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Adrian Wild

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Todo lo publicado por Adrian Wild

  1. Vale, iba a venir con dudas sobre el último rol de Demian, pero ya una vez leído tu mensaje Athena queda todo claro. Sólo hay una cosa que me gustaría aclarar aunque ya no postee más, pero para no quedarme con la duda: yo ya había indicado que la avispa marina controlada por el opuggno cubría la distancia para llegar a Demian, por lo que no había dejado vacío de rol, así que la especificación posterior de Demian sobre los metros tampoco sería válida, ¿no? Sería "abuso de rol" si no me equivoco, porque yo ya había especificado ese detalle aunque no pusiera las medidas exactas. ¿Es así verdad? Sólo quería cercionarme de eso para saberlo. Por el resto, creo que queda todo claro. Ha sido un placer, ¡y por fin aprobamos el libro @! Un abrazo :3
  2. Un revuelo de plumas pasó por encima de mí, rasgándome la camiseta y llenándome de heridas superficiales que sin duda necesitaban algo urgente para curarme. Casi ni lo había visto venir. Al parecer Demian había aprovechado justo antes de que impactara en él el rayo para dominar y ordenar a uno de los hipogrifos que me atacara. Pensé inmediatamente <<Curación>> y el efecto fue tan instantáneo y revitalizador que enseguida me puse de nuevo en guardia. - ¡Ahhhh! --grité, apuntando hacia el bicho que había aparecido en mis piernas--. ¡¡Oppugno!! Sin ningún miramiento, le lancé aquella especie de medusa que seguramente fuera venenosa a mi contrincante, al que el centauro había arrastrado aún más cerca de mí. ¿O era yo el que se había desplazado por el ataque del hipogrifo? No lo sabía muy bien, pero la distancia fue cubierta a la perfección y aquel ser marino llevaba la clara orden de envenenar a mi contrincante, con un poco de suerte, sería una picadura mortal. Poco me importaba haberme quedado en boxers y con la camiseta rasgada. Era hasta de agradecer, con el calor que hacía. Miré mis pies, cubiertos por unas zapatillas de tela. - A tomar por saco --dije quitándomelas y lanzándolas bien lejos, lo suficiente como para que no pudieran ser usadas en mi contra. Entonces, apunté al hipogrifo que restaba que permanecía alrededor nuestro y pensé: <<Orbis bestiarum>>. El anillo dorado que me indicaba que tenía el control sobre él me indicó que le podía dar la orden de atacar, y así lo hice: - Sin piedad, picotéale hasta en los ojos. Uy, ¿de dónde había salido aquel arranque de maldad?
  3. Buenas tardes. Sí, yo también voy a esperar a la resolución de Athena, porque me he perdido un poco con tu último posteo, la verdad, jajajaja. Aunque voy a traer un análisis de cómo lo interpreto yo: Demian (Turno1): Orbis bestiarum -1er uso- (al billywig que no está - INVALIDADO). Adrian (T1): Silencius (silencia a Demian). D (T2): Salvaguarda Mágica -1er uso- (se vuelve incorpóreo). A (T1): Desmaius (rayo que atraviesa a Demian, no impacta - INVALIDADO). D (T2): Orbis bestiarum -2º uso- (al centauro, imposible de dominar por ser nivel XXXX - INVALIDADO, el centauro le ataca). A (T2): Salvaguarda Mágica -1er uso - (se vuelve incorpóreo contr a el ataque del centauro) D (T3): Orbis bestiarum -3er y último uso- (controla al hipogrifo que manda a atacar a Adrián - ¿ATAQUE INVÁLIDO PORQUE TODAVÍA ADRIAN ES INCORPÓREO, CIERTO?) A (T2): Sectusempra (sale el rayo e impacta). D (T3): Curación -no consume acción- (se cura del sectusempra, pero ¿totalmente? ¿Funciona como un episkey o como los dos necesarios?) D (T3): Morphos (para convertir el pantalón en una avispa marina). A (T3): -todavía no contestado- Lo he traído para saber si es así o hay algo mal analizado que se me haya pasado o hayamos hecho mal, porque me he liado un poco con el tema de los centauros y todo eso. En cuanto conteste Athena voy de nuevo al duelo. Ña :3
  4. Lo peor era que me esperaba aquella reacción por parte de mi adversario. Ambos habíamos ya usado con anterioridad aquel nuevo poder que nos otorgaba el Libro de la Fortaleza, con el que podíamos desvanecernos permitiendo que aquello que atentaba contra nuestra corporeidad nos traspasara. Y eso mismo había hecho Demian, desaparecer para evitar el rayo que le había lanzado. <<Buena idea>>, pensé, viendo cómo el centauro que se dirigía hacia mí se negaba a parar y rápidamente con un claro <<Salvaguarda Mágica>> en mi cabeza logré la misma incorporeidad que al chico se le acababa. Lo que ocurrió después me desconcertó. Al parecer en el momento en el que su centauro se avalanzaba hacia él, el muchacho intentó relizar algún conjuro, que imaginé que sería el de dominio. ¿De verdad estaba intentando domar al centauro con un "Orbis bestiarum"? ¿¡Quién en su sano juicio haría algo así!? En el libro explicaba claramente qué tipo de criaturas se podían dominar con aquel hechizo y los centauros, claramente, no estaban entre las indicadas. El fallido intento provocó el ataque directo del centauro que, divertido, movía de un lado a otro y pateaba a Demian. Sentí lástima por él, serían muchas las magulladuras y heridas que aquello le podía acarrear, pero no podía esperar más. Mi centauro había quedado sorprendido con mi repentina desaparición y ya comenzaba a irse cuando apunté de nuevo a Demian y murmuré: - Sectumsempra. Aquello quizá había sido demasiado, pero estaba seguro de que Athena sabría cómo actuar para que no ocurriese ninguna desgracia. Incluso quizá estábamos protegidos por los propios Uzza. Contemplé cómo el rayo se dirigía con un destello mortal hacia el malherido cuerpo tirado en el suelo. - Al menos si acabamos con ésto saldremos de aquí ya --susurré para mis adentros, esperando que el dolor no fuera extremadamente duro para Demian.
  5. Por fin habíamos encontrado a Athena. Nuestro aspecto había desmejorado mucho después de todo lo que nos habíamos encontrado en el camino. Por suerte yo había cambiado mi ropa por unos pantalones color tierra cortos que me llegaban hasta la mitad del muslo y una camiseta blanca de tirantes que permitiese una mejor transpiración. Aún así, aquel calor era sofocante. Tenía unas ganas tremendas de terminar con todo aquello y dejar de hidratarme a partir de los cactus que creaba Demian en el seco terreno y que rápidamente debíamos consumir para que no se convirtieran en polvo. Observé el terreno con atención después que Athena nos hubo dado las inidicaciones para el duelo en el que debíamos enfrentarnos. Quizá hubiese algo que me sirviera más tarde, como alguno de los dos hipogrifos que aparecieron cerca de nosotros. De hecho, creía que Demian iba a apoderarse de alguno de ellos para usarlo en mi contra, pero vi cómo apuntaba con su varita a la nada y la movía sin conseguir ningún tipo de efecto o reacción. ¿Qué le pasaba? La verdad era que no me extrañaba, después del duro camino y bajo las condiciones climatológicas en las que estábamos. Mi boca comenzaba a estar pastosa de nuevo, pero tenía que aguantar y formular los hechizos con toda la claridad posible para que surtieran efecto. - Silencius --murmuré apuntando al muchacho aprovechando su despiste y desconcierto al darse cuenta que no había hechizado nada. Aquello impediría que pudiera conjurar ningún hechizo, al menos con sus palabras, lo que me alivió momentáneamente. Sin embargo, debía actuar rápido, aunque con su aparente principio de alucinación quizá lo máximo que me lanzara fuera una piedra invisible. - Desmaius --el rayo salió disparado de mi varita en dirección a mi oponente. Después de haberlo lanzado pensé que quizá había sido un poco absurdo, pues era bastante probable que se desmayase sin necesidad de ningún hechizo, con el apremiante calor que reducía nuestra energía de forma considerable. En aquel momento escuché golpes en la arena y vi cómo a lo lejos un par de centauros galopaban en dirección a nosotros, sin una clara intención de detenerse. Por lo visto Athena había decidido hacernos unos regalitos. Y seguramente hubiera más, así que debía estar atento. Ahora sólo pensaba cómo me desharía del centauro que estaba destinado a mí y cómo lo haría Demian, quien no sólo afrentaba al centauro, sino al encantamiento desvanecedor que viajaba a toda velocidad hacia él.
