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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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deje que sus lagrimas corrieran por mi pecho, que lo dejara salir todo, incluso cuando me abrazó no mostré ninguna señal de incomodidad, ya la niña había pasado por mucho, y aun le esperaban muchas pruebas, igual que a mi aun me aguardaba un largo camino.

 

puso la mano sobre el tomo que había empezado a leer, era una compilación de dos antiguos libros de onmyodo, el kinugyokutoshu, mejor conocido como el libro de la luna y el conejo de jade, y el senji riakketsu, escrito por el gran Abe no Seimei. era la misma edición que mi madre tenia y que se quemo con la casa,

 

"no existen las coincidencias, ¿eh madre?" pensé mientras recibía el libro, lo mire y se me ocurrió algo que quizá ayudara un poco.

 

"tengo un regalo que quizá pueda ayudarte, una forma de pagarte por todo" saque de debajo de mi túnica el shakujo de mi padre y separe mágicamente uno de los seis anillos de bronce quemados, "extiende tu palma" ella lo hizo y coloque el anillo en ella, luego realicé un Kuji-in rápido sobre el con la mano derecha mientras que con la izquierda sostenía el libro. "esto te protegerá de la mala suerte"

 

luego miré muy adentro de sus ojos, fui profundo en su mirada, y una sonrisa tranquila surgió en mi rostro

 

"no importa lo que pase, no morirás" puse nuevamente mi mano en su hombro "se necesita algo mucho mas fuerte que esto para acabar con la Arya que yo conozco"

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Tome lo que shoji-san me brindaba y lo colgué en el fino collar que llevaba al cuello, lo aprete entre mis manos y abrace con más fuerza a Shoji, me separe de él tras unos minutos:

 

-entre tu y yo no hay deudas: yo te ayude cuando más lo necesitabas porque mi madre es una buena mujer y me enseñó a ayudar a los necesitados, tu pagaste tu deuda al enseñarme a luchar.

 

Le sonreí de vuelta y le abrace nuevamente, era un excelente amigo aunque diversas circunstancias nos hubieran acercado las cosas habían cambiado, me limpie bajo los ojos quitando el rastro se las lágrimas:

 

-Gracias por el voto de confianza, pero en momebtos como éstos no me siento tan fuerte como la gente cree... Como tu crees- Pase la bola de emociones - bien, vamos a ver a mi madre, debes conocerla.

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Arya había cambiado, quizá no del todo, pero si algunas pequeñas cosas eran diferentes en su interior. ¿existía aun la mujer que me había sacado de las calles hacia ya tanto tiempo?, o se la habría comido el tiempo y el dolor. "si que existe una deuda" pensé "aunque creo que tu ya no sabes de cual estoy hablando"

 

me abrazo nuevamente y el aroma de su cabello quedo impregnado en mi túnica,

 

"no somos tan fuertes como creemos Arya, somos tan fuertes como decidimos ser" le revolví el cabello como lo hacía tanto tiempo atrás "ademas, eres una chica lista, seguro encuentras una salida" la mire y le sonreí, decidí no presionar mas el tema, no había nada que pudiera hacer "y me encantaría conocer a tu madre, tu guíame y yo te sigo"

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No estoy acostumbrada a quedarme en segundo plano. Pero en cuanto noté que aquella persona que acababa de entrar y mi hija se conocían (y que yo no le conocía de nada) preferí quedarme callada, escuchado a uno y a otro. Era interesante. Por lo que oía, se conocían de cuando mi hija estuvo aprendiendo las artes orientales que tan bien dominaba, como me había enseñado muchas veces en el Circo. Aún así, fruncí el ceño; poco o nada me había contado de aquella época y no me gustaba mucho eso de que conociera a un mata-demonios.

 

Aún así, preferí de nuevo alejarme un poco para darles intimidad, no porque fuera lo correcto, que lo era, sino porque ya bombardearía a mi hija para que me confesara todo lo sucedido en cuanto estuviéramos a solas.

