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✿.。.:*El refugio Mágico*.:。✿* (MM B: 102601)


Helene Eloise Bellerose
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Freya - Elfina personal de Pandora Stark

 

La caja que en esos momentos era el tema de interés tanto de la otra elfina como el mago que tenía al lado, atrajo su curiosidad, sin embargo aquella elfina le parecía demasiado ilusa. Después de todo era obvio que aun tratándose de un vándalo, o más bien si así fuera, no iba a decirle con desparpajo que era una mala persona y que se cuidara de ella. Al contrario, era una cuestión tan obvia, que Freya sintió deseos de alejarse un par de pasos de ambos, pero se contuvo. Sus modales podían contra todo.

 

-Disculpen la pregunta -indicó luego de esperar y notar que ninguno de los dos parecía haberse inmutado del todo por su presencia y dado que aun estaban concentrados en la caja- ¿llevan esperando aquí mucho tiempo? Es preciso que ingrese cuanto antes y si no es por aquí quizá por otro medio. Así que no me iría mal saber cuánto voy a tener que esperar.

 

Le pareció una pregunta lo suficientemente neutral como para compartirla. Después de todo, no podía revelar el hecho de que estaba dispuesta a tirar la puerta abajo o colarse por una ventana o por una entrada trasera de ser necesario, con tal de buscar por cada rincón a su ama.

 

Pandora Stark

 

La voz de Mordred pareció acudir desde muy lejos.

 

-Estas sufriendo, Pandora. Te estas muriendo pero tu no puedes morir.

 

Parecía haber transcurrido horas desde que su varita había caído al suelo, su respiración andaba entrecortada, su brazo colgando de un lado de la cama y sus labios resecos de sed. Stark empezaba a cuestionarse su propia inmortalidad. De no haber sido vampira probablemente ya habría estado muerta o eso era lo que podía suponer.

 

La mejor decisión hubiera sido marchar hacia San Mungo pero ya no podía moverse siquiera. Estaba totalmente a merced del viento que entraba a raudales por la ventana y el espíritu que se oía cada vez más preocupado, en su cabeza, con cada minuto que pasaba.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Adryanie

 

Estaba de pie frente aquel lugar. Ya había estado allí varias veces, de hecho se acordaba que la última vez había sido hace poco claro, era con otros planes que iba en aquel entonces que era situación de pelea con unos mortífagos que habían decidido atacar a uno de sus compañeros y ella fielmente por supuesto fue a defenderlo.

 

Luego de pensarlo tan solo unos minutos, dio un paso al frente para hacer un paseo matutino por aquel reciento. e hecho le encantaba ese lugar era muy diferente a todos los demás locales que se encontraban en el Callejón; aquel era muy hogareño, le hacía sentir a las personas como si se encontrasen en casa, con sus paredes blancas y tejas color marrón que adornaban sus techos y uno que otro adorno y plantas que hacían que se le diera el toque aún más cálido.

 

Su vestimenta de aquel día era bastante sencilla, hasta parecía que iba en pijama; una blusa y pantalón blancos holgados caían sobre su delgado cuerpo. Tomó el pomo de la puerta y entró. Esperó unos segundos a que alguien decidiera atenderle pero de primara instancia no vio a nadie.

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Duendecillo Travieso

Editado por Adr.
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Cuando le estaba ofreciendo ayuda a la primera Elfina, hizo aparición otra criatura semejante. Al parecer estaba allí para buscar a alguien y nos preguntó si hacía mucho tiempo que estábamos esperando allí. Sonreí ante las dos Elfinas. Eran iguales a las que vivían en la Mansión Gryffindor. Y aunque éstas se preocuparan de verdad me agradaba saber que todos les hacían caso a sus amos. Aquel dejo de duda que tenía por saber si la podía ayudar me parecía tierno.

 

Estoy seguro que si fuera un ladrón, ya te hubiera desmayado y te hubiera quitado la caja. ¿No crees? —le dirigí una pequeña sonrisa. No quería que se asustara o se pensara que la estaba engañando. Tampoco quería que supiera que sabía leer la mente de cualquier persona o criatura. Le daba a entender que aquel silencio y su duda me habían llevado a aquella conclusión—. Yo me considero alguien confiable. Y sé como demostrártelo.

 

La pequeña Elfina aún no había soltado para nada la caja que había traído tras sus pequeños pasos. Aprovechando aquello, moví mi varita para hacer levitar a la Elfina con la caja incluida. Ambas se vieron levantadas del suelo con un movimiento muy despacio. Giré mi varita y las guié hacia dentro del local. A unos pocos pasos, las volví a dejar en el suelo, mientras que la segunda Elfina nos seguía. Esperaba que no se hubiera asustado. La había ayudado y a la vez, le había demostrado que no era ningún ladrón. Tras de nosotros entró mi nieta Adryanie.