  6. ¡Buenas! Pues iba a contestar ya mismo al duelo, pero me ha surgido una duda con uno de los usos de los hechizos, por la descripción y la duración del mismo. No me había fijado antes en ese detalle y ahora, deteniéndome más para el duelo... Es sobre el poder de Espejo de Niebla y son dos dudas: 1.- ¿Cual es su duración? Es decir, no indica cuántos turnos dura, ¿es ilimitado, desde que se usa hasta el final del duelo o se debe presuponer que dura un turno? 2.- En la descripción pone que "Este gran estado de sugestión mágica modifica la misma realidad, posibilitando que pueda realizar hechizos de mayor poder (hasta rango Mago Oscuro/Templario, incluidos) siempre y cuando se haya realizado en su presencia en esa misma batalla.". ¿Eso quiere decir que se pueden usar sólo los hechizos de Legionario/Templario o Tempestad/Mago Oscuro que otras personas hayan usado con anterioridad a usar yo el poder? ¿Sólo esos? Es que lo entendí así y en este caso, sería inservible porque ninguno de los dos tenemos esos rangos. No sé si queda bien explicada la duda. Y respecto a la parte del rol, tengo la misma duda que Demian. Supongo que no es ya obligatorio seguir con ella, que si lo hacemos es por puro amor al rol, pero me gustaría confirmar que es así y ya no es necesario. @@Athena Rouvás
  7. - ¡¿Ah, sí?! --grité esquivando un gran coletazo de aquel monstruoso ser--, ¿y qué demonios es? ¿Por casualidad no leíste cómo pararlo o defendernos? Intenté aturdir en varias ocasiones a la enorma serpiente que no paraba de lanzarles órdenes al resto. Éstas eran más fáciles de controlar, pero ni si quiera con el anillo de amistad con las bestias éramos capaces de controlar a todas. Resultaba muy complicado estar a tantas cosas a la vez: procurar que no atinara a darnos o mordernos la seripiente grande, controlar a las pequeñas, conseguir que al menos algún hechizo saliese en condiciones; el anillo que nos avisaba del peligro estaba candente, pero la quemazón había cesado o, por lo menos, había pasado a un segundo plano, porque yo ya no la sentía. Definitivamente, había perdido soltura con la varita en situaciones al límite. Llevaba demasiado tiempo en el mundo muggle con la cautela necesaria para evitar que me vieran haciendo magia y aquel repentino estallido de acción mágica me empezaba a superar. Pero no, no podía rendirme, tenía que salvar la situación con Demian para que ambos pudiéramos sacar de una maldita vez por todas el certificado de habilitación para el uso de los poderes del Libro de la Fortaleza. - ¡Demian, si conseguimos alejar o deshacernos de las pequeñas quizá podamos controlar entre los dos a la grande! --le grité mientras esquivaba el ataque de un par por el costado izquierdo--. ¡Vipera Evanesca! Por suerte aquel hechizo desvanecedor servía para hacer desaparecer a las serpientes que se encontraban a las órdenes de la más grande. Miré con complicidad a Demian para ponernos de mutuo acuerdo y poder acabar con todas ellas. Después vendría lo difícil. ¿Sería suficiente lanzar un "Orbis bestiarum" entre los dos para controlar a la gran serpiente blanca? Qué bien vendría saber más sobre criaturas mágicas... Ya podía añadir aquello a mi lista de tareas por cumplir.
  8. Al parecer no quedaba Esencia de Díctamo en el almacén, así que no me la podían vender. La decisión fue fácil, si no tenían esa, pediría la otra por la que había estado dudando. Siempre era mejor tener alguna de aquellas pociones a no tener ninguna. Me di otra vuelta por la planta por si veía otra que fuera de mi interés. No pasaron muchos minutos cuando tenía ya tomada la decisión y me dirigí de nuevo al mostrador. El muchacho era el mismo que en las otras plantas, el novio de Demian, por lo que continué evitando el contacto visual. Vaya una casualidad. En verdad no entendía por qué se producía una situación tan tensa, cuando lo único que quería era comprar. Quiza fuera el aura de aquel muchacho. O sus celos. No lo tenía claro. - Me llevo estas dos entonces --le dije intentando escapar lo antes posible y terminar con las compras. ---------------------------------------------------- Ya está solucionado. Y ahora que me doy cuenta, soy idi*** y en el post de Objetos arrastré la fecha... Si tengo que volver a postear no pasa nada, lo posteo de nuevo allí. Aquí ya está todo corregido. ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-05-24 Poción: Poción Reabastecedora de Sangre Puntos: 40 P Precio: 2000 G Poción: Poción para Olvidar Puntos: 40 P Precio: 2000 G Total de puntos: 80 P Total de Galeones: 4000 G
  9. - Ahora que recuerdo... --murmuré antes de salir de la primera planta. Necesitaba un caldero y algunas cosas para poder hacer pociones. Hacía mucho que había adquirido ese conocimiento en la academia, pero últimamente no había practicado nada elaboraciones, ni si quiera de las más sencillas, y temía perder la práctica. Giré sobre mis talones rumbo de nuevo hacia el mostrador donde el miembro del Concilio me había atendido. Por lo visto debía ser el único que se encontraba en aquellos momentos para todo el Magic Mall porque se desaparecía y aparecía en todas las plantas, revisando atareado todas las compras. Fue en aquel momento en el que me fijé detenidamente en él. Con aquella capa azul no le había reconocido en un principio. Se trataba del novio de Demian, con el que había tenido un pequeño encontronazo en Azarí. - Pediré algo más... --le comenté intentando evitar el contacto visual y tomando uno de los formularios. -------------------------- Siento el error. Efectivamente, lo he ido arrastrando por el copia y pega, perdón. Y vale, ya sé cómo consultar el stock para evitar pedir cosas fuera de stock, así que vengo con otra compra. ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-05-20 Objeto: Caldero Puntos: 10 P Precio: 500 G Objeto: Balanza Puntos: 10 P Precio: 500 G Total de puntos: 20 P Total de Galeones: 1000 G
  10. - ¿Qué demonios te pasa? Durante todo aquel rato me paré a observar todo lo que hacía Demian. Al parecer estaba alucinando, porque primero creyó lanzarme un hechizo para movilizarme que en realidad cayó en el vacío y después decidió que cada uno fuéramos por un camino para encontrar a nuestra profesora. Miré muy sorprendido en aquel momento a la mujer que tenía a mi lado, que pacientemente callada contemplaba el horizonte. ¿Era posible que no la viera? Vale que no me viera a mí, que todavía permanecía incorpóreo, ¿pero a ella? Observé cómo el muchacho se alejaba, resuelto a encontrar a Athena que para él estaba perdida. Aquel lugar estaba empezando a afectarle mucho; me hubiera gustado poder ayudarle, pero no podía hacer nada hasta que se pasara el efecto de mi encantamiento. La sensación era agradable, pero la situación requería de un cuerpo físico con el que poder maniobrar. Y aún así, debía esperar. No sabría decir cuántos minutos pasaron hasta que volví a sentirme corpóreo. Sí, sentirme, porque un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo durante unos segundos y después noté de nuevo el asfixiante ambiente de aquel desierto y el abrasador sol pegándome en la nuca. Justo cuando terminaba de completarse mi corporeización, vi acercarse de nuevo a Demian. Por lo visto se había dado cuenta de que Athena estaba a mi lado y... - Espera... ¿Dónde está Athena? --pregunté, extremadamente desconcertado. No estaba. Se había desvanecido en los breves segundo en los que había prestado mi atención en el regreso del muchacho. No podía ser. ¡Pero si estaba allí, no se había movido! O, espera... No se había movido. Intenté recordar si apenas pestañeaba. - También me lo he imaginado... --murmuré todavía presa de mi desconcierto; miré a Demian con creciente preocupación--. Tienes razón. Tenemos que encontrar a Athena y salir de este lugar cuanto antes --dije con tono grave y trémulo. No me gustaban los lugares que alteraban la percepción de la realidad, y aquel desierto era uno de ellos. No sabía si se trataba de la prueba que debíamos superar o del propio clima que empezaba a fundir nuestros cerebros, pero empezaba a necesitar escapar de allí. - No sé dónde habrá ido, quizá aparezca de nuevo, quizá nunca ha estado aquí y ha sido todo un espejismo. Pero deberíamos empezar a andar, hacia donde sea --Empuñe mi varita y me sequé el sudor de la frente, un sudor frío que emanaba de todos los poros de mi piel no precisamente por el calor, sino por los nervios y la ansiedad que empezaba a experiementar--. Y juntos. Temía que en mitad de nuestro recorrido me desmayara. Necesitaba hidratarme. O sangre.
