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Adrian Wild

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Todo lo publicado por Adrian Wild

  1. Melinda, elfina ayudante ¡Esa mujer sabía donde estaba el amito! Acababa de afirmar que Adrian necesitaría muchas cosas y que quería encontrar algo esencial para su día a día. Pero, ¿por qué no nos había dicho nada entonces, si estaba con su familia? ¿O es que era su familia la que le tenía encerrado y sin medios para comunicarse? Aunque era muy extraño, porque de ser así, ¿por qué se iba a presentar su hermana tan abiertamente en el local, sin miedo a ser descubierta? O... Quizá... ¡¿Y si esa persona que tenía delante no era en realidad su hermana?! No era algo tan alocado, sabiendo como sabía que los magos y brujas adoptaban aspectos diferentes con aquella poción de color extraño (nunca había entendido muy bien las pociones, y tampoco me había sido nunca permitido estudiar sobre ellas) y tras observar el extraño comportamiento de la mujer pelivioleta. Me quedé aún más de piedra que en el primer momento ante aquel pensamiento, mirando a la mujer con una nueva sospecha entre mis sienes. - M-Me... Melinda --logré contestar escuetamente, por temor a darle cualquier identificación extra. Me había pedido ayuda para buscar aquello que quería encontrar, pero ahora no estaba segura de que quisiera que aquella sospechosa mujer se adentrara en el despacho del amo y rebuscara entre sus cosas. - Em... Sí... La acompañaré... --Carraspeé--. Por aquí --dije haciéndole una seña con la mano para que me siguiera. Empecé a subir las escaleras dubitativa. ¿La llevaba al despacho o la distraía llevándola a otra sala y...? Tragué saliva. Se me podía caer el pelo, las muelas y hasta las manos por hacer una cosa así si al final del todo resultaba ser la hermana de verdad. Estábamos ya en la primera planta, y sentía mi corazón acelerado. Una pequeña llama de valor se encendió en mi interior. Si Bolinda tenía el coraje para hacerse cargo del negocio, yo lo tenía aún más para descubrir lo que estaba ocurriendo con Adrian. Y tenía que hacerlo, pronto. Giré los pasos hacia la puerta morada que se encontraba en uno de los laterales del recibidor. Confiaba en que aquella mujer no supiera bien la localización de todas las salas del lugar. Abrí la puerta y me quedé frente a ella, con la mano extendida hacia el interior. - Después de usted --conseguí decir con voz decidida a pesar del temblor de mis piernas. En cuanto la bruja entró, entré tras ella y cerré la puerta. No le di tiempo a reaccionar. Con un chasquido de mis dedos, un largo flexo de pie que apuntaba al control de mandos de la sala de grabació giró con fuerza, atizándole un golpe en la cabeza pelivioleta. Con otro movimiento de dedos conseguí que su cuerpo no llegara al suelo, y lo conduje levitando dentro de la cámara insonorizada, cerrando la puerta que separaba la sala de control con la cámara con llave. Todo mi cuerpo temblaba cuando senté a la mujer en una silla, atenué las luces y la até fuertemente. Allí podría interrogarla con la tranquilidad de que nadie nos escuchara. Aunque gritara. Ventajas de tener una sala de grabación. No tardó mucho en volver en sí, quizá una media hora o tres cuartos de hora. - ¿Dónde está el amito Adrian? --pregunté, impaciente y temblando por la adrenalina todavía contenida en mi interior. @ De secuestros va la cosa. Los elfos están desmadrados jajajaja
  2. Melinda, elfina ayudante Miré con ojos muy abiertos a la mujer, sin saber qué decir o hacer. Su comportamiento era aún más raro que el mío. ¿Por qué había dicho siete? Quizá aquello quería decir algo, era una pista sobre el paradero del amo. Y, ¿por qué parecía tan incómoda? ¿Acaso tenía ella algo que ver con la desaparición de Adrian? Era su hermana, seguramente sabía más que nosotros. Negué con la cabeza cuando me di cuenta que me había hecho una pregunta, mientras con el trapo que tenía todavía entre mis manos me secaba el resto de lágrimas que habían parado de brotar. ¿Qué hacía? ¿Le preguntaba sobre Adrian? Decía que venía a por algo del despacho, ¡eso era porque se lo iba a llevar al amo! - ¿Qu-qué necesita el amito Adrian? Intenté no titubear, no demostrar que presuponía que ella sabía todo y le iba a llevar algo que él le había pedido; no quería que notara la decepción y el enfado por que él no nos mantuviera informados en mi voz. - Yo también voy a su despacho... --No quería que aquello sonara raro o invasivo--. Tengo que limpiarlo --añadí. La incomodidad era demasiado pesada. Sentía que si me preguntaba algo le iba a desvelar los propósitos de Bolinda, nuestra inquietud por la estabilidad del negocio, la cantidad de pelusas que había dejado en algunos de los rincones menos frecuentados... - Si quiere puedo ayudarla a buscar lo que el amo necesita e incluso llevárselo yo misma para que usted no haga ningún esfuerzo. Buena táctica. ¿Pretendía conseguir con eso que me contase dónde estaba Adrian, por qué nos había dejado de nuevo sin decir nada?
  3. Melinda, elfina ayudante Aquello era el colmo del día. El trabajo se nos triplicaba sin la ayuda de Adrian y Wilmo y me había pasado el día limpiando sola todo el edificio para después encontrarme con Mark y Groulin conversando tranquilamente en la azotea, ver a Bolinda ingresar en una de las aulas y quedarse allí, seguramente sin hacer nada, y al pobre Saburns colocando todos los ficheros de la recepción y el despacho del amo. Y ahora, tras tener que apresurar la limpieza del despacho de Adrian por el llamado de la marimandona de Bolinda, ella, se había subido en el escenario, hinchada como un globo de autosuficiencia y egocentrismo, y pretendía hacerse con el control del local. ¡Pero qué barbaridad era aquella! No dije nada. Rechiné un poco los dientes al ver las reacciones alentadoras de Mark y Groulin y suspiré ante la pasividad de Saburns. ¿Es que nadie iba a bajar a Bolinda de su burbuja? Se creía que era más que el resto por tener un trato más cercano con Adrian, por encargarse de los archivos y el papeleo con Saburns. Iba de trabajadora, de elfina honesta y servicial, pero yo sabía bien que todo era fachada y sólo quería algo tan impuro como posicionarse al mismo nivel que los magos y brujas. ¡Menuda loca! Le tenía que bajar aquellos humos, como fuera. - ¿Y qué pretendes, firmar también los documentos por él? Mordaz. Quizá demasiado. Sentí la mirada desaprobatoria de Mark. Conocía su historia juntos, sabía que él defendería a Bolinda a toda costa, pero aún así esperaba contar con el raciocinio de alguno de ellos, del buen y discreto Saburns, por ejemplo. ¡Todos debían entender que no podíamos gestionar un lugar por un mago! - Ese es el compromiso que os estoy pidiendo --me contestó de pronto Bolinda, mirándome muy seria--. Llegado el caso, si es necesario, falsificaremos su firma, su estancia dentro del local, todo. --Aquellas palabras y la determinación implícita en ellas sí sorprendieron y asustaron a todos--. Yo daré la cara si algo se tuerce, pero Adrian nos encomendó ayudarle a mantener este negocio, y con él o sin él, eso es lo que haremos. Ahora iba de heroína. Una heroína demente. ¿Qué clase de fantasía se había montado? Bufé y me levanté del asiento. - Suerte con ello. Voy a seguir limpiando. Y sin más, abandoné la sala, dirección de nuevo al despacho de Adrian. Lo hice andando, fue un impulso, quizá por darle más dramatismo a la salida. Sí, en el fondo siempre había querido actuar en aquellos escenarios, pero jamás se me hubiera permitido. Esa era mi triste historia, siempre reprimida. Una fuerte rabia y tristeza me invadió y las lágrimas empezaron a escapárseme sin control. Me sentía sola, incomprendida en aquel lugar; en aquel mundo. Y al mismo tiempo me martirizaba por siquiera pensar que tenía derecho a sentir. Una elfina nunca podía sentir, y mucho menos dejarse arrastrar por emociones absurdas. Me daba vergüenza a mí misma en aquel momento, por eso iba con la cabeza gacha. Y así me topé con la figura de una bruja de pelos violetas en mitad de las escaleras. - Oh. Rápidamente intenté esconder mis lágrimas y mis sentimientos. Reconocía a aquella mujer, era familia de Adrian. Quizá ella sabía dónde estaba él y podía poner fin a aquel absurdo. Quizá Adrian volvía, se daba cuenta de lo que Bolinda estaba haciendo y la echaba, mandándola lejos, descorazonado por su comportamiento. Quizá la odiaba y nunca más querría saber nada de ella, y yo sería entonces su favorita. Quizá... La mujer me estaba mirando. Me quedé allí parada, incapaz de preguntarle nada.
