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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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La enciclopedia se acabó, yo tenía la sonrisa boba bailando en los labios, pero en cuanto cerré el libro y miré hacia el mostrador lo divertido se me esfumó. Quería la atencion de mi hija y aun no podía tenerla.

 

Para como apareció Sunar y recé para que se perdiera entre las estanterías y me dejara a Xell un rato. Pero permanecí escondida al acecho, buscando mi oportunidad mientras vigilaba que nadie detectara mi presencia y mirando hacia arriba continuamente por ver si aparecía mi tía Sagitas que había entrado ella muy ufana en la librería y no había dado mas señales de vida.

 

-¿Donde se habrá metido?

 

Negué con la cabeza y fui a dejar la enciclopedia de animales en su sitio, si tenía que aparecer, lo haría.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Tomó el libro en sus manos para ojearlo. Tal vez podía quedarse unos minutos leyendo algo que le interesara de ese ejemplar. Aunque debía programar un día para ir exclusivamente a preguntar por los libros de pociones avanzadas. Si bien ella no era muy estudiosa, pero lo intentaba cuando se trataba de temas pertenecientes a su labor profesional.

 

Buscó donde sentarse y en un pasillo, el que se hallaba casi a un costado de ella, entró para ubicarse en un banquito. Puso su bolso en el piso y se recostó en una de las estanterías mientras ojeaba las páginas del libro. Varias partes de animales que eran excelentes para pociones de curación, o las que se usaban para las enfermedades más básicas y hasta las más graves. Algunas plantas…

 

Yo tengo de esas en casa – comentó en voz alta como si se lo dijera a otra persona.

 

Estaba encontrando una forma muy rara de sentirse bien con lo poco que se había cultivado en el jardín. Los elfos mantenían esa parte muy bien cuidada de los insectos u otro animalito que quisiera aprovecharse de las bondades de las hojas o raíces.

 

Si podía comprarlo. Sunar tendría solo que renovar su equipo de pociones. Desde que cursó el conocimiento, el mantenimiento del equipo quedó a un lado y estaba segura que habría que restituir muchos de los componentes.

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Había hecho una buena venta. Atria al final había hecho un gasto considerable en la Librería. La saludé al irse y volví al interior. Lo guardé todo para no dejar el mostrador lleno de restos de papel de regalo. Acabé, me di cuenta que canturreaba. Supongo que era por la felicidad de haber acabado una gran venta.

 

Vi que mi madre estaba allá y le saludé. Justo en ese momento noté que Sunar también estaba en el local. Dudé, ¿iba a ver a mi madre o a mi prima? Esta última era la cliente pero tenia ganas de estar con mi madre y Sunar parecía muy ocupada leyendo.

 

- Tal vez debería decirle que hay una biblioteca para estar sentada de forma más cómoda.

 

Pudo más mi deseo filial y me acerqué a mi madre.

 

- ¡Mami! ¿Sabes donde está la tía Sagis? Ella podría atender a Sunar y así yo te cuento un par de cositas que me han sucedido.

 

En ese momento sentí un ruido. ¿Había alguien allá arriba? No, no había nadie. ¿Qué había sucedido? Miré curiosa hacia la parte superior, no había nadie. ¿Por qué había ruido allá arriba?

 

- ¿Sabes lo que pasa, mami?

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Le parecía muy interesante leer sobre esas cosas en un libro que no había ojeado antes. Por supuesto que no lo había hecho, era la primera vez que visitaba esa Librería, cómo pensaba que encontraría algo tan atrapante como un libro que hablara de las diferentes clases de pociones, los ingredientes animales para utilizar tanto como los que se encontraban en la naturaleza, con plantas.

 

Se quedó un rato más sentada allí. No obstante, el timpo no estaba de su lado, ya que debía llevar unos pedidos a unos amigos y aún debía pasar por un sitio que vendiera algo dulce. Con todo el dolor en su corazón, dejó el libro.

 

Salió de ese pasillo pero en ese momento, no logró ver a su prima, la rubia Vladimir que creyó ver cuando entró.

 

- Debió ser mi imaginación - se dijo mirando el reloj de pulso muggle. Casi siempre se le olvidaba que se ponía esa pieza en su muñeca derecha. Con tantas cosas que pensar poco se acordaba de usarlo para guiarse, casi siempre preguntaba la hora a los demás.