  11. Por la expresión de la cara de Demian, él también estaba sintiendo la quemazón del anillo detector de enemigos, que nos avisaba de algo que nos acechaba. Efectivamente, bajo nuestros pies la arena comenzó a moverse, y algo parecía succionar hacia abajo. ¿Qué criatura podría encontrarse metida entre la arena? ¿O se trataba de arenas movedizas? Fuera lo que fuese, debíamos salir de allí pitando si no queríamos morir enterrados en la arena. - ¡Mobilicorpus! --exclamé apuntando a Demian con rapidez, y desplazándole hasta una zona segura. Esperaba que hiciera algo para ayudarme a mí, aunque quizá había confiado demasiado en ello. Mis pies comenzaron a quedar presos de la arena que seguía succionando y rápidamente miré impaciente al muchacho, que quizá estaba algo aturdido por el inesperado cambio de posición. - ¡Lánzame algo, o sácame de aquí! No sabría decir muy bien si se trataba de un ruego, una petición o una órden desesperada, pero miraba implorante al muchacho al que acababa de ayudar. Mi cabeza iba a mil por hora, buscando algún hechizo que me pudiera ayudar. ¡Vaya una utilidad la de aquellos libros, que traían amuletos para avisarte del peligro pero no para librarte de él! Y entonces, lo recordé. Pensé un claro <<salvaguarda mágica>> y en apenas unos segundos mi intangibilidad me permitió soltarme de la prisión de la arena y colocarme al lado de mi compañero y de Athena. Nunca había usado aquel hechizo. Era muy extraña la sensación de no notar la arena bajo mis pies ni si quiera el sol abrasador. Era etéreo, lo que me llevó a plantearme otra duda: ¿podrían verme o escucharme? - Sigo aquí... ¿Lo sentís, no? --pregunté, preocupado.
  12. Aquella era la única planta que me quedaba por visitar. Tenía en mente varias pociones que comprar, pero ya no disponía de muchos galeones en mi bolsillo para comprarlas todas, así que tendría que decidir. Contemplé durante casi cuarto de hora todas las vitrinas donde se exponían los numerosos frasquitos con las pociones en venta. Dudé durante un buen rato si comprar la reabastecedora de sangre o la herbovitalizante, porque ambas era muy prácticas para después de un ataque. Tenía que tomar previsiones suficientes porque desde que había vuelto sentía que el ambiente estaba muy enrarecido y cargado de algo que podría estallar en cualquier momento. - Siempre tengo la opción de viajar. Aquella frase que me autosusurré me dio con la clave para tomar la decisión. En caso de huir del peligro lo que necesitaría sería mucha energía para ir de un lado a otro. Además, a veces sentía que las fuerzas me fallaban cuando estaba de viaje y nada mejor que una herbovitalizante para ello. - Quiero estas dos --le dije a la dependienta que estaba en el mostrador mostrándole los dos frasquitos elegidos. Tampoco venía mal tener un poco de esencia de díctamo en el bolsillo. ------------------------------------------------ Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-05-20 Poción: Poción Herbovitalizante Puntos: 20 P Precio: 1000 G Poción: Esencia de Díctamo Puntos: 40 P Precio: 2000 G Total de puntos: 60 P Total de Galeones: 3000 G
  13. Le tocaba el turno a la primera planta. Había pensado en pasarme por la sección especial que habían abierto no hacía mucho en la planta baja, pero todavía debía sacarme la habilitación para usar el Libro de la Fortaleza, así que seguramente no había nada nuevo en aquella parte del Magic Mall que me interesara. Trasteé un rato con la multitud de objetos que había en la primera planta comprobando qué podría comprar. Había visto una práctica navaja multiusos que quizá me interesaba, aunque también necesitaba unos pocos polvos flú, y un caldero. ¡Habían sacado ya hasta alfombras voladoras provenientes de oriente! Jamás había visto ninguna, a pesar de que había viajado una o dos veces a algún país oriental, pero no había visto a muchos magos o brujas usarlos. Eran muy reservados en aquellos países con la magia, aunque a decir verdad, los muggles estaban bastante familiarizados con ella, no como en Europa. Debía controlarme. Sólo me llevaría un par de cosas. Quizá los polvos flú y esa navaja... - ¡Ostras! La reluciente moto voladora con la que me topé absorbió toda mi atención. Me encantaba viajar en mi Saeta de Fuego, pero cuando me movilizaba por el mundo muggle siempre tenía que acabar escondiéndome para aparecerme o tomar transporte público. Los coches no eran lo mío. La familia de muggles que me hospedaba en el norte de España se había empeñado muchas veces en que aprendiese, pero me negaba rotundamente. Sin embargo, una moto, era más parecida a una escoba. - Buenas tardes --saludé a uno de los encargados de la sección--. Me llevaré la moto y algunos polvos flú. El muchacho me extendió el formulario a rellenar y no tardé en entregárselo con todos los campos completados. ------------------------------------ Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Nivel Mágico: VI Fecha: 2017-05-20 Objeto: Moto Voladora Puntos: 80 P Precio: 4000 G Objeto: Polvos flú Puntos: 10 P Precio: 500 G Total de puntos: 90 P Total de Galeones: 4500 G
  14. Aquel sábado era el día perfecto para dar una vuelta por el Callejón Diagón con el bolsillo lleno de galeones. Tras pararme a saludar a unos cuántos conocidos en el Caldero Chorreante, entré a la mágica zona mercantil que había tras el muro de la taberna y emprendí mi camino directo hacia Gringotts. Esperar para poder sacar unos cuántos galeones era lo que menos me gustaba del recorrido que pensaba hacer, pero debía pasar por allí lo primero. Los duendes no tardaron en darme los galeones requeridos y tras poco más de media hora estuve de nuevo en las abarrotadas calles repletas de comercios. Me probé un par de túnicas nuevas que terminé por desechar y estuve echando un vistazo a algunos libros de pociones. De pronto una idea me asaltó: había casi olvidado pasar por el Magic Mall. Miré por encima de la multitud de cabezas pero era tal el revuelo que no conseguí divisar el edificio, a pesar de que era quizá el más grande de todo el Callejón. Subí por unos barriles hasta el tejado de uno de los locales con gran agilidad y en cuanto vi la dirección en la que se encontraba el centro comercial, comencé a caminar tranquilamente sobre los negocios. Era increíble poder andar por allí sin recibir pisotones ni empujones, o sin que te tiraran encima una bolsa llena de chizpurfles. El amuleto volador que llevaba casi siempre colgado al cuello me permitió descender con suavidad de nuevo frente a las puertas del Magic Mall y enseguida me encontré en el gran hall que daba acceso a todas las plantas y secciones del mismo. Me planteé cuál sería el recorrido a efectuar, y pensé en hacerlo por orden de planta. Primero iría a la trastienda. Tenía ganas de tener una mascota, ahora que había vuelto para quedarme por una larga temporada. Pero necesitaba que fuera una mascota que me pudiera llevar conmigo a todas partes, o por lo menos que tuviera la independencia suficiente para cuidarse por sí sola cuando yo no estaba. Una vez en la trastienda estuve un buen rato observando la multitud de animales, muggles y mágicos, que se encontraban en venta. Entre todos aquellos debía encontrarse lo que yo buscaba... - Cruce de Kneazle --leí en uno de los carteles, viendo la imagen que me describía al precioso gato que tenía frente a mí, que jugueteaba tranquilamente con dos puffskein. Me sonreí--. Creo que tú eres para mí. Inmediatamente y con una emoción inusitada (hasta ese momento no había sido consciente de lo mucho que añoraba tener un animal junto a mí que no fuera Nix, mi lechuza), fui hacia el mostrador donde le pedí a uno de los dependientes un formulario de compra que rellené de inmediato y le entregué con un simple pero ilusionado "gracias". ----------------------------------------- Planilla de compras para PERSONAJES ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Nivel Mágico: VI Fecha: 2017-05-20 Criatura: Cruce de Kneazle Puntos: 20 P Precio: 1000 G Total de puntos: 20 P Total de Galeones: 1000 G
