Sagitas E. Potter Blue

EL CAMPAMENTO DE LOS TEJONES PERDIDOS - Cap. 1

Cap. 1: LA LLEGADA AL CAMPAMENTO

El sol había machacado todo el día los jardines de la casa. Era inevitable sentirlo, en pleno mes de agosto, pues su presencia había sorprendido a todos los habitantes de la ciudad de Londres y los hacía refugiarse en centros comerciales o en lugares de espectáculos y en el interior de las casas, donde los aires acondicionados ayudaban a soportar esas altas temperaturas a las que no estaban acostumbrados.

Era por ello que la llegada masiva de chicos y chicas a Grimmauld Place estaba pasando desapercibida para los muggles que vivían en esta plaza. En realidad ni siquiera sospechaban que una mansión de la calle acogía los Campamentos de Verano del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Es más, nadie se había preocupado de conocer la particularidad de que en aquella calle hubiera desaparecido el número 12, y las casas 11 y 13 fueran colindantes. Era una rareza que habían admitido y no habían vuelto a ocuparse de ello, porque en realidad esa peculiaridad había sido mágicamente alterada para ser indetectable y ningún muggle se sentía atraído por ese hecho más de un instante mínimo antes de recordar algún hecho más interesante que hacer.

Pero el número 12 de Grimmauld Place estaba siendo visitado por muchos estudiantes que habían acabado el colegio y que estarían ocupados durante esos tres meses hasta empezar el nuevo curso en actividades más lúdicas. El mundo mágico brindaba la oportunidad de seguir manteniendo el contacto con los amigos, la escuela ofrecía a las familias un lugar donde dejar a los chicos durante un tiempo que variaba entre una semana a los tres meses. Por supuesto la escuela no favorecía estancias tan largas, pero había familias realmente necesitadas que por trabajo debían dejar a sus hijos en un lugar adecuado mientras estaban fuera del país.

La mansión había sido cedida por un mago muy importante de la comunidad que la había heredado de un padrino a quien conoció poco pero de forma muy intensa. Cuando, tras la famosa Batalla de Hogwarts en la que fue destruido el mago más malvado de la historia, el conocido como Lord Voldemort, el dueño de la mansión Black la cedió al colegio para que hicieran el uso adecuado a aquel lugar que le traía tan grandes y amargos recuerdos. Desde entonces, y tras una serie de remodelaciones, la casa inmarcable e irreconocible para los muggles situada en el número 12 de Grimmauld Place servía como Campamento de Verano del Colegio.

Muchos de los muchachos que entraban por la calle parecían un poco decepcionados porque ese jardincito destartalado y esa puerta de madera ruinosa, de aldaba en forma de serpiente según una moda muy antigua que hacía años que no se veía pudiesen albergar unos campamentos con dormitorios de alto standing, piscina climatizada, un hermoso lago rodeado de naturaleza donde podrían practicar deportes de remo y con una zona de juegos a su orilla, biblioteca para los que traían alguna asignatura suspendida y muchas actividades para celebrar al aire libre. Cuando entraban en el interior un gran cuadro de la antigua Sra. Black, Walpurga Black, les recibía con multitud de improperios y palabras altisonantes que les hacía desear dar media vuelta y salir corriendo en busca de sus progenitores.

Ese recibimiento era generalizado para todos los que entraban porque la Sra. Black era una mujer de gran orgullo por su noble linaje, perteneciente a una gran familia de magos de sangre pura, y se siente muy enfadada por lo que ella cree que es una invasión a su intimidad y a su noble casa. A los únicos que no importunaba era a los habitantes del primer piso, que estaba destinado a ubicar a los estudiantes que en el colegio pertenecían a la Casa de Slytherin.

Y es que aunque inicialmente en los Campamentos se intentaba que todos los estudiantes compartieran la Mansión sin distinciones de Casas ni de colores, a la larga la directora McGonagall, una viejecita amable y muy distinguida, tuvo que darse por vencida y dejar que los alumnos se agruparan por las Casas que habían sido escogidas por el Sombrero Seleccionador, ya que las peleas continuadas y las rivalidades en todos los lugares amenazaban continuamente con la paz de los campamentos. Sólo hacía tres años que se había decidió a poner un pasillo para cada una de las Casas, y desde entonces un único profesor era el encargado de vigilar la Mansión Black sin problemas. Este año esa labor había recaído en la figura de la Jefa de Estudios del Colegio, la Srta. Urwen Lalaith, que había aceptado esa tarea humildemente agradecida por la confianza que le había dispensado la directora (aunque más tarde averiguó que todos los profesores se habían adelantado a buscar excusas plausibles con las que evitar ser nominados, visto el tipo de alumnado que les había tocado ese curso y que iban a acudir a los Campamentos).

