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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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Hey, vayamos por partes... Una cosa es casarme con un muerto y otra... Otra cosa muy diferente es tener a un muerto en vida delante de mí con ataques. ¿Y si era peligroso? ¡Oh, demonios! ¿Y qué no era peligroso estos días en el pueblo? Así que soplé un poco para expulsar el aire retenido y le sonreí.

 

-- Gracias -- le dije, tomando el libro de sus manos. Me fijé en ellas. Se le marcaban las venas de un azul que preocupaba. Si estuviera vivo diría que estaba sufriendo un ataque de corazón o algo parecido, pues sus ojeras crecían. -- Ahora mismo le envuelvo el libro.

 

Le escuchaba decir que no sabía qué había pasado ni cómo, que todo había sido confuso.

 

-- Oh, no importa, me gustan las historias. Si no te importa contármelo...

 

Sí, algo chafardera era, pero no se me podía acusar porque es que era un caso muy interesante, de los pocos que había visto en el pueblo desde hacía tiempo. Así que seguí envolviendo mientras le escuchaba.

 

Hablaba del infierno. Me estremeció. Había tenido algunas aventurillas por allá, pero nunca habían acabado en ... en lo que fuera él. Su voz cambió, eso hizo que levantara la mirada hacia él, con un trozo de celo mágico entre los dedos de la mano derecha.

 

-- ¿Bailaste con demonios? Eso es de locos. Yo huyo de ellos.

 

Mi comentario intentaba ser un poco bromista para quitar un poco de hierro a la charla. Se notaba que el chico necesitaba ayuda y, la verdad, yo soy de las que recojo criaturas peligrosas en el bosque prohibido y las acojo en los rediles, dándoles cobijo. ¿Cómo no iba estar interesada en aquel muchacho y su historia? - ¿Tienes frío?

 

El muchacho tiritaba. No era un lugar idóneo para tener mantas ni nada por el estilo. Aquello era una biblioteca-librería, por tanto... Me fijé que había un gabán de mi hermano Kevin en el perchero, tras el mostrador. Era feo, a mí no me gustaba el marrón oscuro y la tela tan fuerte, pero seguro que eso serviría para quitarle el frío.

 

-- Ven, siénta... ¡Demonios!

 

El muchacho estaba en el suelo, como encogido. Leñe, ¿cuándo se había caído? ¿Cuándo me había girado para coger la ropa de abrigo?

 

-- Eh, vamos, vamos...

 

Miré alrededor, ni rastro de mis sobrinas, ni rastro de mi cuñada; debían de estar en otro lado de la tienda.

 

-- Eh, chico. -- ¿Me había dicho alguna vez su nombre? -- No dudo que estás mal... Eso de que se te coman es una experiencia horrible, pero... Estás aquí, supongo que es bueno, ¿no?

 

¿Pero qué estaba diciendo? Si se lo habían comido y él estaba allá seguro que significaba que se había convertido como ellos y también comía. ¡Podía devorarme a mi! Pero vamos, que yo no escucho a mi conciencia y cuando pensé en el peligro ya estaba a su lado, lo tapaba con el gabán feísimo de mi hermano, aunque abrigaba con la fuerte tela de paño, y le abrazaba, como si pudiera trasmitirle mi calor. Si comía carne humana, me tenía muy a tiro en ese momento.

 

Sí, soy un poco suicida...

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Me meto a mi cuerpo a la fuerza. Creo que no entendió-rio entre mi pensando-ojala hubiera sido divertido bailar con ellos, pero me hiciron trizas...

 

Despierto y siento mi cuerpo en sus brazos y le miro humanizado, sonrio y muerdo suave su mejilla con unos labios limpios y una mirada juvenil.

 

-Sagitas...

 

Sonrio mirandole y de la nada huelo el olorde los dedos en mi bolsillo y hago una mueca de disgusto.- Huac, y ese olor! Ah, por cierto: te escuché,soy Arthur.

Editado por Arthur K.

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*Sangre entre mis dientes*

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  • 3 semanas más tarde...

Hanimi, elfina de la Hacienda Tonks

 

Luego de encontrarse con la señorita Potter Black, ésta le pidió que buscara dos libros de cuentos para el niño. Después de tanto absentismo quería pasar mucho tiempo con el pequeño y pensó que en las tardes tanto como las noches, para dormirlo, leerle un cuento. No siempre había logrado ser una buena madre con el peliazul. El trabajo la alejaba de esa parte muy bella e importante para todo infante como para sus madre.