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Editado por Elvis F. Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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—Lulú —Madeleine alzó la voz, cuando llegó al Refugio Mágico. Cargaba otra caja como la que su elfina había empujado al local, aunque más grande y un poco más cargada de lo que fuera que planeara transportar aquella tarde—, ¿qué haces acá? —preguntó, pero al parecer no fue escuchada. Elvis, su abuelo, se dirigía a Lucy y a Freya; se preguntaba si la presencia de la última significaba que Pandora estaba cerca.

Lucy prestaba atención con enormes ojos expectantes a las palabras del mago. El discurso le pareció bastante convincente y honesto, por lo que le sonrió de vuelta, sin darse cuenta de que su ama estaba a las espaldas del grupo. Cuando la caja entre sus brazos comenzó a levitar, junto con ella, la elfina se trepó en ella hasta sentarse en la parte alta. Emocionada, le hizo una seña a Freya para que los siguiera dentro del local, sin darse cuenta de que tanto su comportamiento como sus preguntas resultaban nerviosos.

Con el mismo desenfado, Madeleine se encogió de hombros y, luego de Adry, entró al negocio. Como de costumbre, su indumentaria parecían la de un chico en lugar de la de una señorita; usaba una holgada sudadera gris, unos vaqueros oscuros, y tenis rojos manchados y desgastados por el constante uso. Ya que no había trabajo en San Mungo, pensó que sería una buena idea ayudar a su elfina en lo que planeaba para el Refugio Mágico. Si bien se había desligado de aquella sociedad, le seguía teniendo cierto cariño al negocio.

—Buenas tardes —saludó, mientras dejaba su caja junto a la que Lucy había llevado. Le dio una palmadita en la espalda a su elfina antes de levantar la vista a sus compañeros—. No recordaba que el Refugio fuese tan concurrido —comentó con honestidad—. Uhm... Freya, ¿qué haces acá? —preguntó, sin importarle lo abrupto que pudiera parecer el cambio de tema. De verdad quería saberlo— ¿Pandora te envió con algún recado, o ella está aquí?

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Editado por Madeleine Rambaldi G.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Freya - Elfina personal de Pandora Stark

 

Gracias al mago que había abierto la entrada, pudo pasar velozmente a través del recibidor justo detrás de él. Aunque intentaron detenerla cuando quiso ir m{as allá de eso, los elfos por supuesto, se limitó a preguntar si es que una bruja se había instalado recientemente en el lugar. Nadie pareció querer darle razón y uno que otro elfo quisieron tomarle primero los datos. La elfina tuvo que aguardar pacientemente a que eso sucediera con el corazón desbocado pensando, con un fatal presentimiento, de que estaba perdiendo el tiempo.

 

Mientras tanto, el mago había ayudado a aquella inocente elfina, por no calificarla de manera más cruel. Y la señorita Madeleine llegó al lugar con una caja similar a la de su elfina. Freya se sintió ligeramente indignada de enterarse que la hija de su ama era servida por una criatura a la que no consideraba lo suficientemente competente.

 

-Pues, señorita verá... -fue todo lo que la elfina fue capaz de decir delante de tantos individuos- yo que la señorita está aquí.

 

Con aquello, Freya consideraba, era perfectamente entendible que su ama no la esperaba. De hecho, no entendía qué era lo que sucedía. Sólo podía esperar que la hija de su ama notara la preocupación que dejaba relucir su mirada, puesto que no se atrevía a decir nada más al respecto, por temor de agrandar un tema y soltar malas noticias. Su ama siempre había censurado que ella, según lo que ella consideraba, sobreexpusiera o exagerara las cosas. Así, la elfina hizo una profunda reverencia hacia Madeleine.

 

-Freya debe retirarse a buscar a su ama. Con permiso.

 

Haciendo una reverencia menos pronunciada hacia el otro señor y ningún tipo de deferencia para con la otra elfina, se retiró a buena velocidad de allí. Su intención era buscar de cuarto en cuarto y así lo hizo. Estuvo a punto de rendirse cuando abrió la puerta de una pareja que parecía sumamente enojada por el hecho de que invadiesen su privacidad, hasta que...