Este año ese alumnado era especial, sobre todo un grupo que ya había presentado problemas durante el último trimestre del curso. No iban a tomar medidas especiales con ellos, no eran malos, pero si tenían ciertas tendencias a las travesuras y a meterse en problemas, y de arrastrar a otros alumnos, atraídos por sus malentendidas aventuras. Urwen Lalaith había sido aleccionada para que intentase tener bien ocupados a este grupito, quienes curiosamente estaban todos juntos en el cuarto piso, el destinado a la casa de los Tejones, a la Casa Hufflepuff.

Era un grupo muy variopinto, de alumnos de diferentes caracteres y de familias y países muy diferentes. Pero habían congeniado desde un principio y habían formado una unión muy grande, con uno de los valores que se potenciaban en el colegio, la amistad. Por ello cuando la Directora sugirió la dispersión del grupo, la Srta. Lalaith se opuso y dio la cara por ellos y prometió que los tendría ocupados y que ese año los campamentos serían muy interesantes porque tenía preparadas varias actividades lúdicas que impedirían a nadie meterse en líos.

Y meditaba cómo y cuándo introducir estas actividades mientras veía llegar y daba la bienvenida a los diferentes alumnos y los dirigía hacia su casa. Algunos de ellos eran la primera vez que acudían y necesitaban de ayuda para orientarse. Urwen, aunque era la única profesora del edificio, contaba con la ayuda de una tropa de elfos domésticos, algunos nativos y firmes defensores de la Mansión Black y que pertenecían fieles a su señor; otros venían directamente del vacío Colegio de Hogwarts. Todos juntos eran los encargados de la organización de los Campamentos y ella tenía una confianza enorme en el jefe de los elfos, llamado Cord, que era quien había conseguido que por fin ambos bandos trabajaran unidos y le obedecieran sin poner trabas. Los alumnos realmente despistados o con necesidades especiales eran acompañados por algunos de ellos.

En el exterior anochecía, prácticamente habían llegado todos los estudiantes de esta primera semana, que estarían ya en los dormitorios preparados y esperando lo que les deparaba el día siguiente. Urwen estaba a punto de irse a dormir a su dormitorio del primer piso, aprovechando el silencio momentáneo de la Sra. Black, que se había desgañitando toda la tarde contra los pobres chicos que se alejaban rápidamente del vestíbulo. Un golpeteo le llegó a los oídos y se fijo en la entrada de varios alumnos que se reían por algo.

-- ¡Feliz inicio de vacaciones!—les saludó. Los conocía a todos, debido a su posición de Jefa de Estudios, a todos los había tenido en algún momento en su despacho por algún motivo. Nefertaris entraba acompañada por varios elfos que llevaban con todo cuidado un montón de trajes. Urwen Lalaith sonrió. “Esta chica siempre tiene un vestido para cada situación y cada evento, siempre viste de forma muy elegante”, piensa mientras la ve pasar con sus botas violetas y oye como habla con su acompañante.

-- ¡Qué lindo me dejó el uniforme la tintorería!

Fiorella21 admiró la entrada sin hacer caso de los chillidos que daba la Sra. Black.

-- ¡Malasangre! ¡Escoria! ¡Plaga pululante por las entrañas de mi casa! ¡Fuera! ¡Fuera!

-- ¡Campamento de verano! ¡Ohh, genial! Lo que nos hacía falta tras un curso agotador…

Y ambas accedieron al traslador que les llevó directas al cuarto piso, donde se alojaban.

A su lado, Magodiportanova sonreía. Él ha llegado vestido con ropa muggle e iba comentando algo de una broma con un globo de mocos de troll que le han gastado a una de las chicas. Urwen suspiró porque ellos, Mago, Phanser y Piroman, son tres de los chicos con los que teme tener problemas, precisamente por eso, por ser tan dados a las bromas. Sonrió mecánica y le saludó con energía.