  4. @ jajaja Ya! Justo lo comprobé y dije "o posteo ahora o me quedo sin ella" (modo maruja en rebajas ON) Vengo con algo más :3 ID: 83911 Nick (con link a la ficha): Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2019-04-14 Objeto: Tienda de Campaña Familiar Puntos: 40 P Precio: 2000 G Objeto: Tienda de Campaña Individual Puntos: 10 P Precio: 500 G Total de puntos: 50 P Total de Galeones: 2500 G *le da un beso a Zoella* Cuidado con el veneno *se va corriendo* :3
  5. ID: 83911 Nick (con link a la ficha): Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2019-04-13 Poción: Esencia de Rue Puntos: 20 P Precio: 1000 G Poción: Destilado Borra Recuerdos Puntos: 80 P Precio: 4000 G Total de puntos: 100 P Total de Galeones: 5000 G
  6. ID: 83911 Nick (con link a la ficha): Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2019-04-13 Objeto: Capa de Invisibilidad Puntos: 160 P Precio: 8000 G Objeto: Tienda de Campaña de Lujo Puntos: 80 P Precio: 4000 G Total de puntos: 240 P Total de Galeones: 12000 G
  7. Bolinda, elfina recepcionista Miraba la pantalla que se extendía como un holograma en medio del aula, hacia donde todos los asientos y mesas se dirigían formando dos semicírculos cuyos extremos permitían el tránsito hacia el interior y el exterior de aquel espacio circular creado. En ella podía verse el nuevo logo del Ars & Vita y el título "Nuevo Plan de Reestructuración y Propaganda del Ars & Vita (MEI DEI, EL NEGOCIO SE VA A PIQUE)". Sentada en una de las sillas miraba aquella portada, nostálgica, incluso había identificado algo de frustración. Pero el sentimiento que más me preocupó fue el de rencor. Se trataba del plan que Adrian había llevado a cabo cuando reestructuramos el Ars & Vita. Fueron unos meses estresantes pero para mí fue una de las épocas doradas de nuestra relación e incluso del negocio. Crecía, se renovaba y Adrian empezó a confiar tremendamente en mí. Y ahora, había vuelto a desaparecer. Sin dar ninguna señal de vida. De pronto llegaba la incertidumbre, el negocio parecía sostenerse sólo porque el edificio seguía en pie, porque lo manteníamos en pie, pero en realidad flotaba en un vacío, de gente, de magia, de arte. Me frustraba, me desesperaba, pero no podía hacer nada porque no había recibido ninguna indicación, no había programación y la poca que había dejado pautada antes de que se marchara comenzaba a desaparecer también. Volvíamos a naufragar. Estaba harta. Me dolía sentir rencor. Algunos de nosotros, por lo menos yo, le debía mucho. Él, con su desorbitada energía y bondad me había sacado de la miseria y me había dado ánimos para trabajar, siempre tratando de hacernos sentir como iguales... El repentino abandono después de esta última temporada en la que estábamos tan unidos, en la que trabajábamos como un equipo había sido un verdadero palo. El incidente de la compañía de circo rusa había sido solventado, o al menos eso era lo que Adrian me había dicho. ¡Hasta me había acostumbrado a llamarlo por su nombre! "Una elfina decente jamás debería permitirse llamar a su amo por su nombre de pila; eso implica crear una relación cercana con el humano, y eso está terminantemente prohibido", aquellas palabras resonaban en mi cabeza, aquellas que una vez había aprendido y jamás había olvidado. Y ahora estaba allí, sentada en aquel aula, sintiendo rencor por el amo que de nuevo nos había abandonado y había dejado todo a la deriva. Había dejado de ser una elfina decente. Eso me hundía aún más. - Se acabó. Con un chasquido de mis dedos la pantalla desapareció y me levanté de un salto. Había tomado una decisión. Salí del aula y busqué a mis compañeros, a todos, Mark, Groulin, Saburns y Melinda. Suponía que Wilmo estaría en la mansión de la familia, pero él siempre andaba de aquí para allá con su amo o su familia; era cierto que de vez en cuando venía a ayudarnos, pero también hacía tiempo que no se había pasado. No podía contar con él. Una vez hube congregado a todos en la sala "IL FRAGORE", me subí al escenario y anuncié mi decisión. - Compañeros, no podemos seguir a la deriva. Adrian desapareció de nuevo sin dar ninguna explicación, la programación se esta acabando y la academia está más que parada. --Notaba sus ánimos menguados, incluso su pasotismo--. Cada vez que nos abandona es lo mismo: mantenemos lo que hay programado, procuramos que todo siga igual, pero poco a poco vamos perdiendo al dirección hasta que caemos en el abismo de la incertidumbre. Pero se acabó. --Aquello pareció sorprenderles. Mi tono determinado y resuelto surtió el efecto deseado--. Cuando empezamos a trabajar aquí él nos dijo que confiaba plenamente en nosotros, en nuestra gestión. Pues bien, he decidido que voy a tomar el control y vamos a gestionar nosotros mismos el negocio. Vamos a tomar nosotros las decisiones. Las reacciones fueron variadas. Sorpresa, miedo, duda, desparobación y.... ¿Por qué Melinda me miraba así?
