mirandote vuelven a tornar esa mirada humana- Desde ahi...soy...esto. -cierro los ojos y no los abro más, tirado en el suelo.

 

"Hace cuanto tiempo no sucedia esto,Arthur... ¿Estas endemoniado?" - observo mi cuerpo desde afuera. ¿¡Desde afuera!?

 

¡Arthur, déjame entrar, no quiero danzar con ellos!- grito fuera de mi mismo desesperadamente, observandome a mi en el suelo. Paso mis manos por la fila de libros botandolos todos como un fantasma. Estaba yo, y los libros, y la misma Sagitas..., mas nadie me percibia.

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