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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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Mi rostro floreció con una sonrisa que, quien me conoce, sabe que sólo aflora en las ocasiones que quiero liberar el mal genio contra indeseables. Esa sonrisa traicionera que no dice “qué bien me lo paso” sino “qué bien me lo voy a pasar como te propases un gramito más con mi familia”.

 

Porque para mí era muy importante el concepto de familia; fuéramos como fuéramos, más malos o más buenos, con nuestros más y nuestros menos, éramos miembros de la misma familia y nos protegíamos entre nosotros.

 

Y no iba a permitir que un bribón entrara en la tienda a perturbar a mi sobrina Valentine. Agradecí el apoyo de Xell, quien se puso a su lado para mostrar también su apoyo a su hermana.

 

-- Agradezca que estoy de buenas, en otro momento sí le habría dado muestras de una actitud agresiva. Esta ha sido cordial y modosita para lo que se merecía. Si llega a conocer a su madre, ahora mismo está colgando de la lámpara del techo boca abajo.

 

Cualquier extraño que se permita tocar y besar a una chiquilla a los cinco minutos de haberla conocido, se merecía esa actitud y una mucho más contundente.

 

-- Dejaré pasar sus palabras de desagravio que sólo pretenden una salida digna de alguien que ha sido pillado en error. Es de necios intentar defenderse con palabras reflexivas cuando su actitud ha sido de mala calaña. La entrada aquí le ha sido vetada y espero que no se le ocurra acercarse a ninguna de mis sobrinas. Puede que conozca a mis mascotas del Circo si me entero de que lo ha hecho.

 

Sonreí a Xell cuando le dio un manotazo. El desaprensivo pretendía besarla de nuevo. Aspiré aire y lo solté poco a poco. Me las había visto con gente de peor calaña y seguía viva, así que podría con un tipejo como aquel como le pusiera un dedo encima.

 

-- Has de madurar, Valent -- me giré hacia mi sobrina. -- Has de saber ver cuándo vienen a…

 

Pero entonces sentí barritar a un animal. Abrí los ojos.

 

-- ¡¡Un elifante!! ¿Lo habéis oído?

 

No sé si fue mi chillido u otra cosa lo que hizo que Kriss se cayera al suelo.

 

-- ¡Demonios! Si te encuentra mal te llevo a la clínica. Está aquí al lado.

 

Y no sabía si mirar a la muchacha, que intentaba recoger los libros caídos, o buscar el libro del Elifante que había oído. Debía de estar cerca.

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¿De qué estaba hablando mi tía? ¿De un elifante? ¿Qué era eso?

 

Mi mirada parecía muy aturdida, aunque ahora yo quería preocuparme de la chica que se había caído. Pero parecía que no le había pasado nada, ya que estaba recogiendo los libros que habían caído al suelo.

 

- No, tranquila, ya me encargo yo - le dije, sacando la varita.

 

Pero Sagis ya estaba ayudándole, a mano. ¿Para qué le servía la varita? A veces hasta dudaba que supiera usarla, hasta que la veía con ella en la mano. Pero solía ser momentos de gran tensión, era mejor que no desenfundara su varita, porque solía ser cuando estaba muy enfadada.

 

- Oye, tía - le pregunté cuando terminamos de poner todos los libros en otra hilera interminable hacia el techo. - ¿Qué es eso de un elifante?

 

Me preocupaba que mi tía se volviera loca en nuestro local. Pero a la vez, siempre me sorprendía con sus conocimientos, así que antes de llevarla a mi mami para que la ingresara en San Mungo, que nos contara.

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¿Pero qué le enseñaban a las crías en la Academia, hoy en día? ¿Dos chicas en el mismo día que no conocía lo que era un elifante?

 

-- Vamos, Xell, no puede ser que hables en serio... Un Elifante es... ¿Ves? Esto es un Elifante, aunque es un grabado antiguo. Ahora no soy capaz de encontrar ni uno.

 

Meneé la cabeza, aturdida. Me costaba tanto que no supieran de animales. ¿Qué tipo de clase era la de Criaturas si no les enseñaban animales antiguos?

 

-- Se dice que no existen, pero sé que hay libros antiquísimos que hablan de ello, y sé que tienes uno guardado por aquí, lo sé... A ver si lo encuentro.