  8. ID del foro: 83911 Número de Comprador Frecuente: 52 Link al perfil en la Web del Magic Mall: http://magicmall.harrylatino.org/mago_detalle.php?buscar_mago=adrian+wild&button2=Ir
  9. - ¿¡QUÉ QUIERES SABER?! La descarga eléctrica del hechizo había hecho polvo mis nervios, los había alterado provocando que lanzara aquel grito desesperado para después paralizarlos por completo. Intenté mantenerme consciente, pero la electricidad llegó a mi cerebro. Desfallecí. De nuevo oscuridad. Escuchaba palabras lejanas, una carcajada que me arrinconaba y perforaba. De nuevo luz, filtrada. De nuevo palabras hirientes. Y de pronto, pétalos negros, movidos por una ráfaga de aire. Sentí mi piel erizarse incluso en la inconsciencia. Sentí que estaba lejos, muy lejos de aquella celda y vacío, muy vacío. Otra carcajada, pero esta vez no me estremeció. Los pétalos negros cayeron sobre mí y uno rozó mi mejilla. Sentí mi cuerpo colgando de aquellos grilletes. La luz se desvaneció. El pétalo también. Y con él, el dolor de todo mi cuerpo. No podía abrir los ojos, pero sentía el putrefacto olor y aquel aliento lleno de veneno, todavía frente a mí. Sin embargo, no sentí dolor físico. No sentí nada. Solo vacío. - Mi... her... mano... Fueron sonidos perdidos en un último aliento que conseguí soltar. Noté el desconcierto de los presentes, que me preguntaban por las palabras pronunciadas, que seguían apaleándome. "¿Qué dices? ¿Qué has dicho? Repítelo.". Y entre cada palabra, un corte nuevo, una descarga más. Pero no los sentía. Mi mente estaba lejos de allí, en el vacío. Entonces, escuché el susurro, la hoja cayendo, el frío de la piedra. La rabia llegó. El dolor profundo, diferente al de la sangre robada. La rabia llegó y creció. - Mi hermano... Creció, y creció más. Más confusión. Más hechizos. Más tortura. Vacío y rabia. Rabia que crecía. - Mi-her-ma-no... Susurros, una imagen, dos, tres... Rabia, confusión, vacío. Rabia. Confusión. Vacío. Descarga eléctrica. Algo en mi interior estalló. Grité por dentro hasta que no pude más y el grito salió expulsado hacia fuera. Una oleada de energía recorrió todo mi cuerpo y una onda expansiva lanzó a mis agresores contra el muro y se concentró en una brillante luz que salió disparada, filtrándose entre cada recoveco de la sala hasta desaparecer. Los cuerpos de Lázarus y sus esbirros cayeron al suelo, llegó la oscuridad absoluta, y mi cuerpo volvió a fallar, pendiendo de aquella pared, sin fuerzas restantes. Fuera de aquellos muros toda esa energía se concentró en una luz, en un destello que cruzó el cielo a toda velocidad. No paró, no se detuvo hasta llegar a su destino, presa del tiempo que corría en su contra. Cuando descendió, frente a las puertas abiertas de la Mansión Potter Black, todos pudieron contemplar a un gran lobo ártico atravesando el hall del hogar de la familia, sumida en el doloroso duelo. El patronus no habló, no miró a nadie. Alzó la mirada hacia la imagen sonriente de aquel muchacho y caminó hasta sentarse al lado de las piernas de la imponente Antara, derrotada. Apoyó el hocico en sus piernas y, con la mirada todavía clavada en la imagen móvil de Ishaya, cerró los ojos y una lágrima resbaló por el suave pelaje blanco que cubría su rostro. * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * Nunca entenderemos el por qué. Nunca sabremos la razón, aunque nos rompamos el pecho intentando hallar los pedazos. Mas vénos juntarnos y ve, que nos llenaste por siempre de alegría el corazón. Comparto la firma para todo el que la quiera usar. A todos nos ha pillado muy de imprevisto esto, así que era lo mínimo que hacer por él. Gracias por todos estos roles. LUMOS O/
  10. En las mazmorras de Lázarus Sentí el agua arrojada a mi cara. Pestilencia. No estaba ni fría del tiempo que llevaría en aquel cubo. Ni siquiera me hizo reaccionar. Lo único que pude hacer es esforzarme por mantener mi mente en la cordura y que la demencia no sobreviniese. Debía hacerlo, debía sacar el máximo de información posible. Debía saber, de alguna forma, cómo salir de allí, cómo gritar sin ser escuchado, cómo mantener las fuerzas restantes. Oí "veritaserum". Tampoco me hizo reaccionar. ¿A dónde iban los vampiros cuando las fuerzas se acababan? No cuando morían, sino cuando todo se paraba pero aquella maligna vida seguía fluyendo en su interior. ¿Acaso habría un limbo para nosotros? Unas palabritas... Me esforcé todo lo que pude por sacar el aire de mis pulmones, todavía con los ojos cerrados; no podía abrirlos. - ¿Qué necesitas saber? Las palabras salieron lentas, doloridas y musitadas. Apenas había sido un rasguño pausado en el aire, enfurecido, pero sin fuerzas. Intenté formar una sonrisa en mis resquebrajados labios, obviando el dolor y la sequedad de mi lengua. No iba a colaborar, estaba claro, pero necesitaba que hablara, rápido, antes de que la demencia volviera, antes de desfallecer. Contuve el aliento. Maldito olor a sangre.
  11. Vale, creía que aunque fueran de la gala si quedaban "restantes" se podían comprar en cualquier momento. Entonces traigo otra más :3 ID: 83911 Nick: Adrián Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2018-11-02 Objeto: Vuelapluma Puntos: 10 P Precio: 500 G Objeto: Gema de la Desaparición Puntos: 80 P Precio: 4000 G Total de puntos: 90 P Total de Galeones: 4500 G
  12. En las mazmorras de Lázarus (¿Rumanía?) ¿Cuántas veces había contado las gotas de sudor que resbalaban por encima de mis entrecerrados ojos? Estaba extenuado, me llevaban al límite de mis fuerzas, de mi resistencia. Empecé hasta a crear en mi cabeza un horario en base a las veces que venían a la celda. Normalmente venían dos veces casi seguidas, apenas con unas horas de diferencia, y en la segunda ronda era cuando Lázarus aparecía. Después, el intervalo era mucho mayor. Aquel pertenecía o a la noche o a las horas de más luz. Probablemente fuera lo segundo. Por lo menos, todavía era capaz de llevar mi mente, no sin esfuerzo, de la demencia a la lucidez. Era en esos momentos en los que intentaba por todos los medios averiguar de qué manera podía enviar un mensaje, una señal, soltar la cuerda de esa pizca de esperanza que me quedaba en que alguien me encontrase. En los momentos de demencia, me daba pánico salir de allí. ¿Quién sabía si lo que me encontraría fuera podía ser peor? Me atacaron y encerraron antes de saber si mi familia había logrado socorrer a mi hermana. ¿Y si no lo habían conseguido y estaban todos...? No tenía fuerzas ni para tirar de las cadenas. Sólo me quedaba esperar. Y lo peor era que lo único que podía esperar era la siguiente visita de aquella sombra, aquel asqueroso olor y aquella flagelante voz. En realidad una parte de mí lo deseaba; deseaba aquel enfrentamiento en el que, con su arrogacia, poco a poco me desvelara más cosas de mi padre. No había nada como acrecentar el odio para mantener a alguien con vida. Y nadie, absolutamente nadie, conocía la magnitud del odio que yo sentía hacia mi padre. Pasos. Pronto llegaría la luz. Y no hacía mucho que me habían visitado los secuaces. Intenté permanecer en el momento de lucidez que había alcanzado. Me había propuesto divertirme en el próximo enfrentamiento.
  13. ID: 83911 Nick: Adrián Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2018-10-31 Poción: Felix Felicis Puntos: 160 P Precio: 9320 G Poción: Esencia de Díctamo Puntos: 40 P Precio: 2000 G Total de puntos: 200 P Total de Galeones: 11320 G
  14. ID: 83911 Nick: Adrián Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2018-10-31 Objeto: Anteojos Alfa Puntos: 20 P Precio: 1000 G Objeto: Manzana de la Discordia Puntos: 40 P Precio: 2000 G Total de puntos: 60 P Total de Galeones: 3000 G
  15. Bolinda, en el despacho de Adrian Wild - ¿Se ha marchado sin decir nada? Solté de pronto la muñeca de la chica que llevaba presa. Aquello me extrañaba mucho. Miré atentamente los papeles que reposaban sobre la mesa y a los que hacía alusión aquel hombre ruso. No me gustaba nada aquel caballero. Sabía que tenía un acuerdo legal con mi amo y que sólo estarían un par de meses entre nosotros, pero su aspecto era... Demasiado peculiar para mi gusto. Yo prefería señoritos y señores de los de siempre, de los que siempre iban bien acicalados y gustaban de nobles quehaceres. Sí, quizá no trabajaba en el sitio adecuado para mi gusto, pero no podía elegir; el amo Adrian se había portado muy bien conmigo y con Mark. Por lo que pude desetrañar de la escena, todas las personas del Ministerio venían en busca de aquellos papeles que ahora se revelaban, para comprobar que todo estaba en regla. - Disculpen mi intervención, señoras y señores, pero no creo que puedan concluir en nada sin la presencia de mi amo, el señorito Wild --Entonces me dirigí exlusivamente a las empleadas del Ministerio--: Cualquier cosa que necesiten estoy segura que el señorito Wild volverá pronto para atenderlas, pero mientras, necesitamos que la compañía de circo empiece con su ensayo general; mañana es el estreno --¿Pero es que todavía no se habían enterado?--, y a todos nos gustaría poder descansar antes de un día tan importante. Entonces reparé en que mi mano estaba vacía. Me giré con urgencia y comprobé que la muchacha a la que había cazado minutos antes destrozando el jardín. - Pero tú te quedas conmigo abajo, en recepción, hasta que venga el amo. En ese preciso momento, otra figura, maquillada como una puerta y vestida con unas medias transparentes, un ajustado maillot blanco repleto de brillantes y unos zapatos de tacón perlados, apareció en el pasillo. La miré de arriba a abajo. Se la veía algo aturdida. ¿Había bebido? - ¡Uy, cuánta gentre! --El acento ruso era innegable--. ¿Se encuentrra aquí el dueñññño? --No parecía estar de muy buenos humos. Entonces reparó en la presencia de su jefe--. ¡Ah! Nikolay. Estás tú aquí. Más fásil. Dimito. Y dando un paso incierto y tambaleante hacia atrás, giró con mucha gracia sobre sus talones e intentó emprender la marcha lo más recta posible hacia las escaleras. Era cuestión de segundos que la "estrella" del espectáculo se estrellara escaleras abajo.