 

Freya soltó un agudo grito que reverberó en las paredes de las estancias posteriores, cuando vio a su ama tendida en la cama y apenas consciente. Su varita había caído al suelo, sus ojos blanqueaban cada dos por tres y en cuanto la vio apenas soltó un débil gemido, indicando que le molestaba haber sido descubierta. Pandora volvió la espalda hacia su elfina así como a la puerta y, hecha un ovillo, intentó echarla de forma débil y poco convincente, apenas audible.

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Aryni Cohen

 

La vida no era fácil para una persona como ella, necesitaba sentirse más a gusto consigo misma. El trabajo que le fue ofrecido era de gran ayuda para sobrevivir en esa ciudad tan ajetreada como lo era Londres. A pesar de que se quedaba varios días internada en esa reserva. La pelinegra solo quería seguir avanzando en sus estudios, no los terminó.

 

La chica estaba de compras, seguía buscando ciertos artículos para luego partir a la isla. Después de hacer su trabajo, y aunque tuviera un lugar donde dormir allá, no era lo suficiente para sentir un alivio. Necesitaba relajarse más, quitarse las preocupaciones de encima, y volver con esas energías renovadas.

 

Encontró un nombre curioso y quiso verlo por dentro.

 

- Espero que no se demore el servicio - se dijo entrando al sitio.

 

Miró el interior del lugar, no solo el ambiente era cálido, inclusive la decoración era tan linda que muchas veces pensaba porqué no adornaban mejor la cabaña donde trabajaba. Eso la hizo sonreír, porque al volver le llevaría ciertos colgantes para ponerla a tono con las fiestas decembrinas.

 

- Buen día - saludó la chica al acercarse al mostrador - ¿Me pueden atender? - preguntó la chica Cohen.

 

 

 

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No podía decidir si ir o no al refugio Mágico; no deseaba encontrarse con lo que la esperaba allí pero sí lo postergaba se arrepentiría. Sin embargo, no se hallaba capaz de superarlo, ni ahora ni después.

Solo había escuchado un rumor pero la palabra de su elfo nunca le había fallado.

 

<< -¿Estas seguro, Magnus?- dijo la nívea mientas caía al suelo palidecida. El elfo asintió.

-Magnus, ha escuchado entre susurros a la elfina de la señora, cuando fui por las cosas de la Señorita a la mansión.- Para ese instante Rose ya estaba llorando entre sus piernas. >>

 

Ese simple recuerdo, marcaba cada segundo de su existencia desde ese momento. Tenía que salir de las dudas, tenia que negar ella misma aquel desagradable rumor. Sin embargo, todo estaba en su contra, la mansión Stark había cerrado y sin darse a conocer explicaciones por ninguno de los dos patriarcas.

 

-Ya estas aquí... es cuestión de preguntar. - se dijo a si misma al encontrarse en la entrada de la posada; el clima estaba cambiando, cada vez hacia mas frío pero la temperatura era lo que menos le importaba a Rose, incluso llevaba un vestido aquamarina de tirantes y varias capas por encima de las rodillas, sin percatarse del gélido ambiente.

 

Entró a la estancia y de inmediato fue hacia la recepcionista.

- Dis..disculpe. Busco a Pandora Stark. -habló despacio pensando en cada una de las palabras que iba a decir- ¿Tiene algún ocupante con ese nombre?

Editado por Rose V.Walker

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Xenix, elfo encargado de la recepción

 

Habían sido días ajetreados en el refugio, y el elfo se sentía impotente sobre todo porque no había podido estar presente para ayudar. Víctima de una enfermedad, se había visto obligado a quedarse en casa recuperándose de su malestar, sin poder atender a los huéspedes ni hacer la limpieza. Windy lo había llevado todo, o casi todo ella sola, pero él se sentía impotente y aquello le hacía volverse un poco irritable.

¿Gripe? no lo sabía, el caso era que tenía la nariz roja, y estornudaba pompas de jabón de vez en cuando. No, no se había bebido un bote de jabón líquido, pero lo parecía. Restableciéndose por vez primera desde aquella semana de reposo, su entusiasmo era casi exagerado, sin embargo todavía no estaba curado, del todo.

Se dirigió a su escritorio, pequeñito "tamaño elfo", y se sorprendió encontrar a dos brujas junto a él, esperando ser atendidas. Se apresuró entonces a hacer su trabajo, un poco irritado -y aliviado a la vez- de que Windy no se hubiese hecho cargo de la situación.

 

Buenos días y bienvenidas sean al Refugio Mágico, el asilo el peregrino. Mi nombre es Xenix, ¿en qué puede Xenix ayudarles?