 

Así que actúe como buena comercial y me dirigí a la otra cliente, la chica que había dicho que sólo miraba (@@Fydha Guilty)

 

-- Puede mirar lo que quiera. Antes que una librería, esto es una biblioteca; aún tenemos un apartado en el que el cliente, si no quiere más que consultar algo concreto de un libro, o leer el último ejemplar de El Vociferador o El Profeta, puede sentarse y relajarse con la lectura.

 

Le señalé la zona por si quería acercarse por allá y sentarse.

 

-- Es libre de circular por la librería lo que guste -- le dije, con una sonrisa, a pesar que estaba preocupada por la conversación tan íntima que estaba llevando mi hija con aquel extraño.

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Preferí no meterme en la conversa de ambas personas, ya de por sí los chicos no me caían bien. Un poco me pareció escuchar que era un cazademonios, pero si de verdad lo fuera ya me hubiera atacado antes. Mi madre ya me había advertido de ellos, así que prefiero no llamarle la atención, tampoco quiero que todos estos libros paguen por una pelea absurda que no tenía sentido.

 

Mis ojos se vuelven a centrar en la otra mujer dueña del local quien me presentaba el lugar. La verdad es que solo quería relajar un poco mi mente, no había podido coger muchos libros para mi desgracia y aun no tenía un lugar fijo así que solo podía leer en la biblioteca los nuevos que encontrara.

 

- Gracias -le digo por molestarla ya que parecía algo incómoda por la conversación de ambas personas que estaban a unos metros de nosotros- ¿Tiene por un casual Orgullo y Prejuicio de Jane Austen? -le pregunto, no quería molestarla pero iba a tardar bastante tiempo en encontrar un libro entre tantos.

 

Me gustaría volver a leer ese libro, hacía mucho tiempo que lo había hecho y ya me había olvidado de algunas cosas. No estaría mal indagar en aquella lectura para olvidarme por un momento que aún no sabía a donde ir en aquella ciudad. Estaba sola y prefería seguir así por un tiempo.

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*nueva entrada, buah, un mes sin pasarme por aquí, ¡qué vergüenza! espero no perdonarme tanto*

 

Habían pasado ya varios días desde la última vez que había estado en la librería. Al final, no sabía lo que habían hecho con el libro maldito de Astronomía, pero la verdad es que me importaba tres pepinos. Sólo esperaba que no volviese a suceder. En ésta ocasión había decidido que buscaría algo sobre Artes Oscuras, mi especialidad, pero para eso, debía de tener un permiso especial para acceder a la Sección Prohibida, bueno, eso suponía yo.

 

Me había vestido cómodamente: un chandal de color negro y unas zapatillas de deporte de color blanco. Me había atado el pelo con una cola de caballo alta, y llevaba en mis bolsillos la varita y el monedero de piel de moke con suficientes galeones y otras pertenencias.

 

Llegué a la librería mediante la aparición y lo hice a unos tres metros de distancia. Caminé sin premura hasta la entrada, abrí la puerta y saludé con alegría a los que estaban dentro:

 

- ¡Holaaa! ¿Qué taal? - saludé con afecto incluso a tía Sagitas, que había visto su cabellera desde la calle- venía a ver si podíais echarme una mano, cuando terminéis con la clientela, claro - dije sonriente.

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Sonreí con tranquilidad, no sabía porque la presencia de Shôji me calmaba a ese grado y me hacía volver a ser la chica divertida y despreocupada que hacía mucho tiempo no era. Las responsabilidades, el tiempo y las circunstancias me habían cambiado pero nuestra amistad, nuestra relación no lo había hecho, le sonreí y tiré de su mano como cuando quiera que se apresurara para que me acompañara a alguna casa de té o como en nuestra primera y única noche juntos: ese día que después de mucho sake y música bajó todas sus defensas para dejarse querer… ese día había decidido regresar a casa y había supuesto que iba a desaparecer como humo de su historia.