  16. Caía, caía, caía, caía... Impacto. - ¡¡AH... uch!! El sobresalto y la convulsión de todo mi cuerpo provocó que notara al mismo tiempo todas las heridas y contusiones que había en él. Los párpados me pesaban, mis piernas temblaban, cansadas de aquella posición. Todo mi cuerpo quería precipitarse al vacío que conducía a una superficie horizontal, pero aquellas cuerdas me mantenían firmemente sujeto a la pared, la misma que recorrían sin cesar toda clase de seres diminutos. Al principio, cuando todavía me podía mover sin mucho dolor, huían espantados por mis espasmos de furia, pero después, ante mi rendición inmóvil, se habían tomado el derecho de cruzar sobre mí, incluyéndome como un nuevo elemento de aquel muro que era su hogar. Yo era el intruso, no les culpaba, pero sentir las diminutas patitas pasar a veces como un rayo y a veces muy pesadamente por encima de mi boca, mis párpados o mis pies, no era nada agradable. Los sueños en los que me precipitaba al vacío eran cada vez más recurrentes. Y cada vez más recurrentes los espasmos involuntarios. Sin embargo, era mucho peor cuando las voces llegaban. Siempre las escuchaba acercarse, paulatinamente, desde el final de un pasillo que parecía conducir al centro de la Tierra. Algunas veces venían calmadas, susurraban, pero otras veces su furia era tal que no podía ni calcular la distancia a la que se encontraban, y por tanto, tampoco sabía cuán rápido llegarían las nuevas heridas. Empezaban a cuestionarme, a pedirme información sobre cosas que ni sabía o que, si sabía, empezaban a escaparse de mi cabeza. Era tal la fatiga, que mi mente estaba sumergida en un "no pensamiento" donde lo único que aparecía, en intervalos intermitentes e irregulares, era la luz de la esperanza. Todavía tenía la esperanza de que mi familia siguiera viva, de que estuviera bien y algún día, antes de que fuera demasiado tarde, viniesen a por mí. Lo había intentado todo. Zafarme de las ataduras, morderlas, morderles cuando se acercaban. Pero ellos sabían. Sabían por dónde acercarse, habían sabido cómo atarme para neutralizar mi fuerza y me quemaban. Me quemaban con un material que sólo quienes saben de vampirismo saben utilizar. Tenían un guía. Claro que lo tenían. Era la misma voz que había grabado mi cabeza horas, días, meses atras; no era capaz de dilucidar cuánto tiempo había pasado. Hubo un momento en el que dejé de contar hacia delante para contar hacia atrás. Ahora no intentaba saber cuántos días habían pasado, sino cuántos segundos más mi cuerpo podría aguantar. Lo que sí sabía era que aquella voz era la que menos aparecía, la que menos hablaba, pero cuyas órdenes eran cumplidas al instante. Y esa voz sabía, sabía mucho acerca de vampiros, había sabido cómo llevarme hasta la irracional locura que puede provocar la Sed, tentándome, obligándome a oler para jamás probar. Aquella era su tortura favorita, la más desquiciante, la más cruel. Había dejado de sentir mi lengua y mis labios. Me daban agua en porciones diminutas, la justa para mantenerme lo máximo posible, pero aquello no curaba la sequedad de mi boca, aquel ardor. Las voces vinieron. Pero esta vez casi ni susurraban. Los pasos eran firmes, pero tranquilos. El fogonazo instantáneo de una tenue luz que pronto se apagó. Siempre era igual. Una luz, muy tenue pero suficientemente fuerte para cortar toda a oscuridad de aquella sala, y después nuevamente la oscuridad. Aquella vez iba a ser peor. El silencio sepulcral me lo indicó. Hubo unos instantes de nada. Y entonces, habló esa voz, acercándose, sorbiendo mi energía: - Desfalleces, Wild. No sé ni cómo puedes llevar ese apellido en las venas. No le haces ninguna honra. Cada palabra era un siseo, un cuchillo, una imagen perturbadora en mi cabeza. Sabía que era el vampiro que me había apresado. Aquello era lo único que recordaba; aquello y su nombre, Lázarus. - Has aguantado una semana. Una semana sin decir absolutamente nada... --Pude sentir su sonrisa sardónica--. Y créeme, puedes aguantar mucho más. Pero el dolor no cesará, eso te lo aseguro. Súbitamente sentí el rápido movimiento, el aire revolverse, y su aliento pestilente humedeciendo mi rostro. - Vamos a intentarlo una vez más... --Su tono era ronco, hostil, pero impaciente--. Dime todo acerca de Sagitas. Cómo vive, su poder, sus puntos débiles. Cómo acabar con ella. Cerré los ojos entreabiertos, intentando inhalar la menor cantidad posible de aquel aliento y de aquellas palabras. Pero entonces otra voz apareció en la oscuridad, una voz irritante y sarcástica. - Cómo violarla no hace falta que nos lo digas, ya lo decubrimos nosotros. Esas risas... El estómago se me revolvió. Apreté los dientes, intentando tragar la poca saliva que mi reseca boca podía producir. No dije nada. Me apreté los labios, esperando el primer golpe. Lázarus se alejó y pude dejar de oler su podredumbre, aquella que emabana de su alma. - Excelente, tendremos a nuestro invitado durante unos cuantos días más. Recordad en darle lo mejor de la casa. Dejé de apretar los labios y cerré de nuevo los ojos, aunque tampoco sabía si los tenía muy abiertos o si en verdad permanecían cerrados. Intenté no pensar en las heridas ni en los moretones que rabiaban a lo largo y ancho de mi cuerpo y dejé que mi mente se liberara para poder recibir los nuevos golpes como algo que empezaba a ser algo rutinario. -------------------- Espero poder volver con más frecuencia, pero bueno esto es por si queréis ir moviendo la trama hacia el rescate o lo que nos inventemos. Lo ideal sería que no fuera muy fácil, que los malos se muevan con el Wild de un sitio a otro, lo que sea. @, he movido a Lázarus, lo siento, pero así ya te dejo vía libre para que podamos interactuar desde ese punto. Espero que no te importe. No sé si te comentó Sagis, pero mi idea es que Lázarus conocía al padre del Wild, que era vampiro y mortífago, un odiado, como Lázarus, y que Lázarus le revele cosas de su padre o le deje con muchas dudas para que el Wild después de todo esto quiera investigar acerca de ello. Es una cosita que quiero ir desarrollando para la trama e historia de mi personaje
  17. No tuve tiempo casi ni de retirar la cabeza del falso pozo al esuchar las palabras de Jack. Aquello estalló y fue tal el impacto que me llevé en la cabeza que todo se nubló a mi alrededor y caí a plomo varios metros más allá, en la linde del terreno. No podría decir cuánto tiempo pasó, lo único que sé es que, cuando entreabrí los ojos, un fogonazo pasó por encima de mi cabeza, rozándome la punta de la nariz que, en contacto con el fuego, me hizo dar un violento respingo. Entonces fue cuando descubrí que estaba herido, no sólo en la nariz, o en toda la cara que parecía arderme, sino en ambos muslos. Cortes. Profundos. Todavía tumbado en el suelo intenté recobrar la visión consiguiendo ver parcialmente unos metros a la redonda. No sabía dónde había ido a parar, pero lo que más me preocupó al tantear mi cuerpo era no encontra mi varita. Tenía que encontrarla desde aquella posición, pues cualquier mínimo movimiento podía acarrear otro llamarazo o el impacto de algún hechizo asesino. Esuché las voces de los defensores de la villa, y las réplicas de Xell, que parecía pelear con gran destreza a judgar por sus contraataques y la seguridad de su tono. No escuchaba a Sean, que suponía que estaría en otra parte luchando si es que había llegado hasta allí, ni tampoco a Jack. Cerré los ojos unos instantes y rogué que hubiera encontrado a Sagitas. Al volver a abrirlos deseé no haberlo hecho. Frente a mí un sádico rostro me miraba fijamente. Sonrió al verme despierto. - Vaya, vaya... Un incauto. Y sin tregua alguna, me cogió del cuello y me levantó a pulso. Aquellos momentos suspendido en el aire fueron tensos, en vistas de que poco a poco sentía como el aire dejaba de entrar en mis pulmones, pero lo verdaderamente horrible fue cuando otro me ató las extremidades y entre ambos me fueron arrastrando por medio del campo de batalla hacia el caserío. Mi cuerpo rozaba con todo lo que se encontraba en el terreno, abriendo aún más las heridas y provocándome serios traumatismos. Intenté resistir, intenté gritar, pero las fuerzas me desfalleceron antes de que pudiera siquiera planear cómo escapar. Caí en el vacío y lo único que logré sentir era cómo las manos que me arrastraban cesaban su tracción y me empujaban dentro de un lugar cerrado. La oscuridad se hizo a mi alrededor y mis ojos dejaron de soportar la presión de los párpados. Me rendí a la oscuridad, a la espera de que aquellos brutales familiares de mi hermana decidieran qué hacer conmigo, con la nula esperanza de que ninguno saliésemos vivos de allí.