  15. Me quedé atónito cuando Athena nos indicó que los camellos habían sido alucinaciones. ¿Tan fuerte había sido la conmoción que nos había producido aquel lugar? Estaba que no sabía muy bien ni qué me ocurría. Sentía como si el territorio se llevase toda mi energía, como si los rayos de aquel sol en vez de darme la vida me la quitara. Definitivamente, necesitábamos llegar a algún lugar con agua. ¿De verdad que me había imaginado lo de los camellos? Había sentido perfectamente el estado del animal recién reabastecido de agua y... ¿Por qué estaba subido sobre aquella ardiente roca? - ¡Aaaaay! Me había quemado por completo las piernas, las cuales había cubierto con un pantalón corto elástico de color verde. Ardían, y la sensación no era nada agradable cuando logré bajarme de aquel pedrusco. Pensé un rápido <<curación>> y tan pronto como la palabra se formó en mi cabeza, un gran alivio me invadió. Miré entonces a Demian y aproveché que Athena se hubo girado contemplando el paisaje para tocar con la mano con la que no sostenía mi varita el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos y activarlo. - ¡ATHENA! --efectivamente, la muchacha ni se inmutó; había sido una rápida comprobación de que no me escuchaba, entonces, hablé a Demian--: ¿Crees que de verdad no ha habido camellos ni ningún animal o nos está tomando el pelo? El lugar comenzaba a alterar mi percepción de la realidad, y ya no sabía si quiera si todo aquello se trataba de un sueño y en verdad me encontraba durmiendo sobre mi cama. Pero la sensación de agobio era tan tangible... - Espero que nos diga qué hacer --terminé por comentarle antes de que Athena se volviera a dar la vuelta y yo disimulara como si mi conversación con Demian no se hubiera producido.
  16. ¿Tan ágil iba a ser la clase? ¿Ni una sola instrucción? En cuanto sentí la varita de Demian apuntarme saqué la mía casi como un acto reflejo y le apunté desafiante, aunque en mi rostro no podía más que entenderse un divertido gesto aventurero. Hacía tanto tiempo que no sentía aquel cosquilleo precedente a un enfrentamiento... Sin embargo, se marchó tan pronto como el muchacho hizo aparecer con su varita un cactus en el suelo. Imaginaba que ya íbamos a pasar a la parte del duelo, pero por lo visto, Athena primero quería ver si recordábamos los conceptos básicos de los libros. - De hecho, creo que si no me haces aparecer otro cactus de esos necesitaré pronto aplicarme el encantamiento de curación --dije sintiendo como el agobiante clima comenzaba a asfixiarme. No estaba muy acostumbrado a climas áridos. Divisé a lo lejos a los camellos que había apelado Demian y seguí su ejemplo. Me acerqué un poco al grupo de animales y, apuntando a uno con mi varita, murmuré un suave "Orbis bestiarum" e inmediatamente le ordené que se acercase para poder montarme sobre él. - Quizá encontremos alguna fuente de agua mejor, ¿no? ¿O puedes aprovisionarnos de suficientes cactus? --le pregunté al muchacho con un tono de clara desconfianza de su habilidad. Si aquello seguía así seguramente Athena nos acababa enfrentando en un duelo. Y, siendo sinceros, yo tenía unas ganas tremendas de ello. No por Demian, en verdad todavía no sabría definir muy bien lo que sentía hacia aquel antiguo compañero, sino porque al empuñar mi varita con la emoción de un enfrentamiento habían venido a mí recuerdos de un tiempo de mayor compromiso con todo lo que ocurría en el mundo mágico. Una sensación que parecía pedir a gritos volver a mí. Sentí que el camello no hacía mucho que había repuesto sus reservas de agua gracias al anillo de amistad con las bestias, lo que me sugirió que por allí cerca debía haber una rica fuente de suminsitro acuífero. - Han bebido hace poco --les indiqué a Athena y Demian--, así que debe haber agua cerca.
  17. Otra vez. - Am... drian --<<¿cuándo se le quitará esa costumbre tan fea a Wil de llamarme "amo"?>>--. Esta vez saldrá todo bien, ya lo verás. - Eso espero. Como tenga que volver a cursar la habilitación para usar los poderes del libro, se lo tiraré a Athena a la cabeza. Sabía que ella no tenía la culpa, había sido mi imprudencia y la prisa por sacarme aquel curso lo que me había hecho fallar las dos veces anteriores. Comprobé en el espejo que mi aspecto efectivamente denotaba seguridad y confianza y verifiqué que llevaba todo lo necesario. Cinco anillos y dos amuletos. Ya me sabía el contenido de los libros de memoria, así que ni me molesté en incluirlos en el material. Me senté en el sofá a esperar. Acababa de desayunar y en breves, el papel que estrujaba con mi mano derecha me transportaría al lugar que la instructora hubiera elegido para aquella ocasión. - Ten cuidado. Fue lo último que le escuché a Wilmo antes de encontrarme en una gran extensión de arena cuya densa atmósfera me golpeó de lleno en los pulmones que se contrajeron hasta que poco a poco se fueron acotumbrando a aquel olor a... ¿Sal? - ¿Dónde estamos? --pregunté mirando a Athena y a las otras dos personas allí presentes--. Me resultaba un poco desagradable, pero mi conmoción fue mayor cuando vi que una de esas dos personas era un antiguo compañero con el que hacía poco me había encontrado en una situación muy extraña, a la par que surrealista. Se me vino a la mente el celoso gesto del que ahora parecía haberse convertido en su marido. - Hola, Demian. A la otra muchacha no la había visto en mi vida. - Yo soy Adrian Wild, y desde la desaparición de mi madre --siempre aquella maldita punzada al nombrarla-- he considerado que mi familia ha sido la Potter Black. No sabía por qué rebelaba aquella información, pero me salió sin más al escuchar el supuesto parentesco del muchacho con los Malfoy, una familia de oscuro renombre. - Bueno, empecemos, ¿no? Esta vez tiene que ir bien --dije con un tono animoso mirando a Athena e impaciente por que diera las intrucciones que, mucho me temía, serían muy parecidas a las veces pasadas. ¿Dónde estarían los hipogrifos?
