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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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BROWNIE, ELFO DOMÉSTICO DEL CASTILLO HUFFLEPUFF

 

- Por arriba... - murmuró el elfo, mientras su cerebro maquinaba - gracias por la información.

 

Se dirigía ya al pasillo indicado por la pelivioleta, cuando se giró, ante sus últimas palabras.

 

- Eso de los animalitos parece demasiado complicado, empezaré por algo más sencillo - sonrió, aunque su sonrisa era un poco lúgubre.

 

Caminaba por el pasillo dos, buscando el estante cuatro, mientras pensaba en sus cosas.

 

Nota mental: nunca hacer repostería de animalitos. Jamás.

 

Llegó al estante cuatro, y alzó la mirada. Allí había libros de cupcakes. Lo podía leer en el lomo, girando hacia la izquierda la cabeza. Si alzaba el brazo, llegaría perfectamente. Pero estaba cansado. Chasqueó los dedos.

 

¡¡Brrruummm!!

 

Un par de libros salieron volando hacia sus bracitos, pero como salieron despedidos a demasiada potencia, hicieron que el resto de libros que completaban la estantería acabasen por el suelo.

 

Pero él ya tenía sus libros. Así que volvió hacia el mostrador.

 

- Ha habido un pequeño desorden; los hubiese colocado yo, pero no sé qué órden utilizan; alfabético, por autor, por título, por colores, por tamaños... - cambió de tema - me llevo estos dos - ofreció los dos libros a la humana, esperaba que se los envolviese para regalo.

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¿Complicado? ¿Desde cuándo un elfo decía que algo era complicado? ¿No sería que los elfos de Eledhwen eran algo perezosos? Ya se había encontrado con eso en otras ocasiones. Bueno, como se iba, le dejé d emirar por la espalda y me dediqué a atender a la otra elfina, la que esperaba, la pobre, sabiendo que se le había colado el elfo. Qué poco caballeroso por su parte.

 

-- Bueno, ¿y a ti en qué puedo servirt....?

 

Un ruido de libros que se caían me interrumpió. Miré hacia el techo , como si tuviera rayos X en los ojos que me permitiera ver a través de él.

 

-- ¡Demonios! ¿qué habrá pasado allá arriba?

 

No me dio tiempo a averiguarlo. El elfo regresaba con dos libros de cookies en los brazos.

 

-- ¡Eh, idem! -- Se me había olvidado que no se llamaba Cookie. -- ¿Pero no los has recogido?

 

Aunque atendiendo sus excusas, tal vez tuviera razón. Era mejor no dejarle tocar ni uno sólo de mis valiosos ejemplares de la libreria. Así que tosí un poco.

 

-- bueno, no pasa nada, de verdad. Ya lo recogeré yo. Digo, Xell lo recogerá. -- ¿Dónde se habría metido esa vaga de Xell? -- Estos dos libros parecen geniales, ya me invitarás a comer alguna de las galletas cuando hagas, ¿vale? Son 12 galeones. ¿Quieres que te los envuelva o te los pongo en una bolsa de plástico?

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BROWNIE, ELFO DOMÉSTICO DEL CASTILLO HUFFLEPUFF

 

Asintió, como si de verdad sintiera lo que había sucedido.

 

- Ofrézcale mis más sinceras disculpas a ... Xell.

 

El cerebro del elfo maquinaba, ¿aquel no era el nombre de la otra bruja que solía alborotar el Castillo? ¿la rubita menuda? todavía estaba reparando los arañazos que había dejado con sus uñas en la madera del suelo, la próxima vez pondrá una lima y un cortauñas en la entrada, para que capten la indirecta.

 

Brownie preparó los 12 galeones y se los entregó a la pelivioleta.

 

- En una bolsa de plástico, por favor - dijo, haciendo caso omiso a la auto-invitación para probar los cupcakes - le mandaré unos cuantos a su casa, si quiere apúnteme la dirección, y así allí los merienda junto a su hijo, el de los animalitos.