  18. Reconozco que me sorprendió el arrojo que Xell desprendió en aquel momento. Siempre la había visto como una muchacha dulce, que no buscaba el conflicto. Protectora, sí, pero no guerrera; o por lo menos no como su tono de voz y su rostro me habían mostrado junto a aquellas palabras. Aquello me demostró que, pese a todo, podría confiar siempre en las personas que tenía delante de mí, en aquella familia que había escogido tiempo atrás. Vi a ambas figuras desaparecer en el armario, como si de un portal de Red Flú se tratase, solo que sin llamas de por medio. Teníamos en juego a una mujer igual que mi hermana pero con mucha más mala leche y una sed de venganza insaciable, a un vampiro que era capaz de matar sin remordimientos y a un grupo de familiares lejanos completamente manipulados y cegados por las historias familiares, esas que nos creemos y sobre las que nos posicionamos junto a los que tenemos cerca sin siquiera comprobar en qué lado de la balanza del bien y el mal nos encontramos. Y esas personas tenían a Sagitas. No esperé más y puse un pie sobre la plataforma del armario evanescente. Sólo me detuve para comprobar si Sean seguía detrás de mí. - No he sido justo al juzgarte antes y no tienes por qué venir, pero... --Me replanteé varias veces lo que iba a decir, pero finalmente me convencí de hacerlo--. Serás de gran ayuda, eso seguro. Y sin más dilación, me interné por completo en el armario, sintiendo como la plataforma bajo mis pies se desvanecía, aunque el que en realidad había desaparecido, era yo. No tardé en volver a pisar algo firme y en recobrar el sentido. El otro armario estaba entreabierto, y un haz de luz solar me permitió entender que se situaba en un exterior. Salí a lo que parecía una campiña donde se entremezclaban fácilmente diez clases de árboles frutales y perennes, claramente plantados y cultivados a propósito, pero sin ningún orden establecido. Algo hizo que mi corazón, o el recuerdo de lo que era tener uno en funcionamiento, brincase. No veía ni a Jack ni a Xell. ¿Tanto había tardado en atravesar el portal creado por los armarios? ¿Es que el tiempo en su relatividad era diferente en el "no lugar" de éstos? Olfateé a mi alrededor, sin siquiera pensar las razones de la curiosa localización donde se hallaba el gemelo del armario que poseía mi hermana. No tardé en detectar el olor de la rubia. De hecho, era el único que reconocía; nunca había olido a Jack, ¿acaso los fantasmas tenían olor? Con los ojos y todos los sentidos bien abiertos seguí el rastro hasta que sentí una levísima vibración del aire con la que me paré en seco. ¿Eso qué significaba? Al retomar el camino descubrí que a escasos metros se alzaba una especie de casa de campo muy amplia y alta, seguramente una especie de "casa franca". Aunque también podría ser que la rama familiar pelivioleta habitara aquel lugar de forma permanente. Fuera como fuese, seguro que mi hermana estaba allí encerrada. Y justo por delante de aquel recinto, pululaban Jack y Xell. Aunque cuando enfoqué bien la vista, pude observar que más que andar, Jack se dedicaba a recoger a Xell del suelo. Corrí intentando ser lo más silencioso posible hacia ellos y en cuanto les hube alcanzado, me posicioné al otro lado de la muchacha. - Ya estoy aquí --les anuncié, sujetando por el otro brazo a Xell, cuyas fuerzas parecían haber sido afectadas--. ¿Estás bien? ¿Ha sido la vibración? He sentido algo muy leve, es una magia muy extraña, ¿verdad? ¿De dónde ha surgido? No hizo falta respuesta, porque las miradas de ambos me indicaron un rastro de florecillas blancas que rodeaba el enorme caserío y se perdían a sus espaldas. Sin mediar palabra alguna, emprendimos lo más rápido que las fuerzas recién recuperadas de Xell nos permitieron hasta llegar a un patio trasero (¿o aquello era la parte de delante?) donde unos jardines muy cuidados ornamentaban la vieja figura de un pozo de piedra cegado. Las florecillas subían hasta la plancha de metal que tapaba la abertura de la construcción y por allí se colaban entre todos los recovecos. - ¡Ay madre! --exclamé cuando comprendí lo que sucedía--. ¡¡Sagitas!! Sin esperar a que Jack ni Xell me siguieran, corrí hacia el pozo y me apoyé sobre el borde de piedras, mirando directamente a la plancha metálica con la vana esperanza de ver a través de ella. - ¿¡Sagitas!? --Intenté que fuera un grito susurrado, pero el nerviosismo no me ayudaba a medir la altura de mi volúmen--. ¿¡Sagitas estás ahí!? Pegué la oreja a la plancha metálica. Estaba caliente. Aguanté, esperando alguna respuesta. Los segundos parecían horas.