  18. El grupo de elfos que tocaba en la plataforma elevada en el centro de la azotea comenzaron a tocar una nueva sinfonía. No sabía muy bien de cuál se trataba, pero mantenía el ambiente de época que requería la fiesta. La muchacha, al parecer, se encontraba sola. Me causaba una gran curiosidad y me apetecía hacerle preguntas a mansalva sobre su procedencia, su curioso atuendo oriental y el motivo por el que había ido a la fiesta, pero decidí reprimir los deseos de convertirme en periodista entrometido. Si la conversación lo propiciaba ya me lo acabaría contando o descubriendo con sus palabras y gestos. - Para empezar creo que lo conveniente es que te ofrezca una de éstas -le dije señalando mi copa de cava y fijándome en si pasaba alguno de los elfos encargados del cátering con una bandeja de copas. No tardó en aparecer uno al que paré y agradecí sus servicios tras coger otro cristalino recipiente-. Aquí tienes -dije con una amplia sonrisa mientras le ofrecía la copa a la muchacha. De pronto me quedé sin saber qué hacer. ¿Qué demonios me pasaba? Quizá fuera la profunda timidez que brotaba de la chica lo que me impedía entablar una conversación normal con ella. Sentía que si formulaba las palabras incorrectas la heriría y saldría corriendo, o desaparecería. Tenía un aura muy peculiar, pero dudaba sobre si era una veela. Era demasiado tímida para ello, ¿no? Tampoco me había cruzado con muchas para sacar una conclusión. - ¿Y cómo has acabado en el Ars & Vita? -no lo pude evitar, la curiosidad me sobrepasaba-. Quiero decir, ¿te has enterado en el Callejón de la fiesta o ha llegado la noticia por alguien? Intenté que mis palabras sonaran lo más agradable posible. - Hoy muchos misterios se esconden en todo el local, pero aquí en la azotea todo está preparado para el disfrute y los buenos ratos -le comenté entonces, deseando ver cuál era su interés. ------------------------------ @Kira~
  19. Con la multitud de máscaras y disfraces no conseguía reconocer a nadie. ¿Habría venido algún conocido? Le di un sorbo a la chispeante bebida que contenía mi copa mientras disfrutaba del ambiente tan festivo. Estaba en una nube. Por fin había podido realizar aquello que tantas veces había soñado. - Mark, ¡Mark! Ve a la barra, corre. La gente va a animarse enseguida -dije mientras le guiñaba un ojo al elfo. Sus ojos se iluminaron. Sabía lo mucho que le gustaba la coctelería y lo que disfrutaba estar tras la barra, contando historias, chistes, bromeando... Le encantaba ser el centro de atención. Pero sabía que ese brillo en los ojos era por algo más... Deseaba con fervor quitarse la máscara que tanto le incomodaba. Sonreí contemplando su mirada suplicante y asentí con la cabeza. Ya se la había quitado casi antes de que yo se lo permitiera, y salió disparado hacia la amplia barra que serviría cualquier tipo de bebida a los comensales. Era noche de disfrute, aunque algunas personas todavía estaban aturdidas por la presentación y otras muchas todavía estaban en camino hacia la azotea. ¿Se habrían atrevido a ir a otros puntos del local? Les había encargado a los elfos que crearan numerosos misterios y pequeñas trampas de las que cualquier mago o bruja podría escapar para amenizar la estancia de los curiosos. Quién sabe lo que éstos habían ingeniado. Entonces vi a una muchacha llegar a la azotea. Parecía impresionada y algo perdida. Wilmo la había acompañado hasta la puerta y luego había desaparecido detrás de ella. Aquella mirada me resultó curiosa y me parecía haberla visto antes. Justo antes, en la presentación del evento. - Hola, ¿estás sola? Vaya una forma de entablar conversación. Ahora se pensaría que quería algo con ella, como esos babosos que se acercan a las mujeres sólo para pasar una noche divertida, algo en contra de lo que no estaba, siempre y cuando no se convirtiera en acoso o un momento incómodo para ella. - Perdona, es sólo que si necesitas ayuda o... Opté por callarme. Callarme y esperar a que me contestara. ----------------------- @Kira~
  20. Adrian Wild

    Inscripciones

    Nick: Adrian Wild ID: 83911 Libro de Hechizos: Libro de la Fortaleza Justificante de compra del Libro (Link a la bóveda trastero): Link Rango Social: Unicornios de Oro Nivel de Magia: VI Fecha aproximada de aprobación EXTASIS o de salida de la Academia (versión anterior): Marzo 2010 Link a la Bóveda: Bóveda No. 78776 Link a la Ficha: Ficha No. 78654 Me parece que es el tercer intento. A ver si es verdad lo que dicen que a la tercera va la vencida...
  21. Ayudé con el encantamiento elevador a mi cuñada a subirse delante de mí, justo entre el hueco de las alas y el cuello, situándome yo detrás, con las piernas encogidas para que el hipogrifo pudiese movilizar al completo sus alas, sin estorbos. La prominente y redondeada tripa de Cye reposaba tranquilamente sobre la nuca del animal, lo que pareció tranquilizar su nerviosismo interno, sosegado por la magia del hechizo que había conjurado. Ambos podíamos notar aquel efecto en el estado de ánimo del animal gracias a nuestros Anillos de Amistad con las Bestias, que relucían y conectaban la conciencia de nuestros propios sentimientos con las del hipogrifo. Esta vez no cometería el error de ponerle nombre al animal. Por eso también habia adoptado aquella actitud tan fría al conseguir su obediencia. No quería crear lazos afectivos con él para luego tener que abandonarle. Contemplé nuestro alrededor, observando como una de las brujas emprendía rumbo con su hipogrifo hacia el lado contrario del que se hallaba el monte con la ensombrecida figura, que para entonces parecía estar más abajo que antes. ¿Sería efectivamente nuestro guía y había decidido facilitarnos el acceso descendiendo unos metros? - Bueno, vamos allá -indiqué dándole unos toquecitos a nuestro alado transporte en el lateral del lomo para que emprendiera el vuelo. Agarré a mi cuñada por la cintura, sin apretar demasiado pero sujetando bien su figura y la tripa. Debía estar alerta por si durante el vuelo volvíamos a tener alguna sorpresa. Sin embargo, permaneció tranquilo durante el ascenso, y una vez alejados de nuestros compañeros decidí hacer uso del Anillo de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos. Me concentré en él y éste brillo por una leve fracción de segundo para apagarse. Aquello indicaba que su efecto estaba activo, pero no advertía al resto de personas de su utilización. - Cye, ¿conoces a algunos de los compañeros? -le pregunté de pronto, sabiéndonos a salvo de que nadie nos escuchara, aunque alzara el vuelo junto a nosotros-. Algunos de ellos me da mala espina y ya sabes lo que eso puede significar... Hacía mucho tiempo que había abandonado la Orden a causa de mis viajes, pero eso no significaba que hubiera abandonado el propósito por el que había entrado en la misma. Seguía siempre pendiente de cualquier extraño comportamiento o movimiento, sospechando de que cualquier mago o bruja, podía ser un mortífago. Mantuvimos el vuelo para aprovechar aquellos minutos de intimidad y hablar, pero pronto tuvimos que descender justo donde la figura que habíamos visto desde abajo nos esperaba. Era Athena. Y allí llegábamos las dos únicas personas que repetían su clase. Indiqué al hipogrifo que aterrizara con la máxima suavidad posible para evitarle cualquier molestia a mi cuñada y, una vez estuvimos en tierra firme, descendí el primero para ayudarla a bajar de la montura. - Buenos días -saludé a Athena con una sonrisa algo tensa. Todavía recordaba las primeras palabras que le había dedicado cuando recibí la lechuza con mi suspenso en la formación: "¡Maldita sea!". Y no. No era una fórmula genérica. Iba expresamente dirigida a ella, aunque sin ningún tipo de rencor, pues sabía que no era culpa suya. Me preguntaba si le habían "pitado los oídos" por ello, según decían algunos muggles que ocurría cuando se hablaba mal de una persona. - Creo que los demás están al caer. A pesar de mi expresión, esperaba que no fuera de forma literal.