 

Con más tiempo, regresaría para buscar ese ejemplar como algún otro que pudiera utilizar. Salió de la Librería rumbo hacia la parte más alejada de Diagón, unos dulces y una visita a Gringotts, le seguía a su paseo por el Callejón.

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  • 2 semanas más tarde...

Mi prima no daba venido, y suponía que era porque tenía clientes que atender y tampoco se lo iba a reprochar, llevar un negocio no era fácil, pero por lo menos con ayuda de la magia se hacía todo menos tedioso y sobre todo si conllevaba tener elfos en el mismo.

 

Al poner los pies encima de la mesa e inclinándome con la silla perdí el equilibrio y me caí de bruces en el suelo, y si fuese humana quizá me rompería la muñeca, con varios “ay ay” me levanté cómo pude y rogando que no se escuchase la caída fuera del despacho de mi pariente. La coloqué en su posición original y frotando un poco la muñeca maldecía un poco por lo bajo por esa metedura de pata.

 

Cansada ya de estar ahí dentro, coloqué la capa que se me había descolocado por la caída y me salí de la zona de dirección hasta la zona de venta de los libros que poseía Xell.

 

Comprobé cómo había ya gente en el local hojeando libros y demás revistas interesantes del mundo mágico. Vi que estaba Reena saludando a su hija, mientras el resto de la familia de Sagitas rondaba por ahí, y por lo que parecía no había rastro de ella. ¿Dónde se había metido ésta mujer? Negaba con la cabeza ante la sola ocurrencia de buscar alguna nueva aventura en un negocio tan particular que era la librería.

 

Me dirigí sigilosamente hacia Reena y Xell:

 

-¡Hola Reena! Hola de nuevo Xell –le dije sonriente, seguro que se había olvidado de mí (?) atendiendo a otras personas:

 

-¿Dónde se ha metido nuestra tía? –Pregunté con curiosidad- cuando entré en el despacho estaba atendiendo a alguien con un par de críos pero no la volví a ver más hasta que salí de la habitación -¿cómo podía saberlo? Quizá sentirla sí, pero nada más, de momento apenas había detectado nada extraño dentro del establecimiento.

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La descripción que tenía del local donde ubicar a la Vladimir era muy clara: una librería, negocio no muy grande, fachada de color blanco ubicado en una esquina del callejón. Su letrero denotaba claramente que se trataba de aquel que tenía frente a sus narices. "La hermana Quisquillosa". Vaya nombre. Era irónico que una reportera del Profeta hiciera acto de presencia en un lugar cuyo nombre hacía referencia directa a una de las más claras competencias del periódico al cual trabajaba, pero de ello se trataba su trabajo; entrometerse en cualquier lugar donde hiciera falta para sacar de allí una primicia.

 

La tarde comenzaba a caer, por lo que aún la Rowle no asomaba su cara de la capucha que llevaba puesta. Hacía calor, por lo que deseaba estar resguardada lo más rápido posible en aquel local o moriría incinerada y no por el contacto directo con los rayos del sol sino por el sofocamiento que le provocaba andar cubierta con tanta ropa.

 

Abrió la puerta del local y al adentrarse los ojos le brillaron de forma particular al ver una de sus tapas en uno de los estantes que tenían como mostrador. Junto al mismo, se encontraba otro sinfín de revistas y periódicos, los cuales hubiese tenido el agrado de levantar para ojear y releer, pero se encontraba allí por otro motivo. Su objetivo era Xell Vladimir, muchacha a la cual sólo había tenido el gusto de vislumbrarla una sola vez en aquella catastrófica visita en el Departamento de Accidentes. Esperaba que esta vez fuese un poco más tranquilo el encuentro.

 

El local tenía su basta concurrencia, con varios magos ubicados en las diferentes secciones y algunos charlando entre sí. En medio de un grupo notó la presencia de una muchacha de cabellos dorados, a quien supo reconocer como Xell.

 

-Buenas tardes. -Pronunció Goshi con un tono cortés y una sonrisa en su rostro.- Busco a la señorita Xell Vladimir.

 

Aguardó a que la atendieran mientras se quitaba la capucha de la cabeza y se deshacía de los guantes de ambas manos. Al guardarlos en su bolsillo sacó de allí un cuaderno de notas con una pluma.

 

Al cruzar la mirada con la Vladimir extendió su sonrisa aún más.