  19. Aunque mis ojos parecían mirar directamente la figura del pequeño elfo preocupado, mi mirada estaba perdida en mis pensamientos; miraba al infinito que proyectaba sus líneas sobre la cabeza de Harpo. Como me temía, todo aquello giraba en torno a aquel vampiro, ese tal Lázarus, y las rencillas pasadas que pudiera tener con Heliké. Recobré el sentido cuando el elfo personal de mi hermana le extendió a Jack, a quién Xell estaba terminando de curar, una carta. Al parecer allí había indicaciones sobre dónde podía haberse llevado aquel miserable vampiro, cuya calaña nos aportaba tan mala fama a todos los de su raza, a la pelivioleta; a la nuestra, no a aquella versión rencorosa y vengativa de su prima. No me pasó por alto el gesto de Xell, ocultando la herida de la mordedura. No podía entretenerme ahora a buscar la poción, teníamos el tiempo muy limitado y la prioridad era buscar a Sagitas, pero no podía dejar que aquello se extendiera por su sangre, coagulándola hasta la "primera muerte", como algunos solían denominarla. Jack nos comentó todo acerca de lo que decía la carta, lo del testamento y una pequeña aclaración sobre la historia familiar de Sagitas. Todos estábamos igual de expectantes ante tanta información nueva, conteniendo la respiración para no perdernos ningún detalle de aquella parte de la historia de la payasa que, al parecer, pocos sabían. A mí me pillaba demasiado de nuevas. Tanto tiempo con Sagitas y no sabía todo aquello... No era momento de reproches tampoco. Había que actuar, y rápido. - Sean, no podemos mantener a Heliké y a Matt "al margen" --aquello se lo dije directamente al muchacho, pero era una opinión que lanzaba hacia todos--. Están en peligro y puede que ni siquiera lleguen a disfrutar de la primera noche de su luna de miel. No sabemos el despliegue que tiene esta gente, ni la rapidez con la que pueden actuar. Si conseguimos que todos acaben sanos y salvos, ya tendrán tiempo de sobra después para irse un año si quieren. Y precisamente avisarles es lo que hay que hacer, ahora. No necesité más que una mirada de Harpo para sobreentender que se encargaría el de aquel paso. Esperamos fuera de la habitación para que Jack se cambiase y en cuanto hubo salido, emprendimos el camino hacia no sé qué habitación, que al parecer era donde había pasado todo el suceso anterior a que yo llegara. Ya me contarían aquella parte de la historia más tarde. Llegamos a uno de los pasillos de los pisos inferiores de la casa. Olía a sangre. Se podía apreciar que habían limpiado todo el área, pero yo podía percibir todavía aquella esencia incrustada hasta en las paredes. Nos paramos ante una puerta entreabierta y nos adentramos en la habitación. Era una estancia vacía, a excepción de un armario. Un armario evanescente, a judgar por las palabras de Jack. Harpo se despidió de nosotros tras la determinación conjunta de que debía ser él quién se quedara a cargo de la Mansión y de los invitados, y salió de nuevo al pasillo. Yo miré el armario y después, a Sean y Xell, que estaban a mis espaldas, y por último a Jack, que contemplaba el mueble de oscura madera obnubilado. - ¿Entraron por ahí? --Mi voz resonando en la habitación vacía, rompiendo el pesado silencio, me resultó hasta molesta. No quería formular ninguna otra palabra, y mucho menos preguntas, pero no pude evitarlo--. ¿Estás seguro? ¿Y si es una trampa? No sabía si aquel armario pertenecía a mi hermana, pero si así era, me extrañaba que lo hubiera comprado sin su pareja y nunca hubiera comprobado su funcionamiento. Si el otro armario estaba allá donde se la hubiesen llevado, podrían estar esperándonos al otro lado para tendernos una emboscada. Pero si no, podrían haberlo enviado a cualquier sitio. O incluso podría ser que aquel no hubiera sido su medio de ingreso en la Mansión. Mi cabeza no podía procesar la información que no sabía. Esperé a que Jack contestara, a que me contara qué había sucedido, o a que, al menos, no fallara en la decisión que tomara. En aquel punto, incluso se me había olvidado por completo que en mi habitación, apenas unas puertas más allá, todavía estaba oculto bajo una manta el baúl con la acromántula y a su lado, haciendo guardia (siempre y cuando no le diera por inspeccionar la casa para comer), el diricawl de Sean.
  20. Miré el semblante serio del hombre y observé las canas cubiertas de su cabello, las marcas de la experiencia en su rostro, aquellas con las que los mortales solían superponer su opinión y juicio al de los demás, y me hizo gracia su actitud. Sonreí divertido cuando dijo que había violado la ley metiendo en el país a la compañía rusa. Yo también tenía su misma experiencia en años, de hecho, mucho más, aunque no estuviera constatada en mis rasgos. Aquello, lejos de irritarme, siempre me hacía gracia; toda la gente que no me conocía y no conocía mi historia me trataba como al muchacho de veinte años que aparentaba, sin saber que había vivido mucho, mucho más que ellos. - Orión, yo no los metí, ello vinieron solitos y me dieron las copias de sus pasaportes sellados... Ni siquiera has esperado a ver los papeles en el Ars & Vita, no entiendo a qué se ha debido ese ataque por tu parte. Al incorporarme en el catre sobre el que estaba me volvió a dar el reflejo del cristal roto en los ojos. - Espera, ¿mi ingreso? ¿Cómo lo sabes? A mí todavía no me ha llegado ninguna lechuza con la confirmación de... ¿Por qué demonios parecía que todo estaba confabulado para no dejarme acabar ninguna frase? Justo en ese momento, sin saber cómo ni por dónde, mi lechuza Nix apareció sobrevolando la habitación en la que nos encontrábamos, con un batir de alas muy tranquilo. No le había costado llegar hasta donde estábamos, lo que me evidenciaba que había algún camino de salida al exterior abierto. Nix se posó a mi lado y esperó a que tomara la carta atada a su pata antes de irse, impasible, sin siquiera apreciar que estaba encerrado en aquel lugar. O quizá no lo estaba. La carta tenía el sello del Ministerio de Magia; ahí tenía mi ingreso al Departamento de Cooperación Mágica Internacional. - Vale, está bien, pero esto --dije zarandeando la carta en el aire-- no cuenta para nada en caso de que se pruebe que es cierto que la compañía es "ilegal", porque su ingreso en el país se efectuó cuando yo todavía no era empleado. ¿Cómo? ¿Azkaban? La situación cada vez parecía enturbiarse más y yo no comprendía el por qué. Dudaba, sí, incluso yo había empezado a dudar de la legalidad de los papeles que Nikolay me había entregado, pero mencionar a la mayor prisión de magos y brujas del país por un caso de inmigración no comprobada no me parecía para eso. ¿Es que acaso debía ir con ellos de la mano al Ministerio para que pusieran sus papeles en regla? A mí me entregaron unos papeles firmados y sellados, y aquello es lo único que acepté. ¿Y qué si les perseguían bandas tenebrosas? Tampoco me tenía que saber su historia, aunque si fuera necesario aclararía que tuve un par de charlas con Nikolay antes de firmar los contratos para conocer más sobre la compañía. Pero claro, si aquello era verdad, no iba a ser él quién metiera en su relato el dato de que estaban siendo perseguidos por una banda de magos y brujas maleantes. Dejé que Orión terminase y no pude aguantar más el silencio en cuanto escuché su propuesta y vi en su mirada, completamente llevada por la realidad que su mente le dictaba, la verdadera esperanza de que la aceptase. Solté una carcajada y, acto seguido, mostré también un semblante serio, intentando retomar la cordura en aquel asunto. - Orión, por favor, dame mi varita y volvamos al Ars & Vita.