  22. Me mantenía oculto entre la oscuridad del escenario, viendo cómo los invitados acudían a la sala sin demasiada demora. Wilmo, diligentemente, les anunciaba con la ayuda de un hechizo amplificador de su voz, de forma que cada presente fuera reconocido por su propio nombre o por el pseudónimo que le pidiera decir a mi elfo. Parte del encanto de una mascarada era no reconocer fácilmente al resto de la gente, aunque quienes quisieran ser reconocidos también podían dejar que su nombre llenara toda la sala. Miré con discrección hacia la parte más alta de las gradas, esperando ver a los actores preparados tras las entradas traseras que conducían a los pasillos y a la cabina de técnicos, oculta tras una ventana oscura en lo más alto. Vi movimiento tras las cortinas negras; era casi imperceptible, pero podía sentir la emoción contenida, los nervios a flor de piel. Sonreí levemente, sin separar mis labios, ansioso. ¿Cuánta gente faltaba por llegar? La sensación de vértigo se acrecentaba y la característica parálisis corporal que sobreviene antes de comenzar una función me envolvía. Tres personas más, y empezaríamos. La sala casi estaba llena. Las puertas se cerraron y Wilmo se quedó tras ellas, en el vestíbulo, por si algún rezagado deseaba todavía asistir a la presentación del evento. Tragué saliva y aclaré mi garganta asegurándome de que no sonaba nada más. La tenue luz que permitía a los invitados colocarse comenzó a descender, y entonces, mi voz, igualmente amplificada, resonó por todos lados. - Señoras y señores, monsieurs et madames, ladies and gentlemen... Lo que está a punto de suceder -mi voz se agravó y las luces se apagaron por completo-, es sólo para ustedes. Un segundo. Dos segundos. Tres segundos. Una explosión de color y los primeros acordes de aquella famosa melodía muggle inundaron toda la sala, entonados por los actores y actrices vestidos de época y todos con máscaras relucientes comenzaban a bajar por las gradas, cantando aquella canción. La breve introdución de los dos señores fue tan breve que enseguida se escuchó el fuerte: - ¡¡MASQUERADE!! Los pelos se me erizaron como escarpias y la piel de absolutamente todo mi cuerpo estaba de gallina. Debía contener la emoción. Miles de luces alumbraban las diferentes intervenciones de los actores y actrices y la melodía era acompañada por músicos colocados estratégicamente entre los asientos de las gradas. Estaba siendo un comienzo magnífico. Los dos actores principales de la escena se entremezclaron con el público cantando sus solos, juntos, hasta subir hacia el centro de las gradas. Una parte instrumental magnífica, de nuevo el estribillo con un tempo más moderado, el explendoroso coro final. Todo era fiesta, todo era emoción, hasta que los acordes del fantasma resonaron sobre el resto y un foco azul me iluminó. Ante el espectante público, mi figura se alzaba sobre sus miradas asombradas y una retorcida sonrisa surgió de mis labios. - Bienvenidos y bienvenidas -mi voz era profunda, grave, y con un toque tenebroso, aunque con una cierta dulzura misteriosa-, es un placer para mí acogerles esta noche en el Ars & Vita, el lugar que, de aquí en adelante, hará sus sueños... O pesadillas... Realidad. Con una rápida desaparición y aparición sobre el pasillo de focos que se alzaba sobre las cabezas de los asistentes, pude sentarme y mirarles fijamente a los ojos mientras anunciaba lo que estaba por venir. - Permítanme que les indique que se ha dispuesto un convite en la azotea del edificio, a la que tendrán acceso acompañados por los elfos enmascarados. Ellos les indicarán el camino. Ante su todavía atolondrada mirada, sonreí divertido y de forma emblemática. - Pero...Cuidado con desviarse de las indicaciones... Hoy el edificio presenta sorpresas inesperadas y quizá desagradables en cada rincón. Reí con malicia, atemorizándoles y saltando sobre ellos. El Amuleto Volador me permitió caer limpiamente en el hueco que me habían dejado al retirarse asustados. Efectivamente, estaban perdidísimos. Lo notaba en sus miradas, en sus rostros. - Además, les anticipo que deberán estar atentos, pues durante el banquete se les valorarán positivamente sus máscaras y su actitud y participación en la fiesta. ¡Beban ponche, diviértanse, y no olviden... Nunca se sabe qué puede ocurrir! Todavía estaban atontados. Subí casi corriendo al escenario de nuevo, colocándome bajo el foco azul que comenzó a mezclarse con otro blanco procedente de detrás. - ¡FUERA DE AQUÍ! A partir de aquel momento, todos tenían libertad absoluta para moverse por las zonas comunes del local e ir a la azotea, donde todo estaba dispuesto según comprobé en la seña que me hizo Bolinda al retornar al escenario. Arriba, mesas repletas de comida y bebida y una excelente actuación orquestral en el escenario central de la azotea les aguardaba. En el resto de rincones del edificio... Ni yo mismo podría decir qué les aguardaba. Desaparecí del escenario y las luces volvieron a la tonalidad naranja tenue del comienzo. Los actores comenzaron a retirarse mientras el público salía y comentaba lo ocurrido. Reaparecí en la azotea, esperando cortésmente a los que emprendían el camino hacia allí con una copa de cava en la mano. ¿Habría venido alguien conocido? Casi no me había fijado, porque lo que más me había llamado la atención eran un par de cartas de póker a las que no les había quitado el ojo de encima, preguntándome si aquello era un disfraz o se habían escapado de algún sitio indebidamente. - Chicos, dadle caña -les dije a los músicos, que enseguida comenzaron a tocar Trumpet Tune and Air de Henry Purcell. Reí. Me hizo mucha gracia escuchar esa clase de música tras mi fórmula tan rockera y vulgar.
  23. No sabía cómo había acabado en aquel claro, pero de lo que sí era consciente era de que estaba hecho unos zorros. El efecto del hechizo de la intangibilidad comenzaba a pasarse y mi cuerpo volvía a ser completamente material. Pero, ¿qué había pasado exactamente? ¿En qué momento me había vuelto intangible y había acabado en aquel lugar? Miré a mis compañeros, comprobando que todos habían llegado hasta allí, algunos más perjudicados que otros. Yo estaba entre esos últimos, tendido en el suelo, sin saber muy bien qué habóa ocurrido. Entonces me percaté de que estaba herido en mi hombro derecho y que la piel cubierta por el anillo de plagas me escocía. Claro, era consecuencia del ardor que este provocó al encontrarme en medio de no se sabe dónde, rodeado de no se sabe cuántos tipos de plagas diferentes. <<Curación>>, pensé concentrándome en todos los puntos de mi cuerpo heridos o que presentaban algún dolor, por muy superficial que fuera. Enseguida estuve renovado, aunque todavía conservaba la duda sobre lo que había ocurrido hacía apenas unos minutos, ¿o habían pasado horas? El anillo ardía... Vale, ese fue el comienzo. Recordaba haber empezado a caminar y que, a pocos pasos dados, un grupo de billywigs y doxys nos habían asaltado junto a un par de grandes árboles, protegidos por bowtruckles. Un chico había sido picado por un billywig y había ascendido hacia las ramas del árbol y las doxys... Claro. Ellos iban por delante y yo, en cuanto vi lo que ocurría, me subí a uno de los árboles con la destreza que mi condición vampírica me proporcionaba. Creyéndome a salvo sobre las ramas de aquel árbol, algo más alejado de mis compañeros, un bowtruckle había empezado a subir por mi pierna, dispuesto a arrancarme los ojos con sus pequeños y puntiagudos dedos. Había tenido que reaccionar rápido y conjurar un Orbis Bestiarum para evitar que siguiera su camino, pero al hacerlo, había caído del árbol ante la agitación de la urgencia y un par de fwoopers que me habían aturdido con sus cantos. A partir de ahí, casi no me acordaba del resto... Entonces, ¿cómo me había vuelto incorpóreo? Atendí a lo que uno de nuestros compañeros decía. Había que salir de allí y proponía usar nuestros amuletos voladores para ir a la cima de la colina a la que nos dirijíamos. Otra muchacha anunció algo que causó conmición y luego alegría en el grupo. Entre los árboles que circundaban el claro, aparecieron algunos hipogrifos. Aquello fue muy bien recibido por todos, pero sin embargo, algo hizo que yo no me moviera. Un recuerdo. Un flash en la memoria. Aquel hombre, que había propuesto lo de ir volando... Ahora lo recordaba. Cuando íbamos a emprender el camino, llegó a nuestro encuentro otro compañero, que no era nada más y nada menos que Dave, el director departamental que había atendido en el Ars & Vita dos días