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Hanimi, elfina de la Hacienda Tonks

 

La pequeña elfina se quedó mirando un rato, luego sintió un grito. Alguien decía que había clientes por eso miró sobre su hombro, giró para estar segura que nadie estuviera detrás de ella. No vio a nadie más. Minutos después, alguien le preguntaba, un elfo. Todo fue tan rápido que sentía que se mareaba, no le gustaba estar así. Como si estuviera perdida o interrumpiendo algo importante.

 

Sin embargo, otro entraba, un humano que parecía ser alguien de la familia Potter Black, No era conocedora de todos los familiares de la ama Sunar pero le parecía que era así, ese color de cabello era casi inconfundible. Y lo intentó.

 

- Yo qui..er... - no pudo terminar.

 

Se quedó muda. Ellos hablaban entre sí, le echaban una ojeada y continuaban. Era raro que no le preguntaran nada, pero ella también tenía sus aprehensiones a hablarles porque no quería interrumpirles. No obstante, hizo su mayor esfuerzo para quitarse la vergüenza de encima, y habló.

 

- Buenas, quisiera saber si tiene cuentos para niños. Necesito dos libros con diferentes historias. - se sintió aliviada. Y aguardó a que alguien le dijera para comprarlos y volver con la ama.

Editado por Sunar PBT
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¿Disculpas a Xell? ¿Por qué? Ese elfo estaba algo raro. Si era su trabajo. Por cierto, ¿dónde se habían metido esas dos? Con todo lo que había por hacer y esas dos desaparecidas. Y a mí se me acumulaban los clientes. Puse su compra en una bolsa de plástico y tomé los galeones, pensativa. ¿En verdad me estaba "insinuando" que no fuera por casa de mi prima? Pues para puñetera, yo, vamos...

 

-- No te preocupes, me iré pasando por la mansión de mi prima y seguro que pillo cuando los haces. O me quedo a dormir un par de días. Toma. Gracias por la compra.

 

Le tendí la bolsa y esperé que refunfuñara algo, divertida. Pero por fin la otra elfina se atrevió a hablar, así que dejé de pensar en el elfo con nombre de galleta y la atendí.

 

-- ¿Libros para niños? ¡Tenemos un montón! Ven, mira, mira...

 

Le llevé hacia la estantería de la planta baja, donde ya una vez había llevado a mi amiga Luz para que eligiera libros para sus hijas.

 

-- ¿Para qué edad los quieres? Está dividida en tres partes, mira... Los de la derecha, de 0 a 5 años, lo del centro, de 5 a 9 años y este estante para más de 10 años.

 

Esperé su respuesta, porque según la franja de edad, le podía ofrecer unos u otros títulos.

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BROWNIE, ELFO DOMÉSTICO DEL CASTILLO HUFFLEPUFF

 

Frunció el ceño mientras recogía la bolsa de plástico con los libros que la pelivioleta le ofrecía. Cookie siempre le decía que debía ser más sutil con sus palabras, que podían ofender porque eran muy directas. Pero aquella bruja no parecía captarlas, él insinuaba que no fueran al Castillo Hufflepuff, ¡y ahora decía que igual iba a dormir! La próxima vez pondría un cartel de "prohibido el paso" en la puerta del Castillo, igual así...

 

- Gracias, que tengan un buen día - dijo, despidiéndose de la humana y de la elfina, a quien hizo un gesto de saludo aganchando la cabeza.

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Hanimi, elfina de la Hacienda Tonks

 

Asintió encantada de poder tener la atención de la señora de cabellos violetas, y le señaló por donde debía dirigirse para buscar los libros. Se acercaron a una baja estantería, mejor para ella por su baja pequeña estatura.

 

Iba a decir algo más, pero la bruja le explicó los rangos de edad para los cuales eran los cuentos.

 

Es para el amito Argentus –dijo la elfina.

 

Miró los libros que eran adecuados a la edad del mago de dos años. Sin embargo, faltaban algunos meses para su tercer cumpleaños, la ama quería que el niño ya estuviera en contacto con algo para la edad que pronto cumpliría. Pero, el rango de esos libros era de 0 a 5, así que volvió a preguntar.

 

¿Tiene alguno que sea para la hora de dormir? –volvió a hablar –Y alguno que sea para que el niño pinte o dibuje –agregó Hanimi.