-- ¡Bienvenidos, bienvenidos todos! ¡Hola, Magodiportanova! ¡Hola, Sandris! Vas demasiado abrigada con esa polera de lana azul. Aquí hará mucho calor, espero que te hayas traído algo más ligero, ya sé que en Argentina hace frío en esta temporada, pero aquí te sobrará el cuello alto. ¡Ah, Hola, PJCurco! Bienvenido tú también, veo que te has traído la escoba nueva. ¿Vas a participar en los partidos de Quidditch que hemos preparado? Será un torneo de verano muy interesante y espero contar contigo como Buscador, lo hiciste realmente genial este año.

La profesora estaba ya cansada de recibir a los alumnos. Estaba segura que deberían estar todos. La última en llegar era Nympha_Adorada, que traía en sus manos un mapa muggle que llevaba arrugado de tanto apretujarlo.

-- ¡Profesora, buenas noches! He intentado aparecerme pero no he podido así que he ido siguiendo las instrucciones de un mapa que me mandó Phanser, y me alegro un montón de encontrarme con mis tejones. ¿Cómo iba a rechazar esta invitación? Me he encontrado a Ela en las escaleras.

Urwen las dejó pasar con un suspiro. Las dos muchachas entraron con una sonrisa de oreja a oreja con la perspectiva de pasar unos días muy amenos en los campamentos.

La profesora agitó su varita y un pergamino apareció volando desde el primer piso hacia sus manos. Era un listado de todos los estudiantes que deberían de haber entrado en la casa. Repasó uno por uno y fue comprobando que estuvieran todos. Necesitaba dar el número exacto para que en la Cocina se preparara la cena.

-- ¡A ver si los tengo a todos contabilizados! Phanser ha venido, Bruja Vieja también… He visto a Nefertaris, a Fiorella21, a Sandris-Darlis, a PJ Curco, a Fantine… ¿A Fantine?

Urwen duda por unos instantes, pero enseguida recuerda que el hada le ha dicho que este verano ha decidido intercalar su tiempo entre las prácticas de trabajo en el Ministerio de Magia y el campamento porque le era muy difícil desplazarse cada día desde México. “¡Esta chica llegará lejos!”, piensa orgullosa y señala su nombre en el listado y prosigue:

-- Aths también ha llegado y Xtrada se ha presentado con su hámster, lo que ha provocado cierto altercado con los elfos, que odian los ratones.

Urwen sonrió al recordar la escena y tomó nota de que al día siguiente debería hacer un listado de mascotas de todas las plantas. Se dirigió hacia las escaleras lóbregas que le llevaban al primer piso mientas iba señalando más nombres:

-- Piroman, Nympha_Adorada, Ela Prince, Morticia03, Juve Yakari, Niko Arkavih, Shaniz…

La profesora entró en su habitación y cerró la puerta. Con una mano se quitó la goma con la que se había recogido el cabello y tiró encima de su cama el foulard violeta que llevaba puesto.

-- Norys, Mynerva, Sagitas Potter… No he visto llegar a Sagitas.

Se levantó de la cama y se dirigió a su escritorio. Un pergamino que le llegó a última hora por lechuza le informaba de la decisión de sus padres de que se incorporaría cuanto antes al campamento. Explicaban algo inconexo sobre una cédula de inhabitabilidad del domicilio familiar y que se veían obligados a dejarla los tres meses en la Mansión Black mientras los miembros del Ministerio limpiaban la riada de mocos de troll que había inutilizado la casa.

¿Mocos de Troll? ¿Dónde había escuchado antes eso? ¿Y dónde estaría la muchacha, que aún no había llegado? Les había contestado que todos los alumnos debían de incorporarse a los Campamentos antes de las ocho de la noche, que era cuando cerrarían las puertas. Y lo había remarcado porque querían que todos sin excepción estuvieran preparados para la cena a las nueve de la noche, que sería tarde por las circunstancias de ser el primer día.

A lo lejos se sintió un clonk-clonk que iba subiendo por la escalera. La profesora Urwen se calzó rápidamente sus zapatillas de la cama y se dirigió hacia fuera mientras el sonido se iba haciendo más y más claro. Cuando llegó a la escalera alcanzó a ver una muchacha de pelo violeta con aspecto de cansancio milenario, arrastrando los pies escalón a escalón, con una mochila enorme que iba golpeando contra la piedra, y por la que asomaba el rabo de una sartén. Urwen Lalaith anotó su nombre en el pergamino y lo hizo desaparecer rumbo a las cocinas.

-- Bien, Sagitas ya ha llegado.

Y cerró la puerta mientras se cambiaba para la cena.