antes de la mascarada. No supe cómo reaccionar ante su llegada, pero hubo algo que aún me inquietó más: la mirada que cruzaron el hombre que acababa de hablar y él, y la sonrisa tímida que el primero le había lanzado. Aquello fue suficiente para que, poco después, cuando me hallaba en el suelo tras haber caído del árbol, formulase un Salvaguarda Mágica al ver a Dave acercarse a la zona en la que me encontraba. Había sido casi instintivo, sin entender muy bien por qué no quería que me viera. - Soy idi*** -murmuré para mis adentros, al darme cuenta de la estupidez que había hecho. Ahora lo pensaba y resultaba muy infantil lo que había hecho, en mitad de una clase, de una prueba. Aunque tampoco me arrepentía, porque gracias a eso había conocido la sensación de ser incorpóreo; hasta entonces no me había percatado de que nunca había usado aquel hechizo. Lo que continuó a aquel suceso vino rápidamente a mi memoria. Me había perdido y había intentado trepar por los árboles sin mucho éxito debido a mi inmaterialidad. Había llegado hasta una especie de elevación cercana a la colina, y desde allí me había lanzado al vacío, haciendo uso del Amuleto Volador para sofocar la caída. Sin embargo, no había funcionado. Debía ser por motivo de mi intangibilidad que el amuleto no reaccionaba igual, y no suavizaba la caída tanto, pues siendo intangible tampoco me dolería el contacto con el suelo. El problema había venido cuando el efecto de la salvaguarda mágica empezó a desaparecer en mitad del salto, cuando ya me preipitaba hacia un manto de hierba. Y allí había acabado, tirado en el suelo del claro, con mis compañeros, y herido en el hombro; herida que ya había sanado. Me levanté y caminé hacia el grupo que rodeaba los hipogrifos. Al parecer debíamos ir en parejas. - Bien, pues yo no pienso esperar más. Ya había pasado por aquello la última vez. Si bien es verdad que aquella no era mi forma de proceder normalmente, nunca trataba con tanta condescendencia a los animales, no quería pararme a realizar la reverencia, y menos con tanta gente alrededor. Seguramente el animal no confiase y nos atacaría a todos, ayudado por sus compañeros. Por ello, me acerqué no demasiado a uno de los hipogrifos, que mostraba fuerza y algunas manchas y motas negras sobre las alas y en algunas zonas del cuerpo y, apuntándole discretamente con la varita, sin alterarle, murmuré: - Orbis Bestiarum. Un anillo dorado se formó en torno a su cuello, sin apretarle, y enseguida supe que estaba a mis órdenes. Me acerqué ya sin temor, indicándole que se separara del grupo para no alterar al resto de sus compañeros, y le acaricié el pico y el cuello con cariño, intentando crear un vínculo afectivo más allá del dominio. Entonces me giré hacia mi cuñada que se encontraba por allí. - Cye, ¿vienes conmigo?
  24. - ¡Adrian, las zapatillas! - Pero si en la última clase estuve de maravilla sin ellas... Fuimos a la Isla de Pascua y sentir la hierba bajo mis pies descalzos era... - Las zapatillas. ¿Y si acabas en la boca de un volcán? ¿O en cualquier sitio peligroso? ¡Póntelas por favor! Suspiré resignado. Mi elfo tenía razón y sabía que no podía ganar a su cabezonería cuando se trataba de mirar por mi bien, así que tomé las zapatillas negras de cordones y me las puse, atándomelas bien y guardando el lazo por dentro de la lengueta. Qué pereza. Me daba mucha rabia tener que volver a cursar la clase, y no por no moverme, no era precisamente una persona sedentaria, sino por el mero hecho de tener que volver a pasar por pruebas similares. Aunque en verdad, en el fondo, deseaba que cambiaran un poco. Aquello era la motivación que había encontrado para ir, la esperanza de que me deparara una aventura completamente diferente. Quería novedades. Además, todavía sentía en mi interior la euforia de la mascarada que apenas hacía dos días había celebrado en el Ars & Vita para reinaugurarlo. Ya le había dejado encargado a Wil la gestión del teatro mientras me encontrara fuera en las clases, pero ya mismo deseaba volver al local para atender personalmente los nuevos ingresos y la compañía. Cada cosa a su tiempo. Me levanté del borde de la cama y tomé del cajón del armario el libro de la Fortaleza. No necesitaría el primer libro, me lo sabía casi de memoria. Aunque a decir verdad, aquel también me lo sabía. Desde que me enteré de mi suspenso había pasado algunas noches practicando en secreto, aunque sin poder usar casi todos los amuletos. Pero comenzaba a familiarizarme con ellos. Sobre todo, memoricé bien los hechizos. No entrenaba casi en duelos, y siempre era mi punto débil. Me miré en el espejo de la pared. Pantalones vaqueros oscuros elásticos, camiseta completamente negra de manga corta y colgados a mi cuello los amuletos Volador y de la Curación y casi todos los anillos. Sólo tenía en el dedo pulgar y el índice de mi mano izquierda el Anillo Detector de Enemigos y el Anillo de Plagas. Eran los únicos que me interesaba distinguir si vibraban. - Pásame por favor la bandolera para el libro. Así lo hizo el atento Wilmo, y colgándome la mochila azul cruzándomela por el pecho, guardé el libro en ella. Llevaba a Dror en el bolsillo especial que tenía el pantalón, uno más profundo junto a mi cadera derecha. - ¿Me falta algo? -le pregunté a mi elfo mirando alrededor. - Ésto -dijo él, tendiéndome la carta de la Universidad junto a unas galletas. - Wil... - Llévatelas. Y ten mucho cuidado. No protesté. Le di un beso en la cabeza y cogí la carta. Cuando estuve listo, toqué el sello lacado y mi habitación comenzó a dar vueltas. Allá iba. ¿Quiénes serían mis compañeros aquella vez? A unos metros de mí encontré la respuesta. Un grupo de magos y brujas en situación de alerta miraba hacia el lado contrario al que yo me encontraba. Tras ellos se extendía un amplio manto de follaje que se perdía en la distancia. Con el viento que hacía casi no se podía apreciar nada más allá, aunque había una colina que sobresalía entre toda la maleza. Mi dedo índice comenzó a vibrar y sentí el calor de uno de los anillos. Me mantuve en silencio, escuchando atento las últimas palabras que se decían en el grupo gracias al Anillo de la Escucha. Nadie se había percatado de mi llegada al lugar. Mejor, porque uno de los dos anillos vibraba y podía ser el Detector de Enemigos. No. Menos mal, era el de plagas. ¿Otra vez? ¿Plagas? Ya había tenido que lidiar con criaturitas molestas en varias ocasiones, pero en un ambiente como aquel temía otro tipo de plagas. Me acerqué cauteloso al grupo. Casi no conocía a nadie. Me alegré al ver a mi cuñada con su tripa ancha entre el grupo. Sin embargo, lo que vi tras ella no me gustó ni un poco. Aquella roca se había movido, y se acercaba a sus piernas. - Espera... Otro movimiento, casi imperceptible, pero... - ¡CUIDADO! -alerté al grupo, haciendo acto de presencia-. ¡Cye! ¡Es un pogrebin! Saqué mi varita y apunté al bicho con forma de roca. Se había levantado y comenzaba a alterarse, dispuesto a correr, pero le alcancé rápido con la onda mágica que salió de mi varita cuando exclamé: - ¡Expulso! El pogrebin salió disparado hacia la llanura repleta de vegatación y niebla. Iba listo si pensaba atacar a mi cuñada. Además, aquellos seres eran terriblemente discretos y su afección era muy peligrosa. Sentí que todo el grupo tenía la vista fija en lo sucedido y en mí. - Adrian Wild, cuñado de Cye. Ese malnacido iba a por ella, no podía permitirlo. Siento el susto -me disculpé por mi repentino asalto. Entonces miré a una de las chicas a la que antes había escuchado decir algo sobre acromántulas. - Espero que haya más de estos, es cuestión de ir apartando todo lo que tenga apriencia de roca -dije recobrando el aliento perdido en aquella intervención tan precipitada-, pero como la plaga sea de acromántulas, creo que habrá una baja -hice una pausa breve para dar paso a la aclaración-. Las odio. Miré entonces a mi alrededor, con Dror en guardia. Aquella colina que se divisaba debería ser nuestro destino, pero... ¿Dónde estaba nuestro guía? ¿Seguiría siendo Athena? No me gustaría verla después de haber suspendido su clase anterior. - ¿Debemos ir a la colina aquella no? Propongo movilizarnos juntos. Haremos un buen trabajo en equipo. Esperaba una respuesta rápida para entrar en acción. No podíamos estar mucho más tiempo parados allí. Mi mente comenzó a despejarse. Había sido un inicio interesante, aunque la prueba era muy similar a la clase anterior. Pero más intensa y con el misterio de no saber dónde ir. Puede que al final la clase fuera interesante.