 

-Vaya que es un muy bonito local, ¡los felicito! -Le extendió su mano.- Creo que ya nos hemos cruzado antes, pero me presento nuevamente. Goshi Rowle, reportera de El Profeta.

 

Luego saludó con la mirada al resto del grupo presente agachando apenas la cabeza para volverse nuevamente hacia la Vladimir.

 

-Si no se encuentra ocupada, me gustaría tener un momento para platicar contigo y realizarle un par de preguntas. -Notó un poco de molestia en la mirada de sus acompañantes.- No se trata de nada confidencial, pueden compartir el momento de la entrevista si así lo desean.

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Sentí la puerta de la calle y me di cuenta que alguien se iba. Me asomé, dejando a mi madre un momento. Pretendía hablar mucho con Reena, pero noté que el ruido volvía, aunque esta vez en otra parte de la Librería. Al instante apareció Heliké.

 

- ¡Oh, prima! Hola.

 

¡Qué vergüenza! Me había olvidado de ella, como de Sunar. Qué mala dependienta era.

 

- No lo sé, no sé donde está la tía Sagitas, me pareció verla subir arriba pero ahora no está. Y allá no hay ningún compartimento secreto - le contesté, sonriendo, aunque ahora que lo pensaba, era la única explicación para su desaparición. ¿Teníamos de eso en la Librería?

 

Tal vez debiéramos buscarla y dejar la charla con mi madre para otro momento. Entonces sentí mi nombre y el corazón me dio un vuelco. Era una mujer encapuchada, durante un instante pensé que era mortífaga que venía a por mí. Eso de pertenecer a la Orden del Fénix me hacía sentirme un poco paranoica. Enseguida noté que, aunque aún no se había quitado la capucha en un principio, lo hizo enseguida y no llevaba ninguna máscara encima. Me pareció una persona conocida, aunque no recordaba donde la había visto.

 

Ella, sin embargo, parecía recordarme de algún lado.

 

- Hola, soy Xell Vladimir, aunque veo que ya lo sabe. Gracias, esta librería es muy sencilla pero muy bonita. Me gusta lo pequeña pero acogedora que es. Encantada de conocerla... de nuevo, señorita Goshi Rowle.

 

Intenté ser cortés, pero no estaba segura de qué la conocía. Ya acudiría aquel recuerdo a mi mente, en su momento. Cuando dijo que quería hacerme un par de preguntas volvió el recelo. ¿A mí? ¿De El Profeta? Ay, no, mejor en privado, por si acaso.

 

- Pase por aquí, por favor, a la biblioteca. Si cerramos la puerta, nuestra conversación será casi privada.

 

Y enfaticé el casi mirando a mi madre y a mi prima. Si ellos ponían la oreja, sentirían, pero me sentiría defraudada si lo hacían.

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Al notar el tono excéptico hacia sus acompañantes, la reportera se frunció de hombros; en parte pensaba tener una reunión más amena, incluso obteniento el aporte de algún posible invitado a la fiesta que se encontrara allí presente.

 

-Me parece perfecto, gracias por recibirme.

 

Siguiendo a la muchacha, Goshi comenzaba a hacer algunas anotaciones respecto a la apariencia de la Vladimir y al local que adueñaba. Si aquello era la librería, no se imaginaba lo que podría ser la biblioteca, seguramente con un número impresionante de libros y tomos que apenas cabrían en su habitación. Prefirió dejar de pensar y asombrarse por sí misma. Dio vuelta la hoja y levantó la mirada al cruzar la puerta detrás suyo.

 

Apenas hubo cerrado la puerta giró sobre sus talones hacia la muchacha con la pluma apoyada sobre la comisura derecha de sus labios.

 

-Espero no estar interrumpiéndola. -Tomó asiento en un pequeño sillón que se encontraba detrás suyo mirándola a la rubia a los ojos.- Nos ha llegado la información de que su tía, Sagitas Potter Blue, le ha organizado un gran evento en homenaje a su cumpleaños.

 

Apoyó la pluma sobre la hoja del cuaderno.

 

-Queríamos saber su testimonio acerca de la fiesta sorpresa para completar la cobertura del evento, que tendrá lugar en el periódico en los próximos días. -Soltó una risita.- Nos encargaremos de acercarle un ejemplar en cuanto la tengamos lista.