 

La ama Sunar le dio suficiente galeones para adquirirlos. Y le dijo que no escatimara en algo bueno para el niño, además de que le gustaba a la joven madre, ser cliente de los negocios de su tía. Ella tenía buenos productos a la venta.

 

Observó que se iba el otro elfo, y también se despidió.

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¡Qué simpático el elfo galleta de Eledhwen! Tal vez le llevara un presente la próxima vez que fuera a la mansión Hufflepuff. Era tan educado... Les había deseado un buen día. Se lo diría a su prima en cuanto la viera, lo único que de nuevo había olvidado el nombre. Pero bueno, no tenía tantos, lo reconocería, seguro... Bueno, tal vez...

 

-- ¡Para Argentus! ¡Oh, qué delicia de niño! -- mi sonrisa creció al saber que era para mi sobrino helador (o fabricahielo). -- Tengo muchos cuentos para niños pequeños que aún no saben leer.

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¡Qué simpático el elfo galleta de Eledhwen! Tal vez le llevara un presente la próxima vez que fuera a la mansión Hufflepuff. Era tan educado... Les había deseado un buen día. Se lo diría a su prima en cuanto la viera, lo único que de nuevo había olvidado el nombre. Pero bueno, no tenía tantos, lo reconocería, seguro... Bueno, tal vez...

 

-- ¡Para Argentus! ¡Oh, qué delicia de niño! -- mi sonrisa creció al saber que era para mi sobrino helador (o fabricahielo). -- Tengo muchos cuentos para niños pequeños que aún no saben leer.

 

Asentía mientras la elfina me daba sugerencia.

 

-- Por supuesto, mira, mira... Aquí tienes este de texturas. El niño detecta con los dedos las criaturas. En estos no vuelan, si fuera algo mayor, tenemos criaturas que vuelan y se mueven con las manos, pero dada la excasa edad de los niños a los que va dirigidos, sólo se resaltan cuando pasan la mano. Toca, toca. ¿Ves? Este árbol plano toma una rugosidad de madera cuando lo tocas, y esta gallina tiene verdaderas plumas en la cola.

 

Me abstuve de decir que si la gallina defecaba, se olería realmente a eso. Sonreí, divertida, eso ya lo vería si se lo quedaba.

 

-- En este estante tienes los de pintura con dedos y los primeros pinceles. Ejercitan la concepción psicomotriz del niño y amplian sus conocimientos de colores y formas. Vienen con la pintura incorporada y tienen la ventaja que sólo se plasma en el papel de los cuentos, nunca en las paredes.

 

Y le sonreí de nuevo. Como elfina, seguro que estaba harta de limpiar eso.

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Hanimi, elfina de la Hacienda Tonks

 

Pudo entonces ver como la ama Sagitas le enseñaba los libros al conocer para quién era dirigido. Le enseñó uno de texturas, eso dijo ella. Escuchó la explicación, y trataba de mirar cuando se le acercó un poco más. Le invitó a tocar, y era cierto, parecía que de verdad estuviera pasando la mano al tronco de un árbol, y más fue su asombro al sentir la suavidad de las plumas de esa gallina. Al amito le encantaría.

 

-¡Cierto! -exclamó al retirar la mano.

 

Luego le enseñó otro libro, los que podía usar para pintar. Y fue allí donde se puso a la defensiva con respecto a darle más libertad a niño que incursionara más en la pintura. Todas esas veces que tuvo que limpiar las manchas que el amito le dejaba, no solo a las paredes, hasta las sabanas las lavaba todo el tiempo porque le interesaba ver como se iba congelando la pintura en la tela.

 

Y cuando quiso poner un rostro de pocos amigos, la señora de cabello violeta dijo algo muy importante. Que en las paredes no se pegaría. Fue como música para sus oídos, hasta se movieron de la alegría.

 

-Me gustaría mucho ese que me dice, y el otro con la gallinita -miró de nuevo al cuento de textura -¿Tendrá alguno con dragones? -indagó Hanimi. -Al amito le gustará mucho -agregó entusiasmada más por la modalidad del libro de pintura.

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