  21. - No... Chicos... Sean... No... Parad, ¡pa...! Harpo ya había salido de la habitación directo hacia las cocinas con Xell detrás. Miré al castaño, subido sobre el baúl y agarrando al diricawl que estaba atado al armatoste. Se me erizó el vello de pensar que estaba sentado por encima de un bebé de acromántula. La idea del diricawl no era del todo mala, pero no me convencían los propósitos de aquel hombre para con el especímen. Además, había traído el baúl sin magia precisamente por lo que aquello pudiera desencadenar, no podía permitir que lo trasladase con una magia nada certera como la de aquel animal. Jamás había escuchado que los diricawls fueran capaces de realizar una aparición conjunta, pero no íbamos a ser nosotros quienes lo desmintiéramos. - Sean, no estoy seguro de esto. Además, no puedo perder la... el... bicho ese. Me lo traje porque mi amigo lo necesita, y lo tengo que guardar hasta devolvérselo, por eso pensé que Sagitas... Los gritos de Xell en el pasillo me alarmaron. ¿Tendrían relación con el cristal que hacía unos minutos habíamos escuchado romperse? Miré a Sean preocupado. - Bájate de ahí, ayúdame a arrinconarlo, ahí, al lado del armario. Guárdate tu diricawl, o... --pensé en el pobre animal asfixiado en su bolsillo-- déjalo mejor ahí al lado. Con un rápido movimiento de mi varita hice aparecer un cuenco con agua al lado del animal y con otro, un poco más complejo, tapé el baúl con una manta. - Vamos --le indiqué, saliendo de la habitación y cerrando bien la puerta. A mitad del pasillo se encontraba Xell, sujetando a un hombre malherido al que metía unas habitaciones más allá. Era la habitación de mi hermana. Caminé por detrás de Harpo que pareció no alegrarse de verme allí con Sean y entramos todos en la habitación. El hombre era Jack, herido en la cabeza. Ahora entendía el ruido que habíamos escuchado. Dejé que Xell le atendiera y esperé impaciente a que pudiera hablar. Intenté no mirarle muy fijamente; seguramente se sentía avergonzado por no haber podido evitar que aquello ocurriese por estar... Moví la cabeza en un intento de borrar aquella imagen de mi cabeza. Sin decir ni una palabra, agité mi varita para abrir la ventana y que entrara algo de aire que refrescara el ambiente cargado y lleno de restos de pasión. - ¿Lázarus? ¿Quién demonios es Lázarus? ¿Dónde se la ha llevado? Al mirar de nuevo al pelirrojo y a la rubia arrodillada junto a él, me fijé en la mordedura del cuello de Xell. Estaba empeorando. Debería darle la poción que apenas hacía unos años había logrado fabricar, tras tanto tiempo de investigación, que evitaba, si se tomaba a tiempo, que la transformación tuviera éxito. Todavía era una poción en pruebas, pero no podía permitir que nuestra adorable Xell se sumara a una de las comunidades más odiadas del mundo mágico, e incluso del muggle. Decidí no decirle nada todavía, tenía que buscar la poción, pero si no la tenía tardaría unos días en conseguirla y... También alejé aquella idea de la cabeza. La situación empezaba a complicarse demasiado. ¡Vaya un día para ir a pedir un favor a la familia! Entonces, en un rápido flash, recordé el rostro del vampiro que había mordido a la rubia. - ¿Lázarus no es el vampiro que te ha mordido, verdad? --le pregunté a Xell. Palidecí, aún más de lo que ya estaba. Es cierto que mi tono de piel no es excesivamente blanco para mi condición, pero en aquel momento seguro que mi apariencia resultaba mucho más inquietante. Si aquel hombre era Lázarus, quién sabía lo que podía haberle hecho a mi hermana. Había visto su mirada cuando le atrapaban. Conocía a los de su calaña, seres desprovistos de su propia vida y humanidad, controlados por la sed y sus ganas de venganza, renegados que nunca han aceptado su condición y se alimentan de odio.
  22. Un olor. A ocre, a cerrado, a un lugar subterráneo cuya humedad se filtraba por los poros de la piel y mantenía fresco el ambiente. La combinación despertó una amalgama de imágenes en la pantalla oscura de mi mente. Eran imágenes desagradables, del pasado, imágenes que había ocultado en un rincón muy remoto de mi mente hacía mucho tiempo y que en el mínimo descuido salían, victoriosas, tras librar su incesante lucha día sí y día también. Pero no podía dejarlas escapar más allá de los confines de mi mente, y mucho menos dejar que se extendieran. Empezaron a moverse, cautelosas, por toda la oscuridad. Cuando se habían confiado lo suficiente, empezaron a gritarse las unas a las otras y pronto, mucho más pronto de lo que me hubiera gustado, ocuparon todo el territorio cabalgando de aquí para allá, como locas, incontrolables. Mi cuerpo comenzó a tensarse. Una mazmorra. Un olor ocre. Una sola antorcha para todo el pasillo. Y de pronto un grito. Un lago. Humedad asfixiante, pesada. Pude sentir mis mandíbulas apretadas, mis dedos inquietos, retorcidos. Todo había empezado con un olor. Todo acabó con otro. Era un olor diferente, muy diferente, y se superponía por completo al otro, que quedaba relegado no a un segundo plano, sino a un fondo ligero. El nuevo olor borró todas las imágenes y me devolvió a la consciencia. Al presente. Era el olor de Orión. - ¿Qué...? Intenté abrir los ojos y me sorprendió que no me costó nada. La luz del lugar donde nos encontrábamos era tan tenue que no me dañó la vista. Sin embargo, tardé en enfocar al hombre que me apuntaba con su varita; de hecho, ni siquiera reaccioné a aquel hecho porque no vi la prolongación de su brazo hasta que mis ojos se acostumbraron a la escasez de luz. - ¿Orión, qué? Me pedía tranquilidad y me decía que... ¿Mi varita? Intenté apretar los puños, entumecidos, para recobrar la circulación sanguínea, pero el proceso fue lento. ¿Me había desmayado él? No entendía nada. Recordaba estar en el Ars & Vita, que él viniera a llevar la inspección, salir de mi despacho y... Nada más. Cuando hube recobrado el sentido del tacto y la movilidad de mis manos, tanteé mi cuerpo, en busca de mi varita. Efectivamente, Dror no estaba en el bolsillo donde la guardaba siempre. Un reflejo de luz proveniente del suelo provocó que cerrase los ojos con fuerza y apartase la cabeza. Estaba en una superficie blanda, como la de una cama. - Orión, no sé que está pasando --dije aquellas primeras palabras con cierta dificultad-- pero yo no estoy en peligro y... Te dejo hablar todo lo que quieras, pero... Otro reflejo de luz. Me incorporé y miré en dirección a aquello que me reflejaba la escasa luz desde otro ángulo. Era un cristal roto. Me llevé de inmediato una mano al bolsillo trasero de mi pantalón. Tragué saliva y me volví a tumbar. Orión mantenía su posición. Había descubierto el espejo comunicador y lo había roto, él mismo. Estaba en un lugar subterráneo, con el director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional apuntándome con su varita, desarmado y desprotegido sin el espejo. Aquello no pintaba nada bien, y él no parecía ser quién me estuviese protegiendo de nada. No pude decir ni una sola palabra más. Miré al techo y esperé a que, al menos, alguien hubiese visto nuestra desaparición en el Ars & Vita.
  23. Bolinda, en el vestíbulo, con Li Xue Liu agarrada Una sombra pareció desaparecerse al fondo del local al mismo tiempo que una figura pelivioleta se ponía en medio de mi visión y me impedía identificar lo que acababa de ocurrir. Mantenía bien sujeta a aquella muchacha descarada que se había dedicado a estropearme el matorral con aquellas flores blancas tan difíciles de encontrar y mantener. ¡Con lo contento que se puso el amo Adrian cuando vio que las había conseguido! Se me hinchó todo el pecho de orgullo con sus halagos y desde entonces cuidaba más aquellos jardines que el propio teatro. Pero ahora tenía delante a la hermana del susodicho delante de mí, impidiéndome el paso y preguntándome por él. - Yo le dejé con ustedes, señorita... --No, aquella mujer ya no era una señorita-- Seeeñoraaaaa... Warlock. La miré de arriba a abajo. ¿Ese era el uniforme que llevaban los magos y brujas en la cúpula? Nunca había podido acceder a los lugares donde trabajaban tan altos cargos de la comunidad mágica, pero me extrañaba que aquel fuera su aspecto cotidiano. Justo en ese momento otra mujer nos pasó por el lado llamando a una tal "Maida". ¿Sería también del departamento ese del que venían hoy todos? ¿Pero en qué líos estaba metido el amo Adrian? - ¡Señorita! Un momento por favor --La paré antes de que empezase a subir las escaleras--. Si está buscando al dueño del local o si viene del Ministerio de Magia, creo que sus compañeros estarán arriba con él en su despacho. Miré a la muchacha de rasgos asiáticos que llevaba prendida del brazo intentando que dejara de forcejear y luego me volví a dirigir a las otras dos mujeres, la Warlock descalza y la que seguramente fuera otra funcionaria ministerial. ¡Cuánta concurrencia, en un día como aquel! - Si me acompañan les llevaré a todas --dije aquello con énfasis mientras miraba a la desvergonzada-- con ellos. Y sin esperar más, les indiqué que me siguieran y empecé a subir las escaleras. Podríamos haber cogido el ascensor, pero quería que la "destroza-jardines" tuviera tiempo para arrepentirse de lo que había hecho antes de llegar frente al dueño del Ars & Vita. Cuando llegamos a la segunda planta, encontré la puerta del despacho abierta. Dirigí mis pasos hacia allí, decidida, esperando que la justicia de mi amo fuera cruel con aquella muchacha (esperaba que las otras dos me hubieran seguido, porque no me había detenido a mirar) y me asomé por la puerta. Allí sólo estaban el empresario ese ruso y la otra chica del departamento ministerial. - Disculpen --dije interrumpiendo su conversación y fijándome en los papeles que había sobre la mesa del amo--, ¿y el señorito Adrian?