Ambas brujas se dispusieron entonces a realizar sus diferentes solicitudes, una de las cuales consistía en buscar a un huésped. El elfo tomó entre sus manos el pesado libro, y lo abrió, revisando con cuidado y con detalle, encontrando finalmente el nombre que le había sido solicitado.

 

Sí, la señorita Stark se encuentra hospedada desde hace unos días en el Refugio. ¿Desea que Xenix la comunique a su habitación?

La recordaba, recordaba que había entrado en mal estado, quizás incluso un poco herida. Xenix había aprendido a no preguntar y no meterse en los asuntos de los huéspedes desde la última vez... intentó no pensar en eso. Sin embargo, desconocía si la bruja seguía en su habitación, pues había registrado su ingreso, más no tenía constancia que hubiese abandonado el resort.

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Adryanie

 

Al fin pudo divisar a gente conocida. Era curioso como los lugares de la orden se encontraban siempre presentes miembros de la misma. A los miembros de la orden les gustaba ayudarse unos a otros como era costumbre y visitar sus negocios o se quedaba atrás, aunque curiosamente también siempre se encontraban los mismos. Su abuelo estaba hablando con una elfina, parecía más una discusión y quiso acercarse a ver que pasaba.

 

-Abuelo, hola ¿Pasa algo?

 

Dijo mirando a ala elfina y posteriormente a su madre Madeleine que también se encontraba por ahi y como siempre mirándola con algo de desprecio. Conocía a su madre y sabía que su actitud maternal no era la mejor, pero también sabía que no era de las que apoyaban su decisión de vestirse como si hubiese salido de un basurero, pero poco le importaba no era siempre que se vestía así, y si qu era así que más daba. La miró por unos segundos esperando que entendiese lo que pensaba y miró de nuevo a Elvis, aunque ya la elfina se había ido.

 

-Que rara aquella elfina ¿No?

 

A los pocos minutos entró una nueva cliente, era increíble lo rápido que se llenaba el lugar. cuando entró no vio a mucha gente y ahora estaba abarrotado.

 

-Bueno ya que todos estamos aquí deberíamos hacer algo ¿No?

Editado por Adr.
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-Vete -fue capaz de articular Stark con claridad.

 

La elfina, anclada en la puerta chillando no iba a serle de ninguna ayuda. La mujer era medianamente consciente de ello. Sus sentidos habían disminuido ostensiblemente mientras los sonidos del exterior parecían cobrar importancia. El agua deslizándose plácidamente por la superficie del lago y el sonido inequívoco de una gotera que oradaba un cúmulo de plantas. Sonidos que en otro momento hubieran resultado insignificantes en esos momentos refrescaban su memoria, con las razones por las cuales se hallaba allí y lo que se avecinaba.

 

Quería estar sola, para poder entregarse a sus pensamientos en paz. Mordred no cesaba de cantar y a ratos, parecía tan moribundo como ella misma. Su brazo aun yacía extendido sobre las sábanas blancas y su vestido a media pierna estaba ligeramente húmedo a causa de la sangre que empapaba el traje como si fuese sudor. Se estaba muriendo, y en su inmortalidad, no entendía el porqué. El espíritu en su interior empezó a cantar un aria serena, con voz pura y límpida, desprovista de todo rencor y cargada de dolor. Su alma pareció fragmentarse bajo la influencia del sonido y Pandora cerró los ojos para mitigar aquel dolor insondable.

 

El eco de las voces pareció acrecentarse, lejos, muy lejos de allí. Pandora se apretó más contra la superficie tibia de su cama, encogiéndose aun más en aquella posición tan vulnerable, que se había obligado a adoptar a causa de la pérdida de sus fuerzas. Notó que su elfina empezaba a pedir ayuda a gritos e intentó buscar la varita para hechizarla de ser necesario; había olvidado que la había dejado caer al suelo minutos antes, a causa de la debilidad que sentía en cada parte de su cuerpo.

 

Tratando de sacar fuerzas de donde no había nada, empujó el pecho de la criatura débilmente, echándola lo mejor que podía. No era consciente del preocupante espectáculo que representaba a ojos de ese alguien que la acompañaba y estaba dispuesta a interpretar el más mínimo gesto para recibir sus órdenes, pero que en ese momento tan crucial, se revelaba. Con los labios resecos, balbució la única orden que se le ocurrió que pudiese aceptar.

 

>>Cierra la puerta<<

 

Sorprendentemente, la elfina lo hizo en el acto. Lo que, por otro lado, no impidió que Pandora alcanzara a escuchar algo parecido a un golpeteo, acudiendo raudo por el pasillo.

Editado por Pandora Stark

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