 

Solté su mano cuando me acerqué a mi madre y puse los libros cerca del mostrador esperaba que mi madre no se hiciera ideas erradas como siempre, sobre todo porque podía llegar a ser demasiado imaginativa y muy muy acertada sobre las cosas que podían cruzar por su bella cabeza violeta, miré de uno a otro y me aclaré la garganta:

 

-Mami, él es Sakato Shôji, un amigo que conocí cuando me fui de Ottery – miré a Shôji esperando que la aclaración no le molestará, lo hacía solo para evitar malos entendidos y que se evitaran chismes que pudieran afectar mi relación con Sean, conociendo a mi madre seguro le buscaba el lado malo a mi novio con la presencia de Shôji solo para que peleáramos – Shôji, ella es Sagitas mi madre y la mejor mujer y bruja que puedes llegar a conocer aquí en Ottery. – le di un beso en la mejilla a mi madre y le dije:

 

-Shôji quiere llevarse estos libros… ¿en cuánto se los dejas? – miré a la puerta cuando la campanilla sonó y enarqué una ceja al mirar a Heliké entrar:

 

-Hola Heli… ¿Qué andas haciendo por acá? – me sorprendió ver que mi prima besaba a mi madre y sonreí, esperaba que mi madre estallara aunque tal vez la presencia de Shôji evitara hacerlo. –Te presento: Shôji ella es mi prima y cuñada Heliké, Heliké él es Shôji, un amigo…

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La chica parecía algo tímida, aunque también podía ser lo contrario, que estuviera oteando sin acercarse mucho para evitar problemas. Le sonreí para animarla; fuera lo que fuera, a mí no me importaba. Tantos años en Ottery me habían dado la prudencia de no juzgar a nadie sólo por su raza o esencia. Todos teníamos algo que compartir, pero también algo que esconder; de eso, nadie se libraba, ni siquiera yo, por lo que no era quien para juzgar a nadie.

 

-- ¿Cómo? -- mira que estoy preparada para cosas extrañas, pero era la primera vez que alguien me pedía un libro muggle. Mi sonrisa se extendió de oreja a oreja. -- ¡Por Merlín! ¡¡Claro que tengo ese libro!! Es maravilloso...

 

Casi corrí al estante donde los libros parecían abandonados y polvorientos; a nadie del pueblo mágico le parecían gustar los libros escritos por muggles, una gran pena. Encontré uno y, con la varita, lo adecenté para que estuviera presentable y fui hasta la muchacha.

 

-- Mira, este tipo de literatura es poco solicitada por nuestros clientes y está en descuento, el 50 % de lo que marca la etiqueta.

 

En realidad me parecía una chica adorable si gustaba de ese tipo de novelas. Solté un suspirito porque recordaba la historia de pe a pa de las veces que me lo había leído. Pero toda sensación de bienestar desapareció al sentir la voz de mi sobrina Heliké.

 

-- Vaya, sobrina... Si buscas a Matt, no está por aquí -- en realidad, no lo sabía, pero si podía alejarla de él, mejor que mejor. -- Tendrás que esperarte, sobrina. Hay dos clientes delante de ti.

 

Estuve a punto de sacarle la lengua, pero después no lo hice, por respeto a los dos clientes, que tal vez no vieran con buenos ojos la familiaridad que teníamos en familia. La presentación de mi hija me pilló de sorpresa, con la mente pensando en cómo atar las manos de Heliké por lo que la miré algo confundida.

 

-- ¿Sikato Soja? ¿Cómo? Creo que no le entendí muy bien -- confesé, muy avergonzada por no haber estado atenta. -- Soy la mejor bruja del pueblo, eso lo confirmo, aunque lo de su madre...

 

Solté una risilla...

 

-- Sí, eso me temo que también lo es, aunque no sea una alabanza. Perenela es de armas tomar cuando quiere...

 

Intenté que sonara a broma pero no estaba del todo convencida, pues no tenía confianza con aquel desconocido y algo me decía que pertenecía a un pasado de mi hija que tal vez no me gustara conocer.

 

-- Si es conocido tuyo, a precio de familia. Y, por favooooooor, Heliké es sólo prima, de momento, cuñada no lo ha conseguido y tal vez yo pueda evitarlo.

 

Otra vez una sonrisa, aunque esta iba bien en serio.