  24. Aquello comenzaba a pasar de castaño a oscuro. ¿Cómo que cambio de planes? Aquí el único que podía cambiar de planes era yo, era mi negocio, mi teatro, y ningún empleado, ni jefe, ni director de ningún departamento ministerial iba a decirme lo que se iba a hacer o no en mi local. Bueno, no era del todo así, pero Orión y su tono me estaba empezando a cabrear bastante. ¿Qué pretendía? ¿Por qué estaba llevando aquello con la presunción de mi culpabilidad casi como bandera? Quise decirle que no, que no me iba a ninguna parte, que si quería que fuera al Ministerio primero tendría que comprobar el mismo los documentos firmados y sellados, efectivamente, con el sello de Cooperación Mágica Internacional. Yo los había visto, Nikolay me los había entregado una semana antes. Pero no dije nada. Apreté los dientes, fruncí los labios y miré directamente con rabia a mi antiguo compañero. Me arrepentí por completo de algo que había hecho la mañana del dia anterior, pero no quise siquiera comentarlo. Saqué mi varita con gesto conciliador, para que no se pensaran nada raro, y apunté hacia el archivero que había detrás de mi mesa. Con un movimiento lo abrí y con un par de movimientos más, toda la documentación solicitada se aposentó sobre el escritorio. - Nikolay, ahí están las copias de los contratos y vuestros visados. Quédate con Maida y enséñaselo todo bien. Cualquier problema rogaría que se quedaran aquí y enviaran una lechuza al departamento. No miré al rostro de ninguno de los presentes. Salí del despacho por delante de Orión, escondiendo de forma sutil el espejo comunicador que tenía en el bolsillo trasero del pantalón. Ya no estaba tan seguro de controlar la situación. Ni siquiera sabía si los papeles que había dejado sobre la mesa era auténticos; dudé hasta de mi propia hermana. Algo dentro de mí parecía demolerse. Empecé a bajar las escaleras, sintiendo la energía negativa de Orión detrás de mí. Quizá fuera el momento. - No entiendo tanto revuelo por unas personas que van a estar actuando apenas tres meses... --comencé diciendo en un murmullo sin mirar hacia atrás, mientras bajaba las escaleras--. Ellos sólo quieren act... ¿Qué? --mi cara se tornó a un gesto de confusión. No pude terminar la frase, que intenté formular con toda la claridad posible. Orión dió un grito tremendo y me hizo mirar por un ventanal hacia el tejado del negocio de al lado. Segundos después, me encontré sumido en un torbellino de confusión que no pude reacionalizar antes de sentir que las fuerzas de mi cuerpo lo abandonaban, dejándolo a su suerte.
  25. Adrian Wild, dentro Orión se comportaba muy metido en su papel como nuevo director del departamento. Demasiado. Tanto que estaba empezando a irritarme su tono "súper oficial". ¿Cómo se atrevía a meterse en la cabina de archivos sin permiso? - ¿Para eso no hay que tener un perm...? --callé, perplejo, al ver a Maida seguirle los pasos. ¿Pero qué era ahora yo? ¿Un delincuente? Esperaba que al menos no se atrevieran a entrar en mi despacho como si estuvieran en su propia mansión. Orión salió del archivo con un montón de papeles que no se correspondían con aquellos que él estaba buscando. Aquellos papeles no eran los contratos de la compañía rusa; los suyos los tenía arriba, en el despacho. En el archivo sólo iban a parar los más antiguos, según iba haciendo limpieza en mi archivero personal. - Esos contratos no son los de esta compañía --dije sumándome a su tono formal, aunque algo más seco--, son de la tercera compañía de actores a la que contraté con su obra "Dementores en tacones". Muy hilarante. Mucho más que el nuevo carácter del "señor director" --dije con profunda indignación, arrebatándole a Orión de las manos los papeles--. Efectivamente, los papeles que buscas, tanto los contratos como los visados que me facilitó Nikolay, están en mi despacho. Yo no voy a ninguna parte, no todavía, primero os rogaría que subiéseis a la segunda planta. Voy a buscar a Nikolay para que nos acompañe en nuestra reunión, que creo que será más conveniente que la hagamos arriba, y no aquí en medio. Esta gente tiene que ensayar. Entonces me planteé si decir la frase salvadora, aquella con la que la "Operación Parto Urgente" se activaría. Tenía el espejo todavía en el bolsillo trasero de mi pantalón, lo notaba, estaba activado, Hayame y la pelivioleta me estarían escuchando todo el rato... Pero... No, todavía podía aguantar yo aquel chaparrón. Mientras que Sagitas controlase a Hayame y a la compañía que supuestamente conocía tan bien. - Por favor --dije haciéndoles una indicación al director y a la jefa de departamento en dirección a las escaleras, esperando no obtener ni una sola palabra más. Y sin más espera, me introduje en la sala donde la compañía ya parecía haberse calmado y termianaba las preparaciones para el ensayo general. - ¿Nikolay? ¿Dónde está Nikolay? Ah, ahí estás, ven conmigo, sí, de inmediato. Tenemos que resolver un problemilla antes de que empecéis. ¿Dónde está Sagitas? Ella se puede quedar al cargo de... ¿Sagitas? ¿Sagitaaaas? ¿Manaaa? ¡¡Sagitas!! ¡Qué narices haces subida a esa cuerda! Mira que como tengas un accidente el negocio no sé si puede hacerse responsable de más problemas... Ay, mira, payasa... --parecía que no me escuchaba bien--. ¡¡QUE TE QUEDAS AL CARGO DE ESTE... CIRCO!! --Sí, en aquella situación estaba bien dicho--. POR FAVOR, QUE TODOS ESPEREN PREPARADOS EN SU PRIMERA MARCA PARA CUANDO EMPIECE EL ENSAYOOOO. Entonces localicé a Hayame en una de las butacas y me acerqué a ella para susurrarle: - Por favor, que no se mate. Y recuerda estar pendiente del espejo. Le indiqué a Nikolay que me acompañara fuera y ambos salimos. Iba con paso apresurado y ni siquiera me detuve a coger el ascensor. Subimos por las escaleras sin mediar palabra alguna. ¿Acaso él se esperaba lo que iba a encontrarse en el depacho? ¿Era todo aquello una broma de los de Internacional como la de enviarme a un paradero desconocido solo? Entré en el despacho seguido del director y productor de la compañía circense rusa. - Ya estamos aquí --les indiqué a los dos responsables del departamento. Bolinda, en el jardín, con Li Xue Liu Las palabras se me atropellaban en la boca. Quería decirle de todo a aquella muchacha descarada, pero no era capaz de ordenar ni las sílabas. Empecé a tartamudear de la furia que me entró. ¿De dónde se sacaba aquella mocosa aquellos modales? Soplé uno de los pétalos blancos que se había quedado pegado a mi respingona nariz. Un nudo se formó entre la boca de mi estómago y la garganta, retorciéndose cada vez más... Cada vez más... Hasta que volvió a arrancar unas cuantas flores más. - ¡SE ACABÓ! La cogí de la muñeca sin importarme absolutamente nada: ni la autoridad que ella como bruja tenía sobre mí, ni el daño que le pudiese ocasionar, ni que tropezara por el camino. Tiré de ella hasta hacerla entrar en el local y una vez en el vestíbulo, empecé a llamar a la única persona que podría interceder por mí en caso de que aquella muchacha atentara contra mi elfidad. - ¡AMO WIIILD! ¡AMO WIIIIIIIILD!

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