 

Cruzó una pierna por encima de la otra y empezó a escribir.

 

-En primer lugar, ¿cómo se sintió al recibir semejante sorpresa y quiénes son los que la acompañaron en semejante travesía?

 

Apoyó el mentón sobre su mano derecha, aguardando la respuesta de su entrevistada.

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La Bibllioteca se abría al final de la parte principal de la librería, a la derecha de las escaleras que llevaban, hacia arriba, al primer piso, hacia abajo, al sótano donde se conservaba la antigua máquina de impresión de mi bisabuelo, aunque algo estropeada por una famosa explosión que ahora no viene al caso.

 

Hacia allá hice el ademán para que la señorita Rowle se dirigiera, por delante de mí. Por el camino pensaba en disculparme por no dejar que ni mi prima ni mi madre participaran en la entrevista. No es que no confiara en ellas (no, no confiaba; mi madre aún podría conservar los modales pero mi prima seguro que aprovecharía para introducir alguna variante histriónica sobre mí que seguro que causaba hilaridad pero no quería que quedara reflejada en el diario) pero tampoco quería arriesgarme a sus palabras. Si hubiera estado la tía Sagitas, las hubiera tirado del lugar a empujones; conocía su capacidad para reírse de todo y de todos los presentes sin arrugar el ceño.

 

Pero no me dio tiempo de nada más que de un susurro para indicar que no me interrumpía. La vi sentarse con tal aplomo que me dio mucha vergüenza decirle que aquel sillón era de la bibliotecaria que expedía los carnets de préstamo. ¿Por qué sentí miedo? Mami siempre me llamaba timorata y hoy era un gran ejemplo de ese sentimiento.

 

- ¿Mi cumpleaños? Sí, claro, pero... - eso había sido hacía mucho tiempo. No esperaba que fuera una noticia para el diario del pueblo. - Sí, sí, me organizó un... una fiesta.

 

Me senté a su lado, en el borde de una silla de madera. Murmuré un "¡oh, gracias!" cuando dijo que me harían llegar un ejemplar. Sólo más tarde me acordé que ya recibíamos este diario para su distribución entre los clientes.

 

- ¿Có...? ¿Cómo? Pues... Fue... ¡Oh, fue una sorpresa tan inesperada!

 

¡Boba, pues claro! Todas las sorpresas son inesperadas. Iba a quedar como una lerda que no sabía hablar con la gente. Me puse aún más nerviosa.

 

- Pues... La tía Sagis y los demás miembros del Departamento programaron a mi espalda un evento que debíamos cubrir como funcionarios ministeriales. Fue algo que... No me dejaron pensar, actuar, encontrar la forma de llegar con varios peligros por delante y... Nunca imaginé que el evento que íbamos a cubrir era mi cumpleaños. Mi familia es genial. Llevaron la sorpresa hasta el final y a nadie se le escapó nada hasta que llegamos al Pabellón de Baile.

 

Tragué saliva. Era más burdo cuando lo contaba. Cuando lo viví pareció mucho más emocionante.

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A cada palabra que la Vladimir emitía, la pluma de la Rowle garabateaba otras cinco mientras redactaba lo que le iba comentando sin dejar de prestarle atención. Sonaba desconcertada y emocionada al trabarse en sus propias palabras, lo cual era un buen dato para describir en la nota. La risa de la Rowle se transformaba en un susurro para no espantarla. Le causaba cierta ternura y a la vez empatizaba con la carga emotiva que le ponía a su relato.

 

-Suena muy emocionante, señorita Xell. -Frunció el entrecejo.- Así como también nos ha consternado lo que su tía nos ha comentado del evento. Cuénteme un poco acerca de su experiencia en el laberinto.

 

Saboreó con las yemas de sus dedos el aire buscando las palabras adecuadas para formular la pregunta que quería realizar a continuación. No quería sonar desubicada ni mucho menos incomodar a su entrevistada, la cual se encontraba muy bien predispuesta a contestar aquellas preguntas por lo poco que ya tenía como entrevista.

 

-Nos ha descripto que han tenido que atravesar amplios pasajes con criaturas muy peligrosas, ¿en algún momento sintió que haya corrido peligro su vida o la de sus invitados?

 

Le hubiese preguntado directamente si las acromántulas habían hecho acto de presencia en el laberinto, pero esperaba que la muchacha respondiera aquello por sí sola.

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