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A la mujer que me atiende le salió la sonrisa más grande que había visto en mi vida cuando escucha mi pedido. Por un lado me relajaba ver que había más personas que conocían aquel maravilloso ejemplar, había muchos libros muggles que eran realmente muy buenos y que la gente los despreciaba solo por su orígen sin darles ninguna opotunidad. Yo prefería leerlos de principio a fin para así poder comprenderlos en su totalidad, solo entonces es cuando se puede juzgar un libro.

 

- Muchas gracias -le contesto cogiendo aquel ejemplar, me vendrá bien para leer aquellas noches en las que la luna no me deja conciliar el sueño. No era que su luz me molestaba pero había ocasiones que la noche era tan hermosa y brillante que valía más la pena aprovecharla que malgastar horas soñando por algo que posiblemente no me iba a acordar cuando despertara.

 

Miro cuando cuesta cuando la dependienta del local me propone aquel descuento, al menos era algo positivo el que no fuera un libro muy solicitado, pero por el otro lado me da bastante rabia ya que es algo que mucha gente debería conocer. Sin embargo eso pasaba también en el mundo muggle, y hasta ellos mismos desprecian sus propios libros solo porque la portada o el título no los atraen o parecen aburridos, o la escusa más tonta: nunca tienen tiempo. Si tienen tiempo para ver aquella cafa que llaman televisión tienen tiempo para leer.

 

Miro un momento la portada, es el mismo libro que tenía en mi casa lo que provocó que me volviera un tinte de nostalgia, pero aquello se dispersó cuando la nueva presencia que entró en la librería llamó la atención de todos los que allí estaban presentes. No me gustaba mucho meterme en problemas familiares y personales de los demás, pero al mismo tiempo también una parte de mí tenía el ansia de querer ayudar. Más antes siquiera de que mi boca se abriera me controlé, no conocía muy bien la razón de porque había tanta tensión entre ellas y sin saber nada lo único que conseguiría era o empeorar la situación o quedar solo como una extraña.

 

"Cómo no, los problemas siempre los causa un chico" sonó aquella voz en mi cabeza de la cual yo ya estaba acostumbrada. Era cierto que tenía un gran complejo, esa podía ser una razón por la que era mejor no meterme, ya que me costaría no dar mi opinión subjtiva basándome en mi propia esperiencia cuando no conozco a nadie y realmente podría estar juzgando mal.

 

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-- Entonces... ¿Te gusta el libro? ¿Es el que querías? -- le dije a la muchacha. Noté una mirada de nostalgia en su rostro y eso atrajo mucho más mi atención hacia ella. Al fin y al cabo, a mi sobrina Helike y a los amoríos de mi hija Perenela estaba más que acostumbrada. -- Algo me dice que esta obra ya se la ha leído.

 

Pasé la mano por el mostrador, como si hubiera intentado tocar aquel libro que ahora la muchacha sostenía en su mano. Lancé un suspiro. En mi mesita de noche tenía un ejemplar idéntico, manoseado y con las puntas algo dobladas por el tiempo que hacía que lo tenía.

 

-- Yo lo encontré por casualidad en un vertedero, junto a muchos más libros, cuando era aún una jovenzuela y caminaba por los pueblos de Asturias, en España, haciendo de saltimbanqui por unas monedas. -- Hablaba más para mí, recordando, que para ella. -- Era una época como la de ahora, recuerdo que preparaban hogueras para San Juan y algún desalmado había tirado cientos de libros al montón para que ardieran.

 

Mis ojos se hicieron algo más pequeños.

 

-- En aquella época, no teníamos nada, éramos titiriteros ambulantes y sólo podíamos llevar lo que nos cupiera en nuestros bolsillos. Yo era muy joven para conocer la magia, aunque sabía hacer pequeñas cositas y siempre a solas. Así, tuve que elegir un libro de todo aquel momento y tomé este. Lo llevé todo aquel verano en el bolsillo de un chaleco-cazadora de color gris.... Ay que ver qué tiempos...

 

Suspiré. Seguro que estaba aburriendo a la clienta.

 

-- Bueno, ¿te lo llevas? Si quieres, puedes leerlo en la biblioteca, si eres como intuyo, una amante de la buena literatura romántica. Ay, ese señor Darcy, como le odié cuando llamó fea a Elizabeth Bennet...

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