  25. http://i65.tinypic.com/se1rp0.jpg El día, por fin, había llegado. Las últimas semanas las había dedicado plenamente a aquel evento, del cual me enorgullecía, pues desde que había abierto lo que había pasado a ser el primer Ars & Vita deseaba regalarle la fiesta de inauguración que se merecía. Pero ésta jamás había llegado a causa de los viajes y compromisos que habían casi abusado de mi tiempo. Apenas hacía un par de días que me había despedido de Cye, Dave y Sherlyn, con quienes había compartido un breve rato antes de que las reformas hiciesen inviable mantenernos en las dependencias de la ya renovada edificación. El día anterior me había acercado para comprobar que Wilmo no estaba tirándose de los tres pelos que coronaban su pequeña cabeza y que Melinda había vuelto sana y salva del reparto. Y lo había hecho, aunque ebria. A apenas unas horas de que acabase el día, la inmensa reforma estructural y decorativa del Ars & Vita, había terminado. También estaba orgullosísimo del equipo de elfos que tenía a mi lado en aquella aventura. Y en aquel momento, me encontraba en la puerta de entrada, contemplando nuestro nuevo teatro-escuela. Me había levantado muy temprano aquella mañana para empezar a preparar los menesteres de la reinauguración, y aún así, cuando llegué al lugar, los elfos ya estaban manos a la obra. Casi no había dormido, consumido por los nervios, pero Wilmo me había obligado a marcharme a la Mansión Potter Black para que descansara. Sin embargo, estaba como una rosa. La emoción de la mascarada era más fuerte que cualquier otra cosa. Miré hacia atrás, observando el camino de piedras claritas que atravesaba los jardines principales y desembocaba directamente en la puerta de entrada. Las piedras lucían al pisar sobre ellas y creaban pequeñas melodías que variaban en función de la velocidad con la que se atravesara el camino. Sería una buena forma de que los asistentes rompieran el hielo antes de entrar. Además, dejaba a su elección el quedarse allí toda la noche o continuar hacia el interior. El resto de los jardines, gozaban de una iluminación modesta conseguida con globos plateados, blancos y azules que se iluminaban. Frente a la entrada, las motas de color geométricas de la fachada seguían configurando diversas formas o rostros conocidos, aunque aquella noche, predominaban las máscaras y personajes del Barroco y Neoclasicismo. Atravesé las puertas de entrada y todo se oscureció; unicamente unos farolillos flotantes indicaban el camino hacia la puerta doble de la derecha, por la que se accedía a la sala Le Jongleur. Sería una magnífica presentación de la nueva sala circular con gradas alrededor y un escenario al fondo, al cual se accedía por el pasillo que lo conectaba a la pista central. Llegué a la entrada de la sala, donde Wilmo, vestido todo de negro y con una máscara blanca, decorada únicamente con su nombre en la esquina superior derecha, daba paso a los asistentes a la sala, anunciándo su entrada con un efecto de sonido amplificado por toda la estancia. Le sonreí y me interné en la sala. Dentro, un montón de cristalitos pequeños flotaban en el elevado techo, cubriéndolo casi por completo. Desde arriba, los focos los iluminaban, creando efectos de color impresionantes. Di una palmada para que Mark apareciese justo a mi lado. Al igual que Wilmo, estaba vestido de negro con la máscara blanca y su nombre. Parecía incómodo con ella. - Mark, es para que la gente pueda dirigirse a vosotros por vuestros nombres. Por favor. Luego cuando atiendas en la barra te dejo quitártela, pero ahora en la bienvenida no -le dije con tono calmado, añadiendo después-: me gustaría un tono muy tenue y cálido para la entrada de los asistentes. Cuando empiece el espectáculo, puedes iluminar todo. Dicho y hecho. El elfo no tardó ni dos minutos en configurar los focos para que la sala adquiriese una luz anaranjada y tenue, que permitía ver la decoración no muy recargada pero sofisticada. Las cuerdas que separaban las gradas de la pista estaban cubiertas por telas rojas, doradas (en menor medida) y con toques blancos y negros combinados. Los pasillos que daban acceso a los asientos en las gradas y la pista central eran de madera no muy oscura. El escenario del fondo se mantenía a oscuras y completamente negro. Aquel era mi lugar. - Bolinda, Saburns, ¿está todo preparado arriba? -dije refiriéndome a la azotea, donde luego se ofrecería el convite. Los dos elfos aparecieron, vestidos igual que Wilmo y Mark, cada uno con su nombre en la máscara. - Todo listo, ¿avisamos a los actores y actrices? - Sí, por favor. Decidles que se preparen; la gente está a punto de llegar. Ambos desaparecieron de nuevo y entonces atravesé la pista central, dirigiéndome hacia el escenario. - Lumos -murmuré sacando mi varita para alumbrarme el camino, completamente oscuro. Me coloqué en el centro del escenario. No me hizo falta llamarla, pues en cuanto hube llegado, Melinda, molida por la resaca, apareció con mi traje y mi máscara de entre los telones. - ¿Cómo estás, pequeña? Vaya cogorza te pillaste. No contestó. Estaba ofendida y muy dolida, consigo misma y con quién le había hecho beber. No sabía muy bien qué había pasado exactamente, más que se había emborrachado cuando cumplía con el reparto de carteles del evento. Ya hablaría más tranquilamente con ella del tema, cuando todo hubiera pasado. - Gracias, por todo. Y no te preocupes, ya lo hablaremos con calma -le dije intentando tranquilizarla, mientras me vestía y recibía su ayuda. En pocos minutos estaba listo. Lucía una camisa azul oscura, remetida por unos pantalones negros ajustados y enganchados a mi cintura con un cinturón negro de hebilla de plata. Mis pies los cubrían unos zapatos también azules, con una onda de polvo plateado que partía desde la mitad delantera lateral y se extendía y ensanchaba hacia el talón. La camisa tenía los dos últimos botones abiertos permitiéndome lucir el colgante del Amuleto Volador, que tenía la forma de dos alas plateadas extendidas. Y mi rostro lo ocultaba una máscara de media cara que se ajustaba sola y se amoldaba a la forma de la cara en la que reposara: era completamente blanca y en su borde derecho tenía un ribeteado azul y polvillo plateado. - Divino -dijo la elfina casi sin ánimo, aunque con un cierto matiz de orgullo en su voz. Ella había elegido mi indumentaria y me había confeccionado la máscara, con sus propias manos. Era toda una artista manual, y agradecía mucho tenerla conmigo en el Ars & Vita. - Ve a cambiarte como los demás -le indiqué, viéndola desaparecer al instante. Respiré hondo-. Todo listo. Nox. Efectivamente, no faltaba nada. Sólo los invitados. Esperé pacientemente en mi posición, oculto tras el manto oscuro que impedía ver nada del escenario, mientras que la tenue luz anaranjada iluminaba la pista central y las gradas. La pista era más grande que de costumbre, pues según fueran llegando, los asistentes debían permanecer de pie allí. Por el momento, sólo debían llegar hasta la sala, ser anunciados por Wilmo y esperar, impacientes, en la pista central. Una vez empezaran a entrar, habría media hora de márgen. Después, todo acontecería.

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