 

Vale, ahora parecía algo loca. Pero los que me conocían sabían que yo tenía un gran afán por los animales. Todo bicho raro acababa en mi Circo. Sonreí con carita boba mirándole a los ojos.

 

-- ¿Me ayudas a encontrar el libro que te digo? Lo he oído barruntar hace un momento.

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Me dio un libro con un grabado antiguo y un sermón por mis nulos conocimientos de criaturas.

 

- Tía... Pero eso es un dibujo fantástico, ahí pone que es una leyenda de un autor muggle...

 

Ahora me daba cuenta que la tía sufría de estrés. Se creía cuentos infantiles muggles, demasiado tiempo con ellos. Tenía que seguirle la corriente, la pobre, al menos hasta que se lo contara a Reena y ella la mandara a la clínica o al hospital, donde un sanador la cuidara y le diera una medicina que le hiciera olvidar a los elifantes.

 

- Claro, tía, claro... Un elifante... Sí... Yo también quisiera encontrar uno... Quedaría muy bonito en tu circo, tía...

 

Miré a la clientela, era mejor alejarla de ellos, por si acaso les mordía. No era buena imagen para el negocio.

 

- Mira, tía, yo creo que el libro que barruntó estaba allá arriba, en el primer piso, el de los libros peligrosos.

 

Y a la vez que le decía eso respingué al darme cuenta de lo que había dicho. La sacaba de un lugar para meterla en otro más peligroso. A saber qué podía encontrar en los libros prohibidos.

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¿Xell usaba la táctica de darme la razón, como a los locos? Sí, parecía que sí... Pero al menos me dio una pista del lugar en el que podía estar aquel libro que buscaba.

 

-- Primer piso, libros peligrosos.

 

Sonreí, mirando su mueca de espanto al darse cuenta de lo que había dicho. Aquel lugar era muy tentador y pocas personas tenían acceso allá. Y ella acababa de dejarme al señalarlo. El lugar ahora me reconocía como persona autorizada a toquetear esos libros y no sonaría ninguna alarma si eso sucedía.

 

-- Gracias, sobrina.

 

Y la dejé allá, junto al resto de clientes, y subí la escalera que llevaba a la primera planta. El lugar era algo más oscuro que la parte de abajo y pensé que tal vez deberíamos subir unas velas por allá. Sin embargo, para mi sorpresa, cada vez que avanzaba, la estantería a la que me acercaba se iluminaba un poco más que el resto.

 

-- Caray, qué magia más bien usada... Debe de ser una adaptación de un lumus...

 

Ojeé los libros primeros que encontré. Sus títulos no me indicaban nada de que se acercara a lo que buscara. Después miré a los lados, desalentada. Demasiados libros para buscar uno por uno... ¿Cómo podía encontrar al elifante dichoso sin pasar una eternidad en la librería?

 

-- Vamos, vamos... En algún sitio has de estar... -- murmuré, enojada.

 

Aquella búsqueda era peor que la del famoso Santo Grial.

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Elfina Taga.

 

La ama Reena me había mandado a la librería con la escusa de llevarle un cartel para la entrada, ese que le había preparado en secreto durante algunas de esas noches de insomnio por las que había terminado en la clínica, pero yo sabía bien el porqué era que me mandaba a mi personalmente. No me gustaba que interfiriera en mis asuntos, pero debía obedecer.

 

Entré por la puerta y rápidamente a la nariz me llegó el típico olor de los libros, sin adentrarme mucho me aclaré la voz y esperé a que la niña Xell se acercara.

 

-Buenos días, ¿La dueña por favor?

 

Estaba con clientes era evidente y no se me pasó por alto ver que Sagitas pasaba por mi lado rumbo a una escalera. Pero yo permanecí al lado de la puerta, a la espera de que la hija de mi ama se me acercara.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Tía Sagis corrió hacia el lugar indicado y la seguí hacia allá con la mirada, preocupada, muy preocupada. Dudé si seguirla o no, ¿Sagis necesitaría ayuda?

 

Pero sentí el carraspeo de un cliente y decidí que lo primero era el negocio. Tía Sagis podría apañárselas sola. Vi a la elfina de la familia y me acerqué a ella.

 

- Hola, Taga. ¿Qué haces en la Librería? ¿Te manda mami?