 

La elfina fue referida por la ama porque ya ella estuvo en el sitio. Por esa razón, Hanimi miraba atentamente los letreros, aunque la dirección la tenía. No estaba de más, fijarse en otro locales que estuvieran cercanos. Mientras caminaba se dio cuenta que varios elfos iban y venían por las calles.

 

«Sería una gran pedido colectivo» pensó que muchos amos para evitar caminar, o porque se hallaban ocupados, enviaban a su elfos por pedidos, compras o hasta recados. Sin embargo, ese día en particular, había demasiados por Diagón.

 

Pronto llegó al destino. Abrió la puerta de la librería. Pasó para buscar a una persona que le ayudase con la tarea encomendada por la Potter Black.

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  • 2 semanas más tarde...

Perdí por completo el sentido de donde estaba, como si el tiempo se hubiera parado. Leí y releí aquel montón de hojas, la reseña sobre mi cumpleaños. Decidí pegarlo en el albúm de recuerdos que tenía en mi habitación, ese diario Top Secret donde pegaba las noticias que me alegraban el día y me hacían sentir bien.

 

Perderme en mis pensamientos supuso que no hiciera caso de Heliké. Ella decía que no habiá estado jugando con la tinta, que me convirtiría mejor en una serpiente.

 

- ¿Cómo? No entendí, perdona. Pensaba en... el artículillo.

 

La tinta había caído de algún sitio, sólo tenía que encontrar de donde salía.

 

- Vamos, prima, subamos ahí, parece que gotea de algún sitio. No sabía que ahí había una habitación. Investiguemos.

 

Tomé la mano de mi prima y casi le empujé para que me siguiera. Le guiñé un ojo, Sagitas debía estar ocupada para que no se metiera en la aventura. Ella siempre estaba en medio.

 

- ¡Tíaaaa! Hay una elfina en la puertaaaaaa... ¿Puedes atenderla?

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BROWNIE, ELFO DOMÉSTICO DEL CASTILLO HUFFLEPUFF

 

¡Anticuado! Alguien había osado decir que los dulces del Castillo Hufflepuff estaban anticuados. A él le daba igual que así fuese, podían estar todo lo anticuados que quisieran, pero eran deliciosos. Y sí, la ama Eledhwen estaba de acuerdo en aquello, pero había comentado sutilmente que podrían actualizar el recetario. ¡Si Helga la escuchase...! Pero también la escuchó, y la gran fundadora parecía estar de acuerdo con ello.

 

Así que Brownie había decidido actualizar sus conocimientos culinarios, y por ello quería comprar unos libros con recetas nuevas. Había escuchado hablar a la ama sobre un postre llamado cupcake. Ahora todo el mundo cocinaba cupcakes, y él no podía ser menos.

 

Fue a Diagon y entró en la Librería "La Hermana Quisquillosa". Seguro que la dueña de aquel sitio era alguien agradable, y nada presto a meterse en líos o problemas.

 

- Buenos días - saludó, y se puso firme al descubrir a una elfina también esperando a ser atendida.

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Mi prima parecía absorta en sus pensamientos porque apenas me escuchó lo que le había dicho, no me molestaba en absoluto, porque yo la mayoría del tiempo también estaba en las nubes, al parecer el artículo de su cumpleaños la había distraído un poco. Y no me extrañaba nadie se aparecía en el Profeta porque sí.

 

Enseguida nos pusimos a investigar de dónde procedía esa tinta que goteaba el suelo y que ya había una gran mancha en el suelo. Entró más gente o eso me pareció, al escuchar el ruido de la puerta, me giré y vi que una elfina reclamaba la atención de los presentes. Pero mi prima rápidamente me empujó para que fuésemos a investigar el origen de la tinta…

 

-¿No sabía que había habitaciones? –pregunté curiosa- quizá éste negocio tenía más estancias anteriores, y se reformaron, y ahora que lo has cogido tú, seguramente no te dio tiempo a investigar, pero sí vamos –asentí con la cabeza y por si acaso saqué la varita, no quería llevarme sorpresas y fuimos subiendo las escaleras despacio, por supuesto estaba atenta a cualquier ruido extraño.

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BROWNIE, ELFO DOMÉSTICO DEL CASTILLO HUFFLEPUFF

 

Por ahí no aparecía nadie; qué desfachatez. ¿Y ahora él qué hacía? No tenía mucho tiempo como para andar esperando. Si no volvía pronto al Castillo Hufflepuff, Cookie comenzaría a pintarse las uñas, y Muffin se liaría un cigarrillo de esos que tienen un olor extraño. Y luego se pasaría la tarde riéndose de cualquier cosa que dijese Cookie. ¡Eran tal para cual!