 

La elfina parecía mirar a todas partes y esperaba que encontrara lo que buscaba. Así que le animé a hablar, poniendo una mano en su hombro.

 

- Si buscas algo concreto, creo que puse en orden la mitad de los libros que vendemos. Seguro que recuerdo si tengo el que buscas.

 

Porque debía de ser un libro, ¿para qué otra cosa iba a venir a una librería?

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Nunca había tenido la oportunidad de visitar el negocio de mi querida hija Xell, aunque no faltara la ocasión ya que me interesan muchísimo las Obras Escritas, tanto para entretenerme como para informarme e instruirme; pero en aquella ocasión me llevaba a su Local la Tarea de llevarle lo necesario como para concretar lo referente a el Evento que habían preparado en el DAMyC. Al entrar por las puertas del Local

 

-¡Hola hija!, ¿como te encuentras el día de hoy?-

 

 

Lo decia al verla mientras ella estaba hablando al parecer con Taga la Elfina de su Madre y mi esposa adorada

 

 

-¡Hola para ti también Taga, hace mucho que no te veo y se debe a que mis Comisiones Ministeriales me tienen..... digamos atareado, pero me alegro de verte Amiga!-

 

 

Lo dije algo colorado porque no en su totalidad era cierto ya que como ella debería saber estaríamos en ciertos momentos algo perdidos con su queridicima Ama en intimidad y pasándolo sensacionalmente...... Componiendome algo y retirando la sonrisa picara de mi cara para suavizarla tratando de que parezca más ''Paterna''

 

 

-¡Disculpa mi dispersión momentaña!-, acercandome a ella para besarla en su frente y luego continuar, -pero en realidad venia por aquí para poder terminar de realizar lo prometido para poder concretar el que ya forman parte del Evento-

 

 

Y mientras esperaba que respondiera un sonido desde el 1º piso llamo mi atención llegando a ver a Sagis rebuscando en las estanterías, en cuanto se desocupe tal vez le preguntaría que tan importante era lo que le había llevado alli, si ella lo deseaba contar claro, pense mientras la observaba con una sonrisa de complicidad y curiosidad.

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Sentí la voz de mi padre y mi corazón bailó de alegría. ¡Ay, cuánto tiempo hacía que no le veía! Por lo menos de la boda. Y nunca había venido a la librería. Salté de alegría y casi piso a Taga.

 

- ¡Me encuentro muy feliz, papi!

 

Me tiré a sus brazos, padre siempre me hacía sentir así, alegre. Estaba segura que hacía muy feliz a mi madre Reena y eso para mí era mucho más que suficiente para sentir que éramos una gran familia.

 

Él me dio un beso en la frente y me sentí chiquita, como si fuera una niña pequeña con su padre, a quien va a sacar de paseo.

 

- ¿Vienes por el evento? Ah, sí, que lo apunté antes de irme, le di el papel a Babila y no sabía si lo habían aceptado.

 

Esa noticia también me encantaba. Me hacía feliz.

 

- ¿Me traes entonces el Aprobado? Ya sé como funciona. Yo antes estuve entregando la documentación en otro de los negocios participantes.

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Cuando llevaba un buen rato en el primer estante casi me pongo a patalear. No había manera. Sabía que aquello iba a ser muy latoso, no había manera de encontrar el dichoso libro. Desistí. No me daba la gana de perder mi tiempo en la búsqueda de un libro que no existía.

 

Le di la espalda a la estantería y miré hacia abajo. Xell era fácilmente identificable, ya que su pelo rubio casi parecía oro. Hablaba con una elfina, pero desde el primer piso no sabía quien era. Al instante vi la cabellera grisácea de mi hermano y le saludé:

 

-- ¡Eh, Kevin, Kevin!

 

Pero mi hermano le estaba dando un beso a mi sobrina. Sonreí. Ay, qué tierno, eso de tener una familia tan bonita. Me dio algo de envidia, pero yo pronto tendría a mi marido cerca, él también besaría a sus hijos. Bueno, los atravesaría en el intento.

 

Empecé a bajar cuando sentí que barruntaba un elifante.

 

¡¡Un elifante!!

 

Abandoné la idea de reunirme con ellos y di media vuelta. Allá estaba lo que buscaba. Y lo iba a encontrar.

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