 

Si no estuviese la otra elfina presente, él mismo buscaría su libro, y se lo llevaría. Dejando su valor sobre la mesa, por supuesto. Él no era un ladrón. Pero su tiempo era oro. Sobretodo, esperaba que tuviesen el libro que necesitaba. Uno sobre cupcakes. Cupcakes ricos y deliciosos. Pero donde estuviese un buen brownie de chocolate, que se quitase cualquier cupcake artificioso...

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Por ffin el chico se había ido. No es que me molestara, ni mucho menos, pero me ponía su forma de mirarme; casi sentía que se relamía y eso me ponía nerviosa. Por un momento se me cruzó la idea de que podía esperarme en algún callejón del pueblo para devorarme. Me reí por mi tontería pero, aún así, estaba intranquila.

 

Por eso, en cuanto se fue, cerré la puerta de la librería y me fui al mostrador, a ordenar un poco los artícules que estaban encima. Pronto sentí las risitas de Xell y de Heliké. Esas dos niñas, juntas, eran un verdadero torbellino.

 

-- ¿Una elfina?

 

No había sentido la puerta, tal era el caos que tenía en mi mente con lo sucedido con el muchacho. Después noté que no era una, sino que también había un elfo.

 

-- ¿A dónde vais? Hay clientes aquí abajo -- le grité a Xell, porque se escabullía escaleras arriba seguida por Heliké.

 

Pero no me hicieron caso, así que tendría que atenderles yo, a los dos.

 

-- bueno, pues... ¿A quién atiendo primero? -- les dije. La elfina había llegado primero pero el elfo parecía inquieto. Anda... Si era el de mi prima. -- Oye, Brow...cookie, ¿le pasó algo a Eledhwen?

 

Sabiendo de la familia que provenía, era de lo más normal que se hubiera metido en un lío.

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BROWNIE, ELFO DOMÉSTICO DEL CASTILLO HUFFLEPUFF

 

Lo que faltaba. ¿Ella era la empleada, la persona que le atendería en la librería? En el Castillo siempre estaba armando líos, esperaba que el negocio de los libros lo llevase mejor, por su propio bien económico.

 

- Soy Brownie - contestó enfadado - Cookie es la elfina, yo soy elfo, otro día le explico las diferencias... - carraspeó incómodo - la ama Eledhwen está bien, pero se le ha metido en la cocorota que yo aprenda a hacer cupcakes. Deben ser unos dulces que están de moda, y dice que para obsequiar a las visitas, estaría bien ofrecer nuevos dulces. Si no viniesen visitas... - dejó caer, alzando una ceja.

 

Miró hacia la elfina; ¿qué pensaría ella? Un buen elfo doméstico no debería comportarse así, pero le daba igual.

 

- ¿Entonces tiene algún libro de cupcakes?

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No me gustó la forma en que aquel elfo me miró. ¿Es que tenía manchada la pechera? ¿O tal vez la nariz? Disimuladamente me pasé los dedos por la punta de ella para sacarme la posible mancha que hiciera que me mirara de aquella manera tan reprobatoria. Encima me recordó su nombre de mala gana, como si le hubiera olvidado mi despiste.

 

-- Eso, Brownie, ya no me olvido, prometido.

 

Hum... mentira, se me olvidaría al segundo, pero no quería que me siguiera mirando como si fuera una bruja, que, por cierto, era, pero no de esa manera tan fea.

 

-- Si sé las diferencias entre elfo y elfina, una tiene... y el otro tiene... o no tiene... o si... Ejem...

 

Tuve que carraspear para no disgregar mucho. Ni miré a la elfina quien también esperaba para ser atendida, por miedo a que se estuviera riendo de mí. Huy, ¿eso de que no vinieran visitas lo diría por mí? Pero si yo era una bellísima persona... Seguro que lo diría por otros. Asentí un par de veces y le señalé un estante.

 

-- Pasillo dos, estante cuatro, empezando por arriba. Así que te queda a tu altura y podrás acceder a ellos. Oh, no te llamo enano, quiero decir que....

 

Ufff, mejor no añadir nada más. Aquel elfo parecía bastante malhumorado.

 

-- Hay un libro de pasteles con formas de animalitos. A Ithilion le gustan mucho, si haces te lo llevo a casa para que los pruebe.

 

Era mi intento de son de paz.

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